
Dice Romanos 2:12 que el hombre que cometa pecado aun sin tener la ley (esto es, sin que Dios le haya dado la ley), perecerá. ¿Se perderá un pecador si jamás ha oído el evangelio?
La perdición y el pecado tienen una estrecha relación. La condenación de un hombre no depende de la ley. En Romanos 2:12 dice: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán”. Si una persona no tiene la ley ni ha oído jamás el evangelio, Dios tiene la manera de juzgarla. (1) Dios es justo y, por consiguiente, no hace nada injusto; (2) Dios no está obligado a salvar al hombre, porque éste ha pecado y como consecuencia debe perecer; así que El no sería injusto si no lo salvara. No somos salvos porque Dios esté obligado a salvarnos sino porque El nos extiende Su gracia.
Al reflexionar sobre esta pregunta, debemos prestar especial atención a la gracia y a la justicia de Dios. La gracia de Dios hizo que el Salvador muriera y resucitara por nosotros. Nosotros fuimos salvos por la justicia de Dios debido a que el Señor Jesús murió, y, por ende, si creemos, Dios nos tiene que salvar. Pero si el Señor Jesús no hubiera muerto por nosotros, Dios habría sido justo si no nos hubiera salvado. La gracia viene primero y luego la justicia. La gracia es el medio de salvación, pero ésta se lleva a cabo por la justicia. Dios, por Su gracia, envió al Señor Jesús para que fuera el Salvador de los pecadores. Es así como Dios salva al pecador. En el infierno sólo se oirán lamentos, pero no reclamos, porque ése es el justo castigo que Dios inflige. El juicio que se menciona en Apocalipsis 20 nos muestra que en ese momento nadie se levantará para acusar a Dios de injusticia.