Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Predicar el evangelio en el principio de la vida»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

Predicar el evangelio en el principio de la vida

PREFACIO

  Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Los Ángeles, California en la primavera de 1965. Los capítulos del 1 al 3 fueron dados como una preparación para una reunión del evangelio; el capítulo 4 es el mensaje dado en la reunión del evangelio; y los capítulos 5 y 6 son una comunión dada a los creyentes recién salvos. El resto del libro es una comunión general en cuanto al evangelio.

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU ES UNO DE LOS ARTÍCULOS DEL NUEVO TESTAMENTO

  La Biblia se compone de Antiguo y Nuevo Testamentos. Un testamento es algo más que un pacto. Un pacto es un contrato, un acuerdo que contiene algunas promesas que deberán cumplirse a favor de aquellos con quienes se celebra el pacto. Sin embargo, un testamento es un documento que contiene ciertas cosas ya efectuadas, las cuales son legadas a los herederos. Por ejemplo, un contrato con un constructor contiene la promesa de que se construirá una casa por un precio acordado, mientras que un testamento testifica que una casa que ya ha sido construida es legada al heredero. La Biblia no es simplemente un pacto que Cristo estableció, en el cual se nos dice todo lo que Cristo hará por nosotros, sino que es un testamento, que nos dice lo que Él ya realizó. Un testamento sólo se hace efectivo después de que el testador muere (He. 9:16-17). Puesto que Cristo murió, el testamento que Él hizo ya fue confirmado y validado (v. 15, Lc. 22:20). Además, después que se elabora un testamento y el testador muere, se necesita un mediador testamentario, un albacea, que se encargue de hacer cumplir el testamento. El Cristo resucitado, quien es el Testador, es también el Albacea del nuevo testamento (He. 8:6; 9:15; 12:24). Todo lo que se menciona en la Biblia ya fue efectuado, completado y perfeccionado, y está listo para que nosotros lo aprehendamos y lo disfrutemos.

  Cuando era joven, no entendía claramente lo relacionado con la salvación de Dios, y pensaba que tenía que llorar, orar y pedirle al Señor que me concediera Su misericordia, a fin de que Él quitara mis pecados. Pero después de que fui salvo, mis ojos fueron abiertos, y desde entonces tuve un concepto diferente. En la Biblia, como testamento que es, se encuentra un artículo que nos dice que Cristo murió por nosotros y que Él ya quitó nuestros pecados (1 Co. 15:3; 1 P. 2:24). Esto estaba en el testamento incluso antes de que nosotros naciéramos. Ahora no es necesario pedir que seamos perdonados; todo lo que tenemos que hacer es recibir este hecho y darle gracias al Señor. Aplicando este mismo principio, ya fuimos bautizados en el Espíritu Santo. Sabemos esto porque el perdón de los pecados, la regeneración y el bautismo en el Espíritu son artículos que están en el testamento. Todos ellos ya han sido consumados y legados a nosotros. Si creemos esto, tendremos la confianza de reclamar el bautismo en el Espíritu Santo como un artículo del testamento.

NO DEBEMOS ESPERAR NI PEDIR EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO, SINO RECIBIRLO CON UNA FE VIVA

  La segunda corriente de pensamiento en cuanto al bautismo en el Espíritu Santo está representada por el movimiento pentecostal. Esta enseñanza mayormente pasa por alto el bautismo en el Espíritu Santo como un hecho consumado y, en lugar de ello, se basa en las palabras que el Señor Jesús habló antes de que el bautismo en el Espíritu se llevara a cabo. Antes del Día de Pentecostés, el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que ellos debían esperar a que el Espíritu viniera sobre ellos como poder desde lo alto (Lc. 24:49; Hch. 1:8). La enseñanza pentecostal también les dice a las personas que deben orar para pedir el bautismo en el Espíritu Santo. Hablando con propiedad, esto no es correcto, pues antes de Pentecostés los discípulos debían orar y esperar el bautismo, pero después de Pentecostés ya no tenemos que esperar ni tampoco pedirlo, puesto que el bautismo en el Espíritu Santo ya ha sido efectuado. Ahora, lo único que tenemos que hacer es recibirlo. Por consiguiente, pedir el bautismo equivale a no creer. Así pues, necesitamos el bautismo en el Espíritu, y ya lo tenemos; por lo tanto, ahora simplemente podemos alabar al Señor por ello.

  Según las lecciones que hemos aprendido de la historia, podemos ver cual es la manera apropiada de recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Primeramente, debemos sencillamente comprender que el bautismo en el Espíritu Santo ya fue efectuado para el Cuerpo de Cristo, y que como miembros del Cuerpo tenemos derecho a recibir los legados del nuevo testamento. En segundo lugar, debemos recibir el bautismo ejercitando una fe viva. En el pasado cuando recibimos el hecho de la muerte redentora del Señor por medio del creer, sin basarnos en nuestros sentimientos y sin esperar ciertas señales o manifestaciones, el Espíritu Santo honró nuestra fe, y en ese momento experimentamos paz, gozo y la impartición de la vida divina. El Nuevo Testamento no habla de sentimientos, señales ni manifestaciones con respecto a creer en la muerte del Señor por nosotros. Sencillamente creímos en lo que el Señor ya había logrado según lo que está escrito en el testamento. El testamento afirmaba que Cristo murió por nuestros pecados, y nosotros dijimos: “Amén, recibo este hecho”. El Dios vivo honra esta manera de recibir los hechos. Lo mismo sucede con respecto al bautismo en el Espíritu Santo. Un artículo del testamento dice que el bautismo en el Espíritu Santo ya se cumplió y que está disponible para que nosotros lo recibamos hoy. Ahora debemos decir: “Amén, Señor, recibo este hecho con una fe viva”. Si hacemos esto seriamente delante del Señor, Él honrará nuestra fe.

  No es necesario que busquemos manifestaciones, sentimientos ni señales. No debemos confiar en estas cosas. Buscar estas cosas significa que tenemos un corazón maligno de incredulidad, como lo tuvo el pueblo de Israel en el desierto cuando pusieron el Señor a prueba, tentándolo, y no conocieron Sus caminos (He. 3:8-12). Únicamente buscamos pruebas cuando no creemos, pero si hoy conocemos los caminos del Señor, no necesitaremos ponerlo a prueba; en lugar de ello, aceptaremos lo que nos dice en Su testamento, sin necesidad de pedir más señales o pruebas. Debemos rechazar el corazón maligno de incredulidad y decirle al enemigo: “Satanás, no necesitamos señales. Lo único que necesitamos es el testamento”. El testamento es la prueba más contundente y completa de que el bautismo en el Espíritu Santo ya se cumplió. Ahora lo único que tenemos que hacer es recibirlo. Cuando creemos en lo que el Señor nos dice en el testamento, Él aprueba nuestra fe. Por consiguiente, no debemos dar importancia a las señales, resultados y consecuencias; más bien, debemos dejar estas cosas en manos del Señor, y simplemente creer en el testamento de manera sencilla y reposada. Entonces, cada vez que necesitemos poder, el Señor nos lo concederá en el momento oportuno.

PREDICAR EL EVANGELIO CON UNA FE APROPIADA, CREYENDO EN TODO LO QUE EL SEÑOR HA LOGRADO

  Debemos predicar el evangelio con una fe apropiada, creyendo en todo lo que el Señor ha logrado. Muy a menudo predicamos el evangelio sin tener una fe apropiada; es decir, creemos una parte de lo que nos dice la Biblia pero no creemos todo lo que ella nos dice. Es posible que creamos que el Señor Jesús murió por nosotros, pero no creamos que Él ya bautizó a todo Su Cuerpo en el Espíritu. Si no recibimos por fe lo que dice toda la Biblia, en el momento de predicar el evangelio no tendremos suficiente poder. Al predicarle el evangelio a un incrédulo, Satanás podrá decirnos: “Vienes a esta persona a decirle que Cristo ya efectuó todas las cosas, pero tú mismo no lo crees. No vengas a predicarle; tú no estás calificado para hacerlo”. Esta clase de provocación del enemigo expone nuestra condición, nos debilita y nos hace retirarnos en derrota.

  El maligno conoce nuestra situación, y ataca nuestras debilidades. Una vez que titubeamos y consideramos las cosas en incredulidad, nuestro poder para predicar el evangelio desaparece y la puerta del corazón de la persona incrédula se cierra. Sin embargo, si creemos no sólo que el Señor Jesús murió por nosotros, sino también que Él bautizó a Su Cuerpo en el Espíritu Santo y que en el Cuerpo hemos recibido el bautismo, lo que hablemos en fe ahuyentará al enemigo. Podremos decir: “Alabado sea el Señor, yo creo en este hecho. Tengo poder porque creo en el bautismo en el Espíritu Santo”. Esto le cerrará la boca al enemigo, atará al hombre fuerte (Mt. 12:29) y hará que caigan “los muros de Jericó”. Entonces podremos decirle a la persona incrédula que simplemente le dé gracias al Señor por haber muerto por ella. De este modo, dicha persona será salva. Ésta es la manera apropiada de obtener el poder cuando predicamos el evangelio.

  Según la historia de la iglesia, muchos mártires no estaban conscientes del bautismo en el Espíritu Santo, sino que ellos simplemente amaban al Señor y estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas por causa de Su testimonio. Sin embargo, cuando fueron llevados al lugar del martirio, el poder del Espíritu se hizo manifiesto, y en ocasiones sus rostros fueron semejantes al rostro de un ángel. Esto nos muestra que podemos creer en el hecho consumado del bautismo en el Espíritu Santo y recibirlo con una fe viva.

AMAR A LAS PERSONAS, TENER UNA CONCIENCIA SIN OFENSA Y SALIR EN FE

  A fin de experimentar el poder que proviene del bautismo en el Espíritu Santo y predicar el evangelio, debemos amar a las personas. Debemos orar, diciendo: “Señor, muéstrame cuán crucial es que me preocupe por otros y pon esta preocupación en mí. Impárteme Tu amor para que de todo corazón ame a las almas perdidas”. Si tenemos este tipo de preocupación, el Señor honrará nuestra fe, y nuestra experiencia al salir a predicar mejorará notablemente.

  También debemos confesar a fondo toda ofensa que percibamos en nuestra conciencia. Debemos ejercitarnos para tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres (Hch. 24:16). Si hay una ofensa que condene nuestra conciencia, nos será difícil tener una fe viva. Por esta razón, debemos confesar nuestros pecados. Si amamos de todo corazón a las personas y confesamos nuestros pecados como es debido, nuestra fe será una fe viva.

  Además de esto, debemos salir en fe. Siempre que contactemos a las personas, debemos creer que experimentamos el bautismo en el Espíritu Santo. Si salimos de esta manera, el Señor honrará nuestra fe. En el pasado muchas veces en mi ministerio, según mis sentimientos, me sentía débil, deprimido y perturbado. Sin embargo, puesto que sabía que a pesar de ello tendría que ministrar no en virtud de mí mismo sino en virtud del Señor, me mantuve firme en el hecho de que el bautismo en el Espíritu Santo estaba sobre el Cuerpo y que yo era un miembro del Cuerpo. Entonces podía ministrar en plena certidumbre de fe. El Señor honra que tomemos esta posición. En ocasiones, por causa de mi debilidad, el Señor me dio cierta manifestación mientras ministraba; sin embargo, no debemos buscar esta clase de manifestaciones. Debemos dejar en manos del Señor toda manifestación; simplemente debemos conocer el hecho de que el bautismo en el Espíritu Santo ya fue consumado y que está sobre el Cuerpo, y que como miembros del Cuerpo, tenemos derecho a experimentarlo. De este modo, lo recibiremos por fe. Si tomamos las cosas del Señor en serio de esta manera, Él honrará nuestra fe.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración