
Lectura bíblica: Gn. 28:12, 16-19, 22; Éx. 40:34; 1 R. 8:10-11; Mt. 16:16-18; 1 Ti. 3:15-16; Ef. 5:32
Efesios 5:32 habla de un gran misterio. Cristo junto con la iglesia es el gran misterio en este universo. En estos mensajes nuestra carga es el pensamiento central de Dios. Vimos claramente en la revelación de las Escrituras que el pensamiento central de Dios es que Cristo es la expresión de Dios junto con Su Cuerpo, que es la iglesia. Por lo tanto, el pensamiento central de Dios es Cristo y la iglesia, o podemos decir que es Cristo con la iglesia. Éste es el asunto central que ocupa la mente divina, el pensamiento divino, que se ve claramente en los planos del plan divino revelado en los primeros dos capítulos de la Biblia. En el cuadro de Apocalipsis 21 y 22, los últimos dos capítulos de las Escrituras, también podemos ver que el propósito eterno de Dios, Su máxima intención, es que Cristo se exprese por medio del Cuerpo. Por lo tanto, Cristo y Su Cuerpo, que es la iglesia, son el gran misterio, el pensamiento central de Dios.
Yo fui salvo cuando aún era joven. Inmediatamente después que fui salvo, yo amaba muchísimo la Palabra del Señor. Día a día la estudiaba con gran diligencia. Más tarde, me conseguí un buen número de libros acerca de las Escrituras. Todos esos libros me mostraban lo mismo, esto es, que Cristo es el tema y centro de todas las Escrituras. En aquel tiempo me sentí muy contento de saber esto, y hacía mucho hincapié en ello. ¡Cristo es el tema, el centro y el contenido de todas las Escrituras! Sin embargo, posteriormente descubrí que a esto le faltaba algo. En las Escrituras se nos dice claramente que Cristo es la Cabeza (Ef. 1:22; Col. 1:18). Así como la cabeza necesita un cuerpo, Cristo la Cabeza también necesita el Cuerpo. También se nos dice que Cristo es el Marido (Ef. 5:24-25), y un esposo necesita una esposa. Cristo es el Esposo divino, el verdadero hombre. Ninguno de nosotros, incluyendo a los hermanos, es un hombre. Todos en realidad somos mujeres. Cristo es el verdadero hombre que ha de obtener una novia (Jn. 3:29). Por ser el verdadero hombre, Él necesita una novia. Es por esta razón que las Escrituras no nos revelan a la Cabeza aparte del Cuerpo, sino que nos revelan a la Cabeza con el Cuerpo, es decir, Cristo con la iglesia. Además, nos revelan a una pareja, no simplemente al Esposo, sino al Esposo con la esposa.
Si usted lee la Biblia cuidadosamente una vez más, comprobará que el centro, tema y contenido de todas las Escrituras es Cristo con la iglesia, la Cabeza con el Cuerpo, el Esposo con la esposa. ¿Cómo podría yo venir a hablarles a ustedes con mi cabeza solamente y dejar mi cuerpo en mi apartamento? Jamás podremos separar el cuerpo de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Algo que aprecio de este país es que las esposas siempre acompañan a sus esposos. No sucede lo mismo en China. En China las esposas se separan de sus esposos. Si los esposos se sientan al frente, todas las esposas se sientan en la última fila. Esto no es bíblico. Si ustedes leen las Escrituras, verán que donde está Cristo, allí está la iglesia; donde está la Cabeza, allí está el Cuerpo; y donde está el Esposo, allí también está la novia.
Hermanos y hermanas, el pensamiento central de Dios es que Cristo debe obtener la iglesia, y que ésta sea Su Cuerpo, Su novia, Su aumento y Su complemento a fin de expresar a Dios de manera corporativa. En todas las Escrituras nada es más importante o crucial que esto. Nada es más central que esto. Éste es el propio pensamiento central de Dios. Si me preguntan qué es lo que el Señor busca hoy en día, debo decirles que el Señor no busca otra cosa que no sea la iglesia, la cual es el Cuerpo, la novia y el aumento y que, como tal, ella complementa a Cristo y lo expresa de manera corporativa. Ésta es la máxima intención de Dios.
Veamos ahora algo acerca de Cristo y la iglesia de una manera muy breve, lo cual se nos muestra en los sesenta y seis libros de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis. Todos sabemos que Cristo es el centro, pero debemos entender también que Cristo es el centro junto con la iglesia. En el cuarto día de la creación, vemos el sol con la luna y todas las estrellas. El sol es un tipo de Cristo; Cristo es el Sol de justicia (Mal. 4:2). La iglesia como luna refleja Su luz, y todos los santos son las estrellas. Por lo tanto, en el primer capítulo de la Biblia, tenemos a Cristo con la iglesia, incluyendo a todos los santos.
Luego en el segundo capítulo, tenemos a Adán con Eva, al hombre con la esposa. Como hemos visto, Adán es una figura y él tiene un aumento, una novia, un complemento, una parte que proviene de sí mismo. Aquí también vemos a Cristo y la iglesia. Luego en el tercer capítulo, tenemos la simiente de la mujer, es decir, a Cristo nacido de una virgen. A medida que continuemos leyendo, veremos un buen número de tipos de Cristo, pero por ahora saltaremos a la época de Jacob. Si leen Génesis cuidadosamente, notarán que la revelación en cuanto a Cristo no alcanza su plena medida sino hasta que llegamos a Jacob, porque Jacob introdujo una casa para Dios (Gn. 28:10-22). En la Biblia el Señor no habla de la casa de Abraham ni de la casa de Isaac. Sin embargo, las Escrituras a menudo se refieren a la casa de Jacob o a la casa de Israel. Abraham al parecer era un solo individuo, y lo mismo parece haber sido Isaac. Pero con respecto a Jacob no vemos un solo individuo, sino una casa: la casa de Jacob, la casa de Israel. Por consiguiente, la revelación de Cristo alcanzó su plena medida con Jacob.
¿Cuál es la revelación que Jacob recibió en aquel tiempo en cuanto a Cristo? En su sueño Jacob vio una escalera (v. 12). En Juan 1:51 el Señor le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. De esta manera el Señor Jesús se refirió a esta escalera, diciéndonos que esta escalera es Él mismo. Él es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. Jacob recibió una revelación en un sueño en cuanto al Cristo que es la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. En aquella ocasión como joven que era, Jacob hizo algo muy maravilloso. Él tomó la piedra que había usado como almohada, la erigió como columna y derramó aceite sobre ella (Gn. 28:11, 18). Después de esto llamó el nombre de aquel lugar Bet-el (v. 19), esto es, la casa de Dios. Él no sólo dijo que ese lugar era la casa de Dios, sino que incluso dijo que la columna, la piedra sobre la cual derramó aceite, era la casa de Dios (v. 22). ¿Pueden ver que en este cuadro tenemos a Cristo y también la iglesia? La escalera celestial es Cristo, y la casa de Dios hecha con la piedra sobre la cual ha sido derramado el aceite es la iglesia.
Tenemos que creer que lo que hizo Jacob, ese joven travieso, fue algo que el Espíritu Santo hizo por medio de él. Jacob no tenía una casa donde morar, y era una persona errante; sin embargo, se olvidó de que no tenía hogar y, en vez de ello, se preocupó mucho por la casa de Dios. En vez de decir: “Esta columna será mi casa”, dijo: “Esto [...] es [...] la casa de Dios” (v. 17). De manera semejante, en Mateo 16 cuando Pedro recibió la revelación en cuanto a Cristo, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16), la escalera celestial que trae el cielo a la tierra. El Señor inmediatamente le dijo a Pedro: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro [o, una piedra], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Si usted compara estas dos visiones, comprenderá que en principio son exactamente iguales. Cuando usted verdaderamente conoce a Cristo como la persona celestial, una visión vendrá a usted en la cual una columna es erigida, aceite es derramado sobre ella y surge Bet-el.
La columna de piedra representa a una persona que ha sido regenerada y transformada. Originalmente y por naturaleza, nosotros no éramos columnas de piedra, sino trozos de barro; cuando mucho, éramos columnas de sal, como la esposa de Lot que se convirtió en una columna de sal (Gn. 19:26). Pero alabado sea el Señor, pues fuimos regenerados y estamos siendo transformados. Ahora somos piedras, y el Espíritu Santo como aceite es derramado sobre nosotros. Es a partir de esto que la casa de Dios llega a existir. Todas estas cosas suceden cuando usted ve que Cristo es la persona celestial y conoce a Cristo como Aquel que trae a Dios al hombre y trae el cielo a la tierra. Cristo es Aquel que abre los cielos y trae el cielo a la tierra y a Dios al hombre. Cuando usted conozca a Cristo como tal persona, sentirá que ha habido un gran cambio, una regeneración, e incluso una transformación dentro de sí. Usted entonces será una piedra útil para la edificación de la iglesia. Cuanto más usted conozca a Cristo como la persona celestial que trae el cielo a la tierra y que trae a Dios al hombre, más será transformado de un trozo de barro a una piedra, y más será edificado sobre la roca.
Si usted conoce a Cristo, también debe conocer la iglesia. Si verdaderamente conoce a la Cabeza, entonces, sin lugar a dudas, también conocerá el Cuerpo. Usted podría decir: “Oh, soy un pecador miserable, y Él es el Salvador. Él murió en la cruz por mis pecados para salvarme del infierno y me llevará al cielo a la mansión celestial”. Sin embargo, si únicamente conoce a Cristo como el Salvador de esa manera, me temo que nunca conocerá nada de la iglesia; pero si se da cuenta de que Cristo es la persona celestial que viene a la tierra para traer el cielo a la tierra y para traer a Dios al hombre a fin de mezclarse con el hombre, entonces habrá un gran cambio en usted. Experimentará en su interior una regeneración y una transformación. Usted será grandemente transformado, y comprenderá que usted es simplemente una piedra útil para la edificación de la iglesia sobre la roca, que es Cristo y la revelación en cuanto a Él.
Prosigamos ahora de Jacob a Israel, la casa de Dios. La casa de Jacob primero disfrutó a Cristo como el Cordero pascual (Éx. 12; 1 Co. 5:7). El día de la pascua, los israelitas pusieron la sangre del cordero en los postes y en el dintel de la puerta (Éx. 12:7), y comieron la carne del cordero (v. 8). Esto significa que, por un lado, ellos disfrutaron la redención de Cristo y, por otro, disfrutaron a Cristo como su vida y suministro de vida. Además, ellos disfrutaron a Cristo como el pan sin levadura (vs. 15-20). ¿Sabe usted lo que Dios les pidió que hicieran después que disfrutaron a Cristo de esa manera? Dios les pidió que erigieran un tabernáculo, que le edificaran una casa (25:8). Los hijos de Israel disfrutaron y experimentaron a Cristo como la redención y la vida. Fue inmediatamente después de esto que Dios no sólo les mandó, sino que aun les exigió que erigieran un tabernáculo que había de ser Su morada entre ellos. Por lo tanto, aquí una vez más tenemos a Cristo y la iglesia.
Si usted lee el libro de Éxodo una vez más, comprenderá que toda la madera, las tablas y los demás materiales para el tabernáculo son tipos de los aspectos de Cristo que los creyentes disfrutan y que los convierten en materiales útiles para la edificación de la iglesia. ¿Qué es el tabernáculo? El tabernáculo es el agrandamiento, el aumento, de Cristo tipificado por el cordero. Si usted disfruta al cordero, si yo lo disfruto y todos lo disfrutamos, finalmente este cordero llegará a ser el tabernáculo por medio de nosotros. Los hijos de Israel pudieron ser agrandados hasta convertirse en un tabernáculo simplemente porque, en tipología, ellos experimentaron y disfrutaron a Cristo y fueron unidos a Cristo. Ellos recibieron algo de Cristo y esta porción de Cristo los convirtió en materiales aptos para el tabernáculo. Hoy en día nosotros tenemos a Cristo y somos la iglesia, no por alguna bondad natural que tengamos ni por otros asuntos naturales, sino por el Cristo que experimentamos. Somos la iglesia mediante el Cristo que experimentamos y que nos constituye el material de la iglesia. Así como el cordero llegó a ser el tabernáculo, el Cristo que nosotros disfrutamos y experimentamos llega a ser la iglesia.
Si usted experimenta y disfruta a Cristo, ciertamente añorará la vida de iglesia. Si tiene una buena comunión con el Señor Jesús en la mañana, estoy seguro de que vendrá a la reunión de la iglesia por la noche. Usted ha disfrutado a Cristo, pero se da cuenta de que debe tener su vivir en la iglesia. Es por ello que, en muchos casos, no debemos hablarles a las personas acerca de la iglesia, sino simplemente ayudarlas a conocer a Cristo. Cuanto más conozcan a Cristo, más añorarán la iglesia. El cordero se convertirá en el tabernáculo, y Cristo llegará a ser la iglesia; pero para ello usted debe experimentarlo y disfrutarlo. Primeramente, usted debe tener al Cordero pascual, y luego tendrá el tabernáculo en el desierto edificado como una morada para Dios. Después que el tabernáculo fue levantado, un buen número de ofrendas, que tipifican a Cristo, fueron ofrecidas a Dios. Nunca podemos separar a Cristo, quien es tipificado por las ofrendas, de la iglesia, la cual es tipificada por el tabernáculo. Donde está el tabernáculo, allí están las ofrendas. Donde está la iglesia, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está la iglesia.
Toda la historia de los hijos de Israel en el Antiguo Testamento es una historia del tabernáculo y del templo. En principio, ambos son lo mismo. Al comienzo el tabernáculo era el centro de la historia de Israel, y más tarde el templo vino a ser el centro. Esto nos muestra que la intención de Dios es que nosotros experimentemos a Cristo para que un edificio llegue a existir. Éste es el pensamiento central de Dios. En tipología, el templo llegó a existir mediante las experiencias de Cristo. Después que los hijos de Israel fueron introducidos en la tierra de Canaán, después que disfrutaron de Canaán y después que experimentaron lo bueno que era, surgió el templo. Una vez más, Canaán es un tipo de Cristo, y el templo es un tipo de la iglesia. Así como el templo es el resultado final de la experiencia y disfrute de la buena tierra, la iglesia es el resultado final de la experiencia y disfrute que tienen los santos de Cristo. Cuando disfrutamos a Cristo, la iglesia llega a existir. Después que los israelitas disfrutaron y experimentaron todas las riquezas, la abundancia, de la buena tierra, ellos edificaron el templo, la morada de Dios. Esto es un cuadro de cómo la iglesia procede de Cristo, a quien hemos experimentado.
Ahora llegamos al Nuevo Testamento. El relato del Nuevo Testamento es un relato de la Cabeza con el Cuerpo, un relato de Cristo y la iglesia. Cristo es la Cabeza, y la iglesia es el Cuerpo. Hace un buen número de años unos jóvenes en el Lejano Oriente afirmaron que habían recibido la revelación en cuanto a Cristo y la plenitud de Cristo. Ellos dijeron que no era necesario hablar de la iglesia porque en tanto que tengamos a Cristo, todo está bien. Es absurdo decir esto. Si usted verdaderamente ha recibido la revelación de Cristo, también tendrá la revelación de la iglesia. Usted no puede tener una revelación acerca de la Cabeza sin el Cuerpo. Si usted realmente ve algo de Cristo, la iglesia vendrá después. En Mateo 16:16 Pedro vio la revelación de parte del Padre celestial en cuanto a Cristo. Él dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Inmediatamente después de esto, el Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Si usted conoce a Cristo, ciertamente conocerá la iglesia. No es posible tener la Cabeza sin el Cuerpo. Examine los escritos, las enseñanzas, las predicaciones, de los apóstoles, especialmente del apóstol Pablo. ¡Oh, cuánto habló él acerca del Cuerpo de Cristo! Casi todas las Epístolas de los apóstoles recalcan no solamente a Cristo, la Cabeza, sino también la iglesia, el Cuerpo.
Hoy en día el problema entre los creyentes no tiene que ver principalmente con Cristo, sino con la iglesia. No creo que los verdaderos creyentes estén equivocados en cuanto a Cristo, la Cabeza; pero lamentablemente, la mayoría de los creyentes están equivocados en cuanto al Cuerpo. Yo he sido cristiano por casi cuarenta años, y he estado sirviendo al Señor por más de treinta años. Debo decirles que he sufrido sólo un poco por el Señor, pero he sufrido muchísimo por la iglesia. Por lo tanto, hay un gran problema relacionado con el Cuerpo. Mientras usted simplemente hable de Cristo sin mencionar el Cuerpo, los demás lo considerarán una persona maravillosa; sin embargo, será una persona maravillosa “en el aire”, no en la práctica. Pero si usted va a hablar en términos prácticos acerca de la iglesia, debe prepararse para sufrir persecución. Hoy el sutil enemigo, la antigua serpiente, todavía hace todo lo posible por estorbar, dañar, estropear e incluso acabar con la vida de iglesia, el Cuerpo de Cristo. ¿Sabe usted lo que el Señor nos dijo? Él dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Esto comprueba y revela que la iglesia será atacada por las puertas del Hades, pero alabado sea el Señor porque podemos estar en paz. No se asuste. Usted tiene que creer en las palabras del Señor, porque Él nos dijo claramente que la iglesia edificada con piedras vivas sobre esta roca divina jamás podrá ser derrotada por las puertas del Hades. Todo el poder de la muerte, todo el poder del infierno y todo el poder de las huestes satánicas no podrán prevalecer contra la iglesia que es edificada sobre la sólida roca. Sin embargo, tenemos que entender que aquí se libra una verdadera batalla. Mientras nos mostremos a favor del Cuerpo de Cristo, tenemos que prepararnos para sufrir por el Cuerpo.
Ahora usted puede ver que la máxima intención de Dios consiste en que la iglesia sea edificada para Sí mismo y para Su Hijo, que sea un edificio para Sí mismo así como un Cuerpo, una novia, un aumento, para Su Hijo. Éste es el pensamiento central de Dios. Éste es precisamente el asunto central que el Señor mismo busca. Si vemos esto, estaremos listos para los últimos dos capítulos de las Escrituras, los cuales tratan sobre la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es nada menos que la máxima consumación de la obra divina a través de las generaciones. Después de la vieja creación, la obra de Dios a través de todas las generaciones es una obra que producirá la nueva creación con un nuevo hombre —la Nueva Jerusalén— en un cielo nuevo y una tierra nueva.