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Mensajes del libro «Recobro de la casa de Dios y de la ciudad de Dios, El»
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CAPÍTULO CINCO

CRISTO LO ES TODO PARA EL EDIFICIO DE DIOS

  Lectura bíblica: Zac. 1—8

  En este capítulo abordaremos otro libro maravilloso que forma parte de los libros del recobro, esto es, Zacarías. No se imaginan cuánto aprecio este libro. Hace algunos años éste era un libro cerrado para mí, pero después, debido al recobro de las iglesias locales, llegó a ser un libro abierto; es decir, ha llegado a ser un libro diáfano y transparente en su totalidad, desde la primera página hasta la última. Por supuesto, ahora no tenemos tiempo para estudiarlo minuciosamente, pero debo decirles que ningún otro libro del Antiguo Testamento nos dice tanto acerca de Cristo. Ni siquiera Isaías puede comparársele. Aunque Isaías tiene sesenta y seis capítulos mientras que Zacarías sólo tiene catorce, Zacarías nos muestra más aspectos de Cristo que Isaías.

  Los catorce capítulos de Zacarías se dividen en dos secciones: los primeros ocho capítulos conforman la primera sección, y los últimos seis capítulos constituyen la segunda sección. En la primera sección encontramos ocho visiones, por medio de las cuales le fueron revelados al profeta Zacarías diversos aspectos de Cristo en relación con el recobro del edificio de Dios; en la segunda y última sección de este libro, Zacarías profetiza sobre Cristo en el futuro, es decir, después que el templo ha sido restaurado.

EL DESEADO DE TODAS LAS NACIONES

  Antes de abordar el libro de Zacarías, es menester que veamos algo más con respecto a Hageo. En el libro de Hageo no se habla mucho acerca de Cristo. El profeta Hageo intervino en un momento en que la oposición había conseguido debilitar al gobernador, al sumo sacerdote y al pueblo en general. Todos estos habían abandonado la edificación del templo para dedicarse a sus propias casas y a sus propios intereses. Hageo intervino a fin de reprenderlos y fortalecerlos. Luego, el Espíritu de Dios nuevamente despertó el espíritu del gobernador, el espíritu del sumo sacerdote y el espíritu del remanente del pueblo (Hag. 1:14). Este versículo menciona tres veces que Jehová despertó el espíritu humano. Además, el Señor les recordó que desde el día en que los sacó de Egipto, Su Espíritu jamás los había dejado. Era el espíritu humano de ellos el que necesitaba ser despertado.

  Aquí vemos que el recobro que Dios efectúa con respecto a Su edificio está estrechamente vinculado a nuestro espíritu humano y al Espíritu divino del Señor. Nuestro espíritu humano tiene que ser despertado por Su Espíritu divino. Esto no es algo que dependa de nuestra mente o de nuestras emociones, sino que depende por completo de Su Espíritu en nuestro espíritu.

  El libro de Hageo también indica que cuando Dios logre recobrar de manera prevaleciente la edificación de la casa del Señor, entonces Cristo vendrá. En el libro de Hageo se profetiza acerca de Cristo como: “el Deseado de todas las naciones”. Allí dice: “Y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Hag. 2:7). Cristo, el Deseado de todas las naciones, vendrá. ¿Ha notado usted que todas las naciones tienen cierta clase de deseo o anhelo? En lo profundo de todos los seres humanos existe el deseo de obtener paz, reposo y satisfacción. Pero, ¿tienen ellos alguna medida de paz, reposo y satisfacción? Todos sabemos cuán convulsionada se encuentra actualmente la situación mundial, en la que abundan las tensiones, los disturbios y las guerras. Simplemente, los hombres no hallan paz, ni reposo ni satisfacción. Pero nosotros sabemos quién es la paz, el reposo, la seguridad y la satisfacción. ¡Es Cristo, el Deseado de las naciones! Si bien, en cierto sentido, el mundo es contrario a Cristo, aún así, Cristo es el Deseado de todas esas naciones. ¿Pero cómo es que Cristo podrá venir como el Deseado de las naciones? ¡Únicamente si la edificación de la casa de Dios es recobrada! El que las iglesias locales sean recobradas guarda estrecha relación con la venida de Cristo como el Deseado de todas las naciones.

  Consideremos otra vez la situación. Debido a la degradación del pueblo de Dios, éste fue llevado cautivo de la tierra de Canaán a Siria y a Egipto, y la mayoría fue llevado en cautiverio a Babilonia. Supongamos que ninguno de ellos hubiera retornado de alguno de estos tres lugares de cautiverio a Jerusalén y a la tierra prometida. ¿Cómo entonces podría haber ocurrido la primera venida de Cristo? Fue profetizado con toda claridad que Cristo, el Mesías, nacería en Belén y que procedería del pueblo de Dios. Sin embargo, todo el pueblo de Dios había sido llevado lejos, y si ninguno de ellos hubiera regresado, ¿cómo podría entonces nacer Cristo del pueblo de Israel en Belén? No habría la menor posibilidad de que esto ocurriera. Así pues, debe ser patente para nosotros cuán importante es regresar de la cautividad, no solamente para llevar a cabo la edificación del templo, sino más aún, para hacer posible la venida del Deseado de todas las naciones.

  Hoy en día, muchos cristianos queridos aman al Señor y están dedicados a laborar para Él; pero todavía discuten con nosotros diciendo: “¿Por qué deberíamos todos retornar a las iglesias locales? ¿Acaso no se dan cuenta ustedes de que lo que nosotros hacemos es algo bueno y que lo hacemos para el Señor?”. Sin embargo, debemos analizar la situación. Quizás ellos hagan muchas cosas para el Señor en Babilonia, pero les será imposible hacer que el Señor regrese. Es imposible que el Señor, el Deseado de todas las naciones, retorne al lugar de cautiverio. A fin de que Él regrese, un remanente de Su pueblo debe volver al terreno original. ¡Estoy convencido de que las iglesias locales serán las que hagan posible el retorno del Señor! No importa cuánto se esfuercen en trabajar para Dios quienes hayan permanecido en Babilonia, ellos jamás podrán hacer que Cristo retorne. En el libro de Hageo vemos claramente que la obra de recobro respecto a la edificación de la casa de Dios está íntimamente vinculada a la venida de Cristo como el Deseado de las naciones. Sabemos que Él no vino a quienes estaban en Babilonia, sino a los que habían retornado a la tierra de Israel.

EL SACERDOTE-PROFETA

  Hageo no dice nada más acerca de Cristo. Pero en la Biblia siempre está presente el principio que rige todo testimonio. Para llevar a cabo la obra de recobro, el Señor no solamente envió un profeta, sino que Él envió dos profetas al pueblo de Israel. El número dos significa testimonio. El Señor no solamente envió a Hageo, sino también a Zacarías. En el caso de Hageo resulta muy difícil averiguar de qué familia procedía, pero en el caso de Zacarías vemos claramente que él procedía de una familia de sacerdotes; así que, Zacarías fue un sacerdote-profeta. Su profecía se basó en su sacerdocio. Él habló mucho sobre Cristo debido a que su ministerio tenía como base el sacerdocio. Hoy en día, en el recobro del Señor, ciertamente los profetas como Hageo son muy necesarios a fin de que nos fortalezcan, nos adviertan y despierten nuestro espíritu; pero los profetas como Zacarías son aún más necesarios. Hageo tiene sólo dos capítulos, mientras que Zacarías tiene catorce, o sea, es siete veces más extenso que Hageo. No necesitamos tanto del ministerio de Hageo, pero necesitamos mucho del ministerio de Zacarías. Esto se debe a que el ministerio de Zacarías es el ministerio del sacerdocio.

  Hoy son muchos los que asumen el ministerio profético, pero que carecen del ministerio sacerdotal. En 1960, en la costa oeste de los Estados Unidos, se inició un movimiento pentecostal que fue muy prevaleciente por unos tres o cuatro años. Ese movimiento ahora ya no es tan prevaleciente debido a una profecía que jamás se cumplió. En 1963, algunos miembros de dicho movimiento profetizaron que en 1964 habría un gran terremoto en Los Ángeles; sin embargo, llegó tal fecha y nada sucedió. Yo les dije a los hermanos que no se dejaran turbar por tales movimientos, pues tarde o temprano cesarían debido a sus propias profecías. Ellos profetizaron, pero sus profecías no se cumplieron. Hoy en día, en el recobro de la iglesia, no necesitamos esa clase de profetas. Lo que necesitamos son los sacerdotes-profetas. Necesitamos a los profetas que son verdaderos sacerdotes, que tienen una relación fresca y vital con el Señor y que conocen de Cristo. Lean una y otra vez el libro de Zacarías, y se percatarán de que él no vaticinaba nada; lo único que anunciaba era a Cristo mismo. Él sólo sabía hablar de Cristo, debido a que él era un sacerdote que tenía contacto con el Señor todo el tiempo. Ciertamente necesitamos de Hageo, pero necesitamos más de Zacarías. Necesitamos de Zacarías siete veces más que de Hageo.

EL MISTERIO DE CRISTO

  Todos entienden el libro de Hageo. “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto” (Hag. 1:6). Es fácil entender esto. Hageo también dice: “Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová: esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y esforzaos, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque Yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos” (2:4). Todos pueden entender esta clase de profeta.

  Pero Zacarías no es tan fácil de entender: “Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo rojo, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de El había caballos rojos, overos y blancos” (Zac. 1:8). ¿Qué es esto? Un hombre cabalga sobre un caballo rojo en medio de mirtos que están en una hondonada. ¿Qué significa esto? Tenemos que reconocer que Zacarías no es tan sencillo como Hageo. Podemos entender lo que dice Hageo, pero ¡no sabemos de qué habla Zacarías!

  En Zacarías vemos algo mucho más profundo. Esto es el misterio de Cristo. Primero, vemos a un hombre que cabalga sobre un caballo rojo entre los mirtos que se encuentran en lo profundo de la hondura; después se nos presenta la visión de los cuatro cuernos y los cuatro artesanos. La tercera visión consiste en que un cordel de medir fue extendido sobre la ciudad de Jerusalén. Y la cuarta visión nos muestra a Josué, el sumo sacerdote, delante del ángel del Señor. ¿Quién es el ángel del Señor? Mientras Josué comparecía frente al ángel, Satanás estaba a su lado. Entonces, el ángel del Señor le cambia las vestiduras a Josué, pues las vestiduras de Josué eran inmundas y daban lugar a las acusaciones de Satanás. Después, el ángel le dijo a Josué que Él produciría una piedra con siete ojos, la cual, a su vez, es el Renuevo. ¿Qué significa todo esto? La quinta visión nos muestra un candelero de oro que tiene siete lámparas y siete tubos llenos de aceite. La sexta visión nos presenta un rollo que vuela. ¡Cuan extraño es todo esto! Después del rollo que vuela, hay una cesta de medir, llamada efa. Y en la octava visión hay cuatro carros. ¿De qué estaba hablando Zacarías? ¡Ciertamente es mucho más fácil entender que habrá un terremoto en la ciudad de Los Ángeles!

  Hermanos y hermanas, tenemos que ver que este misterio es el misterio de Cristo. Hoy en día, en el recobro de la casa del Señor, no necesitamos tanto de profetas como Hageo. Aún así, hoy en día casi todos los profetas que hay son como Hageo. ¿Han escuchado alguna profecía sobre Cristo como el misterio de Dios? Éste es el problema actualmente. Hay demasiados Hageos, pero difícilmente se encuentran Zacarías. Hageo únicamente prepara el camino para que las profecías sean transmitidas, y Zacarías viene después. En el recobro de las iglesias locales necesitamos más profecías como las de Zacarías, más profecías acerca de Cristo. Hoy en día rara vez escuchamos la voz de un Zacarías, debido a que sus palabras son misteriosas; tales profecías tratan de temas ajenos al concepto humano. Necesitamos la visión celestial para percibir claramente las cosas relacionadas con Cristo, las cuales, a su vez, guardan estrecha relación con el recobro de la edificación de la casa de Dios.

EL HOMBRE QUE CABALGA SOBRE EL CABALLO ROJO

  ¿Quién es el hombre que cabalga sobre el caballo rojo y entre los mirtos? Es Cristo. Los mirtos son el pueblo de Israel, y en ese tiempo ellos realmente se encontraban en una hondonada, pues estaban en cautiverio. Babilonia jamás está en la cima, sino que siempre está en las profundidades. ¿A usted le gusta vivir y laborar en las profundidades? ¿Por qué entonces ama tanto Babilonia? Todos debemos retornar a Jerusalén. Tal vez ustedes piensen que Babilonia es un buen lugar, pero tienen que darse cuenta de que Jerusalén está en la cima, mientras que Babilonia está en las profundidades.

  En los últimos años, cuando aquellos que laboraban en las denominaciones venían a hablar con nosotros, ellos siempre nos daban la impresión de encontrarse en una hondura. Ellos estaban en las hondonadas. Incluso ellos mismos percibían que no estaban en la cumbre. Pero cuando retornamos a las iglesias locales, estamos en la cima, no importa cuánto los demás se opongan a nosotros. Incluso cuando ellos proclaman que nosotros estamos equivocados, al escucharlos hablar así podemos percibir que ellos saben que nosotros estamos en la cumbre, mientras que ellos se encuentran en la hondonada.

  Los mirtos no son árboles majestuosos como el cedro o el pino, sino árboles pequeños que crecen en las hondonadas. Ellos representan al pueblo de Israel en cautiverio. Ellos estaban en la hondura; sin embargo, ¡alabado sea el Señor! el Señor Jesús estaba con ellos. Pero, ¿cómo estaba Él con ellos? Muchas veces la gente nos pregunta: “¿No les parece que si tenemos a Cristo, con eso basta? ¿Acaso Cristo no está con nosotros?”. Sí, Cristo está entre los que se encuentran en la hondonada, pero, ¿con qué propósito? ¡A fin de sacarlos de allí! No hay palabras humanas que puedan expresar cuánta misericordia y amor el Señor manifiesta hacia aquellos que se encuentran cautivos. Él incluso acompaña a los creyentes que todavía están en la Iglesia Católica. Pero, ¿piensan ustedes que Cristo está con ellos a fin de que permanezcan allí? No, Él está con ellos a fin de sacarlos de allí. Él no está allí durmiendo cómodamente, sino que cabalga para sacarlos de ese lugar. Él no tiene la menor intención de establecerse allí; ciertamente el catolicismo no es donde Él reside. Ese lugar es una hondonada. Él tampoco reside en las denominaciones ni con los grupos independientes, pues ellos también están en una hondonada. Si bien Cristo está allí con ellos, Él sólo pasa por allí cabalgando. Él no es un mirto que ha echado raíces en la hondonada. Quizás usted esté plantado allí, pero Él no. ¡Él está cabalgando! Esto es muy significativo.

  ¡Él cabalga sobre un caballo rojo! Esto significa sacrificio y redención. Y Él oró por los que estaban cautivos: “Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás compasión de Jerusalén, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años?” (Zac. 1:12). Cristo oró por aquellos que se encontraban en la hondonada. Éste es el anhelo de Cristo que se expresa en Su intercesión por los que se hallan en cautividad. Y Dios le responde: “Yo me vuelvo a Jerusalén con compasión; en ella será edificada Mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y el cordel de medir será tendido sobre Jerusalén” (v. 16). Tengo absoluta certeza de que el recobro que el Señor está realizando hoy responde a la intercesión de Cristo, en la cual Él intercede por aquellos que todavía se encuentran en la hondonada.

LOS CUATRO CUERNOS

  En la segunda visión, Dios hace surgir cuatro cuernos y cuatro artesanos a fin de propiciar el retorno de los cautivos. Estoy convencido de que actualmente todavía contamos con los cuatro cuernos. Hace veinte años nunca soñé con que habría una iglesia local en Los Ángeles. Muchos saben que yo no tenía la menor intención de venir a este país. Pero el Señor hizo que la situación fuese la más propicia para ello. Cristo estaba intercediendo por los cautivos, y el Padre respondió haciendo que el rey de Persia enviara a los cautivos de regreso a Jerusalén. Este rey era uno de los cuatro cuernos. Los cuernos son aquellos que en una determinada situación tienen el poder necesario para posibilitar el retorno del pueblo a Jerusalén. Cristo intercedió por los que estaban en la cautividad, y el Padre respondió haciendo surgir los cuernos que hicieran posible el retorno de la cautividad. Tengo la convicción de que lo mismo sucede hoy en día.

AQUEL QUE ENVÍA Y AQUEL QUE ES ENVIADO

  En la tercera visión, un cordel de medir fue tendido sobre Jerusalén a fin de que ésta fuese reposeída por el Señor. Medir algo significa tomar posesión de ello. El Señor tomará posesión de Jerusalén. Esto significa que hoy el Señor tomará posesión de las iglesias locales. ¡Aleluya! ¡El cordel de medir ha sido tendido sobre los Estados Unidos!

  En esta visión podemos ver que el Señor es tanto Aquel que envía como Aquel que es enviado. “Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará El a las naciones que os están despojando; porque el que os toca, toca a la niña de Su ojo” (2:8). Si nos fijamos en el contexto, veremos que Aquel que envía y Aquel que es enviado, son idénticos. Jehová de los ejércitos es quien envía, y Él es también el enviado. Cristo es quien envía, y Él también es el enviado. Hoy, Cristo no solamente es la vida que fluye en el recobro de las iglesias locales, sino que también es Aquel que envía y Aquel que es enviado. Él se envía a Sí mismo para operar en la situación de tal manera que las iglesias locales puedan ser recobradas.

EL RENUEVO

  La cuarta visión nos muestra a Josué, quien representa el sacerdocio, compareciendo delante del Señor, con Satanás a su lado para oponérsele (3:1). El problema radicaba en que Josué aún vestía las vestiduras inmundas traídas de Babilonia. Jamás debemos retornar a Jerusalén trayendo cosas viejas. Todas las viejas ideas, los viejos métodos, las viejas enseñanzas y las viejas opiniones tienen que ser desechadas. Si nos miramos a nosotros mismos, veremos cuán viejos somos. Hemos regresado, pero ¿qué acerca de nuestras vestiduras? Mientras permanezcamos en nuestra vejez, seguiremos bajo las acusaciones del enemigo. Si bien estamos en la posición correcta, nuestra condición está errada. Hemos salido de Babilonia, pero Babilonia no ha salido de nosotros. Tantas cosas del cristianismo todavía están con nosotros. No sólo es necesario que tengamos una nueva posición, sino también que nuestra condición cambie. Las viejas vestiduras deben ser desechadas y tenemos que ponernos nuevas vestiduras. Cristo es nuestra nueva vestidura. Tenemos que abandonar todas las cosas viejas pertenecientes a Babilonia; tenemos que despojarnos de todo formalismo, toda enseñanza, todo concepto, opinión, o cosa parecida, que provenga del cristianismo. Es necesario algo nuevo, y esta novedad es Cristo. Cristo tiene que ser nuestra cubierta y nuestra vestidura.

  En algunos lugares el pueblo del Señor se ha establecido en el terreno de la iglesia, pero todavía conserva las viejas enseñanzas y su antigua manera de proceder; esto ha dado lugar a las acusaciones de Satanás. Tenemos que cambiar nuestras vestiduras y despojarnos de todo lo viejo a fin de que podamos ser revestidos con algo nuevo de Cristo. Y no solamente necesitamos vestiduras, sino también la mitra, es decir, la corona. Cristo tiene que ser nuestras vestiduras y nuestra corona.

  Fue después de esto que Josué estuvo en una posición que hizo posible la venida del Renuevo, el cual es Cristo como Aquel que produce fruto. En el recobro de las iglesias locales, necesitamos experimentar a Cristo como el Renuevo que produce fruto. Necesitamos el crecimiento de la vida divina, así como también la capacidad de producir fruto que es propia del Renuevo. Este Renuevo es también una piedra. El Renuevo tiene como fin producir fruto, mientras que la piedra tiene como fin la edificación. Las iglesias locales pueden ser edificadas únicamente por Cristo como el Renuevo y como la piedra. Esta piedra es el fundamento que tiene siete ojos. Hemos visto en el libro de Apocalipsis que los siete ojos son los siete Espíritus de Dios. Éste es el Espíritu que se ha intensificado siete veces para recobrar la obra de edificación de Dios. Esta visión es muy clara. Necesitamos vestirnos de Cristo para estar en la posición requerida a fin de experimentar a Cristo como Aquel que produce y como la piedra que sirve de fundamento, lo cual se realiza en virtud del Espíritu intensificado, todo con miras a recobrar la edificación.

EL CANDELERO

  Después, tenemos la visión del candelero. Después de la visión de Cristo como el Renuevo fructífero y la piedra de fundamento, la cual incluye a los siete Espíritus, tenemos el candelabro. Es entonces que se hace la siguiente declaración: “No con poder, ni con fuerza, sino con Mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). Esta obra se lleva a cabo mediante los siete Espíritus de la piedra que sirve de fundamento. Además, Él no solamente es la piedra de fundamento, sino que también es la piedra principal, es decir, la piedra cimera, la piedra de remate con la que se concluye la edificación y la cual cubre toda la casa. Cristo es la piedra de fundamento y también la piedra cimera, la piedra de remate. Cristo es el cimiento para la edificación de las iglesias locales, y Él es también la piedra cimera de las iglesias locales.

EL ROLLO QUE VUELA

  La sexta visión consiste en un rollo que vuela, el cual depura la situación imperante en el pueblo. El pueblo había dado lugar a ciertas cosas malignas, y esta visión fue dada a fin de purgar tales cosas.

  Después se nos muestra la visión de un efa, la cual nos da a entender que aún había muchos elementos babilónicos entre los cautivos que habían retornado a Jerusalén. El Señor dijo que estas cosas babilónicas tenían que ser devueltas a Babilonia. Estas dos visiones nos muestran que en el recobro del Señor todas las cosas pecaminosas tenían que ser purgadas, y todo lo que fuese de Babilonia debía ser devuelto a Babilonia. Que todo lo de Babilonia retorne allá. El lugar que le corresponde a las cosas del cristianismo es Babilonia, y no el recobro del Señor. Todo cuanto hayamos traído de Babilonia, debemos enviarlo de regreso.

LOS CUATRO CARROS

  La octava visión, la visión de los cuatro carros, está relacionada con el juicio. El Señor habrá de juzgar la situación en su totalidad.

  No necesitamos ver todas estas visiones en detalle, pero sí tenemos que ver que Cristo lo es todo. Él es el Renuevo fructífero. En el edificio de Dios, Cristo es la piedra que sirve de fundamento y también la piedra cimera. Ahora, Cristo es el Rey que está en el trono y es, también, el Sacerdote; Él tiene el sacerdocio y el reinado. En Él se unen ambos ministerios. Así que, Él es quien edifica el templo de Dios. Cristo es el Renuevo, Él es el Rey y Él es el Sacerdote; por tanto, Él es el Edificador. Por eso necesitamos experimentar a Cristo como el Renuevo que produce fruto, como el Rey que ejerce la autoridad y el reinado, y también como el Sacerdote que ejerce el sacerdocio, a fin de que Él llegue a ser el verdadero Edificador que edifica las iglesias locales.

  La visión acerca de Cristo en Zacarías está relacionada con el recobro del edificio de Dios. Cristo es quien cabalga sobre un caballo rojo entre aquellos que se encuentran cautivos y quien intercede por su retorno. Él es el Renuevo, la piedra de fundamento, la piedra cimera, el Rey que ejerce el reinado y el Sacerdote que ejerce el sacerdocio. Y ahora, Él es el Edificador. Así que, tenemos que disfrutarle y experimentarle como el Renuevo a fin de que brote la vida, y tenemos que experimentarle como el Rey para que el reinado sea ejercido y como el Sacerdote para que el sacerdocio sea ejercido. Sólo entonces podremos participar en el recobro de la edificación de la casa del Señor. Éste es Cristo visto en todas las visiones relacionadas con el recobro de la edificación de la casa de Dios.

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