Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Pensamiento central de Dios, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO DIEZ

EL CUADRO DEL EDIFICIO DIVINO DE DIOS: LA NUEVA JERUSALÉN

  Lectura bíblica: Ap. 21; 22:1-2

EL CIELO NUEVO Y LA TIERRA NUEVA CON LA NUEVA JERUSALÉN

  Apocalipsis 21:1 dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía”. Los principales elementos de la vieja creación son los cielos, la tierra y el mar. Sin embargo, en la nueva creación, sólo tenemos los cielos y la tierra, y el mar ya no existe. El mar ha sido eliminado. El versículo 2 dice: “Y vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido”. La Nueva Jerusalén es del cielo, pero no permanece en el cielo. Desciende de Dios, del cielo, desde el lugar donde Dios está. Además, la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, es una novia ataviada para su marido. Ella es una ciudad; sin embargo, es una novia y tiene un marido.

  El versículo 3 dice: “Oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. Esta ciudad es, por un lado, una novia y, por otro, un tabernáculo. En este versículo una palabra griega se usa dos veces, una vez como sustantivo, traducida “tabernáculo”, y otra vez como verbo, traducida “fijar tabernáculo”. Esta ciudad es el tabernáculo de Dios mediante el cual y dentro del cual Dios fija tabernáculo con el hombre. Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad”. Cuando el Señor, quien es la Palabra, se hizo carne, Él fijó tabernáculo entre nosotros. El cuerpo humano del Señor fue un tabernáculo en el cual habitó entre el linaje humano. Ahora la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, es exactamente igual en principio. Ella es el tabernáculo de Dios mediante el cual Dios mora con el hombre.

  Apocalipsis 21:4-5 dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Como hemos visto, hay dos creaciones de Dios en el universo. La primera es la vieja creación, y la segunda es la nueva creación. Aquí se nos dice que todas las cosas de la vieja creación han pasado y que Dios ha hecho todas las cosas nuevas. En la nueva creación hay un cielo nuevo, una tierra nueva y está la Nueva Jerusalén. Todo es nuevo. Debemos recordar cuál es la diferencia entre la nueva creación y la vieja. La vieja creación no está mezclada con ningún elemento de Dios, mientras que Dios sí está mezclado con la nueva creación. La vieja creación fue creada como un vaso vacío, un recipiente vacío, y el centro de este vaso era el hombre, quien tenía una boca con la cual recibir a Dios a fin de que Dios pudiera mezclarse con Él. Por lo tanto, la vieja creación es un vaso vacío que no fue mezclado con Dios, pero la nueva creación es un nuevo vaso que contiene a Dios y está mezclado con Él.

  Los versículos del 6 al 8 dicen: “Me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venza heredará estas cosas, y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

LA NUEVA JERUSALÉN

La novia, la esposa del Cordero

  El versículo 9 dice: “Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero”. En estos versículos se nos dice claramente que en la nueva creación, el nuevo universo, habrá una novia, y que esta novia es la esposa del Cordero. La Nueva Jerusalén es la novia, la esposa, el complemento, del Cordero, quien es el Hijo de Dios, el Señor Cristo. ¿Cuál es la diferencia entre la novia y la esposa? La novia solamente es tal el día de bodas, pero después se convierte en la esposa. Al comienzo de la era venidera, la Nueva Jerusalén será la novia, pero después llegará a ser la esposa del Cordero.

La ciudad santa

  El versículo 10 dice: “Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios”. En los versículos del 2 al 10, se usan varias palabras para describir esta ciudad. Ella es una ciudad nueva, y es una ciudad santa. La Nueva Jerusalén es algo nuevo, y ella es algo santo, algo apartado de todas las cosas para Dios, a fin de complementarlo. Además, ella es algo que es grande, no pequeño.

Su gloria y Su aspecto externo

  El versículo 11 dice a continuación: “Teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. La nueva ciudad, la Nueva Jerusalén, tiene la gloria de Dios. Esto sencillamente significa que el Dios de gloria resplandece por medio de ella. Su resplandor es semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe. Entre las figuras y tipos de las Escrituras, ¿qué representa el jaspe? La explicación se halla en el capítulo 4, donde los versículos 2 y 3a dicen: “Al instante yo estaba en el espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe”. El aspecto del que está en el trono, quien es el Señor Dios mismo, es semejante a una piedra de jaspe. Por lo tanto, el jaspe se refiere al aspecto, semejanza y expresión de Dios. La Nueva Jerusalén, la ciudad santa, tiene la gloria de Dios, y su resplandor es semejante al de una piedra de jaspe, es decir, ella tiene el aspecto, semejanza y expresión de Dios. Su apariencia externa, su semejanza resplandeciente, es exactamente la misma que el aspecto y semejanza de Dios. Por lo tanto, la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, es la expresión de Dios. Dios se expresa por medio de ella, y su expresión, su aspecto y su semejanza es nada menos que el de Dios mismo. Por lo tanto, su resplandor es semejante al de una piedra de jaspe, que brilla continuamente así como Dios.

Su estructura y Sus dimensiones

El muro, las puertas y los cimientos de la ciudad

  El versículo 12 del capítulo 21 dice: “Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel”. El muro de la ciudad es grande y alto; no es de ningún modo pequeño y bajo. Este muro tiene doce puertas, y en las doce puertas están inscritos los doce nombres de las doce tribus de Israel. Esto significa que los israelitas son las entradas, las puertas, que permiten el acceso a la ciudad santa, lo cual implica que el evangelio viene de los judíos. Es la nación judía, el pueblo de Israel, el que empezó a predicar el evangelio desde Jerusalén hasta los confines de la tierra para traer a las personas, a fin de que ellas tengan parte en la Nueva Jerusalén y entren en ella. El versículo 13 dice: “Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas”. Hay tres puertas en cada uno de los cuatro lados, para un número total de doce, el cual resulta al multiplicar tres por cuatro.

  El versículo 14 dice: “El muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. Los cimientos de la ciudad también son doce, y sobre ellos están los nombres de los doce apóstoles. El que la ciudad santa tenga doce puertas (las doce tribus) y doce cimientos (los doce apóstoles) claramente indica que la Nueva Jerusalén está compuesta de dos grupos de personas: los santos del Antiguo Testamento representados por las doce tribus, y los santos del Nuevo Testamento representados por los doce apóstoles de Cristo.

Las dimensiones de la ciudad

  Los versículos 15 y 16 dicen: “El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la anchura y la altura de ella son iguales”. Las dimensiones de la ciudad se componen del número doce. Las puertas son doce, los cimientos son doce, y cada una de las dimensiones de la ciudad contiene el número doce, pues miden mil veces doce. La longitud es de doce mil estadios, la anchura es de doce mil estadios, y la altura también es de doce mil estadios. La ciudad es un cubo, es decir, tiene cuatro lados en sus tres dimensiones, lo cual genera una vez más el número doce. La creación se extiende en cuatro direcciones, y los cuatro lados de la Nueva Jerusalén están orientados a las cuatro direcciones de todo el universo. Además, las tres dimensiones —la longitud, la anchura y la altura— aluden a la Trinidad Divina. En el número doce, cuatro representa a los seres creados, como los cuatro seres vivientes en 4:6-9 y en 19:4, y tres representa a la Trinidad Divina, al Dios Triuno. Cuando el Dios Triuno se mezcla con los seres creados, obtenemos el número doce, que representa compleción en la administración. Cuando Dios, representado por el número tres, se mezcla con el hombre, representado por el número cuatro, obtenemos como resultado la compleción eterna y el gobierno eterno, la administración eterna, representado por el número doce.

  El versículo 17 dice: “Midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel”. Ciento cuarenta y cuatro es doce por doce, lo cual significa compleción de compleciones. Entonces, ¿qué significa el que la medida de hombre es la de un ángel? No olviden que todos los detalles escritos en este capítulo son señales. El hombre es el centro de los seres vivientes que están en la tierra y los ángeles son el centro de todo lo creado por Dios en los cielos. El que la medida de hombre es la de un ángel significa que con respecto a la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, el cielo y la tierra están mezclados. Hoy existe una diferencia entre el cielo y la tierra, y entre los ángeles y los seres humanos. Pero un día, cuando venga la Nueva Jerusalén, el cielo se unirá con la tierra, y las cosas del cielo se mezclarán con las cosas de la tierra. Cuando llegue ese día, no habrá más diferencia entre las cosas del cielo y las cosas de la tierra. Esta ciudad, esta nueva ciudad, esta Jerusalén santa, es la corporificación de la mezcla de las cosas del cielo con las cosas de la tierra. El universo incluye el tiempo y el espacio. Está compuesto de los santos de los tiempos antiguotestamentarios y de los santos de los tiempos neotestamentarios, y también es una mezcla de las cosas que están en el cielo y las cosas que están en la tierra. Por lo que se refiere al tiempo, la Nueva Jerusalén es una combinación; y por lo que se refiere al espacio, la Nueva Jerusalén es una mezcla. La Nueva Jerusalén es el asunto central de todo el universo, el centro del espacio y el tiempo. En ella los santos del Antiguo Testamento y los santos del Nuevo Testamento están combinados, y las cosas del cielo con las cosas de la tierra se hallan mezcladas como una sola entidad. Sin embargo, no malinterpreten esto; aún permanecerá una diferencia entre los ángeles y los hombres. No obstante, en lo que a la mezcla de la ciudad santa se refiere, no habrá diferencia entre el cielo y la tierra.

El aspecto externo de la ciudad

  El versículo 18 dice: “El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio claro”. Aquí el jaspe se menciona de nuevo. El aspecto de la ciudad es semejante al resplandor del jaspe, y todo el muro está hecho de jaspe. La ciudad misma es de oro, y el muro edificado sobre ella es de jaspe. Cuando usted mira la ciudad desde la distancia, no ve el oro; lo que usted ve es el muro de jaspe, puesto que el aspecto general de la ciudad es de jaspe. Como ya vimos, el jaspe se refiere al aspecto de Dios. Por consiguiente, la ciudad tiene la naturaleza de Dios, como se ve en el oro, y el muro tiene el aspecto de Dios, como se ve en el jaspe. Los jóvenes que son creyentes en Cristo tienen en su interior a Dios, la propia naturaleza divina, la nueva naturaleza, representada por el oro. Estoy seguro de que ellos tienen el oro divino en su interior; pero me temo que muchos son oro con apenas un poco del jaspe resplandeciente, con un poco del aspecto de Dios, edificado en ellos. Ellos tienen el oro, la naturaleza divina de Dios, en su interior por medio de la regeneración, porque cuando nosotros somos regenerados, recibimos a Dios como la naturaleza de oro. Sin embargo, después de la regeneración necesitamos ser edificados mediante la transformación para que algo del aspecto de Dios resplandezca en nosotros como jaspe. Cuando vamos a ciertas iglesias, podemos notar que hay algo edificado que resplandece continuamente, algo que es muy atractivo. Todo el muro de la ciudad es de jaspe. Esto significa que la ciudad en su totalidad tiene el aspecto, la semejanza, de Dios. Dios tiene la semejanza del jaspe, y esta ciudad también tiene la misma semejanza. Por lo tanto, la ciudad tiene la apariencia, la semejanza, de Dios, la cual se expresa por medio de ella.

Las piedras preciosas que componen los cimientos del muro

  Los versículos 19 y 20 dicen: “Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista”. Todo el muro es de jaspe con doce cimientos, y todos los doce cimientos son piedras preciosas. La primera piedra del fundamento es de jaspe, igual que el muro. Si examinamos las cosas cuidadosamente, podemos ver que las doce piedras están puestas una sobre otra en capas. Las doce capas de piedras preciosas que forman el fundamento tienen, según sus respectivos colores, el aspecto de un arco iris. El versículo 3 del capítulo 4 dice: “El aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda”. El aspecto de Dios en el universo es semejante al jaspe, con un arco iris a Su alrededor. Cuando la Nueva Jerusalén venga, veremos el mismo cuadro: una ciudad de jaspe con un arco iris. Su aspecto es exactamente el mismo aspecto de Dios.

  El significado espiritual del arco iris se ve en Génesis 9:13-17, que dice: “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre Yo y la tierra. Y cuando haga venir nubes sobre la tierra, y aparezca el arco en las nubes, me acordaré del pacto Mío, que hay entre Yo y vosotros y todo animal viviente de toda carne; y nunca más se convertirán las aguas en diluvio para destruir toda carne. Estará el arco en las nubes, y lo miraré para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y todo animal viviente de toda carne que hay sobre la tierra. Entonces Dios dijo a Noé: Ésta es la señal del pacto que he establecido entre Yo y toda carne que está sobre la tierra”. El arco iris es una señal del pacto eterno de que Dios nunca más destruirá Sus criaturas vivientes. Por lo tanto, el arco iris es una señal que nos muestra que Dios es un Dios que guarda el pacto, el Dios de fidelidad, quien es fiel para guardar el pacto eterno. El hecho de que el fundamento de la ciudad sea un arco iris significa que la ciudad es edificada sobre la fidelidad de Dios. Es una ciudad que jamás puede ser destruida, porque es una ciudad del pacto perpetuo de Dios. La Nueva Jerusalén es una ciudad que tiene fundamentos (He. 11:10), y los fundamentos son la fidelidad de Dios, el pacto perpetuo de Dios. Los cimientos de esta ciudad se asemejan a un arco iris, lo cual nos hace recordar a nosotros y también a Dios que estamos seguros, que tenemos seguridad eterna. La ciudad en la cual moraremos es una ciudad que tiene por fundamento un arco iris para recordarle a Dios que no le está permitido destruirla. Él no puede destruirla, y está obligado por Su pacto perpetuo a no destruirla.

Los materiales preciosos de la ciudad

  Apocalipsis 21:21 dice: “Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era de una sola perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio”. Cada una de las doce puertas es una enorme perla. Aquí vemos tres clases de materiales: la ciudad misma es de oro, el muro edificado sobre ella es de jaspe con diferentes clases de piedras preciosas como fundamento, y las puertas son de perla. Como hemos visto, estas tres cosas se hallan en Génesis 2. No hay dos ni cuatro clases de materiales, sino tres, lo cual alude a las tres personas del Dios Triuno. El oro, que representa la naturaleza divina, es algo de Dios el Padre; la perla, que constituye la entrada, es algo de Dios el Hijo; y el muro con su apariencia es algo de Dios el Espíritu. Esto significa que el Dios Triuno se mezcla con todos los que son salvos y se forja en la constitución intrínseca de ellos.

  La ciudad misma es de oro, y la calle de la ciudad, que es una sola en vez de muchas, es también de oro. El muro edificado sobre el fundamento es de piedras preciosas, y las puertas son doce perlas. Por lo tanto, tenemos el oro, las perlas y las piedras preciosas. El oro es el primer elemento. Al edificar el muro de una casa, uno primero debe dejar un espacio para la entrada; en este sentido, la entrada viene primero y el muro es edificado alrededor de ella. Por lo tanto, el segundo elemento son las perlas, y las piedras preciosas son el tercer elemento. Éste es el orden de los materiales según la enseñanza del apóstol Pablo. Pablo nos dijo que debíamos edificar la iglesia con oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 3:12), y la plata representa lo mismo que las perlas. Por consiguiente, en Génesis 2 tenemos tres elementos, en Apocalipsis 21 tenemos tres elementos y en 1 Corintios 3 tenemos también tres elementos. Todos los tres son útiles para la edificación de la morada de Dios. Estas tres cosas representan algo de Dios el Padre, de Dios el Hijo y de Dios el Espíritu. El Dios Triuno se mezcla con nosotros y se forja en nosotros. De esta manera obtenemos el edificio divino.

El templo agrandado

  Apocalipsis 21:22 dice: “No vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella”. Este versículo habla del templo, pero es diferente del templo de la antigua Jerusalén. Con respecto a la antigua Jerusalén, estaba la ciudad y dentro de ella estaba el templo; pero la Nueva Jerusalén es una ciudad en la que no se ve ningún templo. Puesto que Dios en Cristo es el templo divino, no hay necesidad de que haya otro templo. En esta ciudad tenemos tanto el tabernáculo como el templo. Como hemos visto, todo el Antiguo Testamento es una historia del tabernáculo y el templo, y el Nuevo Testamento es la continuación de la historia del tabernáculo y del templo. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él fijó tabernáculo entre los hombres (Jn. 1:14). Además, Su cuerpo era el templo. Este templo, este cuerpo, el pueblo judío mató, destruyó, en la cruz; pero el Señor lo levantó en tres días, es decir, en resurrección (2:19-21). En la resurrección Él edificó un templo agrandado, que es la iglesia. La máxima conclusión de todas las Escrituras es la ciudad, o sea, el tabernáculo con el templo. Esta ciudad es el tabernáculo que tiene a Dios en Cristo en calidad de templo. Por lo tanto, una vez más tenemos el tabernáculo y el templo.

Su luz y la lámpara y las naciones que están a su alrededor

  Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. Dios es la luz y Cristo es la lámpara. Dios está en Cristo resplandeciendo a través de Él, así como la luz de una lámpara resplandece a través de ésta.

  Los versículos del 24 al 27 hablan de las naciones, diciendo: “Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa profana, ni quien haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”.

EL RÍO DE AGUA DE VIDA Y EL ÁRBOL DE LA VIDA

  Los versículos 1 y 2 del capítulo 22 dicen: “Me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones”. En estos versículos encontramos cuatro cosas, cada una de las cuales es una sola: el trono, el río, la calle y el árbol. El trono es uno solo, la calle es una sola, el río que fluye en medio de la calle es uno solo y el árbol de la vida que crece en el río también es uno solo. En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida con un río que fluye junto a éste, y en Apocalipsis 22 nuevamente vemos el árbol de la vida con un río que fluye continuamente. Vemos aquí un trono, y desde el trono fluye un río en medio de la calle. El versículo 2 dice que “a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida”, lo cual indica que el árbol de la vida está a las dos riberas del río. Esto significa que la calle es las dos riberas del río en la cual crece el árbol de la vida.

  ¿Cómo puede una sola calle pasar por doce puertas, y cómo podemos entrar nosotros en la ciudad? Recuerden que la ciudad es muy alta, pues mide doce mil estadios de altura. El muro, que también es muy alto, aunque no tanto como la ciudad misma, mide ciento cuarenta y cuatro codos de altura. El hecho de que el trono esté en el centro de la ciudad significa que éste debe de estar en la cima del centro de la ciudad. Esto nos permite ver que la calle debe de ser una espiral. Desde el trono que está en la cima de la ciudad, la calle desciende en espiral hasta alcanzar las doce puertas. De este modo, todas las doce puertas usan la misma calle. Debido a que hay una sola calle, nadie puede perderse en la ciudad. No importa por cuál de las puertas usted entre, si sigue caminando por la calle, finalmente llegará al trono de Dios. Siempre y cuando usted entre, sabrá el camino que debe seguir al encontrar la calle. Simplemente siga caminando sin parar y finalmente llegará a donde está el Señor Jesús.

LAS BENDICIONES DE LOS REDIMIDOS DE DIOS EN LA ETERNIDAD

  Los versículos del 3 al 7 dicen: “No habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y Sus esclavos le servirán, y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes. No habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su ángel, para mostrar a Sus esclavos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.

  Aquí, en cierta medida hemos visto un cuadro de la ciudad santa. En los siguientes capítulos seguiremos viendo aún más.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración