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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

EL CRECIMIENTO Y LA COSECHA DE LA REALIDAD DEL REINO

  Anteriormente dijimos que muchos de los asuntos en cuanto al reino se encuentran en Mateo en forma de semilla. También indicamos que el reino tiene tres aspectos: la realidad, la apariencia y la manifestación. La semilla de la realidad del reino se encuentra en Mateo 5, 6 y 7. Ahora será necesario que veamos en qué consiste el crecimiento y la cosecha de la realidad del reino. En un capítulo anterior abordamos siete aspectos de la realidad del reino, los cuales incluyen: el carácter de los hijos del reino bajo el gobierno de los cielos, la influencia que los hijos del reino ejercen sobre el mundo, la justicia de los hijos del reino bajo la restricción de la ley de vida, la pureza de los hijos del reino al realizar sus buenas obras, la actitud de los hijos del reino con respecto a mammon o las riquezas, el principio que rige a los hijos del reino en sus relaciones con los demás y las bases sobre las cuales los hijos del reino para su andar y obrar. Estos siete aspectos se encuentran en Mateo en forma de semillas y son desarrollados en los siguientes libros, especialmente en las Epístolas, y son cosechados en el libro de Apocalipsis.

POBRES EN ESPÍRITU

  El primer aspecto que concierne al carácter de los hijos del reino que están sujetos al gobierno de los cielos es que ellos son pobres en espíritu. Este punto fue sembrado en Mateo y desarrollado en las Epístolas y en Apocalipsis. Debemos leer Romanos 8:16 y 1:9: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios [...] Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Mateo nos insta a ser pobres en espíritu, y Romanos 8:16 nos dice que el Espíritu testifica juntamente con nuestro espíritu. Si no somos pobres en espíritu, no estamos vacíos en nuestro espíritu, le será imposible al Espíritu hallar cabida en nuestro interior y testificar juntamente con nuestro espíritu. Una vez que somos pobres en espíritu, el Espíritu podrá venir a nuestro ser y llenarlo consigo mismo. El Espíritu está con nuestro espíritu. Más aún, en Romanos 1:9 Pablo dijo que él servía a Dios en su espíritu. Originalmente su espíritu estaba desocupado y lleno de cosas sin valor, pero ahora todas esas cosas vanas se han desvanecido. Ahora el Espíritu de Dios llena su espíritu, y él sirve a Dios en su espíritu.

  En Apocalipsis 1:10 Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta”. La traducción correcta de este versículo debería omitir el artículo definido que precede a la palabra “espíritu”. Además, ésta no se escribe con “e” mayúscula, sino minúscula, para denotar correctamente el espíritu humano. Juan estaba en su espíritu humano en el día del Señor y oyó detrás de él una gran voz. Después que escuchó la voz, se nos dice en el versículo 12: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro”. Este versículo nos muestra que para poder ver las iglesias, tenemos que estar en nuestro espíritu humano. Romanos 8 nos dice que tenemos que ser pobres en espíritu a fin de que el Espíritu pueda entrar en nuestro ser. Romanos 1 da a entender que después que el Espíritu haya llenado nuestro espíritu, podremos servir a Dios en nuestro espíritu. Después, en Apocalipsis 1:10 y 12, se da a entender que a fin de ver a las iglesias tenemos que estar en nuestro espíritu.

  También tenemos que leer Apocalipsis 21:10-11: “Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Nuevamente, en este versículo es correcto traducir “en espíritu” con una “e” minúscula y sin el artículo definido. Lo mismo se aplica a Apocalipsis 1:10. La manera en que nosotros podemos ver la ciudad santa, Jerusalén, es al ser llevados en espíritu a un monte grande y alto.

  Al poner estos versículos juntos, podemos ver que de Romanos a Apocalipsis ocurre un desarrollo muy rico y una cosecha de la semilla en cuanto al espíritu humano. Mateo empieza instándonos a ser pobres en espíritu. A continuación, Romanos nos dice que el Espíritu testifica juntamente con nuestro espíritu y que servimos a Dios en nuestro espíritu. Finalmente, vemos las iglesias y la Nueva Jerusalén al estar en nuestro espíritu. La semilla está en Mateo 5, el crecimiento en Romanos y las otras Epístolas, y la cosecha en Apocalipsis.

LLORAR

  La semilla referente a llorar fue sembrada en Mateo 5:4, que dice: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. Ahora leamos algunos versículos que nos muestran el desarrollo de esta semilla. Primero tenemos Hechos 20:31: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. Que Pablo amonestase a la iglesia con lágrimas de día y de noche denota que él lloraba a causa de la condición en que se encontraba la iglesia y los creyentes. En Romanos 9:2 Pablo nos dice: “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón”. Este versículo nos muestra cómo Pablo lloraba por el pueblo de Israel para que éste fuera salvo. Él tenía gran tristeza y continuo dolor en su corazón a causa de ellos. Finalmente, 2 Corintios 7:7 dice: “No sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado a causa de vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de manera que me regocijé aún más”. Este versículo denota que no solamente Pablo, sino también los corintios lloraban con respecto a cierta situación. Por tanto, podemos ver que este asunto de llorar es desarrollado en las Epístolas.

MANSEDUMBRE

  La tercera semilla de la realidad del reino sembrada en Mateo es la mansedumbre. En Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Efesios 4:2 desarrolla el tema de la mansedumbre al decir: “Con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, soportándoos los unos a los otros en amor”. Este versículo no solamente nos habla de la mansedumbre, sino también de la humildad y longanimidad, así como de soportarse los unos a los otros en amor. Esto es mucho más que simplemente mansedumbre y denota un rico desarrollo de este tema. Tito 3:2 dice: “Que a nadie difamen, que no sean contenciosos, sino apacibles, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres”. Ser apacibles y manifestar mansedumbre para con todos los hombres es el desarrollo de la mansedumbre mencionada en Mateo 5:5. Jacobo 3:13 dice: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría”. Estos versículos muestran cuán rico y pleno es el desarrollo de la semilla de mansedumbre que fue sembrada en Mateo.

TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

  La semilla del hambre y la sed de justicia es desarrollada en 1 Timoteo 6:11 que dice: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre”. Asimismo, es adicionalmente desarrollada en 2 Timoteo 2:22 que dice: “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”.

MISERICORDIOSOS

  El asunto relativo a mostrarse misericordiosos es desarrollado en Romanos 12:8b: “El que hace misericordia, con alegría”. Este versículo da a entender que incluso mostrar misericordia es un don. Muchos cristianos jamás han reflexionado sobre esto. Según el contexto de Romanos 12, el hecho de mostrar misericordia es considerado como un don al ser enumerado junto a los dones de enseñar, presidir, exhortar y profetizar. En este capítulo incluso el ejercer la hospitalidad es un don. Tanto el hacer misericordia como el ejercer la hospitalidad son dones. Finalmente, Colosenses 3:12 dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de longanimidad”.

PUROS DE CORAZÓN

  La semilla en cuanto a ser puros de corazón es desarrollada en 2 Timoteo 2:22c: “Con los que de corazón puro invocan al Señor”. Aquí algo es añadido al asunto de ser puros de corazón, indicando que uno tiene que procurar la justicia, la paz y el amor con todos los que invocan al Señor con un corazón puro. No solamente nos habla de ser puros de corazón, sino también de invocar al Señor con tal corazón. Mateo 5 sólo se nos habla de ser puros de corazón, pero aquí Pablo añade el hecho de ir en pos del Señor así como de invocarle junto con otros. En 2 Corintios 3:16 se nos dice: “Cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Éste es el mismo corazón al cual se hace referencia en el versículo 15. Siempre que nuestro corazón se vuelve al Señor, los velos son quitados. Éste es un desarrollo adicional en cuanto a ser puros de corazón. Ser puros de corazón significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor de tal modo que todos los velos sean quitados.

HACER LA PAZ

  El asunto de hacer la paz es desarrollado en Hebreos 12:14 que nos dice: “Seguid la paz con todos, y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor”. Efesios 4:3 dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Finalmente, Jacobo 3:18 dice: “El fruto de justicia es sembrado en paz por aquellos que hacen la paz”. La paz y la justicia están siempre relacionadas entre sí, pues si no tenemos justicia, nos será imposible tener paz. La justicia tiene que venir primero, y entonces vendrá la paz. ¿Por qué no hay paz en la tierra? No hay paz en la tierra porque no hay justicia. Debido a que las naciones no son justas, ellas no disfrutan de paz. Tener al Señor Jesús es tener la verdadera justicia, y sólo entonces tenemos paz. Es por esto que primero tenemos que buscar la justicia y después seguir la paz.

PADECER POR CAUSA DE LA JUSTICIA

  Hechos 14:22 dice: “Confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Este versículo nos dice que entramos en el reino de Dios mediante muchas tribulaciones, mucho sufrimiento. Sufrir por causa de la justicia es simplemente sufrir por causa del reino, pues el reino de Dios es un reino de justicia. Además, 2 Timoteo 3:12 dice: “En verdad todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. Vivir piadosamente en Cristo es manifestar la verdadera justicia. La verdadera justicia nos causará cierta clase de sufrimiento.

SUFRIR POR CRISTO

  La semilla en cuanto a sufrir por Cristo es desarrollada en Hechos 5:41-42 que dice: “Ellos salieron de la presencia del sanedrín, regocijándose porque habían sido tenidos por dignos de ser ultrajados por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”. Aquí los discípulos se regocijaron porque fueron contados dignos de padecer por Cristo. El Señor Jesús les dijo que cuando ellos fueran perseguidos por Su causa debían regocijarse. Ciertamente Pedro y Juan le creyeron al Señor y recordaron lo que Él les había dicho en el monte; por tanto, ellos se regocijaban a causa de sus sufrimientos por Cristo. Pablo dio a entender en Hechos 20:19 y 24 que él sufrió por Cristo al decir: “Sirviendo al Señor como esclavo con toda humildad, y con lágrimas, y pruebas que me han venido por las confabulaciones de los judíos [...] Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera, y el ministerio que recibí del Señor Jesús para dar solemne testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Estos versículos nos dan a entender que Pablo era un hermano dispuesto a sufrirlo todo por causa de Cristo, incluso la pérdida de su propia vida.

  Con base en todos estos versículos, podemos ver el desarrollo de la realidad del reino revelada en Mateo 5. A manera de conclusión sobre este tema será necesario que primero leamos 2 Corintios 6:4-10: “Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante armas de justicia a diestra y a siniestra; a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. En el versículo 6 la frase “espíritu santo” debe escribirse en minúsculas porque nuestro espíritu se ha convertido en un espíritu santo. En el idioma original no hay un artículo antes de esta expresión.

LA INFLUENCIA QUE LOS HIJOS DEL REINO EJERCEN SOBRE EL MUNDO

Como sal

  Como vimos anteriormente, la sal es usada para aniquilar toda corrupción y levadura. Donde está la sal, no puede haber levadura. La semilla en cuanto a la sal de la tierra es sembrada en Mateo 5:13 y desarrollada en 1 Corintios 5:7-8 al decir: “Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Estos versículos afirman que debemos purgar toda levadura y celebrar la fiesta con pan sin levadura. Esto simplemente significa que debemos ser la sal y no debemos permitir que exista ninguna levadura.

  Después, debemos leer Efesios 4:22-24: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. Aquí, el viejo hombre denota cierta clase de corrupción, mientras que el nuevo hombre es una especie de sal. Debido a que el nuevo hombre trae consigo la justicia y la santidad de Dios, él es sal. Nosotros éramos el viejo hombre, pero hemos sido renovados y transformados para llegar a ser el nuevo hombre. Ahora ya no somos levadura que corrompe a los demás, sino que, en lugar de ello, somos sal que aniquila la corrupción.

Como luz

  Mateo 5:14 nos dice que somos la luz del mundo. Esta semilla es desarrollada en Filipenses 2:15-16a: “Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”. La semilla en cuanto al hecho de que los discípulos del Señor son la luz del mundo alcanza su más pleno crecimiento en Apocalipsis 1:20: “El misterio de las siete estrellas que has visto en Mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los mensajeros de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias”. Este versículo nos muestra no solamente una pequeña lámpara, sino un candelero. En Mateo 5 hay solo una pequeña lámpara, pero en Apocalipsis 1 hay siete candeleros. Éste es el desarrollo pleno de que seamos la luz del mundo. Apocalipsis 2:5 dice: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido”. Este versículo también muestra que los cristianos como la iglesia, al final deben ser un candelero. En Mateo 5 hay apenas una pequeña lámpara, mientras que en Apocalipsis tenemos el desarrollo en plenitud de los candeleros que resplandecen en la oscuridad.

LA JUSTICIA DE LOS HIJOS DEL REINO BAJO LA RESTRICCIÓN DE LA LEY DE VIDA

  Los hijos del reino tienen que poseer la justicia que sobrepasa la justicia de los demás. En 1 Corintios 6:9 se nos dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?”. Si deseamos heredar el reino de Dios, tenemos que poseer tal justicia. Una persona que no sea recta o justa jamás podrá heredar el reino de Dios. Luego Romanos 14:17 dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. La justicia viene primero, después viene la paz y finalmente viene el gozo en el Espíritu Santo. Efesios 4:24 nos dice que “os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia”. El nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia. La justicia es siempre el primer aspecto.

  Apocalipsis 19:7-8 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. El lino fino es la justicia, las obras justas, de los santos. Ya dijimos que esta justicia será el vestido que califique a la novia para asistir a la fiesta de bodas del Novio. Por tanto, la justicia es de suma importancia. En 2 Pedro 3:13 dice: “Nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Aquí los cielos nuevos y la tierra nueva denotan la eternidad. No es cuestión de simplemente tener la justicia que supera la de los demás, sino de tener la justicia que nos hace aptos para asistir a la fiesta de bodas. Al final, el cielo nuevo y la tierra nueva tendrán como su aspecto más significativo la justicia. Éste es el desarrollo y la cosecha del tema de la justicia.

  Hay otros cinco asuntos relacionados con este tema de la justicia. La semilla en cuanto a la necesidad de ser reconciliados en contraste con el mandamiento de no matar se desarrolla en Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tiene queja contra otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Tal vez sea necesario que los hermanos y hermanas solteros así como las esposas y esposos oren-lean este versículo. Después, Efesios 4:32 nos dice: “Sed bondadosos unos con otros, tiernos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. He aquí el desarrollo de la semilla de la reconciliación.

  La semilla en cuanto a la pureza de los hijos del reino de los cielos es desarrollada en 1 Tesalonicenses 4:3-4 que dice: “Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os abstengáis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor”. En 1 Timoteo 5:2 dice: “A las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”. Pablo exhortó a Timoteo que tratara a las hermanas más jóvenes con toda pureza. Esta pureza no solamente guarda relación con nuestro cuerpo, sino que también involucra las partes internas de nuestro ser.

  En Mateo 5:34-37 el Señor Jesús dijo: “No juréis de ninguna manera”. Esta semilla es desarrollada en Jacobo 5:12, que dice: “Ante todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis bajo juicio”. Lo dicho por el apóstol Jacobo es casi lo mismo que dijo el Señor Jesús. Es posible que Jacobo todavía recordase lo dicho por el Señor Jesús en el monte. Efesios 4:25 también desarrolla esta semilla con respecto a no jurar: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. Debido a que somos miembros los unos de los otros, debemos desechar la mentira y hablar con la verdad cada uno con su prójimo. Todos tenemos que aprender a ser sencillos y responder sí, sí o no, no.

  En Mateo 5:39 encontramos la semilla con respecto a no resistir a una persona mala: “No resistáis al que es malo”. Esta semilla es desarrollada en Romanos 12:14 que dice: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”, y continúa en 12:17: “No paguéis a nadie mal por mal; pensad de antemano en lo que es honroso delante de todos los hombres”. Pablo desarrolla aún más este tema en 1 Corintios 4:12b-13a donde dice: “Nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos”. En 1 Corintios 6:7 se nos dice: “Así que, por cierto es ya un fracaso para vosotros que tengáis litigios entre vosotros. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?”.

  La semilla de amar a nuestros enemigos es sembrada en Mateo 5:43-46 y desarrollada en Romanos 12:20-21 donde se nos dice: “Antes bien, ‘si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza’. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”.

LA PUREZA DE LOS HIJOS DEL REINO EN SUS BUENAS OBRAS

  En Mateo 6 el Señor Jesús nos dijo cuál debía ser nuestra actitud con respecto a ofrendar, orar y ayunar. Debemos dar en secreto de modo que no recibamos gloria de los hombres. Tenemos que orar en privado de modo que nuestro Padre que ve en secreto nos recompense. Además, cuando ayunemos debemos ungir nuestra cabeza y lavar nuestro rostro de tal modo que los hombres no se enteren que ayunamos. Estas semillas son desarrolladas por medio de varios versículos. Gálatas 5:26 dice: “No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”. No debiéramos desear vanagloria alguna, esto es, no debemos hacer exhibición alguna. Filipenses 2:3a nos dice: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria”. Con respecto a la oración, 1 Tesalonicenses 5:17 declara: “Orad sin cesar”. Luego Romanos 12:12 nos dice: “Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; perseverantes en la oración”. Con respecto a ayunar, Hechos 13:3 dice: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron”. Estos versículos pueden ser considerados como el crecimiento y el desarrollo de las palabras que dijo el Señor Jesús en Mateo 6.

LA ACTITUD DE LOS HIJOS DEL REINO HACIA LAS RIQUEZAS

  Con respecto a las riquezas, el Señor Jesús nos dijo en Mateo 6 que no debemos acumular para nosotros tesoros en la tierra, sino en los cielos. Además dijo que no podremos servir a dos amos, pues aborreceremos a uno y amaremos al otro, o seremos fieles a uno y menospreciaremos al otro. No podemos servir a Dios y a las riquezas.

  El Señor también dijo que no debemos inquietarnos por nuestra vida, qué comeremos, o qué beberemos, o qué ropa nos hemos de poner. Nuestro Padre celestial sabe que tenemos necesidad de todas estas cosas, y no es necesario que estemos ansiosos por ello. Si buscamos primeramente Su reino y Su justicia, todas estas cosas nos serán añadidas. Podemos ver un desarrollo de esta semilla en Hechos 4:32: “La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. Y continúa en los versículos 34 y 35: “No había entre ellos ningún necesitado; porque cuantos eran dueños de heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”. Por estos versículos queda claro que los creyentes de la iglesia primitiva no estaban ansiosos con respecto a las cosas materiales. Su actitud con respecto a las riquezas era muy liberada, muy libre. Por el contrario, la gente de este mundo ansiosamente se aferra a todas las cosas que poseen. Nosotros los cristianos no debemos ser iguales a ellos. Tenemos que ser liberados de ser poseídos por las cosas materiales.

  Después Pablo citó al Señor Jesús al reiterar: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35). Nuestra actitud debiera ser que nos encanta dar antes que recibir. En 1 Timoteo 6:8-10 se nos dice: “Teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Mas los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y ruina; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual persiguiendo algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. No debemos amar el dinero, sino estar contentos de que tenemos qué comer y con qué vestirnos. Los versículos 17-19 continúan diciendo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios, que nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, que estén prestos a repartir sus bienes, dispuestos a compartir; acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para lo por venir, a fin de que echen mano de la vida que lo es de verdad”. Finalmente, leamos Romanos 12:13a: “Contribuyendo para las necesidades de los santos”. Esto quiere decir que siempre que hay una necesidad entre los santos y estamos en capacidad de dar algo, debemos hacerlo. Todos tenemos que mantener esta actitud apropiada con respecto a las riquezas.

LOS PRINCIPIOS SEGÚN LOS CUALES LOS HIJOS DEL REINO SE RELACIONAN CON LOS DEMÁS

  En Mateo el Señor Jesús nos instó a no juzgar a los demás (7:1-5). Esta semilla es desarrollada en 1 Corintios 4:5a: “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor”. Si juzgamos a los demás, nosotros también seremos juzgados. Ahora leamos Romanos 14:10-13: “Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios. Porque escrito está: ‘Vivo Yo, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará públicamente a Dios’. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien que vuestro juicio sea esto: no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano”. Jacobo 5:9 dice: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis juzgados; he aquí el Juez está a las puertas”. Jacobo 2:13 dice: “Juicio sin misericordia se hará con aquel que no haga misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. Estos versículos muestran que si juzgamos a otros o criticamos a otros, carecemos de misericordia. Debemos tener presente que si no somos misericordiosos con los demás en la actualidad, un día el Señor Jesús tampoco tendrá misericordia de nosotros.

EL TERRENO SOBRE EL CUAL LOS HIJOS DEL REINO ANDAN Y LABORAN

La puerta estrecha y el camino angosto

  Lo primero que el Señor Jesús sembró como semilla con respecto al terreno es la puerta estrecha y el camino angosto. La vida cristiana apropiada es en verdad estrecha. Esta semilla es desarrollada en 1 Corintios 4:9b-13 que dice: “Hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos necios por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros llenos de gloria, mas nosotros deshonrados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y andamos sin dónde morar. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todas las cosas”. Después de leer estos versículos, ¿podríamos considerar que el apóstol Pablo tomó el camino ancho? Ciertamente él tomó la puerta estrecha y el camino angosto.

  En 2 Corintios 11:23b-27 Pablo dice: “En trabajos más abundante; en cárceles más; en azotes sin número; en muerte constantemente. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajos y penas, en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez”. El vivir, el andar y la obra de Pablo podían permanecer firmes debido a que habían sido edificados sobre un fundamento sólido. Él no tomó el camino ancho, sino el camino angosto. En nuestro caso, si tomásemos el camino ancho, nuestro andar, nuestra obra y nuestro vivir no podrán pasar la prueba. Un día la lluvia caerá, las inundaciones vendrán y los vientos soplarán; entonces lo que somos y lo que hayamos hecho sufrirá perjuicio.

El fruto de la vida es producido

  La segunda semilla que el Señor Jesús sembró en cuanto a la base que tienen para andar y obrar los hijos del reino se relaciona con el fruto de la vida que es producido (Mt. 7:15-20). Esta semilla es desarrollada en Gálatas 5:22-23 que dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”. Estas cosas no representan meramente la conducta manifestada por las personas, sino que son el fruto del Espíritu producido por la vida divina. Leamos también Efesios 5:8-9: “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad)”. El fruto de la luz es también el fruto del Espíritu.

La voluntad de Dios

  La tercera base de los hijos del reino es la voluntad de Dios. Esta semilla es sembrada por el Señor Jesús en Mateo 7:21 y es desarrollada en Romanos 12:2, donde se nos dice: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Según el contexto de Romanos 12, es claro que la voluntad de Dios es obtener la vida del Cuerpo, la iglesia, o en otras palabras, el reino. El reino es la voluntad de Dios, y la iglesia es el reino.

La palabra de Cristo

  La palabra de Cristo como base para los hijos del reino es sembrada en Mateo 7:24 y desarrollada en Colosenses 3:16: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Primero tenemos que ser llenos de la palabra de Cristo; después, la palabra de Cristo tiene que ser lo que manifestamos en nuestro vivir. La palabra de Cristo se convertirá en el terreno sobre el cual vivamos, andemos y laboremos.

LA SEMILLA DE LA EDIFICACIÓN ES DESARROLLADA EN LAS EPÍSTOLAS Y EN APOCALIPSIS

  ¿Habían notado que el Señor Jesús terminó Su discurso en el monte hablándonos de la edificación? El sermón del monte termina hablándonos de un edificio. El Señor Jesús dijo que tenemos que edificar nuestra casa sobre tierra firme, la cual puede soportar las pruebas procedentes de tres direcciones. Puede soportar las pruebas que vienen en forma de lluvias procedentes de los cielos, en forma de ríos procedentes de la tierra y en forma de vientos procedentes de los aires. Dijimos anteriormente que éstas representan las pruebas procedentes de Dios, del hombre y del enemigo, Satanás. Estas tres pruebas vienen sobre el edificio. Todo cuanto somos y hacemos así como nuestra obra para el Señor se relacionan con la edificación. Al final, la Biblia entera termina con un edificio: la Nueva Jerusalén. Mateo 5, 6 y 7 contienen esta semilla. Después, las Epístolas y Apocalipsis nos presentan el crecimiento y la cosecha de esta semilla de la edificación.

  En Mateo 7 este edificio es mencionado brevemente, pero en las Epístolas vemos un desarrollo extenso de este asunto. En 1 Corintios 3:12-14 se nos dice: “Si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. Éste es un desarrollo adicional del edificio presentado en Mateo 7.

  Para la cosecha de la semilla en cuanto a la edificación, tenemos que leer Apocalipsis 21:10-11, 18-21: “Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal [...] El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio claro; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio”.

  El discurso del Señor abarcado en Mateo 5—7 comienza con ser pobres en espíritu y termina con el edificio. Yo creo que muchos cristianos jamás vieron que el discurso que el Señor dio en el monte alcanza su consumación con el edificio. En la realidad del reino lo que seamos, hagamos y la obra que realicemos debe ser para el edificio. De otro modo, nuestra obra jamás será firme, pues todo lo que hayamos realizado será destruido o quemado.

  La Nueva Jerusalén será la consumación de la obra de edificación que Dios efectúa en nuestra edificación. Dios edifica por medio de nuestra edificación. Tal vez usted piense que no puede edificar. Pero Pablo dijo: “Puse el fundamento” (1 Co. 3:10). Él dijo que todos nosotros debemos edificar sobre este fundamento y que tenemos que prestar atención a cómo edificamos. Esto quiere decir que podemos edificar algo. La edificación no es simplemente una especie de obra, sino que también tiene que ser nuestro andar diario y nuestro vivir diario. Todas estas cosas estarán en el edificio. En Mateo 7 el edificio era una pequeña semilla. Luego en las Epístolas vemos el desarrollo y crecimiento de esta semilla. Éstas contienen muchos versículos con respecto al desarrollo de este tema del edificio. Al final, el edificio tiene su consumación en la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la cosecha del edificio.

  La vida de la realidad del reino es para el edificio. Sabemos esto debido a que el discurso dado por el Señor en el monte referente a la realidad del reino tiene como conclusión el edificio. Lo que somos, lo que hacemos y toda nuestra obra tiene que servir al propósito de la edificación de este edificio. Tenemos que prestar mucha atención a lo que edificamos y cómo edificamos. Quizás podríamos edificar algo que no soportará la prueba procedente de Dios. Es posible que pasemos las pruebas procedentes de los hombres e incluso las que envíe Satanás, pero jamás pasaremos aquéllas procedentes de Dios. Si vivimos en la realidad del reino, y si andamos y laboramos según la vida interior, tomando a Cristo como nuestra vida, a la postre edificaremos algo que podrá soportar las pruebas procedentes de cualquier dirección. Finalmente, todo el edificio llegará a ser, en su consumación, el edificio eterno de Dios: la Nueva Jerusalén.

CRISTO COMO NUESTRA VIDA

  No debemos pensar que todos estos aspectos de la realidad del reino son algo que nosotros mismos podemos producir. ¡No! Es imposible para nosotros producir incluso la más insignificante de estas características. Tenemos que comprender que todos estos aspectos y características denotan una sola cosa: que Cristo es nuestra vida interna. Todos estos aspectos y características constituyen simplemente una expresión completa de Cristo. ¡Aleluya! ¡Cristo ha entrado a nuestro ser! Ahora Cristo está dentro de nosotros como nuestra vida. Nosotros simplemente tenemos que abrirnos a Él, cooperar con Él, tomarle a Él y disfrutarle a Él, y dejarlo que Él salga de nosotros. Entonces experimentaremos todos estos aspectos y todos los puntos. Ésta es la realidad del reino.

  Ya vimos en Daniel 2 que aquella piedra se hizo un gran monte. Esa piedra representa al Señor Jesús, y el monte representa al reino, el cual llena toda la tierra. Debemos comprender que esta piedra está en nuestro interior. Cristo es la piedra para el edificio de Dios y, como tal, está dentro de nosotros. Es esta piedra en nuestro interior la que se expandirá a medida que le tomemos a Él como nuestro nutrimento y deleite. A Su regreso, cuando Él se manifieste desde nuestro interior, ello será la realidad del reino. El reino simplemente será el agrandamiento del Cristo que mora en nuestro ser. La vida del reino que ha sido sembrada en nuestro ser tendrá como consumación el edificio. Los Evangelios nos muestran que el Señor Jesús se sembró en nuestro ser como la semilla del reino, y las Epístolas nos muestran cómo esta semilla crece y se desarrolla en nuestro ser. Finalmente, Apocalipsis muestra que tal crecimiento llega a su consumación en un edificio: la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto es el reino! Éste es el Señor Jesús como la semilla, el crecimiento y la cosecha de la realidad del reino.

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