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Mensajes del libro «Predicar el evangelio en el principio de la vida»
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CAPÍTULO ONCE

LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO ES EL RESULTADO DE LA VIDA PRESENTE EN IGLESIA

  Lectura bíblica: Fil. 1:5-7, 18-21, 27; Jn. 15:4-5, 8, 12; 17:21; 2:23—3:3

  El libro de Filipenses nos muestra que la iglesia en Filipos era una iglesia que consideraba siempre el evangelio como su responsabilidad. En el Nuevo Testamento hay varias epístolas que hablan sobre la predicación del evangelio, pero únicamente Filipenses lo hace con mucha claridad. Ni Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios o Colosenses, ni ningún otro libro, ni siquiera en 1 Timoteo tenemos una mención tan clara del evangelio como lo hace Filipenses.

  Además, todos los que estudian la Biblia están de acuerdo que Filipenses es un libro que trata sobre la experiencia que tenemos de Cristo. No hay ningún otro libro que trate tanto acerca de experimentar a Cristo como éste. Si lo leemos detenidamente, veremos que el primer capítulo nos dice que Cristo es la vida que reside en nuestro interior para que nosotros vivamos por Él y le expresemos en nuestro vivir. El segundo capítulo nos dice que Cristo es nuestro modelo. El tercer capítulo dice que Cristo es el blanco de la meta, y el cuarto capítulo dice que Cristo es el secreto. Este libro es muy breve y a la vez muy profundo y categórico en cuanto a la experiencia que tenemos de Cristo.

PREDICAR EL EVANGELIO MEDIANTE LA EXPERIENCIA QUE TENEMOS DE CRISTO

  Aunque Filipenses primordialmente trata de la experiencia que tenemos de Cristo, también trata de la predicación del evangelio que realiza la iglesia. Esto nos muestra que la predicación del evangelio está relacionada con la experiencia de Cristo y se lleva a cabo en la experiencia que tenemos de Cristo. Al comienzo del capítulo 1, Pablo dice que la predicación del evangelio es una buena obra que el Señor había empezado y que Él la perfeccionaría hasta el día de Cristo Jesús (vs. 5-6). Al final del capítulo, él habla de combatir unánimes, de luchar como un solo hombre, no como individuos aislados sino hombro a hombro, junto con la fe del evangelio (v. 27). En los versículos del 18 al 21 Pablo dice: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún. Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Según el contexto completo, la manera apropiada de predicar el evangelio es expresar a Cristo en nuestro vivir y magnificar a Cristo en nuestro cuerpo. Esto no es simplemente predicar con palabras, y mucho menos predicar con el acompañamiento de milagros, sino predicar en virtud de una vida que es Cristo mismo.

  El capítulo 15 del Evangelio de Juan se centra en la vida, mientras que el capítulo 17 hace referencia a la edificación. Los versículos del 4 al 5 del capítulo 15 dicen: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer”. El versículo 8 dice: “En esto es glorificado Mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así Mis discípulos”, y el versículo 12 dice: “Éste es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado”. En 17:21 habla de la edificación diciendo: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. El capítulo 15 nos habla de llevar fruto al permanecer en Cristo, y el capítulo 17 dice que el mundo cree al ver la unidad de los creyentes. Nuestra unidad en Cristo es el testimonio más convincente. Es al ver esta unidad que la gente del mundo conocerá algo de la salvación de Cristo, y entonces creerán que Cristo es el que fue enviado por Dios.

PREDICAR EL EVANGELIO ES EL RESULTADO DE LA VIDA INTERIOR, NO DE LOS MILAGROS

  El camino apropiado que debe seguir la iglesia para predicar el evangelio es el camino de la vida y la edificación. Tenemos que permanecer en Cristo, vivir con Cristo y expresar a Cristo en nuestro vivir, y tenemos que ser edificados unos con otros en amor como una sola entidad. Entonces tendremos éxito en la predicación del evangelio. ¿Qué diríamos entonces de los milagros? Este mismo libro nos muestra la importancia que tienen los milagros en relación con la predicación del evangelio. El versículo 23 del capítulo 2 dice: “Estando en Jerusalén en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en Su nombre, viendo las señales que hacía”. Tal parece que los milagros atraían muchos a Cristo. No obstante, los versículos 24 y 25 dicen: “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre”. El Señor Jesús no se fiaba de nadie que venía a causa de los milagros. No hay duda alguna de que los milagros atraían a las multitudes a Jesús, pero Jesús no se fiaba de ellos.

  En el texto original de las Escrituras no existe la división en capítulos y versículos. Por consiguiente, el capítulo 3 es la continuación del capítulo 2. El capítulo 3 empieza diciendo: “Ahora bien, había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo: El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (vs. 1-3). Lo que importa no es los milagros sino nacer de nuevo. El Señor Jesús no se fiaba de nadie que viniera como resultado de los milagros a menos que tal persona naciera de nuevo. En el capítulo 2 una multitud de personas, muy entusiasmada y convencida por los milagros, vino a Jesús, pero Jesús no se confiaba de ellos. Luego, entre los capítulos 2 y 3 nos encontramos con una frase muy crucial: Ahora bien. “Ahora bien” había un hombre que vino a Jesús para tener contacto personal con Él.

  Incluso Nicodemo tenía una idea equivocada. Él vio las señales que Jesús había hecho, y pensó que Jesús debía ser alguien de renombre, un gran rabino. Sin embargo, el Señor Jesús le mostró el camino de la vida para darle a entender que él no necesitaba un maestro sino a Aquel que da vida, es decir, no alguien que hace milagros sino a Alguien que engendra a las personas. Es como si Jesús le hubiese dicho: “Lo que tú necesitas no es enseñanzas ni milagros, sino la vida interior. Tú necesitas nacer de nuevo”.

  Debemos abandonar los conceptos equivocados que adquirimos en nuestra formación y también aquellos que provienen de nuestro entendimiento natural. La predicación del evangelio es una parte de la vida de iglesia. Somos miembros del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo en su totalidad es el vaso que contiene al Señor y lo expresa. El evangelio que es predicado por la iglesia, debe ser el resultado de la vida de iglesia que llevamos. Si todos vivimos por Cristo y con Cristo, espontáneamente seremos pámpanos de la gran vid, pámpanos vivientes y que desempeñan su función. Él es la vid, y nosotros, los miembros de Su Cuerpo, somos los pámpanos. Cuando permanecemos en Él y permitimos que Él permanezca en nosotros, el resultado espontáneo es que llevemos fruto. El fruto que se produce por medio de los pámpanos es el resultado de la vida interior, es la manifestación, la expresión, de la vida interior. Cuando permanecemos en la vid y permitimos que la vid permanezca en nosotros, la vida que está en la vid nos alimenta, nos satura y produce fruto por medio de nosotros. La acción externa de llevar fruto es la obra que realiza la vida interior. Es algo espontáneo de la vida, no algo relacionado con actividades ni con lo que supuestamente llaman poder y milagros. El fruto que producen los pámpanos no es algo milagroso, sino más bien, el resultado de la vida diaria que llevan los pámpanos. Los pámpanos simplemente permanecen en la vid y permiten que la vid permanezca en ellos. Ellos no tienen sentimientos especiales ni extraordinarios. Simplemente viven de esa manera. Entonces la vida que está en la vid se mueve y opera en ellos, los satura, los alimenta y produce fruto.

PREDICAR EL EVANGELIO NO POR MEDIO DE MILAGROS, SINO MEDIANTE LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

  Esto concuerda con el libro de Filipenses. En este libro podemos ver que la predicación del evangelio se encuentra en la experiencia de Cristo y es la experiencia misma que tenemos de Cristo. Cuando el apóstol Pablo predicaba el evangelio, se producían algunos milagros, pero con el tiempo él llegó a comprender que la predicación apropiada del evangelio no tiene que ver con los milagros sino con la vida. Si la predicación del evangelio fuera una cuestión de milagros, Pablo no habría sufrido el martirio. Sin embargo, el Señor no hizo nada milagroso para rescatar a Su apóstol. Él dejó a Su apóstol en la cárcel para que sufriera el martirio, y no hizo ningún milagro. Los incrédulos pudieron haberlo retado, con estas palabras: “¿Pablo, dónde está tu Jesús? Si Él fuera capaz, te salvaría. Parece que Él no es tan poderoso como nosotros. Nosotros te encarcelamos, y Él no puede hacer nada para salvarte”.

  Incluso el propio Señor Jesús sufrió esta clase de provocación, pero Él no hizo nada para salvarse a Sí mismo. Debemos aprender esta lección. Cuanto más las personas nos digan que somos pobres, más tenemos que ser pobres. Cualquier clase de provocación proviene del enemigo, y nunca debemos aceptarla. La gente decía: “Si eres Hijo de Dios, ¡desciende de la cruz!” (Mt. 27:40). El Señor parecía responderles: “No. Para ustedes no habrá otra señal que la señal del profeta Jonás. Tengo que morir, y tengo que ser sepultado”. Nunca se dejen provocar. El Señor Jesús, quien era Dios mismo, jamás cedió a las provocaciones de los hombres. Cuanto más la gente lo provocaba, más guardaba silencio. Hoy el evangelio es prevaleciente por medio de la muerte y la resurrección. El Señor no hizo ningún milagro para rescatar al apóstol de la prisión, pero sí podemos ver una manifestación poderosa y prevaleciente de Cristo a través del apóstol. Él dijo: “Será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:20b-21a). En esto consiste la verdadera predicación del evangelio.

NO DEBEMOS GENERAR UN MOVIMIENTO, SINO QUE DEBEMOS PERMANECER EN CRISTO Y SER EDIFICADOS UNOS CON OTROS

  Le pido al Señor que entre nosotros ninguno espere que ocurran cosas de forma milagrosa. En lugar de ello, todos debemos orar, tener comunión con el Señor y aprender a permanecer en Cristo, a ser edificados unos con otros y a ser uno en Cristo. Entonces permitiremos que la vida fluya para engendrar a otros, para impartirles vida. Esta clase de predicación será parte de nuestra vida, parte de nuestro vivir y parte de la vida de iglesia. Todos debemos comprender que nuestro propósito no es tener cierta clase de actividades. No alentamos a los hermanos a que tengan una especie de movimiento. Esto no es un movimiento. Si lo consideramos un movimiento, estamos completamente equivocados, “estamos en la misma cama pero tendremos sueños diferentes”. Les digo la verdad: yo no tengo el sueño de que estamos aquí participando de un movimiento o una actividad. Les repetiría cien veces: “¡No!”. Tengo la clara visión de que simplemente estamos aquí como cristianos comunes y corrientes. Somos pobres y no somos nada. No tenemos nada y no queremos tener nada. Jamás pretendemos ser algo, pero por la misericordia del Señor, queremos aprender a vivir y a permanecer en Él, y a ser edificados unos con otros.

  Yo simplemente soy un dedo meñique; por mí mismo no soy nada. Por lo tanto, como miembros tenemos que ser edificados unos con otros para ser un Cuerpo viviente que vive por Cristo, con Cristo, y que manifiesta a Cristo. Ésta es la vida cristiana apropiada. Si ustedes reciben la misericordia y la gracia del Señor, olvídense de su pasado. Yo estuve en cierto medio durante años, pero ya me he olvidado de todo ello. Nunca debemos ser tan necios que hagamos caso omiso a las lecciones que nos ha enseñado la historia en los pasados dos mil años. La manera apropiada de traer a las personas a Cristo es aquella que es conforme a la vida, y la manera apropiada para que la iglesia sea edificada es también conforme a la vida. No somos personas que viven en el primer siglo. Estamos en el siglo XX. Ya han pasado diecinueve siglos y se han aprendido muchas lecciones.

  Muchas personas procuraban las cosas milagrosas, pero ¿cuál fue el fruto de ello? Quisiera preguntarle a alguien que me mostrara algún beneficio que los milagros hayan traído en la historia. El Día de Pentecostés hubo milagros, pero ¿qué pasó después de eso? ¿Acaso la iglesia fue verdaderamente edificada en el libro de Hechos? Parece que únicamente surgieron celos y otros problemas. No se produjo la verdadera edificación. Después de Hechos tenemos el libro de Romanos. ¿Se menciona algo milagroso en el libro de Romanos? Después de esto necesitamos las dos Epístolas a los Corintios para que nos corrijan el concepto erróneo y dirijan nuestra atención a la vida de la cruz. Luego tenemos Efesios, el único libro escrito expresamente para presentarnos la iglesia. ¿Podemos encontrar algo milagroso en el libro de Efesios? Les animo a que acudan al Señor con serenidad, y se olviden de lo que recibieron en su formación. La manera apropiada de practicar la vida de iglesia hoy es aquella que es conforme al principio de la vida, la cual nos lleva a conocer a Cristo en nuestro interior, a conocer nuestra carne, nuestro yo, el hombre natural por medio de la cruz, y a aprender a permanecer en Cristo y a vivir por Cristo y no por nosotros mismos. Entonces seremos edificados unos con otros. Entonces, la vida de iglesia tendrá el resultado espontáneo, que será la predicación apropiada y prevaleciente.

  Debemos ser librados del concepto equivocado. Nunca se sienta frustrado; no se desafíe a usted mismo ni deje que otros lo reten a tratar de conseguir el poder para obrar milagros. Olvídense de ello. Yo vi mucho de esto en el pasado. Hace poco en Taiwán seiscientas personas fueron sanadas en dos días. Sin embargo, a decir la verdad, no siento mucho aprecio por estas cosas. Todos tenemos que aprender a conocer a Cristo de una manera viviente, de una manera subjetiva, conocer a Cristo en nuestro espíritu. Es en Cristo, nuestra vida interior, que somos edificados como una sola entidad hasta ser una expresión viviente, el Cuerpo viviente que a expresa a Cristo. Y es mediante dicha expresión que las personas gradualmente, una tras otra, empiezan a participar de la vida de Cristo y también de la vida de iglesia. Es de esta manera que el evangelio será predicado y que el Cuerpo será edificado.

  Nunca debemos sentirnos frustrados, nunca debemos sentirnos confundidos, y nunca debemos desafiarnos a nosotros mismos ni dejar que otros nos desafíen. Les digo con toda confianza que el camino de predicar el evangelio con milagros es el camino equivocado. El camino correcto en que la iglesia puede ser edificada es el camino que es conforme a la vida, y el camino correcto de predicar el evangelio es también el camino de la vida. No debemos prestar atención a tantas voces. En nuestro interior tenemos la capacidad de discernir. El Señor Jesús dijo que Sus ovejas oyen Su voz (Jn. 10:16). ¿Creen que esos retos y desafíos son la voz del Señor Jesús? No hay necesidad de discutir. Debemos usar nuestro discernimiento interior para conocer cuál voz es la voz del Pastor.

  Quisiera recalcarles esto mil veces: la manera apropiada para que la iglesia sea edificada es aquella que es conforme a la vida. No queremos que haya más confusión. Ya ha habido demasiada confusión y frustraciones a lo largo de la historia, incluso hasta el día de hoy. Así que ya no queremos experimentar más este tipo de frustraciones. Queremos ser sencillos. Debemos prestar atención a un sólo asunto: Cristo como nuestra vida y como nuestro todo. No nos importa nada más. No se sientan frustrados ni confundidos, ni tampoco frustren ni confundan a otros. Simplemente aprendan a ser sencillos. No somos nada; sólo somos pequeños miembros de Cristo. Por lo tanto, debemos aprender a vivir en Él, a vivir con Él y a ser edificados unos con otros. No tenemos la expectativa de que sucedan cosas milagrosas ni apreciamos dichas cosas. No les estoy diciendo nada nuevo, pues desde que vine a este país les he dicho lo mismo. El problema que he visto en varios lugares es simplemente que la gente repite la tragedia que hemos visto en la historia. Sin embargo, nosotros hemos aprendido las lecciones de la historia, y no queremos repetir las mismas tragedias.

  Olvídense de las enseñanzas, de los supuestos dones espirituales, de los milagros y de otros asuntos semejantes. Sólo una cosa funciona, y es ésta: tomar a Cristo como vida de una manera interna y ser edificados en esta vida para ser el Cuerpo viviente. Todos los apóstoles —Pedro, Pablo y Juan— llegaron a esta misma conclusión cuando ya eran ancianos. Lean sus escritos. El último libro de las Escrituras, Apocalipsis, no presenta de manera positiva nada que sea milagroso. Según Apocalipsis 13, es cuando se manifiesten el anticristo y su falso profeta los que harán muchas cosas milagrosas. Más bien, Apocalipsis nos dice claramente que tenemos que sacrificar nuestras vidas, que tenemos que morir, sufrir el martirio, así como lo hizo el último apóstol, el anciano Juan.

  Aprendan a vivir por Cristo, a vivir con Cristo y a vivir en Cristo, y aprendan a ser edificados en esta vida. Entonces la predicación del evangelio será el resultado de esta vida. Le pido al Señor que todos nosotros lleguemos a tener este tipo de entendimiento apropiado. Permítanme decirles una vez más, tenemos que olvidarnos de todo lo que hemos aprendido. No debemos permanecer bajo la influencia de lo que aprendimos en el pasado. No estamos hablando aquí acerca de predicar el evangelio según la manera vieja que aprendimos en nuestra vieja formación; en lugar de ello, estamos hablando de predicar el evangelio como parte de la vida de iglesia. Le pido esto al Señor, y espero que algún día la iglesia aquí, no sólo predique el evangelio de una manera formal, sino que gradualmente las personas sean añadidas a la iglesia; pero principalmente no por esta clase de predicación, sino por medio de la vida diaria que llevan los creyentes. No tengan el concepto que tenían antes, que estamos participando de cierto movimiento o actividad. Más bien, espero que cuando hablemos de predicar el evangelio, tengamos el concepto de que esto es parte de la vida de iglesia. Es por eso que en este mensaje leímos algunos versículos de Filipenses y del Evangelio de Juan, para que podamos ver que la predicación del evangelio forma parte de la vida de iglesia.

  Les repito una vez más: no se desafíen a ustedes mismos, no reten a otros ni se sientan provocados a seguir el camino de un movimiento o de los milagros. Simplemente debemos entender que somos miembros de Cristo, que permanecemos en Él, que estamos aprendiendo a vivir con Él y a ser edificados unos con otros. Entonces creemos que se producirá el resultado espontáneo de que las personas serán añadidas a la vida de iglesia por medio de nosotros. Ésta es la manera genuina de predicar el evangelio.

COORDINAR Y COMPENETRARNOS UNOS CON OTROS PARA CUIDAR DE LAS PERSONAS

  En el pasado aprendimos que predicar el evangelio en la iglesia es una buena oportunidad para unirnos, para ser entrelazados y mezclarnos unos con otros. Por consiguiente, existe una verdadera necesidad de que algunos hermanos y hermanas asuman la responsabilidad para que esta mezcla se lleve a cabo. Ellos deben ser los “compenetradores”. Si coordinamos bien en el evangelio, todos los hermanos y hermanas se compenetrarán. Somos demasiado independientes, y nos gusta demasiado nuestra privacidad. Sin embargo, puesto que somos cristianos, no podemos siempre conservar nuestra privacidad. Tenemos que compenetrarnos unos con otros. Si todos nos compenetramos, esto dejará una profunda impresión en los incrédulos y en los recién convertidos.

  Un hermano puede orar por un amigo, un familiar, un vecino o un compañero de clases, predicarle el evangelio y contactarlo con cierta regularidad. No obstante, incluso en las cosas materiales, no es muy eficaz que alguien lo haga todo solo. Sería más prevaleciente si dicho hermano le pidiera a uno, a dos o a cinco hermanos que le ayuden a cuidar de esta persona. Si en la iglesia hay algunos hermanos que asuman cierta responsabilidad, este hermano podría darles a ellos el nombre de su amigo o familiar, proveyéndoles también algunos detalles específicos. Entonces estos hermanos responsables podrían considerar a esta persona, y descubrir cuáles son sus necesidades. Podrían descubrir que esta persona necesita que cierto hermano se haga cargo de él, y podrían darle el nombre a dicho hermano. Entonces el hermano debería tomar esto como una responsabilidad que el Señor le ha confiado. Espontáneamente él contactará al primer hermano para tener comunión acerca de esta persona nueva, y entonces ellos tratarán de saber qué hacer. Luego, después de una o dos semanas los hermanos responsables podrían evaluar la situación nuevamente y percatarse de que esta persona necesita que un tercer hermano la cuide, y podrían entregarle esta carga a dicho hermano. Esto es simplemente un ejemplo del principio de la compenetración.

  Si optamos por este camino, nuestros amigos y vecinos comprenderán que los cristianos son personas maravillosas, pues tanto viejos como jóvenes, de clase alta o baja, sean estadounidenses o chinos, todos laboran juntos como un solo hombre para un mismo fin. Esto será un testimonio muy convincente para ellos, y será fácil traerlos al Señor. Luego, después de que sean salvos, también será fácil introducirlos en la vida de iglesia. Esto nos permite ver de antemano y anticipar que la edificación del Cuerpo de Cristo se llevará a cabo por medio de esta clase de predicación.

  Toda la iglesia, todos los miembros, deben ejercer exitosamente su función de predicar el evangelio. Ésta es la parte principal de la vida de iglesia. La iglesia está aquí por causa del testimonio de Jesús, a fin de ganar a las personas de la mano usurpadora del enemigo. Estamos aquí día tras día para esto, e incluso combatimos por esto. Vivir por causa del evangelio es la manera apropiada de practicar la vida de iglesia. Cada mes y cada año, vivimos por causa del evangelio, vivimos a fin de ganar a las personas para Cristo. No estamos procurando simplemente ser personas espirituales; en lugar de ello, vivimos para que Cristo pueda ensanchar y extender Su reino.

  Tenemos que conocer cuál es la manera apropiada de predicar el evangelio, y debemos entender que nuestro propósito como el Cuerpo viviente que somos es derrotar al enemigo y liberar, ganar, las almas que están en su mano usurpadora. Esto se lleva a cabo simplemente mediante el vivir de la iglesia, es decir, mediante la vida de iglesia. Es nuestra expectativa que algún día la iglesia en este lugar deje de tener reuniones del evangelio, y aun así, cada mes un buen número de personas siga siendo añadido a la iglesia. Ésta es la manera normal. Muchas personas podrán ponerse en pie para dar testimonios y decir cómo fueron salvas simplemente mediante el testimonio viviente de los queridos hermanos y hermanas. Todos debemos ponernos de acuerdo para aprender a hacer las cosas de esta manera, es decir, aprender a permanecer en el Señor, a vivir con Él y a ser edificados unos con otros.

  Debemos dar a otros los nombres de aquellos que estamos contactando, a fin de tener comunión al respecto. Estas personas entonces vendrán a ser el material con el cual trabajaremos. Después de que recibamos los nombres de las personas que hay que cuidar, nunca debemos hacer nada solos. Debemos hacerlo todo por el camino de la cooperación, y contactar a algunos hermanos o hermanas para orar y tener comunión. De esta manera todos seremos cada vez más edificados unos con otros, y también tendremos mucha comunión con respecto a este asunto. ¡Cuán maravilloso sería esto! Éste es el fluir de la sangre, de la vida, en el Cuerpo; si entre nosotros se da este fluir, el Cuerpo será saludable.

AYUDAR A LAS PERSONAS A EXPERIMENTAR LA SALVACIÓN DEL SEÑOR MEDIANTE EL ARREPENTIMIENTO Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS

  Pregunta: Un hombre de unos ochenta años vino a nuestra reunión del evangelio. Puesto que creció en un entorno religioso, a él le agrada visitarnos, pero parece que está contento únicamente con haber sido salvo. ¿Cómo podemos proceder con una persona así?

  Respuesta: Con una persona de tan avanzada edad, primero debemos averiguar si ha sido verdaderamente salvo. Si ha sido salvo, tenemos que averiguar si tiene la certeza de que es salvo. Si tiene alguna duda respecto a estos dos asuntos, debemos hacer lo posible por ayudarle a conocer la salvación del Señor. Pero si ha sido salvo y tiene la certeza de su salvación, debemos alabar al Señor y darle gracias. Luego, si tenemos más tiempo, y si únicamente tenemos a esta persona a nuestro cargo, podemos ayudarla un poco más y laborar con ella por causa del Señor. Sin embargo, si no tenemos mucho tiempo, y si tenemos más personas de las cuales cuidar, quizás no sea necesario dedicarle más tiempo.

  Pregunta: Hace unos meses cierta persona vino de Taiwán a los Estados Unidos y ahora está aprendiendo inglés. Él percibe la vanidad este mundo y fue conmovido por el evangelio. Así que oró con nosotros, pero necesita más ayuda con respecto a la confirmación de su salvación. Él está muy ocupado ahora. ¿Cómo podemos tener un seguimiento con él?

  Respuesta: Esta persona necesita recibir una verdadera ayuda para que haga una oración de arrepentimiento, confesando sus pecados. Todos los hermanos que han tenido contacto con él deben orar por él, recordándolo delante del Señor, a fin de que el Señor le conceda el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Hechos 5:31 habla del arrepentimiento y del perdón de los pecados. Esto indica que en un momento dado esta persona no sólo debe darse cuenta de que necesita a Cristo y no sólo debe creer en Cristo, sino que además debe arrepentirse delante del Señor. Nosotros no podemos hacer que la gente se arrepienta. Esto requiere que opere la misericordia del Señor. Más o menos, le hemos impartido el conocimiento del evangelio a dicha persona, pero ahora tenemos que orar por él, porque se requiere que el Espíritu Santo haga una verdadera obra en él que lo lleve al arrepentimiento. De este modo, él confesará sus pecados y experimentará el perdón de los pecados. En ese instante su espíritu será avivado. Así pues, primeramente, todos los hermanos que lo hayan contactado, deben orar por él. Luego, el siguiente hermano que vaya a contactarlo debe ayudarlo para que conozca lo que es un verdadero arrepentimiento y lo que es una confesión viviente. Para ello será necesario que se tenga un poco de comunión con él, que converse un poco con él, para que se dé cuenta de su necesidad. Entonces el Espíritu Santo obtendrá una base para avivar su espíritu. No hay duda de que él está ocupado, pero una vez que su espíritu sea avivado, algo le infundirá vigor desde adentro, y sacará tiempo para venir a las reuniones. Si no hacemos esto, simplemente lo estaremos ayudando a ser religioso, lo cual no será de mucha ayuda.

SEGUIR EL CAMINO APROPIADO DE QUE EL EVANGELIO SEA PREDICADO POR TODA LA IGLESIA

  Si seguimos el camino acerca del cual hemos tenido comunión aquí, el Espíritu Santo hará cosas maravillosas. Lo que hagamos preparará el camino y abrirá las puertas para que el Espíritu Santo obre no sólo en los incrédulos, sino también en nosotros. De esta manera, “mataremos dos pájaros de un tiro”, pues el evangelio será predicado y también la iglesia será edificada. Esto hará que todos seamos vivientes. Gastaremos nuestra vida, nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro dinero por causa del reino del Señor, ganando almas para el Señor. Esto es algo que el Señor bendecirá mucho y que convencerá a las personas.

  Si nos amamos unos a otros y cooperamos de forma coordinada, esto convencerá a las personas del mundo. Si somos uno en Cristo, el mundo creerá que el Señor Jesús es el Cristo, Aquel que Dios envió. Esto realmente convencerá a los incrédulos. De esta manera, las puertas se abrirán poco a poco cada vez más, de manera eficaz. Por consiguiente, tenemos que edificar esto. Si avanzamos de esta manera, veremos un resultado glorioso. Podemos comparar esto a un huerto. Si laboramos un poco en él para plantar y cuidarlo, algún día veremos un glorioso florecimiento y abundancia de fruto. Estamos laborando aquí para levantar un huerto. Muchos árboles crecerán y darán fruto. Ésta es la manera apropiada en que la iglesia debe predicar el evangelio.

  Estamos avanzando ahora en la dirección correcta. Lo único que necesitamos es que todos los hermanos y hermanas continúen laborando un poco más. Espero que todos laboremos mediante la oración. Debemos orar por todos los nombres que hemos recibido, recordándolos delante del Señor. No es por medio de nuestra labor que las personas serán salvas, sino por la obra del Señor mismo. Nosotros simplemente preparamos el camino; abrimos la puerta. Somos el canal, los que ejercen la influencia, pero el Viviente debe ser el Señor mismo. Él es el único que es viviente, así que es imprescindible que Él intervenga. Por ello, tenemos que orar cada vez que recibimos los nombres de los nuevos contactos, y debemos pasar estos nombres a otros hermanos para que ellos también oren. Yo creo que el Señor honrará esta clase de oración. Nosotros laboramos mediante la oración. No confiamos en nosotros mismos ni en lo que podemos hacer ni en nuestra labor. Confiamos en el Señor mismo, y simplemente cumplimos nuestro deber de cooperar con Él.

  Le pido al Señor y les pido a todos ustedes que aprendamos a seguir este camino, el camino de la vida y el camino de ser edificados. Entonces el Señor será expresado en nuestro vivir y será ministrado a otros, y ellos recibirán la vida. Así, más materiales se añadirán a la iglesia, y la iglesia será edificada de una manera viviente. Hermanos y hermanas, avancen de esta manera, y a la larga veremos un resultado glorioso.

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