En la redención ¿intercambian los creyentes su posición con Cristo? En otras palabras, ¿el justo Cristo vino a ser injusto y los pecadores injustos se hicieron justos? (2 Co. 5:21).
En la redención, los creyentes no intercambian su posición con Cristo, sino que son unidos a El. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El” (2 Co. 5:21).
No encontramos que la Biblia diga que los creyentes y Cristo han cambiado posiciones, y aunque decimos con frecuencia que éramos pecadores y que ahora somos salvos porque Cristo murió en nuestro lugar, debemos tener presente que esta expresión se refiere exclusivamente a lo que nosotros personalmente hemos recibido. La pregunta planteada corresponde a nuestra posición en el plan de redención. En lo que se refiere a nuestra ganancia personal, Cristo murió por nosotros; pero en cuanto a la redención, si dijéramos que Cristo solamente se mantuvo en la posición de los pecadores con el fin de morir por nosotros, haríamos a Dios injusto. Puesto que Cristo es justo, Dios no podría considerarnos justos. En la redención, Cristo y nosotros no hemos intercambiado posiciones, sino que nos hemos unido.
Leamos 2 Corintios 5:21 otra vez: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. Este versículo nos muestra que a Aquel que jamás había pecado y que no conocía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros. Nótese que el versículo dice: “lo hizo pecado”. No dice que “cargó” ni que “llevó” el pecado. Si dijera “llevar” existiría también la posibilidad de no llevar, y si la redención fuera tan sólo un asunto de “cargar”, entonces se habría logrado con meramente cargar algo en el cuerpo. Sin embargo, Cristo no sólo llevó ni sólo cargó nuestros pecados en la cruz, sino que El mismo se hizo pecado. El Señor se unió a nosotros a tal grado que no sólo llevó nuestros pecados sino que El se hizo pecado; por consiguiente, cuando Dios lo juzgó, juzgó el pecado, y cuando lo castigó, castigó el pecado.
En cuanto a la redención, debemos entender tres aspectos: (1) Dios y el hombre (2) Dios por el hombre y (3) Dios en el hombre. Primero, la unión de Dios y el hombre hizo que Dios llevara a cabo la redención. Segundo, Dios cumplió la redención por el hombre; y tercero, Dios llevó a cabo esta obra dentro del hombre. La encarnación del Señor Jesús es la unión de Dios con el hombre; esto es lo que significa Dios y el hombre. Ya que existía una unión entre Dios y el hombre, el Señor Jesús pudo morir y resucitar por nosotros y ser el Salvador poderoso. Para poder morar en el hombre, Dios envió Su Espíritu Santo desde el cielo. Mientras el Señor Jesús estuvo aquí en la tierra, estaba revestido de carne, pero ahora El mora en nosotros y está revestido del Espíritu. Por eso es que algunos dicen que el Espíritu Santo es el Señor Jesucristo expresado de otra forma. El Espíritu Santo obra en nosotros y lleva a cabo lo que Dios ya realizó en nosotros. Si no tuviéramos el primer aspecto, no podríamos tener ni a Dios por el hombre ni a Dios en el hombre. Si el Señor Jesús no hubiera nacido como hombre, jamás habría muerto. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, no llevó el pecado del mundo como una tercera persona, sino que El mismo se hizo pecado y murió como hombre por nosotros. Por un lado, Dios puso nuestros pecados en el Señor, y por lo tanto, El llevó nuestros pecados; pero por otro, en la redención, Dios juzgó el pecado y a nosotros cuando juzgó al Señor Jesús. Hoy damos gracias a Dios por el hecho de que Jesucristo se hizo pecado por nosotros en la cruz.
¿Cuál fue el resultado de que Cristo se hiciese pecado por nosotros? ¿Llegamos a ser justicia? No. ¿Llegamos a ser justicia en El? No, sino que “llegamos a ser justicia de Dios en El”. No sólo debemos prestar atención a las palabras “en El” sino también a “justicia de Dios”. Cristo no se hizo pecado por nosotros con el fin de hacernos justos y para que así dejásemos de ser pecadores. El se hizo pecado con el fin de que llegásemos a ser justicia de Dios en El. Ese fue el propósito de Dios, y cada creyente ha llegado a ser justicia de Dios. La justicia de Dios nos salvó. Dios hizo al Señor Jesús pecado y ya que Dios lo juzgó a El, nosotros fuimos juzgados y el pecado también. Por lo tanto, Dios nos considera justos, mas no porque seamos justos. El que Dios nos considere justos es simplemente un asunto objetivo. Si alguien dice: “Me parece que usted no es muy bueno”, esto es cierto. Nosotros no somos hecho justos en El sino que hemos llegado a ser justicia de Dios en El. Esto prueba que es la justicia de Dios la que nos salva. Si entendemos este punto, los problemas que encontremos en nuestra vida diaria disminuirán. Crucificar al Señor equivale a crucificar el pecado. Dios condenó el pecado allí y solucionó el problema del pecado; por lo tanto, somos libres.