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Mensajes del libro «Principios básicos en cuanto al ancianato»
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CAPÍTULO CUATRO

LOS REQUISITOS DE LOS ANCIANOS

(1)

  Lectura bíblica: 1 Ti. 3:1-7

  En 1 Timoteo 3:1-7 dice:

  Palabra fiel: Si alguno aspira al cargo de vigilar, buena obra desea. Es, pues, necesario que el que vigila sea irreprensible, marido de una sola mujer, moderado, sensato, decoroso, hospitalario, apto para enseñar; no dado al vino; no pendenciero, sino apacible; no contencioso; no amador del dinero; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un recién convertido, no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio ante los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.

  Los requisitos de los ancianos no se mencionan en la Biblia sino hasta la parte final del ministerio de Pablo, cuando éste había alcanzado una etapa más avanzada. La epístola de 1 Timoteo se escribió alrededor del año 65 d. C. Debemos considerar por qué Pablo no escribió acerca de los requisitos de los ancianos antes de este periodo. Hechos 14:23 dice que Pablo en su primer viaje nombró ancianos en las iglesias locales, poco después de que éstas fueran levantadas mediante su ministerio. Este relato es breve y no dice nada acerca de los requisitos de los ancianos. Pedro también escribió acerca de los ancianos en la parte final de su ministerio (1 P. 5:1-4). Tanto los escritos de Pablo como los de Pedro en cuanto al ancianato ciertamente se basaban en sus experiencias y observaciones a través de los años. Ellos aprendieron de las situaciones que vieron y experimentaron. Debido a todo lo que habían visto, aprendieron cuáles debían ser los requisitos de los ancianos. Estos requisitos tan específicos sólo pudieron ser identificados después de un buen periodo de experiencia y observación.

EL ANCIANATO NO DEPENDE PRINCIPALMENTE DE LA CAPACIDAD NI DEL DON, SINO DE LA VIDA

  Debemos notar que en los escritos tanto de Pablo como de Pedro se habla muy poco de las aptitudes que deben tener los ancianos. En 1 Timoteo 3:2 leemos que un anciano debe ser “apto para enseñar”, sin embargo, la palabra apto no se refiere tanto a la aptitud, sino al hábito. Por ejemplo, aunque quizás los padres no sean competentes en la enseñanza, aun así, deben ser aptos para enseñar a sus hijos en casa. Igualmente los ancianos deben ser aptos para tomar interés en el aprendizaje de los santos. Según las palabras de Pablo en 1 Timoteo 3:1-7, el ancianato no depende del don ni la capacidad, sino de la vida. Eso no significa que los ancianos no necesiten tener capacidad alguna. Sin embargo, a lo largo de la historia de la iglesia, e incluso entre nosotros recientemente, los problemas en el ancianato no han sido causados por carencias en cuanto a don o capacidad, sino en cuanto a la vida.

  Después de sólo unos minutos de haber empezado un juego de básquetbol, uno puede evaluar las capacidades de los jugadores. De igual manera, es posible conocer en poco tiempo las capacidades o dones espirituales de una persona. Para darnos cuenta de la elocuencia de un hermano, sólo tenemos que escucharlo hablar por unos minutos. Sin embargo, para conocer a una persona en vida se requiere mucho tiempo. Pablo, en la etapa postrera de su ministerio, no nombró ancianos inmediatamente después de establecer una iglesia, sino que dejó este asunto en manos de sus colaboradores (Tit. 1:5). La razón es que probablemente se dio cuenta de que era arriesgado nombrar a un hermano como anciano antes de que hubiera pasado el tiempo necesario para conocerlo en vida.

  Se requieren más que unos cuantos meses para conocer verdaderamente a una persona porque se requiere mucho tiempo para que la verdadera condición en vida de dicha persona se haga manifiesta. Alguien quizás finja por unos meses ser paciente, humilde y carecer de ambición, pero es difícil que finja esto por más de un año. En un año la condición de una persona en términos de la vida se manifestará en su comportamiento y conducta. No es prudente ni apropiado decidir rápidamente si un hermano es apto para ser anciano. Debemos esperar más tiempo para conocer la verdadera condición de ese hermano en vida. Según nuestra experiencia, para conocer a alguien en vida se requiere al menos un año de tener contacto frecuente con él.

  Para conocer a una persona, no sólo se requiere tiempo, sino también diferentes circunstancias y situaciones. Si en un año no se ha presentado una situación que tiente la ambición de un hermano, ésta permanecerá escondida hasta que la situación se presente. El tiempo por sí solo no revela la condición de las personas. El tiempo más las circunstancias son lo que manifiestan a una persona. Por esta razón, debemos esperar al menos un año antes de decidir si un hermano es apto para ser anciano. Aun es mejor si podemos esperar más tiempo.

  A las compañías, escuelas, hospitales y otras organizaciones les interesan mucho las aptitudes de sus trabajadores, pero Pablo no dice nada respecto a los dones o la capacidad entre todos requisitos de los ancianos que enumera. Los problemas en el ancianato no tienen que ver con la capacidad, la destreza o el don, sino con la vida. Lo que podemos hacer no significa mucho; en vez de ello, debemos considerar lo que somos. Lo que realmente cuenta para el ancianato es únicamente lo que somos en vida. Ser un anciano no depende de la capacidad ni del don, sino de la vida, es decir, depende de lo que somos.

UN ANCIANO ES UNO QUE VIGILA

  Pablo no usa la palabra anciano en 1 Timoteo 3:1-7; en vez de ello, usa la expresión el que vigila, que en griego es epískopos. Esta palabra a veces se traduce “obispo”. Sin embargo, la palabra obispo ha sido usada erróneamente para referirse a una posición jerárquica. Un anciano es uno que vigila (Hch. 20:17, 28). Humanamente, para ser alguien que vigila se requiere cierta capacidad, pero Pablo más bien recalca el carácter, el modo de ser, la conducta y la persona misma del que vigila. A fin de ser alguien que vigila en la iglesia, un hermano debe ser la persona idónea, no por lo que puede hacer, sino por lo que es. Eso significa que la condición en vida de un hermano debe ser la apropiada, antes de poder ser una persona adecuada que vigila en la iglesia.

  Según la historia humana y nuestra propia experiencia, sabemos que en la mayoría de los casos lo que podemos o no podemos hacer no importa tanto como lo que somos o no somos. Lo que determina la condición de la vida familiar no es tanto la capacidad que tiene una persona, sino su carácter, modo de ser, conducta y ser mismo. No debe preocuparnos tanto lo que podemos o no podemos hacer. No debemos enorgullecernos de nuestra capacidad, ni tampoco desanimarnos por nuestra falta de capacidad. Lo único que necesitamos es ser personas correctas en nuestro modo de ser, carácter, conducta y ser.

LA ASPIRACIÓN SANTA AL CARGO DE VIGILAR

  En 1 Timoteo 3:1 Pablo escribe: “Palabra fiel: Si alguno aspira al cargo de vigilar, buena obra desea”. Aspirar a algo no significa ser ambicioso. Un hombre puede aspirar a ser un buen padre, pero eso no significa que sea ambicioso. La iglesia necesita muchos hermanos que aspiren al ancianato. No todos los hermanos que tengan tal aspiración llegarán a ser ancianos, pero ciertamente el futuro de la iglesia será maravilloso.

  Los ancianos deben hablar a los hermanos en sus respectivas localidades para despertar en ellos la aspiración a ser ancianos. Si un anciano teme que otros tengan esta aspiración, eso probablemente indica que se aferra a su propio reino. Si no queremos tener nuestro propio reino, despertaremos en otros la aspiración a ser ancianos, y querremos ver que muchos de la generación más joven aspiren a ser ancianos. Consideramos esta aspiración muy positiva, pero, por otra parte, condenamos la ambición. Tener la ambición de ser un gran líder es algo diabólico (cfr. Is. 14:12-15).

  Pablo empieza 1 Timoteo 3:1 escribiendo: “Palabra fiel”. Esto probablemente indica que la parte que sigue del versículo era un dicho muy conocido entre las iglesias de aquella época, y Pablo estaba confirmándolo. La ambición y la rivalidad deben ser condenadas; no obstante, debemos despertar en los santos una aspiración santa por los intereses del Señor y por la propagación de la iglesia. Debido a que deseamos que las iglesias se propaguen, y debido a que cada iglesia necesita ancianos, muchos hermanos jóvenes deben orar, diciendo: “Señor, si es Tu voluntad, me gustaría ser uno de los ancianos para cuidar de Tu testimonio en una localidad”. Esto no es ambición. Si las circunstancias nunca permiten que un hermano sea anciano, él no debe sentirse insatisfecho. No debe haber ambición ni rivalidad, pero sí una aspiración apropiada y santa.

LOS REQUISITOS DE LOS ANCIANOS

“Irreprensible”

  Pablo, después de confirmar en el versículo 1 que el cargo de vigilar es una buena obra, prosigue a enumerar ciertos requisitos que deben cumplir los que vigilan, los cuales son los requisitos de los ancianos. El versículo 2 dice: “Es, pues, necesario que el que vigila sea irreprensible”. Ser irreprensible no significa ser perfecto o sin mancha a los ojos de Dios, sino ser irreprochable a los ojos de los hombres. Ninguno de nosotros es perfecto o sin mancha a los ojos de Dios, pero los ancianos deben ser irreprensibles ante los hombres. Este requisito implica que debemos ser muy cuidadosos y reflexivos en la manera en que hablamos, actuamos y nos relacionamos con las personas, y en la manera en que tratamos los asuntos a fin de que los demás no tengan ocasión para reprocharnos en nada. Si hacemos las cosas de manera descuidada, podremos ser reprochables delante de ellos. Lo que digamos y hagamos puede ser correcto, y aun así hacer que otros formen un mal concepto de nosotros. Por lo tanto, este requisito no implica tanto el hecho de ser intachables, sino el hecho de ser cuidadosos en todo lo que decimos y hacemos. Este primer requisito pareciera abarcar todos los requisitos subsiguientes. Si un hermano ha de ser irreprensible, también deberá cumplir todos los demás requisitos.

“Marido de una sola mujer”

  El segundo requisito es “marido de una sola mujer” (v. 2). El asunto del matrimonio dice mucho de una persona. Ser marido de una sola mujer indica que dicho hermano tiene dominio propio. Todo el que tenga más de una sola esposa no puede controlar su lujuria o simplemente no la controla. Una persona así no puede ser uno que vigila. La lujuria está estrechamente relacionada con el enojo. Si alguien puede controlar su enojo, tiene más posibilidades de poder controlar su lujuria. El que vigila debe ser alguien capaz de controlarse a sí mismo. Si un hermano no es capaz de controlar su enojo ni su lujuria, no puede ser uno de los que vigilan.

“Moderado, sensato”

  El tercer requisito del que vigila es ser “moderado” (v. 2). La palabra moderado denota “templado, sin irse a los extremos, equilibrado y dueño de sí mismo”. En otras palabras, el que vigila debe tener el comportamiento ideal, es decir, no ser demasiado rápido ni demasiado lento, no ser demasiado alegre ni demasiado sombrío, ni reír ni llorar exageradamente. El que vigila debe procurar mantener el equilibrio. Cuando odia, también debe amar. Si alguien a menudo se va a los extremos, no podrá ser irreprensible. Por lo tanto, ser irreprensible, que es el primer requisito, incluye el hecho de ser moderado.

  El requisito siguiente es “sensato” (v. 2). Las palabras moderado y sensato tienen un significado muy similar. Sin embargo, ser sensato principalmente tiene que ver con la mente, mientras que ser moderado tiene que ver más con la parte emotiva y la voluntad. A fin de ser moderados, no podemos permitir que nuestros gustos y aversiones determinen nuestro comportamiento. Un anciano no debe ser alguien que se aferra a sus preferencias. Nuestra emociones afectan nuestra voluntad. Si a una persona le gusta hablar, decidirá hablar; asimismo, si no le gusta hablar, tomará la decisión de no hablar. Nuestros gustos y aversiones afectan nuestras decisiones. Por consiguiente, un anciano debe ser moderado en su parte emotiva y voluntad.

  Por otra parte, un anciano debe ser sensato. La mayoría de las personas no tiene una mente lúcida y despejada. A menudo su mente es confusa, complicada o a veces peculiar y extraña. Ser sensato significa pensar con lucidez y tener un discernimiento puro y claro. Al leer la Biblia, algunos creyentes no ven la luz apropiada, sino que, en vez de ello, se les ocurren pensamientos peculiares. Por ejemplo, la práctica de orar para alargar piernas no proviene de una mente sensata. En 1968 un querido hermano con quien me hospedé por unos días me dijo: “Recientemente, salió en las noticias que han venido criaturas de otros planetas, y alguien de este lugar ha hablado con ellos”. Prestar atención a tales rumores muestra que no se tiene una mente sensata. A veces todos somos así. Los rumores se propagan fácilmente entre los santos cuando no tienen una mente sensata para discernir lo que oyen. Especialmente no debemos escuchar a los que hablan cosas negativas de la iglesia.

  Muy pocos cristianos hoy en día son capaces de recibir luz en la Biblia porque sus mentes no son sensatas, sino más bien son complicadas. A fin de recibir luz en la Palabra de Dios, nuestra mente debe ser limpia, pura, recta y estar libre de pensamientos peculiares. Para poder ser uno de los que vigilan en una iglesia local, un hermano necesita tener una mente así, de modo que pueda entender acertadamente la situación de la iglesia y de los santos en particular. La manera de pensar de los que vigilan debe ser muy práctica, estar basada en la realidad, y ser pura, limpia y recta, porque ellos son responsables de mantener las cosas extrañas, contaminadas y perjudiciales fuera de la iglesia. La iglesia será protegida si los que vigilan tienen una mente sensata que es capaz de discernir y reconocer estas cosas. Además, si un hermano es sensato, también será moderado. A fin de ser irreprensible en todo lo que dice y hace, el que vigila debe ser moderado y sensato.

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