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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO CINCO

LA SIEMBRA DE LA SEMILLA DEL REINO

  Lectura bíblica: Mt. 3:1-2, 4, 7-12, 16-17; 4:1-2, 11, 12-22; Mr. 4:26-29

  ¿Qué es el reino? El reino es la totalidad de Cristo como vida que se propaga en nuestro interior con todas Sus actividades. El reino no es la totalidad de doctrinas ni de ninguna otra cosa, sino la totalidad de Cristo como vida que se propaga en nuestro ser con todas Sus actividades. No debemos olvidar la parábola en Marcos 4:26-29. En ella, el Señor Jesús comparó el reino con una semilla que es sembrada en la tierra, la cual después crece, lleva fruto y, finalmente, produce la cosecha. La cosecha representa la plena manifestación del reino. Mucho antes que se produzca la cosecha, el reino vino en forma de semilla. Estrictamente hablando, la venida del reino se inició con la venida de la semilla. La manifestación del reino se producirá mediante un proceso de crecimiento.

  Esto difiere completamente del concepto que han enseñado algunos maestros cristianos quienes afirman que el reino se encuentra suspendido y que algún día, repentinamente, éste vendrá a la tierra. Este concepto es absolutamente erróneo. El reino viene como una semilla que es sembrada en la tierra, la cual crece hasta finalmente producir la cosecha. La cosecha representa la venida completa, la manifestación plena, del reino. El reino comenzó a venir cuando el Señor Jesús vino como la semilla hace unos dos mil años y, desde entonces, ha continuado viniendo gradualmente mediante un proceso de crecimiento. Hoy en día, todavía estamos en el proceso de crecimiento del reino con la expectativa de que un día la cosecha llegue a la madurez. Cuando la cosecha esté madura, ése será el día de la plena manifestación del reino. La cosecha completa la venida del reino.

  Ésta no es una mera interpretación de una profecía. Ésta es la comprensión adecuada de la Palabra pura de Dios. Marcos no es el único libro que presenta tal parábola. Si uno selecciona otros versículos de los diferentes libros del Nuevo Testamento, uno verá que estos versículos encajan entre sí como las piezas de un rompecabezas, presentándonos un cuadro completo de Cristo, aquella persona maravillosa, quien vino como semilla hace unos dos mil años. Mas Él no vino solamente como semilla del reino, sino que además vino como el sembrador del reino, el cual se siembra a Sí mismo en la tierra de la humanidad. Desde entonces, comenzó la venida del reino. Después que esta maravillosa semilla ha sido sembrada en nosotros, comienza a crecer. Ahora sólo necesitamos regarla para que esta semilla crezca y crezca. Hoy en día, la semilla continúa creciendo, y este crecimiento no es otra cosa que el proceso de su venida de manera gradual. Este proceso, que es la venida gradual del reino, continuará hasta que un día este crecimiento produzca la cosecha. Eso será la compleción de la venida del reino. La cosecha será la plena manifestación del reino.

  Estoy muy feliz de que hayamos escuchado las buenas nuevas apropiadas en cuanto al reino. Este tema del reino ha estado escondido, oculto y velado por siglos. Pero, por la misericordia y gracia del Señor, el velo ha sido quitado. Nunca antes el tema del reino había sido tan comprensible y transparentemente claro como lo es para nosotros en la actualidad. El reino es la totalidad del Cristo que, como vida, se propaga dentro de nuestro ser con todas Sus actividades. La venida del reino comenzó cuando Cristo vino a sembrarse en la tierra de la humanidad a fin de crecer, madurar y producir la cosecha, la cual es la plena manifestación del reino. ¡El reino ha venido! Ahora el reino crece continuamente y viene mediante este proceso de crecimiento. Todos tenemos la semilla, y todos nos hallamos en este proceso de crecimiento. Llegará el día en que nos hallaremos en la etapa de la cosecha. Ahora nosotros tenemos al Señor Jesús, la maravillosa semilla. ¿Se habían dado cuenta de todo lo que Él es para nosotros? Él es el fruto de tantas generaciones humanas mezcladas con el Dios Triuno. ¡Él es “Jehová-más” y Él es “Dios-más”! Esta Persona maravillosa es la semilla.

  Mateo 1 nos presenta la semilla; el capítulo 2 nos habla de las personas apropiadas para recibir la semilla. Ahora, comenzando con el capítulo 3, se nos muestra de qué manera esta semilla del reino es sembrada. En primer lugar, Mateo 3 nos dice que la siembra del Señor Jesús como semilla no tiene nada que ver con la cultura o la religión. En nuestro libro Cristo es contrario a la religión, indicamos que el precursor del Señor Jesús, Juan el Bautista, aparece como una persona sin cultura o religión. En aquel entonces, el pueblo judío poseía la cultura más elevada con su religión hebrea, y Juan el Bautista nació en la cultura y la religión más elevadas. Sin embargo, cuando él aparece, él salió de la religión y de la cultura. Durante aquel tiempo, el centro de la religión estaba en Jerusalén, donde estaban el templo y el altar, pero Juan no fue allí. Aun cuando él había nacido en un hogar sacerdotal, él se alejó del templo y de la santa ciudad. Él simplemente se fue al desierto, lejos de toda cultura y religión humanas, vistiéndose con pieles de camello, algo salvaje e inmundo. Según Levítico 11:4, el camello era un animal inmundo. Juan no solamente se vestía con pieles de camello, sino que también se alimentaba de langostas y miel silvestre (Mt. 3:4). Todo lo relacionado con Juan estaba completamente exento de toda religión y de toda cultura.

  Juan el Bautista predicaba de manera peculiar diciendo: “Arrepentíos, porque el reino...” (v. 2). Además, Él desarrollaba una práctica inusual. Si uno aceptaba su predicación, él no procedía a enseñarle, sino que simplemente lo sumergía en el agua, lo cual significaba que él sepultaba a la persona y le daba fin. En efecto, lo que Juan les estaba diciendo era: “¡Es necesario que ustedes sean aniquilados y sepultados! ¿Se arrepienten por causa del reino? Entonces he de ponerles fin y hacerlos morir. Deben comprender que no sirven para nada, para lo único que sirven es para ser sepultados”. Por el lado negativo, Juan sepultaba a las personas en las aguas del bautismo (vs. 5-6).

  Por el lado positivo, él dijo que Aquel que venía habría de bautizarles en el Espíritu Santo. Juan ponía fin a las personas, pero Aquel que vendría les daría un nuevo comienzo. ¿En qué consiste este nuevo comienzo? Cuando los fariseos y saduceos venían a Juan, ellos probablemente tenían el concepto de que debían ser mejores personas y que tal vez esta persona extraña podría hacer algo que les ayudase a ser mejores. Pero escuchen lo que Juan les decía. Él no les decía: “Ustedes, fariseos y saduceos, son unos caballeros, pero no son lo suficientemente gentiles; así que yo he venido para que sean más buenos”. No; él más bien les decía: “¡Cría de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” (v. 7). En otras palabras: “No piensen en términos de ser buenos o malos. Ustedes son víboras, serpientes venenosas, una generación de víboras. El cambiar su conducta no tiene ningún valor. Aun si se vuelven más refinados, siguen siendo víboras. Si se mejoran a ustedes mismos, simplemente serán serpientes mejoradas. Ustedes no necesitan cambiar su conducta, sino que necesitan un cambio de nacimiento. ¡Necesitan experimentar un cambio en vuestra vida y naturaleza!”.

  Juan le dijo a los fariseos y saduceos que no hicieran vanas suposiciones (v. 9). Él les dijo: “No penséis decir dentro de vosotros mismos: Tenemos por padre a Abraham”, pues ellos pensaban: “Somos hijos de Abraham. Nuestro gran antepasado fue Abraham”. Esto simplemente significa que su forma de pensar era acorde con su antigua tradición. Para los judíos, Abraham se había convertido en parte de su antigua tradición. A ellos se les hacía muy difícil no pensar en Abraham. Juan sabía que los fariseos y saduceos actuaban según su forma de pensar y que estaban pensando en Abraham; por tanto, Juan les dijo: “No penséis decir dentro de vosotros mismos...”, o sea, “¡Dejen de pensar tanto en ello y arrepiéntanse! Arrepiéntanse de sus pensamientos. No presuman de tener por padre a Abraham, pues Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Dios puede infundir Su vida a estas piedras y hacerlas hijos de Abraham”. ¿Cómo podría Dios hacer de las piedras hijos aptos para heredar la promesa que le fue hecha a Abraham? Hay un solo camino, el camino de la vida.

  Después, Juan parece decir: “Ustedes víboras, vienen a mí con pretensiones; pero aun cuando podáis engañarme, no le podréis engañar a Él. Yo los sumerjo en el agua. Si ustedes son sinceros y toman las cosas con seriedad al momento de arrepentirse por causa del reino, entonces Aquel que viene después de mí os introducirá en el Espíritu Santo, de tal modo que tengan una vida nueva. Pero si no son sinceros, Él lidiará con ustedes de otra manera. ¡Él los introducirá en el fuego y serán incinerados!” (vs. 10-11).

  Muchos cristianos citan Mateo 3:11, donde se habla de ser bautizados en el Espíritu Santo y fuego, pensando que el fuego allí representa algo positivo. Pero si uno lee detenidamente los versículos 10, 11 y 12, verá que todos ellos terminan con la palabra fuego. El versículo 10 dice que el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. El fuego en este versículo, ¿es acaso algo positivo? ¡Por supuesto que no! En el versículo 11 Juan dice: “Yo os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí [...] es más fuerte que yo; Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego”. Que sea en el Espíritu Santo o en el fuego dependerá de ustedes. En el siguiente versículo, Juan dijo que Aquel que viene tiene Su aventador en Su mano y limpiará completamente Su era. Si ustedes son granos de trigo, ciertamente serán llevados al granero; o sea, éstos serán aquellos que son puestos en el Espíritu Santo. Pero si usted es paja, Él le pondrá en el fuego inextinguible. Éste es el significado correcto que tiene el fuego en estos versículos. En estos tres versículos podemos ver que el fuego tiene un sentido negativo. El Señor Jesús es el único que tiene el poder o la facultad para ponernos en el Espíritu Santo o en el fuego.

EL BAUTISMO DEL SEÑOR JESÚS

  Cuando el Señor Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma. Él había sido concebido del Espíritu Santo (Lc. 1:31, 35; Mt. 1:20), y este Espíritu se había mezclado con Su naturaleza humana internamente. Así que, cuando el Señor Jesús vino para ser bautizado, Él ya era una persona cuyo elemento humano estaba mezclado con la divinidad. Puesto que Él ya estaba mezclado con el Espíritu, ¿cómo podría el Espíritu, como una entidad completa, descender sobre Él? ¿Hay acaso dos Espíritus Santos? ¿No poseía ya el Señor Jesús el Espíritu Santo? Aunque Él había sido concebido del Espíritu Santo, sin embargo, el Espíritu Santo descendió de los cielos sobre el Señor Jesús como una entidad completa. ¡El Señor Jesús es maravilloso! Él ya estaba mezclado con el Espíritu Santo, no obstante, el Espíritu Santo descendió sobre Él.

  Juan dijo: “Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mt. 3:11). El problema es: ¿Cómo nos bautiza? Y ¿cuándo nos bautiza? Si pudiéramos reunir a todos los maestros cristianos desde el primer siglo hasta ahora, ellos discutirían sobre este tema hasta la eternidad. Nadie puede sistematizar esto ni esclarecerlo completamente. No obstante, sé que el Señor Jesús bautizó a Pedro, sé que Él me bautizó a mí y sé que lo bautizó a usted en el Espíritu Santo. ¿Cómo lo hizo? Nadie puede explicarlo adecuadamente. Salmos 139 nos da a entender que ni siquiera sabemos cómo fuimos formados y creados por Dios. Ciertamente sabemos que Dios nos creó. A usted le sería muy difícil explicarme cómo fue que Dios le creó; pero aun cuando usted no sepa cómo fue creado, ciertamente sabe que fue creado porque está aquí. Asimismo, no sé exactamente cómo el Señor Jesús me bautizó, pero sí sé que he sido bautizado por Él, pues siento una alegría y un entusiasmo extraordinario por Él. Si jamás hubiera sido bautizado por Cristo, no podría sentirme tan entusiasmado. Así pues, hemos sido bautizados; ¿cómo?, no lo sabemos, pero Él nos ha bautizado en el Espíritu Santo. No intente analizar esto, pues sólo le perjudicará. En la Biblia no hay nada que se parezca a la teología sistemática. Sólo sabemos que hemos sido bautizados en el Espíritu y que ahora estamos aquí con la semilla dentro de nosotros. El Señor Jesús ha sido sembrado en nuestro interior de una manera totalmente ajena a toda cultura y religión.

LA SEMILLA VICTORIOSA

  Ahora abordaremos el capítulo 4. El Señor Jesús es la semilla del reino a fin de ser sembrada en nuestro ser, pero antes de poder sembrarse en nuestro ser, Él debía pasar la prueba: Él tenía que derrotar al enemigo. Así que, Él se fue al desierto para encontrarse con Su enemigo y fue victorioso. El líder de los demonios fue derrotado. El diablo fue vencido, no directamente por Dios, sino por un hombre, por Jesús el nazareno. El enemigo tentó al Señor Jesús para que no se mantuviese en Su posición de ser humano diciéndole: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (Mt. 4:3). El Señor le respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre” (v. 4). Él se mantuvo en Su posición de hombre, con lo cual consiguió derrotar al enemigo.

UNA GRAN LUZ

  Después de derrotar al enemigo, el Señor Jesús fue a Galilea de los gentiles (vs. 12-17). Si no fuera por el relato bíblico, jamás nos percataríamos que Su visita a Galilea representaba el resplandor de una gran luz. Él fue allí para resplandecer sobre el pueblo asentado en tinieblas. No se trataba simplemente de una predicación externa, sino de un resplandor. ¿Por qué aquellos jóvenes pescadores siguieron al Señor Jesús cuando todo lo que les dijo fue: “Venid en pos de Mí” (vs. 18-22)? Él no predicó mucho. A Pedro y Andrés simplemente les dijo: “Venid en pos de Mí” y ellos le siguieron. El Señor Jesús, el nazareno, les decía a las personas que le siguieran, y éstas así lo hacían. Pedro y Andrés dejaron sus barcas y el mar; Jacobo y Juan dejaron sus redes e incluso a su padre. ¿Por qué la gente lo abandonaba todo para seguirle? Debido a que el Señor Jesús era una gran luz que resplandecía sobre ellos. Cuando el Señor Jesús visitó ese puerto de pescadores, Él resplandeció sobre aquellos jóvenes pescadores, y éstos le siguieron. Muchos de nosotros hemos experimentado lo mismo. Puedo testificar que he experimentado el resplandor del Señor Jesús como la gran luz. En cierto sentido, Él ha resplandecido sobre todos nosotros. Incluso hoy todavía estamos bajo Su resplandor. Ya jamás podremos apartarnos de Él, puesto que Su resplandor nos enlaza a Él.

  El apóstol Pablo, cuando era Saulo de Tarso, perseguía la iglesia. Cuando estaba camino a Damasco, el Señor Jesús, desde los cielos, resplandeció sobre él (Hch. 9:3-5). Saulo dijo: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor Jesús le respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Pablo experimentó el resplandor del Señor Jesús y quedó cegado por ello. Todos hemos sido cegados y atraídos por el resplandor del Señor Jesús.

  Cuando el Señor Jesús vino a resplandecer sobre el pueblo asentado en tinieblas, únicamente los jóvenes fueron cautivados. Jacobo y Juan estaban remendando sus redes junto a su padre, Zebedeo. Solamente estos dos lo siguieron, pero el padre no. Todos los que Jesús llamó eran jóvenes. Si usted no está lleno de preocupaciones, probablemente sea joven. Cuando el Señor nació, dos viejos buscadores de Dios, Simeón y Ana, estaban en el templo. Ellos amaban al Señor. Sin embargo, el Señor Jesús no fue al templo a llamarlos. Él fue a la orilla del mar y llamó a jóvenes. En todo país, un puerto de pescadores es un lugar muy sucio donde se hallan personas de la clase más baja. No obstante, es allí donde el Señor Jesús fue para encontrarse con los jóvenes pescadores. El Señor Jesús resplandeció sobre estos pescadores jóvenes, quienes no tenían educación y les dijo: “Venid en pos de Mí”. Ellos lo dejaron todo y le siguieron. Fueron estos jóvenes descontrolados, atrasados, incultos, los sucios quienes siguieron al Señor Jesús.

  Los jóvenes son las personas apropiadas para el mover del Señor actual, no solamente en los Estados Unidos, sino también en Europa, África y en el mundo entero. Es probable que Simeón y Ana ya hubieran fallecido cuando el Señor Jesús inició Su ministerio. El Señor Jesús no fue al templo a llamar a los viejos para que le siguieran. Más bien, Él fue a un puerto de pescadores para hallar a algunos jóvenes pescadores que no tuviesen preocupaciones. Puede que ellos estuvieran sucios y vacíos, mas no estaban llenos de preocupaciones. Somos viejos cuando estamos llenos de preocupaciones. Pero estos jóvenes no profesaban religión alguna, ni tenían conocimiento de las Escrituras. Lo único que tenían era su pasado como pescadores pobres; aun así el Señor Jesús les llamó a seguirlo. Este mismo principio se cumple en la actualidad. Todos tenemos que ser jóvenes y libres de todo lo que podría ocupar nuestro ser. Para llevar adelante Su mover en la tierra, el Señor jamás usará a alguien que sea viejo y esté lleno de preocupaciones. Todos debemos ser tales pescadores jóvenes, y no predicadores, sacerdotes o fariseos jóvenes, sino jóvenes pescadores, muy sencillos, tan vacíos y libres de ocupación. Éstas son las personas apropiadas para el reino del Señor.

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