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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO CATORCE

EL CRECIMIENTO, LA TRANSFORMACIÓN Y LA EDIFICACIÓN

  Lectura bíblica: Jn. 1:42; Mt. 16:18-19; 18:17-18; 21:42; Hch. 4:11-12; 1 P. 2:2, 4-5, 7; Ap. 22:1-2

  La mayoría de las verdades del Nuevo Testamento fueron sembradas en forma de semillas en el libro de Mateo. En Mateo 13 tenemos las semillas del crecimiento y la transformación, y ambas tienen como finalidad la edificación. En Mateo 16:16 Pedro reconoció que el Señor Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Después que él hizo tal declaración, el Señor parece decirle: “Has reconocido que Yo soy el Cristo, el Hijo de Dios, pero tengo que decirte algo más. No basta con que me conozcas. Tienes que comprender que tú eres una piedra y que contigo como una piedra Yo edificaré Mi iglesia”. En Mateo se hallan incluidos la mayoría de los puntos fundamentales del Nuevo Testamento. Allí se nos da la semilla en cuanto al crecimiento, la transformación y la edificación. Todos estos asuntos no solamente guardan relación con la iglesia, sino también con el reino. Mateo 16:18-19 nos revela que el Señor Jesús usó los términos iglesia y reino indistintamente. “Edificaré Mi iglesia [...] Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. La iglesia es el reino y el reino es la iglesia. La iglesia que el Señor edifica con piedras vivas es el reino.

UNA PIEDRA PARA LA EDIFICACIÓN

  El libro de Mateo nos presenta al Señor Jesús como aquella persona maravillosa que vino a sembrarse como simiente de vida en nuestro ser. Después que la semilla ha sido sembrada, viene el crecimiento, la transformación y la edificación. La edificación no es otra cosa que la edificación de la iglesia, la cual es el reino. Juan 1:42 nos habla de la primera vez que Pedro vino al Señor Jesús. Pedro fue traído al Señor por su hermano, Andrés. En aquella ocasión el Señor no le impartió enseñanzas ni le dio instrucciones; más bien, le cambió el nombre, de Simón a Cefas. En cierto sentido, esto fue una profecía. El Señor le profetizó a Simón que sería llamado Cefas. Tanto Cefas como Pedro tienen un mismo significado: una piedra.

  El relato en Mateo 16 ocurrió unos dos años después del primer encuentro que Pedro tuvo con el Señor en Juan 1:42. Cuando Pedro confesó que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le recordó: “Tú eres una piedra”. No bastaba con que Pedro supiera que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, sino que además tenía que saber que él mismo era una piedra para la edificación. El Señor iba a edificar el reino. Él edificaría a Pedro en la iglesia y le daría las llaves del reino de los cielos. Según el libro de Hechos, Pedro usó por lo menos dos llaves: una en el Día del Pentecostés para abrirle la puerta a los judíos para que entrasen en el reino de los cielos (Hch. 2:38-42) y la otra en la casa de Cornelio para abrirle la puerta a los Gentiles para que entrasen en el reino (10:34-48). Las llaves le fueron dadas a Pedro y también le fue encomendada la autoridad para atar y desatar. “Lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos” (Mt. 16:19). Por tanto, a Pedro se le dieron dos llaves así como la autoridad para atar y desatar.

ATAR Y DESATAR

  Estoy tan agradecido por tener un pasaje como Mateo 18:17-18 en la Biblia. La Iglesia Católica Romana afirma que el Papa, como sucesor de Pedro, tiene autoridad exclusiva para atar y desatar. Sin embargo, la iglesia local es mencionada en Mateo 18. Si usted tiene un problema que no pueda ser resuelto por dos o tres creyentes, debe traerlo a la iglesia. La iglesia aquí ciertamente debe ser la iglesia local. No puede ser la iglesia universal. Si la iglesia en Mateo 18 fuera la iglesia universal, ¿dónde se supone que la hallemos cuando tenemos a dos o tres creyentes que no puedan resolver un problema? La iglesia en Mateo 18 con toda certeza es la iglesia local, y la iglesia local tiene la autoridad para atar y desatar. En Mateo 16:19 el Señor Jesús le dijo a Pedro que él tenía autoridad para atar y desatar, pero en Mateo 18:18 el Señor cambió el sujeto de singular a plural. Cuando en Mateo 16:19 el Señor dice: “Lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos”, en el griego el agente que ata y desata es singular; pero cuando en Mateo 18:18 el Señor dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra”, en el griego el agente que ata y desata es plural. Esto significa que nosotros también tenemos la potestad de atar y desatar. La autoridad que Pedro tenía también la tenemos nosotros. ¿Han visto cuál es su posición? ¿Han visto cuál es nuestra autoridad y rango? Todos podemos atar y desatar, tal como Pedro lo hizo. Pedro era una piedra, y nosotros también somos piedras. Pedro tenía autoridad para atar y desatar, y nosotros también tenemos esta autoridad.

TRANSFORMADO DE BARRO A PIEDRA

  Muchos cristianos no se han percatado de la autoridad y la posición que les ha sido confiada. Sin embargo, para constatar en nuestra experiencia nuestra posición y autoridad, tenemos que ser transformados. Nosotros éramos de barro y ahora tenemos que ser hechos de piedra. Como ser humano, por naturaleza Simón era de barro, pero el Señor Jesús cambió su vida y transformó su ser. El Señor Jesús no solamente cambió el nombre de Simón, sino que también transformó su ser, haciéndolo piedra. En la Nueva Jerusalén parte de la piedra que sirve de cimiento lleva el nombre de Pedro (Ap. 21:14). Así pues, él dejó de ser de barro para convertirse en piedra que sirve de cimiento. El Pedro que vemos en los cuatro Evangelios ciertamente era de barro, ya que con frecuencia era el primero en equivocarse. Pero si uno lee detenidamente el Nuevo Testamento podrá ver que este Pedro de barro se encontraba bajo un proceso de transformación. En Hechos 1 Pedro ya no era de barro, sino que se había convertido en una piedra transparente preciosa. En los cuatro Evangelios Pedro era todavía opaco, pero cuando se puso de pie en Hechos 1, él era transparente.

LA UNIDAD POR EL ESPÍRITU

  Algunos cristianos insisten en las llamadas experiencias pentecostales, pues dicen que sin ellas no podemos tener al Espíritu Santo. Pero ¿qué decimos de Pedro? Antes del Pentecostés, Pedro era una persona transparente. Él fue valiente, fuerte y positivo, pues permaneció en Jerusalén junto a los ciento veinte para orar en unanimidad con ellos por diez días (Hch. 1:14). Ciento veinte personas oraron por diez días sin que surgiera disensión ni disputa alguna. ¿Duda usted que ellos tuvieran el Espíritu Santo? Sin el Espíritu Santo, ellos no podrían haber hecho eso. Ellos eran galileos que habían dejado su tierra y habían permanecido en Jerusalén pese a las amenazas de los judíos. ¡Ciento veinte personas oraron unánimes por diez días! Si no tuvieran el Espíritu, me temo que habrían comenzado a pelearse entre sí después de sólo diez horas. Que ellos fueran unánimes y perseverasen en oración indica que tenían al Espíritu en su ser antes del Día de Pentecostés.

LA TRANSFORMACIÓN

  Pedro recibió un nuevo nombre, que implica un nuevo elemento y un nuevo ser. Él fue transformado. Ser transformado no es simplemente ser cambiado externamente; sino es tener un nuevo elemento añadido a nuestro ser. La transformación introduce un elemento nuevo y elimina un elemento viejo. Así pues, ser transformados consiste en ser cargados y descargados. Todos necesitamos ser cargados de Cristo, tal como un transformador es cargado de electricidad. Cuando nuestro ser esté cargado de Cristo, Él hará que descarguemos muchas cosas viejas. De este modo seremos renovados y transformados. La transformación no es meramente experimentar un cambio externo o una corrección externa; no, sino que en el proceso de la transformación un elemento nuevo es añadido a nuestro ser para reemplazar el elemento viejo que radica en el mismo. A medida que este proceso avanza, somos hechos nuevos y somos transformados. Esto es exactamente lo que Pedro experimentó; el viejo Pedro, el Simón de barro, fue descargado, y esto permitió que él llegase a ser una piedra preciosa.

  Hoy en día, en las iglesias locales, todos estamos en el proceso de transformación. Día tras día nos cargamos de Cristo, y Él hace que todos los elementos viejos en nuestro ser sean descargados y eliminados. Este proceso de ser cargados y descargados es la transformación. A lo largo de los años que han pasado he podido ver cierto grado de transformación, especialmente en los jóvenes. Muchos jóvenes en las iglesias locales fueron transformados sin necesidad de ser regulados o corregidos en su conducta externa. Aun cuando nadie se esforzó por enseñarles o cambiarles, ellos fueron transformados. Ellos fueron cargados con elementos nuevos de Cristo, lo cual hizo que fueran descargados de los elementos viejos.

LA EDIFICACIÓN

  La transformación tiene como propósito la edificación. En Mateo 13 vemos al sembrador, la semilla, el crecimiento y la transformación. Aquí las plantas son transformadas en minerales. Aunque somos trigo, podemos llegar a ser piedras preciosas y perlas en virtud de la transformación. Tanto las piedras preciosas como las perlas han pasado por un proceso de transformación.

  En Mateo 13 no podemos ver el propósito del crecimiento y la transformación; para ver esto es necesario avanzar a Mateo 16. En este capítulo encontramos una afirmación muy significativa: “Tú eres una piedra” (16:18, lit.). No basta con reconocer que el Señor Jesús es el Cristo. También tenemos que comprender que nosotros somos piedras. Es valiosísimo conocer a Cristo, pero también tenemos que conocernos a nosotros mismos. Hermanas, ¿son ustedes piedras? Me temo que mañana temprano les será muy fácil derramar algunas lágrimas. Pero cuando estén a punto de llorar, recuerden que ustedes son piedras.

  Además, una piedra jamás perderá la paciencia. Hermanos, ¿son ustedes piedras? Entonces, ¿qué hará si su esposa mañana temprano le da un tiempo difícil? ¿Perderá la paciencia? Si lo hace, esto indica que, por lo menos en cierto grado, usted todavía no es una piedra, sino que es barro.

PIEDRAS VIVAS

  El Señor Jesús le dijo a Pedro dos veces que él era una piedra (Jn. 1:42; Mt. 16:18). Evidentemente, él jamás lo olvidó, pues al escribir su primera epístola, Pedro no solamente dijo que Cristo es una piedra viva, sino que también todos aquellos que vienen a Él son piedras vivas que serán conjuntamente edificadas como casa espiritual de Dios (1 P. 2:4-5). El Señor le recordó a Pedro que él era una piedra, y más tarde Pedro nos recordó que nosotros también somos piedras.

EL CRECIMIENTO PRODUCIDO POR LA PALABRA PURA

  Mateo 13 nos habla sobre la necesidad de experimentar el crecimiento. En 1 Pedro 2 también se nos habla de que necesitamos crecer. Como bebés recién nacidos debemos desear la leche pura de la palabra a fin de que crezcamos y lleguemos a ser piedras vivas. Podemos llegar a ser piedras vivas en virtud de nuestro crecimiento debido a que la transformación se halla implícita en el proceso de crecimiento. Si consideramos los versículos de 1 Pedro 2, comprenderemos que tanto el crecimiento como la transformación están implícitos allí. Si no hubiera transformación con el crecimiento, ¿cómo podría aquel que desea la leche llegar a ser una piedra viva? Ciertamente, los que desean la leche todavía no son piedras vivas; sin embargo, después de beber de la leche de la palabra, ellos crecerán y serán transformados en piedras vivas con miras a la edificación. Nuevamente, aquí tenemos el crecimiento, la transformación y la edificación. En Mateo 13 tenemos el crecimiento y la transformación; en Mateo 16 tenemos la edificación. Somos piedras y el Señor nos está edificando en la iglesia, la cual es el reino. La iglesia edificada posee autoridad, y las puertas del Hades, que representan el poder de Satanás, no pueden prevalecer contra ella. Ésta es la iglesia, un edificio hecho de materiales transformados.

LA IGLESIA LOCAL

  Todos tenemos que ver lo que es el reino. No es solamente una dispensación o una esfera. El reino es la edificación de las personas regeneradas y transformadas. Esta edificación se logra en la iglesia local. La iglesia edificada de Mateo 16 es la iglesia local de Mateo 18. Estos dos capítulos son inseparables. Lo edificado en Mateo 16 es la iglesia local hallada en Mateo 18. Algunos dicen que la iglesia es únicamente una entidad universal. De ser así, ¿dónde está la iglesia universal? La iglesia universal es la totalidad de todas las iglesias locales, así como el cuerpo es la totalidad de todos sus miembros. Si no hay miembros, no hay cuerpo. La iglesia universal no existe por sí misma, sino que es una composición de todas las iglesias locales. Aquellos que hablan únicamente sobre la iglesia universal tienen temor de ser edificados con otros en la iglesia local. Puesto que somos piedras, tenemos que ser edificados en la iglesia local.

EDIFICADOS UNOS CON OTROS

  El Señor le recordó a Pedro que él era una piedra con miras a la edificación de la iglesia. Él no fue edificado en la iglesia universal de una manera general, sino que fue edificado en la iglesia en la ciudad de Jerusalén de una manera práctica. No digan que simplemente están en la iglesia. ¿En qué iglesia local están siendo edificados? No digan que ustedes simplemente son miembros del Cuerpo de Cristo. Es necesario que tengan una localidad. Una vez que tengan una localidad habrán dejado de ser estrellas errantes (Jud. 13). Es imprescindible que tengamos una localidad y seamos edificados. Una vez que tenemos una localidad, tenemos una buena oportunidad de ser edificados. Primero tenemos una localidad y después somos edificados. Es maravilloso emigrar, pero no debemos ser personas que sólo se mudan de una ciudad a otra. Debemos ser capaces de proclamar ante el universo entero que hemos sido ubicados y que ahora estamos siendo edificados en una iglesia local en particular. No solamente tenemos que estar en Mateo 16 en la iglesia universal, sino también en Mateo 18 en la iglesia local.

  El crecimiento, la transformación y la edificación ocurren simultáneamente. No debiéramos pensar que son tres etapas distintas. Aunque podría parecer lógico decir que el crecimiento, la transformación y la edificación son tres etapas separadas, esto no es verdad en la vida espiritual que llevamos en la iglesia y en el reino. El crecimiento, la transformación y la edificación progresan juntas. Cuanto más usted crece, más es transformado; cuanto más es transformado, más es edificado. Así pues, la medida de su transformación está determinada por la medida de su crecimiento, y la medida de su edificación está determinada por su medida de transformación.

LA NECESIDAD DEL CRECIMIENTO DE LA VIDA DIVINA

  En los años venideros el Señor hará aumentar tanto el número de iglesias como el número de santos en las iglesias. Más y más santos serán añadidos a las iglesias locales, por lo que más iglesias serán edificadas. Quiera el Señor hacernos entender claramente que las iglesias locales en el recobro del Señor son absolutamente diferentes de la cristiandad actual. La cristiandad está conformada principalmente por aquellos que son formalistas, los que son fundamentalistas y los pentecostales. Los formalistas ponen énfasis en las formas o prácticas que consideran correctas; los fundamentalistas enfatizan las enseñanzas y las doctrinas; y los pentecostales enfatizan los dones. Sin embargo, en las iglesias locales necesitamos una sola cosa: el crecimiento de la vida divina. No tenemos necesidad de ninguna otra cosa. Aun cuando las personas hayan recibido cierta ayuda de parte de quienes son formalistas, fundamentalistas o pentecostales, nuestro sutil enemigo se esforzará al máximo por impedir que ellos vayan más allá que cualquiera de estas tres tendencias. Todos tenemos que comprender que el recobro del Señor primordialmente necesita el crecimiento en la vida divina. Aunque hayamos recibido alguna ayuda de parte del formalismo, el fundamentalismo y el pentecostalismo, tenemos que avanzar e ir más allá a fin de buscar el crecimiento en la vida divina. Únicamente el crecimiento en la vida divina nos puede llevar a la meta.

LA ÚNICA CALLE, LA CALLE DE LA VIDA

  La Nueva Jerusalén está orientada hacia cuatro direcciones: el norte, el sur, el este y el oeste. Esta ciudad tiene doce puertas, tres para cada una de estas cuatro direcciones (Ap. 21:13), y tiene solamente una calle, la calle de la vida. No importa de qué dirección usted venga, o a través de cuál puerta entre en la ciudad; una vez que esté en la Nueva Jerusalén, se encontrará en la calle de la vida. No hay calles, tales como las calles de la doctrina, el formalismo, los dones o el don de lenguas. Hay únicamente una sola calle: la calle de la vida. La esencia de esta calle es la vida divina. En esta calle encontramos el agua de vida, el río de vida y el árbol de la vida (22:1-2). Todo cuanto avanza a lo largo de esta calle está relacionado con la vida. Quizás usted haya entrado en esta ciudad por la puerta del formalismo, o la del fundamentalismo, o la del pentecostalismo; pero una vez que usted está verdaderamente en la Nueva Jerusalén, estará en la calle de la vida. No hay otra calle.

  Si las iglesias locales tuvieran otras calles además de la calle de la vida, esto haría que ellas perdieran la naturaleza que es propia de una iglesia local y se constituirían en sectas o divisiones. Si fallamos en recalcar la vida, repetiremos la historia de la cristiandad, la cual es una historia de divisiones y de muchas calles. Los presbiterianos se conducen por la calle presbiteriana, los bautistas caminan en la calle bautista, los pentecostales toman la calle del don de hablar en lenguas. Nosotros tenemos que optar por el camino de la vida. Esto no depende de lo que decimos, sino de lo que somos. Por causa del recobro del Señor tenemos que ver la importancia de la vida. No estamos en contra de ninguna de las cosas positivas contenidas en la Biblia, pero deseamos que todos los amados del Señor puedan avanzar aún más y procurar el crecimiento en vida. Tenemos que avanzar en crecimiento y transformación. Avancemos hasta llegar a ser una piedra preciosa y transparente para ser edificados con los demás. Es por medio de esto que Dios obtendrá Su reino. El reino es la edificación conjunta de los santos transformados. Cuanto más crezcamos, más seremos transformados y edificados y tendremos la realidad del reino.

LA PIEDRA DEL ÁNGULO

  En Mateo 21 los judíos se esforzaban por encontrar alguna falta en el Señor Jesús a fin de condenarlo y hacerle que cometiese algún error. Estas personas religiosas eran, aparentemente, muy bíblicas y se esforzaban por hacerlo todo conforme a las Escrituras, pero el Señor Jesús les preguntó: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo’?” (v. 42). Dentro de Su corazón el Señor pensaba que tanto Él como Sus discípulos eran piedras para la edificación. Mientras que los discípulos eran las piedras, el Señor Jesús mismo era la piedra del ángulo. Aunque el Señor Jesús es el Salvador y el Redentor, al enfrentarse a los religiosos que discutían con Él, les dijo que Él era la piedra del ángulo para el edificio de Dios. Él les estaba diciendo que la persona que ellos habían rechazado era la piedra del ángulo para el edificio de Dios. Pedro recordó esto y, cuando los líderes religiosos le perseguían, él les citó el mismo versículo de Salmos (Hch. 4:11; Sal. 118:22). Los cristianos citan con frecuencia Hechos 4:12, pero muy pocos de ellos citan el versículo 11, que habla sobre la edificación. Hoy en día, a la mayoría de cristianos lo único que les importa es su salvación personal, pero no les importa el edificio de Dios. En el recobro del Señor tenemos que centrar nuestra atención en el edificio de Dios. Mientras estemos en este edificio seremos salvos. Algunos cristianos les gusta hablar de la seguridad eterna. Sin embargo, la verdadera seguridad radica en ser edificados en el edificio de Dios. Si somos edificados como parte de este edificio, estaremos seguros. Otros se preocupan por la santidad. Si verdaderamente somos edificados en el edificio de Dios, seremos separados y santificados para Dios. Otros se preocupan por su falta de paciencia y sus arranques de mal genio. Si somos edificados en las iglesias locales, ello pondrá fin a nuestro mal genio, y tendremos la paciencia necesaria. Primero viene Hechos 4:11 en cuanto a la edificación, y después viene Hechos 4:12 en cuanto a la salvación. Si somos edificados en el edificio de Dios, ciertamente seremos salvos. El Señor Jesús no solamente es el Redentor, sino que también es la piedra del ángulo para el edificio de Dios. Ésta es la edificación del Señor tal como se presenta en Mateo. Cristo es la piedra del ángulo y Sus discípulos son las piedras vivas para el edificio de Dios.

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