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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO SIETE

IMAGEN Y DOMINIO

  Lectura bíblica: Gn. 1:26; 2:9; 3:1, 18a; 1 Jn. 3:9, 10a; Jn. 8:44; Mt. 23:33; 12:34; 3:7, 9; 7:16; 5:9, 45a, 48, 13a, 14a, 16; Ap. 22:1-2

  Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre con dos características principales. En primer lugar, el hombre fue creado a la imagen de Dios. En la Biblia la palabra imagen es de gran trascendencia. Decir que el hombre fue creado a la imagen de Dios implica afirmar que fue creado conforme a Dios. Puesto que Cristo es la imagen de Dios (2 Co. 4:4), el hombre fue creado conforme a Cristo. En segundo lugar, Dios le confió Su dominio al hombre. Le dio dominio sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y sobre toda la tierra. El dominio se refiere al reino; por que es el reino divino. Así pues, los dos aspectos principales de la creación del hombre son la imagen y el dominio. La imagen es para la expresión de Dios, y el dominio es para la autoridad de Dios. El hombre fue creado para expresar y representar a Dios; para expresar a Dios se requiere tener la imagen de Dios y para representar a Dios se requiere tener la autoridad de Dios.

ÚNICAMENTE POR LA VIDA DE DIOS

  Tenemos que comprender que la imagen y el dominio de Dios jamás podrán ser logrados (por nosotros) sin la vida de Dios. Simplemente poseer cierta apariencia externa que corresponda a la imagen de Dios y a la autoridad divina no es suficiente. Para expresar a Dios y representarlo, el hombre necesita tener la vida de Dios. Si no tenemos la vida de Dios, carecemos por completo de la capacidad y aptitud requeridas para expresarlo y representarlo; así que, necesitamos la vida de Dios. Es por eso que inmediatamente, Génesis 2:9 menciona la vida. Después que Dios creó al hombre a Su imagen y le delegó Su autoridad, lo puso frente al árbol de la vida. Con esto dio a entender que es necesario que el hombre reciba a Dios como vida en forma de alimento. Dios mismo se puso a disposición del hombre en forma de alimento. Después de crear al hombre, Dios se presentó al hombre en forma de comida a fin de que el hombre pudiera ingerirlo. Comer es la mejor manera, incluso la única manera, de hacer que algo entre a nuestro ser. En el principio, Dios quiso que el hombre le ingiriese. Si Dios pudiese entrar en el hombre y convertirse en la vida del hombre, el hombre podría expresar a Dios espontáneamente. Como resultado de esta expresión, el hombre también sería apto para representar a Dios. Si somos capaces de expresar a alguien, también somos capaces de representarlo. Esto nos indica que la representación proviene de la expresión. El hombre que expresa a Dios es apto para representarlo. Desde el principio, ésta fue la intención que tenía Dios con respecto al hombre.

OTRA FUENTE: LA SERPIENTE

  Sin embargo, Génesis 2:9 también nos revela otra fuente distinta a Dios, a saber: Satanás, el adversario de Dios. El árbol del conocimiento del bien y del mal tiene su fuente en Satanás. En Génesis 1 las palabras de mayor significado son imagen y dominio. En Génesis 2 la palabra más significativa es vida, el árbol de la vida. Tanto la imagen como el dominio de Dios requieren de Su vida. Estos tres: la imagen, el dominio y la vida, son muy positivos. En Génesis 3 encontramos otra palabra importante, pero muy negativa: la serpiente. Después de dos capítulos muy positivos, de repente se introduce la serpiente.

  Cuando el Señor Jesús reprendió a los fariseos y escribas, los llamó serpientes y cría de víboras (Mt. 23:33; 12:34). Al decir esto, Él no hablaba de forma liviana; sino que Él estaba afirmando que Satanás era una serpiente y que todos ellos eran sus crías, su descendencia. Satanás era el padre y todos ellos eran sus hijos. Puesto que su padre era una serpiente, ellos pertenecían a la familia serpentina. En Juan 8:44 el Señor Jesús también les dijo a los fariseos que su padre era el diablo. Los fariseos alegaron que Abraham era su padre; pero el Señor Jesús les dijo que si Abraham fuera su padre, ellos habrían hecho las obras de Abraham. Él les afirmó que no era Abraham el padre de ellos, sino que su padre era la serpiente, el diablo, el padre de mentira.

  La serpiente entró primero en el hombre al tentarlo para que recibiese sus pensamientos. Dios les había dicho a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal, pues de hacerlo, morirían (Gn. 2:17). Pero la serpiente intervino formulando la siguiente pregunta: “¿Es cierto que Dios ha dicho?”. Si usted se fija en el signo de interrogación, verá que tiene forma similar a la de una serpiente. Cuando esa pequeña serpiente levanta su cabeza y le interroga, tiene la apariencia de un signo de interrogación. En primer lugar, el pensamiento satánico y serpentino entró en la mente humana; luego, el hombre extendió su mano para comer del árbol del conocimiento. De este modo, la serpiente, el maligno, entró en el linaje humano. Satanás primero entró en la mente del hombre y después entró en el cuerpo del hombre. Debido a esto, la mentalidad humana es algo terrible. La mente humana es malvada y terrible debido a que ha sido completamente ocupada por la serpiente maligna. Además, el cuerpo humano se ha corrompido con toda clase de concupiscencia. La Biblia nos dice que nuestras pasiones y concupiscencias residen en nuestro cuerpo (Gá. 5:24; Jac. 4:1). El cuerpo del hombre se ha convertido en la carne. Éste fue creado por Dios como un cuerpo, pero después que fue envenenado y corrompido por Satanás, se convirtió en la carne. El cuerpo creado por Dios era bueno, limpio y puro; pero la carne es maligna, inmunda, corrupta y está llena de concupiscencias. Satanás entró en el hombre; por tanto, el hombre ahora posee un cuerpo contaminado y una mente corrupta.

  Cuando Satanás entró en el hombre, no solamente el hombre se hizo pecaminoso, sino que además su constitución intrínseca fue corrompida con el elemento satánico. Tanto su conducta exterior como su naturaleza interior fueron contaminadas. Se requieren muchas palabras negativas para describir a este hombre que se corrompió. Todo cuanto el hombre es y hace, es corrupto. Ya sea que ame o que odie, el hombre está lleno de este venenoso elemento satánico. El hombre tiene internamente a Satanás como su elemento constitutivo, llevándolo a convertirse en algo satánico. El hombre se ha mezclado con Satanás. Aunque todavía es un ser humano, es un ser humano mezclado con Satanás. El hombre se ha mezclado con Satanás al extremo que Jesús llamó a los fariseos serpientes (Mt. 23:33). En apariencia, los seres humanos siguen siendo hombres, aparentando ser damas y caballeros que caminan por la calle; pero en realidad, a los ojos de Dios, son serpientes. Esto no es meramente una conducta externa, sino que es íntegramente un elemento interno, la naturaleza interna.

  Juan 3:14 nos muestra que la serpiente de bronce que fue levantada en el desierto tipificaba a Cristo. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre una asta de tal modo que aquellos que habían sido envenenados por las serpientes venenosas pudieran ser salvos (Nm. 21:9). Aquella serpiente de bronce sobre el asta tipificaba al Señor Jesús en la cruz. Cuando Él estaba en la cruz, Su forma se asemejaba a la de una serpiente; asimismo, la serpiente de bronce solamente tenía la forma de una serpiente, mas no poseía ni la naturaleza ni el veneno de una serpiente. En la cruz, el Señor Jesús tomó la forma de la serpiente porque Él murió en lugar del hombre, el cual se había convertido en una serpiente en su naturaleza interna. A los ojos de Dios, todos los seres humanos se habían convertido en serpientes. Aparentemente el hombre continuaba siendo hombre, pero en realidad era una serpiente. Por lo tanto, cuando el Señor Jesús murió como sustituto de todas las personas serpentinas, Él adoptó la forma de una serpiente.

ESPINOS Y CARDOS

  Génesis 3:18 menciona otras dos palabras de connotación negativa: espinos y cardos o abrojos. El Señor Jesús preguntó: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mt. 7:16). Los espinos y los cardos vinieron a causa de la caída. No existían antes de la caída. En la creación de Dios no había espinos ni abrojos. Que la tierra produjera espinos y abrojos después de la caída significa que, a los ojos de Dios, todos los hijos de Adán se habían convertido en espinos y abrojos. Independientemente de que usted sea el gerente de un banco o un asaltante de banco, un jugador en los casinos o el predicador de una catedral, a los ojos de Dios su naturaleza está constituida de espinos y abrojos. Así, al llamar a los fariseos serpientes el Señor Jesús no hablaba con ligereza, Él tampoco se refirió a los espinos y abrojos sin que ello encerrase un significado profundo. Cuando Jesús usó el término serpiente, ciertamente tenía en mente a la serpiente de Génesis 3; del mismo modo, cuando se refirió específicamente a los espinos y los abrojos, también hacía referencia a Génesis 3.

  La Biblia nos dice que el Señor Jesús es la vid (Jn. 15). Cuando fuimos regenerados, nos convertimos en pámpanos de esta vid. En Adán éramos espinos y abrojos; pero en Cristo somos pámpanos de la vid verdadera.

  Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para que éste pudiera expresarlo y representarlo. Pero en lugar de ello, Satanás entró en el hombre, lo usurpó y se apropió de la vida del hombre. Satanás incluso saturó el cuerpo del hombre con su propio elemento venenoso, convirtiéndolo en la carne. Aunque el Señor le puso límites a fin de resguardar el espíritu del hombre, Satanás corrompió su mente y se apropió de su cuerpo. Como resultado vemos que el hombre se ha convertido en un ser serpentino, y también en espinos y cardos.

EL REINO DE SATANÁS

  Un reino es la totalidad de una determinada vida. Si no hay vida, no hay reino. Por ejemplo, sin la vida vegetal, sería imposible tener el reino vegetal. No hablamos del reino de las sillas, de las piedras o de los ladrillos porque estas cosas carecen de vida. Si una determinada vida existe, entonces esa vida junto con todas sus actividades constituirá un reino. Así pues, la vida humana constituye el reino humano, la vida vegetal constituye el reino vegetal y la vida animal constituye el reino animal. Si hay vida, hay un reino. Satanás posee la vida satánica, y cuando esta vida es introducida en el hombre, ésta se convierte en el reino satánico.

  El reino es lo que brota de una familia. Es imprescindible que primero haya familias de plantas o familias de animales antes de que exista el reino vegetal o el reino animal respectivamente. No puede haber un reino sin familias. En primer lugar, existen los individuos; después, estos individuos son formados en familias; y finalmente, cuando las familias se juntan colectivamente, se convierten en un reino.

  Después que Satanás entró en el hombre, el hombre se convirtió en parte de la familia satánica en la que Satanás es el padre. En Juan 8:44 el Señor Jesús les dijo a los líderes religiosos que Satanás era su padre. En 1 Juan 3:10 se nos dice que ciertas personas son hijos del diablo. Así pues, Satanás es el padre y estas personas son sus hijos. Toda familia se inicia con un padre; una vez que la familia ha crecido, llega a ser un reino. El reino satánico procede de la familia satánica, y la familia satánica procede de la vida satánica. ¿Había usted considerado alguna vez que el linaje de la humanidad caída se ha convertido en la familia de Satanás? Satanás es el padre, y todos los seres humanos son sus hijos. Satanás generó una familia, y esta familia se convirtió en un reino.

  Esto es un asunto de vida. Para formar parte del reino de Satanás se requiere poseer la vida de Satanás. Si usted no poseyera la vida del diablo, jamás podría ser un hijo del diablo. No piensen que es fácil ser un hijo del diablo. En la actualidad, la mayoría de los cristianos simplemente descuida o ignora este asunto de la vida. Para asaltar un banco, uno necesita poseer la vida propia de un ladrón; de otro modo, jamás podría asaltar un banco. ¿Se puede acaso enseñar u obligar a un pájaro a ladrar? No importa cuánto se esfuerce un pájaro por ladrar, no podrá hacerlo porque no posee la vida que ladra. Lo mismo sucede con respecto a mentir. Para mentir uno necesita estar constituido de la vida cuya característica inherente es mentir; de otro modo, nos sería imposible mentir. Una silla no podría mentir porque carece de vida; sin embargo, los seres humanos mienten con facilidad debido a que están constituidos de la vida que miente. Ningún padre enseñaría a sus hijos a mentir; por el contrario, ellos les instan a que no digan mentiras. No obstante, sus hijos mienten. No tiene que enseñarles a mentir debido a que ellos tienen la vida que miente. ¿De dónde procede esta vida que miente? Vino de Satanás, el padre de mentira. Todos los hombres dicen mentiras porque tienen la vida de Satanás.

  Nosotros inicialmente pertenecíamos a la familia de Satanás y llegamos a constituir su reino. Les he puesto estos ejemplos para convencerlos de que el reino no es solamente una dispensación ni una esfera, sino que es la totalidad de una determinada vida. El reino de Dios es simplemente la totalidad de la vida de Dios.

DOS CLASES DE HIJOS

  En este universo hay, en realidad, dos padres: Dios, el Padre santo, y Satanás, el padre maligno. Por tanto, en el linaje humano hay únicamente dos clases de hijos: los hijos de Dios el Padre y los hijos de Satanás. En 1 Juan 3:10 se declara que somos hijos de Dios o hijos del diablo. En el pasado, cuando afirmé que los seres humanos caídos poseen la vida de Satanás, algunos me dijeron que no debiera expresarme de esa manera. Entonces les mostré 1 Juan 3:10 donde tenemos la frase hijos del diablo. ¿No creen que estos hijos del diablo poseen la vida del diablo? ¿Cómo podrían afirmar que son hijos de su padre, pero que no poseen la vida de su padre? Si ése fuera el caso, serían hijos adoptivos. Pero Satanás jamás adoptó a nadie; todos sus hijos nacieron de él.

  ¿Qué clase de vida tiene usted ahora? En la actualidad tenemos tres vidas: la vida natural o la creada, la vida satánica y la vida divina. No podemos negar que tenemos la vida de Satanás. ¿Acaso no perdió la paciencia recientemente? Pues bien, ello no fue una expresión de la vida creada por Dios, sino de la vida satánica. Estoy seguro de que la vida natural, aquella que fue creada por Dios, jamás pierde la paciencia. Por que aunque fue creada, la vida humana no se enoja. Sin embargo, nosotros muy fácilmente nos ponemos de mal genio. Esto procede de la vida de Satanás que está en nuestro interior. Para nosotros es muy difícil ser pacientes y, aún más, tenemos que esforzarnos para serlo. Pero, por el contrario, nos enojamos con facilidad, es algo espontáneo que no requiere de ningún esfuerzo de nuestra parte. Nosotros fácilmente nos enojamos debido a que poseemos la vida satánica.

  Debido a que tenemos estas tres vidas, somos personas bastante complicadas. Cuando fuimos creados en Adán, teníamos una sola vida, la vida humana. Todos nosotros estábamos en el huerto del Edén, pues estábamos en Adán. En aquel entonces teníamos únicamente la vida humana, una vida que era inocente, pura y sencilla. Esta vida no tenía ni enojo ni odio. Era simplemente la vida humana, y Dios dijo que era muy buena (Gn. 1:31). Cuando ocurrió la caída, en Génesis 3, nos fue inyectada otra vida, la vida de Satanás, la cual produjo los espinos y cardos. Por tanto, a partir de la caída poseemos tanto la vida humana como la vida satánica. Todo ser humano posee estas dos vidas. Todos los incrédulos poseen tanto la vida humana como la vida satánica. A veces uno puede ver que la vida humana en una persona, y otras veces vemos la vida satánica en esa misma persona. Tal vez por la mañana un esposo se comporte como un caballero; sin embargo, esta misma persona, al retornar del trabajo al anochecer, tal vez tenga el rostro de un “diablo-hombre”.

  Nosotros los cristianos, somos aún más complicados, pues cuando recibimos al Señor Jesús recibimos una tercera vida, la vida divina. Entonces tenemos la vida humana, la vida satánica y la vida divina. Debido a que poseemos la vida humana, podemos ser seres humanos; debido a que poseemos la vida satánica, podemos ser diablos-hombres; y debido a que poseemos la vida divina, podemos ser Dios-hombres. La misma persona puede ser un caballero en la mañana, un diablo-hombre al anochecer y un Dios-hombre en la reunión de la iglesia.

  Debido a que poseemos la vida humana, estamos en el reino humano; debido a que poseemos la vida satánica, también estamos en el reino satánico; y debido a que poseemos la vida de Dios, estamos en el reino de Dios. Siempre que vengo a las reuniones de la iglesia puedo ver el reino de Dios. Estamos en el reino de Dios debido a que tenemos la vida de Dios. Un reino es la totalidad de cierta vida.

UN ASUNTO DE VIDA

  El último capítulo de la Biblia nos muestra un trono (Ap. 22:1). Este trono tiene como finalidad el reino. Del trono brota el agua de la vida, y en el agua de la vida crece el árbol de la vida que produce frutos que alimentan y hojas que sanan. Esto guarda directa relación con el reino. El reino es por completo un asunto de vida. En Génesis 1 y 2 tanto la imagen de Dios como el dominio de Dios tienen como requisito la vida de Dios. En Apocalipsis 22 la vida procedente del trono de Dios produce el reino, el cual expresa a Dios y lo representa. Fíjense en la Nueva Jerusalén. Tanto la imagen como el dominio de Dios pueden ser vistas allí. Apocalipsis 21 y 22 constituyen el cumplimiento del propósito de Dios mostrado en Génesis 1 y 2. El reino es la totalidad de la vida, y esta vida procede del trono a fin de producir el reino. Lo esencial es esto: el reino es totalmente un asunto de vida. Si no hay vida, no hay reino. Si hay vida, ciertamente habrá un reino.

HIJOS, LUZ Y SAL

  Somos hijos de Dios porque tenemos la vida de Dios. Para Dios, somos Sus hijos. Ahora bien, para la tierra, somos la sal (Mt. 5:13) y para el mundo, somos la luz (v. 14). La sal mata los gérmenes y elimina la corrupción. La luz prevalece sobre las tinieblas. Por ser constituyentes del reino de Dios e hijos de Dios, somos la sal que aniquila la corrupción de esta tierra y somos la luz que prevalece sobre las tinieblas de este mundo. Ésta es la función que cumple el reino de Dios. Como la sal, llegaremos finalmente a sanar la tierra. El árbol de la vida produce hojas que sanan a las naciones (Ap. 22:2). En esto consiste salar. Somos la sal para la tierra y somos la luz que prevalece sobre las tinieblas. En todo lugar al que vaya el reino de Dios hoy, la corrupción será aniquilada y las tinieblas disipadas. Sin embargo, éste es un asunto corporativo, no de individuos. Juntos somos la sal y somos la luz.

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