
Lectura bíblica: Mt. 16:18-19; 1 Co. 4:17b-20; 6:9-11; Gá. 5:21-22, 24-25; Ro. 14:17; He. 12:28
El reino es uno de los elementos que constituyen la estructura básica de las Escrituras; no obstante, la mayoría de los cristianos no le han dado la debida importancia. El reino es un tema que está presente en todo el Nuevo Testamento y puede ser hallado en casi todos los libros, desde Mateo hasta Apocalipsis. Aun cuando usted haya sido cristiano por muchos años, probablemente haya escuchado muy poco acerca del reino. Pese a que la predicación del Nuevo Testamento comenzó hablando del reino y el reino es el tema básico del Nuevo Testamento, este asunto ha sido descuidado por siglos debido a la sutileza del enemigo.
Dijimos en el pasado que la iglesia es la meta de Dios, pero la meta final de Dios es el reino, no la iglesia. En la eternidad y por la eternidad, lo que Dios obtendrá será el reino. La iglesia es la parte principal del reino. Al final, Dios obtendrá el reino por la eternidad. Cuando el Señor Jesús regrese, la iglesia, en cierto sentido, estará completa, pero el reino, que incluye a la iglesia, continuará por la eternidad. La meta máxima y eterna de Dios es el reino.
Satanás, el enemigo de Dios, sabe cuál es la meta de Dios. Por esto él permitirá que usted haga muchas cosas siempre y cuando no este a favor del reino. El propósito de Dios es edificar un reino, mientras que el propósito del enemigo es destruir este reino. El enemigo hará que la gente preste atención a cualquier otra cosa siempre y cuando esto los distraiga del reino. Si él no puede valerse de cosas pecaminosas o mundanas, podría valerse de cosas religiosas. Siempre y cuando uno esté distraído del reino, Satanás estará satisfecho.
La predicación de Juan el Bautista acerca del arrepentimiento por causa del reino no estaba dirigida a los gentiles, sino al pueblo de Dios, a Israel. Su predicación estaba dirigida a las personas religiosas que tenían en sus manos la Palabra santa, personas que se esforzaban lo mejor que podían en adorar a Dios conforme a las Escrituras. Juan no dijo: “Estoy muy feliz de verlos adorar a Dios y yo he venido para mejorar vuestra adoración. Dios me ha enviado para alentarlos a presentar sacrificios, a quemar el incienso, a mantener las lámparas encendidas y adorar a Dios por medio de cánticos, alabanzas y acciones de gracias”. En lugar de ello, Juan predicó a las personas religiosas diciéndoles: “Arrepentíos, porque el reino...”.
¿Dónde está el reino de Dios? La tierra entera está llena de demonios. Hemos visto que el principio subyacente a un demonio es la rebelión. Aun cuando usted ame a su esposa o se sujete a su esposo y su vida familiar sea bastante buena, todavía es posible que no esté a favor del reino de Dios. Es posible que todo cuanto usted haga y sea esté por completo en el principio de un demonio. El Señor se ha propuesto obtener un reino. Lo que usted sea, todo cuanto haga y adonde sea que vaya debe estar regido por la vida de Dios. Esto quiere decir que su manera de peinarse, la forma de vestirse y, en general, todas sus actividades estarán regidas por el gobierno de vida que ejerce el Señor Jesús. En esto consiste el reino.
Si usted vive en una casa de hermanos, en realidad no importa mucho si usted se enoja o es paciente. Si no se sujeta al gobierno del reino, cuando manifiesta su mal genio, usted es un demonio feo, y cuando se muestra paciente y simpático, usted es un demonio agradable. Ya sea que se enoje o sea paciente, sigue siendo alguien que se rebela contra Dios. Incluso cuando guarda silencio, sea paciente o simpático, es posible que usted no se sujete al gobierno del Señor Jesús. ¡Únicamente lo que es regido por el gobierno del Señor Jesús está en el reino!
¿Qué de su vida? ¿Qué tal de su vivir diario y su andar cotidiano? Tal vez ustedes sean considerados personas muy buenas a los ojos de los hombres, pero a los ojos del Señor, ustedes no se encuentran bajo Su gobierno. Él todavía no tiene un reino dentro de ustedes. Es posible que ustedes sean personas de alta moralidad, buenas, amables e incluso religiosas y, sin embargo, interiormente no se sujetan al gobierno de la vida de Dios. No tienen el reino del Señor Jesús dentro de ustedes. Espero que el Señor Jesús abra sus ojos para que puedan ver el reino. El reino no es solamente una dispensación o una esfera. El reino es simplemente el Señor Jesús que se ha sembrado, crecido, regido, gobernado y reinado en nuestro ser hasta que alcancemos la madurez y se produzca la cosecha, es decir, la manifestación del reino.
Es necesario ilustrar nuevamente el proceso de crecimiento del reino. En Marcos 4:26-29 el Señor se valió de una parábola para ilustrar el reino de Dios. Él dijo que el reino es como una semilla que es sembrada en la tierra, la cual crece hasta madurar para después ser cosechada. El proceso de crecimiento del reino abarca desde el momento en que la semilla es sembrada hasta que llega el tiempo de la cosecha; esta cosecha representa la plena manifestación del reino. Por esta parábola nos damos cuenta de que nos encontramos en el proceso de crecimiento. Si sembráramos una pequeña semilla de clavel en la tierra, después de cierto tiempo aparecería un brote muy tierno. Luego este brote crecería hasta alcanzar su consumación final, que es la manifestación del reino de los claveles. Consideremos un grupo de plantas de clavel en sus diferentes etapas de crecimiento. Una es apenas un brote tierno, otra tiene largos tallos, otra ya ha echado capullos, y, finalmente, hay una cuyos capullos ya se han convertido en flores. Ésta es la manifestación plena del reino de los claveles, el cual, habiendo comenzado con la siembra de la semilla en la tierra y habiendo progresado hasta su pleno florecimiento, alcanza la consumación final de la vida de los claveles.
El Señor Jesús nos pidió que orásemos: “Venga Tu reino” (Mt. 6:10). Pero el reino no vendrá de la manera en que muchos cristianos se imaginan. En cierto sentido, el reino ya ha venido, pero, en otro, el reino está viniendo. Retomando una vez más la ilustración que hemos usado, el reino de los claveles, en cierto sentido, ya ha venido en forma de semilla. Llegará el día cuando los claveles florecerán plenamente, y esto será la venida plena del reino de los claveles. Asimismo, el reino de Cristo ya ha venido. Desde el día en que Él se sembró en la tierra de la humanidad, el reino de Cristo comenzó a venir. El proceso de crecimiento continuará hasta que llegue el tiempo de la cosecha en plenitud, en el cual ocurrirá la plena manifestación del reino de Cristo.
¿Qué es, pues, el reino? El reino es simplemente Cristo que ha sido sembrado en nosotros, crece en nosotros, madura en nosotros y llega al tiempo de la cosecha. El reino no es meramente una dispensación ni una esfera. El reino es la totalidad de Cristo como vida para nosotros en todas Sus actividades.
Si usted visita un zoológico, podrá ver el reino animal. ¿Creen que esto es una dispensación o una esfera? Si quitásemos todos los animales, la esfera del zoológico permanecería, pero ya no sería el reino animal. El reino animal está constituido por la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Los pájaros vuelan, los monos trepan y las tortugas nadan. El reino animal es simplemente la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Asimismo, el reino de Cristo es la totalidad del Cristo que es vida para nosotros con todas Sus actividades. Todos nosotros tenemos a Cristo en nuestro ser como vida, y tenemos muchas actividades en Cristo. Esto es el reino de Cristo. Recientemente estuve observando, contemplando y disfrutando las muchas actividades que efectuaban los miembros en una reunión. Tal vez ustedes digan que eso es una reunión de la iglesia. Estoy de acuerdo, pero eso también era el reino de Cristo con Su vida y actividades.
Ahora venimos a Mateo 16:18-19. Éstas fueron palabras dichas por el Señor Jesús a Pedro después que él recibió la revelación del Padre en cuanto a que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Él dijo que Pedro era una piedra y que Él edificaría la iglesia sobre Sí mismo como la roca. Las puertas del Hades jamás podrían prevalecer contra la iglesia. Después, le dijo a Pedro que le daría las llaves, no las llaves de la iglesia, sino ¡las llaves del reino! Esto implica que la iglesia mencionada en el versículo 18 es, con toda certeza, el reino mencionado en el versículo 19 y que ciertamente el reino en el versículo 19 es la iglesia en el versículo 18. El Señor Jesús prometió darle a Pedro las llaves del reino de los cielos. El Día de Pentecostés, el Señor Jesús le dio a Pedro la llave que abrió la puerta para que los judíos entraran y, en casa de Cornelio, le dio la llave que abrió la puerta para que los gentiles entraran. Después que el Señor le dio a Pedro estas dos llaves del reino, las iglesias fueron establecidas. En primer lugar, la iglesia en Jerusalén fue establecida, y después, la iglesia entre los gentiles fue establecida. Debido a que Pedro usó las llaves del reino para establecer las iglesias indica que las iglesias son el reino.
La iglesia es la ekklesía, la asamblea. Esto quiere decir que la iglesia es la congregación del pueblo llamado de Dios. La iglesia es también la casa de Dios, Su morada. Ella es también el Cuerpo de Cristo, lo cual quiere decir que la iglesia es la expresión viviente de Cristo. La iglesia es también la novia de Cristo, lo cual quiere decir, que la iglesia es Su amor y Su satisfacción. Además de todos estos aspectos, la iglesia es también el reino. Esto quiere decir que la iglesia es el reinado que Dios ejerce por medio de Cristo. La iglesia es el reinado de Cristo como Rey. No hay exigencias más elevadas que las exigencias propias del reino. Lo que se exige de la iglesia para que ésta sea la casa de Dios, o el Cuerpo de Cristo, o la Novia de Cristo, no es tan elevado como lo que se exige para que sea el reino de Dios. No hay exigencias más elevadas que las de Mateo 5, 6 y 7. Las exigencias propias del reino son elevadas porque la iglesia es el reinado de Cristo, el gobierno de Cristo, como Rey. Si todos comprendiéramos que la iglesia es el reino, tendríamos un gran cambio en nuestro diario vivir.
Vayamos a 1 Corintios 4:17-20. Aquí tenemos otra prueba de que la iglesia es el reino. Pablo nos dice que en todas partes y en todas las iglesias él enseñaba lo mismo. El versículo 17 parece estar relacionado íntegramente con la iglesia; sin embargo, en el versículo 20 Pablo menciona el reino de Dios. Si leemos los versículos 17 y 20 en su contexto y los consideramos conjuntamente, veremos que la verdadera vida de iglesia es el reino. El reino no consiste en palabras, sino en poder. La iglesia es el reino, y el reino es la realidad de la vida de iglesia.
Del capítulo 4 avanzamos a 6:9-11. Estos versículos nos dicen que los perversos e inmorales que no se sujetan al gobierno del Señor Jesús como Rey, no tienen parte en el reino. El versículo 11 nos dice que aun cuando nosotros éramos tales personas en el pasado, ya fuimos lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios. Prestemos atención al uso de la expresión mas en este versículo: “mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios”. Ahora estamos en el Espíritu. Como el contexto deja en claro, puesto que estamos en el Espíritu, ciertamente podemos participar en el reino. Estamos en el reino y, en cierto sentido, somos el reino.
Tenemos que desechar las enseñanzas tradicionales y retornar a lo que era en el principio, es decir, debemos retornar a la Palabra pura. Si invocamos el nombre del Señor Jesús y oramos-leemos todos estos versículos, veremos exactamente lo mismo. Veremos que el reino hoy es simplemente la verdadera vida de iglesia.
Es probable que muy pocos hayan notado la expresión el reino de Dios en un libro como Gálatas. Una vez más, allí Pablo nos dice que los perversos e inmorales “no heredarán el reino de Dios” (Gá. 5:21). Después, Pablo menciona el fruto del Espíritu (v. 22). En esto consiste la vida de iglesia, el andar cristiano, y el andar cristiano es el reino. Pablo continúa diciendo que quienes son de Cristo han crucificado la carne (v. 24). Lo que no forma parte del reino de Dios ha sido crucificado. La carne con sus pasiones y concupiscencias ha sido crucificada. Somos, pues, un pueblo de personas crucificadas. Sin embargo, éste es apenas el aspecto negativo, pues también está el aspecto positivo. El versículo 25 nos dice que debido a que tenemos la vida en el Espíritu, también debemos andar por el Espíritu. Vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu constituyen la vida de iglesia y esta vida de iglesia es el reino. Esto nos muestra que el reino no es meramente algo reservado para el futuro, sino también algo que está presente hoy en día.
Romanos 14:17 es un versículo maravilloso. Este versículo dice que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En otras palabras, el reino es por completo una vida vivida en el Espíritu. Una vida en el Espíritu es el reino y este reino es la realidad de la vida de iglesia.
Muchos cristianos no pueden ver que la iglesia es el reino porque el cristianismo está lleno de confusión y división. Tenemos que reconocer que es difícil afirmar que el cristianismo sea el reino. Pero, en el recobro del Señor, el reino es la vida de iglesia. La vida de iglesia es el reino de Dios. El reino no es meramente una dispensación. ¿La comida y la bebida se relacionan con una dispensación? Pues el reino no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Cuando vivimos en el Espíritu Santo, tenemos la vida espiritual, y esta vida espiritual que se sujeta al gobierno del Señor Jesús es simplemente la realidad de la vida de iglesia. Éste es el reino inconmovible (He. 12:28). Este reino jamás podrá ser conmovido, porque las puertas del Hades no pueden prevalecer contra él. ¡La iglesia es el reino inconmovible!
Según la Biblia, el reino es el Señor Jesús que vino a sembrarse en nosotros como simiente de vida. Cuando Él se siembra en nuestro ser, Él se convierte en el reino en nuestro interior. En Sí mismo, el Señor Jesús es el Rey; pero cuando Él viene al interior de todos nosotros, Él es el Rey con Su reino. El reino es simplemente el Rey con Su reino. Isaías 53:2 nos dice que este Jesús en la carne no tenía hermosura ni atractivo para que le deseemos. No obstante, ¡Él es el Rey! Él es la simiente del reino. Sin embargo, este Rey jamás estará satisfecho con permanecer solo, pues Él anhela obtener Su reino. ¿Cómo obtendrá el reino? Al propagarse a Sí mismo en personas como nosotros. El Señor Jesús es el Rey y nosotros el reino. ¡Nosotros somos el reino!