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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO VEINTINUEVE

LA AMBICIÓN DE OBTENER UNA POSICIÓN ES CONTRARIA A LA VIDA DEL REINO

  Lectura bíblica: Mt. 20:20-28; 23:8-12; 21:4-9, 15-16, 23-27, 28-32, 33-45

  Ahora debemos considerar varios pasajes en Mateo que están vinculados por una idea subyacente, que es, la ambición por obtener una posición. El primer pasaje está en Mateo 20:20-28. Allí vemos que la ambición de hacerse grande, de ser un líder y de estar en una posición de autoridad está profundamente arraigada en el hombre caído. La fuente de esta ambición es la rebelión de Satanás. El hombre creado por Dios no tenía en su naturaleza el ser ambicioso, o desear el liderazgo y la grandiosidad, ni tampoco poseer autoridad. La fuente de esta naturaleza ambiciosa no es la creación de Dios, sino la rebelión de Satanás. Esta ambición de obtener una posición está en la naturaleza caída de Satanás mismo, quien cayó debido a su ambición. En Isaías 14 y Ezequiel 28 se revela que Satanás fue originalmente un querubín de muy elevada posición, un arcángel, quien fue creado bueno. Pero en cierto momento él consideró el pensamiento de ser igual a Dios y rebelarse contra Dios. Esto muestra la naturaleza caída del diablo. Cuando el hombre fue tentado por el diablo y cayó, la naturaleza maligna de Satanás le fue inyectada. Por tanto, dentro de la naturaleza humana, tanto de los varones como de las mujeres, está la ambición de ser más grande que los demás, de ser el “jefe”. Si usted es una hermana, ciertamente querrá ser la hermana jefe, la principal. Si usted no puede ser el príncipe entre diez mil, por lo menos quiere ser príncipe entre diez. Ésta es nuestra naturaleza caída.

LOS DOS HIJOS DE ZEBEDEO

  Cuando la madre de los dos hijos de Zebedeo solicitó que sus hijos se sentaran a la derecha e izquierda del Señor en el reino, el Señor Jesús puso al descubierto la ambición del hombre caído. No eran solamente aquellos dos discípulos quienes tenían tal ambición maligna, sino que también los otros también la tenían. Los otros diez discípulos se indignaran por el pedido hecho por esos dos discípulos, lo cual indica que los doce discípulos eran exactamente iguales; o sea, iguales en cuanto a su ambición.

  Todos nosotros tenemos que estar advertidos en cuanto a este problema. En lo profundo de nuestro ser está escondida la ambición de ser líderes y de estar por encima de los demás. No nos gusta estar debajo de nadie. En lugar de ello, deseamos que los demás estén debajo de nosotros. Este pensamiento, que reside en nuestra naturaleza caída, se originó en Satanás y es absolutamente contrario al reino de Dios.

  Al manejar esta situación, el Señor Jesús estableció un ejemplo excelente para nosotros. Él le dijo a aquella madre que Él no estaba autorizado para dar a sus hijos tal posición, que solamente el Padre tenía la autoridad para decidir dónde ponerlos. Por tanto, el propio Señor Jesús asumió una posición de sumisión, con lo cual dejó establecido el ejemplo apropiado para todos Sus discípulos.

  En el reino de los cielos tal ambición por lograr una posición no tiene cabida. En cierto sentido, en el reino no hay tales “posiciones”. El Señor Jesús dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo” (Mt. 20:26-27). El Señor dijo que debíamos ser no solamente servidores, sino esclavos, esclavos que fueron vendidos a otros. Luego el Señor se presentó a Sí mismo como ejemplo, al decir: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (v. 28). Al decir esto, el Señor Jesús les cerró la boca a todos.

LOS FARISEOS Y LOS ESCRIBAS

  Ahora abordaremos Mateo 23:8-12. En este capítulo el Señor Jesús reprendió a los escribas, quienes conocían bastante bien la Biblia, y a los fariseos, que eran tan religiosos, llamándolos a ambos hipócritas. Él los reprendió ocho veces diciéndoles: “¡Ay de vosotros!”. Ocho veces el Señor Jesús les llamó hipócritas. Mientras que en el capítulo 5 tenemos las nueve bienaventuranzas, en el capítulo 23 tenemos los ocho ayes. Antes de reprender a los hipócritas, Él dijo a los discípulos que no tomasen el camino de los fariseos que siempre eran ambiciosos. A ellos les gustaba tener una posición y siempre presumían tener ese derecho y suponían que era de ellos. Los discípulos de Jesús jamás deberían ser así; sino que el mayor entre ellos debía servir a los demás. Todo el que se exalta será humillado, y el que se humilla será enaltecido. La economía del reino de los cielos es absolutamente diferente de todos los gobiernos del mundo. La economía del reino difiere incluso de nuestra propia mentalidad económica. En la economía del reino, ganar es perder y perder es ganar; ser grande es ser pequeño; ser enaltecido implica humillarse, y humillarse implica ser enaltecido.

  Mi carga es simplemente mostrarles que ser ambicioso es algo satánico. La ambición es contraria a la economía del reino de Dios. En la iglesia, por Su misericordia y por Su vida, tenemos que rechazar toda clase de ambición. Todo pensamiento, disposición y deseo ambicioso tiene su origen en Satanás. Él mismo es la corporificación de todas las ambiciones.

  Permítanme contarles algo que servirá de ilustración en cuanto al problema de la ambición. Cuando recién llegué a Shanghái en 1933, conocí un hermano que tenía mucho celo a favor de la iglesia. Este hermano era extremadamente activo. Y aunque yo era un extraño y un recién llegado a aquella iglesia, él era muy bueno y cálido conmigo. A veces él era más que cálido; parecía hervir. Aquello que hierve demasiado puede herir a las personas. Por ejemplo, uno no puede lavarse la cara con agua hirviendo; de otro modo se lastimaría. En aquel entonces, yo ignoraba lo que sucedía y pensaba: “Este hermano es tan bueno, tan cálido y cariñoso para conmigo”. Después descubrí que desde el día que este hermano vino a la iglesia en 1927, él abrigaba la expectativa de ser uno de los ancianos. Esta ambición lo descalificaba para asumir tal posición. Llegué a saber esto, porque con el tiempo el propio hermano Nee me relató toda la historia. Pasados quince años, la ambición de este hermano todavía estaba presente. Aunque a muchos nuevos se les había dado alguna responsabilidad, a este hermano lo dejaron sin tocarlo. Nadie podía tocarlo porque la ambición todavía estaba allí. Al final él dejó el recobro del Señor y comenzó una reunión en su hogar, donde logró que un predicador itinerante fuera el ministro. Su ambición le impidió disfrutar de la vida de iglesia y le impidió asumir cualquier responsabilidad.

  Mientras tal clase de ambición esté presente en nuestro ser, el Señor no podrá hacer nada con nosotros. Con el tiempo, esto hará que seamos atrapados por Satanás, el ambicioso. Esto no es algo insignificante. Según nuestra experiencia durante todos los años pasados, hemos visto un número considerable de casos así. Algunos santos muy queridos que amaban al Señor y tenían tanto la capacidad como la intención de hacer algo por el Señor, a la postre no pudieron hacer nada debido a su ambición. ¡La ambición es algo terrible! Jamás podemos tener personas ambiciosas en posiciones de liderazgo, pues ellas dañarían toda la vida de iglesia.

UN REY QUE VIENE CON HUMILDAD

  Continuemos con Mateo 21:4-9. Este pasaje parece no guardar relación alguna con el asunto de ser ambicioso y procurar ser grandioso. Aquí el Señor Jesús era verdaderamente el Rey; no obstante, no había ambición en Él. Él no ambicionaba ser un rey, pero en realidad era el Rey. El reino era Suyo, y el pueblo le pertenecía. Entonces, ¿cómo realizó Su entrada en Jerusalén? ¿Acaso entró cabalgando en un magnífico caballo egipcio? ¡No! Él vino como el único Rey, cabalgando en un pollino, en auténtica humildad. Él vino como un Rey, pero vino en una forma y apariencia humilde. Esto es muy bueno. ¡Cuán maravilloso sería si algunos de los queridos santos entre nosotros fueran de gran utilidad, muy ungidos y llenos de vida y, sin embargo, fueran muy humildes tanto en su forma como su apariencia! No debemos tener una actitud que proclame: “¡Yo estoy verdaderamente ungido! Soy una persona muy dotada y debo tener una posición muy elevada”. Jamás debemos ser así. El Señor Jesús vino como el Rey de una manera muy humilde. Él no vino cabalgando en un caballo ni siquiera en un asno adulto, sino en un pollino. Prácticamente todos estaban a Su favor, pero Él entró en la ciudad de una manera humilde.

  Entonces, el pueblo habló en lugar de Él y se quitaron sus prendas para extenderlas en el camino. Mi preocupación no es transmitirles cierto conocimiento doctrinal de este pasaje de la Palabra, sino hacerles notar el significado que tiene en relación a la vida. Tenemos que ver el significado viviente. Lo que significa el andar del Señor en este pasaje es que, aunque era el Rey, no tomó ninguna forma o apariencia de tal. Él vino como el verdadero Rey de una manera muy humilde y no pronunció ni una sola palabra en favor suyo. Fue el pueblo el que habló por Él al extender sus propios mantos y ramas de palmera en el camino.

  Cuando los fariseos vieron esto, sintieron celos, pero pretendieron ser religiosos. En realidad no es que fueran tan religiosos, sino que simplemente sentían celos del Señor Jesús. Les molestó que un pequeño nazareno fuera objeto de tal celebración en la que incluso los niños daban voces en el templo gritando: “¡Hosanna!”. Los fariseos consideraban que tales gritos estaban fuera de lugar. ¿Por qué Jesús permitía que los niños le alabasen dando voces y clamando en el templo? Éste era el lugar reservado para que la gente adorase a Dios. Ellos debían entrar en el templo con reverencia. ¿Por qué el Señor no reprendía a aquellos niños? Al parecer, los fariseos eran muy religiosos; pero en realidad no era un asunto de ser religiosos, sino que simplemente sentían celos.

  Debido a que ellos se mostraron religiosos y bíblicos, el Señor Jesús les dijo: “¿Nunca leísteis: ‘De la boca de los pequeños y de los que maman perfeccionaste la alabanza’?” (21:16). Su respuesta daba a entender que no era incorrecto que los niños dieran voces y gritasen “¡Hosanna!”; sino que esto era por completo bíblico y fundamentalista. La misma respuesta puede ser dada a la cristiandad de hoy. Algunas personas que han venido a nuestras reuniones han preguntado: “¿Qué clase de servicio cristiano es éste? Con todos esos gritos, parece más un partido de baloncesto o de fútbol”. Pero yo les preguntaría: “¿Jamás leyeron los versículos del Antiguo Testamento que hablan sobre dar voces y alabar con gritos de júbilo?” (Esd. 3:10-11; Sal. 5:11; Sal. 95:1; Sal. 100:1).

LOS PRINCIPALES SACERDOTES Y LOS ANCIANOS

  Después, los principales sacerdotes y los ancianos vinieron al Señor Jesús (Mt. 21:23-27). Los principales sacerdotes tenían posiciones prominentes en la religión, y los ancianos tenían posiciones destacadas en la comunidad. Ellos le preguntaron al Señor: “¿Quién te dio esta autoridad?” (v. 23). Esta pregunta nos muestra la conexión existente entre este pasaje y los que ya vimos. La idea subyacente de la ambición y la autoridad es la que conecta todos estos pasajes del libro de Mateo, del mismo modo que lavarse las manos, comer las migajas y la levadura conectan los pasajes encontrados en los capítulos 15 y 16. Los discípulos ambicionaban autoridad y posición, pero el Señor Jesús se condujo sin ninguna pretensión. Aunque Él era el Rey, no pretendía tomar el reinado. Los opositores, los líderes populares y religiosos también tenían pensamientos ambiciosos: “¿Quién es este pequeño nazareno? ¿Quién le dio esta posición y autoridad? Nosotros somos los principales sacerdotes y los ancianos. ¿Quién es él?”.

  Una vez más, podemos ver la sabiduría del Señor Jesús. Cuando le preguntaron sobre Su autoridad, Él les preguntó sobre la autoridad de Juan el Bautista. “Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” (21:24-25). El Señor Jesús, por supuesto, lo sabía todo. Los sacerdotes debieran haber sabido que no debían jugar con el Señor Jesús. Cuando el Señor Jesús le preguntó a los sacerdotes y a los ancianos sobre el bautismo de Juan, ellos quedaron arrinconados.

  Los sacerdotes y ancianos se dieron cuenta de que se habían metido en un problema. “Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta” (vs. 25-26). No sabían qué hacer. Al final siguieron el ejemplo del padre de mentiras y dijeron: “No sabemos”. El Señor Jesús respondió entonces: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (v. 27). Él sabía que ellos sabían, pero que no estaban dispuestos a darle una respuesta. Al decir que ellos no sabían, estaban mintiendo; así que el Señor les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas”.

  A continuación el Señor Jesús les relató una parábola que los ofendió: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, yo voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (vs. 28-31).

  Mediante esta parábola, el Señor Jesús puso a los recaudadores de impuestos y las prostitutas por encima de los fariseos. Los fariseos pensaban que estaban en primer lugar mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas estaban bajo sus pies, pero el Señor Jesús puso a los fariseos en la posición más baja. Juan había venido en camino de justicia, y cuando los recaudadores de impuestos y las prostitutas escucharon su predicación, cambiaron su manera de pensar y se arrepintieron. Pero los fariseos no se arrepintieron, así que el Señor los clasificó como inferiores a los recaudadores de impuestos y las prostitutas. ¿Pueden ver la sabiduría del Señor Jesús en esta parábola? Una vez más, tenemos aquí la línea acerca de quién es el primero, el más grande o el más alto que otros.

  Enseguida, el Señor relató otra parábola (vs. 33-45). Les contó de un hombre dueño de una viña que la arrendó a unos viñadores para que éstos la cuidasen en su lugar. Cuando llegó el tiempo, envió a sus esclavos a cosechar los frutos. Los viñadores mataron a los esclavos y, cuando el dueño envió otro grupo de esclavos, los viñadores nuevamente los mataron o los golpearon. Finalmente el dueño envió a su propio hijo, pensando que los viñadores lo respetarían. Sin embargo, en su intento de apoderarse de la herencia, ellos mataron al heredero. Esta parábola fue la respuesta que el Señor dio a la pregunta sobre Su autoridad. “¿Qué autoridad tengo? ¿Cuál es Mi fuente? ¿Cuál es Mi posición? Mi fuente es Mi Padre; Yo soy Su Hijo. Ésta es Mi posición; Mi Padre me dio esta autoridad”. Según la parábola, los rebeldes comprendieron que era el heredero quien había venido y decían: “Éste es el heredero; venid, matémosle” (v. 38).

  Luego el Señor procedió a decirles: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo...?’” (v. 42). Al decirles esto, el Señor les mostró que Él era el Hijo de Dios, quien había venido para recibir Su herencia. Ellos habrían de matarlo motivados por su odio, pero después y en resurrección Él se convertiría en la piedra angular para el edificio de Dios. Este edificio estaría conformado por otro pueblo y mediante tal edificio el reino de Dios les sería quitado a ellos y dado a otros, quienes llegarían a constituir el edificio, del cual Él sería la piedra angular. El Señor continuó diciendo: “El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” (v. 42). Luego dijo: “El que caiga sobre esta piedra se despedazará” (v. 44). El pueblo judío, la nación judía y el judaísmo mismo, todos ellos caerían sobre Él y se despedazarían. Más aún, “sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le esparcirá” (v. 44). Aquí podemos ver tres aspectos del Cristo que es la roca. Él es la piedra angular para la edificación de la iglesia; pero también es la piedra de tropiezo para el pueblo judío. Todo el pueblo judío, incluyendo a la nación y religión judía, cayó sobre Él y se despedazó. Además, según Daniel 2:34-35, Él sería la piedra procedente de los cielos que habría de caer sobre las naciones de la tierra y las hará polvo. Para la iglesia, Él es la piedra angular; para los judíos incrédulos y rebeldes, Él se convirtió en piedra de tropiezo; y para el mundo gentil, Él será aquella roca que golpea.

  Los sacerdotes y los ancianos habían interrogado al Señor Jesús con respecto a Su autoridad y origen. Sin embargo, el Señor Jesús les respondió de una manera bastante misteriosa y ofensiva. Los fariseos entendieron que Él se estaba refiriendo a ellos. En realidad el Señor Jesús no estaba hablando de ellos, sino de Sí mismo. Él se estaba revelando como el Hijo de Dios, como Aquel que era la piedra angular que fue rechazada y que en resurrección serviría para la edificación de la iglesia, como Aquel que era la piedra de tropiezo para los judíos incrédulos y, finalmente, como Aquel que era la piedra que habría de golpear a todas las naciones gentiles. Él es todo-inclusivo. Él lo es todo. Él está a favor de Dios y a favor de la iglesia. Él se encargará tanto de los judíos como del mundo gentil. Únicamente el Señor Jesús tiene la sabiduría necesaria para hablar así.

  No tengan ambición por posición, sino sean celosos por Cristo. Cristo no solamente es contrario a la religión, sino que también está en contra de toda posición. Olvídense de toda posición, liderazgo y grandiosidad. Todos debemos ser celosos por Cristo. Cristo es mi posición. Cristo es toda mi grandeza. Cristo lo es todo para mí. Él es el Hijo de Dios, Él es el heredero de la herencia de Dios y Él también es la piedra angular que fue rechazada, resucitada y escogida por Dios para Su edificio. Como la roca, Él será la piedra que juzgue a los judíos incrédulos y a todas las naciones gentiles. ¡Cristo lo es todo! Así pues, tenemos que desechar toda ambición por posición y ser celosos por Cristo.

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