
Lectura bíblica: 1 P. 5:1-7
Oración: Señor, muéstranos Tu camino con respecto al ancianato. Te pedimos que nos limpies con Tu preciosa sangre. Debido a que a tan menudo, nuestro viejo hombre, nuestra naturaleza caída y nuestra carne nos contaminan, necesitamos de Tu limpieza y Tu perdón. Señor, ábrenos Tu corazón y Tu mente para poder entrar en Tu Palabra.
En 1 Pedro 5:1 dice: “Exhorto a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada”. El pensamiento principal de Pedro en cuanto a los ancianos es básicamente el mismo que el de Pablo. Debemos prestar especial atención a los puntos principales en la exhortación de Pedro.
En primer lugar, él exhorta a los ancianos como un anciano más entre ellos, como un testigo de los padecimientos de Cristo y como un participante de la gloria que ha de ser revelada. Aunque aquí Pedro se refiere directamente a lo que él era, todos los ancianos deben ser testigos de Cristo, especialmente de Sus padecimientos, y ser participantes de la gloria que ha de ser revelada. Esto indica que debemos llevar una vida que está absolutamente unida con Cristo, una vida que es Cristo mismo. Esta vida es una vida de sufrimientos en esta era y una vida de gloria en el futuro. La palabra griega traducida “testigo” también significa “mártir”. Si somos mártires, aquellos que participan en los padecimientos de Cristo, seremos partícipes de la gloria en la era venidera.
Los requisitos que deben cumplir los ancianos no están relacionados con la capacidad, sino que tienen que ver por completo con su vida, su vivir y su persona. Ser un testigo que participa en los padecimientos de Cristo y ser un participante de la gloria que ha de ser revelada son asuntos que no están relacionados con lo que podemos hacer sino con lo que somos. Es posible ser una persona muy competente y a la vez no ser un testigo de Cristo ni un participante de la gloria. Por lo tanto, debemos preocuparnos más por lo que somos que por lo que podemos hacer. Un anciano debe ser un mártir, alguien que participa en la vida de Cristo. Debemos llevar una vida de sufrimientos porque Cristo, quien es el que sufre hoy, es vida para nosotros. Este vivir nos prepara y capacita para ser participantes de la gloria venidera. Un pensamiento básico en el Nuevo Testamento es que primero viene el sufrimiento y después la gloria (Ro. 8:17; 1 P. 1:11). Si padecemos con Cristo, ciertamente reinaremos con Él. Sin embargo, el pensamiento principal aquí es que el ancianato depende no de lo que podemos hacer, sino de lo que somos y de la clase de vida que llevamos.
En 1 Pedro 5:2a dice: “Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros”. Pedro también llama al Señor Jesús el Príncipe de los pastores (v. 4). A fin de entender el concepto del pastoreo y el martirio en 1 Pedro 5, debemos recordar las palabras que Pedro escuchó del Señor en Juan 10 y 21. Pedro le escuchó al Señor decir: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (10:11). La palabra griega traducida “vida” en este versículo es psujé, la cual se refiere a la vida del alma. El Señor no puso Su vida divina zoé, sino Su vida humana. Él, como el buen Pastor, sacrificó Su vida psujé por Su rebaño. Después de resucitar, el Señor buscó a Pedro y le preguntó: “¿Me amas?”. Pedro le respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Entonces el Señor le dijo: “Pastorea Mis ovejas” (21:16). Después que el Señor le encomendó a Pedro que fuera un pastor, profetizó que éste sufriría el martirio (vs. 18-19). Finalmente, Pedro murió como mártir por haber pastoreado el rebaño del Señor. Debido a que el Señor puso Su vida por Sus ovejas, Él fue el primer mártir; Él llevó una vida de sufrimientos por causa de Su rebaño. Luego Pedro fue otro mártir. Los ancianos hoy deben vivir como mártires, sacrificando sus vidas por causa de la iglesia, el rebaño de Dios.
Ser un anciano no solamente nos exige ser humildes, moderados y sensatos, sino también estar preparados para padecer como mártires por causa de la iglesia. El Señor, como el buen Pastor, puso Su vida por Sus ovejas. Hoy en día Él es el Príncipe de los pastores, y nosotros, como pastores juntamente con Él, debemos seguir Su modelo sacrificándonos y llevando la misma vida de sufrimientos que Él llevó, y ser mártires por causa del rebaño de Dios. El ancianato no sólo exige que demos hospitalidad, sino que además entreguemos la vida de nuestra alma como mártires. Debemos entregar nuestra vida y nuestro ser por la iglesia. Si tenemos tal espíritu de martirio, seremos un anciano apropiado aun cuando no seamos capaces de hablar y orar con elocuencia. Debemos estar dispuestos a dar nuestras vidas por la iglesia e incluso aspirar a ello. Debemos amar a los santos que están a nuestro cuidado, al grado en que demos la vida de nuestra alma por ellos. Si hacemos esto, seremos participantes de la gloria que ha de ser revelada. Si queremos ser pastores apropiados que cuidan del rebaño de Dios, debemos ser testigos de los padecimientos de Cristo y participantes de la gloria que ha de ser revelada.
En Hechos 20:28-29 Pablo les dijo a los ancianos de Éfeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto como los que vigilan, para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él ganó por Su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño”. En Mateo 10:16 el Señor dijo: “He aquí, Yo os envío como a ovejas en medio de lobos”. Debido a que hay lobos, los ancianos deben ser mártires a fin de pastorear el rebaño. Los lobos de la época del Señor y de los apóstoles eran principalmente los judaizantes, los judíos religiosos. Según el mismo principio hay religiosos hoy que, al igual que lobos, procuran hacer daño y destruir el rebaño de Dios. Cuando examinamos 1 Pedro 5 junto con Juan 10 y 21 y Hechos 20, vemos que para ser anciano se requiere tener un espíritu de mártir. Aunque quizás nunca suframos el martirio físico, debemos estar dispuestos a sacrificar nuestras vidas por la iglesia.
En 1 Pedro 5:2b dice: “Velando sobre él, no por fuerza, sino voluntariamente, según Dios; no por viles ganancias, sino con toda solicitud”. Aquí Pedro usa la palabra velando al dirigirse a los ancianos. De manera semejante, Pablo usa la expresión el que vigila para referirse a los ancianos (1 Ti. 3:1-2; Tit. 1:7). Velar sobre la iglesia no significa gobernarla, sino salvaguardarla, preservarla y protegerla al igual que un pastor vigila su rebaño. La frase no por fuerza, sino voluntariamente significa no hacerlo por obligación, presión o coacción. Es semejante a la manera en que una madre cuida de su hijo.
Según 1 Timoteo 5:17, algunos ancianos en aquella época eran sostenidos económicamente por las iglesias. De ahí la tentación de obtener alguna ganancia material. Por esta razón, Pedro escribió: “No por viles ganancias” (1 P. 5:2). Pablo habla de manera semejante en 1 Timoteo 6:5, donde dice: “Constantes altercados entre hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia”. Pablo sabía de algunos que fingían ser piadosos a fin de sacar dinero de otros. Esto es algo vergonzoso. El hermano Watchman Nee intencionalmente evitaba tener contacto especial con los santos adinerados, porque no procuraba viles ganancias. Debemos vencer la tentación de procurar ganancias por medios viles. Debemos amar a los santos de una manera sincera y estar dispuestos a dar nuestras vidas por ellos sin el pensamiento de obtener alguna ganancia material.
En 1 Pedro 5:3 dice: “No como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño”. Nosotros a diario ejercemos señorío sobre nuestros bienes, tales como nuestra casa, nuestros muebles y nuestros autos, pero los ancianos no deben enseñorearse de los santos, porque la iglesia no es posesión suya. La iglesia, la cual incluye a los ancianos, es posesión de Dios. Un anciano no debe ser señor ni considerar la iglesia ni los santos como su posesión; en vez de ello, debe ser un ejemplo. El hecho de que los ancianos sean un ejemplo indica que ellos están en el mismo nivel que los demás santos.
El versículo 4 dice: “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. Recibir la corona inmarcesible de gloria es ser participante de la gloria que ha de ser revelada. El Señor es el Príncipe de los pastores, y llegó a ser un mártir por causa de Su rebaño. En cierto sentido, Él todavía sigue sufriendo. Por esta razón, los ancianos, quienes son pastores juntamente con Él, también deben sufrir por causa del rebaño, sabiendo que un día estarán con Él en gloria.
El versículo 5a dice: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo”. La palabra igualmente indica que los ancianos están en el mismo nivel que los hermanos jóvenes. Según nuestro pensamiento natural, los jóvenes deben ser humildes con los de más edad, pero los de más edad no necesitan ser humildes con los jóvenes. Este pensamiento ubica a los ancianos y a los jóvenes en niveles diferentes y crea rangos en el que los jóvenes que están en un rango inferior, se sujetan a los ancianos, que tienen un rango más alto. Sin embargo, la palabra todos, que aparece en el versículo 5, nos ubica a todos en el mismo nivel. En la iglesia no existen rangos. La palabra ceñíos describe la manera en que un siervo se pone un delantal para servir. El hecho de que los ancianos se ciñan de humildad indica que ellos son los que sirven. Este pensamiento es muy precioso. Los ancianos deben abandonar cualquier pensamiento de que ellos son superiores a otros. En vez de ser los que gobiernan, ellos deben servir a los santos. Pablo tenía el mismo pensamiento básico cuando escribió: “No un recién convertido, no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo” (1 Ti. 3:6). Estos dos apóstoles tenían la misma preocupación de que hubiera orgullo entre los ancianos.
En el ancianato hay dos tentaciones principales: la de obtener viles ganancias y la de ser orgullosos. Si el amor que un hermano que ejerce el liderazgo siente por la iglesia lo lleva a laborar de tiempo completo para cuidar de la iglesia, es posible que los santos lo honren dándole para su sostenimiento material. Sin embargo, si su intención es obtener un sostenimiento, estará buscando obtener ganancias por medios viles. Debemos rechazar esta tentación. La otra tentación consiste en que los ancianos piensen que por el hecho de ser ancianos, tienen un rango especial y son superiores a los demás. Los que piensan así han caído en el foso del orgullo. Debemos estar alertas con respecto a estas tentaciones.
En su exhortación, Pedro no ubica a los ancianos en un rango superior a los demás santos, sino que ubica a todos los creyentes en el mismo nivel. Esto es importante. Como ancianos, no debemos pensar que tenemos un rango diferente al de los demás santos. En lugar de ello, debemos considerarnos inferiores a los demás porque servimos a los santos. Los que sirven siempre son inferiores a los que son servidos (cfr. Lc. 22:27). Debido a que nosotros los ancianos somos los servidores, continuamente debemos ceñirnos de humildad.
En 1 Pedro 5:5b dice: “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”. La iglesia necesita ancianos que sean verdaderamente humildes, puesto que ellos atraerán la gracia. He conocido muchas iglesias donde había carencia de gracia debido a la soberbia de los ancianos. La soberbia de los ancianos impide que la gracia de Dios venga a la iglesia, mientras que la humildad de los ancianos hace que el fluir viviente de gracia venga continuamente a la iglesia. Por lo tanto, si los ancianos son humildes u orgullosos hace una gran diferencia.
El versículo 6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo”. Los versículos 5 y 6 tienen que ver con la humildad. Debemos humillarnos porque el orgullo impide que la gracia de Dios venga a nosotros. Si nos humillamos, Dios nos exaltará a su debido tiempo, o sea, en la era venidera. Los versículos 1 y 4 también aluden a la era venidera. La era presente no es el tiempo para ser exaltados, sino para humillarnos.
El versículo 7 dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por vosotros”. Debido a que este versículo a menudo ha sido citado fuera de contexto, es necesario ver que éste continúa el pensamiento de los versículos anteriores. Por lo tanto, la ansiedad mencionada en este versículo es la ansiedad que proviene de nuestra preocupación por las iglesias. Como ancianos que somos, no debemos estar ansiosos ni preocupados por nuestras posesiones ni por nuestra familia, sino por la iglesia y por los santos. No debemos ser indiferentes a la condición de la iglesia. Debe haber momentos en los que nos sintamos tan cargados y ansiosos por la iglesia que perdamos el sueño. En esos momentos, debemos aprender a echar toda ansiedad que tengamos por la iglesia sobre el Señor porque Él cuida de la iglesia y de los ancianos. En 2 Corintios 11:28 Pablo escribe: “Además de otras cosas no mencionadas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. Pablo probablemente no estaba ansioso por ninguna otra cosa que no fuera la iglesia. Los ancianos deben seguir este ejemplo.
Pregunta: Cuando los santos vienen a los ancianos a pedirles su consejo con respecto a alguna situación práctica, ¿cómo debemos ayudarlos sin enseñorearnos de ellos?
Respuesta: Es muy fácil, espontáneo y natural que un anciano gobierne o ejerza señorío sobre otros; es muy difícil que no gobierne a otros. Hace poco noté que incluso a mi pequeña nieta le gusta gobernar a otros. A nuestro hombre natural le gusta gobernar al igual que un rey. Por lo tanto, cuando un hermano llega a ser anciano, su tendencia natural será tratar de gobernar la iglesia. Esto les sucede incluso a aquellos que no son ambiciosos. Por lo tanto, tenemos que pelear la batalla para resistir esta tendencia. Pedro usa palabras y expresiones muy enfáticas cuando dice que los ancianos no deben tener señorío sobre lo que les ha sido asignado y que deben ceñirse de humildad. Los que piensan de una manera natural quizás se ofendan con estas palabras. Es una vergüenza si los ancianos se comportan como reyes y tratan a los santos como sus sirvientes. Como ancianos, debemos consideranos a nosotros mismos como siervos de los santos.
Los ancianos deben servir a la iglesia como mártires que están listos para dar sus vidas por la iglesia. No debemos ser jueces. Debemos amar y cuidar de los santos como padres que aman a sus hijos y como pastores que cuidan de sus rebaños. Debemos renunciar a todos nuestros conceptos, prácticas y tendencias naturales, y ver la luz que no existen rangos en la iglesia. Los ancianos sirven a los santos, y puesto que aman y cuidan de la iglesia, ellos sienten una profunda preocupación por la condición de la iglesia y por el crecimiento en vida de los santos. Sin embargo, al mismo tiempo deben echar esta ansiedad sobre el Señor, confiando en Él, porque Él cuida de la iglesia y de los ancianos.
Pregunta: ¿Cómo debemos aplicar esta palabra en nuestras localidades?
Respuesta: Los hermanos que asumen el liderazgo en cada localidad deben tener comunión y orar juntos. Los ancianos pueden frustrar en gran medida el avance en el recobro del Señor o pueden ayudar en gran medida dicho avance. Si bien los apóstoles son importantes, el mover del Señor depende más de los ancianos porque ellos son directamente responsables por las iglesias. Por lo tanto, es necesario que el ancianato sea apropiado a fin de que el Señor pueda avanzar. En términos prácticos, la economía de Dios depende del ancianato. Incluso cuando Dios le habló a Israel en los tiempos del Antiguo Testamento, en más de una ocasión le habló directamente a los ancianos (cfr. Jer. 29:1). El apóstol Pablo mandó llamar a los ancianos de la iglesia en Éfeso y les habló a ellos porque la condición de la iglesia en ese lugar dependía mucho de los ancianos (Hch. 20:17). Por lo tanto, los ancianos en las iglesias hoy deben apartar tiempo para tener comunión y orar juntos en cuanto al concepto que tienen del ancianato. Nuestro concepto es el factor básico. Si tenemos el concepto apropiado, todo lo demás lo seguirá.
El Nuevo Testamento menciona a los ancianos y los diáconos, pero no nos da instrucciones detalladas en cuanto a cómo ellos ejercen su administración. Si en una iglesia la administración es demasiado fuerte, ello podrá hacer que los servidores pierdan interés en buscar al espíritu y vida. Los pasajes de 1 Timoteo 3:1-13 y 1 Pedro 5:1-7 tienen que ver con la vida de los servidores. Por consiguiente, ser un anciano o diácono no tiene que ver tanto con la administración como con el hecho de llevar una vida apropiada. Aunque no acostumbro a dar sugerencias a las iglesias, cuando la iglesia en Anaheim se mudó a un nuevo edificio en 1976, les pedí a los hermanos que acabaran con los grupos de servicio, porque noté que se estaba erigiendo una jerarquía. El servicio en la iglesia no debe depender de la organización de tales grupos de servicio. Asimismo, cuando visité a la iglesia en Taiwán en el pasado y noté los diferentes formularios que se habían establecido en el servicio de la oficina, les pedí a los ancianos que acabaran con esos formularios. Cuando fui a Taipéi en 1975, noté que muchos de los ancianos, diáconos, diaconizas y líderes de las reuniones de hogar no estaban activos en su servicio, sino simplemente ocupando posiciones administrativas. Les mostré que en un periodo de veinticinco años gradualmente se había acumulado una administración organizativa que había echado fuera al espíritu y vida. Les sugerí a muchos que abandonaran sus posiciones administrativas y dedicaran más tiempo a buscar al Señor en oración. Centenares de hermanos renunciaron, y muchos de ellos se sintieron contentos de estar libres. Al principio algunos se sintieron muy incómodos porque su posición se había convertido en una especie de muleta. Sin embargo, cuando los visité de nuevo en 1977, la situación era muy positiva. No obstante, me preocupa que una administración innecesariamente grande gradualmente pueda regresar.