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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO VEINTISIETE

ALGUNOS ASUNTOS PRÁCTICOS EN CUANTO A LA VIDA DEL REINO

  Lectura bíblica: Mt. 17:1-8, 14-21, 24-27; 18:1-4, 17, 21-22, 33-35; 19:3-8; Ro. 14:1-6

ECHAR FUERA DEMONIOS

  Mateo 17:1-8 nos muestra una miniatura de la plena manifestación del reino. Este capítulo nos presenta un contraste. Por un lado está el reino en la cima del monte y, por otro, están los demonios en el valle. Éste es un cuadro de la situación actual. A veces en las reuniones de la iglesia pareciera que estamos en la cima de un monte, disfrutando de la transfiguración del Señor; pero el mundo y la sociedad humana se encuentran llenos de demonios. Es necesario que ejercitemos nuestra fe y oremos, incluso que ayunemos, para echar fuera estos demonios. ¿Por qué hay tantos demonios? El Señor Jesús nos explicó que es debido a que la presente generación es una generación incrédula y perversa (v. 17). Con relación a Dios, esta generación es incrédula; y con relación a ellos mismos, es perversa. Debido a que ésta es una situación de suma degradación, los demonios tienen muchas oportunidades para poseer a las personas. Es por ello que tenemos que darnos cuenta que esta situación tiene dos lados. Por un lado, tenemos la cima del monte con la transfiguración del Señor Jesús y, por otro lado, tenemos la llanura con los demonios. Necesitamos descender del monte para echar fuera a los demonios. Por supuesto, esto no significa que tengamos que echar fuera a todos los demonios, pero por lo menos a algunos de ellos. Tenemos que liberar a algunos que están poseídos por demonios por medio de oración y ayuno (vs. 14-21).

EL REINO ES SER FLEXIBLE

  En Mateo 17:24-27 consta la respuesta dada por Pedro al que cobraba el impuesto, quien preguntó si el Señor Jesús pagaba el impuesto del templo. Como vimos en otra ocasión (véase el libro: Cristo es contrario a la religión), Pedro respondió incorrectamente porque este tributo no era pagado al Imperio Romano, sino al templo. En la cima del monte el Señor Jesús le había revelado a Pedro que Él era el Hijo de Dios. El templo pertenecía a Dios, y por ser el Hijo de Dios, Jesús era el Hijo del Dueño del templo. Dada Su posición, Él no tenía la obligación de pagar tributo. Sin embargo, Pedro había olvidado la visión recibida en la cima del monte. Él había visto la visión, pero cuando se suscitó esta situación práctica, fue incapaz de aplicarla. Cuando Pedro entró en la casa, el Señor Jesús le preguntó si los hijos de los reyes tenían que pagar tributo. Fue entonces que Pedro comprendió que había respondido incorrectamente, pero el Señor Jesús le dijo: “Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27). Si desean examinar los detalles de este incidente, pueden hacerlo leyendo Cristo es contrario a la religión. En este capítulo, primordialmente quisiera hacerles notar una cosa: que en la vida del reino es necesario que seamos flexibles con todo lo que no esté relacionado con la moralidad. Lo que necesitamos en el reino es realidad, no legalismo. En la religión no hay flexibilidad. Por ejemplo, uno tiene que observar el Sábado. Pero con el Señor Jesús, en cierto sentido, es permisible pagar el tributo y, en otro sentido, es permisible no pagarlo. Al ser flexibles, podemos pagarlo o no pagarlo.

  Cuando era joven, me incomodé al leer Romanos 14 porque me parecía que Pablo era demasiado liberal con relación al comer y a guardar los días de fiesta. Pablo dijo que era correcto guardar ciertos días como también era correcto no guardarlos. Me hubiese gustado preguntarle: “Hermano Pablo, ¿qué es lo correcto y qué es lo equivocado?”. Pero Pablo simplemente dijo: “El que hace caso del día, lo hace para el Señor; el que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (14:6). Para Pablo ambas prácticas eran aceptables. ¿Pueden imaginar que un maestro tan importante como Pablo tenía una actitud tan liberal con respecto a guardar ciertos días y con respecto al comer? En Romanos 14 y en 1 Corintios 8 Pablo nos habla sobre comer la carne que fue sacrificada a los ídolos. Cuando era joven, simplemente me era imposible reconciliar estos pasajes de la Palabra. En algunos versículos Pablo parece ser muy categórico en su oposición a comer de lo sacrificado a los ídolos, mientras que en otros versículos él dijo que era permisible comer de ello. Más adelante y por experiencia propia pude comprender lo que Pablo quería decir: en algunas situaciones uno no puede comer de lo sacrificado a los ídolos, mientras que en otras, puede hacerlo. Uno tiene que ser flexible, no legalista.

  Varios santos en las iglesias han sido bautizados más de una vez; pero algunas personas han dicho que esto es incorrecto y que ellas debieran ser bautizadas una sola vez y nada más. ¿Dónde dice la Biblia que no es correcto bautizarse más de una vez? Yo no he podido encontrar tal versículo. No estoy promoviendo bautizarse nuevamente, pero combato contra el legalismo. Muchos de los jóvenes miembros de las denominaciones apuestan y hacen otras cosas malas, pero no se les critica por ello; sin embargo, cuando algunos de nuestros jóvenes fueron cautivados por el Señor al punto de reconocerse viejos y muertos anhelando ser nuevamente sepultados en las aguas del bautismo, fueron criticados. A los que critican no les importa la vida, todo lo que les importa es su legalismo. En la religión hay legalismo, pero en el reino hay flexibilidad.

  “¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?” (Mt. 17:24). ¿Cómo habrían respondido ustedes si estuvieran en el lugar de Pedro? Todos tenemos que aprender a responder de este modo: “Puede pagarlo como también puede no pagarlo”. Si le preguntásemos a Pablo si debemos guardar los días de fiesta, él contestaría: “Pueden guardarlos como también pueden no guardarlos”. No hay diferencia si usted guarda ciertos días o no; y tampoco hay diferencia si usted es bautizado una vez o tres veces. No sean turbados por legalismos externos. La forma de la religión es mantenida por el legalismo. Si uno quita los legalismos la religión se derrumbaría, pues carece del soporte de realidad. Todo lo que sustenta la religión se halla en los legalismos.

  El judaísmo estaba sustentado por tres legalismos principales: la circuncisión, guardar el Sábado y las regulaciones dietéticas. Si usted hubiera nacido en el judaísmo, habría sido circuncidado al octavo día, se le habría exigido guardar el Sábado cada séptimo día y se le habría exigido ceñirse a las ordenanzas dietéticas durante toda su vida. Estas tres legalidades eran las columnas del judaísmo. Cuando el Señor Jesús vino, Él abolió los preceptos sabáticos (12:11). En Hechos 10:9-15 el Espíritu Santo abolió los preceptos dietéticos, y en Gálatas 5:2-6 el apóstol Pablo abolió la circuncisión. Si estos tres pilares que sustentan el judaísmo fueran quitados, el judaísmo se derrumbaría. Asimismo, la cristiandad se vale de muchos legalismos parecidos para mantenerse como religión, pero el Señor desea abolir tales legalismos.

  Observen la situación actual. Está llena de demonios. Tenemos que ejercitar nuestra fe y orar por los demás e incluso a veces ayunar a fin de echar a los demonios y rescatar a algunas de estas personas que se encuentran poseídas. Con relación a nosotros mismos, tenemos que ser flexibles y no adoptar ningún legalismo. Tal vez corte mi cabello bastante corto o tal vez lo deje crecer. Tal vez tenga barba o quizás me la afeite. Ambas cosas son correctas. Podría gritar o podría estar callado. Podría cerrar mis ojos al orar o mirar el cielo con los ojos muy abiertos. Ninguna de estas cosas es incorrecta. Puedo terminar mi oración con la frase “en el nombre del Señor Jesús”, como también puedo no decir estas palabras y aun así orar en el nombre del Señor Jesús. No debemos tener legalismos entre nosotros, sino que debemos ser muy flexibles.

LA VIDA APROPIADA DE IGLESIA PARA EL REINO

  Ahora abordaremos el capítulo 18 de Mateo, en el cual el Espíritu Santo reúne ciertos casos a fin de mostrarnos de qué manera podremos tener la vida apropiada de iglesia para el reino. La vida apropiada de iglesia es la realidad del reino. Si tenemos la vida apropiada de iglesia, tendremos la realidad del reino.

Ser como niños

  Primeramente, tenemos que aprender a ser humildes. Todos necesitamos tener una conversión y hacernos como niños. No debe haber gigantes entre nosotros; todos debemos ser como niños. Ninguno de nosotros tiene títulos, pues todos somos niños. Los discípulos le preguntaron al Señor Jesús: “¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos?” (Mt. 18:1). Todos quieren ser grandes. El Señor Jesús les respondió: “El que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (v. 4). ¿Podrían decirnos quiénes son los más grandes en las iglesias locales? Esta manera de pensar no se origina en el reino de los cielos, sino en el reino de las tinieblas. Este concepto de hacerse grande procede del reino de Satanás. Si usted anhela disfrutar de la vida apropiada de iglesia, lo primero que tiene que hacer es comprender que en las iglesias locales no hay gigantes. Todos los que conformamos la iglesia debemos ser pequeñitos; debemos ser como niños pequeños.

Depender los unos de los otros

  Después, debemos comprender que los niños dependen mucho de otros. Pero todo aquel que es un gigante es una persona independiente. Son muchos los cristianos que anhelan ser independientes, que quieren ejercitar su carácter y desean hacerse fuertes en sí mismos. En las iglesias locales todos tenemos que ser dependientes tal como lo son los niños pequeños. Yo lo necesito a usted así como usted me necesita a mí. Ninguno de nosotros podría permitirse el lujo de ser independiente; todos dependemos unos de otros. Los niños dependen unos de otros y reconocen la necesidad de tener un hogar. Siempre que tienen problemas sencillamente los llevan a su hogar y acatan lo que su hogar les diga. Pero un gigante no presta atención a su hogar, ya que aunque tenga problemas, probablemente los esconderá de su hogar. ¡Cuán bueno es poder confesar nuestros problemas a la iglesia! Debemos darnos cuenta de que somos niños que dependemos de nuestro hogar. Es terrible no prestar atención a la iglesia. En Mateo 18:17 el Señor Jesús dijo que aquel que no oiga a la iglesia deberá ser considerado como gentil y recaudador de impuestos. En tiempos del Señor estos términos eran insultos muy fuertes. Si uno era gentil o recaudador de impuestos significaba que uno era malo y contaminado. Si no atendemos a lo que nos dice la iglesia, entonces tanto a los ojos del Señor como a los ojos de la iglesia, nosotros también nos hacemos malos y contaminados. Esto es algo muy serio. En la vida apropiada de iglesia todos somos como niños que dependemos de nuestro hogar. Referimos todos nuestros problemas al hogar y atendemos a lo que el hogar nos dice con respecto a tales problemas. Hablamos más sobre este tema en el libro How to Meet [Cómo reunirse].

Perdonar a los demás

  En Mateo 18 vemos el tercer aspecto de la vida apropiada de iglesia: los niños que viven en su hogar son rápidos para perdonar a otros y están siempre dispuestos a hacerlo. Pedro pensaba que era suficiente con perdonar a su hermano unas siete veces, pero el Señor le dijo “setenta veces siete”. Esto implica que nunca debemos dejar de perdonar, que debemos estar dispuestos a perdonar continuamente. Si alguien le ofende en la mañana, usted tiene que perdonarle. Si esta misma persona le ofende nuevamente al mediodía, tiene que perdonarle al mediodía. Si esta persona le ofende mañana, al día siguiente y al día subsiguiente, tiene que perdonarle en cada ocasión. El Señor Jesús no dijo esto con ligereza. ¿Qué quiere decir perdonar? Perdonar es olvidar. Si uno no puede olvidar, quiere decir que nunca perdonó.

  Cierta vez un hermano vino a mí diciéndome: “Hermano, déjeme contarle lo que cierta persona me hizo [...] Tal persona verdaderamente me ofendió, pero yo le perdoné”. De inmediato le dije a este hermano: “Su perdón es muy diferente al perdón del cual habla la Biblia. La Biblia nos dice que perdonar es olvidar. Usted dice haber perdonado a aquel hermano, pero recuerda tan bien lo ocurrido que ha podido contármelo todo. Esto quiere decir que usted no perdonó al hermano porque no consiguió olvidar tal ofensa”. Cuando Dios nos perdona, Él olvida. Aun cuando Dios es omnisciente y omnipotente, Él puede olvidar. Simplemente no recuerda nuestros fracasos y transgresiones. Una vez que Él los ha perdonado, los olvida.

  En las iglesias locales los problemas que se suscitan siempre guardan relación con este asunto de saber perdonar. Por ejemplo, cuando nos reunimos por primera vez para practicar la vida de iglesia, todos y todo nos parece maravilloso. Después de cierto tiempo, aunque todos nos caen bien, gradualmente se suscita cierta fricción. Sin proponérnoslo, usted me ofende y yo lo ofendo. A veces usted mira mi semblante y piensa que no estoy contento con usted, y otras veces al escuchar su tono de voz pienso que mi persona le desagrada. Estas cosas suceden una y otra vez. Por tanto, necesitamos de la gracia perdonadora; tenemos que perdonar todo y olvidar todo. Cada vez que perdonamos y olvidamos, obtenemos una vida nueva en la iglesia. Cuando nos olvidamos de toda fricción, fracaso y ofensa, somos nuevos. La iglesia se convierte en una iglesia nueva. De otro modo, será una iglesia vieja y llena de arrugas. Cuando una persona envejece, a ésta le salen arrugas. Si uno visita una iglesia que ha existido por unos diez años, puede ver las arrugas. Pero ¿qué son estas arrugas? Ellas son nuestra falta de disposición para olvidar y perdonar. Aparentemente usted está dispuesto a perdonar, pero en realidad no está dispuesto a olvidar; y el no estar dispuestos a olvidar los fracasos de los demás produce muchas arrugas. Por tanto, la iglesia se convierte en una iglesia vieja. Si perdonamos al olvidar, toda arruga será quitada. Todos los días la iglesia será una iglesia nueva sin ninguna vejez, fracasos, transgresiones ni ofensas, pues todas estas cosas habrán sido mutuamente olvidadas.

  Esto tiene que ser aplicado a su vida familiar, especialmente a su matrimonio. Ustedes tienen que perdonar a su esposa día tras día, hora tras hora. Esto quiere decir que ustedes olvidan todo lo que su querida esposa les ha hecho. Si olvidan todas las ofensas, su esposa será siempre preciosa y usted disfrutará de una buena vida familiar. Sin embargo, si recuerdan incluso unas pocas cosas que ella le haya hecho, de inmediato su esposa dejará de ser preciosa para usted. Es imprescindible que ustedes perdonen y olviden.

  Mateo 18 revela la manera práctica de obtener la vida de iglesia. En este capítulo vemos nuestra necesidad de convertirnos y de ser hechos como niños pequeños y humildes. Además, tenemos que depender de los demás y tenemos que perdonar y olvidar. Si practicamos estas cosas, tendremos una iglesia muy viviente.

UN ELEVADO NIVEL DE MORALIDAD

  Ahora podemos proceder al capítulo 19 para considerar otro aspecto. Aquí lo primero que resalta no se relaciona con los legalismos, sino con un elevado nivel de moralidad. En el reino no debemos insistir en legalismo alguno, pero tenemos que mantener un elevado nivel de moralidad. Debemos manifestar la moral más elevada, es decir, tan elevada como la de Dios mismo. Por tanto, es necesario que nos remontemos a los orígenes. Asuntos tales como el pago de los tributos y cuán larga debe ser nuestra cabellera no se relacionan con la moralidad, por lo que, podemos ser flexibles en cuanto a tales asuntos. En el reino no hay legalismo alguno. Sin embargo, todavía somos seres humanos y tenemos que ceñirnos a la norma que Dios fijó para la humanidad. En lo que concierne a la humanidad, nada es más importante que la moral. En cuanto a lo serio que es, la inmoralidad está a la par con la idolatría. Nada insulta más a Dios que la idolatría, y nada daña más a la humanidad que la inmoralidad. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, Dios jamás permitió que nadie estuviera involucrado en la adoración de ídolos. Así también, en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, Dios jamás permitió que ninguno de sus hijos estuviera involucrado en inmoralidad alguna. Nuestra norma de moralidad tiene que ser elevada y absoluta. Al final del capítulo 17, el Señor Jesús se mostró muy flexible en relación con el pago del tributo. No hacía mucha diferencia si pagaba el tributo o no, por lo cual Él podía ser flexible. Pero no debemos decir que no importa ser moral o inmoral. Jamás podríamos decir algo así.

  Los fariseos tentaron al Señor Jesús en lo que concierne al divorcio. Él de inmediato los refirió al comienzo de las mismas Escrituras, llevándolos a los primeros dos capítulos de Génesis y diciéndoles que, conforme a la economía de Dios, había únicamente un esposo con una esposa y una esposa para un solo marido. Cuando un hombre y una mujer se casan, son hechos una sola carne; ésta es una unión que jamás debe ser quebrantada. “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (19:6). Sin embargo, los fariseos usaron las Escrituras para discutir con el Señor. Ellos dijeron que Moisés les había permitido dar carta de divorcio; a lo cual el Señor Jesús les respondió: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero desde el principio no ha sido así” (v. 8). Lo que Moisés toleró no correspondía con la norma fijada por Dios. En el principio podemos ver lo que era correcto conforme a la norma de Dios.

  En el reino no debemos adoptar legalismo alguno, pero tenemos que mantener la moral más elevada. Espero que esto sea proclamado muy fuertemente en todas las iglesias locales, porque esta es una era de inmoralidad. Observen la situación imperante tanto en los Estados Unidos como en los demás países. ¡Es vergonzosa! No obstante, nosotros somos el reino, y en el reino tiene que estar lleno de la moral más elevada. Todos debemos aprender a no tener ningún legalismo, pero sí a mantener la moral más elevada.

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