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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO DIEZ

EL REINO Y LA VIDA DEL ALMA

  Lectura bíblica: Mt. 10:37-39; Lc. 14:26-27; 17:31-33; Mt. 16:21-26; Mr. 8:34-36; Lc. 9:23-25; Jn. 12:24-25

  Hemos visto que Satanás está en nuestra carne, que el Señor Jesús está en nuestro espíritu y que nosotros mismos estamos en nuestra alma. Es por ello que la actitud que tomemos determinará quién obtendrá la victoria, el Señor Jesús o Satanás. Si nuestra actitud hace que seamos uno con Satanás, él será quien venza; pero si en nuestra actitud somos uno con el Señor Jesús, Él será el victorioso.

  En los cuatro Evangelios el Señor menciona el alma varias veces. Muchos han estudiado aquellos versículos en los cuatro Evangelios donde el Señor Jesús habla sobre el alma, pero no han visto el vínculo existente entre estos versículos y el reino. Tenemos que comprender que nuestra alma está estrechamente relacionada con el reino.

  En el capítulo anterior indicamos que nuestra mente es el campo de batalla entre el reino de Dios y el reino de Satanás. La mente es la parte que asume el liderazgo de nuestra alma. Las otras dos partes de nuestra alma son la parte emotiva, el órgano con el que amamos, y la voluntad, el órgano mediante el cual nos proponemos hacer algo y tomamos decisiones. Además de nuestra mente, emoción y voluntad, hay algo más en nuestra alma que está muy escondido y que es muy fuerte: el yo.

EL ALMA Y EL MUNDO

  Nuestra alma también está relacionada con el mundo. El mayor obstáculo para nuestra vida cristiana no es el pecado, sino el mundo. El pecado es terrible y tiene que ser condenado; sin embargo, el mundo es todavía más destructivo y dañino para nuestra vida cristiana. Son más los cristianos a quienes el mundo les impide seguir adelante con el Señor que aquellos que son obstaculizados por el pecado. Mientras el pecado guarda relación con nuestra carne, el mundo guarda relación con nuestra alma. Romanos 6:6 nos dice que debido a que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, el cuerpo de pecado está desempleado, nuestro cuerpo se ha quedado “sin trabajo”. Por tanto, el asunto del pecado guarda relación con nuestro cuerpo, nuestra carne. El mundo, por el contrario, está vinculado a nuestra alma. La existencia de este vínculo es demostrada por Mateo 16:26, donde el Señor Jesús preguntó qué aprovecharía al hombre si ganara todo el mundo y perdiera su propia alma.

EL ALMA Y LA VIDA DEL ALMA

  En el griego la misma palabra se tradujo como “alma” y otras veces como “vida del alma”. Esto hace que sea difícil para los traductores decidir qué expresión usar. En algunos versículos la palabra griega psujé se traduce como “alma”, mas en otros versículos se traduce como “vida” o “vida del alma”. Muchas veces la versión King James simplemente la traduce como “vida”, lo cual complica mucho las cosas, ya que podría darnos la impresión de que la palabra vida en tales casos significa lo mismo que la vida eterna. Pero la vida del alma es completamente diferente de la vida eterna.

LO RELACIONADO CON EL ALMA

  El alma humana es bastante compleja. Podemos distinguir al menos seis cosas en relación con ella: la mente, la voluntad y las emociones, todas ellas se encuentran en el alma. Además, tenemos el yo, la vida del alma y el mundo, los cuales guardan estrecha relación con el alma.

  Como ya vimos, Satanás está en nuestra carne, desde donde opera con miras a obtener su reino; además, el Señor Jesús está en nuestro espíritu, desde donde opera con miras a establecer el reino de Dios. Efesios 2:2 nos dice que Satanás, el príncipe de la potestad del aire es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. La palabra opera es la misma usada en Filipenses 2:13 donde nos dice que Dios realiza algo en nosotros. Así pues, hay dos operadores dentro de nosotros, uno opera en nuestra carne y el otro en nuestro espíritu. Ambos “operadores” están trabajando hacia el alma. Mientras Satanás opera de afuera hacia dentro, Dios opera de adentro hacia fuera. Ambos orientan su actividad hacia el alma del hombre, lo cual hace que nuestra alma tenga gran importancia estratégica. Que Dios obtenga Su reino o Satanás el suyo, dependerá de nuestra alma. Nuestra alma tiene valor estratégico para ambos reinos. A esto se debe que el Señor Jesús —en Mateo, Marcos y Lucas— hable con tanta frecuencia sobre tomar la cruz en relación con el alma (Mt. 16:24-25; Mr. 8:34-36; Lc. 9:23-24). Tenemos que aplicar la cruz a nuestra alma debido a que Satanás mora en nuestra carne y procura controlar nuestra alma. Nuestra alma ha sido saturada con Satanás mismo. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva; así como nuestro yo, nuestra vida del alma y nuestra relación con el mundo han sido saturados e impregnados con Satanás.

PEDRO FUE UNO CON SATANÁS

  Mateo 16 nos dice que un día en que el Señor Jesús tuvo una muy buena comunión con Sus discípulos, les pudo decir que sería perseguido, que sería muerto por los religiosos y que resucitaría al tercer día. Si bien Pedro escuchó lo que el Señor dijo en aquella comunión, él no escuchó la palabra “resucitar”; apenas pudo escuchar las palabras “ser muerto”. Debido a su amor por el Señor, Pedro le dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!”. Ésta era una buena sugerencia que procedía de su buena intención y preocupación. Si no se nos relatase cuál fue la respuesta del Señor a la sugerencia hecha por Pedro, jamás sabríamos que tal preocupación era algo satánico. Pero el Señor Jesús pudo discernir esto y, con absoluta certeza, reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”. ¿Pueden ustedes imaginarse que al mismo tiempo que Pedro manifestaba una preocupación tan noble por el Señor él era uno con Satanás? ¡Qué sutileza! Pedro pensó que amaba al Señor; pero no se daba cuenta de que su sugerencia procedía de Satanás. Él pensó que se comportaba como un buen discípulo al mostrar una auténtica preocupación por el Señor Jesús. Si el Señor no le hubiese reprendido tan severamente, probablemente todos habríamos sentido admiración por la preocupación demostrada por Pedro. El Señor reprendió a Pedro porque su mente no estaba puesta en las cosas de Dios, sino en las de los hombres (v. 23). Siempre que ponemos nuestra mente en las cosas de los hombres, somos uno con Satanás. Esto es muy grave. Si dejamos de poner nuestra mente en las cosas de Dios y la ponemos en las cosas de los hombres, inmediatamente somos uno con Satanás.

EL ALMA DEL HOMBRE ESTÁ SATURADA CON SATANÁS

  Tenemos que comprender que nuestra alma ha sido completamente saturada con Satanás. En nuestra alma somos uno con Satanás y estamos impregnados de Satanás. Sea que tenga buenas o malas intenciones, que ame u odie a las personas, que sea un caballero o un criminal, usted está saturado con Satanás.

  ¿Qué podría considerarse mejor que tener una noble preocupación por el Señor? Pedro tenía tal preocupación por el Señor Jesús; no obstante, el Señor le reprendió debido a que estaba ocupado por Satanás. Cuando uno pone la mente en las cosas de Dios, entonces eso es excelente; pero cuando uno pone la mente en las cosas de los hombres, uno se encuentra en el reino de Satanás. Este pasaje de Mateo 16 nos revela que nuestra alma se encuentra en una condición caída y es una con Satanás. Debido a esta condición tenemos que aplicar la cruz a nuestra alma.

  Siento gran aprecio por lo que dijo el Señor en Mateo 10:37-39. El Señor dijo que quien ame a padre o hijos más que a Él no es digno de Él. Si uno ama a sus padres o sus hijos más de lo que ama al Señor Jesús, ya no tiene nada que ver con Él. Después, en Lucas 14:26-27 el Señor habló de aborrecer. El Señor dijo que si alguno viene a Él y no aborrece a su padre y madre, mujer e hijos, hermanos y hermanas, e incluso, la vida de su alma, no podrá ser Su discípulo. Al vincular estos dos pasajes podemos comprobar que no importa si alguien ama o aborrece mientras esta persona sea uno con Satanás. Es menester que nuestros ojos sean abiertos para ver que estamos en nuestra alma, y en nuestra alma está el reino de Satanás. Nuestra alma ha sido plenamente saturada con Satanás y se ha convertido en su reino, su dominio.

LLEVAR LA CRUZ

  La cruz es el medio que tiene Dios para tratar con el alma del hombre. Es indispensable que la cruz realice su obra en nuestro ser. Ya fuimos puestos en la cruz, pero ahora debemos permanecer en ella. Llevar la cruz significa permanecer en la cruz. El destino y la meta final de nuestra alma es la cruz. Tanto el alma buena como el alma mala, el alma que ama o la que aborrece, fue puesta en la cruz. Dios puso nuestra alma en la cruz y tenemos que permanecer allí. El Señor Jesús primero llevó la cruz y, después, fue crucificado en ella; pero nosotros, primero fuimos crucificados y ahora llevamos la cruz permanentemente. Jamás debemos salirnos de la cruz, pues Dios nos ha puesto allí. Cada vez que descendemos de la cruz, de inmediato nos hacemos uno con Satanás. En el capítulo anterior vimos que debido a que nuestra mente es un campo de batalla, es indispensable que oremos al Señor pidiéndole que ate al hombre fuerte. Sin embargo, con respecto a nuestra parte emotiva, el órgano con la cual amamos u aborrecemos, tenemos que llevar la cruz. Así que, con respecto a nuestra mente, tenemos que atar al hombre fuerte y, con respecto a nuestras emociones, tenemos que llevar la cruz.

CRUCIFICAR EL MUNDO

  Nuestra relación con el mundo también requiere que llevemos la cruz. La Biblia nos habla de una mujer que amaba demasiado al mundo, la mujer de Lot. El Señor Jesús nos advirtió con respecto a ella diciéndonos: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32). La mujer de Lot amaba las cosas mundanas de la ciudad de Sodoma. Aun cuando ella fue sacada de aquella ciudad, continuaba apreciando sus recuerdos de todas aquellas cosas mundanas. Ella no pudo olvidar el mundo así que miró hacia atrás, convirtiéndose en una columna de sal. Por tanto, el Señor Jesús, a modo de advertencia, nos dijo que recordásemos a la mujer de Lot.

  Supongamos que un hermano, al igual que la mujer de Lot, ama las cosas de este mundo. Si uno ora por este hermano diciendo: “Señor, ata al hombre fuerte”, esto no será muy eficaz. Sólo es eficaz en el caso de alguien cuya mente está llena de opiniones, pero no será útil en el caso de alguien que ama el mundo. Un hermano que ama al mundo necesita llevar la cruz. Para terminar con el amor al mundo que está en nuestra parte emotiva, no depende de atar al hombre fuerte, sino de llevar la cruz en nuestra alma. A muchas queridas hermanas les encanta salir de compras. Algunas no tienen dinero para ir de compras, pero les encanta ver las vitrinas de las tiendas. Tales personas aman las cosas del mundo. Sin embargo, si permanecemos en la cruz, ciertamente no saldremos de compras con tanta frecuencia. Es menester que el amor que nuestra alma siente por el mundo sea aniquilado por la cruz. Esta clase de amor que siente nuestra vida del alma por el mundo es el reino satánico. Si esto no es crucificado, el Señor Jesús que está en nuestro espíritu no podrá propagarse en nuestra parte emotiva. Si una hermana ama ir de compras, sus emociones serán completamente cautivadas apartándose del Señor. Por ello, hay muchas queridas hermanas que no crecen ni una pizca en el Señor debido a que aman demasiado las cosas de este mundo. El Señor no halla cabida en la parte emotiva de estas hermanas y no puede entrar en ellas, pues prácticamente todo en sus emociones se halla ocupado por las cosas de este mundo. Si uno se olvida fácilmente de cuántas posesiones materiales tiene, eso sería un indicio de que no ama dichas cosas; sin embargo, a la mayoría de hermanas les es muy difícil olvidar lo que poseen, es más, ellas recuerdan muy bien estas cosas. Incluso, algunas hermanas no pueden decirnos cuántos capítulos tiene el libro de Mateo, pero sí recuerdan muy bien cuántos vestidos poseen. Es posible que algunas de ellas incluso hayan sido cristianas por más de veinte años; pero no pueden decirnos con exactitud cuántos capítulos tiene el libro de Hechos. ¿Qué es lo ocupa vuestra parte emotiva? ¿Dónde está vuestro amor? ¿Cuál es el objeto de vuestro amor? Éste es un asunto del reino de Satanás o del reino de Dios. Nos hemos valido de estos ejemplos prácticos porque el Señor nos ha mostrado que el reino no es meramente una dispensación o una esfera. El reino es la totalidad de la vida cristiana, y debe ser algo práctico.

PERMANECER EN LA CRUZ

  Todos los versículos en que el Señor Jesús se refiere al alma están relacionados con el tema del reino de Dios. Es indispensable que tomemos medidas con respecto a nuestra alma, en cuanto al amor, o sea, lo que amamos y dónde ponemos nuestro amor. Cómo amamos tiene que ser afectado, en términos prácticos, por la cruz. Si en cuanto a nuestro amor nuestra alma jamás fue quebrantada por la cruz; entonces, no importa lo que pensemos, nos encontramos en el reino de Satanás. Aun cuando somos hijos de Dios en nuestro espíritu; en nuestra alma, seguimos formando parte del reino de Satanás.

  Lo importante no es determinar simplemente si uno es pecaminoso o mundano, sino si nuestra alma ha pasado por el trato de la cruz en cuanto a su amor. Si hemos de amar, es imprescindible que nuestro amor primero haya sido crucificado; y si hemos de aborrecer, también es menester que nuestro odio haya sido crucificado. Tenemos que amar y odiar, pero es menester que primero nuestro amor y nuestro odio hayan sido crucificados. Es necesario que la totalidad de nuestra alma sea quebrantada por la cruz. El Señor ya eliminó nuestra alma crucificándola. En Gálatas 2:20 se declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Puesto que hemos sido crucificados con Cristo, tenemos que permanecer en la cruz. Tenemos que permanecer en el lugar donde ya fuimos eliminados. Esto significa que tenemos que llevar la cruz y jamás dar cabida al alma que fue saturada con Satanás. Tenemos que mantener nuestra alma en la cruz, especialmente en todo cuanto atañe al amor del alma. Si queremos amar algo o a alguien, tenemos que amarlo al hacer que nuestra alma sea eliminada, crucificada. Esto no es solo teoría, sino que en esto consiste la práctica de la vida del reino y el aspecto práctico de dicha vida.

  Es probable que en ciertas ocasiones, procure ser espiritual. Tal vez usted se diga: “Fijaré mi mirada en el Señor y veré de qué manera Él me guía. Todas mis compras las haré conforme a la dirección del Señor”. Esto aparenta ser muy espiritual. Sin embargo, independientemente de cómo el Señor nos guíe, uno persiste en ir de compras. El Señor no le proveyó ninguna dirección específica; no obstante, uno compró muchas cosas, y todo aquello que compró todavía está en casa condenándolo. Es posible que ninguna de estas posesiones sea pecaminosa en sí, pero ciertamente le pertenecen al mundo; son cosas mundanas que el Señor no le había ordenado comprar. Usted las compró en conformidad con el amor que anida en su alma. Esto es el reino de Satanás. No es un asunto de simplemente si uno se encuentra exento de pecado o si uno es santo o si uno es libre del mundo o no, sino de en qué reino nos encontramos, el reino de Satanás o el reino de Dios. Si su alma permanece continuamente en la cruz, no importa lo que ame o aborrezca, usted se encontrará en el reino de Dios; de otro modo, tanto al amar como al odiar usted estará en el reino de Satanás.

EL YO

  Ahora queremos ver el yo, algo más profundo y más escondido que el amor por el mundo. El yo es algo más oculto y sutil que el amor por nuestra familia e hijos. Sabemos que el yo está en el alma, pero ¿cómo se expresa? Tenemos que referirnos nuevamente a la mente humana. El yo en el alma es mayormente expresado mediante nuestras opiniones. Nuestros conceptos y opiniones ineludiblemente expresan al yo en nuestra alma. Pedro dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!”. Éste es un concepto, una opinión, una buena idea con respecto del Señor. Sin embargo, esta opinión puso al descubierto el yo de Pedro. Este yo es el elemento mismo de Satanás. También podríamos invertir esta frase y afirmar que el elemento satánico es el yo. Siempre que expresamos un pensamiento u opinión discrepante, expresamos el yo.

LA MENTE, EL YO Y SATANÁS

  En Mateo 16 el Señor Jesús reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”, después de lo cual le dijo que su mente no estaba puesta en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Enseguida, el Señor Jesús dijo que quien viniese en pos de Él tenía que negarse a sí mismo. Esto nos muestra que Satanás, la mente y el yo son tres en uno. Satanás está en la mente y la mente está en el yo. El yo está en la mente y la mente está en Satanás. Estos tres no pueden ser divididos entre sí. Es difícil separar al yo de la mente o a la mente de Satanás.

  El yo es algo sutil y escondido. Podríamos pensar que nuestros conceptos son meramente conceptos y que nuestras ideas son meramente ideas; pero, en realidad, nuestros conceptos e ideas son nuestro yo. Tal vez jamás nos dimos cuenta de que nuestras ideas y pensamientos discrepantes son la expresión plena de nuestro yo, el cual es uno con Satanás. Así pues, es necesario que todos seamos personas que han sido aniquiladas, crucificadas, quienes no tienen pensamientos o conceptos discrepantes. No es un asunto de quién está en lo correcto o quién está equivocado. Los conceptos fuertes son la expresión del yo. El yo es siempre uno con Satanás en el alma e, invariablemente, es expresado mediante nuestros conceptos.

  Esto no quiere decir que ya no debamos tener conceptos. Necesitamos tener conceptos. No somos como una silla o una mesa, que no tienen concepto alguno, sino que, por ser seres humanos, necesitamos tener conceptos. Es necesario que tengamos conceptos, pero todo depende de si el yo está contenido en dichos conceptos. ¿Es expresado el yo en nuestros conceptos? Aun cuando es verdad que muchos conceptos son la expresión del yo, muchas veces podríamos tener un concepto en el cual no se detecten rastros del yo; pues el yo ha sido crucificado. Al asumir algún liderazgo o responsabilidad en la vida de iglesia, es necesario que tengamos comunión juntos con respecto a muchas cosas. Por ejemplo, se necesitan algunas ideas con respecto al horario de las reuniones y los días en que deben celebrarse. Cuando nos reunimos para tener comunión, tenemos que decir algo. Tenemos que comprender que no es un asunto del concepto en sí mismo, sino de lo que está debajo o lo que está dentro del concepto. El yo escondido dentro de dicho concepto tiene que ser eliminado, debido a que es uno con Satanás. Sin embargo, no debemos tomar esto como excusa para tener muchos conceptos, es mejor no tener muchos conceptos. Si continuamente expresamos nuestros conceptos, entonces estaremos expresando nuestro yo. ¿En qué reino se encuentra usted? Todo dependerá de si el alma ha sido crucificada o no.

LA VIDA ANÍMICA

  La vida anímica no solamente denota nuestro ser anímico, sino también el poder y la fuerza con que hacemos las cosas. Si hacemos cosas en la iglesia y en la obra del Señor conforme a nuestro ser y a nuestras propias fuerzas, esto constituye una demostración de nuestra vida anímica, por lo que es menester tomar medidas al respecto. Es imprescindible tomar medidas con respecto a la fuerza de nuestra alma, porque cuanto más dependamos de ello, más viviremos en el reino de Satanás. No solamente es menester crucificar al yo escondido en el alma, sino también a la vida anímica, a la fuerza del alma y al ser anímico. Todo cuanto seamos y podamos hacer en nosotros mismos tiene que ser eliminado. Esto tiene que ser puesto en la cruz y debe ser mantenido allí todo el tiempo.

  Debido a que somos creyentes de Cristo, todos tenemos el reino de Dios en nuestro espíritu; pero también tenemos el reino de Satanás en nuestra alma. Todo cuanto somos, todo cuanto podemos hacer y todo cuanto guardamos en nuestra alma tiene que ser completamente aniquilado por la cruz. Es bueno no admitir pensamiento alguno, pero esto es apenas una parte. Tenemos que comprender que todo cuanto somos en nuestra alma, todo cuanto tenemos en nuestra alma y todo cuanto podemos hacer en nuestra alma tiene que ser aniquilado debido a que el reino satánico reside en nuestra alma. Cuanto más aniquilada sea, más oportunidad le daremos al Cristo que mora en nosotros para que se propague de nuestro espíritu a nuestra alma. De este modo, nuestra alma será purificada y será saturada por el propio Señor. Entonces el reino de Dios crecerá, se propagará y retornará a nuestro ser. Ésta es la manera de poseer las riquezas de Cristo. Ésta es la manera de tener el poder, el impacto y la bendición del Señor. Éste es el punto crucial y estratégico de nuestra vida cristiana con relación al reino de Dios. Por tanto, todos tenemos que concentrar nuestra búsqueda y concentrar nuestra atención en esta única cosa: llevar la cruz y siempre darle al Señor las oportunidades que necesita para propagarse de nuestro espíritu a nuestra alma. Entonces tendremos el aspecto práctico de la vida del reino.

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