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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO OCHO

DOS REINOS

  Lectura bíblica: Mt. 12:22-28; Lc. 22:3a; Hch. 5:3; Jn. 12:31; 1 Jn. 5:19; Ef. 2:2, 3, 5; Fil. 2:13; Ef. 6:11-12; Hch. 26:18a; Col. 1:13

  En el capítulo anterior vimos claramente que existen dos fuentes en el universo, y que en estas dos fuentes hay dos vidas de las cuales proceden dos reinos. Dios tiene Su vida, y a partir de Su vida el reino de Dios llega a existir. Satanás tiene su propia vida maligna, de la cual su reino llega a existir. Por tanto, en el universo existen dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás.

EL REINO DE SATANÁS

  Tenemos que ver que tanto el reino de Dios como el reino de Satanás son algo de vida. El reino de Dios es un asunto de la vida divina, mientras que el reino de Satanás es un asunto de la vida satánica. Si uno considera la situación mundial, podrá percatarse que el linaje humano en su totalidad es un reino, pero no solamente un reino de la vida humana, sino aún más, de la vida satánica. Hoy en día, la sociedad humana es el reino de la vida satánica. La humanidad entera ha llegado a ser la totalidad de la vida satánica con todas sus actividades. Por tanto, el reino humano se ha convertido en el reino satánico, el reino de Satanás.

  Mateo 12:22-28 menciona el reino de Satanás. Una persona ciega y muda que estaba poseída por los demonios fue traída al Señor Jesús. Como dijimos en el capítulo 2, en la Biblia un demonio representa estar en rebelión contra Dios. El Señor Jesús echó fuera demonios. Podría parecernos que aquí simplemente se echó fuera un demonio y se recobró a un ser humano, pero según la interpretación del Señor, algo de mucha mayor trascendencia estaba implícito en este evento. Esto no fue simplemente echar fuera un demonio y sanar a alguien que estaba enfermo, sino que esto constituyó la venida del reino de Dios. Siempre que el demonio es echado fuera, entonces allí ha llegado el reino de Dios. Los fariseos odiaban al Señor Jesús y criticaban Sus acciones, al punto de decir que Jesús podía echar fuera demonios por Beelzebú, el príncipe de los demonios. El nombre Beelzebú se refiere al líder de los demonios. Los fariseos sabían que Satanás era quien gobernaba a los demonios y quisieron ridiculizar al Señor Jesús acusándolo de echar fuera demonios por Satanás. Pero Él les reprendió diciendo: “Si Yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos?” (12:27). Lo que los fariseos le dijeron al Señor Jesús era falso, pero Él les respondió con la verdad. Recuerden que los fariseos eran extremadamente religiosos. A sus propios ojos y según su propio entendimiento, ellos adoraban a Dios; sin embargo, el Señor Jesús les dijo que sus hijos echaban fuera demonios por Satanás. Según su propio concepto, ellos adoraban a Dios; pero en realidad, ellos estaban unidos a Satanás. Ciertamente los fariseos pensaban que servían a Dios, lo adoraban y hacían todo lo necesario para complacerle. No eran personas paganas, ni adoraban ídolos ni practicaban brujería. Sólo se esforzaban por adorar a Dios y servirle. Pero el Señor Jesús los puso al descubierto al afirmar que sus hijos echaban fuera demonios por el poder de Satanás. Esto significaba que ellos eran uno con Satanás.

  Al hablarles así a los fariseos, el Señor reveló que Satanás tiene su propio reino (v. 26). Hay otro reino además del reino de Dios. Hoy en día la situación es, en principio, exactamente la misma. Aun cuando hay quienes adoran a Dios en nombre y forma, en realidad están unidos a Satanás y le sirven a él. Ellos piensan que están en el reino de Dios, pero en realidad se hallan en el reino de Satanás. Incluso mientras adoran a Dios, es posible que se encuentren en el reino de Satanás. Quizás piensen laborar para el reino de Dios, pero sin saberlo laboran para el reino de Satanás.

  Tenemos que ver estos dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás. A la postre, el reino de Dios absorberá al reino de Satanás. Adán cuando fue creado por Dios era inocente. Dios lo puso frente a dos árboles que denotaban dos fuentes: Dios y Satanás. El propósito de Dios al crear al hombre era establecer el reino. Según la Biblia, la suprema consumación de la obra de Dios es el reino. En ella una casa representa una familia, y una ciudad representa un reino. En la eternidad no habrá una casa, sino una ciudad: la Nueva Jerusalén. El apóstol Juan dijo que él no vio templo alguno en aquella ciudad (Ap. 21:22). Esto quiere decir que el templo será ensanchado hasta convertirse en la ciudad, y la ciudad representa el reino. Finalmente, Dios establecerá Su reino.

  Pero ¿cómo es que Dios establecerá Su reino? Cuando oímos la palabra “establecerá” podríamos pensar que significa armar o ensamblar varias piezas o elementos, colocándolos uno al lado del otro. Sin embargo, ésta no es la manera de proceder de Dios. La manera de proceder de Dios es introducirse en el hombre como vida. Esta vida crecerá en nosotros hasta producir el reino.

  Antes que Dios pudiera entrar en el hombre, Satanás se introdujo primero de una manera muy astuta. Como todos los engañadores, Satanás fue muy elocuente. Mediante su hablar insidioso, Satanás adoctrinó al hombre con sus propios pensamientos. Él inyectó en la mente humana sus propios pensamientos malignos. En principio, hoy sucede lo mismo. Siempre que uno acepta ciertos pensamientos, enseguida actuará conforme a ellos. Los pensamientos vienen primero, y después las acciones. Los pensamientos que la gente acepta a la postre influirán en su comportamiento. Después que Satanás inyectó sus pensamientos malignos en la mente humana, el hombre utilizó su cuerpo para tomar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.

DOS ÁRBOLES

  Es de gran importancia que nos demos cuenta que en el principio había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:9). El árbol de la vida representa a Dios, y el árbol del conocimiento representa a Satanás. El hombre comió del árbol del conocimiento, lo cual significa que Satanás entró en el hombre. Satanás como la personificación del pecado, está ahora dentro del hombre (Ro. 7:8, 11, 17, 20). Después de entrar en él, Satanás comenzó a saturarlo, a envenenarlo y a poseerlo por completo. Por tanto, el hombre cayó en corrupción y tinieblas; lo que significa que fue puesto bajo la autoridad de Satanás. El hombre se convirtió en ciudadano del reino de Satanás, sujeto al gobierno de Satanás. Por tanto, todos los nacidos del linaje humano son también ciudadanos del reino de Satanás. Ahora todo ser humano se encuentra sujeto a Satanás por nacimiento, y es debido a ello que los hombres roban, pelean y matan. Éste es el reino de Satanás. Esto es la totalidad de la vida satánica con todas sus actividades.

  Un día “Jehová-más” vino. Dios se encarnó y vino a ser un hombre. El deseo de Dios es entrar en el hombre. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, Él entra en nuestro ser como vida. Desde ese momento, Dios comienza a crecer en nuestro ser. El crecimiento de Dios en nuestro ser significa que Él se propaga en nuestro interior. Cuanto más Dios crece, más se propaga y más cabida halla en nuestro ser. Cuanto más cabida halla en nuestro ser, más Él reina en nosotros. El reino es el reinado divino de Dios en nosotros por medio del crecimiento de la vida divina en nuestro interior. El reino de Dios es Dios mismo como vida para nosotros, el cual se propaga en nuestro interior, nos satura y reina sobre todo nuestro ser.

LOS DOS ESPÍRITUS

  Hay dos reinos y también hay dos espíritus. Juan 4:24 nos muestra que Dios es un Espíritu, y Efesios 2:2 revela que Satanás, el príncipe de la potestad del aire, también es un espíritu. Este espíritu maligno opera en todos los seres humanos. La palabra opera es una palabra que tiene una connotación bastante enfática en el griego original. Esto quiere decir que Satanás opera, obra, con un propósito definido y de una manera determinada. Así pues, en todo ser humano existe un “operador” satánico, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. Es posible que las personas hablen de libertad e independencia, pues a todos les gusta sentirse independientes. Sin embargo, ninguno de los seres humanos caídos es independiente, pues se encuentra sujeto a la operación de Satanás.

EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO

  Mateo 12:26 nos muestra que Satanás tiene un reino, y Juan 12:31 describe a Satanás como el príncipe de este mundo. Satanás no solamente es aquel que opera en los seres humanos, sino que también es el príncipe de este mundo. Él gobierna la tierra entera, por lo que tiene muchos subordinados y subalternos sujetos a él, a quienes Efesios 6:12 describe como principados y potestades. Éstos son algunos de los cargos subalternos en el reino de Satanás. Él es el príncipe de este mundo y el príncipe de la potestad del aire. En la tierra está el linaje humano, mientras que en el cielo están las potestades angélicas rebeldes. El reino de Satanás está compuesto por el linaje humano caído y por los ángeles rebeldes. Sobre la tierra, los miembros del linaje humano caído constituyen los ciudadanos del reino de Satanás; mientras que en el aire, los principados y potestades angélicos rebeldes gobiernan esta tierra en servicio a Satanás. Él es el príncipe de la potestad del aire. Satanás, como espíritu maligno, ha entrado en todos los seres humanos. Él opera en todos ellos sin excepción. Al operar de este modo, él ha producido un reino. Satanás ahora mora en el cuerpo del hombre.

  Si usted alguna vez ha tenido la experiencia de echar fuera demonios, entonces sabe que a los demonios les gusta tomar el cuerpo humano como su morada. Desde su base de operaciones en el cuerpo, Satanás tratará de controlar todo el ser de la persona: su mente, sus emociones y su voluntad. Una persona poseída por un demonio siempre permanecerá en su mente. Si usted consigue que esta persona salga de la prisión de su mente y entre a su espíritu, en su mayor parte el demonio se habrá ido de su ser. Pero es difícil hacer esto. Por tanto, uno tiene que echar al demonio en el nombre del Señor Jesús. Después que el demonio ha sido echado, uno tiene que ayudar a esta persona a volverse a su espíritu y a no valerse tanto de su mente; de otro modo, los demonios podrían retornar para poseerla una vez más.

EL REINO DE DIOS

  Satanás hace del cuerpo humano su morada, pero el Señor Jesús hace del espíritu humano Su morada. Dios, en Su soberanía, se reservó el espíritu humano para Sí. Aun cuando el espíritu humano ha estado bajo la influencia del cuerpo maligno y la mente corrupta del hombre al punto de estar amortecido, en la Biblia no encontramos indicio alguno de que Satanás hubiera entrado en el espíritu humano. Cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, Él inmediatamente entró a nuestro espíritu. El enemigo se esfuerza al máximo para ocultarles a los cristianos el espíritu humano. La Biblia nos dice claramente que el Señor Jesucristo está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Desde nuestro espíritu Él crece y se propaga en nuestro interior tomando más y más posesión de nuestro ser. Al ocupar más partes de nuestro ser, Él verdaderamente reina en nosotros. En esto consiste el reinar interno del Señor Jesús.

  Consideren el caso de un joven que haya sido salvo recientemente. Antes de ser salvo, él estaba por completo en el principio de un demonio; en todas las partes de su ser se encontraba en rebeldía contra Dios. Pero un día el Señor Jesús entró en él. Ahora, cuanto más él dice “¡Aleluya!” y cuanto más ora-lee la Palabra, más el Señor Jesús se propaga en su interior. Cuanto más él invoque “¡Oh, Señor Jesús!”, más cabida tendrá el Señor en su ser. Cuando él invoca al Señor y le alaba, el Señor se propaga en su interior. Sin embargo, en muchas ocasiones el Señor Jesús no puede traspasar su manera de pensar, sus pensamientos. Los conceptos que tiene este joven son fortalezas inexpugnables que el Señor Jesús no puede penetrar. Parte de su ser se encuentra sujeto al reinado del Señor Jesús, pero en otras partes de su ser son fortalezas que resisten el gobierno del Señor. Esto es rebelión y corresponde al principio propio de un demonio. Si el Señor Jesús no puede penetrar esta fortaleza después de varios intentos, este joven perderá el deseo de orar, de leer la Palabra y de invocar el nombre del Señor. Si el Señor intenta prevalecer, pero no le es posible, entonces esperará. Tal vez después de dos semanas, o dos meses, o dos años, el Señor lo intentará nuevamente; es posible que, a la postre, este joven sea ayudado por otro hermano y nuevamente será animado a ir en pos del Señor. Debido a que el Señor Jesús no pasa por alto problema alguno, Él nuevamente tocará la vieja fortaleza, pero esta vez este hermano habrá aprendido la lección e inmediatamente cederá ante el Señor, diciéndole: “Amén, Señor”. Así el Señor Jesús podrá prevalecer y propagarse más en él. Esto significa que Él crece más y ocupa más parte de su ser. Este crecimiento es la venida gradual del reino de Dios en el interior de este hermano. Con el tiempo, todas sus partes internas: mente, parte emotiva y voluntad, habrán sido plenamente saturadas por el Señor Jesús. En otras palabras, Él habrá crecido plenamente en este hermano. En cierto sentido, habrá alcanzado la etapa de la cosecha dentro de este hermano. Él estará listo para ser cosechado; está preparado y es maduro. Él es como una de las cinco vírgenes prudentes (Mt. 25). Si muchos cristianos que buscan al Señor fueran así, la plena manifestación del reino vendría.

  Ahora podemos comprender de qué manera viene el reino. El Señor Jesús se siembra en nuestro ser como una semilla, convirtiéndonos así en Su labranza donde Él crece, paso a paso, poco a poco. Él crece dentro de nosotros. Él es muy paciente y gradualmente llega a poseer todo nuestro ser, hasta que, finalmente el Señor Jesús toma plena posesión de nosotros. Él ocupará nuestra mente, nuestra parte emotiva, nuestra voluntad y todas las áreas de nuestro ser. De este modo, Él reinará dentro de nosotros, y el reino vendrá de forma plena y completa. El reino no viene como un cambio repentino, sino que más bien viene como vida cada vez que Cristo crece en nuestro ser. Sin embargo, éste no es un asunto estrictamente individual, pues tenemos que crecer junto con otros cristianos.

  Muchos cristianos han caído en la trampa de varias cosas religiosas. Es necesario que uno las deseche y se vuelva a su espíritu, dándonos cuenta de que Cristo está en nuestro espíritu. Nuestra verdadera necesidad es que Cristo se expanda en nuestro interior. Aun cuando el formalismo pueda ser de ayuda para algunos, a la postre se convertirá en un obstáculo. Las enseñanzas ortodoxas o fundamentalistas también son de ayuda, pero a la larga impedirán que las personas cumplan el propósito eterno de Dios. Lo mismo sucede con las experiencias carismáticas. Si bien para muchos cristianos estas experiencias les fueron de ayuda, a la postre estas mismas se convirtieron en un obstáculo. Nuestra necesidad básica en el presente es comprender que nuestro amado Señor Jesús está en nuestro espíritu, creciendo y propagándose dentro de nosotros. Tenemos que orar: “Señor, ten misericordia de mí. Concédeme la gracia de siempre decirte ‘amén’. Oh Señor, crece en mí, expándete en mí y poséeme. Señor, ocupa todas las partes de mi ser”. Ésta es nuestra necesidad hoy. Todos fuimos trasladados del reino de Satanás al reino de Cristo. Necesitamos que Cristo se propague a Sí mismo dentro de nosotros, y nos gane por completo. Esto traerá la plena manifestación del reino.

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