
En Romanos 4 dice que Abraham fue justificado por la fe, y en Jacobo [Santiago] 2 dice que fue justificado por las obras. ¿Cómo podemos explicar estas dos clases de justificación? ¿Cómo se relacionan entre sí?
La Escritura menciona dos clases de justificación, la justificación por la fe y la justificación por las obras. Esto lo podemos ver en los siguientes versículos:
En Hechos 13:39 dice: “Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en El es justificado todo aquel que cree”. Y en Romanos 3:28 leemos: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley”. En estos dos versículos Pablo nos muestra claramente que la justificación es por la fe.
En 1 Corintios 4:4 dice: “Porque no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina es el Señor”. La gran diferencia que existe entre este versículo y los dos antes mencionados, es que lo dicho aquí, también por Pablo, se refiere al galardón que se obtendrá ante el tribunal de Cristo. La justificación a la que alude este versículo es un galardón por las buenas obras. Pablo, por un lado, habla de la justificación por la fe y por otro lado, de la justificación por las obras.
La Biblia menciona el galardón cuando habla de la justificación por las obras, y también menciona la justificación por obras en medio de la justificación por la fe. Leamos entonces lo siguiente.
Sabemos que los libros de Romanos y Gálatas hablan sobre la justificación por la fe, mientras que el libro de Jacobo [Santiago] habla de la justificación por obras. Algunos podrían pensar que lo dicho por Pablo sobre la justificación por la fe no es suficiente, y que por eso, Jacobo tuvo que complementar lo que faltaba sobre la justificación por las obras. Este concepto es errado ya que los libros de Romanos y Gálatas no se habían escrito cuando Jacobo escribió su epístola.
El apóstol Pablo habla en Romanos sobre la justificación por fe ya que el temía que no se supiera lo que Dios había hecho, lo que Cristo había llevado a cabo y cuán eficaz y preciosa era la sangre. El temía que se pensara que creer no era suficiente y que era necesario hacer obras para ser salvo; por eso mencionó a Abraham para mostrar que la justificación se recibe por la fe; Jacobo, por su parte, menciona el caso de Abraham para hablar sobre la justificación por obras. Por consiguiente, podemos ver una estrecha relación entre la justificación por la fe y la justificación por las obras. En realidad, ambas son una sola experiencia. Estos dos pasajes no se contradicen; pero es necesario examinar la relación que hay entre ellos. Empecemos con Romanos 4.
En los versículos 2 y 3 dice: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”. Los versículos 9 y 10 dicen: “¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos: A Abraham le fue contada la fe por justicia. ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión”. En este pasaje vemos que antes de la circuncisión de Abraham, ya había sido justificado por la fe. Para los judíos la circuncisión era el acto más importante y consideraban a los incircuncisos gentiles como cerdos y perros; sin embargo, antes de que Abraham fuese circuncidado, ya había sido justificado por la fe.
El versículo 11 dice: “Y recibió la señal de la circuncisión, sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia”. La circuncisión es como un sello que Dios pone e indica que se es justificado por la fe y que nada puede cambiar este hecho. Dios no requirió que Abraham fuera circuncidado a fin de justificarlo por medio de ese acto, sino porque ya le había puesto un sello que indicaba que nada podría cambiar su justificación por fe. Si Abraham no hubiese ofrecido a Isaac más adelante, aún así seguiría siendo justificado por la fe. En consecuencia, podemos tener la certeza de que una vez que somos justificados por la fe, estamos verdaderamente justificados.
El versículo 12 dice: Y padre de la circuncisión, para los que no sólo son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham cuando era incircunciso”. Esto nos muestra que se requiere fe para ser circuncidado puesto que Abraham fue justificado por la fe antes de ser circuncidado.
El libro de Romanos demuestra que un pecador no puede ser justificado por las obras de la ley. En Gálatas se deja en claro que el pecador no puede ser santificado por las obras de la ley. Ya fuimos justificados y santificados por fe. Puesto que empezamos por el Espíritu, ¿cómo podríamos ser perfeccionados por la carne? De todas formas, el sello ha sido puesto y aquellos que pertenecen a la fe son bendecidos junto con el creyente Abraham.
Examinemos ahora Jacobo [Santiago] 2:
El versículo 14 dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” ¿Qué quiso decir Jacobo? El habló así porque algunos afirmaban tener fe, pero no obras; y si él no los detenía, la iglesia habría sido afectada seriamente. La fe se tiene ante Dios, y no se debe usar para jactarse ante los hombres. La fe va acompañada por las obras; así que si alguien asevera tener fe y carece de obras, esa clase de fe no le puede salvar. La palabra salvar tiene varios significados en las Escrituras. Por ejemplo, Pablo dijo: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (Fil. 1:19) ¿Acaso Pablo no era salvo? En este versículo la palabra salvación no se refiere a heredar la vida eterna, sino a la liberación de la cárcel. En 2 Corintios 1:10 Pablo dijo: “El cual nos libró de tan gran muerte, y nos librará; y en quien esperamos que aún nos librará”. Algunos creen que este versículo indica (1) que la muerte del Señor en la cruz nos libra del castigo por nuestros pecados pasados, (2) que Cristo es nuestro Mediador en el cielo, y como tal nos libra de la autoridad del pecado ahora, y (3) que Su próxima venida salvará nuestro cuerpo. Pablo no se refería a esto; la salvación de la cual hablaba se relaciona con ser librados de las aflicciones del cuerpo, y al leer el contexto, vemos que, en realidad, Pablo y los demás padecieron mucho, al grado de perder las esperanzas de sobrevivir, como les sucedió mientras se encontraban en Asia. Pero el Señor los libró de esa situación.
En Jacobo 2:15 y 16 hallamos lo siguiente: “Y si un hermano o una hermana no tienen ropa, y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”. La expresión “alguno de vosotros” de estos versículos se refiere a aquel que se ufana de tener fe, pero no ayuda a los hermanos o hermanas necesitados con alimento y vestido. El simplemente les dijo: “Id en paz”. La salvación a la que aluden estos versículos no se relaciona con ir al cielo en el futuro; tiene relación con ser abrigado y alimentado físicamente en esta era. Por eso Jacobo fue explícito al decir que no es suficiente creer y hablar sin proveer para las necesidades de los santos.
En el versículo 17 dice: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Esta conclusión fue deducida por Jacobo, quien indica que si uno cree que los hermanos y las hermanas serán abastecidos de alimento y ropa sin proporcionarles nada, esta clase de fe, sin obras, es una fe muerta. Tener una fe viva consiste en creer con el corazón que el Dios amoroso no permitirá que a los hermanos y a las hermanas les falte alimento o ropa, al mismo tiempo, por la misma fe proveerlos de lo necesario para suplir sus necesidades.
Leemos en el versículo 18: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Siempre hay alguien que refuta a aquellos que se ufanan de tener fe y les preguntan: “Puesto que usted afirma tener fe, ¿cómo la podría expresar? Usted puede hablar mucho, pero en medio de las dificultades no se atreve a sacrificar ni siquiera un poco para ayudar a los demás. ¿Dónde está su fe? Usted quiere que los demás piensen que cree, pero en realidad carece de fe. Si la tuviera, lo daría todo a los santos necesitados. Ellos carecen de ropa y no tienen nada qué comer ni beber; ni siquiera tienen para comer hoy. Usted, por lo menos, tiene abrigo y alimento, ¿por qué no les da a ellos todo lo que tiene? Dice que tiene fe, pero ¿qué puede hacer para demostrarlo? La fe de la cual usted habla es una fe vacía; su fe está muerta y no le sirve de nada a los que la necesitan. Pero yo tengo obras; yo doy a los hermanos y las hermanas las cosas que necesitan. Yo tengo fe que no nos faltará ni alimento ni abrigo. Así que, como nuestros hermanos y nuestras hermanas necesitan, yo les doy. Mis obras concuerdan con mi fe y son la evidencia de mi fe; con ellas yo le demuestro mi fe. Aunque usted diga que tiene fe, ¿dónde está la evidencia de su fe? ¿Cómo puede demostrar que tiene fe?”
En el versículo 19 hallamos: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Los israelitas creen que hay un solo Dios, lo cual es muy bueno, pero el diablo también cree que hay un Dios y sin embargo, sigue siendo el diablo. Jacobo da a entender que la fe sin obras es como el diablo, que, aunque cree en Dios, sigue siendo el diablo.
Encontramos lo siguiente en el versículo 20: “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es inútil?” Hombre vano es una alusión a aquellos que aseveran gratuitamente tener fe. Podemos decir que esta clase de persona realmente no tiene fe. Aquellos que abastecen a los demás de una manera práctica pueden demostrar su fe por sus obras; así que primero viene la fe, y luego las obras. La fe auténtica debe ir acompañada de obras genuinas. Aquel que afirma vanamente tener fe pero no tiene obras, muestra una fe muerta y que su corazón no es franco, y su fe tampoco lo es.
En el versículo 21 dice: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?” Si Jacobo no hubiera mencionado este evento de la vida de Abraham, uno podría haber pensado, después de haber leído los libros de Romanos y Gálatas, que estaba equivocado. Pablo habló sobre la justificación por la fe; de modo que se podría pensar que bastaba con creer y que, por ende, no era necesario hacer obras. Jacobo indica que Abraham indudablemente fue justificado por la fe, pero aún así, también había sido justificado por las obras. Jacobo no niega que la justificación de Abraham se haya realizado por la fe; al contrario, refuerza esta idea al afirmar que la justificación por las obras demuestra la validez de la fe. El ofrecimiento de Isaac fue una obra que Abraham hizo. ¿Qué clase de obra fue ésta? Fue una acción motivada por la fe. “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; en efecto, el que había recibido con alegría las promesas ofrecía su unigénito, aquel de quien había sido dicho: ‘En Isaac te será llamada descendencia’; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (He. 11:17-19). Jacobo menciona el sacrificio de Isaac para indicar que la fe también tiene obras. Abraham recibió con alegría las promesas de Dios. Creyó lo que Dios le había dicho que en Isaac tendría descendencia (v. 18), no en Eliezer ni en Ismael. Aun si Sara hubiera tenido otro hijo, éste no sería el indicado, pues Isaac solo habría de ser el heredero de las promesas. Dios puso a prueba a Abraham para ver si su corazón estaba inclinado sólo a El y para ver qué tan real era su fe. Dios le dijo que ofreciera en sacrificio a Isaac, el heredero, sobre el altar, en el cual sería consumido. Si Abraham en su sincero amor por Dios, dispuesto a ofrecerlo todo, hubiese inmolado a Isaac, ¿cómo habría podido llevarse a cabo la promesa? Si él quería que la promesa de Dios se cumpliera, no podía obrar de acuerdo con la exigencia que Dios hacía. Según el criterio humano, estas dos opciones se contradicen y no pueden conciliarse, pero con una fe viva y verdadera, no hay contradicción. Dios hizo una promesa y requería la ofrenda. Dios no se contradice, pues ya entre el cumplimiento de la promesa y la ofrenda de Isaac, hay un puente: la resurrección. Abraham obedeció “pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos”. Su fe decía: “Aunque tenga que sacrificar a Isaac y ofrecerlo como una ofrenda consumida en el fuego, seguiré creyendo que se llevará a cabo la promesa que me hiciste, que en Isaac tendría descendencia, porque Tú puedes levantar a Isaac de entre los muertos”. Habiendo tomado esta decisión, ofreció a Isaac, lo ató al altar y tomó el cuchillo, dispuesto a sacrificarle. Su corazón era incondicional ante Dios, y no tenía reserva alguna; su corazón estaba firme y libre de dudas. Entonces el ángel del Señor le llamó y le dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada”. En ese momento “en sentido figurado, también lo volvió a recibir”. La disposición de Abraham en cuanto a ofrecer su hijo unigénito fue un acto de fe. En esto consiste la justificación por las obras.
En Jacobo 2:22 leemos: “Ya ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras”. La expresión “ya ves” indica que este versículo es una continuación del versículo anterior. El sacrificio que Abraham hizo en el altar lo justifica por las obras; en consecuencia, podemos ver que la fe va paralela a las obras; en otras palabras, la fe y las obras operan juntamente; la acción que Abraham llevó a cabo procedía de la fe, la cual, a su vez, se perfeccionó por las obras. No se puede depender de una fe que no ha sido probada, pero al ofrecer Abraham a Isaac, su fe fue probada y perfeccionada.
En el versículo 23 dice: “Y se cumplió la Escritura que dice: ‘Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia’, y fue llamado amigo de Dios”. Abraham creyó a Dios, y su fe le fue contada como justicia. Hallamos esto en Génesis 15. Dice Jacobo que el sacrificio de Isaac constituyó la justificación por las obras, pero en Génesis 15 el se refiere a la justificación por la fe. ¿Cuál es entonces la relación entre Génesis 15 y la ofrenda de Isaac en Génesis 22? Jacobo dice: “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia”. La justificación por las obras se cumple mediante la justificación por la fe; es como decir que la justificación por la fe es una profecía y la justificación por las obras es el cumplimiento de la misma. El que tiene fe, debe tener obras porque ellas demuestran la realidad de la fe. Abraham creyó en Dios, y Dios lo consideró justo y le llamó amigo Suyo; por consiguiente, Abraham ofreció a Isaac y al hacerlo, su acción vino a ser el cumplimiento de su fe en Dios. En otras palabras, la ofrenda de Abraham demostró su fe.
En Jacobo 2:24 dice: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. Una persona no es justificada sólo por la fe sino también por las obras debido a que Génesis 22 es el cumplimiento de Génesis 15. Así que las obras son la evidencia de la fe, pues la fe sin obras es muerta y se perfecciona por las obras. Jacobo da a entender que después de ser justificados por la fe, necesitamos demostrar y perfeccionar lo que recibimos demostrándolo por las obras, de la misma manera que Abraham fue justificado por la fe, y luego por las obras mediante la prueba que le impuso Dios.
El versículo 25 dice: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras por recibir a los mensajeros y enviarlos por otro camino?” Jacobo primero cita a Abraham, una persona destacada, quien no sólo fue justificado por la fe sino también por obras; y luego alude a una Rahab, una ramera, quien fue justificada por obras al recibir a los mensajeros y enviarlos por otro camino. ¿Qué clase de obra es ésta? Hebreos 11:31 nos dice: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”; esta es una obra de fe, puesto que la fe y las obras siempre van unidas. Lo que se llama fe en Hebreos se llama obras en Jacobo, ya que las obras son la evidencia de la fe, y la fe es el origen de las obras. Si una persona dice tener fe y no muestra las obras de la fe, esta fe está muerta. Por lo tanto, donde se presenta justificación por fe, debe existir la justificación por obras.
En Jacobo 2:26 dice: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Del versículo 14 en adelante, el tema es la relación entre la fe y las obras. La fe sin obras es vana, superficial y muerta, mientras que la fe que tiene obras está viva. Santiago menciona a Abraham y a Rahab como evidencias que demuestran que las obras prueban y perfeccionan la fe. El concluye con un ejemplo: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Una fe viva debe tener obras, porque la fe sin obras está muerta como lo está el cuerpo sin espíritu.