
Este libro pequeño es una traducción de los mensajes dados en chino por el hermano Witness Lee en octubre y noviembre de 1988 en una conferencia con la iglesia en Taipéi, Taiwán.
Este pasaje primeramente nos muestra la Cabeza ascendida. “Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’. (Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo)” (vs. 8-10). Cristo es Aquel que subió a lo alto. El hecho de que subiera a lo alto indica que Él había descendido a un lugar bajo. Él originalmente estaba en el trono en los cielos. Al hacerse carne, Él descendió del cielo a la tierra y nació en un pesebre en Belén, una ciudad pequeña y terrenal.
Él vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y luego fue a la cruz y allí murió. Después de esto, descendió al Hades, que es “las partes más bajas de la tierra” mencionadas en el versículo 9. De allí, resucitó de entre los muertos y salió del Hades y del sepulcro, ascendiendo así a la tierra. Cuarenta días después, ante los ojos de los discípulos, Él ascendió de la tierra por encima de todos los cielos (Hch. 1:9). Así que, el descenso del Señor fue del cielo a la tierra, y luego de la tierra al Hades. Su ascenso fue del Hades a la tierra, y luego de la tierra a lo alto por encima de todos los cielos. Este viaje que el Señor hizo fue Su obra. En esta obra, Él primero se hizo carne para llegar a ser un hombre. El Dios ilimitado e infinito que trasciende el tiempo y el espacio llegó a ser un hombre en el tiempo y en el espacio, que estaba restringido en todo aspecto. Mientras estaba en Judea, Él no podía estar en Galilea, y cuando estaba en Galilea, no podía estar en Jerusalén. Él estuvo restringido por el tiempo y el espacio por treinta y tres años y medio. Éste no fue un breve periodo de tiempo. Por lo tanto, fue un hecho tremendo que Él se hubiese hecho carne para llegar a ser un hombre.
Tampoco fue algo insignificante el que Él hubiera vivido en la tierra por tanto tiempo. Mientras estaba en la tierra, la tierra se encontraba en un estado de confusión. Prácticamente no había nada que le pudiera proporcionar gozo. Incluso el discípulo más cercano a Él lo negó cuando estaba a punto de ir a la cruz. Él tuvo que soportar todo eso. No fue nada fácil para Él soportar todas estas cosas por treinta y tres años y medio. Luego tuvo que pasar por un proceso para ir a la cruz. Fue arrestado, interrogado y examinado por los hombres. Después de esto, fue condenado a muerte injustamente por la religión ciega en conjunción con la política oscura. Él llevó Su propia cruz parte del camino de la ciudad de Jerusalén a Gólgota y fue crucificado allí. Estuvo en la cruz por seis horas, efectuando la obra de la cruz, y luego entró en el sepulcro y descendió al Hades. Después de tres días, salió del Hades y del sepulcro y fue resucitado. En Su resurrección, Él permaneció en la tierra por cuarenta días más antes de subir a los cielos.
En todo este proceso, Él llevó a cabo muchas cosas. En primer lugar, introdujo a Dios en el hombre de una manera verdadera. Segundo, vivió en el hombre para experimentar todos los sufrimientos de la vida humana. Tercero, fue a la cruz para efectuar una muerte todo-inclusiva. En el aspecto negativo, resolvió el problema de nuestro pecado (Jn. 1:29; 1 P. 2:24; He. 9:26, 28; 1 Co. 15:3), condenó la carne de pecado (Ro. 8:3), crucificó el viejo hombre en la cruz (6:6), destruyó a Satanás (He. 2:14) junto con su mundo (Jn. 12:31), acabó con la vieja creación y abolió la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, las cuales dividían a los hombres (Ef. 2:14-16). En el aspecto positivo, liberó la vida eterna, ilimitada, divina y gloriosa. Cuarto, en la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu está en todas partes. Él está tan disponible que incluso está en nuestra boca y en nuestro espíritu. Es por eso que cuando invocamos: “Oh, Señor Jesús”, sentimos algo en nuestro interior. Si usted invoca a cualquier hombre famoso de la historia, no tendrá tal sentir. Esto se debe a que todos ellos están muertos. Platón, Sócrates, Confucio, Mencius, Laotze, etc., todos ellos ya murieron. Aun si usted invoca sus nombres, no habrá ninguna respuesta. Pero en cuanto invoca al Señor Jesús, algo empezará a ocurrir en su interior. Usted tendrá cierto sentir. Esto se debe a que este Jesús ha resucitado de entre los muertos y ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Hoy Él está en nosotros como vida. Todo esto se logró debido a que Él llegó a ser carne, pasó por el vivir humano y por la resurrección de entre los muertos.
Después de Su ascensión, Cristo dio muchos dones a la iglesia. Estos dones son un grupo de personas. Éstas son las personas dotadas. Algunas de ellas son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, y otros pastores y maestros. Éstas son personas como Pedro y Pablo. Tales personas anteriormente eran pecadores caídos e hijos de Adán, cautivos que fueron capturados, dominados y atados por Satanás. Pese a todos sus esfuerzos, no tenían manera de escapar. Sin embargo, un día el Dios Triuno se hizo carne y entró en estas personas que estaban sin esperanza. De hecho, Él mismo llegó a ser una de estas personas y se hizo uno con ellas. Él vivió en este hombre sin esperanza por treinta y tres años y medio y lo llevó a la cruz, acabando así con él. Entonces destruyó a Satanás en la cruz y aplastó al diablo, aun a Satanás, quien tiene el poder de la muerte. Después de esto, capturó a estas personas de las manos de Satanás, y en Su resurrección las resucitó a todas ellas, y elevó y transformó a estas personas caídas. En Su ascensión, Él llevó a estos cautivos a los cielos y se los ofreció al Padre. El Padre entonces le dio estos cautivos a la Cabeza ascendida en calidad de dones, la cual a su vez, en Su posición de ascensión, dio estos dones a la iglesia.
Cuando el Espíritu Santo descendió el Día de Pentecostés, el Señor dio estas personas en calidad de dones al Cuerpo, la iglesia. El principal entre ellos era Pedro. Desde entonces, los dones han sido dados a la iglesia continuamente. Uno de ellos era Saulo de Tarso. Anteriormente, él era alguien que estaba en contra de Dios, en contra del Señor Jesús, perseguía a las iglesias y asesinaba a los santos. Mientras él iba camino a Damasco para perseguir a los santos, el Señor, quien lo capturó a él de las manos de Satanás, se le apareció. De inmediato, cayó en tierra, y escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Él respondió: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch. 9:4b-5). Saulo pensaba que Jesús estaba en la tumba, y jamás se imaginó que Jesús estuviera en el cielo. Él pensaba que estaba persiguiendo a los hombres en la tierra, pero nunca se imaginó que estaba persiguiendo al Señor que estaba en el cielo. Ese mismo día Pablo fue salvo. Más tarde, el Señor lo llevó a un lugar muy tranquilo y le mostró la revelación en cuanto a la economía neotestamentaria de Dios. Esto llegó a ser el contenido de sus catorce epístolas, las cuales son los libros más profundos del Nuevo Testamento. Esta noche leímos un pasaje de Efesios 4. De no haber sido por lo que Pablo vio, y por el hecho de que lo hubiera puesto por escrito en la Biblia, nadie jamás habría llegado a saber que la Cabeza ascendida dio los dones. Sin la revelación y explicación del Señor, nosotros jamás habríamos podido comprender este pasaje aunque lo leyéramos más de mil veces. Esto se debe a que estas palabras son profundas en la economía de Dios.
El Dios Triuno se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió en la cruz, entró en el Hades y resucitó de entre los muertos. Por medio de este proceso de descender y ascender, Él nos capturó a nosotros, los cautivos de Satanás. Él depositó Su vida en nosotros para regenerarnos, y también depositó Su naturaleza en nosotros para que nuestra humanidad fuese elevada y transformada.
Estoy seguro de que si usted ha sido salvo por mucho tiempo o por poco tiempo, descubrirá que ha sido transformado y elevado a un plano más alto que antes. Eso no significa ser elevados de manera externa; más bien, significa que somos elevados en la naturaleza interna. Este proceso de ser elevados en naturaleza continúa creciendo cada día más hasta que llegamos a ser los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros.
Después de creer en el Señor Jesús y ser salvos, muchos de nosotros hemos predicado el evangelio a otros. Después de predicarles el evangelio, empezamos a pastorearlos y a enseñar en las reuniones de hogar y en las reuniones de grupo. Si en algún momento hemos engendrado, alimentado y enseñado, somos evangelistas y pastores y maestros. Un profeta en el sentido del idioma griego original es un portavoz del Señor. Es alguien que habla por Dios, que proclama a Dios y que, por medio de su hablar, infunde y suministra a Dios a los hombres. Todos los que hablan por el Señor de esta manera son un profeta.
Yo vine al recobro del Señor en 1932. Desde entonces, por más de cincuenta años, hemos estado estudiando el asunto de los apóstoles y hemos podido determinar quiénes son los apóstoles y cuáles son sus requisitos y su estatus. Al respecto, recibí una tremenda ayuda del hermano Watchman Nee. Con base en nuestro estudio adicional en los pasados treinta años, hoy podemos afirmar que la luz es muy clara para nosotros. La semana pasada, durante el Entrenamiento para ancianos y colaboradores, mi primer mensaje abarcó los requisitos básicos de un apóstol: primero, él debe poseer la revelación de la economía neotestamentaria de Dios en cuanto a Cristo y la iglesia (Mt. 16:16-18; Gá. 1:11-12, 15-16; Ef. 3:3-4, 8-11; 5:32); segundo, debe ser capaz de predicar el evangelio de Cristo y conducir a los pecadores escogidos y llamados de regreso a Él (Gá. 1:16a; Ef. 3:8; 2 Co. 11:2); tercero, debe ser capaz de establecer iglesias locales y nombrar ancianos para que guíen, pastoreen, enseñen y vigilen a dichas iglesias (Hch. 14:23; 1 Ti. 5:17; 1 P. 5:2); cuarto, debe ser capaz de definir doctrinas, dar a conocer la verdad, perfeccionar a los santos y edificar el Cuerpo de Cristo (1 Ti. 2:7; Ef. 4:11-12). Estos cuatro asuntos son las obras de un apóstol. Éstos también son los requisitos que un apóstol debe cumplir.
Todos los hermanos y hermanas en el recobro del Señor tienen la posibilidad de llegar a ser un apóstol, un profeta, un evangelista, o un pastor y maestro. Ésta es la razón por la cual hace cuatro años sentimos que debíamos cambiar el sistema. En el viejo sistema, escuchábamos mensajes semana tras semana, pero a la postre seguimos siendo incapaces de ser apóstoles, profetas, pastores y maestros. Ni siquiera éramos capaces de predicar el evangelio. Cuando intentábamos ayudar a un amigo o familiar para que fuera salvo, teníamos que llevarlo a una reunión del evangelio para que escuchara un mensaje sobre el evangelio. Otros tenían que predicar el evangelio por nosotros. Éste fue el daño que nos hizo el viejo sistema. Pero me siento muy contento porque desde que empezamos a practicar el nuevo sistema el noviembre pasado, muchos han aprendido a predicar el evangelio, a pastorear y a profetizar. Espero que en dos o tres años, muchos de ustedes lleguen a ser apóstoles. Con respecto a esto, estamos llenos de esperanza.
El libro de Efesios nos muestra que los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros son dados para el perfeccionamiento de los santos. En una universidad, hay muchos profesores que enseñan diferentes materias. Ellos perfeccionan a los estudiantes a fin de que más tarde hagan el mismo trabajo que ellos hacen. De igual manera, la iglesia es como una universidad. Algunos hermanos y hermanas más avanzados ya han llegado a ser apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Diariamente ellos guían, alimentan y enseñan a los santos con la meta de que los santos sean perfeccionados para hacer la obra del ministerio, que es la misma obra que realizan los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros, para la edificación del Cuerpo de Cristo. La obra de edificación del Cuerpo de Cristo, cuando la consideramos más detalladamente, incluye en primer lugar la predicación del evangelio para conducir a las personas al Señor. En segundo lugar, incluye las reuniones de hogar donde los creyentes son alimentados; ésta es una alimentación de boca a boca. En tercer lugar, incluye las reuniones de grupo donde los creyentes son enseñados en la verdad. En cuarto lugar, incluye el profetizar donde ellos proclaman al Señor y lo imparten en otros. Como resultado, ellos llegan a ser los apóstoles, y pueden conducir reuniones y ayudar a otros a avanzar. Todo esto redunda en la edificación del Cuerpo de Cristo.
A fin de lograr esta meta, ustedes mismos deben avanzar por medio del estudio. Cada mañana deberán leer y digerir dos o tres versículos de la Biblia. En otras ocasiones, también deberán hacer lo posible por leer tanto de la Biblia como sea posible. Si toman dos o tres versículos cada día, en un mes tendrán de sesenta a setenta versículos, y en un año habrán digerido aproximadamente mil versículos. Al cabo de tres años tendrán en su ser tres mil versículos de la Palabra del Señor. Eso no es todo. Además de esto, tenemos la Versión Recobro de la Biblia con las notas de pie de página y los mensajes del Estudio-vida. Somos como una familia muy erudita; constantemente estamos bajo una influencia de erudición. Así, espontáneamente tendremos el pleno conocimiento de la verdad.
Además de esto, deben prestar atención al crecimiento en vida. Deben crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Incluso en la manera en que nos peinamos, nos vestimos y nos ponemos la corbata debemos armonizar con el Espíritu que está en nosotros. Si éstas cosas no armonizan, entonces tenemos que cambiar. Eso es lo que significa crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. De esta manera, ustedes tendrán la luz de la verdad, y también el crecimiento en vida. Cuando vayan a contactar a las personas, podrán alimentar a los más jóvenes y enseñar a los más maduros. Con respecto a aquellos que han madurado aún más, podrán perfeccionarlos para que hagan lo mismo que ustedes hacen.
Asimismo, todos tenemos nuestra propia familia y nuestros hijos. Debemos llevar una vida normal de una manera elevada. Debemos proveerles a nuestros hijos una educación que sea buena y apropiada. Para ello, debemos trabajar para nuestro sustento. Esto exige nuestro tiempo y energía. Debemos elaborar un buen horario y dedicar al menos una o dos noches a la semana para salir por dos horas, ya sea a predicar el evangelio tocando a las puertas, o alimentando a los que son salvos en sus propios hogares. También podemos asistir a las reuniones de grupos pequeños para contactar a tres o cinco familias y enseñarles un poco más de la verdad. Entonces podremos traerlos a todos ellos a las reuniones más grandes. Si en Taipéi hay diez o veinte mil santos que hagan esto semana tras semana, lograríamos tener el primer aspecto de los dones que perfeccionan a los santos, el cual es que los santos participen en la obra del ministerio neotestamentario, la edificación del Cuerpo de Cristo.
Cuando salimos a predicar el evangelio, estamos conduciendo a las personas a la fe. Los hombres básicamente no tienen fe; cualquier fe que tengan es una fe ciega. Así que, tenemos que darles a las personas la fe apropiada, diciéndoles que en el universo sólo hay un Dios. Este Dios llegó a ser el Señor Jesucristo. Por nosotros, Él se hizo hombre, murió en la cruz, efectuó la redención y resucitó de entre los muertos para impartirnos vida. Cuando le recibimos a Él, somos salvos. Estas clases de palabras conducirán a las personas por el camino apropiado de la fe. Después de esto, tenemos que continuar enseñándolos y guiándolos hasta que lleguen a la unidad de la fe. Cuanto más les ayudemos, más centrarán su atención en la fe y más serán conducidos a la unidad de la fe. Hoy en día hay muchas denominaciones y grupos sectarios en el cristianismo porque todos tienen diferentes puntos de vista en cuanto a la fe. Por esta razón, no pueden ponerse de acuerdo y la unidad del Cuerpo de Cristo se ha perdido. Espero que nosotros podamos llegar a la unidad de la fe a fin de que podamos guardar la unidad del Cuerpo de Cristo.
El Señor Jesús es el Hijo de Dios. Inicialmente, Él era el Hijo unigénito de Dios, sin principio ni fin. Él es el Señor de todo, el Dios de la creación. Luego, Él se hizo carne y se vistió de humanidad, pasó por la muerte para entrar en la resurrección. En resurrección, introdujo la humanidad en la divinidad. De este modo, el Unigénito llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, con un estatus doble, poseyendo tanto divinidad como humanidad. Con respecto a Su divinidad, Él es Dios y Él es el Creador. Con respecto a Su humanidad, Él es hombre y Él es la criatura. Como tal, Él es un Dios-hombre, el Señor todo-inclusivo. Aun necesitamos ser guiados para avanzar hacia el pleno conocimiento de este Señor, de modo que no sólo lleguemos a la unidad de la fe, sino también a la unidad del conocimiento de esta persona misteriosa y todo-inclusiva.
También debemos crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Cuando crecemos, llegamos a un hombre de plena madurez, lo cual equivale a llegar a un hombre que es maduro en vida. De este modo, ya no seremos niños.
Nuestro cuerpo es nuestra plenitud, y nuestra plenitud es nuestra expresión. De igual modo, la plenitud de Cristo es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23). Este Cuerpo tiene una estatura con una medida. A fin de guiar a los santos a crecer hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, debemos ayudarles a crecer en vida para que puedan asirse de la fe y asirse de su conocimiento de Cristo, renunciando a todas las doctrinas secundarias y superficiales y a los conceptos que causan división. De esta manera, creceremos gradualmente y llegaremos a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Estos pocos puntos que hemos presentado son lo que los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros deben predicar y hacer cada día. Espero que todos ustedes aprendan a hablar y a hacer estas mismas cosas. Deben aprender las verdades, saber en qué consiste la fe y quién es el Hijo de Dios, y cómo crecer en vida. Una vez que hayan aprendido estas lecciones y hayan sido enseñados así, podrán enseñar a otros de igual manera. Como resultado, no sólo ustedes mismos serán perfeccionados, sino que también otros serán perfeccionados por ustedes. Es por eso que decidimos cambiar el sistema. El propósito es que todos puedan tener la misma oportunidad de desarrollar su función espiritual y orgánica. De este modo, todos aprenderán a hablar, a enseñar y a crecer. Espero que estas palabras tengan cabida en ustedes y que verdaderamente las reciban. Como cristianos que estamos en el recobro del Señor, debemos ser personas genuinas y apropiadas. Debemos ser fieles al Señor. Lo que estamos haciendo aquí es absolutamente conforme a la verdad de la Biblia. Al guiar a otros y al perfeccionarlos, los hacemos a todos un evangelista, un pastor y maestro, y un profeta que proclama al Señor y que imparte al Señor en los demás. Asimismo, los hacemos un apóstol que conoce la revelación, que puede predicar el evangelio de Cristo, conducir los pecadores a Él, levantar reuniones pequeñas para expresar al Señor, e incluso definir doctrinas, divulgar la verdad, perfeccionar a los santos y edificar el Cuerpo de Cristo. Como resultado, la iglesia estará llena de apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Ésta es la iglesia que el Señor anhela obtener.
Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipéi, el 16 de octubre de 1988.