
Lectura bíblica: Mt. 25:1, 6, 10-12, 14-30
En el Evangelio de Mateo, el Señor Jesús habló sobre el reino en tres ocasiones diferentes. En el Sermón del monte, dado en Mateo 5, 6 y 7, Él habló sobre la realidad del reino. En Mateo 13, en Su discurso a orillas del mar, Él habló sobre la apariencia del reino. Y después, en el monte de los Olivos, el Señor Jesús habló sobre la manifestación del reino. La manifestación del reino se relaciona con la segunda venida del Señor. En cierto sentido, Su segunda venida trae consigo la manifestación del reino. También podríamos decir que cuando el reino haya madurado en nuestro interior, esta madurez traerá la segunda venida del Señor. La manifestación del reino es simplemente el Cristo que ha llegado a la madurez dentro de nosotros cuando Él regrese.
Mateo 25, que revela la manifestación del reino, contiene tres asuntos importantes: la parábola de las diez vírgenes, la parábola de los talentos y la parábola de las ovejas y los cabritos. Las tres parábolas guardan relación con la segunda venida del Señor y todas ellas están relacionadas con la manifestación del reino. En este capítulo examinaremos solamente las primeras dos parábolas. La parábola de las diez vírgenes, que se relaciona con la manifestación del reino debido a que allí se nos dice que el reino es semejante a diez vírgenes. A la medianoche el Señor regresa, y todas las diez vírgenes se levantan y salen a Su encuentro. En ese momento, las cinco vírgenes prudentes reciben la recompensa y pueden entrar en la fiesta de bodas; las otras cinco vírgenes son insensatas y no se les permite entrar en la fiesta de bodas. En otras palabras, cinco reciben una recompensa y cinco pierden la recompensa. Cuando el Señor Jesús regrese y el reino sea manifestado, todos los cristianos verdaderos serán juzgados. Lo que hayamos hecho desde que fuimos salvos será juzgado por el Señor Jesús en aquel tiempo (1 Co. 3:12-15). Este juicio no será para determinar si somos salvos o no, sino que será para establecer si recibiremos o no la recompensa. Lo que significa que esto determinará si entraremos en la fiesta de bodas o si se nos impedirá la entrada a la misma. Esto está muy claro en la parábola de las diez vírgenes. A causa de la falta de revelación en los siglos pasados, muchos cristianos llegaron a pensar que las cinco vírgenes insensatas no eran salvas. Pero según la Palabra pura, las cinco vírgenes insensatas son vírgenes auténticas. Puede ser que sean insensatas, pero no son falsas. Que uno sea insensato no significa que sea falso. Uno puede ser insensato y aun así ser genuino. Las cinco vírgenes insensatas son verdaderos cristianos, pero ellos perderán algo cuando el Señor venga en la manifestación del reino. Algunos verdaderos cristianos se perderán la fiesta de bodas.
Ahora venimos a la parábola de los talentos. Como cristianos genuinos nuestra relación con el Señor tiene dos aspectos. El primer aspecto es la relación de vida, y el segundo es la obra o función que realizamos con el Señor. Tenemos una relación tanto de vida como de obra con el Señor. Por un lado, somos las vírgenes que están esperando que el Señor regrese, lo cual alude al aspecto de vida; por otro lado, también somos siervos del Señor y le servimos con los talentos que Él nos dio; y este es el aspecto de la obra. Con las vírgenes, el amor juega un rol muy importante. Con los siervos, la función y el servicio que desempeñan es lo más importante. Debemos atender a ambos aspectos. En cuanto a la vida, tenemos que ser como vírgenes, esto es, debemos ser prudentes para llenar nuestra vasija con el Dios Triuno. En cuanto a la obra y el ministerio, tenemos que ser siervos fieles que se esfuerzan por usar todos los talentos que recibimos del Señor.
En nuestra condición de vírgenes, tenemos necesidad de aceite en nuestras vasijas; en nuestra condición de esclavos, tenemos que usar nuestros talentos. El aceite representa al Espíritu que llena nuestro espíritu y, que finalmente llenará todo nuestro ser interior. Los talentos representan los dones y las funciones del Espíritu. Todo verdadero cristiano tiene algunos dones y funciones dadas por el Señor. Estas funciones son del Espíritu. Si hemos de ser aquellos que aman al Señor y esperan Su regreso, es necesario que seamos llenos del Espíritu a fin de llegar a la madurez de vida. Además, debemos usar los dones o talentos que nos fueron dados por el Espíritu a fin de servir al Señor.
En la parábola de los talentos los cristianos estaban en tres categorías. Los de la primera categoría recibieron cinco talentos, los de la segunda recibieron dos talentos y los de la tercera recibieron un talento. Según la parábola, el problema no residía con los de la primera o segunda categoría, sino únicamente con los de la tercera categoría. No había problema alguno con los que recibieron cinco talentos o con los que recibieron dos, sino con los que recibieron un solo talento. Los esclavos de cinco talentos representan a aquellos creyentes que son más fuertes, que tienen más dones y desempeñan más funciones. Parece relativamente fácil para los miembros de cinco talentos y para los que poseen dos talentos desempeñar su función y servir al Señor. Pero parece ser que a los miembros de menos talentos les resulta más difícil servir. ¿Por qué? Es debido a que ellos mismos consideran haber recibido muy poco. Ellos piensan que la función que les corresponde, su servicio y su obra son insignificantes. Dado que la porción que les fue asignada no es muy grande, ellos tienen la tendencia a dejar que los más dotados los reemplacen en el ejercicio de sus funciones. El peligro es que los miembros de un solo talento renuncien a ejercer su función. Pero no hay excusa. Todos tienen que servir. Según el parecer de los miembros de un solo talento, el Señor es un amo severo que siega donde no sembró y recoge donde no aventó.
Un día el Señor regresará, y cuando regrese pedirá cuentas a Sus esclavos. Todos Sus esclavos tendrán que rendirle cuentas. Al regreso del Señor el problema no residirá en los que recibieron cinco talentos, ni en los que recibieron dos talentos. El problema radicará en aquellos que recibieron un talento. Ellos se excusarán diciendo que el Señor es demasiado severo. El Señor no lo negará, pues en cierto sentido es muy severo. Él sí siega donde no sembró y recoge donde no aventó. Así que, en cierto sentido, es correcto decir que el Señor es severo. Si uno estuvo al servicio del Señor alguna vez, habrá experimentado esto. Por ejemplo, con respecto a las reuniones de la iglesia, no deben pensar que pueden desempeñar una función en ellas porque tienen el sentir de que el Señor les ha dado algo. Muchas veces no es así. Más bien, cuando vienen a la reunión quizás su sentir es que no han recibido nada, pero el Señor todavía requiere que cumplan su función. Tal vez usted se quiera excusar diciendo que el Señor no le ha dado nada. Esto significa que el Señor no aventó nada o no sembró nada en usted, pero aun así, Él exige cierta cosecha, cierta siega. Muchas veces éste es el principio que rige en la economía de Dios y es el camino del Señor. Esto es debido a que, por un lado, debemos aprender a ser diligentes y, por otro, todos tenemos que ser personas que sirven por fe.
A veces venimos a la reunión de una manera ociosa, descuidada y floja. Nos excusamos diciendo que estamos cansados, y entonces asistimos a una reunión sin la menor intención de desempeñar nuestra función. Solamente acudimos con la intención de descansar, disfrutar algunos testimonios, escuchar y quizás criticar un poco. Esto llega a ser un disfrute. Incluso llegamos a disfrutar nuestras críticas. Todo esto significa ser descuidado, flojo y ocioso. Pero debemos venir a las reuniones trayendo un “¡Alabado sea el Señor!”. Si es que estamos cansados o no y sin importar cuál sea nuestra situación, tenemos que desempeñar nuestra función. Tal vez estemos cansados, pero el Señor es ilimitado. No somos nada, pero Él lo es todo. Estamos cansados, pero Él jamás se cansa. No tenemos nada que decir, pero tenemos que decir algo. No tenemos nada que ministrar, pero tenemos que desempeñar nuestra función por fe. Si uno abre sus labios, vendrán las palabras. La manera de desenterrar su talento es al abrir la boca. No entierre su talento; desentiérrelo y no se excuse por motivo alguno.
Muchos hermanos y hermanas han aprendido a no venir a mí con esta clase de excusas, pues nunca simpatizo con ellos. Cuando vienen a decirme cuán débiles son y cuánta ayuda necesitan, no les muestro simpatía alguna. Cuanto más débiles son, menos simpatizo con ellos. Ellos son débiles porque dicen ser débiles. Al final de cuentas, uno será lo que dice que es. Tenemos que aprender a declarar que no somos débiles. En 2 Corintios 12:10 Pablo dijo que cuando él era débil, entonces era poderoso. Por tanto, no hay excusa alguna. Si usted viene a mí diciendo que todos los hermanos y hermanas en su localidad son fuertes y están progresando, siento deseos de ir a visitarlos. Pero si vienen a decirme cuán débiles son y cuánta ayuda necesitan, entonces les diré que se ayuden a sí mismos. Ustedes mismos son los que tienen que reaccionar a fin de atender a vuestra propia situación.
¿Notaron lo que el Señor dijo en Mateo 25:28? “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos”. En el versículo 29 el Señor añade: “Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Esto quiere decir que cuanto más tengamos, más nos dará el Señor; y cuanto menos tengamos, más nos quitará el Señor. Así opera la economía del Señor. El Señor únicamente les da a los ricos; el que es pobre no recibe nada. Es más, el Señor le quita a los pobres para darles a los ricos. A los que tienen diez talentos, el Señor les da uno más. Cuando venga a las reuniones, jamás piense que usted no tiene nada. Si tiene el concepto de que no tiene nada, el Señor le quitará lo que tiene y se lo dará a otro. Ésta es la economía del Señor. No piensen que éste es un concepto mío. Ésta es la economía del Señor revelada en Mateo 25. Muchas veces cuando he venido a alguna reunión para ministrar, no tenía nada; pero una vez que iba a la plataforma y abría mi boca, finalmente venía a mi mente un libro, un versículo y el mensaje.
Una mañana de enero de 1968 en el día del Señor, me puse en pie con el deseo de alentar a todos los santos a ejercer su función y decir algo en las reuniones. En ese momento les dije que todos podían decir por lo menos cuatro palabras. Mientras decía esto, me preguntaba en mi interior: ¿Cuáles son estas cuatro palabras? Entonces dije: “Número uno”, e incluso en ese instante no sabía qué palabras eran éstas. Entonces dije: “‘Oh’; número dos: ‘Señor’, número tres: ‘Amén’ y número cuatro: ‘Aleluya’”. Fue así como surgieron las cuatro palabras “¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Cuando llegué a casa después de la reunión, pensé que tal vez les había dado a los santos estas palabras en la secuencia equivocada. Tal vez debía haber puesto “¡Aleluya!” antes de “¡Amén!”. Ciertamente “¡Amén!” debe decirse al final de todo lo demás; pero yo les había dicho que podían decir: “¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Entonces recordé Apocalipsis 19 donde la secuencia es “¡Amén! ¡Aleluya!”, no “¡Aleluya! ¡Amén!”. Si examinan esto, descubrirán que si dijéramos: “¡Oh, Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!”, es más difícil para componer una canción; pero si decimos: “¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”, fluye mucho mejor. Este ejemplo nos muestra que si abrimos nuestras bocas en fe, el Señor nos dará algo que decir.
Todos tenemos que comprender que el Señor es severo. No les da nada, pero si les pide algo a ustedes. Él siega donde no sembró y cosecha donde no aventó. Toda vez que usted abra su boca para hablar a fin de desempeñar su función, de inmediato abre la vía por la cual el Señor puede brotar. Él es rico en usted, pero usted tiene que ejercer su función por fe. ¡Qué lamentable es ver que muchos cristianos jamás se percataron que, después de ser salvos, necesitan ser vírgenes prudentes que crecen en vida y también tienen que ser siervos apropiados que sirven al Señor con los talentos que Él les dio! Todos tenemos que ser como las cinco vírgenes prudentes y también ser aquellos que usan sus talentos. De otro modo, cuando el Señor regrese tendremos un problema. Esto implica que en el tiempo de la manifestación del reino tendremos que rendir cuentas por nuestras carencias. Muchos cristianos se preocupan únicamente por una cosa: ser salvos e ir al cielo. Ellos piensan que siempre y cuando sean salvos, un día irán al cielo y todo estará bien. Ante este concepto, todos tenemos que decir un fuerte: “¡No!”, pues todavía subsiste un problema.
El capítulo 13 de Mateo nos permitió ver que el Señor sembró una semilla y que todos nosotros somos trigo; pero esto corresponde únicamente a la etapa de la siembra. La cosecha de la mies es presentada en los capítulos 24 y 25. En el capítulo 13 el Señor sembró la semilla y en los capítulos 24 y 25 Él viene a cosechar. No podemos decir que el Señor no sembró nada en nosotros, por lo cual tampoco podríamos afirmar que el Señor es un amo severo que recoge donde no avienta. No sería justo decir esto, pues Él ha sembrado por lo menos un talento en usted. ¿Podría usted afirmar que no ha recibido nada de parte del Señor? Usted ha recibido por lo menos una pequeña porción de parte del Señor. Sin importar cuán pequeño sea el don o talento que usted haya recibido del Señor, tiene que usarlo. Cuanto más use ese pequeño don, más éste aumentará. Si usted lo usa, se multiplicará. Cuanto más use su talento, más el Señor le dará. Pero cuanto menos use su don y talento que el Señor le ha dado, más perderá. El Señor le quitará algo a usted. Ésta es una situación muy seria.
Leamos también Mateo 25:30: “Al esclavo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Tienen que ver que éstas son palabras dichas por el Señor mismo. Según lo dicho por el Señor en este versículo, incluso alguien que ha sido salvo puede ser echado en las tinieblas de afuera. No me pregunten qué clase de tinieblas son ésas; ciertamente no será un lugar placentero. ¿Piensan acaso que estarán riendo y regocijándose en las tinieblas de afuera? Hay quienes afirman que este esclavo ocioso jamás fue salvo, pero ¡esto no sería lógico! Si él jamás fue salvo, ¿cómo podría ser un siervo del Señor? Más aún, si él jamás fue salvo, ¿cómo podría el Señor darle algún talento o don? Sin duda alguna, este siervo indolente representa a alguien que ha sido salvo. Los tres son esclavos y los tres recibieron algunos talentos. Esto es prueba contundente de que todos ellos son salvos. En cuanto a la salvación concierne, no hay diferencia entre estos tres. ¿Podríamos afirmar que debido a que uno de ellos tiene menos talentos, éste no es salvo? ¿Acaso podríamos decir que el siervo que recibió cinco talentos era completamente salvo, el que recibió dos talentos era medio salvo y el que recibió un talento no era salvo? Si él recibió un talento, ciertamente es salvo. Afirmar que una persona puede perderse eternamente debido a su ociosidad indicaría que la salvación no es por gracia, sino por obras. Pero según el principio divino, la salvación es dada por gracia. Esta parábola no está relacionada con la salvación, sino con algo que va más allá. Esta parábola se relaciona con la manera en que servimos al Señor después de ser salvos.
Tanto las diez vírgenes son salvas como también lo son los tres esclavos. Lo que estas parábolas recalcan es que, incluso los que somos salvos, debemos ser diligentes para ser llenos del Espíritu como vírgenes prudentes y, además, debemos ser fieles para servir al Señor como los esclavos diligentes.
El versículo 21 dice: “Su señor le dijo: Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Este versículo no se relaciona con la salvación, sino con la recompensa. Alguien fue invitado a participar del gozo del señor. El siervo que recibió los cinco talentos fue hecho gobernador sobre mucho y entró en el gozo de su señor. Asimismo, el siervo que recibió dos talentos también fue puesto sobre mucho y entró en el gozo de su señor. Aquí entrar en el gozo de su señor no se refiere a la salvación. Más bien, significa que estas personas recibieron algo como una recompensa en adición a su salvación.
Con respecto al siervo perezoso, el amo dijo en los versículos 24 al 28: “Acercándose también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no aventaste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Esclavo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no aventé. Por tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recobrado lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos”. Esto no quiere decir que la salvación le fuera quitada al esclavo perezoso, sino que quiere decir que él sufrió a causa de no haber sido diligente.
Si somos esclavos fieles que usan los talentos que el Señor Jesús nos dio, cuando Él retorne nos recompensará. Él nos dará la responsabilidad de regir como reyes sobre muchas cosas y nos invitará a participar de Su gozo. Sin embargo, si somos salvos pero perezosos y no somos fieles para usar los talentos que Él nos dio, cuando Él regrese tendremos que rendirle cuentas. No piensen que puesto que son salvos ya no tendrán problemas. Ciertamente tendrán un verdadero problema si no son fieles en su servicio. Es del todo posible que ustedes vayan a recibir algún castigo antes que una recompensa. Tenemos que atender a la Palabra pura del Señor. No vayan a interpretar este capítulo totalmente de forma “dispensacional”, colocándolo íntegramente en el futuro.
Ahora debemos considerar dos conceptos básicos o escuelas en cuanto al tema de la salvación. Una es la escuela calvinista y la otra es la escuela arminiana. La escuela calvinista enseña la seguridad eterna de la salvación y cree en la predestinación. Según la escuela calvinista, fuimos predestinados antes de la fundación del mundo. Luego nacimos, fuimos llamados, justificados y salvos conforme a la elección de Dios. Una vez salvos, tenemos la seguridad eterna. Sin duda alguna esto es absolutamente correcto conforme a la Palabra de Dios, ya que hay muchos versículos que apoyan la predestinación y la seguridad eterna. El Señor Jesús, en Juan 10, dijo que una vez que recibimos la vida eterna, jamás sufriremos la perdición. Por un lado los calvinistas están en lo correcto con respecto a la seguridad eterna de la salvación, pero por otro, al no haber captado Mateo 25:30, tienen una deficiencia importante. Ellos no han visto que una persona puede tener problemas incluso después de haber sido salva. Ellos erróneamente dicen que este versículo no se aplica a creyentes verdaderos sino a creyentes falsos.
La escuela arminiana no cree en la seguridad eterna del creyente. Según su enseñanza, uno puede ser salvo por la mañana y perderse al anochecer, y después de unos cuantos días uno podría ser salvo nuevamente, pero más tarde podría volver a perderse. Según este concepto, las personas pueden ser salvas y perderse muchas veces. Podríamos llamar a esto la “salvación de ascensor”. Cuando ellos son salvos, están subiendo, pero cuando están perdidos, están descendiendo. En su experiencia, ellos suben y bajan muchas veces, esto es, son salvos y están perdidos muchas veces. Este concepto no es correcto. Ellos se apoyan en versículos que hablan sobre la recompensa y el castigo al regreso del Señor, pero al aplicarlos les dicen a los creyentes que pueden perder su salvación. Según este concepto, que una persona reciba cierto castigo significa que está perdida eternamente de nuevo. Tenemos que tener muy claro que los tres esclavos mencionados en Mateo 25 son salvos, pero que el último recibió cierto castigo al ser echado a las tinieblas de afuera. Debemos desechar las enseñanzas tradicionales y regresar a la Palabra pura. La Biblia dice que los tres son esclavos y la Biblia también dice que el tercer esclavo, debido a su pereza, padeció cierto castigo. Les ruego que lean e incluso oren-lean estos versículos en la presencia del Señor. ¿Es usted un esclavo que posee cinco talentos, dos talentos o un talento? Todos tenemos que ser fieles para usar los talentos que el Señor nos ha dado. Recuerden, un día el Señor Jesús vendrá y nos pedirá cuentas. Tendremos que entregarle nuestros talentos y rendirle cuentas. Tenemos que ser fieles y usar lo que el Señor nos ha dado. De otro modo, a Su regreso, en la manifestación del reino, sufriremos cierto castigo. No perderemos nuestra salvación, pero sufriremos. Ciertamente perderemos la oportunidad de reinar con el Señor durante el milenio. ¡Quiera el Señor tener misericordia de todos nosotros!