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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO DOS

LA VENIDA DEL REINO Y SU PROCESO

  Lectura bíblica: Mt. 19:8; Lc. 17:20-21; Mt. 13:55-56; 12:28; Col. 1:13; Mt. 16:28; Mr. 9:1; Mt. 17:1-2; Mr. 4:26-29; Lc. 18:29; Mr. 10:29; Jn. 3:3-5; 2 P. 1:3-4, 11; Mr. 10:17, 23

  Cuando el Señor Jesús vino, había una religión llamada judaísmo. Ésta no era una religión pagana, sino una religión dedicada a adorar y servir a Dios, una religión formada en conformidad con la palabra divina de Dios. Si usted hubiera vivido en tiempos del Señor Jesús, ¿se habría puesto del lado del Señor Jesús o del lado del judaísmo? Estoy convencido que todos nosotros nos hubiéramos puesto del lado del judaísmo. El judaísmo no era una religión pagana. Tanto su templo como su altar, así como sus sacrificios y ofrendas, se ajustaban a la palabra de Dios. Su sacerdocio, adoración y servicio eran, todos ellos, realizados conforme a la palabra de Dios. Sin embargo, ¿había usted considerado que cuando el Señor Jesús vino no le dio importancia al judaísmo? De hecho, Él desechó todo cuanto el judaísmo hacía. El judaísmo guardaba el Sábado, pero el Señor Jesús trabajaba durante el Sábado. Cuando los fariseos, los judaizantes, enviaron “la patrulla sabática”, sorprendieron a Jesús quebrantando el Sábado.

  El cristianismo actualmente tiene quinientos años más de historia que el judaísmo tenía en tiempos del Señor Jesús y los apóstoles. Cuando Él y Sus apóstoles estaban en la tierra, el judaísmo tenía apenas mil quinientos años de existencia, pero el cristianismo al presente ya tiene unos dos mil años de existencia. Ahora nos enfrentamos a una religión que es quinientos años más antigua que el judaísmo de los tiempos del Señor Jesús.

  Estoy seguro que la mayoría de ustedes ha recibido de parte del cristianismo alguna enseñanza en cuanto al reino, pero les pido que regresen a la Palabra pura de Dios. Cuando los fariseos vinieron al Señor Jesús para discutir con Él sobre el divorcio, ellos le dijeron muchas cosas, pero el Señor Jesús respondió: “Desde el principio no ha sido así” (Mt. 19:8). Volvamos al principio. Olvidemos todo lo relacionado con las enseñanzas tradicionales y retornemos a los orígenes a fin de ver el reino según es presentado por la Palabra pura de Dios.

EL REINO DE DIOS NO VENDRÁ DE MODO QUE PUEDA OBSERVARSE

  En Lucas 17:20-21 los fariseos vinieron al Señor Jesús para preguntarle acerca del reino de Dios. Al igual que muchos cristianos hoy, ellos tenían sus propios conceptos. Sin embargo, el Señor Jesús les dijo inmediatamente que el reino de Dios no vendría de modo que pudiera observarse; es decir, que si ellos deseaban ver el reino, no podrían observarlo. ¿Qué quiere decir que el reino no viene de modo que pueda observarse? Quiere decir que el reino es invisible. El reino no puede ser observado mediante el ejercicio de nuestra capacidad natural. Por tanto, no recurran a sus pensamientos, su entendimiento, sus conocimientos o su comprensión natural, pues nada de ello les servirá para conocer el reino de Dios.

  Cuando el Señor Jesús dijo que el reino no vendría de modo que pueda ser observado, Él no quería decir que el reino no podría hacerse real y concreto. Por ejemplo, si usted no tuviera oídos, jamás podría apreciar mi hablar. En este sentido, jamás podría “observar” mi hablar, ya que carece de la capacidad auditiva necesaria para darle sustantividad y hacerlo real para sí. Tal facultad de hacer real este hablar reside en el órgano auditivo, el oído. Uno deberá tener su órgano auditivo y usarlo; sólo entonces podrá “observar” mi hablar. El Señor les dijo a los fariseos que el reino no vendría de modo que ellos pudieran observarlo por sí mismos, pues tal clase de observación estaba equivocada. Ellos dependían de su propia capacidad mental y se valían demasiado de sus conocimientos. Así pues, por medio de su capacidad natural, ellos eran completamente incapaces de observar el reino de Dios. Para los fariseos, el reino de Dios vino de modo que ellos no pudieran observarlo.

EL REINO ESTABA EN MEDIO DE ELLOS

  En Lucas 17:21 la palabra griega que en algunas versiones, como la versión King James, se tradujo “dentro” puede significar también “en medio” o “entre”, y en este versículo es difícil determinar su significado exacto; pero me parece que la palabra del Señor aquí implica ambos aspectos. Puesto que el Señor Jesús estaba presente en medio de ellos, el reino de Dios se encontraba entre ellos. No digan: “Aquí está el reino” o “helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. ¿Qué es esto? Esto es el propio Señor Jesús. Allí donde Él está, allí está el reino de Dios. Permítanme preguntarles esto: ¿No creen ustedes que el Señor Jesús podía ser observado todo el tiempo por los fariseos? Algunos incluso dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas con nosotros?” (Mt. 13:55-56). Todos ellos sabían esto, pero aun así no podían observar el reino. El Señor Jesús estaba entre ellos como el reino, pero ellos no podían observar a esta Persona porque estaban usando el órgano equivocado. Ellos debían emplear el órgano apropiado: su espíritu. Cuando el Señor Jesús estuvo entre ellos, Él no era solamente un hombre, sino que Él era la corporificación misma de Dios. Ellos debían comprender esto en sus espíritus. Debido a que fracasaron al no hacerlo, aunque el Señor estaba entre ellos, no podía residir o habitar en ellos. Si ellos hubiesen visto a Dios en sus espíritus, Él inmediatamente habría venido al interior de ellos como el reino.

  Puesto que el reino es el Señor Jesús, y Él estaba presente entre los fariseos, ¿por qué indagaron sobre “cuándo había de venir el reino de Dios”? Fue debido a que ellos le daban excesiva importancia al conocimiento mental de la letra de la Biblia. Ellos simplemente no sabían cómo ejercitar sus partes internas, es decir, su espíritu humano. Mediante el ejercicio de su hombre exterior y de sus capacidades naturales les era imposible observar que el Señor Jesús era la realidad del reino. Aunque el Señor Jesús, el reino de Dios, estaba presente, ellos no podían observar a esta Persona; si lo hubieran hecho, mediante el ejercicio de su espíritu, esta Persona maravillosa habría venido a su interior inmediatamente. Él no solamente habría estado en medio de ellos, sino también dentro de ellos. Si el Señor Jesús estaba únicamente entre ellos o también dentro de ellos dependía de si ellos mismos ejercitaban su espíritu para observarlo.

El REINO ES EL SEÑOR JESÚS COMO EL ESPÍRITU

  Podemos afirmar que el reino es el Señor Jesús, pero tiene que ser el Señor Jesús como el Espíritu, y no el Señor Jesús en la carne. El reino es el Señor Jesús como el Espíritu. Él le dijo a los fariseos: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt. 12:28). Este versículo nos dice que el reino es simplemente la realidad del Espíritu de Dios. Cuando el Espíritu de Dios es hecho real a nosotros, esto es el reino. El Señor Jesús dijo que debido a que Él echaba fuera demonios por el poder del Espíritu de Dios, esto era una indicación de que el reino de Dios estaba allí. Así pues, el reino consiste en que el Señor Jesús sea hecho real a nosotros espiritualmente. Cuando Él es hecho real a nosotros espiritualmente, entonces tenemos el reino.

  El Espíritu de Dios es la realidad del Señor Jesús. El Espíritu es Su persona, y Su persona es Su realidad. Así como la realidad de un ser humano es su persona, la realidad del Señor Jesús es Su persona, y Su persona es el Espíritu. Él tenía el Espíritu consigo y el Espíritu era Su persona. Esta Persona, el Espíritu, era la realidad del Señor Jesús. En aquel tiempo, Su realidad se manifestaba en plenitud al echar fuera demonios; por tanto, eso era el reino de Dios. Ahora podemos ver que el reino no es solamente una dispensación o una esfera, sino que el reino es la manifestación de la realidad del Señor Jesús.

  Colosenses 1:13 hace el contraste entre dos cosas: la potestad de las tinieblas y el reino de Cristo. Nosotros estábamos bajo la potestad de las tinieblas, pero un día fuimos trasladados al reino de Cristo. A veces, hacer un contraste nos permite entender las cosas más claramente. Considerar el lado negativo nos permite conocer el lado positivo. El reino de Dios está en contraste con la potestad de las tinieblas. No se trata meramente de una dispensación o una esfera; sino que el reino es algo muy real y concreto, es la manifestación de la realidad del Señor Jesús.

  A muchos de ustedes se les ha dicho que habiendo estado en Adán, un día Dios los trasladó de Adán a Cristo. Ahora deberán comprender algo más; puesto que están en Cristo, también están en el reino, porque Cristo es el reino. Tomemos como ejemplo un jovencito que sea muy inquieto, el cual ha nacido en Adán. Un día él oye el evangelio, invoca el nombre del Señor y es trasladado de Adán a Cristo. Él nació en Adán, pero ahora está en Cristo. Aunque este joven hermano ha sido trasladado a Cristo, probablemente carezca de la experiencia apropiada de la persona de Cristo. Desde el punto de vista doctrinal, puesto que él está en Cristo, él también está en el reino. Sin embargo, en términos de su experiencia, puede que él haya estado en Cristo durante cinco años, pero todavía no esté en el reino. Él ha sido trasladado al interior de Cristo, pero todavía es desobediente. Antes él era un jovencito muy inquieto; pero ahora es un hermano inquieto. No podríamos decir que él no está en Cristo, ni tampoco que no es un hermano; pero en términos de su experiencia, él no está en el reino porque no se da cuenta de la realidad del Señor Jesús. Cuando se de cuenta de la realidad del Señor Jesús, él no solamente estará en Cristo, sino también en el reino.

  Estar en el reino significa darnos cuenta por completo de la realidad del Señor Jesús. El Señor Jesús dijo que si Él echaba fuera demonios por el Espíritu, entonces el reino de Dios había venido a ellos. Un demonio es un espíritu maligno, impuro e inmundo, pero el principio subyacente a ser un demonio denota simplemente rebelión. Originalmente los demonios eran una especie de ser creado. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, ellos le siguieron y se convirtieron en demonios. Por tanto, los demonios denotan rebelión. Si en vuestro diario andar hay algunas cosas que no están sujetas al gobierno de Dios, que aún permanecen en rebelión contra Dios, tales cosas en principio son demonios. Es necesario que tales cosas sean echadas fuera por el Señor Jesús. Tenemos que orar: “¡Señor Jesús! Ven y echa fuera mis demonios. Incluso hoy en día, todavía soy rebelde”. Tal vez usted sea rebelde cuando hace compras. Tal vez usted vaya a una tienda a la que el Señor le dijo que no fuera. Una vez dentro de la tienda, usted escogió un artículo pese a que el Señor Jesús le dijo que lo dejara; probablemente usted haya comprado ese artículo y todavía lo tiene en casa. Esto es rebelión, el principio subyacente a un demonio.

  ¿Está usted siempre sujeto al gobierno de Cristo? Es posible decir que le amamos y, no obstante, no aceptar ser gobernados por Él. Podemos afirmar que Cristo es nuestra vida, pero Cristo como nuestra vida tal vez no sea muy real para nosotros. Podría ser simplemente un término, no una realidad. Es posible que no nos demos cuenta debidamente de la realidad de Cristo como vida para nosotros. La vida del Señor Jesús es una vida reinante, una vida que gobierna. En toda clase de vida existe un elemento rector; este elemento rector es la ley que rige esta vida y la regula. Es posible que tengamos la vida de Cristo en nuestro interior y, aun así, no estemos sujetos al gobierno de Su vida. Por tanto, en cierto sentido, es posible que todavía estemos poseídos por muchos demonios. Necesitamos que el Señor Jesús los eche fuera. Entonces estaremos verdaderamente en el reino. El reino es la plena aprehensión de la realidad de Cristo. Aunque fuimos trasladados de las tinieblas al reino de Cristo, es posible que en nuestra vida diaria carezcamos de la realidad del reino. La realidad del reino es simplemente la plena aprehensión de la realidad del Señor Jesús. Cuando nos damos cuenta por completo de la realidad del Señor Jesús, esa aprehensión es el reino.

LA VENIDA DEL REINO

  Un día, el Señor Jesús le dijo a Sus discípulos que algunos de ellos no gustarían la muerte hasta que hubieran visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino (Mt. 16:28). Según Marcos, el Señor dijo que algunos de los que estaban allí verían el reino de Dios venido con poder (9:1). Poco después de haber dicho esto, el Señor subió a la cima de un monte y se transfiguró (Mt. 17:1-2). La transfiguración del Señor Jesús fue la manifestación de lo que Él era. Cuando Él estaba confinado a Su carne, la gente pensaba que Él era apenas un hombre de Nazaret. El reino estaba en Él, pero ellos no podían verlo. El reino estaba en Él de la misma manera en que la electricidad está en un edificio; es decir, a menos que se active el interruptor, nadie puede observar la electricidad. Una vez activado el interruptor, la lámpara resplandecerá. Este resplandor es simplemente la expresión de la electricidad. El reino de Dios estaba en el Señor Jesús, pero en aquel momento el reino residía encubierto, revestido y contenido dentro de Su carne. Aunque Él estaba en medio de los fariseos, éstos no podían observar que había algo maravilloso en Él. Incluso Sus propios discípulos no podían verlo. Después de seis días, Él subió al monte y allí “fue encendido”; Él resplandecía. Su resplandor procedía de Su interior, no de los cielos. Algo dentro de Él resplandecía. Aunque esta realidad estaba presente en Su interior antes de Su transfiguración, las personas no podían observarla. Sin embargo, en Su transfiguración, Sus discípulos podían observar algo que resplandecía desde Su interior.

  Tal vez nosotros diríamos que esto fue el resplandecer del Señor Jesús o la transfiguración del Señor Jesús, pero el Señor mismo dijo que esto era la venida del reino. Así pues, el resplandor del Señor Jesús en aquel monte fue la venida del reino. Esto no es una mera dispensación, ni tampoco una esfera. Nuestro vocabulario es inadecuado para describirlo. La transfiguración, el resplandor del Señor Jesús en el monte, ¡era la venida del reino con poder! El reino es simplemente el Señor Jesús que resplandece sobre nosotros. Espero que esta afirmación los impresione profundamente: el reino es el resplandor del Señor Jesús, y el reino es la propagación del Señor Jesús al resplandecer sobre nosotros. Él le dijo a Pedro, Jacobo y Juan que le verían viniendo en Su reino, que ellos verían el reino de Dios viniendo con poder. ¿Qué vieron ellos? Ellos vieron el resplandor del Señor Jesús. Cuando Pedro, Jacobo y Juan estaban bajo Su resplandor, ellos estaban en el reino. Además, todos los santos que habían fallecido, representados por Moisés, y todos los santos que estaban vivos, representados por Elías, aparecieron allí y también estaban bajo el resplandor de la propagación del Señor Jesús.

  Permítanme darles un ejemplo. Supongamos que cinco hermanos viven en una casa de hermanos. Si estos hermanos verdaderamente están bajo el resplandor del Señor Jesús, el reino estará en aquella casa de hermanos. Siempre que uno les visite, percibirá el resplandor, el reino, el gobierno y el buen orden. Aunque ellos no tengan un reglamento, todo allí está en orden gracias al resplandor que impera en ese lugar. Supongamos, sin embargo, que ellos no viven bajo tal resplandor, sino que más bien, ellos se critican y menosprecian los unos a los otros, y al mismo tiempo fingen amarse. Si uno los visita, tendrá la sensación espiritual de hallarse en un cementerio. Aun cuando todo esté tranquilo, se percibe la espantosa presencia de la muerte. Aunque ninguno de ellos esté discutiendo, y todo está en orden, la muerte y la potestad de las tinieblas todavía están allí. No hay resplandor.

  El reino es el resplandor de la realidad del Señor Jesús. Siempre que Él resplandece sobre uno y uno está bajo ese resplandor, entonces está en el reino. Aunque no es fácil describir o definir el reino, me parece que ahora ustedes han podido comprender algo en cuanto al reino. El reino no es meramente una dispensación, una esfera o un ámbito. Es el hacer real a nosotros la realidad del Señor Jesús. Siempre que Él se propaga al resplandecer sobre nosotros, nos encontramos en el reino y, para nosotros, el reino ha venido con poder.

EL PROCESO DEL REINO

  En Marcos 4:26-29 el Señor Jesús dijo que el reino es como si un hombre echara semilla en la tierra. La semilla crece, aparece la hierba, luego espiga y finalmente es cosechada. El reino es una semilla que fue sembrada en la tierra y crece hasta alcanzar la madurez, tiempo en el cual llega la siega. La semilla es el Señor Jesús como Aquel que resplandece. Nosotros somos el suelo en el cual el Señor Jesús ha sido sembrado como simiente. La semilla crece y, eventualmente, produce una cosecha: la plena manifestación del reino. Por tanto, el reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha sido sembrada en nuestro interior y que crece en nuestro ser hasta alcanzar plena madurez en el tiempo de la siega. Cuando los cultivos estén maduros, se realizará la siega, que es la plena manifestación del reino. El crecimiento de la semilla dentro de nosotros es el proceso del reino. Por un lado, nosotros ya estamos en el reino; por otro, participamos en el proceso del reino. Por ejemplo, en un campo de trigo primero se siembran las semillas en el suelo. Después, las semillas crecen hasta que aparece un brote tierno. El crecimiento continúa hasta que los brotes producen espigas y, después, grano en las espigas. Finalmente, madura teniendo granos llenos en las espigas. Entonces se realiza la siega de los campos. Éste es un cuadro del proceso y la manifestación del reino. Ahora somos partícipes del proceso del reino; es decir, hoy la simiente del reino está creciendo en nuestro ser. Este crecimiento del reino nos llevará a la siega, y la siega será la plena manifestación del reino.

EL REINO ES EL EVANGELIO

  Comparemos Lucas 18:29 y Marcos 10:29. Lucas 18:29 dice que dejamos ciertas cosas por el reino. Marcos 10:29 dice que dejamos esas mismas cosas por el evangelio. Esto demuestra que el reino es el evangelio. El reino y el evangelio son términos sinónimos y son usados sin distinción. Tenemos que declarar que el reino es el evangelio. Si no comprendemos que el evangelio es el reino, nuestro entendimiento del evangelio será deficiente. El evangelio no solamente se relaciona con el perdón de pecados, la redención, la justificación, la santificación o la salvación, sino que el evangelio también guarda relación con el reino. ¿Qué es el reino? El reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha venido a nosotros. Cuando esta semilla de vida vino a nuestro ser, fuimos regenerados. En virtud de tal regeneración, nacimos en el reino (Jn. 3:3, 5). La regeneración fue nuestro traslado. Fue por la regeneración que fuimos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Dios. ¡Aleluya! ¡Éste es el evangelio auténtico!

  Nuestro ingreso al reino no se realiza en términos externos o aparentes, sino mediante un nacimiento interno. “El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). En otras palabras, cuando el Señor Jesús viene a nuestro ser, Él trae el reino a nuestro interior. Por esto Él dijo que el reino está entre nosotros (Lc. 17:21). Éste es el Señor Jesús, la semilla de vida, sembrada dentro de nosotros y que, todo el tiempo, crece en nuestro ser. Por tanto, nosotros somos partícipes del proceso del reino.

  Venimos ahora a 2 Pedro 1:3, 4 y 11, donde se nos dice que el divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, y que por medio de éstas llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina. Puesto que participamos de la naturaleza divina y de todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, podemos tener una rica entrada en el reino. Cuando el Señor Jesús entra a nuestro ser, Él trae consigo todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, incluyendo la naturaleza misma de Dios. Por medio de todo esto, podemos obtener una rica entrada en el reino. En esto consiste el proceso del reino; por tanto, el reino no es meramente una dispensación.

  ¿Cómo tenemos entrada al reino? No es al aprender, estudiar o cumplir ciertas reglas. Es mediante la regeneración. Entramos en el reino por medio del Señor Jesús que viene a nuestro ser y nos imparte todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad ahora están en nuestro interior. No debemos menospreciar la pequeña semilla. Esa pequeña semilla es todo-inclusiva: las raíces, el tallo, las ramas, las hojas, las flores y el fruto, todo ello procede de esa pequeña semilla. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas, así que somos participantes de la naturaleza divina (1:4). Por medio de esto, podemos obtener una rica y abundante entrada al reino, repito, no solamente entrada, sino rica y abundante entrada.

  En Marcos 10:17-23 vemos que un joven rico vino al Señor Jesús preguntándole qué habría de hacer para heredar la vida eterna. Él pensaba que podía heredar la vida eterna si cumplía la ley. Después de que él se alejó desilusionado, el Señor Jesús dijo que es difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, con lo cual daba a entender que entrar en el reino de Dios es simplemente poseer la vida eterna. Ambos términos son sinónimos; ambos se refieren a lo mismo.

  Por tanto, el reino es nuestra aprehensión espiritual de la realidad del Señor Jesús. Siempre que Él resplandece sobre nosotros y se propaga en nuestro interior, nosotros estamos en el reino. Como simiente del reino, el Señor Jesús ha sido sembrado en nosotros. Ahora somos partícipes del proceso de crecimiento que es propio del reino. Cuando el Señor Jesús haya crecido completamente en nosotros, ése será el tiempo de la manifestación del reino.

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