
Lectura bíblica: Mt. 16:13-17, 18-19, 21-27, 28; 17:1-2, 3-5, 8
Ahora abordaremos el último punto en cuanto a seguir al Señor Jesús durante el tiempo de Su rechazo. La manera en la cual le seguimos es estando completamente fuera de la religión. Mateo 15 nos habla de una mujer cananea que disfrutaba de Cristo como las migajas de manera viviente y nutritiva. Mientras aquella mujer disfrutaba de Cristo de tal manera, los sacerdotes estaban en el templo adorando a Dios, ofreciéndole sacrificios y quemando incienso. Es muy probable que estas dos actividades ocurrieran simultáneamente. En una tierra gentil, muy alejada del lugar sagrado, había una mujer gentil que sabía muy poco de Dios, las Escrituras, el templo, el altar, los sacrificios, el sacerdocio y la adoración a Dios. Aunque ella sabía muy poco de estas cosas, disfrutaba de Cristo como su alimento nutritivo. Al mismo tiempo, muchos sacerdotes entrenados en la adoración apropiada adoraban a Dios conforme a las Escrituras. En cierto sentido, éstos sacerdotes habían adquirido mucho conocimiento acerca de Dios y lo que hacían en el templo lo hacían para Dios y estaba dirigido a Él.
Supongamos que ustedes hubieran vivido en la tierra de Israel en aquellos tiempos. ¿De qué lado se habrían puesto, del lado de los sacerdotes que adoraban en el templo o del lado de aquella “perrita gentil”? Creo que ninguno de nosotros, incluyéndome a mí mismo, se habría puesto del lado del “perro gentil”. Ciertamente todos nosotros nos habríamos unido a los sacerdotes que estaban en el templo santo donde estaban las Sagradas Escrituras. En la ciudad santa todo tenía una apariencia apropiada y agradable, pero en el mundo gentil encontramos a esta mujer gentil a quien se le consideraba como un perro. ¿Se habría usted unido a tal persona? ¿Dónde estaba Dios en aquel entonces? Dios estaba con aquel perro gentil. Estrictamente hablando, el Señor Jesús era Dios mismo, y Él estaba con aquella mujer. Él era Dios mismo, a quien las personas religiosas adoraban en el templo. Sin embargo, Dios no estaba con ellos en el templo, sino que estaba muy lejos en un lugar considerado indigno de Él.
Este mismo principio se cumple en la actualidad. La cristiandad es una religión que adora a Dios en conformidad con la Biblia, pero me temo que Dios no está allí. ¿Dónde está Dios? Él está donde esté Jesús. Al Señor no le importa la situación externa; a Él únicamente le importa una cosa: que las personas le ingieran. Esto es completamente distinto a la religión, ya que el Señor no le dijo a la mujer cananea: “Tienes que aprender a adorarme; Yo soy el Dios de Israel”. El Señor no le dijo esto ni tampoco le habló de ninguna cosa religiosa. Él no le habló de adorar a Dios. Más bien, le habló del pan y de los perros. ¿No les parece extraño? Una vez más podemos ver que Cristo es contrario a la religión.
Si hemos de seguir al Señor Jesús durante el periodo de Su rechazo, tenemos que comprender cinco cosas básicas: Cristo, la iglesia, Satanás, la cruz y el yo, el cual incluye la vida del alma. Éstos son cinco asuntos básicos que todos tenemos que conocer al seguir al Señor en el reino. Todo el pueblo del reino tiene que estar familiarizado con estos asuntos. Si ustedes permanecen en el “lugar santo”, estos cinco asuntos no les serán revelados. Esto significa que tienen que dejar Jerusalén, el lugar santo, e ir a Cesarea de Filipo. Es imprescindible salir de aquel territorio religioso para contemplar la visión referente a estas cinco cosas.
¿Quién es Cristo y qué es Cristo? Después de leer el último capítulo, uno podría responder que Cristo es el pan, las migajas debajo de la mesa. Esto es correcto. Sin embargo, tenemos que conocer el elemento, el constituyente, el ingrediente o la composición misma de Cristo. La persona de Cristo no es algo tan sencillo. En Mateo 16:16 Pedro reconoció que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Ambos títulos guardan relación con el ministerio de Cristo y la persona de Cristo. El Hijo de Dios es el nombre de Su persona, mientras que Cristo es el título de Su ministerio u obra. En cuanto a Su persona, Él es la corporificación de Dios. Por ser el Hijo de Dios, Él es la expresión misma de Dios y la corporificación de Dios. Todo Dios está corporificado y expresado a través de Él, quien es el Hijo de Dios.
Él también es el Cristo de Dios; Cristo significa el Ungido. El Hijo de Dios fue ungido por Dios para llevar a cabo el propósito de Dios. Él fue ungido y designado para cumplir el propósito de Dios. Para cumplir el propósito de Dios, Él dio varios pasos importantes. El primer paso fue la creación. El segundo fue la encarnación y los siguientes fueron la crucifixión, la resurrección, la ascensión y Su descenso. Después de esto, Él estableció la iglesia y la está edificando. En el futuro, Él dará un paso adicional, que es, establecer el reino de Dios sobre la tierra. Esto nos muestra que desde la creación hasta el establecimiento del reino, Cristo ha dado varios pasos básicos. Todos éstos son los pasos principales del ministerio de Cristo. Para esta obra Él ha recibido el título de Cristo. A fin de conocerle como el Cristo, tenemos que entender todos estos pasos principales que Él da en Su obra; y para conocerle como el Hijo de Dios, tenemos que conocerle como la corporificación misma de Dios y como la expresión de Dios.
Cristo es maravilloso y profundo. No es fácil aprehender quién es Él. Cristo no es pobre; Él es todo-inclusivo. En Efesios 3:8 Pablo dijo que él anunciaba las inescrutables riquezas de Cristo. Consideremos la Persona de Cristo: Él es la corporificación y expresión de Dios. Consideremos Su ministerio, los principales pasos que Él dio en Su obra: la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, el descenso, la edificación de la iglesia y el establecimiento del reino. ¡Qué obra tan tremenda es ésta! Las riquezas de Cristo son inescrutables. Día tras día en las iglesias, todo el pueblo del reino tiene que conocer a Cristo de esta manera tan rica. Si tenemos necesidad de alguna doctrina, entonces la doctrina que necesitamos es aquella que nos revele todas las riquezas de Cristo.
¿Qué es la iglesia? Se necesitan muchas palabras para describir la iglesia. Aquí apenas puedo mencionar algunos puntos. Nadie puede sobrepasar al Señor Jesús en Su hablar. Sus palabras son sencillas y, sin embargo, son muy profundas y llenas de implicaciones. Él le dijo a Pedro: “Tú eres una piedra” (Mt. 16:18, lit.). Debemos ver que nosotros somos piedras destinadas a la edificación. Mateo 16:18 menciona tanto una piedra como una roca. Todos nosotros somos piedras, y la roca es Cristo. Tanto las piedras como la roca están destinadas a la edificación. La iglesia es edificada con Cristo como la roca y con nosotros como las piedras. Tal vez ya tengamos la roca y las piedras, pero necesitamos la edificación. Muchos cristianos que buscan al Señor hablan mucho sobre el Cuerpo, pero descuidan la edificación. Ellos simplemente discuten acerca del Cuerpo de una manera doctrinal, pero nosotros tenemos que lograr esta edificación en términos prácticos. En todo aspecto, esta edificación es un asunto práctico.
A continuación, el Señor menciona las puertas del Hades (16:18). El Hades es el lugar donde se guarda a los muertos, y las puertas del Hades es una expresión que denota la autoridad de la muerte, que es el poder de Satanás. También representa a Satanás mismo como la corporificación de la muerte. Así como el Señor Jesús es la corporificación de la vida, Satanás es la corporificación de la muerte, representada en Mateo 16:18 por las puertas del Hades. La iglesia es edificada con la roca y las piedras. Donde se encuentre la edificación de la iglesia habrá guerra, pues el poder de la muerte se levantará en contra de tal edificación. Pero este poder jamás podrá prevalecer contra la iglesia. La muerte podría prevalecer contra los cristianos individuales, mas no contra la iglesia edificada. En toda batalla que se libre contra la iglesia, Satanás será derrotado. Éste jamás podrá prevalecer porque la iglesia puede atar. ¿Puede Satanás atar? Algunos cristianos parecen tener más fe en Satanás que en el Señor Jesús, ya que constantemente hablan sobre el poder de Satanás, diciendo que no saben cómo enfrentarlo. Sin embargo, en las iglesias locales no solamente atamos al hombre fuerte, sino que también saqueamos su casa y le arrebatamos todos sus vasos. La iglesia edificada tiene la autoridad para atar al hombre fuerte. No soy yo quien dice esto; lo dice el Señor Jesús. “Tú eres una piedra [lit.], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (16:18). Tenemos que estar firmes sobre esta palabra, que las puertas del Hades jamás prevalecerán contra la iglesia. La iglesia puede atar, y todo cuanto ella ate, los cielos también lo atarán (v. 19).
Las llaves del reino tienen como finalidad producir la iglesia, y la vida de iglesia es el reino. Finalmente, podemos ver cinco puntos en cuanto a la iglesia: la roca, las piedras, la edificación, la derrota de las puertas del Hades y el reino. La iglesia es el reino. Si hoy en día vamos a tener la iglesia edificada —no la iglesia en doctrina o en palabras— ésta debe ser edificada con muchas piedras vivas. Las iglesias locales son edificadas con piedras establecidas sobre la roca. En esto consiste el reino. Debido a que el reino tiene autoridad para atar y desatar, jamás podrá ser derrotado por las puertas del Hades.
Satanás es representado primero por las puertas del Hades. Además, Satanás está encarnado en el yo. Por un lado, Pedro era una piedra; por otro, se convirtió de improviso en Satanás (v. 23). Nos es difícil imaginar cómo pudo suceder esto. Pedro se convirtió en Satanás porque su yo era la encarnación de Satanás. El Señor reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”. Satanás jamás podría tener éxito limitándose a ejercer el poder de las puertas del Hades. Satanás es mucho muy astuto, pues no solamente se vale del poder del Hades, sino que también entra en nosotros y se forja a sí mismo en nuestro ser interior. Esto es algo horrendo y sutil. Satanás no puede prevalecer contra la iglesia valiéndose únicamente de su poder de muerte, pero sí puede dañar la iglesia recurriendo a su sutileza. ¿Dónde está la sutileza de Satanás? Su sutileza reside en el yo del hombre. Si leemos Mateo 16:23-26 con el debido cuidado, veremos el vínculo existente entre cuatro cosas: la mente natural, el yo, la vida del alma y Satanás. El Señor Jesús reprendió a Pedro como si fuera Satanás mismo, debido a que la mente de Pedro estaba puesta en las cosas de los hombres y no en las cosas de Dios. Después, el Señor habló sobre el alma y negar el yo. En unas cuantas oraciones muy breves el Señor mencionó a Satanás, la mente, el yo y la vida del alma. Estas cuatro cosas son en realidad cuatro en una. Satanás está en nuestra mente, nuestra mente está en nuestro yo y el yo está en la vida del alma. Allí donde está la vida del alma, está el yo; donde está el yo, está la mente; y donde está la mente, está Satanás. Aunque Satanás no puede prevalecer contra la iglesia ejercitando su poder y autoridad, él puede dañarla mediante su sutil artimaña de hacerse uno con usted en su mente. La sutileza de Satanás es unirse con usted en su mente, sus opiniones y pensamientos discrepantes. En toda iglesia en la que se produce una situación de disensión, tal situación tiene su origen en la mente, en Satanás, en el yo y en la vida del alma. No importa cuál sea la razón que dé para su opinión discrepante; en tanto usted esté en disensión, usted está bajo la influencia de la sutileza de Satanás. Todo elemento discrepante se halla en su mente, no en su espíritu. Si usted ejercita su mente, de inmediato tendrá opiniones discrepantes.
¿Qué debemos hacer entonces? No digan ahora que debemos atar al hombre fuerte, pues sería usar el arma equivocada. Más bien, debemos permanecer en la cruz. Siempre que usted permanezca en la cruz, verá cómo es destruido Satanás. Por medio de la muerte, Cristo destruyó a aquel que tenía el imperio de la muerte (He. 2:14). Satanás, el sutil, no teme que le atemos, pero teme a la cruz. Si nosotros permanecemos en la cruz, Satanás estará aterrorizado.
En este breve pasaje de la Palabra encontramos dos descripciones de Satanás: las puertas del Hades y el yo en la mente junto con la vida del alma. No piensen que solamente las puertas del Hades son Satanás; tienen que percatarse que el yo también es la encarnación de Satanás. Pedro fue ocupado por Satanás debido a que olvidó su espíritu y recurrió a su mente expresando así su pensamiento discrepante. Todo pensamiento discrepante es la encarnación de Satanás. Por tanto, no presten atención a ningún pensamiento discrepante. La mejor manera de matar a Satanás es poner sus pensamientos discrepantes en la cruz.
¡Quiera el Señor que todos recibamos una visión muy clara! Cristo está aquí y la iglesia está aquí; pero Satanás, el sutil, también está aquí. Sus pensamientos discrepantes, al igual que los de Pedro, tal vez sean motivados por sus buenas intenciones, sin embargo, ustedes están poseídos por Satanás. Siempre y cuando usted se aferre a sus opiniones discrepantes, estará obsesionado o poseído. En las iglesias locales todos tenemos que permanecer alertas en contra de cualquier pensamiento discrepante.
El Señor Jesús les dijo a los discípulos que Él iba a Jerusalén a fin de ser muerto y ser resucitado al tercer día. Sin embargo, la mente discrepante de Pedro se detuvo en la frase ser muerto. Las personas en disensión rara vez escuchan hasta el final lo que otros les dicen, por lo que rara vez entienden cabalmente a los demás. Debido a que Pedro discrepaba, era miope y no le dio al blanco. Él escuchó la frase ser muerto, pero no captó el punto principal de la resurrección. Sin la crucifixión jamás podría haber resurrección.
Todos los santos en la vida de iglesia tienen que ser muy cuidadosos para no caer en disensión. Jamás caigan en disensión. La disensión simplemente representa un horrible uso de la mente. Sin importar cuán buenas sean sus intenciones, siempre y cuando estén en disensión, habrán caído en una trampa que el sutil les ha tendido. No piensen que son muy santos y espirituales. Recuerden que en un tiempo muy corto el Señor llamó a Pedro “una piedra” y también “Satanás”. La piedra se convirtió en Satanás. Tal vez ustedes digan que aman la iglesia, y no dudo que así sea. Tal vez ustedes piensan que todo cuanto hablan lo dicen con buenas intenciones. Muchos queridos santos han dañado a la iglesia, pero dicen haber estado motivados por buenas intenciones debido a que aman la iglesia. No es un asunto de tener una buena o mala intención, sino más bien de preguntarse si han caído en disensión. ¿Son ustedes uno con la iglesia? Únicamente la unidad lo mantendrá vivo, y únicamente la unidad aniquilará al enemigo. Dígale al enemigo: “Satanás, no me importa ninguno de estos razonamientos. Lo único que me importa es la unidad del Cuerpo. No me importa nada más. Por amor al Cuerpo no recurriré a mi mente discrepante; acudiré a mi espíritu y permaneceré allí”. Esto es lo que significa tomar la cruz.
Ahora llegamos al tema de la cruz. El mejor lugar donde podemos mantener nuestro yo es la cruz. No argumenten que tienen una buena intención, pues ello es meramente una excusa detrás de la cual se esconde el yo. No digan que aman la iglesia; pues es otra excusa, otra morada, para el yo. El lugar apropiado para mantener vuestro yo es la cruz. Constantemente, por la gracia del Señor, tenemos que repetirnos: “Pequeño yo, recuerda que el lugar que te corresponde es la cruz. No vayas a ningún otro lado. Fuiste puesto en la cruz hace dos mil años. Ahora regresa a la cruz y permanece allí. No dejes la cruz. La cruz es el lugar que te corresponde”. Éste es el verdadero significado de la palabra del Señor en Mateo 16:24. Llevar la cruz es darnos cuenta que ya fuimos puestos en la cruz. Debido a que el Señor nos puso en la cruz, ahora tenemos que llevarla. Un santo en el Señor dijo algo que me parece muy bueno: “Si llevas la cruz, al final la cruz te llevará a ti”. Cristo le ha puesto en la cruz, ahora tiene que llevar la cruz y conservar su posición en la cruz. No deje la cruz y no deje la posición que le corresponde. Quédese allí. Con el tiempo, la cruz lo llevará a usted. La cruz no será una carga para usted, sino que usted será una carga a la cruz. No discutan, no argumenten y no hagan excusas; simplemente permanezcan en la cruz.
Ahora llegamos al último elemento, el yo, que también incluye la vida del alma. La vida del alma reside en nuestro yo, y el yo está en nuestra mente. En Mateo 16:23-25 encontramos la mente, el yo y la vida del alma. El Señor Jesús le dijo a Pedro que su mente no estaba puesta en las cosas de Dios, y que era necesario que él se negase a sí mismo y siguiera al Señor. La mente, el yo y la vida del alma están todas relacionadas con el alma y, de hecho, están en el alma. Estas cosas son absolutamente diferentes del espíritu. Todos tenemos que aprender a hacer una cosa: volvernos a nuestro espíritu y permanecer en la cruz. Ésta es la manera de crecer, ser transformados y estar plenamente ocupados y poseídos por el Señor Jesús. Esto es lo que significa obtener una porción adicional de aceite en nuestra vasija, como también permitir que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón. Éste es el crecimiento del reino, la venida gradual del reino. Si practicamos volvernos al espíritu y permanecer en la cruz, maduraremos y el reino vendrá. Después de haber visto a Cristo, la iglesia y Satanás como el poder del Hades y como aquel que es sutil e insidioso, tenemos que ver que el yo tiene que ser mantenido en la cruz. Si nos volvemos a nuestro espíritu y mantenemos nuestro yo en la cruz, estaremos en el reino. Con el tiempo, experimentaremos la venida plena del reino.
En Mateo 16:27 el Señor Jesús habló de venir en la gloria del Padre con una recompensa para los Suyos. Esto no se refiere a la salvación, pues la salvación no es una recompensa sino un don. El don es gratuito, mientras que una recompensa requiere que paguemos cierto precio. Cuando el Señor venga en la gloria del Padre, Él nos recompensará. ¿Qué es esta recompensa? Es la fiesta de bodas mencionada en Mateo 25. Quienes estén preparados serán recompensados con esta fiesta nupcial. Si ustedes han obtenido la porción adicional de aceite, lo cual implica estar preparados, haber madurado, así como estar poseídos y ocupados por Cristo, entonces entrarán en la fiesta de bodas que disfrutarán como su recompensa. Me preocupa que muchos entre nosotros puedan perder esta recompensa. Estas personas son salvas, pero podrían perder la recompensa de participar en la fiesta de bodas. Ya examinamos aquellas cinco vírgenes insensatas que si bien eran verdaderamente salvas, no se les permitió entrar en la fiesta de bodas. Ellas no perderán su salvación; sin embargo, no pudieron participar en la fiesta de bodas. Ser salvos es una cosa; participar de la fiesta de bodas es otra. Ser salvos se relaciona con la salvación, mientras que participar de la fiesta de bodas se relaciona con la recompensa. ¿Cómo podemos obtener esta recompensa? Es al perder la vida del alma, al negarnos a nosotros mismos y al mantener nuestro yo en la cruz.
Ahora podremos ver las normas que rigen los dos reinos. Si usted permanece en su mente, estará a favor del reino de Satanás. Si se vuelve a su espíritu, estará a favor del reino de Dios. Si usted permanece en su mente, estará a favor de la propagación del reino de Satanás. Si usted se vuelve a su espíritu, estará a favor de la propagación del reino de Dios. La propagación del reino de Dios hoy es el crecimiento de la iglesia. Si usted permanece en su mente, el crecimiento de la iglesia será severamente limitado; incluso se reducirá al grado de darle a Satanás ocasión para que su reino aumente. Así pues, tiene que permanecer en la cruz y, después de ello, tiene que tornarse al espíritu. A medida que persevere en tornarse al espíritu, experimentará la propagación del reino hasta que llegue a la madurez; una vez que haya alcanzado la madurez, será partícipe de la venida plena del reino. Entonces no solamente el Señor Jesús, sino también usted será transfigurado. Será transfigurado para ser exactamente igual a Cristo. Entonces se cumplirá cabalmente lo escrito en Filipenses 3:20-21: nuestro cuerpo físico será conformado a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo. En esto consistirá nuestra transfiguración y la venida plena del reino de Dios.
En el reino no habrá nada más que el Señor Jesús. Ya no estará Moisés ni Elías (Mt. 17:8). Esto significa que ya no estarán ni la ley ni los profetas; ni habrá más religión. Siempre que el Señor Jesús introduce el reino, lo único que permanece es Él, nada más.