
Pregunta: ¿En qué consiste la consagración, y qué significa seguir el camino del Señor?
Respuesta: La consagración de un verdadero creyente consiste en que él permita que Dios entre y obre en él. Si usted desea que Dios obre de esta manera, debe aprender a seguir el sentir de su espíritu. Cuando usted sienta en su espíritu que Dios le exige hacer algo, debe actuar conforme a ello; cuando sienta en su espíritu que Dios desea que usted se deshaga de algo, debe obedecerle; y cuando sienta en su espíritu que Dios quiere que usted sea quebrantado en algún área, debe aceptar Su quebrantamiento. En esto consiste la consagración, y esto es lo que significa seguir el camino del Señor.
No es tan difícil conocer el camino del Señor. Es sólo cuando verdaderamente queremos que Dios obre en nosotros y deseamos seguir Su camino que nos sentimos ansiosos. Nosotros los seres humanos somos torcidos por naturaleza, pues siempre que interiormente sentimos que se nos exige hacer algo, por lo general lo rechazamos. Cuando tenemos cierto sentir, lo postergamos por un rato y luego lo anulamos. En el momento en que tenemos que aprender una lección que implica nuestro quebrantamiento, la rechazamos y luego nos escapamos. Algunos creyentes han tenido muchas de estas experiencias. Algunos no permiten que Dios pase a través de ellos ni obre en ellos, ni siquiera un día en todo el año. Quizás algunos jamás hayan permitido que Dios pase a través de ellos u obre en ellos durante toda su vida cristiana. Algunos hermanos y hermanas se consagran a sí mismos con frecuencia, y su consagración es genuina; sin embargo, cada vez que se encuentran con algo que Dios les exige, desechan dicha exigencia dando excusas.
Hace más de diez años un hermano, que también era un colaborador, me preguntó: “¿Ve usted en mí algún problema?”. Después de mirarlo detenidamente por un momento, le dije: “¿Quiere que le diga la verdad?”. Me respondió que sí con una sonrisa y entonces le dije con franqueza: “Usted tiene un problema y es que le gusta argumentar”. Él dijo: “Reconozco que tengo ese problema, pero...”. Entonces de inmediato, señalándole le dije: “Precisamente, este ‘pero’ es su problema. Rara vez usted verdaderamente acepta lo que otros le dicen. Aparentemente lo acepta, pero después añade un ‘pero’ o un ‘sin embargo’. Ése es su problema. Rara vez usted ha recibido completamente lo que Dios le dice y ha obedecido al sentir que Él le da. Aparentemente usted está de acuerdo con Él, pero al final siempre añade un ‘pero’ o un ‘sin embargo’. Usted recibe cualquier dirección que Dios le da, pero al final siempre agrega un ‘sin embargo’. Sus argumentos son el gran problema que usted tiene”. Me respondió: “Hermano Lee, sí, lo reconozco, pero...”.
Es muy difícil que los problemas que una persona tiene con su ser natural sean eliminados delante de Dios. Ese día estuve hablando con ese hermano al menos durante dos horas, pero al final continuó diciendo: “Hermano Lee, admito que todo lo que usted me ha dicho es cierto, pero...”. Al final siempre decía: “Usted tiene razón, pero...”. Después de estar hablando con él por dos horas, seguía diciendo “sin embargo”, “pero”, “aun así”, “no obstante”. Espero que este ejemplo los alumbre a fin de que entiendan cuán difícil es que seamos quebrantados.
Muchos hermanos y hermanas desean andar por el camino del Señor, pero cuando les llega el momento en que tienen que andar en él, casi siempre añaden un “pero”, un “aun así”, un “no obstante” o un “sin embargo”. Como resultado, quedan acabados. Ése día le hablé a este hermano con severidad y le dije: “Hermano, usted es como una piedra muy lisa. Cuando alguien lo toca por un lado, usted se voltea para el otro lado; y luego, cuando alguien lo toca por ese otro lado, se voltea para este lado. No hay martillo que lo mantenga a usted en un lugar fijo. Otros hermanos son cuadrados que fácilmente pueden ser quebrantados; pero usted es el único que es como una esfera. No importa qué luz haya recibido, usted siempre se aleja “rodando” al contestar con un ‘sin embargo’ y después vuelve a rodar al decir ‘pero’”.
Algunos santos han estado delante del Señor por muchos años, pero nunca han sido quebrantados y jamás se han sometido. Pareciera que realmente han tomado la firme decisión de seguir el camino del Señor, pero cada vez que se les exige algo, se alejan “rodando”. Esto lo hacen sin ninguna intención. Por ejemplo, si yo tengo una piedra cúbica, permanecerá en el mismo lugar no importa qué instrumento use para golpearla desde arriba. Pero si tengo una canica, rodará con el primer martillazo. No es que la canica decida rodar a propósito, sino que rueda simplemente porque tiene forma esférica. Es posible que los santos que son como canicas digan que están dispuestos a ser quebrantados; no obstante, una vez que surja una situación práctica, automáticamente la evadirán.
En principio, éste es un problema que muchos de nosotros tenemos. Es difícil encontrar a un hermano o a una hermana que sinceramente puedan decir: “Oh Señor, te doy mi consentimiento, golpéame; aquí permaneceré. Incluso si te equivocas al golpearme, lo aceptaré”. Son muy pocos los cristianos que son así. La mayoría haría esta pregunta: “Al proceder conforme al sentir interior, ¿no es posible cometer errores? ¿No deberíamos mejor considerar las cosas cuidadosamente antes de actuar conforme al sentir interior?”. No obstante, en el momento en que empezamos a considerar las cosas, estamos reservándonos una puerta de escape. Si continuamos considerando el asunto, la puerta se hará más ancha. Ciertamente no es fácil que usted se consagre en el altar y acepte el quebrantamiento, porque en el momento en que Dios viene a guiarlo y a quebrantarlo, usted empieza a tener muchos razonamientos. De hecho, todos estos razonamientos no son otra cosa que “sin embargos”, “peros” o “no obstantes”.
Una persona que verdaderamente se consagra al Señor, una vez que recibe un sentir en su interior, no lo piensa mucho. Lo único que piensa es que teme perder el sentir que Dios le ha dado. La autobiografía de Madame Guyon es muy útil al menos en dos asuntos. Mucha gente está de acuerdo en que ella aceptaba la obra de la cruz; sin embargo, hay otro asunto que vale la pena resaltar. Ella no sólo aceptaba la cruz, sino que además la recibía con agrado. Hoy en día cuando la mayoría de los cristianos tienen cierto sentir, lo piensan una y otra vez, diciendo que temen a las dificultades que puedan surgir si se equivocan al obedecer dicho sentir.
Esta clase de pensamientos aparentemente provienen del temor a equivocarse, pero en realidad provienen del temor a las dificultades. Lo que menos tememos es obedecer equivocadamente y, como consecuencia, ofender a Dios; nuestro principal temor es que si nos equivocamos al obedecer podamos sufrir. La mayoría de nuestros pensamientos no se deben al temor de que al cometer algún error perdamos nuestra comunión con Dios, sino al temor de sufrir alguna pérdida como consecuencia del error cometido.
Lo más loable de Madame Guyon, delante del Señor, era que ella no temía que su sentir pudiera estar equivocado, sino más bien, que su “yo” no sufriera ninguna pérdida. Si tenemos este tipo de motivación, no razonaremos tanto cuando Dios nos dé cierto sentir. Todos los hermanos que ejercen el liderazgo deben entender que aunque muchos santos se consagran de una manera sincera, cuando verdaderamente Dios les da un sentir, ellos lo rehuyen. Rehuir este sentir es muy fácil, así como también lo es perder la presencia del Señor. Solamente hay una “pared”, pero son muchas las “puertas de escape”, hay muchos “peros”, “sin embargos”, “quizás” y “aun así”. Espero que todos nos ejercitemos en cerrar las puertas de escape cada vez que éstas se abran.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre nuestros pensamientos y el resplandor de Dios?
Respuesta: Muchos cristianos se preguntan cómo saber si cierto sentimiento ha sido puesto por Dios o si proviene de Dios. En otras palabras, ¿cómo podemos saber claramente que el sentir que tenemos proviene de Dios? El principio que expusimos en la sección anterior también se aplica aquí. El centro y la meta de la obra que Dios realiza en el universo es forjarse a Sí mismo en el hombre. Por tanto, cualquier sentir que Él ponga en el hombre no se percibe de manera externa y objetiva, sino más bien de manera interna y subjetiva. Más aún, Él guía al hombre a medida que se mezcla con el hombre y hace que el hombre se mezcle con Él. Aquellos que estudian química saben que cuando el agua pasa por azufre, se convierte en agua azufrada. Aunque es agua azufrada, el componente principal es el agua; es agua, pero al mismo tiempo contiene el elemento del azufre. Asimismo, cuando Dios entra en nosotros, Él no sólo se mezcla con nosotros, sino que también nos incluye a nosotros en Él. Cuando Dios entra en nosotros, Él hace que percibamos ciertos sentimientos en nuestro interior. Por consiguiente, los sentimientos que Él pone en nosotros definitivamente también contienen el elemento humano. Por esta razón, es difícil discernir cuáles son nuestros propios pensamientos y cuáles son los sentimientos que provienen de Dios.
Distinguir entre ambos es difícil pero no imposible. Podemos discernir primeramente al conocer lo que proviene de nuestros propios pensamientos. Lo que proviene solamente de nuestros propios pensamientos no contiene el elemento de Dios. Sin embargo, el sentimiento que proviene de Dios lo entendemos en nuestro espíritu y a través de nuestra mente. Independientemente de cómo Dios nos guíe, Él siempre esperará hasta que lo hayamos entendido en nuestra mente. En otras palabras, antes de que llegue a ser una dirección de Dios para nosotros, el sentimiento que Dios pone en nuestro espíritu debe ser entendido por nuestra mente. Por consiguiente, nos daremos cuenta de que a veces un pensamiento es simplemente nuestro, mientras que en otras ocasiones es el sentimiento de Dios que se ha mezclado con nosotros. Esta clase de pensamiento no es simplemente nuestro propio pensamiento, sino que también Dios se halla mezclado con él. Cualquier dirección que recibimos de parte de Dios, ya sea a través de nuestros pensamientos o de un sentir dado por Dios, siempre se mezclará con Dios y contendrá el elemento de Dios. De esto podemos estar seguros.
Hay otra forma de discernir esto. Debido a que nuestros pensamientos son sencillos, todo lo que proviene de nuestra mente a menudo son pensamientos momentáneos que vienen y se van. Sin embargo, el sentir que Dios nos da proviene de nuestro espíritu y luego es entendido al pasar por nuestra mente, de modo que éste se convierte en un entendimiento espiritual. Este sentir no desaparece tan fácilmente, sino que más bien, nos guía continuamente en nuestro interior. Una idea que sólo proviene de nuestra mente desaparece rápidamente. Sin embargo, cuando un sentir proviene del Espíritu Santo, no se va tan fácilmente. Si Dios nos da cierto sentir hoy y nosotros obedecemos, desaparecerá; pero si no obedecemos, vendrá a nosotros al día siguiente. Si aún no obedecemos, volverá al próximo día y así sucesivamente.
Además, debemos saber que mientras nuestros pensamientos son superficiales, los sentimientos que provienen del Espíritu Santo son profundos. Por consiguiente, podemos analizar y discernir de esta manera: cualquier pensamiento que provenga de nosotros será fugaz y superficial, mientras que cualquier sentimiento que provenga del Espíritu será duradero y profundo.
Sin embargo, hablando con propiedad, no hay necesidad de hacer este tipo de análisis. Mientras tengamos comunión con el Señor, no importa si cometemos algunos errores. Por ejemplo, cuando usted va a cierto lugar por primera vez, es normal que tome la vía equivocada, debido a que no conoce muy bien el camino. Pero si no se atreve a salir sólo por temor de tomar la vía equivocada, nunca conocerá bien las calles. Sin embargo, si sale todos los días, no importa si toma el camino correcto o si se equivoca, con el tiempo conocerá muy bien las calles y las avenidas. Muchos hermanos y hermanas nunca se atreven a dar un paso debido a que temen cometer errores. Como consecuencia, después de diez años siguen sin saber cuál es el camino correcto y cuál es el equivocado. Pero si la actitud que tienen es que si llegan a cometer un error harán las correcciones necesarias, es seguro que cuántos más errores cometan, mejor llegarán a conocer las calles. Después de que tomen el camino equivocado varias veces, poco a poco irán conociendo mejor las vías. Por otra parte, si alguno toma a propósito el camino equivocado, eso indica que hay degradación. Por ejemplo, si su destino es la Universidad Nacional de Taiwán, pero puesto que en su corazón ha decidido ir al monte Grass, usted intencionalmente toma el camino que lo lleva a ese monte, es obvio que no llegará a la universidad. Está mal que cometa errores a propósito; no obstante, los errores involuntarios que usted cometa, lo beneficiarán mucho. Por tanto, no debemos tener temor, sino simplemente debemos proseguir.
Debemos saber que todo es controlado por Dios, no por nosotros. ¿Cómo podrían ustedes saber que vendrían a Taiwán? ¿Cómo podrían saber que no irían a los Estados Unidos? Proverbios 16:9 dice: “El corazón del hombre se propone un camino, / pero Jehová endereza sus pasos”. Un hombre puede hacer planes y escoger su propio camino, pero Aquel que dirige sus pasos es Jehová. Dios dirigió los pasos de ustedes para que vinieran a Taiwán y los míos para que fuera a los Estados Unidos. Él los condujo a ustedes a los negocios y a mí a que ministrara la palabra. Todos los que me conocen por algún tiempo saben que la carga original que sentía era laborar en el norte de China. Los santos de China dijeron que el hermano Lee estaba empezando “La compañía de los tres nortes de China”; estos tres nortes eran el norte, el noreste y noroeste. Les digo honestamente que ni siquiera soñaba con que vendría a Taiwán, y mucho menos tuve la intención de viajar al exterior. Nada depende de nosotros. Lo que más importa son las intenciones de nuestro corazón; el hecho de que cometamos errores o no, es algo secundario.
Si su intención es no cometer errores, no debe tener temor de estar confinado en las manos de Dios. Por ejemplo, ¿cómo sabría usted que está bien que viva en los dormitorios? ¿Cómo sabe si debe quedarse allí o si debe salir? Puede ser que un muchacho que está afuera en la calle lance una piedra por casualidad y justamente lo golpee a usted. Cualquiera que sea el lugar en que usted se encuentre según sus circunstancias, sencillamente debe permanecer allí y no estar preocupado si está o no en el lugar correcto. Si un accidente nos llegara a ocurrir, eso no está en nuestras manos. Simplemente debemos confiar en el Señor.
Una vez más, recalcamos que lo más importante es nuestra intención. Si mi intención es temer al Señor y procurar conocer el camino, aun si cometo un error, el resultado será el correcto porque mi deseo es seguir el camino del Señor. Según nuestros razonamientos, puede ser que el camino es el equivocado, pero en cuanto al principio, es el correcto. Alguien que está errado en cuanto al principio, pero en lo correcto según los razonamientos es comparable a un gato ciego que ha atrapado un ratón muerto. Los cristianos no deben estar en lo correcto en cuanto a los razonamientos, sino en cuanto al principio. Estar en lo correcto en cuanto al principio significa que en nuestro corazón únicamente deseamos a Dios y, por ende, obedecemos cualquier sentir que provenga de Dios. No importa si cometemos un error en algún aspecto, ya que el principio por el cual nos regimos es el correcto.
Nuestra comunión en cuanto a estos asuntos es muy preciosa. Espero que ustedes jóvenes sigan fielmente este camino y no simplemente obtengan un conocimiento doctrinal.
Pregunta: ¿Cómo podemos avanzar de una vida de gracia a una vida de realidad? ¿Cómo pueden los dones convertirse en ministerios?
Respuesta: El principio en ambas preguntas es el mismo. Este principio tiene que ver con el hecho de cómo podemos avanzar de una vida inestable y superficial a las profundidades de la estabilidad. En otras palabras, tiene que ver con el hecho de cómo podemos avanzar de la superficie a un lugar escondido.
La gracia es la realidad. Esta realidad se menciona en Juan 1:17, donde la palabra griega fue traducida en la Versión Unión China como “verdad”. Esta versión dice que la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Sin embargo, según el idioma griego la palabra debiera traducirse más bien como “realidad”. Según el entendimiento de la mayoría de los chinos, la palabra verdad denota una doctrina verdadera, una doctrina que no contiene ninguna falsedad. Sin embargo, en griego esta palabra significa “realidad, lo contrario de lo que es irreal”. Juan 1:17 dice que cuando el Señor Jesús vino, Él nos trajo gracia y realidad. Conforme a la verdad, el Señor Jesús no nos trajo dos cosas, pues la gracia y la realidad son, de hecho, una misma cosa. De hecho, Cristo, la vida, la gracia y la realidad significan lo mismo.
¿Qué es la gracia? La gracia es la realidad. Hay un modismo chino que dice: “Trata de calmar el hambre dibujando pastelillos”. Uno puede dibujar pastelillos en una hoja de papel, pero todos ellos son irreales. Si yo le doy un pastelillo verdadero, en cuanto usted lo vea, se dará cuenta de que los pastelillos que tiene en su hoja de papel son pastelillos en doctrina, y que el pastelillo que le he dado es la realidad. En esto debemos ver dos cosas: primero, que este pastelillo verdadero le es dado a usted y que es gracia; y segundo, que este pastelillo es una realidad y es diferente de los pastelillos dibujados en el papel. La gracia y la realidad son una misma cosa.
Antes de que el Señor Jesús viniera a la tierra, el conocimiento que el hombre tenía en cuanto a Dios era semejante a los dibujos de los pastelillos en la hoja de papel. Había muchas teorías, enseñanzas y revelaciones en cuanto a Dios, pero todas ellas eran “pastelillos dibujados en una hoja de papel”. Un día Dios se encarnó y llegó a ser un hombre llamado Jesús. Cuando Jesús vino, Dios vino con Él (vs. 14-17). Anteriormente todo lo que el hombre tenía era comparable a un pastelillo dibujado, pero un día este pastelillo vino en realidad. Este pastelillo vino y se entregó a usted y entró en usted. Esto es gracia. Al mismo tiempo, este pastelillo era la realidad del pastelillo que estaba dibujado en la hoja de papel. El Dios descrito en los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento era solamente el dibujo de un pastelillo. Pero el Señor Jesús, quien vino después, era el pastelillo en realidad.
La gracia es Dios mismo. Por consiguiente, debemos ver que la gracia y la realidad son una sola y que no hay diferencia alguna entre una vida de gracia y una vida de realidad. En otras palabras, si existe una vida que es una vida de gracia, esa vida es también una vida de realidad. Éste es el primer punto.
El segundo punto es que lo que comúnmente se llama una vida de realidad es el segundo nivel de vida que llevan los creyentes. El primer nivel de vida es uno en el cual usted en cierta medida se vale de su propia fuerza. En otras palabras, es una vida en la que uno se esfuerza. Por ejemplo, si usted se levanta en la mañana, pasa algunos minutos en su vigilia matutina, y en su vida diaria ora varias veces durante el día, probablemente piense que esto es muy apropiado. Sin embargo, al llevar esta vida usted gasta sus energías para llevar una vida en la cual se esfuerza. Éste es el primer nivel de vida. El segundo nivel es el de llevar una vida de gracia, es decir, una vida de realidad. Al llevar una vida de esfuerzos, usted emplea su propia fuerza para disfrutar de la gracia de Dios. Cuando una persona salva vive de esta manera, es avivada. Es así como una persona se siente en la etapa inicial de avivamiento. En esta etapa, si usted se encuentra con alguien que le dice algo desagradable, usted pacientemente agachará la cabeza. Si no llevara una vida de esfuerzo, usted probablemente perdería la paciencia en ese momento. Esta clase de vida es una vida de piedad fabricada por el hombre.
Sin embargo, después de experimentar muy a menudo este tipo de lucha y esfuerzo, usted saldrá de esta etapa e ingresará en la etapa de la espontaneidad. Por ejemplo, alguien que ha aprendido a montar en bicicleta sabe que al principio aprendió rápidamente a manejar la bicicleta en línea recta, pero sencillamente no sabía como doblar la esquina fácilmente. Para dar una curva tenía que hacer mucho esfuerzo. Pero un día, después de montar la bicicleta por cierto periodo de tiempo, empezó a dar las curvas de una manera muy espontánea. Aparentemente, hacía un esfuerzo, pero en realidad, estaba movido por una fuerza espontánea. El mismo principio se aplica a la manera en que aprendió a usar los frenos. El que ha aprendido esto recuerda que al principio no usaba los frenos por un poder espontáneo, sino que tenía que emplear su propia fuerza para poder frenar. Poco a poco, a medida que una persona practica en su bicicleta, espontáneamente logra manejarla con mayor rapidez y con más control.
Esta fuerza espontánea es semejante a las leyes mencionadas en Romanos 7 y 8. Una ley es un principio que opera de forma espontánea y automática. Por ejemplo, cuando comemos algo, no necesitamos repetir continuamente: “Tengo que digerir”, ya que la comida que comemos es digerida automáticamente, pues dentro de nosotros opera una ley. Las actividades que suceden en nuestro cuerpo son leyes que operan. Así, cuando nuestras manos se mueven, no necesitan darle órdenes a nuestro dedo meñique para que se mueva hacia delante o hacia atrás, sino que el dedo meñique automáticamente coopera y se mueve. Biológicamente, el movimiento es controlado de una manera orgánica. No obstante, el movimiento mismo se produce de forma automática como resultado de la operación de una ley.
Una vez que usted pase de la etapa del esfuerzo a la etapa en la que es regido por una ley espontánea, vivirá en la gracia y en la realidad. Así, cuando otros traten de discutir con usted, no tendrá necesidad de agachar la cabeza y de controlarse con mucho esfuerzo, sino que, más bien, de una manera natural usted no tendrá ninguna reacción inapropiada.
La pregunta que usted debe hacerse es la siguiente: ¿Cómo puede uno pasar de una vida de luchas y esfuerzos a una vida de espontaneidad espiritual? La respuesta a esta pregunta es que usted necesita que todas sus luchas espirituales se entretejen con la vida divina y se unan a la vida divina. Entonces, llegará a una etapa en la que espontáneamente usted se unirá a la ley de vida, la cual opera de forma automática. En Romanos 8 esta ley es llamada “la ley del Espíritu de vida”.
La segunda pregunta es cómo los dones llegan a ser ministerios. Me temo que algunos de ustedes no entiendan realmente lo que son los dones. Los dones son capacidades que nos son dadas cuando el Espíritu Santo opera en coordinación con la Palabra de Dios. Por ejemplo, supongamos que un hermano comparte durante ocho días sobre la manera en que la carne es quebrantada por la cruz. El Espíritu, junto con la Palabra, lo conmueve e ilumina, capacitándolo para compartir durante ocho días consecutivos. Pero por favor, tengan presente que esto es sólo un don, pues es posible que este hermano no haya tenido ni siquiera una experiencia de lo que comparte, sino que sólo haya sido inspirado por el Espíritu e iluminado por la Palabra.
¿Qué es entonces un ministerio? Un ministerio es producido cuando, después de que uno ha sido iluminado, vive bajo el resplandor cada día hasta que finalmente llega a ser esa clase de persona. Por ejemplo, la luz en cuanto al quebrantamiento de la carne por medio de la cruz puede forjarse en su constitución intrínseca a medida que uno experimenta esto diariamente, al grado en que un día uno llega a ser una persona cuya carne ha sido quebrantada por la cruz, es decir, cuyo ser entero ha sido quebrantado lo suficiente por la cruz. Entonces, cada vez que usted se ponga de pie para compartir la palabra, sus palabras ya no serán la manifestación de un don, sino que serán un ministerio. Un ministerio es producido cuando nosotros mismos somos lo que predicamos.
Por ejemplo, los profesores más veteranos que han enseñado en una universidad desde que eran jóvenes han llegado al punto de tener un “ministerio”. Supongamos que me pidieran enseñar inglés. Yo podría esforzarme para dar una lección que los estudiantes consideren bastante buena. Esto sería un buen ejemplo de lo que es un don. Entonces, ¿qué sería un ministerio? Supongamos que yo no sólo enseño inglés en la universidad, sino que además de eso he venido enseñando esta materia por treinta años al punto en que tengo el idioma inglés en mis células. A la edad de cincuenta, no necesitaría hacer nada, pues mi ser sería un “ser saturado del idioma inglés”. Este ejemplo nos muestra lo que es un ministerio. Con esto podemos ver la diferencia entre un don y un ministerio.
Una persona que tiene un ministerio auténtico no necesita prepararse. Cada vez que se pone de pie para compartir la palabra, habla de lo que está en él debido a que su ser está constituido de ello. Por ejemplo, yo soy chino y hablo chino; el chino es mi lengua materna y hasta mi constitución intrínseca. Aunque puedo hablar inglés, en cuanto a mí, hablar inglés es simplemente un don, mientras que hablar chino es un “ministerio”. Por consiguiente, cada vez que escribo algo en inglés, eso es solamente un don, y tal vez me tarde veinte minutos en hacerlo; sin embargo, si escribo lo mismo en chino, eso sería un “ministerio”, y sólo me demoraría dos minutos. El idioma chino ha sido forjado en mi constitución intrínseca, mientras que el idioma inglés me ha sido dado como un don. Si ustedes me pidieran que dijera algunas palabras en inglés, me tardaría unos minutos para pensar primero qué decir. Pero si en lugar de ello me pidieran decir algo en chino, podría hacerlo sin pensar, porque el idioma chino es parte de mi ser. Por consiguiente, todo lo que requiere un esfuerzo de nuestra parte es un don, mientras que un ministerio es aquello que hacemos sin pensarlo y que espontáneamente fluye de nosotros.
Según este principio, usted puede dar un mensaje de la palabra e invertir mucho esfuerzo en ello; sin embargo, no importa lo que usted diga, simplemente estará ejercitando su don. Estará ejercitando un don si lo que usted comparte es simplemente una doctrina que no ha llegado a ser un elemento constitutivo de su ser. Sin embargo, una vez que lo que comparte llega a ser un elemento constitutivo en su vivir, llegará a ser su ministerio. Por lo tanto, se requiere mucho tiempo para tener un ministerio, uno no llega a tenerlo en uno o dos días.
Pregunta: ¿Qué debo hacer si tengo el interés de servir, pero todavía estoy estudiando y siento que mis estudios son una distracción?
Respuesta: Ésta es una pregunta difícil de responder. La Biblia dice que Moisés fue educado en el palacio de Egipto, que fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios (Hch. 7:22). ¿Podemos decir lo mismo de nosotros mismos? Por supuesto, cuando Moisés recibió su educación, él no había sido salvo o no se había consagrado al Señor, ni tampoco había un salón de reunión de la iglesia en el palacio de Egipto. Él simplemente se dedicó a sus estudios a fin de terminar su educación apropiadamente; no fue sino hasta más tarde que él fue llamado. Por tanto, él no tuvo el supuesto problema de distraerse con sus estudios. Sin embargo, muchos hermanos y hermanas hoy han sido salvos, avivados y llamados antes de graduarse de la universidad.
Para el creyente que desea permanecer en el mundo esto no representa ninguna dificultad. Después de todo, este creyente ya ha sido salvo y no irá al infierno. Podríamos comparar a este creyente con un israelita que vivía en Egipto y amaba el mundo, pero que, por ser israelita no fue tocado por las plagas. En el futuro este creyente amador del mundo no irá al infierno, y al mismo tiempo recibirá una educación universitaria y obtendrá un doctorado. ¿No sería esto una doble ganancia? Algunos hermanos y hermanas son así de ilusos. No importa cuánto uno trate de persuadirlos, ellos siempre le dirán que usted haga sus propias cuentas y que ellos harán las suyas. Me temo que en ocasiones ustedes se dejen convencer por lo que ellos dicen y piensen que esto es razonable.
Para los creyentes que tienen planes de vivir en el mundo, estudiar en la universidad no representa ningún problema, sino que al contrario, les trae muchos beneficios. En primer lugar, estos creyentes no tendrán vicios; es posible que no apuesten en los juegos de azar, ni fumen ni beban. Muchas personas han tenido mucho éxito en el mundo de esta manera. Son cristianos y han sido salvos, pero aún siguen viviendo en Egipto. Un cristiano que está en el mundo y ama al mundo, podrá ser, en el mejor de los casos, una persona muy brillante y exitosa. Para esta persona, estudiar representa muchos beneficios. Incluso hay personas que creen en Jesús después de escuchar un evangelio que les promete salvación y éxito en el mundo. Esto no está nada mal, pues vemos lo mismo en el caso de Moisés, quien era un israelita y al mismo tiempo estudió en el palacio de Egipto y tuvo una carrera exitosa.
Otra categoría de personas que no encuentran ninguna dificultad en estudiar en una universidad es el creyente que se consagra de forma absoluta al Señor. Para tal creyente la educación no representa un problema porque siempre para él servir al Señor es primero. Si Dios le da permiso para estudiar, él estudia diligentemente; y si Dios no le permite estudiar, él deja sus estudios. Si Dios le permite tener éxito en sus estudios, él es exitoso; y si Dios no se lo permite, no será exitoso. Esta clase de persona siempre tiene en cuenta a Dios, y no insiste en nada que sea suyo.
Las personas que encuentran mayores dificultades son aquellas que han sido llamadas por Dios a salir de Egipto, pero que en su corazón aún desean permanecer en el palacio. Ser esta clase de persona es lo más difícil. Por un lado, esta persona piensa: “Si me voy de Egipto al desierto, lo único que podré disfrutar allí es el maná. Además, este maná únicamente proviene del cielo, lo cual significa que tendré que depender de Dios para todo”. Por otro lado, también piensa que si no se consagra a sí mismo de forma absoluta, estará intranquilo interiormente.
Los verdaderos cristianos por lo general se encuentran en alguna de estas categorías. No hay dificultades para la persona que se encuentra en un extremo o en el otro; lo más difícil es cuando uno está en el medio. No es difícil ser negro o blanco; lo más difícil es ser gris. El cristiano que sufre más es el que no ama al Señor, y aun así, desea servirle; el que no ama su educación, pero tampoco está dispuesto a abandonarla; y el que no está dispuesto a abandonar el mundo completamente y, al mismo tiempo, teme estar descalificado para entrar al reino en el futuro. Para aquellos que se consagran al Señor de forma absoluta, nada es un sufrimiento porque consideran que todo ha sido dispuesto por Dios. Así que, no importa cuán difíciles y duras sean sus circunstancias ni tampoco si otros ascienden de posición u obtienen un aumento salarial, ellos no son conmovidos por ello, sino que simplemente siguen al Señor con absoluta entrega.
Hace cien años alguien dijo que si John Nelson Darby no hubiera sido cristiano, sin duda alguna habría sido muy exitoso de una u otra manera. Quizás habría tenido mucho éxito en el campo de la literatura o la política. Esto nos muestra que si una persona que verdaderamente se ha consagrado a sí misma hubiera permanecido en el mundo, habría tenido un futuro extraordinario. Sin embargo, puesto que valora como su tesoro a las cosas espirituales, para ella servir a Dios es más importante y precioso que cualquier futuro que pudiera tener en el mundo. Por ejemplo, Moisés no abandonó Egipto sin saber lo que estaba haciendo. Al contrario, él estuvo dispuesto a ser maltratado con el pueblo de Dios, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que su posición y futuro en Egipto (He. 11:25-26). Él hizo esto después que tuvo en cuenta lo que esto le costaría. Cuando entramos a una tienda a comprar algo, siempre nos fijamos en el precio y nos preguntamos si es demasiado caro o si vale la pena pagar ese precio. La razón por la cual Moisés pudo abandonarlo todo en Egipto era que había hecho una cuidadosa evaluación de lo que le costaría.
De manera semejante, Pablo estimó todas las cosas como basura (Fil. 3:7-8) después de que hizo un cálculo cuidadoso del costo. Él puso a Cristo y todas las demás cosas en una balanza y los comparó. Después que hizo sus cálculos, encontró que uno era más precioso y que valía el precio que iba a pagar, y estimó por basura todas las demás cosas. Por esta razón, él abandonó lo uno y valoró lo otro como su tesoro. Debemos comparar y sopesar ambas cosas antes de decidir cuál escogeremos. Por consiguiente, la consagración nos exige pagar un precio, y abandonar algo también nos exige pagar un precio. Por un lado, la vida que está en nosotros nos exige algo; la vida espiritual en nuestro interior nos pide algo y ello es que nos consagremos al Señor. Por otro lado, debemos estimar el costo y estar dispuestos a abandonar todo lo que no sea el Señor.
Ciertamente es maravilloso que un creyente que ha sido llamado por el Señor tenga éxito en sus estudios; no obstante, si él o ella no se consagra al Señor, no se sentirá cómodo en su interior. Hay algunos que si no se consagran al Señor no tendrán paz ni reposo. Hay otros que calculan, y sopesan cuidadosamente y comparan al Señor con todas las cosas del mundo. En otras palabras, ponen a Cristo a la par del mundo, los pesan en una balanza, y se preguntan si desean un futuro en el mundo o el galardón espiritual. Muchos están en la iglesia hoy en día porque hicieron este tipo de evaluación.
Hubo un político británico muy prominente llamado William Gladstone, quien también era cristiano. Él servía como primer ministro y obtuvo mucho éxito en su carrera política. Sin embargo, al final de su vida, alguien le preguntó como se sentía con respecto al éxito que había alcanzado. Él contestó: “Aunque he sido una persona importante, me he convertido en una columna en la política británica y he dedicado mucho tiempo y energía a Inglaterra, mi corazón se duele a causa de los días pasados. Si hoy tuviera tres vidas, dedicaría cada una de ellas a salir a la predicación del evangelio”. Ésta fue la comparación él que hizo.
Tener un futuro en el mundo es muy valioso, pero tener un futuro en las cosas espirituales es aún más valioso. Debemos sopesar estos dos futuros de una manera cuidadosa. Sin embargo, eso no significa que si usted desea ir en pos del Señor no deba estudiar. Usted debe estudiar diligentemente y cumplir con sus deberes de una manera apropiada dentro de los límites de la dirección del Señor. Por consiguiente, debe resolver esta cuestión de la educación en su consagración. Por ejemplo, hay dos santos en las Filipinas; uno estudió en una universidad médica muy famosa y el otro estudió en una de las mejores universidades de ingeniería. Sin embargo, debido a la necesidad del Señor, hoy en día ambos están dispuestos a abandonar su educación. Éste fue el resultado de su evaluación; pero eso no significa que todos ustedes deban hacer lo mismo. No tenemos la intención de pedirles a los santos que abandonen sus estudios; antes bien, lo que estamos diciendo es que todos ellos deben resolver el asunto de su consagración; si lo hacen, todos los demás problemas se solucionarán espontáneamente. Nadie puede imitar lo que haga otra persona; únicamente debemos aprender a rendirle cuentas al Señor de nuestros actos.
Pregunta: Si nos hemos consagrado en respuesta a algo que la iglesia ha dispuesto, ¿representan estas disposiciones la autoridad espiritual?
Respuesta: Debemos tratar este asunto desde otro ángulo. Para que usted se someta a lo que la iglesia ha dispuesto, la iglesia debe ser espiritual. Si la iglesia está en comunión con el Señor, será espiritual. Pero si la iglesia no es espiritual, lo que ella ha dispuesto obviamente podrá ponerse en duda. En condiciones normales, lo que la iglesia ha dispuesto debe ser la dirección del Espíritu Santo. Al mismo tiempo, la iglesia también debe seguir al Espíritu Santo en cualquiera de las diferentes maneras que Él guía. En otras palabras, lo que la iglesia ha dispuesto debe ser confirmado por lo que el Espíritu Santo esté haciendo en usted. Si usted acepta lo que la iglesia ha dispuesto, será beneficiado. Por otro lado, no debe preocuparse únicamente por lo que la iglesia disponga sin preguntarle antes al Señor cuál es Su voluntad. Delante del Señor usted debe tomar una decisión correcta y tener una comunión viva con Él. En esta comunión usted debe recibir un sentir de parte del Señor, y el Señor debe manifestarle Su decisión. Pero, a fin de evitar cometer algún error, lo mejor es que obtenga la confirmación de la iglesia.
Viendo esto desde otra perspectiva, siempre debemos aprender las lecciones espirituales. Aceptar la decisión de la iglesia es sin duda algo muy bueno; sin embargo, si su decisión personal no concuerda con el sentir de la iglesia, y aun así usted insiste en ello, eso indica que no ha aprendido la lección o, más específicamente, que no se ha sometido a la autoridad. Aceptar la dirección que la iglesia ha dado es someterse a la autoridad. Esto hará que usted aprenda una lección espiritual muy valiosa. Incluso si lo que la iglesia ha dispuesto es lo equivocado, mientras su intención sea someterse a la autoridad del Señor, aprenderá una lección valiosa. La única raíz de nuestros problemas espirituales es nuestro yo. Dios estableció Su autoridad en nosotros para que perdamos nuestro yo y no seamos nuestra propia autoridad. La autoridad espiritual tiene como propósito acabar con nuestro yo.
¿A qué se refiere el yo? ¿Cuál es la definición del yo? El yo se refiere principalmente a nuestras opiniones. En Mateo 16 se nos revela que el yo tiene que ver principalmente con nuestras opiniones. El Señor dice que nosotros no ponemos la mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres (v. 23), y después de esto añade: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo” (v. 24). Esto muestra que el yo se encuentra presente siempre que expresamos nuestras opiniones, puesto que no poner la mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres equivale a expresarnos a nosotros mismos por medio de las opiniones que proceden de nuestra mente.
A fin de que usted pueda avanzar espiritualmente, hay una autoridad en su interior que hace que pierda sus opiniones, que hace que su yo sea quebrantado. Lo que la iglesia dispone para usted puede no ser lo correcto, pero la autoridad sí es correcta.
Cuanto más incorrecta sea la decisión de la iglesia, más quebrantado será su yo. Por lo general, ninguno de nosotros tiene ningún problema en someterse a lo que una persona espiritual ha dispuesto. Pero cuando alguien que no es espiritual toma las decisiones, se nos hace imposible someternos; de inmediato surge nuestro yo. No obstante, si somos capaces de someternos, incluso si se ha dispuesto algo de manera equivocada, nuestro yo será severamente quebrantado.
Pregunta: A veces el sentir que tenemos no es muy claro. ¿Está mal que recibamos nuestra confirmación de las circunstancias o de la iglesia?
Respuesta: Algunas personas ven con mucha claridad lo que está bien y lo que está mal. Tal parece que el sentir que tienen en su interior y la dirección que reciben en su entorno les dice que “sí”; es decir, ambos prácticamente concuerdan. Para algunos el “sí” puede ser muy claro, pero para otros el “sí” puede ser muy brumoso. Sin embargo, el resultado final debe ser el mismo. Cuando uno no tiene claridad, está bien guiarse por el entorno o por la iglesia. Hay personas que no tienen claridad en nada y, debido a ello, toman su decisión únicamente basados en lo que les dice el entorno o la iglesia. Si ustedes me preguntaran qué es mejor, les diría que cualquiera de estos dos casos es bueno. Ya sea que usted tenga claridad o no, debe permitir que las circunstancias y la iglesia sean los que determinen lo que debe hacer.
Por otra parte, el hecho de que no tenga claridad muestra que usted no es lo suficientemente fuerte en el Señor; es por ello que no sabe o no entiende. En estas circunstancias, no tiene otra alternativa que dejarse guiar totalmente por la iglesia o las circunstancias. Por supuesto, esto es lo que uno debe hacer, pero si consideramos esto desde la perspectiva de su condición espiritual, no es muy bueno. Siempre debemos aprender a permanecer más en el Señor.
Pregunta: Hay una religión que enseña a las personas que deben amar a todas las criaturas. ¿Está bien que los cristianos maten animales?
Respuesta: No matar animales es un pensamiento que proviene del budismo; es un concepto humano. Hablando con propiedad, es algo que proviene de Satanás. Antes de la caída del hombre habían dos cosas que son diferentes a como son hoy. Primero, antes de la caída del hombre, Dios estableció que el hombre comiera verduras, no carne. Segundo, las demás criaturas no le hacían al hombre ningún daño; en otras palabras, el hombre y los animales no se mataban mutuamente. Sin embargo, desde que el hombre cayó y el pecado entró en el mundo, Dios le dijo al hombre que comiera carne (Gn. 9:3) y matara animales como sacrificios (3:21; 4:4). Al mismo tiempo, los animales empezaron a matarse unos a otros. Por consiguiente, comer carne fue algo que vino después de la caída del hombre.
Comer carne significa que el hombre es caído y necesita de la redención. Si el hombre no hubiera caído, no habría necesitado comer carne. Habría sido suficiente con que comiera sólo verduras. En la Biblia tanto la carne como las verduras tienen un significado simbólico. La carne denota la redención. La redención es un concepto básico; es una aplicación dispensacional que Dios tiene para la humanidad caída. Satanás creó una religión específicamente para contraatacar esto. Las personas que siguen esta religión creen que no matar a los animales es una virtud, y no se dan cuenta de que esta clase de enseñanza es usada por Satanás para oponerse a la redención de Dios. Dios dice que, en principio, la redención requiere la muerte de animales, pero Satanás dice que no debemos matar a los animales. La religión creada por Satanás enseña cómo cultivarnos moralmente, lo cual depende de las obras; por esta razón, esta religión promueve el vegetarianismo. Los cristianos, por su parte, dependen únicamente en la sangre de Cristo para obtener el perdón de los pecados (He. 9:22), y basados en esto, comen carne. Así pues, la religión satánica le declara a Dios que el hombre no dependerá de la sangre sino de las obras. Por esta razón, Pablo dice en 1 Timoteo 4 que el mandamiento de abstenerse de ciertos alimentos es una enseñanza de demonios (vs. 1-5), la cual proviene de Satanás. Comer únicamente verduras, por tanto, significa que el hombre depende de sus propias obras. La religión desmotiva a las personas de comer carne y las alienta a que coman sólo verduras; ésta es una idea satánica.
El universo está lleno de símbolos de Cristo (Col. 2:16-17). Por esta razón, cuando el Señor Jesús ministró en la tierra, pudo usar diferentes cosas como figuras de Sí mismo. Las personas religiosas no saben que la enseñanza de no matar animales es una enseñanza de Satanás; de hecho, piensan que abstenerse de matar animales es una buena obra. En realidad, ésta es la estrategia de Satanás para oponerse al principio divino de la redención.
En la provincia de Shansi hubo una hermana que estaba poseída por demonios. Bajo ninguna circunstancia aceptaba comer carne, pero, al mismo tiempo, ella era muy ferviente. Un día alguien nos trajo una carta en la que nos pedían que la visitáramos. Así que fuimos a verla y le preguntamos por qué no comía carne. Ella dijo que sencillamente no lo hacía. Le dijimos que en 1 Timoteo dice que abstenerse de ciertos alimentos es una enseñanza de demonios. Ella no podía negar esta prueba en la Biblia, pero aun así, se rehusaba a comer carne.
Durante el tiempo que ella se abstuvo de comer carne, cada vez que la visitábamos percibíamos que había demonios en ella. Cuando uno conoce a una persona que ora con frecuencia, puede percibir en ella una medida de espiritualidad. Sin embargo, cada vez que visitábamos a esa hermana vegetariana, detectábamos una atmósfera de confusión y oscuridad. Si estas dos clases de personas oraran en el mismo cuarto, al entrar percibiríamos una situación caótica. Por un lado, percibiríamos una atmósfera espiritual, pero por otro, percibiríamos una situación oscura. Cuando entramos en un lugar donde hay un grupo de personas espirituales reunidas, de inmediato percibimos una atmósfera cálida y acogedora. Esto no es una reacción psicológica; pues en verdad involucra un elemento espiritual. Así, al estar todos reunidos en un salón con el propósito de orar y cantar, percibiríamos una atmósfera cálida desde el momento en que entramos. Así pues, debemos comprender que la enseñanza religiosa de no matar a los animales ni comer carne proviene del Hades y de los demonios.
Pregunta: ¿Cuál debe ser nuestra actitud con respecto a la sangre?
Respuesta: La Biblia dice que no debemos beber ninguna clase de sangre (Gn. 9:4) que no sea la sangre de nuestro Señor (Jn. 6:53-55) porque únicamente la sangre del Señor puede salvarnos. La sangre tiene como objetivo nuestra redención. Beber la sangre del Señor, por tanto, significa que necesitamos la redención. Únicamente la sangre del Señor Jesús puede redimirnos. La sangre de los sacrificios de animales sólo pueden cubrir los pecados, pero no puede quitarlos (He. 10:4). Este mandamiento en cuanto a no beber sangre continúa vigente incluso en la era neotestamentaria. La sangre tiene un significado simbólico, pues indica que Cristo es nuestra redención. Es un error beber la sangre de animales, pensando que cualquier sangre pueda salvarnos. Esto es equivocado. La manera apropiada de recibir la sangre es que bebamos la copa en la reunión de la mesa del Señor, pues al hacer esto reconocemos que únicamente la sangre del Señor nos puede salvar.