
Lectura bíblica: Mt. 16:27; 2 Co. 5:9-10; 1 Co. 4:5; 3:12-15; 9:24-27; 2 Ti. 4:6-8; 1 P. 5:4; Ap. 22:12
Todos los versículos mencionados en la lectura bíblica guardan relación con tres cosas: la segunda venida del Señor Jesús, la manifestación del reino y lo concerniente a recibir una recompensa o sufrir pérdida. A muchos cristianos les gusta hablar de la segunda venida del Señor Jesús y también del reino de Dios venidero. Lamentablemente, muchas veces ellos hablan sobre estas cosas basados en sus propios conceptos y no conforme a la Palabra pura hallada en las Sagradas Escrituras. Si bien ellos hablan sobre la segunda venida y el reino, rara vez hablan acerca de si los santos recibirán una recompensa o sufrirán pérdida. Sin embargo, si nos remitimos a la Palabra pura, veremos que los versículos enumerados en esta lectura bíblica son el desarrollo de lo sembrado en Mateo 16:27. En Mateo 16 está la pequeña semilla: “El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Al leer la Palabra pura en las Escrituras podremos ver algo de la revelación del Señor, así como de Su concepto con respecto a estas cosas.
Mateo 16:27 no dice que cuando el Hijo del Hombre venga en la gloria de Su Padre, salvará a todo aquel que crea en Él. Más bien, este versículo nos dice que Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos. Tampoco dice que les recompensará conforme a su fe, sino conforme a sus hechos. La justificación es por la fe, y no por obras. Ciertamente no fuimos salvos por medio de nuestras obras, sino por medio de nuestra fe (Ef. 2:8-9). Mateo 16:27 no se relaciona con el asunto de la salvación, sino con la recompensa. Me temo que muchos cristianos no tienen la palabra “recompensa” en sus diccionarios cristianos. Debe causarnos profunda impresión el hecho de que cuando el Señor Jesús regrese, Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos.
La recompensa no es una mansión en los cielos. Nuevamente, tenemos que considerar la Palabra pura de la Biblia. Para las vírgenes prudentes, la recompensa es participar del disfrute de la fiesta de bodas. Para los esclavos fieles, la recompensa es entrar en el gozo del Señor y tener el gobierno y la autoridad sobre las naciones. ¿Tiene usted la certeza de que cuando el Señor Jesús venga, usted será recompensado? Tal vez se sientan muy felices al saber que el Señor Jesús viene pronto y que podrán encontrarse con Él, pero una vez que se encuentren con Él, ¿serán recompensados? Me temo que cuando el Señor venga no seremos recompensados, sino que seremos puestos al descubierto. La recompensa se basará en nuestros hechos. De qué manera hayamos vivido, actuado, desempeñado nuestra función y laborado para el Señor después de ser salvos, será la base sobre la cual el Señor nos recompensará. Este concepto está sembrado a manera de semilla en Mateo 16:27.
Leamos ahora 2 Corintios 5:9-10. En estos versículos vemos florecer la semilla sembrada en Mateo 16. La mejor traducción de estos versículos sería: “Por tanto tenemos la ambición de que estemos presentes o ausentes, le seamos agradables a Él. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas en su cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o malo” [lit.]. A fin de serle agradables al Señor, debemos tener la ambición de serle agradables a Él. Ésta no es la ambición de ir a una mansión celestial. ¡No! Estos versículos no mencionan una mansión celestial, sino el tribunal de Cristo. Tampoco se nos dice que compareceremos ante el tribunal de Cristo para recibir nuestra salvación. Más bien, se nos dice que recibiremos algo que será conforme a lo que se haya hecho en nuestro cuerpo. Si hicimos algo bueno, recibiremos una recompensa; pero si hicimos algo malo, recibiremos una especie de castigo.
Algunos discutirán que debido a que la redención del Señor es completa y a que el Señor murió por ellos, ya no será necesario que sufran ninguna clase de castigo. Según su manera de pensar, todo se reduce simplemente a si somos salvos o si habremos de perecer. Si ellos son salvos, un día irán al cielo y si están perdidos, un día irán al infierno. Éste es el concepto miope y errado que muchos cristianos tienen en la actualidad.
Es imprescindible que regresemos a la Palabra pura de Dios. En 2 Corintios 5:9-10 se nos dice que todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo. No se nos dice que compareceremos ante el trono de la gracia. Algunos erróneamente piensan que el tribunal de Cristo mencionado en 2 Corintios es el gran trono blanco mencionado en Apocalipsis 20. Esto es erróneo, pues el gran trono blanco es para juzgar a los incrédulos que serán levantados de entre los muertos después del milenio. El juicio del gran trono blanco no será para otorgar recompensas, sino que servirá para determinar quiénes son salvos y quiénes perecerán. Este juicio se relaciona con la perdición eterna. El tribunal de Cristo mencionado en 2 Corintios no es para los incrédulos, sino para los creyentes. Éste no es para decidir si ellos son salvos o si perecerán, sino para decidir si deberán recibir una recompensa o sufrir pérdida. La palabra pérdida es todavía muy débil aquí. Sería mejor hablar de “castigo” o, según lo que está escrito en Hebreos 12, de “disciplina”.
A muchos cristianos fundamentalistas no les gusta pensar que un cristiano podría ser disciplinado o castigado cuando el Señor venga. Incluso quienes admiten que los cristianos necesitan recibir algún castigo de parte del Señor, consideran que esto ocurre solamente durante esta era y no en la siguiente. Sin embargo, no puedo encontrar ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que me indique si el castigo que Dios inflige a Sus hijos es aplicado únicamente durante la era presente, y no en la venidera. Por el contrario, algunos versículos indican que después que el Señor regrese, Él disciplinará a Sus hijos. Por ejemplo, Lucas 12:46-47 dice: “Vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los incrédulos. Aquel esclavo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”. Estos versículos muestran que no solamente durante esta era, sino también después de Su regreso, el Señor continuará disciplinando a Sus hijos.
Algunos cristianos piensan que después de morir o después que el Señor regrese, la posibilidad de recibir alguna disciplina o castigo se habrá acabado. Ellos piensan que morir es graduarse de la necesidad de ser disciplinado o castigado. Ellos tienen que desechar tales conceptos y regresar a la Palabra pura. Deberían leer 2 Corintios 5:9-10 una vez más. Algunos podrían pensar que debido a que el Señor es misericordioso y lleno de gracia, Él les perdonará cuando regrese. Tal vez piensen que podrán orar y arrepentirse en aquel entonces, y todo estará bien. Esto quiere decir que ellos no conocen la dispensación del Señor. Hoy es la era para el perdón del Señor. Una vez que el Señor regrese, la era o la dispensación para el perdón habrá concluido, por lo que será demasiado tarde para arrepentirse. Hoy en día si ustedes se arrepienten y confiesan sus pecados, el Señor ciertamente les perdonará. Sin embargo, si ustedes no se arrepienten ni confiesan sus pecados hoy, sino que esperan hasta aquel día en que comparecerán ante el tribunal de Cristo, será demasiado tarde. Tal vez intentarán arrepentirse y confesar sus pecados en ese momento, pero el Señor les dirá que la dispensación, el tiempo para arrepentirse y confesar sus pecados, ya terminó.
El mismo principio se aplica a los incrédulos. La era actual es la era de la gracia. Todo incrédulo puede arrepentirse y confesar al Señor para recibir la salvación. Pero cuando el Señor regrese, nadie será salvo al arrepentirse y confesar sus pecados, pues en aquel entonces será demasiado tarde. En Zacarías 12:10-14 se hace referencia a los judíos que se arrepienten al regreso del Señor. Hoy, la era actual, es el tiempo para que todos nosotros nos arrepintamos y confesemos nuestros fracasos y errores. Si hoy nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados aplicando la preciosa sangre del Señor, ciertamente Él nos perdonará. Pero no lo hará en aquel tiempo venidero, pues cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, la dispensación para recibir el perdón habrá terminado. Debido a que el tiempo para el perdón habrá pasado, usted tendrá que padecer cierta clase de castigo. Que usted quiera llamar a tal padecimiento una pérdida, un castigo o la disciplina del Señor, poco importa. La terminología que usemos no tiene la menor importancia. El hecho es que tienen que enfrentarse a 2 Corintios 5:10 acerca del tribunal de Cristo.
En 1 Corintios 4:5 se nos dice: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”. Este versículo también da a entender que en el tiempo del regreso del Señor Él juzgará a Sus hijos. En aquel tiempo, Él no solamente juzgará lo externo, sino también los motivos internos. Él traerá a la luz todo lo escondido y revelará todo aquello que está escondido en nuestros corazones. En aquel tiempo recibiremos ya sea una recompensa o una cierta clase de castigo de parte del Señor.
Ahora venimos a 1 Corintios 3:12-15. Estos versículos son muy claros: “Si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego’’. Estos versículos nos dicen que todas nuestras obras serán probadas por el fuego. Si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, nuestras obras permanecerán. Pero si edificamos con madera, hierba y hojarasca, ellas serán consumidas por el fuego. Si nuestra obra permanece, recibiremos una recompensa. No dice que recibiremos salvación, sino una recompensa. Además de nuestra salvación, recibiremos una recompensa. Más aún, no dice que si la obra de alguien es consumida por el fuego, esta persona perecerá; dice que ella sufrirá pérdida, y sufrir pérdida no significa perecer. La última parte del versículo dice que él mismo será salvo. Sin embargo, no se consuelen diciendo que siempre y cuando sea salvos estarán bien. No descuiden las palabras como pasado por fuego. ¿Qué significan estas palabras? No lo sé, pero sí sé que la Palabra pura de las Escrituras nos dice que seremos salvos “como pasado por fuego” cuando el Señor regrese. Ciertamente ésta no será una experiencia placentera.
No piensen que estos versículos en 1 Corintios se aplican a los judíos, o que trata de un asunto dispensacional que no se aplica a los creyentes en Cristo. Por favor recuerden que esta epístola estaba dirigida a los creyentes gentiles de la ciudad de Corinto, una ciudad en Grecia. Ésta fue una epístola escrita a quienes invocan el nombre del Señor en todo lugar (1:2), lo cual quiere decir que también está dirigida a nosotros. Tenemos que prestar atención a estas palabras. Después que fuimos salvos, jamás perderemos nuestra salvación. Una vez que Dios nos da la salvación, ésta es eterna. Sufrir pérdida no se refiere de ninguna manera a perder nuestra salvación. ¡Nuestro Dios no es tan sencillo! Incluso los padres cuando disciplinan a sus hijos no son tan sencillos. Cuando sus niños se portan bien, los padres les dan algunas cosas buenas a modo de recompensa. Pero cuando se portan mal, probablemente les castiguen. Si incluso los padres terrenales poseen esta clase de sabiduría, ¡cuánta más sabiduría poseerá nuestro Padre celestial!
En 1 Corintios 9:24-27 se da continuación a este mismo concepto: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. En estos versículos Pablo dijo que temía ser reprobado. ¿Acaso significa esto que él temía perecer eternamente? ¡No! Esto simplemente significa que él temía perder el premio, la corona. A causa de tal temor, él se disciplinaba a fin de mantener su cuerpo en sujeción. La palabra reprobado implica rechazo; esto es, ser rechazado en cuanto a obtener el premio, no en cuanto a la salvación. Después que somos salvos, tenemos que correr la carrera apropiadamente y tenemos que combatir en la batalla de la manera correcta.
Casi al final de sus días sobre la tierra, poco antes de su martirio, Pablo tenía la certeza de que iba a recibir el galardón. “Yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su manifestación” (2 Ti. 4:6-8). Pablo dijo que estaba listo para ser ofrecido en libación. Esto significaba que él estaba listo para ser ofrecido a Dios como mártir. Él comprendía que el tiempo de su partida era inminente y tenía la certeza de haber peleado la buena batalla y de haber acabado la carrera. En 1 Corintios 9 él dijo que todavía corría la carrera, pero en 2 Timoteo él dijo que había acabado la carrera. Debido a que él había guardado la fe y había acabado la carrera, tenía la certeza de que le estaba guardada, no la seguridad eterna ni tampoco una corona de gracia, sino una corona de justicia. Él tenía la certeza de que el Señor Jesús en Su condición de juez justo le daría una corona de justicia en aquel día. Incluso dijo que el Señor Jesús también daría tal corona a todos los que aman Su manifestación. En estos versículos Pablo no considera que el Señor sea un juez lleno de gracia, sino un juez justo. La corona de justicia no tiene nada que ver con nuestra salvación. Nuestra salvación ha sido lograda de una vez por todas por la eternidad. Pero que recibamos una corona de justicia como recompensa dependerá de la manera en que corramos la carrera.
El apóstol Pedro también tenía el mismo concepto. En 1 Pedro 5:4 él dijo: “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. La corona de gloria es algo adicional a la salvación. Ya recibimos la salvación, pero que recibamos la corona de gloria dependerá de la manera en que nos conduzcamos y como laboremos para el Señor.
La cosecha de la semilla en cuanto a la recompensa está en Apocalipsis 22:12. “He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. La semilla fue sembrada en Mateo 16; creció y floreció en las Epístolas; y ahora es cosechada en Apocalipsis 22:12. El Señor Jesús dijo que venía con un galardón, y no con la salvación. No piensen que al morir o al regreso del Señor todos sus problemas serán resueltos. Si usted no aprendió las lecciones apropiadas ni maduró en el Señor, en ese entonces todavía tendrá problemas y el Señor le disciplinará. Si usted no se alimenta del Señor hoy y no le permite saturar todo su ser, tendrá problemas cuando el Señor regrese, entonces Él le disciplinará. Tiene que madurar y aprender las lecciones ya sea antes de morir o después de resucitar. Que aprenda las lecciones hoy o las aprenda en ese entonces depende de usted. Si usted aprende las lecciones hoy y madura hoy en el Señor, será apto para entrar en la manifestación del reino, en el gozo del Señor. Si usted no aprende las lecciones hoy, se perderá la manifestación del reino pues no será apto para entrar en dicha manifestación. En ese entonces usted todavía tendrá que madurar, pero será demasiado tarde para que participe de la manifestación del reino. Si un estudiante no estudia, no se graduará. Si estudia bien, no solamente se graduará, sino que recibirá un premio. En la escuela si usted no aprueba las materias que tomó en un determinado semestre, deberá repetirlas al siguiente semestre. Finalmente, tendrá que pasar todos los cursos para poder graduarse. Les ruego que abandonen ese concepto de que siempre y cuando hayan creído en el Señor Jesús todo estará bien cuando mueran. No piensen que por su muerte se graduarán. Todavía es necesario que ustedes sean hechos aptos.
Según la Palabra pura de la Biblia, se nos ha dicho claramente que tenemos que ser saturados del Señor y también se nos ha dicho que tenemos que madurar en Él. Si no hemos madurado ni somos plenamente saturados en esta era presente, tendremos que madurar y ser saturados en la siguiente era. Aunque el Señor no nos da los detalles en cuanto a Su trato para con nosotros en ese entonces, Él sí nos proporciona un principio muy claro. Este principio nos dice que después de ser salvos, tenemos que cooperar con Él, disfrutarle, ser saturados de Él y madurar en Él. De lo contrario, podemos estar seguros que padeceremos alguna clase de sufrimiento. Perderemos algo y sufriremos en cierta medida. Pero si cooperamos con el Señor, cuando Él regrese recibiremos un premio como algo adicional a nuestra salvación. Esto sucederá en el tiempo de la manifestación del reino y formará parte de la misma. Si no somos aptos, no tendremos participación alguna en la manifestación del reino; si hemos de participar en la manifestación del reino, es imprescindible que hoy vivamos en la realidad del reino. Únicamente quienes hoy en día viven en la realidad del reino podrán ser transferidos a la manifestación del reino en aquel día. Que el Señor, en Su gracia, nos conceda cooperar con Él y le permitamos saturarnos de tal modo que a Su regreso podamos entrar en la manifestación del reino a fin de obtener el disfrute máximo de Cristo como recompensa.