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Mensajes del libro «Principios básicos para poner en práctica la vida de iglesia»
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CAPÍTULO TRES

LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA

  Lectura bíblica: Ef. 5:22-25; Gá. 3:27-28; 1 Co. 12:12-13

  En los capítulos anteriores vimos que la iglesia es el pensamiento central, el centro, del propósito eterno de Dios. Antes de la era neotestamentaria, la iglesia nunca le fue revelada a nadie; más bien, estaba escondida como un misterio en Dios, quien creó el universo entero. La fuente de la iglesia es Cristo mismo, así que la iglesia es el aumento de Cristo. La función de la iglesia es ser el Cuerpo de Cristo y la casa de Dios. Por otra parte, la práctica de la iglesia es local, y no universal; además, la iglesia se expresa en las localidades, su contenido es Cristo y ella tiene un orden apropiado.

  Podemos ver el orden apropiado de la iglesia en Filipenses 1:1, un versículo que menciona a los santos, a los que vigilan —que son los ancianos—, y a los diáconos. En la iglesia están los santos, que son los miembros, y entre los santos están los ancianos y los diáconos. Por una parte, entendemos que en la iglesia no hay ninguna organización humana, pero por otra, las Escrituras dicen claramente que existe un orden en la iglesia. Basándonos tanto en las enseñanzas de las Escrituras como también en nuestra propia experiencia, podemos ver que sin este orden dispuesto por el Espíritu Santo, no habría posibilidad de experimentar la verdadera vida de iglesia, es decir, la verdadera práctica de la iglesia. Llevar la iglesia a la práctica depende de este orden dispuesto por el Espíritu Santo.

  En este capítulo llegamos al noveno punto acerca de la iglesia: la autoridad en la iglesia. El orden de la iglesia procede de la autoridad en la iglesia. Debemos considerar en detalle qué es la autoridad en la iglesia. Se nos dice claramente que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y la casa de Dios. Ciertamente existe autoridad en nuestro cuerpo, y también existe autoridad en una casa, es decir, en una familia. Sin autoridad, nuestra casa sería un desastre. Del mismo modo, con tal que un cuerpo esté vivo y sano, existirá autoridad en él, pero si se convierte en un cadáver y deja de ser un cuerpo viviente, ya no habrá más autoridad en él. Si existe un cuerpo viviente, allí debe haber autoridad, y si hay una familia o un hogar, allí también debe haber autoridad. Este ejemplo muestra que en la iglesia existe una autoridad establecida.

EL SEÑORÍO DE CRISTO Y SU AUTORIDAD COMO CABEZA

  La autoridad de un cuerpo es la cabeza. Cuando una persona está de pie, ¿es el cuerpo el que sostiene a la cabeza, o es la cabeza la que sostiene al cuerpo? Si le cortáramos la cabeza a un hombre, su cuerpo inmediatamente se desplomaría. Sin la cabeza, el cuerpo no puede sostenerse de pie. Pareciera que el cuerpo sostiene a la cabeza, pero en realidad es la cabeza la que sostiene al cuerpo. Por tanto, la cabeza es la autoridad. La Cabeza de la iglesia es Cristo el Señor, y la autoridad en la iglesia es la autoridad que Cristo posee como Cabeza. Hemos visto claramente que en la iglesia debe haber un orden, pero debemos saber que este orden procede de Cristo como Cabeza. Debemos reconocer, honrar y respetar la autoridad del Señor como Cabeza. Si no nos sometemos al Señor como Cabeza, nunca habrá el debido orden en la iglesia. En muchas ocasiones durante los últimos años, hermanos y hermanas han venido a mí y me han dicho: “Hermano Lee, simplemente no estoy de acuerdo con algunos de los ancianos”. Cada vez que alguien me ha traído este problema, le pregunto: “¿En este momento, en cuanto a este asunto, está usted sometido al Señor como Cabeza?”. Invariablemente, todos admiten que no se han sometido a la Cabeza. Yo respondo: “Primero, usted debe ser recto con el Señor. Sométase al Señor como Cabeza, y entonces tendrá claridad”.

  Cuando viajé al occidente, a los Estados Unidos y a Europa, muchos amigos me dijeron: “Las personas en el Lejano Oriente son más sumisas, mientras que en el occidente las personas son más independientes. Probablemente es fácil que los hermanos y hermanas del Lejano Oriente pongan en práctica el orden de la iglesia”. Sin embargo, no deben sentir tanto aprecio por los orientales. A decir verdad, es muy difícil tratar con los japoneses y con los chinos. No estoy a favor ni en contra de los orientales ni de los occidentales. Todos los orientales y todos los occidentales son descendientes de Adán. No hay diferencia entre nosotros, pues todos pertenecemos al linaje de Adán. Esto no tiene que ver con el oriente ni con el occidente; más bien, todo depende de si estamos bajo la autoridad de Cristo como Cabeza y de si hemos aprendido la lección de someternos a la autoridad del Señor. A fin de guardar el orden correcto en la iglesia y entre los santos, debemos estar bajo el señorío y la autoridad del Señor como Cabeza. La autoridad en la iglesia es la autoridad del Señor como Cabeza.

PRACTICAR LA VIDA DE IGLESIA SOMETIÉNDONOS AL SEÑOR COMO CABEZA

  En ocasiones, algunos ancianos han venido a mí diciéndome: “Sencillamente no sé cómo ser anciano, así que deseo renunciar al cargo de anciano”. Les he respondido a tales hermanos según el mismo principio, preguntándoles: “¿Usted siente que en este momento está sometiéndose al Señor como Cabeza? Sólo hay una manera de ser anciano, y esto conlleva someterse a la autoridad del Señor como Cabeza. Cuanto más se someta al Señor como Cabeza, más apto y equipado será para ejercer su función como anciano”.

  En una ocasión di un mensaje sobre el tema de la autoridad como cabeza, y puse como ejemplo la necesidad de que haya un orden entre el marido y su esposa. El marido es la cabeza, y la esposa es quien debe someterse. Dicho mensaje estaba verdaderamente ungido, y cierto hermano que lo escuchó fue conmovido. Él lamentó que en el pasado no hubiera sido una cabeza apropiada para su familia, así que oró: “Señor, a partir de hoy, ayúdame a ser la cabeza de mi familia”. Después de la reunión se fue a casa y le dijo a su esposa: “A partir de ahora, yo soy la cabeza”, y comenzó a practicar, día tras día, a ser la cabeza de la familia. Poco tiempo después, empezaron los problemas, ya que su esposa no podía tolerarlo. Ella vino a mí y me preguntó: “Hermano Lee, ¿qué clase de cabeza son los hermanos? Simplemente no puedo someterme a esta clase de cabeza”. Finalmente descubrí que ninguno de los dos estaba sometido a la autoridad de Cristo como Cabeza: el marido no se sometía, ni tampoco la esposa. No existía verdadera autoridad, así que no había orden. Le pregunté al hermano: “Cuando usted ejerce su autoridad como cabeza, ¿está sometido a la autoridad del Señor como Cabeza?”. Es incorrecto practicar cualquier clase de autoridad si no estamos sometidos a la autoridad del Señor como Cabeza.

  En Efesios 5 se le dice a la esposa que se someta a su esposo, pero, además, se le dice al esposo que ame a su esposa y no que gobierne sobre ella. Los ancianos deben cuidar de los santos según este mismo principio. En 1934 yo era muy joven, pero debido a que el hermano Watchman Nee estuvo ausente durante mucho tiempo, el Señor puso en mis manos la responsabilidad de la iglesia y de la obra en Shanghai. Un día, los ancianos vinieron a mí y me contaron algunos problemas relacionados con los hermanos y las hermanas. Comprendí que estos ancianos estaban intentando ejercer su autoridad como ancianos y estaban pasando por alto demostrar su amor a los santos. Llevé este asunto al Señor. Mientras estaba delante del Señor un día, Él me reveló en Su Palabra que el marido es la cabeza, pero la Palabra no le dice al marido que gobierne o rija sobre su esposa, sino que la ame. Los ancianos tienen autoridad, pero no deben imponerla; más bien, deben expresar su amor hacia todos y extender su amor a todos. Esto es simplemente someterse a la autoridad del Señor como Cabeza.

  La autoridad del Señor como Cabeza es la autoridad en la iglesia. Si deseamos practicar la vida de iglesia, tenemos que aprender la lección de someternos siempre a la autoridad del Señor como Cabeza. El Señor es la Cabeza, y todos nosotros somos miembros que estamos bajo Su autoridad. Si nuestra relación con la Cabeza no es apropiada, no seremos rectos con el Cuerpo ni tampoco con los miembros. Cuando estamos relacionados apropiadamente con la Cabeza, somos rectos con todos los miembros y con todo el Cuerpo. Si no estamos sometidos a la autoridad de Cristo, no tenemos base alguna para corregir a los hermanos y a las hermanas. Si queremos decirles algo a ellos, debemos primero someternos a la autoridad del Señor como Cabeza. Si no nos sometemos al Señor como Cabeza y, aún así, reprendemos a los hermanos y las hermanas, entonces se pone de manifiesto que somos rebeldes. Somos rebeldes en contra del Señor y en contra del Cuerpo, que es la iglesia. No piensen que es más fácil tratar con las iglesias del Lejano Oriente que con las del occidente. Digo enfáticamente que no es así. Muchas veces los que estaban en el Lejano Oriente han venido a nosotros para hablar sobre la iglesia de una manera rebelde.

  Debemos entender que si hemos de practicar la verdadera vida de iglesia, tenemos que someternos a la autoridad de Cristo como Cabeza. Cuando estemos a punto de decirles algo a los hermanos y a las hermanas, primero debemos comprobar si realmente estamos sometidos a Cristo como Cabeza; si no lo estamos, debemos detenernos. Si no estamos sometidos a la Cabeza, y decimos algo sobre la iglesia, estaremos hablando de manera rebelde. No importa cuán agradable sea nuestra actitud, ciertamente será falsa e hipócrita. Nuestra verdadera necesidad es someternos a la autoridad de Cristo como Cabeza. Si nos sometemos a Su autoridad, tendremos un motivo puro y una actitud correcta, incluso si hablamos francamente. Pero si no nos sometemos a Cristo como Cabeza y simplemente fingimos ser agradables, actuaremos políticamente; estaremos jugando a la política entre los santos.

  Debemos ser sinceros, abiertos y francos. Por supuesto, también debemos ser corteses y agradables, pero no debemos fingir. Una persona que se somete a la autoridad de Cristo como Cabeza, es verdadera, real y sincera. Quizás le abramos nuestro corazón a un hermano para decirle algo de una manera seria y franca, incluso con palabras firmes, pero si nos sometemos al Señor como Cabeza, el Espíritu Santo dentro de su espíritu testificará por nosotros que nuestro motivo es puro y que nuestra actitud es correcta. En cambio, si no nos sometemos al Señor como Cabeza y vamos a un hermano fingiendo que somos buenos y espirituales, estaremos jugando a la política y seremos hipócritas entre los santos. En este caso, el Espíritu Santo no podrá dar testimonio por nosotros. La iglesia ha sufrido daño continuamente por esta clase de maniobras políticas. No debemos hacer ninguna maniobra política. Todos nosotros, especialmente los que llevan la delantera, debemos someternos a la autoridad de la Cabeza.

  Cuando el pueblo de Israel se rebeló, Moisés y Aarón no jugaron a la política ni maniobraron. Ellos simplemente se arrodillaron e inclinaron la cabeza delante del Señor, tomaron al Señor como Cabeza, aceptaron Su autoridad y permitieron que Él actuara. Lo que dijeron después de eso, lo hicieron de manera franca, abierta y directa. Ésta es la manera correcta de experimentar la autoridad, el señorío, de Cristo como Cabeza en la iglesia. No tenemos un papa entre nosotros tal como lo tiene la Iglesia Católica, a quien todos los santos deban someterse. Ejercer la autoridad de esta manera es algo diabólico; procede del Hades y no de la Nueva Jerusalén. Al contrario, todos debemos experimentar la autoridad de Cristo como Cabeza. La mejor forma de glorificar a Cristo y de honrar al Señor es tomarlo como nuestra Cabeza, orando: “Señor, Tú eres la Cabeza. Te tomo como la Cabeza, y hablo y actúo de manera genuina. Estoy sometido a Ti como mi Cabeza”.

  No sólo los más jóvenes entre nosotros deben someterse a Cristo y permanecer bajo Su autoridad como Cabeza; incluso el mayor debe someterse a Cristo como Cabeza. Si todos los que estamos en la iglesia experimentamos a Cristo como nuestra Cabeza, automáticamente habrá un orden maravilloso y espiritual entre nosotros. Habrá una situación en la que todos sabremos dónde estamos y cuál es nuestra posición correcta respecto al orden de la iglesia. Si en una familia hay muchos miembros, y todos los miembros son cristianos verdaderos, sanos y espirituales, quienes reconocen a Cristo como Cabeza y se someten a Él en su hogar, entonces habrá un orden agradable y espiritual en esa familia. En tal familia, incluso el más joven sabrá cuál es su lugar y posición, y todos estarán correctamente relacionados en cuanto al orden de la familia. Pero si nadie en la familia toma a Cristo como Cabeza, todos pelearán y discutirán entre sí. Entonces, incluso el menor querrá ser el mayor, y el último querrá ser el primero. Habrá desorden en esa familia debido a que no se han sometido a la autoridad del Señor como Cabeza.

EL PROBLEMA CON RESPECTO A QUE HAYA HERMANOS Y HERMANAS EN LA IGLESIA

  La iglesia tiene tanto hermanos como hermanas. En muchos lugares, especialmente hoy, las hermanas no están dispuestas a someterse a los hermanos. Algunas hermanas han venido a mí, diciendo: “¿Acaso las hermanas no son iguales a los hermanos? ¿No hay igualdad entre nosotros? ¿Usted cree que los hermanos son mejores?”. Incluso he conocido hermanos que se ponen del lado de las hermanas, diciendo: “No estamos de acuerdo en que los hermanos tengan una posición más elevada que las hermanas. Todos somos humanos. ¿Por qué tenemos que ser diferentes de las hermanas?”.

  Gálatas 3:27-28 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. La expresión no hay judío ni griego indica que en Cristo el problema de las razas ha sido eliminado; la expresión [no hay] esclavo ni libre significa que en Cristo el problema de las clases sociales ha sido eliminado; y la expresión [no hay] varón ni mujer indica que en Cristo el problema de las diferencias entre los sexos también ha sido eliminado. En 1 Corintios 12:12-13 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo. Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Gálatas 3 dice que hemos sido bautizados en Cristo, mientras que en 1 Corintios 12 dice que hemos sido bautizados en un solo Cuerpo. Sin embargo, en 1 Corintios 12 no se menciona el varón ni la mujer. En Cristo, el problema con respecto a que haya varón y mujer ha sido eliminado, pero en la iglesia sigue habiendo varón y mujer. Si no existiera el problema de las diferencias entre varones y mujeres, no habría necesidad de hablar acerca de cubrirse la cabeza, como lo vemos en el capítulo anterior, en el capítulo once, ni habría necesidad de hablar sobre la posición de las hermanas en las reuniones de la iglesia, como lo vemos en el capítulo catorce.

  En Cristo, el problema racial, el problema social y el problema de las diferencias entre los sexos han sido eliminados. Pero en la iglesia, si bien el problema racial y el problema social han desaparecido, el problema de las diferencias entre varones y mujeres persiste. Por tanto, cuando las hermanas o los hermanos vienen a preguntar por qué existe una diferencia entre los hombres y las mujeres, o si sentimos que las mujeres deben someterse a los hombres, la única respuesta es hacerles la siguiente pregunta: “¿Usted toma a Cristo como Cabeza? ¿Se somete usted a la autoridad de Cristo como Cabeza?”. Esto soluciona el problema. Si todos los hermanos y las hermanas que tienen este problema acudieran al Señor a fin de someterse a Él y tomar a Cristo como Cabeza, dicho problema se solucionaría.

EXPERIMENTAR LA AUTORIDAD DE CRISTO COMO NUESTRA CABEZA DE UNA MANERA PRÁCTICA

  El orden en la iglesia surge como resultado de que experimentemos la autoridad de Cristo como nuestra Cabeza de una manera práctica. Si cada uno de nosotros se sometiera a la autoridad de Cristo y verdaderamente tomara Su señorío, no habría ningún problema. No habría discusiones; antes bien, se produciría un orden agradable y espiritual entre nosotros. No conseguiremos nada por medio de las doctrinas, las enseñanzas y las discusiones. Podemos discutir diariamente hasta que regrese el Señor, pero no solucionaríamos el problema. Sin embargo, si todos y cada uno de nosotros nos sometiéramos a Cristo como Cabeza y oráramos, diciendo: “Señor, Tú eres la Cabeza; acepto Tu autoridad como Cabeza en mi vida de una manera práctica”, todos los problemas se solucionarían. Los problemas no se resuelven por medio de doctrinas ni enseñanzas, sino al experimentar la autoridad de Cristo como nuestra Cabeza.

  Debo hablar seriamente. ¿Se dan cuenta de que existe una naturaleza rebelde dentro de nosotros? Hay un elemento, una esencia, dentro de nosotros que siempre se rebela. El problema en la iglesia es el problema de la rebelión; a nadie le gusta someterse a otros. Esto causa daño y estropea la vida de iglesia. Les ruego que reciban estas palabras de uno de sus hermanos. Si hemos de practicar la vida de iglesia con sinceridad, debemos someternos a Cristo como Cabeza y aceptar la autoridad del Señor. Si no lo hacemos, no habrá manera de poner en práctica la verdadera vida de iglesia. Podemos reunirnos todo el tiempo, pero no experimentaremos la realidad de la vida de iglesia. Simplemente seremos falsos, fingiendo y aparentando; pero jamás seremos personas genuinas. A fin de tener la verdadera vida de iglesia, debemos someternos. No debemos intentar someternos a otros, sino que simplemente debemos someternos a la autoridad de Cristo como Cabeza. Entonces experimentaremos el debido orden en la iglesia. Éste no es un problema entre nosotros y los demás, sino entre nosotros y la Cabeza. Si hay un problema entre los hermanos o entre las hermanas, esto significa que hay un problema entre ellos y Cristo, la Cabeza. Sin duda alguna, si nuestra relación con la Cabeza está bien, entonces nuestra relación con los demás también estará bien. Participaremos en la verdadera vida de iglesia solamente cuando experimentemos la autoridad del Señor como nuestra Cabeza de una manera práctica.

  No es nuestra intención organizar algo entre los cristianos, ni buscamos establecer una iglesia de otro tipo. No, eso es algo caído; ése no es el recobro del Señor. En cambio, nos pesa la carga de que en estos últimos días el Señor recobre la verdadera vida de iglesia entre Sus hijos, una vida de iglesia que exprese a Cristo y que introduzca el reino venidero de Dios. Existe una gran necesidad de que se produzca la verdadera vida de iglesia. La verdadera vida de iglesia requiere que sepamos ejercitarnos para aplicar a Cristo como nuestra vida y para experimentar Su autoridad como Cabeza entre nosotros. Vivimos por Él y vivimos sometidos a Él. Él es nuestra vida, y Él es nuestra Cabeza. Ésta es la única manera en la que podemos practicar la verdadera vida de iglesia, y es la única manera en la que todos los problemas podrán resolverse.

  Ningún problema se soluciona por medio de discusiones o argumentos. La historia de la iglesia demuestra que las discusiones nunca consiguen nada. De hecho, cuanto más discutimos, más molestias y problemas tenemos. Sometámonos a la autoridad de Cristo como Cabeza. Tenemos que practicar tomar al Señor como nuestra Cabeza y aceptar Su autoridad entre nosotros de una manera práctica. Si vamos a discutir con un hermano, primero debemos examinarnos a nosotros mismos y preguntarnos: “¿Estoy sometido a la autoridad de Cristo como Cabeza?”. Si nos examinamos de esta manera, todos nuestros argumentos desaparecerán. La autoridad del Señor como Cabeza es la respuesta a todos nuestros argumentos.

  Debemos ver claramente que es necesario que exista un orden espiritual en la iglesia, y dicho orden surge sólo como resultado de que experimentemos la autoridad de Cristo como nuestra Cabeza de una manera práctica. Si éste no es nuestro caso, será imposible que practiquemos la verdadera vida de iglesia. Busquemos al Señor con respecto a este asunto. Esto es muy básico y muy vital. Si experimentamos esto, tendremos la vida de iglesia; si no lo experimentamos, la vida de iglesia se desvanecerá.

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