
Lectura bíblica: Ef. 1:13-14; 2:1, 5; 3:16-17, 19; 5:5, 18
La mayoría de las verdades contenidas en el libro de Mateo están sembradas como semillas, y vemos su crecimiento en las Epístolas. En el capítulo anterior vimos la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25. Ahora veremos el crecimiento y desarrollo de esta parábola en el libro de Efesios. En esta parábola vimos que el espíritu humano, la lámpara de Dios, está ardiendo con el Dios Triuno como su aceite. También vimos que el alma humana es la vasija que debe contener una porción adicional del Dios Triuno como el aceite. En Efesios tanto el espíritu como la vasija tienen un desarrollo y crecimiento adicional.
Efesios 1:13 nos dice que cuando creímos en el Señor Jesús, recibimos el Espíritu Santo como un sello. Esto está muy claro. El Espíritu Santo es Dios mismo que viene a nosotros como un sello debido a que, después de creer en el Señor Jesús, llegamos a ser propiedad de Dios. Este sello no es otra cosa que el Dios Triuno mismo como el Espíritu que viene a nosotros para sellarnos como Su posesión. Esto significa que hemos recibido al Espíritu Santo en nuestro espíritu. Efesios 2:1 y 5 nos dice que antes que fuéramos salvos, estábamos muertos. Esto no significa que estuviéramos muertos en nuestro cuerpo ni en nuestra alma, pues tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma estábamos muy activos antes de creer en el Señor Jesús; lo que significa es que estábamos muertos en nuestro espíritu. Cuando el Espíritu Santo entró en nosotros, nuestro espíritu amortecido fue vivificado (v. 5). Nuestro espíritu que estaba entenebrecido y amortecido, fue vivificado e iluminado. Por tanto, nuestro espíritu fue regenerado y ahora está ardiendo con el aceite del Dios Triuno. Ahora nuestro espíritu está vivo y resplandeciente.
En Efesios 1 Pablo tenía la certeza de que los creyentes efesios ya habían sido sellados con el Espíritu Santo y que este Espíritu era las arras, la cuota inicial, y las primicias de la herencia venidera. El Espíritu que sella está en nuestro interior como la garantía de nuestra herencia. Pablo sabía que el Espíritu Santo había regenerado los espíritus de los efesios para hacer de ellos personas llenas de vida y luz en el espíritu. Pero esto no quería decir que todo estuviera bien. ¿Qué pasaría con sus almas? Es por ello que Pablo oraba por aquellos que ya poseían el Espíritu de Dios en sus espíritus, pues ellos todavía no tenían la porción adicional de aceite, el Espíritu todo-inclusivo, en sus almas: en su mente, parte emotiva y voluntad. Él oró para que su hombre interior, su espíritu regenerado, fuera fortalecido.
Debido a que ahora nuestro espíritu tiene la vida de Dios, se ha convertido en una persona y ha dejado de ser simplemente un órgano. Antes que fuéramos salvos, nuestro espíritu era sólo un órgano sin vida; no era una persona. Nuestra persona natural, nuestro ser natural, estaba en el alma; nuestro espíritu era un órgano sin tener una persona. Cuando Cristo entra en nuestro espíritu y le imparte vida, nuestro espíritu se convierte en el hombre interior. Por tanto, el hombre interior es el espíritu humano regenerado donde mora el Espíritu Santo. Pablo oró que este hombre interior, el espíritu humano que fue regenerado y avivado, fuera fortalecido (3:16). Esto quiere decir que nuestro espíritu regenerado tiene que ser lleno del Espíritu Santo. Cuando nuestro espíritu sea lleno del Espíritu Santo, será fuerte. El resultado de que nuestro espíritu sea fortalecido será que Cristo se expandirá desde nuestro espíritu a todas las partes de nuestro corazón. Cristo tomará plena posesión de nuestro corazón, lo cual implica que Él se establecerá en nuestro corazón y hará Su hogar en él (v. 17). Esto es lo que significa tener la porción extra de aceite en nuestra vasija.
Efesios 1 nos dice que nuestra lámpara ha sido encendida y ahora resplandece. Efesios 3 nos dice que es necesario que una porción adicional del Espíritu todo-inclusivo llene nuestra alma, corazón y todas las partes de nuestro ser interior. Efesios 4:23 dice: “Os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Esto quiere decir que el Espíritu entra en nuestra mente y se convierte en el espíritu de nuestra mente. Es necesario que el Espíritu llegue a ser el espíritu de nuestra mente. Este espíritu que mora en nuestra mente es el Espíritu que nos renueva. Este Espíritu nos transforma al invadir, saturar y poseer nuestra mente.
Ser regenerados equivale a que nuestro espíritu sea iluminado, avivado y vivificado. Después de ser regenerados en nuestro espíritu, es necesario que seamos transformados en nuestra alma. La regeneración es Dios mismo que entra en nuestro espíritu; la transformación es Dios mismo que satura nuestra alma. Nuestro espíritu es el centro de nuestro ser, y rodeando a nuestro espíritu se halla nuestra alma. La economía de Dios consiste en que Él mismo sea forjado en nuestro ser. Dios primero entra en nuestro espíritu y lo llena. Luego Él se expande desde nuestro espíritu a nuestra alma saturándola, poseyéndola y haciendo plenamente de ella Su hogar. De esta manera, seremos completamente poseídos, ocupados, saturados por Dios y mezclados con Dios. En esto consiste la regeneración más la transformación.
Jamás debemos olvidarnos que la regeneración es lograda en nuestro espíritu y que la transformación es lograda en nuestra alma. No basta con ser regenerados. Esto es apenas el inicio de nuestra experiencia espiritual. La regeneración, el inicio de nuestra vida espiritual, significa que Dios ha venido a nuestro espíritu para iluminarnos, despertarnos y vivificarnos. Después de la regeneración, tenemos que cooperar con el Señor, permitiéndole tomar el paso adicional de propagarse de nuestro espíritu a nuestra alma, saturando así nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Podríamos referirnos a esta experiencia de varias maneras, esta experiencia consiste en preparar la porción adicional del Dios Triuno en nuestro vaso; consiste en llevar a cabo la transformación de nuestra alma; consiste en que todo nuestro ser se mezcle con el Dios Triuno y consiste en llegar a la madurez en la vida de Cristo.
El libro de Mateo nos muestra que Cristo se sembró como semilla en nuestro espíritu y como tal Él crecerá en nuestro ser. Mateo 13 nos revela que el crecimiento de Cristo en nuestro ser implica que Él se expande desde nuestro espíritu a nuestro corazón, es decir, a todas las partes internas de nuestro ser. Esta propagación de la semilla no solamente implica crecer, sino también madurar. La semilla que ha sido sembrada en nuestro espíritu crecerá, se expandirá en nuestras partes internas hasta saturar todo nuestro ser y poseer todas nuestras partes internas. Cuando esto sea logrado, seremos maduros.
La economía de Dios consiste en que Dios se forja en nuestro ser. Si bien Él perdona nuestros pecados, nos justifica y nos salva, ninguno de estos es Su objetivo final. Su meta consiste en que Él mismo sea forjado en nuestro ser. El perdón, la justificación y la salvación tienen como propósito lograr Su meta de forjarse a Si mismo en nosotros.
Esta obra se realiza en tres pasos. El primer paso es la regeneración de nuestro espíritu, el segundo paso es la transformación de nuestra alma y el tercer paso es la transfiguración de nuestro cuerpo. No necesitamos pagar nada por nuestra regeneración, ya que es gratuita. Asimismo, no tenemos que pagar precio alguno por la transfiguración de nuestro cuerpo, el cual se llevará a cabo en el futuro. Eso también será gratuito. Pero por la sabiduría de Dios, tenemos que pagar algo por la transformación de nuestra alma. Dios habrá de dar estos tres pasos a fin de mezclarse completamente con todo nuestro espíritu, alma y cuerpo. Debido a que nuestro ser está conformado de tres partes, Dios debe dar tres pasos para saturarnos. Por tanto, tenemos la regeneración del espíritu, la transformación del alma y la transfiguración del cuerpo.
Dios es muy sabio y sabe cómo lidiar con nosotros. Él no nos pide nada por el primer paso, ya que el primer paso como el último no nos cuestan nada. Pero tenemos que pagar por el segundo paso. Aun cuando seamos pobres y no poseamos nada que se pueda vender, no obstante, tenemos que pagar un precio. Por ejemplo, si las hermanas renunciaran a su afición de salir de compras, el Señor Jesús las llenaría. No piensen que ir de compras es algo sin importancia. ¡No se imaginan cuánta muerte sufren las hermanas debido a que salen de compras! Supongamos que una hermana está en una tienda observando un objeto; pero cuanto más ella lo observa y piensa si debe comprarlo o no, más el Señor en su interior le dice: “No toques eso”. Pese a ello, ella continúa observándolo y finalmente lo compra. Por lo menos durante tres días se le hará imposible orar. Sin embargo, si ella se hubiera abstenido de comprar algo, camino a casa habría estado dando gritos de júbilo y alabando al Señor diciendo: “¡Aleluya! ¡Cristo es victorioso!”. Si uno paga algo, obtendrá algo. Si uno paga el precio de renunciar a salir de compras, obtendrá más aceite.
A veces es fácil para los hermanos debatir con respecto a ciertas doctrinas o experiencias. Sin embargo, cuanto más debaten, más pierden. Hermanos, tienen que pagar el precio de renunciar a toda clase de debates. Si lo hacen, de inmediato obtendrán más aceite. Es fácil para las hermanas contar chismes y hablar acerca de los demás. Hermanas, tienen que pagar el precio de renunciar a los chismes. Si ustedes renuncian a ello, ganarán más aceite.
Si somos fieles en asuntos como éstos, le estaremos brindando al Señor la mejor cooperación. Esto equivaldrá a abrirnos al Señor permitiéndole propagarse poco a poco en nuestro ser. De este modo, Él nos saturará, nos transformará, nos llenará y hará Su hogar en nuestro corazón. Así obtendremos una porción extra de aceite en nuestras vasijas. Lamentablemente, pocos cristianos pagan el precio de brindarle al Señor la coordinación apropiada. Aun cuando ellos estudien la Biblia o hablen en lenguas, tienen muy poco cambio interno y muy poca transformación interna en términos de la vida divina. Mateo, un libro de semillas, no recalca las enseñanzas ni los dones; tampoco lo recalca un libro básico como Efesios. Finalmente, en Apocalipsis, el libro de la cosecha, tampoco se habla de enseñanzas ni dones, pero sí se habla de la vida divina. Allí vemos fluir el río de vida y vemos que el árbol de la vida crece. Este fluir y crecimiento de la vida requiere de nuestra cooperación. La semilla no puede crecer sin la coordinación apropiada. Y ¿en qué consiste la coordinación apropiada? Esto simplemente significa eliminar las piedras, arrancar los espinos y hacernos la buena tierra. Si usted coopera con el Señor, Él tendrá la oportunidad de expandirse a todas las partes de su ser mediante el fluir del río de vida y el crecimiento del árbol de la vida. Por medio de esto, usted será transformado, y el Dios Triuno saturará todo su ser interior.
En realidad, una sola cosa es crucial en la economía de Dios: que el Dios Triuno se forje a Sí mismo en nuestro ser. Todo tiene que estar al servicio del propósito divino de Dios, el cual consiste en forjar Su propio Ser en nuestro ser y saturarnos de Su Espíritu todo-inclusivo. Primeramente, Dios entra en nuestro espíritu y, después, se expande en nuestra alma, hasta que finalmente maduremos en Cristo como vida. Esta madurez es la venida plena, la plena manifestación, del reino.
El libro de Efesios también menciona el reino. Efesios 5:5 habla de obtener herencia en el reino. Aun cuando el tema de Efesios es la iglesia, también se refiere al reino, pues la vida apropiada de iglesia es la realidad del reino. No debemos adoptar la enseñanza tradicional según la cual la iglesia es una cosa y el reino es otra. No debemos separar la iglesia del reino, pues son dos aspectos de una misma cosa. La vida de iglesia genuina es la realidad del reino. Si somos sellados con el Espíritu Santo, llenos del Espíritu Santo y poseídos por el Señor como el Espíritu todo-inclusivo, entonces estamos participando del reino. Incluso podemos poner juntos Efesios 5:18b y 3:19b y decir: “Sed llenos en el espíritu [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Esto significa ser saturados plena y completamente con todas las riquezas del elemento mismo de Dios.
Es necesario que paguemos el precio para ser transformados por el Señor. Esto quiere decir que tenemos que renunciar a aquello a lo cual nos aferramos. Aquello a lo cual usted se aferra es precisamente el precio que deberá pagar. Algunos hermanos se aferran a su cabello largo; el problema no es el cabello largo en sí mismo; sino que el problema es que ellos se aferran a su pelo largo. Al aferrarnos a ciertas cosas obstaculizamos nuestra transformación. No importa a lo que usted se aferre, éste es el precio que tiene que pagar. Usted se aferra, pero tiene que quitar sus manos de allí. No se aferre a nada. Esto es lo que significa pagar el precio. Si pagamos el precio, el Señor se expandirá en nuestro ser, y maduraremos.