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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO VEINTICUATRO

DEL RECHAZO A LA GLORIA

(1)

  Lectura bíblica: Mt. 13:53-57; 14:1, 10, 12-13, 15-21, 23-32; 15:32-38; 17:1-8

  Como indicamos previamente, Mateo es un libro que revela el reino. Los primeros siete capítulos pueden ser considerados como la primera sección de este libro, de los cuales los capítulos del 5 al 7 presentan una definición o descripción del reino. Desde el capítulo 8 hasta el 12 Mateo presenta muchos casos a manera de ilustración de la vida genuina del reino. El pueblo del reino está compuesto por los que una vez habían sido leprosos, pero que fueron limpiados. Ahora son personas que han creído en Cristo y disfrutan de Él como su todo, esto es: como el banquete, el Novio, el vestido nuevo, el odre nuevo, el vino nuevo, el descanso, el David actual, el Jonás mayor y el Salomón mayor. Mediante estas ilustraciones podemos comprender que el Señor Jesús lo es todo para el pueblo del reino y también es la señal. El pueblo del reino siempre carga la señal del Cristo reinante que fue crucificado, sepultado y resucitado.

  De cierto modo, la Biblia está compuesta como un rompecabezas. Las piezas del cuadro son halladas en diversos lugares, y nosotros tenemos que encontrarlas y ensamblarlas. Cuando leemos Mateo 8—12, debemos primero obtener una visión panorámica. Si simplemente nos dedicamos a leer un párrafo tras otro, recibiremos muy poca revelación. En el mejor de los casos, leeremos una serie de historias; el caso de la limpieza del leproso será simplemente un relato más. Por lo tanto, para entender éstos cinco capítulos se requiere de revelación e iluminación. Si vemos la visión y tenemos una perspectiva panorámica, comprenderemos que estos cinco capítulos son una sección que nos muestra la verdadera vida del reino.

  La verdadera vida del reino comienza con un leproso; después exhibe la señal del Cristo reinante que fue crucificado, sepultado y resucitado. Cristo es nuestro banquete, nuestro Novio, nuestro vestido nuevo, nuestro odre nuevo, nuestro vino nuevo y nuestro descanso. Él es nuestro David, nuestro templo, nuestro Jonás, nuestro Salomón y nuestra señal. ¡Cristo lo es todo para nosotros! La manera de disfrutar a este Cristo no es en virtud de nuestro nacimiento natural, sino en virtud de una fe viva y al quebrantar los preceptos religiosos. A fin de disfrutar a Cristo, tenemos que ser plenamente emancipados de toda carga religiosa.

  La siguiente sección del libro de Mateo está compuesta por los capítulos del 13 al 17. No sería posible entender los incidentes relatados en éstos capítulos si no los consideramos como un solo grupo. ¿Qué es lo que esta sección nos muestra?

  Hace cuarenta años, después de renunciar a mi empleo e integrarme al ministerio del Señor a tiempo completo, me propuse ir a Shanghái para quedarme con el hermano Watchman Nee y aprender de él. Durante ese tiempo el Señor me mostró algo en cuanto a esta sección de Mateo. Había estado en Shanghái por breve tiempo cuando un día del Señor por la mañana se me dijo, de parte del hermano Nee, que debía dar el mensaje en la reunión de ese mismo día. El hermano Nee tenía la costumbre de no advertirnos de estas cosas con mucha anticipación. Así que, el aviso me llegó antes de la reunión de la mañana. Yo pensé: “Acabo de llegar a Shanghái, y Shanghái es la iglesia más grande”. Tuve temor. Entonces recibí la carga con respecto a lo que había visto en esta sección de Mateo. Lo que vi fue muy real para mí y aún lo sigue siendo hoy. Lo que les estoy compartiendo es casi lo mismo que compartí aquella mañana de 1933 en Shanghái.

RECHAZADO POR LA RELIGIÓN

  Al final del capítulo 12 se relata un incidente en el que están involucrados la madre y los hermanos del Señor. Cuando Él supo que ellos querían hablarle, les preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?” (v. 48). El Señor indicó a continuación que ser Su madre o Su hermano no se relacionaba con el nacimiento natural, sino con hacer la voluntad de Dios. Los que hacen la voluntad de Dios son la madre, hermanos y hermanas del Señor. Que aquí se mencione la voluntad de Dios no es algo insignificante, pues en realidad denota el reino. “Mas buscad primeramente Su reino [...] y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (v. 10). ¿En qué consiste esta voluntad? En Mateo 7:21-23 el Señor Jesús se refirió a esta voluntad al decirnos que vendría el día cuando algunos dirían haber hecho milagros en Su nombre, haber echado fuera demonios en Su nombre y haber profetizado en Su nombre. Aquel día el Señor reconocerá que ellos ciertamente habían hecho todas esas cosas, pero también les dirá que Él jamás les había dado permiso para ello y que, por ende, ellos eran hacedores de iniquidad (7:23). Estas personas no tendrán parte en el reino de los cielos. Los que tendrán parte en el reino de los cielos serán aquellos que hacen la voluntad del Padre; según lo que hemos visto en el libro de Mateo, Su voluntad es obtener el reino.

  El Señor Jesús le dijo a la gente que quienes hacían la voluntad de Dios, quienes buscaban el reino de Dios —no según el nacimiento natural— eran Sus hermanos y hermanas. El Señor dejó bien en claro ante Sus discípulos que Sus relaciones personales no tenían nada que ver con el nacimiento natural. Esto incluía hasta Su propia madre. No presten atención a las supersticiones católicas que dicen que María es “la madre santa”. Según Mateo 12, el Señor Jesús repudió todo lo relacionado al nacimiento natural, incluso a Su propia madre.

  Después de esto, en el capítulo 13, el Señor presentó todas las parábolas, los misterios del reino. No hay ninguna persona que esté calificada para entender estas parábolas sea por naturaleza o por su capacidad intelectual. El Señor Jesús quiso hacer del reino un misterio, un asunto escondido, como un tesoro escondido en un campo. Cuando el Señor Jesús encontró el reino, de inmediato lo escondió. ¿Dónde y cuándo escondió el reino? Esto sucedió en Mateo 13. Después de repudiar toda relación natural, Él comenzó a esconder el reino de los hombres naturales. Al final del capítulo 13, Él fue completamente rechazado por las personas naturales y religiosas. Después de presentar las siete parábolas, Él regresó a Su propia región y entró en la sinagoga, el lugar donde las personas religiosas discutían las cosas en cuanto a Dios. Aunque el Señor Jesús renunció a todo lo natural, la gente de Su región le reconoció de una manera natural. Ellos dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas con nosotros?” (Mt. 13:55-56). Las personas religiosas le conocían de una manera natural. Pero en 2 Corintios 5:16 Pablo declaró que no conocía a Cristo según la carne, o sea, de acuerdo a nada natural. No debemos conocerle según la carne, sino según el Espíritu. Los fariseos y los judaizantes le conocían de acuerdo a la apariencia natural. Conocían a Su padre carpintero, a Su madre, Sus hermanos y hermanas, pero no le conocían a Él según el Espíritu; en lugar de ello, le rechazaron. El Señor había repudiado todo lo perteneciente al nacimiento natural y había hecho del reino un misterio escondido. Esto ocasionó que las personas religiosas le rechazaran por completo.

PERSEGUIDO POR LOS POLÍTICOS

  El capítulo 14 nos dice que el rey Herodes mató a Juan el Bautista. Cuando se le informó de este hecho al Señor, Él simplemente se retiró al desierto. Recuerden que este es un libro que nos revela el reino. Puesto que el Señor Jesús repudió todo lo natural e hizo del reino un misterio, esto ocasionó que las personas religiosas rechazaran al Señor y al reino. Además, provocó que los políticos persiguiesen y matasen a aquellos que aceptaban el reino. Debido a esto, el Señor se fue al desierto. Si usted hubiera vivido en aquel tiempo y hubiera querido seguir al Señor, habría tenido que ir al desierto.

  ¿Qué significa esto? La sección que abarca del capítulo 13 al 17 nos muestra el periodo de tiempo transcurrido entre el rechazo sufrido por el Señor Jesús y por Su reino hasta la venida plena del reino. Durante este periodo, que transcurre entre Su rechazo y la plena manifestación del reino, el pueblo del reino tiene que seguir al Señor dejando a un lado la religión y la política para internarse en el desierto. Hoy en día seguimos viviendo en este periodo de tiempo, pues este empezó en el tiempo de Mateo 13 y continuará hasta la plena manifestación del reino. En la venida plena del reino, ocurrirá la verdadera y plena transfiguración de todos los que componen el pueblo del reino.

  La transfiguración del Señor Jesús ocurrida en el monte según se relata en Mateo 17 fue una miniatura de la venida plena del reino. Este hecho representó la venida del reino en pequeña escala, cuya venida plena ocurrirá en el futuro. La sección de Mateo que ahora consideramos va desde el capítulo 13 de este libro hasta la venida plena del reino en el futuro. Durante este periodo el pueblo del reino tiene que seguir al Señor Jesús yendo al desierto. El contexto detrás de este mover hacia el desierto fue el rechazo por parte de la religión y la persecución de los políticos. Si realmente tomamos en serio los asuntos del Señor con relación al reino, ciertamente seremos rechazados por la religión y perseguidos por los políticos. No esperen otra cosa. No es posible una actitud amistosa de parte de la religión ni tampoco una actitud bondadosa de parte de los políticos. Ser el pueblo del reino significa que sufriremos la oposición de parte de la religión y seremos perseguidos por el sistema político. Como vimos, las sinagogas rechazaron a Cristo, y el rey Herodes mató a Juan el Bautista, el precursor de Cristo. Cuando el Señor Jesús supo de esto, no contendió ni dijo nada, sino que Él y Sus discípulos se retiraron al desierto. ¿Qué significa esto? Significa que el pueblo del reino son un pueblo que sale del mundo, que sale de la religión y que sale de la política. En cierto sentido, hasta que el reino venga en plenitud, nosotros estamos en el desierto. En realidad somos el pueblo del reino y estamos en el reino, pero con respecto a nuestra situación externa, estamos viviendo en el desierto.

UNA VIDA EN EL DESIERTO

  ¿Cómo podemos ganarnos la vida en el desierto? La respuesta a esta pregunta se halla en el caso en que Jesús alimentó a los cinco mil con cinco panes y dos peces (Mt. 14:19-21). En el Evangelio de Juan este caso sirve de base para dar a entender que Cristo es el pan de vida (Jn. 6). Sin embargo, en Mateo este caso es usado de una manera distinta, pues aquí nos muestra la manera en que el Señor puede sustentarnos en el desierto. Si usted simplemente sigue al Señor, Él puede sostenerlo. Cuando predicábamos el evangelio en el Lejano Oriente, a veces los incrédulos nos preguntaban: “¿Podrá Jesús darme de comer? ¿Me dará Él siempre algo para mi sustento?”. Los incrédulos nos hacían estas preguntas muchas veces y no nos atrevíamos a contestarles; pero les puedo asegurar a ustedes, el pueblo del reino, que el Señor Jesús verdaderamente nos provee lo que necesitamos para vivir.

  En Mateo 6:33 el Señor Jesús dijo que si buscamos primeramente el reino, todo cuanto necesitemos nos será añadido. Mientras todas las personas religiosas y los políticos están ocupados ganándose la vida, el pueblo del reino sigue al Señor Jesús en el desierto. Incluso los discípulos tenían una manera natural de pensar en cuanto al sustento diario. En aquel momento ellos estaban conscientes de la necesidad que tenía la gente y le aconsejaron al Señor Jesús que dispersara a la gente en las aldeas de alrededor para que comprasen algo para comer. En realidad, aquí comer se refiere a la esfera que envuelve todo en cuanto a ganarse la vida. El Señor Jesús respondió: “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer” (Mt. 14:16). Todos sabemos lo que pasó después. Con sólo cinco panes y dos peces el Señor Jesús alimentó a toda la multitud. Este caso nos presenta un principio, y es que el pueblo del reino, el cual sigue al Señor Jesús, tiene que darse cuenta que su sustento diario no depende de lo que hagan ni de su trabajo, sino que Él los cuide. Es el Señor Jesús quien se preocupa por proveerles lo que necesitan para vivir.

  Mientras leen esto, tal vez se pregunten: “¿Debemos entonces renunciar a nuestros trabajos y simplemente seguir al Señor?”. Si pudieran hacer esto, sería maravilloso. Pero como descubriremos más adelante en las Epístolas, todavía debemos mantener nuestros trabajos. Sin embargo, no debemos confiar en nuestros trabajos para nuestro vivir. Jamás debemos permitir que nuestros trabajos nos impidan seguir al Señor. Seguirle y buscar el reino debe ser lo primero, y todo cuanto necesitemos nos será añadido. Finalmente, los miles que siguieron al Señor Jesús en el desierto tuvieron algo que comer. Esto es vivir por fe. El pueblo del reino vive por fe, y su morada se halla en el desierto. Hoy en día el Señor y Su reino siguen siendo rechazados por la religión y la política. Por tanto, tenemos que seguir al Señor Jesús al ir a Él en el desierto. Nuestro intenso anhelo sólo debe ser seguirle a Él. No estén preocupados por su educación, su profesión o su trabajo. No se preocupen por su sustento. Si ustedes le siguen, Él les proveerá lo necesario para vivir.

UN CAMINO EN EL MAR TORMENTOSO

  Habiendo alimentado a la multitud, el Señor Jesús fue a orar a un monte alto después de haber enviado a Sus discípulos al mar (14:22-23). He aquí un cuadro que nos muestra que el Señor Jesús ascendió a los cielos y nos envió a todos nosotros al mar. La vida que el pueblo del reino lleva en la actualidad es una vida en el desierto, y el camino que el pueblo del reino toma es un camino en el mar tormentoso. Nuestro camino en el mar es acosado por olas que se agitan y por vientos contrarios. Al seguir al Señor Jesús, muchas veces no nos sentiremos cómodos y también hemos de experimentar los vientos contrarios.

  Aunque la vida que llevamos es una vida que se halla en el desierto y el camino por el que andamos se encuentra en el mar, no debemos preocuparnos. En el desierto el Señor es quien nos provee de los alimentos que necesitamos. Puesto que nuestro camino se encuentra en un mar tormentoso, este está lleno de peligros; pero tenemos que recordar que el Señor está en la cima de la montaña, en los cielos, orando por nosotros (Mt. 14:23). Además, Él viene a nosotros caminando sobre el mar, con todas las olas bajo Sus pies. Aunque las olas que se agitan nos hagan temer, ellas están bajo Sus pies (v. 25). Él camina sobre las olas, y puesto que Él las pisa, ¿por qué habríamos de temerles? Es por ello que el Señor Jesús reprendió a Pedro por la poca fe que tenía. Por ser el pueblo del reino, nuestra vida se halla en el desierto y nuestro camino se encuentra en el mar. Tanto para nuestro vivir como para nuestro andar necesitamos una fe viva.

  Entre muchos cristianos y muchas organizaciones cristianas, la preocupación primordial es cómo recaudar fondos. Alabo al Señor ya que desde el primer día que vine a la vida de iglesia, no ha habido necesidad de conversar sobre cómo como recaudar fondos. Permítanme contarles algo que el hermano Watchman Nee me relató. La primera iglesia local en China surgió en la ciudad de Fuzhou en 1922. Los hermanos se reunían fuera del cristianismo y fuera de las denominaciones. Casi todos ellos eran estudiantes, muchos todavía en la escuela secundaria. El hermano Nee tenía unos diecinueve años y ayudaba en el liderazgo. Ellos comenzaron a reunirse en una casa pequeña y con el tiempo tuvieron necesidad de alquilar un local más amplio para acomodar a los nuevos convertidos. Muy pocos de entre esos estudiantes tenían dinero; la mayoría era bastante pobre. En una de las reuniones el hermano que asumía el liderazgo se puso de pie y dijo: “Hermanos y hermanas, aquí tenemos esta larga túnica china de invierno que ha sido ofrendada por un hermano. Si esta prenda se puede vender, el dinero se usará para pagar el alquiler del nuevo local”. Él no dijo quién había ofrendado aquella túnica, sino que simplemente la trajo a la reunión y anunció que estaba disponible para quien la necesitara. De dos hermanas que estaban sentadas juntas, una recibió la carga de comprar la prenda en cuanto se hizo el anuncio. Ella había notado que en el otro extremo del salón había un hermano que estaba incómodo debido al frío invernal pues, claro está, no había calefacción en el local. Esta hermana pudo ver la necesidad de aquel hermano y sintió la carga de ayudarlo. Cuando el hermano responsable que estaba dando el anuncio dijo que el precio de la prenda era de ocho dólares, esta hermana le preguntó a la hermana que se encontraba sentada a su lado: “¿Por qué no compramos esta túnica invernal para aquel hermano?”. La hermana le respondió: “Yo también tenía el mismo sentir, pero apenas tengo cuatro dólares”. Resulta que ambas hermanas tenían el mismo sentir y el mismo monto de dinero cada una; así que inmediatamente se pusieron de pie, pasaron al frente y compraron aquella túnica por ocho dólares. Luego pidieron que fuera dada a aquel hermano que tiritaba de frío. ¿Quién piensan ustedes que era ese hermano? ¡Era el hermano que había ofrendado su túnica! Así pues, tanto la necesidad de pagar el alquiler del nuevo local como la necesidad de aquel hermano fueron atendidas por el Señor. Hemos visto la fidelidad del Señor en muchas experiencias parecidas.

  A manera de ilustración adicional, puedo decirles que cuando vine a este país tenía muy poco dinero; no había sido enviado ni mantenido regularmente por ninguna misión. Como podrán testificar algunos de los hermanos de Taipéi, vine a este país sin ninguna promesa de un apoyo económico. Entonces, tal vez pregunten: “¿Cómo, entonces, comenzó la obra?”. La obra simplemente empezó. La obra comenzó en este país en 1963, y recibimos la carga de publicar una pequeña revista llamada El Manantial. Aunque prácticamente no teníamos fondos, los hermanos transcribieron los mensajes, los revisaron y los prepararon para su impresión. Cuando llegó el momento en que debían imprimirse, nos miramos los unos a los otros. No había necesidad de que conversáramos sobre las finanzas, pues todos sabíamos que no teníamos suficiente dinero. Por la misericordia del Señor yo tenía doscientos dólares y los ofrendé para cubrir los costos de la publicación. Al final, nuestra cuenta llegó a tener cuatrocientos dólares. Ése fue el inicio de la publicación de El Manantial.

  Tenemos que creer en el Señor Jesús. Si vivimos en el desierto, Él cuidará de nosotros. Si nuestro camino está en el mar, Él está en la montaña orando por nosotros y, además, está caminando sobre las olas. Las olas están bajo Sus pies. Al final, la pequeña barca que llevaba a los discípulos llegó a salvo a la orilla. Tanto aquellos discípulos que permanecieron en el bote como el hermano Pedro que saltó del bote fueron guardados.

  Aquel pequeño bote representa su pequeño oficio o profesión. Aquel trabajo como profesor que usted tomó, o la profesión que desempeña, es un pequeño bote. Ya sea que permanezca en el bote o salte del bote, todavía tiene que confiar en el llamado del Señor. No le aliento a que deje el bote, pues podría inspirarle mucho temor; pero si usted escucha al Señor diciéndole: “Ven”, entonces puede saltar del bote. No ponga toda su confianza en el bote. Algunos creen en el Señor Jesús, pero también ponen su confianza en el bote. Aunque el Señor pisa las olas, ellos todavía necesitan de un bote pequeño que los lleve. Pedro reconoció al Señor que caminaba sobre las aguas y saltó del bote para ir con Él. Sin embargo, ya sea que usted conserve su trabajo o salte del trabajo, al final no hará diferencia alguna. Es el Señor quien cuidará de usted.

  Este pasaje de Mateo revela la manera de seguir al Señor Jesús durante el periodo que va desde Su rechazo hasta la plena venida del reino. La manera de seguirle es tomando el camino de la fe. La fe no es algo que se origine en nuestra manera de pensar o razonar. La fe es simplemente el darnos cuenta de lo que Cristo es. No importa cuánto el Señor haya sido rechazado por la religión y perseguido por la política, ¡Él sigue siendo el Señor de todos! Este Jesús que fue rechazado y perseguido puede alimentar a cinco mil hombres con apenas cinco panes y dos peces. En Mateo 15 el Señor alimentó a otra gran multitud en el desierto, mostrando una vez más que Él podía proveerles la manera de vivir.

  En 1933 el Señor Jesús me llamó a dejar mi trabajo. ¿Por qué digo que la barca del capítulo 14 de Mateo representa nuestro trabajo? Porque ello corresponde con mi experiencia. El año que renuncié a mi trabajo, me sentí tal como si fuese Pedro cuando dejó la barca. Mi sensación era que aquel trabajo que tenía era un pequeño bote. Estaba bastante seguro en mi pequeño bote. Si saltaba del bote, renunciando a mi trabajo, ¿cómo me ganaría el sustento diario? ¿De qué dependería ahora? Pero el Señor Jesús me llamó a abandonar aquel pequeño bote, y desde entonces he caminado sobre el mar con toda seguridad por muchos años. Por otro lado, hay muchos santos muy queridos que han conservado sus trabajos y profesiones. Al final, no hay diferencia alguna, pues el Señor cuida de ambas clases de santos.

  Tenemos que comprender que el tiempo presente continúa siendo el periodo que va desde el rechazo del Señor Jesús hasta la venida del reino en plenitud. Al seguirle a Él durante este periodo, llevamos nuestra vida en el desierto y tenemos nuestro camino en el mar. En ambos casos se requiere fe. La fe no es algo vano, sino que es una realidad. El Señor Jesús, Aquel que es real, es el objeto de nuestra fe. Nos hallamos en el desierto, pero el Señor Jesús está aquí. Nos encontramos en el mar tormentoso, y los vientos son contrarios a nosotros, pero Él está aquí. Él camina sobre las olas del mar, las cuales están bajo Sus pies. Así que tenemos paz. Tenemos paz por la fe en el Señor Jesús, en Aquel que es real a nosotros como el objeto de nuestra fe. Ésta es la manera de seguir al Señor Jesús durante este periodo de tiempo. El periodo de Su rechazo comenzó hace unos mil novecientos años y continúa hasta hoy día. Todavía nos encontramos sufriendo el rechazo de la religión y la persecución de la política. Estamos en el desierto y en el mar, siguiendo al Señor Jesús por fe. Él nos provee el sustento y cuida de nuestra seguridad. Lo que necesitamos es la fe viva para seguir adelante con el Señor por causa del reino hasta que el reino venga en plenitud.

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