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Mensajes del libro «Preguntas sobre el evangelio»
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PREGUNTA DIECISEIS

MATEO 5:17

  ¿Cómo cumplió Cristo la ley y los Profetas? (Mt. 5:17).

RESPUESTA

  Para poder obtener una respuesta apropiada debemos leer detenidamente Mateo 5:17-21, el cual empieza así: “No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas”. ¿Por qué el Señor dijo: “No penséis”? Lo dijo porque era factible que tuvieran esta idea. De hecho, algunos ya pensaban que ése era el caso. Después de haber promulgado las nueve bienaventuranzas en el monte, mencionó dos asuntos: (1) somos la sal de la tierra, y (2) somos la luz del mundo. Cuando los hombres oyeron esto, posiblemente pensaron que las bienaventuranzas que el Señor acababa de proclamar eran diferentes a las bendiciones del Antiguo Testamento, ya que Dios siempre había deseado que los israelitas fueran grandes, tuvieran éxito y triunfaran sobre sus enemigos. Pero ahora el Señor les dice que deben ser humildes, mansos, sufrir persecución, etc. Entonces, ¿vino el Señor a abolir la ley? Dios había escogido a los israelitas para que fueran Su testimonio en la tierra y ahora dice que Sus seguidores son la sal de la tierra y la luz del mundo. Ya que Dios había decidido transferir Su testimonio de los israelitas a un remanente, ¿no indicaba esto que el Señor había venido a abolir la ley? Por eso, tan pronto El dijo que éramos la sal y la luz, añadió: “No penséis”. En realidad lo que el Señor quiso decir fue que el no venía a abolir la ley sino a cumplirla. El significado literal de la palabra abolir es destruir capa por capa, como se haría al derribar una pared; mientras que la palabra cumplir es completar o llenar hasta la última gota.

  A lo largo de la historia han surgido dos corrientes relacionadas con la actitud del Señor Jesús hacia la ley. Una de ellas, bastante alejada de la verdad, dice que el Señor Jesús cumplió la ley anulándola; esta tendencia presenta las muchas discrepancias entre lo que dijo el Señor y lo que había dicho Moisés especialmente en lo relacionado con el matrimonio. Moisés decía que si un hombre deseaba repudiar a su mujer, lo único que necesitaba era una carta de divorcio, mientras que el Señor dijo que no se permitía repudiar a la esposa, excepto en caso de fornicación. Según esta enseñanza, el Señor contradecía a Moisés. Por otro lado, la corriente protestante decía que como los judíos habían añadido muchas otras normas a la ley mosaica, lo que hizo el Señor fue preservar la naturaleza intrínseca de la ley al abolir lo que el hombre había añadido. Pero contrariamente a estas dos perspectivas, el significado de “cumplir” es que el Señor completó hasta la última letra de la ley. Veamos entonces la actitud del Señor hacia la ley.

  Primero, el Señor reconoció que la ley y los profetas provenían de Dios, lo cual vemos en Mateo 5:12: “Porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. En Mateo 5:23 el Señor menciona las ofrendas ante el altar, lo cual indica que El no estaba en contra de éstas. Después de que el Señor concluyó Su mensaje en el monte, descendió y se le acercó un leproso, al cual, después de sanarle, ordenó que fuera ante el sacerdote y presentara la ofrenda que había ordenado Moisés (Mt. 8:1-4). Esto comprueba que reconocía lo que Moisés había ordenado.

  Segundo, aunque el Señor reconoció que la ley y los profetas provenían de Dios, también dijo que la ley no estaba completa. En Mateo leemos reiteradas veces: “Oísteis que fue dicho a los antiguos ... Pero yo os digo”. El Señor estuvo de acuerdo con Moisés cuando dijo que la ley condenaba el homicidio y el adulterio. Aún así, no estaba completa, porque no debemos ni siquiera enojarnos con otra persona ni tener pensamientos pecaminosos. Estar incompleta no significa que esté equivocada. Por ejemplo, un niño que acaba de aprender que dos más dos son cuatro no tiene un conocimiento completo, mas eso no significa que lo que ha aprendido sea erróneo.

  Tercero, el Señor vino a completar lo que le faltaba a la ley. La palabra cumplir se relaciona con Su obra como Maestro no como Salvador, lo cual significa que El llenaría los vacíos de la ley. La ley dice “ojo por ojo, y diente por diente”, lo cual se basa en la equidad, pero el Señor nos enseña que amemos a nuestros enemigos y oremos por los que nos persiguen, el cual es el principio de la gracia. La ley expresa la equidad de Dios, mientras que la gracia y la misericordia expresan la naturaleza misma de Dios. De acuerdo con la gracia del Señor, El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Juan 1:17 dice: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”; Moisés hablaba sobre el proceder de Dios mientras que el Señor hablaba sobre la naturaleza misma de Dios.

  En la cruz el Señor llevó la maldición de la ley por nosotros, y ya que hemos recibido la vida al aceptar la obra del Señor en la cruz, también debemos andar de acuerdo con lo que El instituyó en el monte. Algunas personas dicen que lo que el Señor estableció fue la ley, no la gracia; por esta razón, concluyen que esta enseñanza iba dirigida a los judíos solamente. Existen varias evidencias de lo equivocado de esta enseñanza: (1) No podemos dejar los requisitos difíciles a los judíos y los fáciles a nosotros. Hagámonos estas preguntas: ¿cómo puede Dios exigir más de los judíos a quienes ha dado menos poder y gracia? ¿Puede el mismo Dios, El cual nos ha dado más poder y gracia, exigirnos menos? (2) Mateo 5:1-2 afirma claramente que el Señor se dirigía a los discípulos, y si alguien dice que los discípulos representan a los judíos, se podría responder que hay por lo menos un versículo en la Biblia que los llama cristianos (Hch. 11:26). Pero no hay ni un solo versículo en la Biblia que diga que “los discípulos representan a los judíos” como tampoco aparece la expresión “discípulos judíos”. Una vez que llegamos a ser discípulos, queda eliminada cualquier diferencia entre judíos y gentiles. (3) Mateo 28:19-20 dice: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todo cuanto os he mandado”. Cuando predicamos el evangelio, necesitamos enseñar a la gente a guardar lo que el Señor enseñó en el sermón del monte. Es cierto que estas enseñanzas no son fáciles de seguir, pero no podemos dejar los asuntos difíciles a los judíos. Juan 14:26 dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho”; necesitamos poner mucha atención a la última frase, que no sólo incluye creer en el Señor Jesús y recibir la vida eterna, sino también los mandamientos que El mismo dio. El Espíritu Santo puede hacer que el hombre obedezca lo que el Señor dispuso. A los discípulos no sólo se les dio la comisión de predicar el evangelio sino también la de enseñar a los conversos a obedecer las enseñanzas del Señor.

  En Mateo 5:18 dice: “Porque de cierto os digo, que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. Jota es la traducción de la letra hebrea “yod”, que, con forma de coma, es la más pequeña de ese alfabeto; y la tilde se refiere a una especie de acento usado en ese idioma. La jota y la tilde se refieren a los componentes más pequeños del idioma. Al cumplirse todas las jotas y tildes se cumple hasta el último detalle; por lo tanto, el cielo y la tierra pasarán solamente cuando toda jota y toda tilde de la ley se hayan cumplido.

  El versículo 17 menciona la ley y los profetas, mientras que el 18 solamente habla sobre la ley. ¿A qué se debe esto? A que la ley llega hasta el final del reino milenario mientras que los profetas se extienden a la eternidad (Isaías habla del cielo nuevo y tierra nueva). Si decimos que el cielo y la tierra pasarán sólo cuando todo lo que los profetas han predicho se cumpla, estaríamos invirtiendo el orden de los sucesos que se describen en el libro de Apocalipsis. La palabra del Señor es exacta. El no dijo ni más ni menos de lo debido; el Señor dijo que el cielo y la tierra pasarán sólo cuando cada jota y cada tilde de la ley se hayan cumplido. Así vemos cuán honrosa es la ley.

  La expresión “por tanto” del versículo 19 indica una continuación del versículo anterior. ¿Qué son “estos mandamientos”? Son una alusión a la ley, no a las enseñanzas dadas en el monte ya que “estos mandamientos” se relacionan con el texto inmediatamente anterior.

  Hay dos clases de leyes, la ceremonial y la moral. Por ejemplo, la manera como se ofrecían los sacrificios está en la categoría de la ley ceremonial; mientras que el trato con los demás es parte de la ley moral. Las leyes morales son mucho más importantes que las ceremoniales. Cuando el Señor estuvo en la tierra, El tuvo que cumplir con ambas.

  En Mateo 22:37-40 leemos: “Jesús le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas”. En Mateo 9:13 hallamos: “Misericordia quiero, y no sacrificio”. Mateo 23:23 dice: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”. Así el Señor nos muestra que las leyes difieren en importancia. El reprendió aun a aquellos que eran meticulosos en guardar celosamente los ritos. Pagar el diezmo de la menta, el anís y el comino, no combinar la lana con el lino, no cocer el cabrito en la leche de su madre y otros preceptos similares son mandamientos secundarios.

  En Mateo 5:19 dice: “Por tanto, cualquiera que anule uno de estos mandamientos aunque sea uno de los más pequeños, y así enseñe a los hombres, será llamado el más pequeño en el reino de los cielos; mas cualquiera que los practique y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Este versículo muestra la gran responsabilidad que recae sobre aquellos que ministran la palabra de Dios; aquel que quebrante tan siquiera uno de los más pequeños mandamientos en su vivir diario y enseñe a otros a hacer lo mismo (en vez de enseñarles que los guarden), será llamado el más pequeño en el reino de los cielos. Muchas enseñanzas equívocas nacen de una conducta errónea; por ejemplo, algunas personas piensan que el bautismo no es importante y dicen: “¿Para qué sirve el bautismo?” Así que deciden no bautizarse, y cuando se les pregunta acerca del bautismo, traen a colación doctrinas que no vienen al caso. Ya que estas personas lo basan todo en su propio parecer, el cual está equivocado, enseñan erróneamente. El Señor dijo que estas personas serán llamadas pequeñas en el reino de los cielos.

  ¿Tenemos, entonces, los creyentes que guardar la ley? No, porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Ro. 6:14). Durante los días de los apóstoles, algunos enseñaban a los hermanos que si no se circuncidaban, como lo mandaba la ley de Moisés, no eran salvos. Pedro les contesta: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hch. 15:10). Más tarde, los apóstoles escriben a los hermanos diciéndoles que se abstengan de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. No mencionan la circuncisión (Hch. 15:1-29).

  Por otra parte, mientras el Señor estuvo en la tierra y antes de morir y resucitar, El expresaba la ley y las ceremonias que ésta incluía; por lo tanto, los discípulos tenían que guardar la ley; por ejemplo, tanto el Señor como Pedro pagaron el impuesto para el templo (Mt. 17:27). Cuando el Señor murió, la ley cesó, pues toda la ley y todos los ritos se cumplieron. Esto se relaciona con las diferentes dispensaciones.

  Después de que el Espíritu Santo descendió y la iglesia nació, todavía Pedro guardaba las leyes ceremoniales al no comer las cosas inmundas que se mencionan en Levítico 11. ¿Qué le enseñó Dios? “Lo que Dios limpió, no lo tengas tú por común” (Hch. 10:9-16). Se presenta entonces un cambio en el Nuevo Testamento. Gálatas nos muestra que la circuncisión es una ley muy importante para los judíos, pero Pablo les dice: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley” (Gá. 5:2-3), lo cual indica que si uno se circuncida, tiene que cumplir toda la ley, porque la ley o se cumple en su totalidad o no se cumple en absoluto; no podemos tomar lo que queramos y rechazar lo que no nos parezca. Así que, vemos claramente en este versículo que no estamos bajo la ley.

  El “reino de los cielos” mencionado en Mateo 5:19 no es la iglesia sino el reino milenario durante los días posteriores a la segunda venida del Señor.

  Algunos piensan que los creyentes no tienen que guardar las leyes ceremoniales pero sí las morales; tienen la idea de que puesto que fueron salvos por medio de la fe, tienen el poder para alcanzar la santificación con su buen comportamiento y guardando la ley. Pero debemos darnos cuenta de que guardar la ley no es ni un requisito para la salvación ni el principio por el cual debemos vivir.

  En Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Al decir que los fariseos tienen justicia se da a entender que ellos guardan las leyes morales. ¿Entra un creyente al reino de los cielos por tener la justicia de los fariseos? El Señor dijo que no y en este pasaje de la Biblia (vs. 17-20) dice dos veces “os digo”. En el versículo 18 El dice a los discípulos que la ley no puede anularse sino que debe cumplirse, y en el versículo 20 El dice que vino a complementar lo que le faltaba a la ley. En el versículo 17 dice que no se anula la ley y que se debe cumplir. Los versículos 18 y 19 nos muestran la actitud del Señor hacia la ley, indicando una vez más, que no se puede anular. En el versículo 20 se muestra que la ley se debía cumplir o completar plenamente. “Os digo” marca claramente esta diferencia.

  Existe también una diferencia entre “vuestra justicia”, que se menciona en el versículo 20, y la justificación que concuerda con la ley. Dios es el que concede la justificación, y nosotros la recibimos por fe; así que “vuestra justicia” alude a la conducta diaria y se obtiene por la acción del Espíritu Santo. Cuando mencionamos la justificación nos referimos a los pecadores. Las palabras aquí mencionadas estaban dirigidas a los discípulos; por lo tanto, ésta no es la justicia dada por Dios, sino la justicia lograda por los discípulos.

  Aunque los escribas y los fariseos se esforzaran por hacer el bien, lo único que podían lograr era cumplir la justicia de la ley, pero los discípulos, quienes no estaban bajo la ley, debían tener una justicia que superara la justicia de la ley, y su norma de vida debía exceder la de los escribas y los fariseos. Ningún hijo de Dios puede entrar en el reino de los cielos por guardar la ley. Los creyentes hemos recibido la enseñanza de Mateo 5—7 y si no la guardamos, no podemos entrar en el reino de los cielos.

  Tenemos que comprender claramente que todos los creyentes tienen la vida eterna, pero no todos pueden entrar en el reino de los cielos. Obtenemos la vida eterna porque Dios nos la concede mediante Su justicia, pero entramos en el reino de los cielos por medio de la justicia que llevemos a cabo. Cuando creemos, recibimos la vida eterna y jamás la perderemos; sin embargo, sólo los vencedores pueden entrar en el reino de los cielos. Podemos obtener la vida eterna en esta era, pero el reino de los cielos se establecerá sólo cuando el Señor regrese nuevamente. En el evangelio de Juan se menciona nueve veces que la vida eterna se recibe al creer; no obstante, hallamos que en Mateo 11:12 dice: “El reino de los cielos es tomado con violencia, y los violentos lo arrebatan”. El día que creímos, recibimos la vida eterna, pero entrar en el reino de los cielos significa que tenemos que ir en pos de él día a día. Dios escoge a algunos de este mundo para que reciban la vida eterna y de entre ellos escoge a algunos para que entren en el reino de los cielos. La recepción de la vida eterna no tiene nada que ver con ser mayor o menor, pero sí hay una diferencia entre ser el mayor o el menor en lo pertinente al reino de los cielos. Por lo tanto, si nosotros los salvos, queremos reinar cuando venga el Señor, tenemos que expresar nuestra propia justicia por medio del Espíritu Santo. ¿Cómo podríamos dudar de las palabras del Señor?

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