Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Reino, El»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO VEINTITRÉS

LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN EN EL REINO

(3)

  Lectura bíblica: Mt. 12:1-8, 15-21, 28, 38-42; 16:1, 4

  El capítulo 12 de Mateo revela otros principios en cuanto al reino. ¿Habían notado las primeras palabras de este capítulo? Comienza con las palabras: “En aquel tiempo”; esta misma frase se usó en Mateo 11:25 que comienza diciendo: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús...”. ¿A qué tiempo se refiere Mateo 12:1? La frase en aquel tiempo denota el tiempo en que el Señor Jesús reveló la manera de entrar en el reposo. Los manuscritos originales de la Biblia no están divididos en capítulos, versículos o párrafos; incluso no se hace uso de puntuación alguna. Por tanto, los capítulos 11 y 12 no estaban divididos. “En aquel tiempo” respondió el Señor Jesús y oró al Padre, y “en aquel tiempo” Él también trajo a Sus discípulos a los sembrados. Si bien la frase en aquel tiempo parece insignificante, ella denota algo muy importante. Fue en aquel tiempo que el Señor Jesús reveló a Sus discípulos la manera de hallar descanso y de disfrutarle a Él como el descanso en el reino. El capítulo 9 nos muestra la manera de disfrutar del Señor como nuestro banquete, y los capítulos 11 y 12 nos revelan la manera de disfrutar del Señor como nuestro descanso.

  Algunos quizás consideren que el asunto del disfrute del Señor debería ser abordado en Juan, pues éste es un libro sobre la vida, y no en Mateo, un libro que trata sobre el reino. Pero el reino también se relaciona con el disfrute, y este disfrute no es otra cosa que el propio Señor Jesús. No deben pensar que el Señor Jesús como el reino se relaciona únicamente con la autoridad y el reinado. No, Él como reino también se relaciona con el disfrute. Si uno no lo ha experimentado como su disfrute, no puede estar en el reino en su máxima dimensión. Obtenemos el pleno disfrute del Señor Jesús al darnos cuenta que le tenemos como la vida del reino. Cuánto más nos demos cuenta de que Él es nuestra vida del reino, más le disfrutaremos como el banquete. Si tenemos poco disfrute de Cristo, tendremos poca experiencia del reino.

  Del mismo modo, si no tenemos descanso, tampoco tendremos mucha experiencia del reino. Supongamos que en los Estados Unidos no hubiera gobierno, autoridad ni ley. ¿Piensan ustedes que sería posible descansar en dicho país? No habría descanso; más bien, habría un caos constante. Asimismo, el verdadero descanso viene a raíz de experimentar al Señor Jesús como nuestra vida del reino. Cuando le honramos a Él como nuestra vida del reino, le conocemos como tal y participamos de Él como tal vida, entonces le disfrutamos como nuestro descanso. Él no solamente es nuestro banquete, sino también nuestro descanso. Tanto el banquete como el descanso se hallan en el reino. Aunque podríamos pensar que el banquete y el descanso están únicamente relacionados con la vida, ambos también son hallados en el reino.

EL DISFRUTE EN LA VIDA DE IGLESIA

  Muchos de nosotros podemos testificar que hemos hallado tal disfrute en la vida de iglesia; hemos disfrutado de muchos banquetes. Además, cuando fuimos partícipes de la vida de iglesia, comprendimos que habíamos llegado al hogar. ¿Qué es el hogar? El hogar es el lugar donde hallamos descanso. Muchos cristianos que buscaban mucho al Señor estaban simplemente deambulando sin rumbo fijo antes de venir a la vida de iglesia. Pero una vez que entraron en la vida de iglesia, ellos tuvieron el sentir de que estaban en casa. Jamás me podré olvidar que los testimonios, durante los años 1969 y 1970, en casi todas las reuniones giraban en torno a este asunto, de haber encontrado un hogar en la vida de iglesia. En aquellos años, una de nuestras canciones favoritas proclamaba: “¡Estamos en el hogar! ¡Estamos en el hogar! ¡Estamos en el hogar!”. En la iglesia local tenemos un banquete y tenemos un descanso, debido a que la iglesia local es la realidad del reino. El Señor está aquí en medio nuestro, no solamente como vida, sino también como la vida del reino.

EL TEMPLO MAYOR, EL DAVID ACTUAL Y EL SEÑOR DEL SÁBADO

  Consideremos ahora el caso relatado en Mateo 12:1-8. Mientras las personas religiosas observaban el Sábado en el templo, en las sinagogas o en sus hogares, el Señor Jesús llevó a Sus discípulos a los campos de trigo a recoger espigas. Los fariseos los vieron recogiendo espigas y comiendo los granos de trigo. ¿Cómo fue posible que los fariseos estuvieran allí? Por que ellos eran la “patrulla sabática”, pues patrullaban procurando encontrar al Señor Jesús y a Sus discípulos quebrantando la ley del Sábado. Finalmente los fariseos los atraparon (para más detalles lean: Cristo es contrario a la religión). Esos pobres fariseos preferían que las personas pasasen hambre con tal de que ellas observasen el Sábado. El verdadero significado del Sábado es descanso. Observar el Sábado es tener descanso. Pero pese a que uno pueda sentir mucha hambre, las personas religiosas lo obligarán a observar las normas en cuanto al Sábado. Si usted tuviese hambre y las personas religiosas le presionasen para que observe las leyes del Sábado, ¿sería aquello un sufrimiento o un descanso? Indudablemente sería un sufrimiento. Pero a las personas religiosas no les importaba que fuera un sufrimiento; lo único que les importaba era que se cumpliera con las normas del Sábado. Cumplir tales normas implicaba llevar una carga pesada. Ahora podemos entender lo dicho por el Señor Jesús en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. No solamente los discípulos tenían hambre aquel Sábado, sino también la patrulla sabática estaba hambrienta; pero éstos no se atrevían a comer, sino que observaban el Sábado, pese al sufrimiento que esto implicaba. Esto quiere decir que ellos estaban sobrecargados.

  El Señor Jesús desea que todo el que está cargado venga a Él para darles descanso. ¿Cómo les dará descanso? ¡Al quebrantar el Sábado! Él les daría descanso al quebrantar aquellas leyes que hacían que estuvieran sobrecargados. Ésta es la manera de hallar reposo. Muchos cristianos citan Mateo 11:28-30, pero no lo vinculan con los versículos precedentes ni con los versículos siguientes. Cuando ellos predican el evangelio se valen de estos versículos, diciéndoles a sus oyentes que ellos están cargados de pecados. Sin embargo, estrictamente hablando, estar “cargados” en este versículo no se refiere a estar cargados de pecados, sino sobrellevar como una carga la religión, los preceptos, las reglas, los ritos y las leyes. Así pues, tienen que liberarse de tales cargas. Tienen necesidad de ser emancipados y liberados. Ser liberados equivale a estar en el reino de Dios. El reino no es esclavitud, sino emancipación. El reino de Satanás es esclavitud, el reino de los cielos es emancipación. Cuando entre en el reino de los cielos, será completamente descargado; usted será completamente liberado y emancipado. Disfrutará de la persona de Cristo y ya no será esclavo de los preceptos religiosos. En el reino tenemos el Señor Jesús vivo, sin ningún precepto. Verdaderamente, ésta es nuestra emancipación. Como personas del reino, ¿cuántos preceptos tenemos? Debemos poder decir: “No tenemos preceptos, pero tenemos al Cristo viviente”. ¡Qué liberación es esto para nosotros!

  Supongamos que los hermanos que viven juntos en una casa de hermanos confeccionasen una lista de veinticuatro reglas y la exhibiesen en la pared. Si un hermano joven viniera a vivir en esa casa, se sentiría abrumado considerando que debe cumplir con todas esas reglas. Tendría que memorizarlas y recitarlas para luego esforzarse por cumplirlas. Espero y es mi deseo que no encontraremos una lista así en la casa de los hermanos. No me gusta ver tales reglamentos. Lo que me encanta es ver una persona viviente: Cristo. En las casas de los hermanos debe haber solamente una persona viviente, no reglas.

  Cuando el Señor Jesús tuvo que tratar con aquellas personas religiosas, Él fue muy sabio. Los fariseos se consideraban muy apegados a las Escrituras y pensaban que lo hacían todo en conformidad con la Biblia. Estas personas observaban el Sábado de acuerdo a lo que estaba establecido en la Biblia. Pero el Señor les demostró que en realidad no conocían la Biblia. Ellos sólo conocían la letra de la Biblia, pero no la conocían en el Espíritu; no la conocían en Cristo. El Señor Jesús los reprendió al preguntarles si habían leído lo que David hizo. Él les recordó la ocasión en la que David y sus seguidores entraron en el templo y comieron de los panes de la Presencia, los cuales no les era lícito comer (1 S. 21:1-6; Lv. 24:9). Además, Él les preguntó si al leer se habían percatado que a los sacerdotes se les permite profanar el Sábado en el templo y que ello no implicaba culpa alguna (Nm. 28:9-10). Al hablarles así, el Señor Jesús les reveló que Él mismo era el templo mayor y el David actual (Mt. 12:3-7). Muchas personas religiosas se preocupan únicamente por conocer la Biblia, pero la intención de Dios es que conozcamos a Cristo. No debiéramos simplemente conocer la letra de la Biblia, sino que debemos conocer a Cristo en el Espíritu. Tenemos que conocer a Cristo de una manera viviente y conocerle como Aquel que lo es todo para nosotros. Conocer la Biblia aparte de Cristo no vale nada.

  El Señor Jesús les reveló a los fariseos, a Sus discípulos e incluso nos revela a nosotros en la actualidad que lo primordial no es conocer la Biblia, sino conocer al viviente Señor Jesús. Todo cuanto encontremos en la Biblia tiene que ser Cristo mismo. Si hay un templo, ese templo tiene que ser Cristo. Si hay un rey David, él tiene que ser Cristo. Incluso el amor revelado en la Biblia tiene que ser Cristo. La Biblia nos ordena honrar a nuestros padres, pero el honor con que los honremos tiene que ser Cristo mismo. Simplemente conocer la Biblia por conocerla no tiene valor alguno. Tenemos que conocer la Biblia por medio de Cristo. Tenemos que comprender que toda cosa positiva hallada en la Biblia tiene que ser Cristo para nosotros. Al final, el Señor Jesús les dijo a los fariseos que Él incluso era el Señor del Sábado (Mt. 12:8). Esto va más allá de ser el templo mayor y el David actual. ¡El Señor es el Señor! Lo que el Señor quiso decir era esto: aun si no hubiera versículo alguno que justificase lo que Él hacía, todavía tenía derecho a hacerlo debido a que Él es el Señor. Él aun tiene el derecho a establecer las reglas para guardar el Sábado así como abolirlas. Él tiene derecho a decirles a las personas que observen el Sábado y también tiene derecho a decirles que lo quebranten. Él tiene tal derecho debido a que Él es el Señor del Sábado.

  Es bastante difícil para las personas que se consideran bíblicas traspasar los preceptos. Estas personas suelen estar atadas a lo que ellas consideran que es la letra de la Biblia. Cuando nosotros practicamos orar-leer las palabras de la Biblia, tales personas nos preguntan si tenemos una base bíblica para practicar esto. Cuando levantamos la voz alabando al Señor, nos preguntan qué versículo justifica tal práctica. Ellos han estado llevando las pesadas cargas con los preceptos y el conocimiento bíblico. Necesitan ser liberados. Tienen que ver que en el reino lo que importa no es conocer la Biblia, sino conocer al viviente Señor Jesús.

EL CARÁCTER OCULTO DEL REINO

  Después de esto, Mateo citó un pasaje de Isaías que nos dice quién era el Señor Jesús en aquel tiempo (Mt. 12:18-21). El Señor Jesús era una persona que tenía el Espíritu de Dios. Él no contendía, ni daba voces, ni se daba a conocer públicamente. Él no tenía fama ni se hizo de un nombre para Sí mismo. En cierto sentido estaba muy oculto. Este es uno de los aspectos más importantes de la vida del reino. Si tratamos de ser grandes, si procuramos hacernos de un nombre, nos convertiremos en el gran árbol en lugar de ser la pequeña hierba de mostaza (13:31-32). Cuando el Señor Jesús vivía sobre la tierra, jamás procuró hacerse grande. Más bien, siempre se mantuvo como alguien pequeño. Él no contendía ni hacía oír su voz en las calles. Incluso se nos dice que Él no quebraba la caña cascada ni apagaba el pábilo humeante. Las cañas eran usadas por los niños judíos para hacerse flautas a manera de instrumentos musicales. Pero si una caña, por estar cascada, no producía el sonido apropiado, los niños la quebraban y la tiraban. Frecuentemente nosotros también somos como cañas cascadas incapaces de producir la música apropiada. Como regla general, deberíamos ser quebrados y desechados. Sin embargo, el Señor Jesús jamás hará esto. Además, en los tiempos antiguos los judíos se valían de antorchas con mechas de lino empapado con aceite para alumbrarse, especialmente para caminar por la noche; cuando el aceite se agotaba, estas antorchas de lino dejaban de resplandecer y se convertían en pábilos humeantes, que la gente inmediatamente apagaba y desechaba. Prácticamente todos nosotros somos como cañas cascadas y pábilos humeantes. Sin embargo, el Señor Jesús jamás nos desechará pues Él mismo es pequeño. Éste era Su carácter mientras estuvo en la tierra.

  Todos estos versículos revelan un principio importante en cuanto al reino: hoy en día el reino no es grandioso en su apariencia. En cuanto a su forma, la vida del reino es pequeña y humilde. Es por ello que ninguna iglesia local debiera exhibir grandiosidad en su apariencia; incluso si es numerosa, no debiera hacer alarde de ello. No debiéramos tomar ninguna forma externa. Cuanta más pequeña sea nuestra apariencia, mejor. Tenemos que ser pequeños al punto de no ser nada. Debemos estar ocultos y escondidos en todo momento. Si consideramos éstos pasajes juntos, lograremos ver que la manera de disfrutar del descanso en la vida del reino consiste en que no seamos algo grandioso, manifiesto o público. Disfrutamos de Cristo como nuestro descanso en la vida del reino al permanecer pequeños, escondidos y ocultos. Jamás debemos convertirnos en un gran árbol; tenemos que ser la pequeña hierba de mostaza.

LA SEÑAL DE JONÁS

  Mateo 12 revela otro principio. Las personas religiosas acudieron al Señor Jesús pidiéndole una señal, un milagro. Ellos querían que hiciera un milagro para demostrar que Él era Dios, pero Él les respondió de este modo: “La generación malvada y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” (v. 39). Jonás fue un profeta que pasó tres días y tres noches sepultado dentro de un gran pez en las aguas de muerte. Después de tres días, salió de allí. Esto fue una señal de la crucifixión y resurrección del Señor Jesús. De este modo, el Señor Jesús les dio a entender a las personas religiosas de aquella generación que ellos no verían otra señal aparte de la única señal del Cristo crucificado y resucitado.

  La atmósfera imperante entre las personas religiosas de nuestro tiempo es la misma de aquel entonces. Ellas siempre quieren ver señales, milagros y sanidades. Sin embargo, en la vida del reino no debemos hacer exhibición alguna de nosotros mismos por medio de señales y prodigios. Más bien, debemos revelarnos como aquellos que están crucificados y en resurrección. La señal que es necesaria hoy no es ningún prodigio o milagro, sino la señal de una persona crucificada y resucitada.

  Ahora debemos juntar todos estos principios. Al final del capítulo 11, el Señor Jesús comenzó a mostrarnos la manera en que podemos disfrutarlo a Él como nuestro descanso en la vida del reino. El capítulo 12 nos reveló que necesitamos quebrantar los preceptos religiosos, pero que debemos desechar el hacernos grandes, públicos y populares. No debemos buscar la popularidad, sino que tenemos que permanecer escondidos, pequeños y humildes. Además, no debemos hacer actuaciones ostentosas mediante milagros y señales. Por el contrario, cuanto más la gente nos pida señales, más debemos ir a la cruz, más debemos ser sepultados en las aguas de la muerte. Cuanto más la gente espere de nosotros algo extraordinario, más tenemos que ir a la cruz para ser crucificados e ir a las aguas de la muerte para que nos sepulten. Después de la crucifixión y la sepultura, experimentaremos la resurrección. El pueblo del reino tiene que ser un pueblo que ha sido crucificado, sepultado y resucitado.

  Si somos los Jonás de hoy, personas que experimentan la muerte y la resurrección, ciertamente seremos también los Salomón de hoy que edifican el templo. Una vez más, vemos aquí que Mateo no sigue una secuencia cronológica, pues según la secuencia histórica, Salomón vino primero, y Jonás vino después. ¿Entonces, por qué en Mateo Jonás es mencionado primero? Debido a que Jonás tipifica a Cristo como Aquel que fue crucificado y resucitó, mientras que Salomón tipifica a Cristo como Aquel que reina. Después de ser resucitado, Cristo es el Rey que reina sobre toda la tierra. Por tanto, en la historia Salomón precede a Jonás, pero en tipología Jonás precede a Salomón. Mateo no escribió conforme a la secuencia histórica, sino según la revelación. Él seleccionó ciertos hechos e incidentes y los juntó a fin de mostrarnos una revelación. El Señor Jesús es la única señal. Él primero es el crucificado, sepultado y resucitado, y después, es el Cristo reinante. Ésta es la señal para el tiempo presente. El Cristo crucificado, sepultado y resucitado ahora reina. Debido a que Él reina, el reino está aquí. Él es el Jonás mayor y el Salomón mayor. Para la vida del reino, esta generación no requiere de ninguna otra señal. No necesitamos milagros. Solamente necesitamos la señal única, esto es: la vida crucificada, la vida sepultada y la vida resucitada, la cual ha llegado a ser la vida reinante.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración