
En la Biblia la palabra griega nous se traduce de dos maneras. En algunas partes se traduce “mente”, y en otras “entendimiento”. Esta palabra aparece veinticuatro veces en el Nuevo Testamento. Más adelante, haremos una lista de las citas bíblicas. Después de esto veremos cómo esta expresión se relaciona con los creyentes, quienes deben renovar su mente (gr. nous), para poder avanzar en la senda espiritual.
El hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. La Biblia nos muestra que el hombre no sólo tiene un espíritu sino también un cuerpo y además un alma. ¿Por qué tiene el hombre un alma además de tener un espíritu y un cuerpo? El alma se halla entre el espíritu y el cuerpo y sirve como conexión o intermediaria entre el espíritu y el cuerpo. Todo lo que Dios quiere darnos a conocer, nos lo da a conocer por medio de la intuición del espíritu. El espíritu nos hace conscientes de Dios, y nos faculta para tener comunión con El y percibirlo. Dios nos dio el cuerpo para que tuviéramos contacto con el mundo; y por medio de él podemos percibir todo lo que hay en el mundo físico. Dios también nos dio un alma, la cual nos hace conscientes de nosotros mismos y permite que sintamos. Los seres humanos no somos como los ángeles que tienen espíritu pero no poseen cuerpo, pues nosotros tenemos espíritu y cuerpo. Y todo lo que hay en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo se expresa por medio de nuestra alma.
Quisiera hacer notar que el corazón del hombre es lo que conocemos como la mente del hombre. Lo que por lo general llamamos corazón, según la Biblia es la conciencia que está en el espíritu del hombre junto con la mente que está en su alma. El espíritu es el órgano con el que el hombre se comunica con Dios, a fin de tener una relación íntima con El, entender Su voluntad y conocerlo. El corazón es el administrador del espíritu, pues expresa todo lo que éste contiene y se compone de la conciencia y de la mente del hombre. La Biblia se refiere al corazón en estos términos. Por lo tanto, el corazón es la zona de interacción e intersección entre el espíritu y el alma. Es como la central de una compañía telefónica, donde todas las líneas y las llamadas se entrecruzan. Todo lo que ha de entrar en el espíritu tiene que pasar por el corazón, y todo lo que brota del espíritu se expresa por medio del corazón, puesto que el corazón es el lugar de interacción, el punto de contacto y el lugar de recepción mutua. El espíritu llega al alma por medio del corazón. El alma con todas las sensaciones externas llega al corazón y de allí pasa al espíritu. En el corazón está nuestra personalidad y nuestro verdadero yo. Así que, el corazón es el yo. Debemos leer la Biblia y averiguar lo que dice con respecto al corazón. Así nos daremos cuenta de que éste tiene una estrecha relación con nosotros y ocupa una posición muy importante. Leamos varios versículos en la Biblia con respecto al corazón.
Salmos 4:4: “Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad”. En otras palabras, el corazón es el yo; es por eso que uno se comunica valiéndose de él. Es como el proverbio chino que dice: “El corazón discute por la boca”.
Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón: porque de él mana la vida”. Uno debe guardar su corazón porque de él sale o brota la vida. Todo fruto que el hombre lleva exteriormente, se origina en el corazón. Por eso digo que el corazón es la persona misma.
Mateo 12:34-35: “¡Cría de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, de su buen tesoro saca buenas cosas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca malas cosas”. Con esto el Señor Jesús dio a entender que los pecados y las malas acciones que un pecador comete salen de su corazón. El corazón es la mezcla del espíritu con el alma. Es por eso que todas las cosas malignas salen del corazón.
Mateo 15:18-19: “Pero lo que sale de la boca, del corazón proviene; y eso contamina al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. Lo que sale del corazón es inmundo porque lo que hay dentro del hombre es inmundo.
Es muy interesante que, a pesar de que el hombre está compuesto de tres partes (espíritu, alma y cuerpo), cuando la Biblia habla de nuestra regeneración, no nos dice que Dios nos da una nueva alma sino que nos da un nuevo espíritu y un nuevo corazón. Dios nos dio un nuevo espíritu, que nos permite comunicarnos con El y que hace que nuestro espíritu muerto recobre su función. Dios también nos dio un corazón nuevo, que nos faculta para vivir en la tierra en novedad de vida y con nuevas inclinaciones.
Aunque existe algo en común entre el espíritu y el corazón, la Biblia mantiene un delineamiento entre ambos para evitar confusión. Ezequiel 36:26 dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. A los ojos de Dios, El no necesita cambiar el órgano del alma. La personalidad del hombre tampoco necesita ser cambiada. Pero el corazón del hombre necesita ser cambiado porque del corazón mana la vida. Por lo tanto, el corazón necesita ser cambiado.
¿Qué les sucede al espíritu y al corazón de un creyente cuando éste peca? Leemos en Salmos 51:10: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Este versículo habla del corazón y del espíritu, que son las partes que a Dios le interesan. Si el corazón de un creyente se contamina, debe pedirle a Dios que cree dentro de él un corazón limpio y un espíritu recto. Por lo tanto, nuestro corazón debe estar limpio y nuestro espíritu debe ser recto.
La Biblia pone énfasis en el corazón a fin de mostrarnos su importancia, ya que él es nuestra verdadera persona. La condición de nuestro corazón es nuestra verdadera condición. El corazón es la fuente de la vida del hombre; incluye la conciencia, que es parte del espíritu, y la mente, que es parte del alma. Aunque nos comunicamos con Dios por medio del espíritu, El presta más atención al corazón. En nuestra vida diaria, el corazón es el órgano más importante. Decimos que somos salvos pero, ¿cómo somos salvos exactamente? Por creer con el corazón. ¿Cómo servimos a Dios? Servimos a Dios con el corazón. ¿A qué clase de personas bendice Dios? Dios bendice a aquellos que son rectos de corazón. En el futuro, ¿cuál es la parte del hombre que será juzgada? Dios juzgará las cosas ocultas del corazón. Por lo tanto, a fin de acercarnos a Dios, debemos tener un corazón bueno; pero para tener un corazón bueno, debemos tener una mente limpia. Esta es la razón por la que quisiera hablar especialmente de la mente, la traducción de la palabra griega nous.
La palabra griega nous se traduce mente, y se usa veinticuatro veces en el Nuevo Testamento. Enumeraremos las citas donde aparece. Espero que los lectores recuerden las similitudes entre estos versículos.
Lucas 24:45: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”
Romanos 1:28: “Y como ellos no aprobaron tener en su pleno conocimiento a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”.
Romanos 7:23: “Pero veo otra ley en mis miembros, que está en guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”.
Romanos 11:34: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor?
Romanos 14:5: “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”.
Primera Epístola a los Corintios 1:10: “Que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. La palabra nous se traduce sentir.
Primera Epístola a los Corintios 2:16: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”.
Efesios 4:17: “Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente”.
Colosenses 2:18: “Que nadie con humildad autoimpuesta y culto a los ángeles, os defraude juzgándoos indignos de vuestro premio, hablando constantemente de lo que ha visto, vanamente hinchado por la mente puesta en la carne”.
Segunda Epístola a los Tesalonicenses 2:2: “Que no os dejéis mover fácilmente en vuestro modo de pensar”. Modo de pensar es la traducción de nous.
Apocalipsis 17:9: “Esto para la mente que tiene sabiduría”.
Romanos 7:25: “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios”.
Romanos 12:2: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”.
Primera Epístola a los Corintios 14:14-15: “Pero mi mente queda sin fruto. ¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con la mente”.
Primera Epístola a los Corintios 14:19: “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi mente, para instruir también a otros”.
Efesios 4:23: “Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”.
Filipenses 4:7: “Y la paz de Dios ... guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”. Nous se traduce aquí pensamientos.
Primera Epístola a Timoteo 6:5: “Constantes altercados entre hombres corruptos de entendimiento”. Nous es traducida entendimiento.
Segunda Epístola a Timoteo 3:8: “Hombres corruptos de entendimiento”.
Tito 1:15: “Su mente y su conciencia están contaminadas”.
Apocalipsis 13:18: “El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia”.
¿Cómo se relaciona la mente con la vida, la obra, el servicio del creyente ante Dios? Aquellos que creen en el Señor tienen un espíritu y un corazón. Esto es un hecho innegable. No importa cuán débil o fuerte sea un creyente, él nace de Dios y recibe un espíritu nuevo y un corazón nuevo. Por eso puede amar al prójimo, servir a Dios y hacer todo de corazón. Sin embargo, a pesar que su corazón es nuevo, la parte del corazón que corresponde a la mente no ha sido renovada. De acuerdo con los razonamientos humanos, se creería que debido a que el corazón es renovado, la mente y la conciencia, que son parte del corazón, también debieron ser renovadas. Pero ése no es el caso. Por ejemplo, la conciencia, que es parte del corazón, fue renovada cuando fuimos salvos, pero después de ser salvos, no permanece en esta condición. Cuando uno compra un vestido, es nuevo los primeros días, pero no permanece nuevo toda la vida. Uno debe cuidarlo mucho para mantenerlo como nuevo. Cuando fuimos salvos, nuestra mente fue renovada, lo cual no significa necesariamente que ha de permanecer nueva por mucho tiempo. Esta es la experiencia de muchos creyentes. Cuando un hombre cree en el Señor, es salvo y obtiene una conciencia nueva, cuya función es restaurada, de tal manera que él ahora aborrece el pecado y se entristece cuando peca. Pero, ¿puede permanecer nueva la conciencia del hombre? No, no puede. Si una persona peca, o si empieza a tolerar los pecados, y no escucha a su conciencia, después de cometer repetidamente un pecado, la conciencia no lo reprenderá; pues ha perdido su función. Así como la conciencia puede perder su función y dejar de ser nueva, le puede ocurrir lo mismo a la mente. Así que quisiera hablar de la mente, porque ésta se relaciona vitalmente con la posición y la vida del creyente.
¿Qué es exactamente la mente de la que habla el Nuevo Testamento? Podemos verla desde tres ángulos diferentes. Los seres humanos tenemos el cerebro, que se relaciona con el aspecto fisiológico. También tenemos la mente, que está en la esfera psicológica, y además tenemos la intuición, que habla del aspecto espiritual. Lo que está relacionado con el aspecto físico se circunscribe al cerebro; lo que se relaciona con el aspecto intelectual, se ubica en la mente. Sin embargo, no me atrevo a decir que la mente sea exactamente equivalente a los pensamientos, aunque éstos constituyen en su mayor parte la mente. Nuestro espíritu recibe el sentir de Dios por medio de la intuición. En ese momento, nuestra alma por medio de la mente nos hace sensibles a la intuición. Aunque conocemos la voluntad de Dios por medio de la intuición, ésta carece de raciocinio y de orden. Por lo tanto, necesitamos la mente para expresar lo que la intuición conoce.
Seamos más exactos. El hombre tiene tres facultades por medio de las cuales obtiene información. (1) El cerebro, que es parte del cuerpo; (2) la intuición, que es parte del espíritu; (3) la mente o nous, que es parte del alma. Sin embargo, la mente también es controlada por la intuición. Sabemos que cuando el cerebro es expuesto en una cirugía, no vemos más que una masa gris y blanca. Este es el cerebro. ¿Qué podemos decir de la intuición? A veces sentimos que la tenemos, otras veces no. Por momentos sentimos que algo nos insta a actuar y otras veces algo nos detiene. Esta es la intuición. Nuestra mente está entre nuestro cerebro y nuestra intuición. La mente expresa lo que la intuición quiere decir y permite que el cerebro piense y exprese ideas. Independientemente de cuán fuerte sea la intuición de un creyente, y cuán bueno sea su cerebro, si tiene algún problema con su mente, vivirá sin ningún principio. Aun en sus predicaciones, no podrá expresar lo que lleva dentro. Vivirá todo el día neciamente, lo cual es fruto de una mente no renovada.
Quisiera mencionar la mente de los pecadores. Romanos 1:28 dice que Dios los entregó a una mente reprobada; Efesios 4:17 dice que tienen una mente vana. Colosenses 2:18 dice que tiene una mente carnal. En 2 Timoteo 3:8 dice que tienen un entendimiento corrupto. Tito 1:15 dice que tiene una mente contaminada. Esta es la condición de la mente de un pecador. Desde que usted fue salvo, salió de esa condición. Trate de recordar cuán lejos estaba de Dios antes de ser salvo. ¿Cuál es la condición de la mente de un pecador ante Dios? Supongamos que tenemos delante de nosotros al peor pecador, el cual no sabe nada de nada. Cuando usted le hable de Dios, él tendrá muchos argumentos. Alegará que usted está equivocado en algo; dirá obstinadamente que Dios no existe. Esta persona sacará a relucir muchos argumentos refutando la existencia de Dios. Esto se debe a que su corazón está entenebrecido. Su mente también está entenebrecida y muerta. Además, su espíritu también está muerto. El no tiene manera alguna de conocer a Dios y desconoce por completo la verdad de Dios. Sin embargo, tiene muchos argumentos porque su mente es reprobada, corrupta, contaminada y llena de vanidad. Tal es la condición de una persona necia. Por otro lado, si usted habla acerca de Dios con aquellos que son sabios y filósofos, es posible que ellos entiendan y sean versados en muchas cosas, pero no conocen a Dios. Ellos puede también tener muchas razones lógicas con las cuales argumentar. Tanto los sabios como los necios se oponen a Dios. A pesar de que estas dos clases de personas difieren en su intelecto y son opuestas en muchas cosas, tienen la misma mente y el mismo sentir en cuanto a negar la existencia de Dios. La única razón por la cual niegan la existencia de Dios es que su mente está entenebrecida y su espíritu está muerto. Debido a que su mente está entenebrecida, ellos no pueden ver la luz de Dios. Sus pensamientos están desviados y no tienen ningún rumbo. Por lo tanto, Dios dice que los ojos de los incrédulos han sido cegados por el dios de este siglo. Sus corazones están entenebrecidos, de manera que la luz del evangelio no puede brillar sobre ellos. Aunque ellos conocen la filosofía, no saben nada de Dios. Quizás conozcan alguna enseñanza bíblica según la letra, pero no pueden profundizar en el significado de la misma ni pueden conocer a Dios de una manera definida.
¿Qué significa ser salvo? Significa conocer a Dios. “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero y a quien has enviado, Jesucristo” (Jn. 17:3). La vida eterna es la facultad de conocer a Dios. ¿Qué significa ser salvo? No es la habilidad de hablar de ciertas doctrinas, sino de conocer a Dios. Si invitamos a la persona más culta del mundo a hablar con un recién convertido, la persona educada puede presentar muchísimos argumentos en contra de la existencia de Dios. El creyente no podrá rebatirle los argumentos, pero podrá decir: “Yo sé que tengo vida eterna y que soy salvo”. Esta es la gran diferencia entre los dos. La mente de la persona que no es salva está velada y no tiene luz. Una vez que la persona es salva, su mente recibe luz, y sólo entonces puede conocer a Dios. Cuando las personas escuchan por primera vez la predicación del evangelio con poder, sus ojos son abiertos y se dan cuenta de que son pecadores y que Jesucristo es el Salvador. Pese a que ellos todavía no entienden completamente con su mente, tienen cierto conocimiento y pueden decir: “Yo sé que he recibido una gran luz, sé que soy pecador y que Jesucristo es mi Salvador; sé que soy salvo”. Este conocimiento lo obtiene la mente.
Todo lo que Dios quiere darnos por medio de la intuición se transmite al cerebro por medio de la mente. Una vez que Dios actúa en la intuición de una persona espiritual que vive delante de El, la mente inmediatamente detecta esa acción, de tal manera que el cerebro puede entenderla. Después de ser salvos, conocemos a Dios. Estas tres partes: la intuición, la mente y el cerebro, se conectan y trabajan simultáneamente. Hablamos de ellos por separado sólo para analizarlos.
Cuando somos salvos, nuestra mente es iluminada. Pensamos que es suficiente tener un corazón nuevo, pero la Biblia nos dice que nuestra mente también necesita ser renovada. Obtenemos una mente nueva en el mismo momento en que somos salvos. Pero ¿está renovada? La parte que está relacionada con Dios fue iluminada, pero ¿qué podemos decir de las demás partes? Me temo que las mentes de muchas personas no han sido renovadas después de ser salvas; por lo cual permanecen igual que antes de ser salvos. Si la mente de los creyentes no es renovada, no podrán ser útiles en las manos de Dios. Por lo tanto, nuestra mente no sólo necesita ser nueva sino también renovada. Nuestro problema es que en el momento en que fuimos salvos, tuvimos una gran revelación. Pero después, nuestra mente no fue renovada. La salvación fue una gran revelación que recibimos. Pero, ¿hemos recibido otras revelaciones grandes desde aquel entonces? Cuando creímos en el Señor, fuimos iluminados y confesamos nuestros pecados; no temíamos a la persecución; permitimos que nuestros padres y otras personas nos persiguieran; y estuvimos dispuestos a abandonar el mundo. Esto se debió a que nuestra mente nos permitió entender la salvación, confesar nuestros pecados, abandonar el mundo y aceptar que nuestros padres nos persiguieran. Si esta luz que iluminó nuestra mente brillase diariamente en nuestra vida, no estaríamos en la condición en la que estamos hoy. Tendríamos una vida iluminada por Dios.
Cierta joven que amaba mucho al mundo y que parecía no estar dispuesta a abandonarlo por nada. Un día oyó la predicación de un hombre en una iglesia. La predicación no era particularmente convincente, pero el versículo que él leyó la conmovió. El versículo decía: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Jn. 5:4). Este versículo cautivó a aquella muchacha. El leyó este pasaje siete u ocho veces: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. En toda su vida ella no había oído lo que era el mundo. Pero aquel día comprendió lo que era el mundo y se alejó de él. Este es el entendimiento que recibe la mente. Muchos no pueden desprenderse de las cosas del mundo, porque su mente no ha sido iluminada. De la misma manera, cuando escuchamos un mensaje o trabajamos para el Señor, no podemos llevar ningún fruto si la mente no coopera. Cada vez que escuchamos un mensaje, necesitamos la cooperación de nuestra mente. Antes de ser salvos, no creíamos a pesar de cuánto tratasen las personas de persuadirnos con sus muchas razones. Pero un día, creímos debido a que nuestra mente vio algo. “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo” (Jn. 17:3). La función de la mente incluye la facultad de pensar, juzgar y observar.
¿Cuál es la condición de la mente cuando no es renovada? Estudiaremos este tema basados en tres aspectos: (1) El hombre, (2) Dios y (3) nosotros mismos. Estos tres aspectos determinarán si nuestra mente ha sido renovada. Cómo controlemos nuestros pensamientos también determinará si nuestra mente ha sido renovada. (Tengan en cuenta que esta palabra es muy difícil de explicar. Usamos la palabra “mente”, pues está compuesta de la capacidad de comprensión y los pensamientos. No sería exacto traducir la palabra griega nous como simplemente “comprensión” o “pensamientos”.)
Si la mente del hombre no es renovada, se relacionará con los demás de cierta manera; naturalmente la persona tendrá conceptos muy errados con relación a los demás. Es interesante que nunca confiará en nadie y siempre tendrá dudas acerca de los demás. Sólo criticará a las otras personas, pues sus pensamientos se han dedicado a hallar faltas en los demás; por lo cual, siempre hablará mal de los demás. Podemos darnos cuenta de cuál es la condición de nuestra mente, si nos preguntamos qué pensamos de los demás. La Biblia dice que el Señor Jesús nunca juzgó a nadie de acuerdo con lo que veía u oía. El lo juzgaba todo de acuerdo con el sentir de su espíritu. Pero nosotros juzgamos a los demás de acuerdo con lo que vemos y escuchamos. Sería maravilloso que pudiéramos como Pablo probarlo todo. La mente de un creyente que critica está equivocada. Hay un versículo muy valioso en la epístola a Filemón, donde Pablo dice que Filemón tenía fe para con el Señor Jesús y para con todos los santos. Si un creyente menosprecia a todos los demás, debe haber algo errado en su mente. Por lo tanto, cada vez que vemos a los demás o los escuchamos hablar, debemos preguntarnos si los menospreciamos.
Conozco a un hermano que siempre subestima lo que otras personas le dan a él. Por ejemplo, si alguien le da algo que cuesta dos dólares, él dirá que sólo vale treinta centavos. Si alguien le da un regalo de treinta dólares, él dirá que sólo vale diez. Pero no sólo él es así; muchos creyentes tienen esta misma mentalidad. ¿A qué se debe esto? A que la mente es mundana y llena de vejez. Las personas mundanas siempre piensan que los demás son malos, que están equivocados y que esconden algo en sus palabras, así como el relleno que se esconde dentro de un pastel. No debemos pensar así. La razón por la cual tenemos esta clase de pensamientos es que nuestra mente no ha sido renovada y que también Satanás trabaja en ella. Todo lo que proviene de Adán sirve de base para que Satanás trabaje.
Nuestra vida cristiana no es necesariamente la misma con respecto a Dios. En el caso de un creyente cuya mente no ha sido renovada, podemos ver las siguientes características con respecto a Dios: no puede confiar en Dios, no puede conocerlo de la misma manera que conoce al Señor Jesús como su Salvador, y tiene muchas dudas. Duda del poder, la sabiduría y la bondad de Dios. Estos tres aspectos constituyen su actitud hacia Dios: duda del poder de Dios, pues piensa que Dios no puede; duda de Su sabiduría, ya que le parece que Dios está equivocado; y duda de la bondad y el amor de Dios, puesto que se imagina que El no quiere amarnos.
Además, dicha persona no entiende las Escrituras, ni las enseñanzas de Dios, debido a que su mente está confusa y no puede ser iluminada por Dios. Es verdad que este individuo fue iluminado en el momento de su conversión; pero si su mente se hubiese mantenido abierta a Dios cada día, su condición no sería tan pobre ni se dedicaría a criticar. Si todos nosotros abrimos nuestra mente, recibiremos mucha iluminación, pero si no somos más que mensajeros que pasan a otros lo que han recibido sin recibir nada directamente de Dios, nuestra mente estará equivocada. Si dependemos de otros para recibir lo que ellos han recibido y luego transmitimos lo poco que recibimos, no seremos muy útiles. No digo que no necesitemos recibir ayuda de los demás, sino que si no recibimos algo directamente de Dios, algo debe de estar mal en nuestra mente. A mí me agrada recibir ayuda de los demás. Mientras que la persona que esté hablando haya recibido la iluminación de Dios en su mente, podrá iluminar la mente de los demás y ayudarlos. Precisamente por eso digo que cada uno de nosotros necesita recibir algo de Dios en su propia mente.
Una persona cuya mente no ha sido renovada, no podrá conocer la voluntad de Dios. Es posible que razone con lógica, pero no podrá conocer la voluntad de Dios en su mente. Es necesario conocer la voluntad de Dios de la misma manera que se conoce a Cristo como Hijo de Dios y que se reconoce la salvación el mismo día de la conversión de uno. Conocer la voluntad de Dios debe ser una experiencia directa. Con respecto al conocimiento de la voluntad de Dios, es posible que en muchas ocasiones solamente sepamos que cierto asunto es la voluntad de Dios, y no podamos explicarlo. Esto es como poner a un campesino recién convertido para que debata con un inconverso intelectual. Podrían debatir por dos o tres horas y posiblemente el campesino no pueda formular ningún argumento razonable limitándose sólo a decir que él sabe que es salvo. Esto es similar al conocimiento de la voluntad de Dios.
Muchas personas hoy no conocen la voluntad de Dios, debido a que no tienen el órgano con el que se conoce la voluntad de Dios. Hoy es domingo, que puede considerarse el día más activo para las estaciones de radio de todo el mundo. Las principales denominaciones de los países occidentales tienen programas radiales que transmiten sus mensajes. Estas hondas radiales llevan el sonido muy lejos, pero nosotros no las podemos detectar si no tenemos un radio. De la misma manera, la voluntad de Dios debería ser obvia; pero si uno carece del órgano indicado, no puede reconocerla. Debería ser tan fácil para nosotros reconocer su voluntad como distinguir entre el trigo y la cizaña. ¿Por qué no conoce una persona la voluntad de Dios? Porque no tiene el órgano receptor, es decir, no tiene una mente renovada. En el momento en que fuimos salvos, nuestra mente llegó a ser una mente nueva, y recibimos la revelación de Dios. Pero al poco tiempo, perdió esa novedad.
¿Qué podemos decir de nuestros pensamientos? Estos se han corrompido. Después de ser salvos pensamos que como creyentes debemos tener un corazón bueno. Pensamos que si albergamos odio en nuestro corazón, si pecamos o si cometemos fornicación, ofendemos a Dios. Sabemos que debemos evitar que nuestros motivos sean inapropiados. Sin embargo, olvidamos que nuestros pensamientos también deben ser rectos. ¿Son nuestras intenciones, nuestras palabras y nuestros pensamientos iguales a los que teníamos antes de ser salvos? No hablaré de los motivos ni de las intenciones del corazón; sólo quisiera examinar la condición de nuestra mente después de ser salvos. Es sorprendente ver que un hombre antes de ser salvo tiene una mente muy desorganizada y que después de ser salvo, su mente permanece igual. Su manera de hablar y sus pensamientos no han cambiado desde que fue salvo. Si no podemos vencer nuestros pensamientos fracasaremos en todo lo demás.
En una carta dirigida a la señorita Dora Yu, la señorita Barber escribió las siguientes palabras: “Si Satanás puede controlar nuestros pensamientos, puede controlar toda nuestra vida”. Este es un hecho. No piense que estas palabras fueron expresadas gratuitamente. Ella había tenido ya más de cincuenta años de experimentar a Dios profundamente, antes de escribir esas palabras. Hermanos, no piensen que si nuestros motivos son buenos, todo estará bien. A pesar de haber cambiado nuestra percepción con respecto a las personas y a las cosas, si nuestros pensamientos y nuestra percepción con respecto a los demás son los mismos que antes de ser salvos, estaremos todavía tomando decisiones de la misma manera que antes. Si no podemos vencer nuestros pensamientos, estaremos en las manos de Satanás y no podremos vencerlo.
Una persona cuya mente no ha sido renovada, es absolutamente incapaz de controlar sus pensamientos. La energía mental de muchos creyentes es desperdiciada. Si nuestras manos sólo trabajan ocho horas al día, y lo que hacemos durante esas ocho horas es inapropiado, aquello será un desperdicio de energía y nos impedirá trabajar en algo correcto. De la misma manera, sólo podemos usar nuestra mente cierta medida de tiempo al día; pero si desperdiciamos nuestros pensamientos en cosas impropias y sin sentido, no podremos pensar de manera apropiada. Un hermano preguntó en cierta ocasión: “¿Por qué no me puedo concentrar? Después de orar por cinco minutos, mi mente empieza a vagar”. Yo le pregunté: “¿Su mente vaga todo el día o sólo en el momento de orar?” Le demostré que sus pensamientos nunca estaban concentrados durante el día, pues se volvían siempre hacia el mundo y estaban en completo desorden. Si nuestra mente está en desorden doce horas al día, ¿cómo podremos concentrarnos mientras oramos? Si no podemos concentrarnos durante todo el día, ¿por qué nos extrañamos de no poderlo hacer mientras leemos la Biblia u oramos? Así que, si nuestra mente no es renovada, no podremos controlar nuestros pensamientos. Debo subrayar nuevamente que si no podemos controlar nuestros pensamientos, no podremos ser útiles en las manos de Dios.
Se ha dicho que si la energía generada por el sol en un día se pudiera almacenar, sería suficiente para que todas las fábricas de la tierra pudieran funcionar por diez millones de años. Pero no podemos usar energía solar, por la sencilla razón de que no la podemos almacenar, mas si usamos una lupa para concentrar los rayos del sol, el calor quemará cualquier objeto que pongamos debajo de la lupa. Es una lástima que muchos creyentes desperdicien su tiempo en cosas vanas. Ellos piensan día y noche, sin generar nada productivo; desperdician sus días enteros en sus pensamientos caóticos. No es de extrañar, entonces, que Dios no pueda usarlos. Ellos podrán ser creyentes útiles sólo cuando su mente sea renovada.
El peor error que un creyente pueda cometer es tratar de examinar su pasado. Muchos creyentes piensan que la introspección es positiva, pero ésta no puede proporcionarnos un conocimiento exacto de nosotros mimos. No existe un solo creyente que pueda conocerse a sí mismo sólo por medio de la reflexión. El verdadero conocimiento de uno mismo proviene de la luz de Dios. (Véase “El conocimiento de sí mismo y la luz de Dios”, publicado por Living Stream Ministry). La autocrítica, el autoanálisis, o cualquier pensamiento que se centre en el yo, sea bueno o malo, hace que la mente pierda la paz. No debemos compararnos secretamente con nadie. Cuando un creyente se mira a sí mismo, deja de progresar. Examine el caso de una persona que camina por una carretera: si se mira a sí misma, se tendrá que detener. No puede mirarse a sí misma y seguir caminando hacia adelante. Así que, cuando uno se mire a sí mismo, retrocederá o se detendrá. Lo mismo ocurre en la esfera espiritual. Si uno se examina a sí mismo continuamente, se desanimará. Si nadie lo guía a uno a seguir adelante, se hallará en una posición bastante peligrosa y llegará a pensar que no es salvo, que ha cometido un pecado imperdonable o que Dios lo abandonó. Todo esto proviene de la introspección. Esta es la condición de una persona cuya mente no ha sido renovada.
Si nuestra mente no ha sido renovada, no podremos ministrar lo que Dios nos ha dado. Algunos creyentes son muy hábiles para hablar. Independientemente de cuántos temas puedan abordar, ellos pueden relacionarlos entre sí con bastante lógica, pero cuando se les pide que hablen de temas espirituales o de la verdad, no pueden explicar claramente ni siquiera un tema. La razón es que sus mentes no son aptas para ser usadas por Dios. Su mente es débil como el brazo de un niño, que no puede cargar ningún objeto que pese más de cinco kilos. Aunque ellos puedan tener muchos pensamientos, todos ellos se hallan en desorden y no pueden entender lo que proviene de Dios. Entienden lo que reciben con su intuición, pero no pueden convertirlo en una enseñanza coherente que puedan compartir con otros. Esto se debe a que su mente no ha sido renovada. Si Dios quiere que hablemos su Palabra, con certeza, El nos dará las palabras; sin embargo, aunque esto es necesario, si la persona no tiene una mente renovada, no podrá expresar lo que ha recibido. Supongamos que un creyente tiene una mente iluminada pero no renovada completamente; tal persona no podrá presentar la Palabra de Dios de una manera ordenada, y tampoco podremos tomarla como nuestro modelo. No pensemos que basta con recibir iluminación una sola vez. Deberíamos tener un entendimiento claro día tras día y deberíamos usar palabras que expresen lo que sabemos interiormente, de tal manera que otros puedan entenderlo.
El creyente necesita una mente renovada para poder ser guiado todos sus días sobre la tierra; de lo contrario, sufrirá daño y pérdida. El tendrá conceptos erróneos acerca de otros y no podrá entender la voluntad de Dios; también tendrá ideas equívocas de sí mismo, y no podrá vivir como es debido. Por eso es necesario que cada uno de nosotros procure la renovación de su mente de una manera específica. Existen dos clases de personas en el mundo: los salvos, regenerados y que están en Cristo, y los que se pierden, los que no son regenerados y están en Adán. Estas son dos condiciones absolutamente diferentes. De igual modo, al referirnos a los creyentes, tenemos aquellos cuyas mentes han sido renovadas y aquellos cuyas mentes no lo han sido. Existe una barrera entre estos dos tipos de mentes. Si somos salvos, nuestra mente deben ser renovada. Esta renovación no se produce una sola vez, sino diariamente. Si ésta es nuestra condición, podremos entender claramente la voluntad de Dios.
Una vez el señor Moody caminaba por la calle y se dirigió a la casa de uno de sus vecinos; le preguntó si podía subir al segundo piso a hacer algo. El dueño de la casa se lo permitió. Así que subió y oró a Dios así: “Oh, Dios, debes detener Tu mano; es demasiado pesada y no puedo soportarla”. Si uno mantiene diariamente una mente renovada, verá que no puede soportar lo que Dios le muestra de usted mismo por medio de su mente. Repito que uno debe hacer esto de todo corazón, así como actuó en el momento de la regeneración. Si su regeneración ha producido un cambio en su vida, su mente también debe ser iluminada de una manera específica y renovada diariamente.
Uno no debe pensar que su mente es torpe. No crea que aquellos que son inteligentes por naturaleza crecerán rápidamente y entenderán la verdad de Dios, pues esto no se cumple. Si el crecimiento en la verdad, fuera determinado por la inteligencia natural del individuo, sería un asunto de la carne. El crecimiento personal no tiene nada que ver con la capacidad intelectual de la persona. Si tiene una mente renovada, podrá entender a Dios y conocer lo relativo a El. La persona que está a su lado puede ser la más sabia e inteligente, pero no podrá entender estas cosas que usted comprende. Por lo tanto, usted debe pedirle específicamente a Dios que renueve su mente. De lo contrario, no podrá avanzar. Quiero recalcar que uno debe acudir a Dios y procurar esto de una manera específica.
Antes de que usted creyera en el Señor, usted no amaba al prójimo. Después de que creer en el Señor, comenzó a amar más al prójimo. Si no hubo tal cambio en usted, me temo que todavía no ha sido salvo. Si usted es salvo, habrá espontáneamente un cambio en su corazón y amará al hombre, será tolerante y servicial. Antes, usted amaba para sentirse bien, pero ahora usted prefiere sufrir, sobrellevar el agravio y tolerar. Esto se debe a que tiene un corazón nuevo. Otros verán el cambio en usted y le dirán que antes era diferente y que ha cambiado. Pero yo preguntaría: “¿Ha habido alguna mejoría en sus pensamientos? ¿Ha habido alguna mejora en sus facultades mentales? ¿Sus pensamientos están más ordenados y se puede concentrar? ¿O todavía son los mismos que tenía antes de ser salvo? Si es así, su mente no ha sido renovada.
Independientemente de lo sabio o necio que sea un creyente, debe saber que tanto sus pensamientos como su corazón deben ser rectos. Además, su mente también debe haber cambiado. Dios no hace acepción de personas. El destruye la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los prudentes. Dios pone a los sabios y a los necios en el mismo nivel. La mente de los necios necesita ser renovada tanto como la de los sabios. Sólo cuando la mente de uno es renovada, puede conocer a Dios, entender Su voluntad, y percibir, analizar y asimilar lo que Dios le ha dado. Esta es la razón por la cual usted antes no entendía estas cosas ni las veía ni las podía analizar ni expresar. Ahora usted puede correr la carrera que tiene por delante.
En verdad, la diferencia entre una mente renovada y una no renovada es como la diferencia entre una ventana limpia y clara y otra sucia y opaca. Si un creyente no tiene una mente renovada, no puede pensar ni actuar como uno cuya mente sí ha sido renovada. Pero si su mente es renovada, su habilidad intelectual y su poder mental aumentarán (hasta diez veces). Pero si sus pensamientos no son renovados, su manera de pensar no mejorará porque sus pensamientos están muertos. Así como hay una gran diferencia entre la vida y la muerte y entre los cielos y la tierra, hay una gran diferencia entre la mente renovada y la mente no renovada. Si nos ocupamos de nuestra mente con la insistencia con que nos ocupamos de nuestra salvación, nuestro cielo siempre estará despejado.
Dios se comunica con nosotros por medio de nuestro espíritu y no por medio de nuestra alma ni de nuestro cuerpo. Por consiguiente, siempre debemos tener un espíritu abierto en la presencia de Dios, a fin de mantener una comunicación viva con El. Pero hoy quisiera que prestásemos atención a la relación existente entre el espíritu y la mente. Cada vez que la mente se cierra, el espíritu también se cierra, y en tal caso Dios no puede impartir su luz al espíritu, porque aun si lo hiciera, no habría ningún canal que expresara lo que el espíritu recibió. Si la mente de un creyente está enferma, su espíritu también lo estará; pero si su cuerpo está enfermo, su espíritu no será afectado. Muchos creyentes han estado postrados en cama por años, y aún pueden servir a Dios, obedecerlo y orar. Sin embargo, si la mente de un creyente no es recta, su espíritu no estará limpio debido a que el problema de su mente afectará directamente su espíritu.
Hay dos pasajes en la Biblia que nos dicen que la mente de los creyentes debe ser renovada. Si la mente de una persona no es renovada, le será muy difícil seguir adelante. Vayamos a las Escrituras.
Leemos en Efesios 4:17-24: “Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente [gr. nous], teniendo el entendimiento [gr. dianoia] entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y en El habéis sido enseñados, conforme a la realidad que está en Jesús, que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente [gr. nous], y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”.
Notemos que en este pasaje se menciona la palabra nous dos veces.
El versículo 18 dice: “Teniendo el entendimiento entenebrecido”. Entendimiento es la traducción de la palabra griega dianoia, que tiene la misma raíz de la palabra nous que consta en el versículo 17. ¿Cuál es la diferencia entre la mente [nous] y el entendimiento [dianoia]? La mente es un órgano, mientras que el entendimiento es una especie de función. Es como decir que el ojo es un órgano y la vista es la función de dicho órgano. La mente es el órgano, y en el versículo 17 se habla de su naturaleza; mientras que el entendimiento, mencionado en el versículo 18, es la función de la mente.
El versículo 18 dice: “Ajenos a la vida de Dios, por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón”. El corazón al que alude este versículo es el verdadero yo, es decir el ser, o la personalidad de uno.
El versículo 19 dice: “Los cuales después que perdieron toda sensibilidad”. La palabra sensibilidad en el texto original significa: no sentir nada, estar entumecido. Este término es usado por los médicos. Un doctor sabe que una herida duele, pero cuando la herida llega a cierta gravedad, la persona deja de sentir dolor. Aunque la herida esté todavía abierta, el dolor desaparece. Este versículo indica que la persona pierde la sensibilidad y que su corazón se endurece a tal grado que se vuelve insensible.
El versículo 22 dice: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre”. Debido a que hemos oído y hemos sido enseñados por Jesús, conforme a la realidad que está en El, debemos despojarnos del viejo hombre haciendo lo que consta en los versículos 25-32.
“El viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño” (v. 22). El texto original indica que el viejo hombre es conducido a la corrupción por causa de las pasiones del engaño.
“Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente [gr. nous]” (v. 23). Este versículo es la continuación de lo dicho en el anterior con respecto a la realidad que está en Jesús, la cual han recibido en Cristo los creyentes. No sólo debemos despojarnos del viejo hombre sino que también debemos renovar el espíritu de nuestra mente con frecuencia. El texto original hace referencia a ser renovado continuamente de la misma manera que el viejo hombre se corrompe continuamente.
Leemos en el versículo 24: “Y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. “Os vistáis del nuevo hombre” también se podría traducir: “Habiéndoos vestido del nuevo hombre”, lo cual corresponde a lo dicho en el versículo 22. El versículo 24 también habla de hechos cumplidos. Los versículos 22-24 son hechos que ya tenemos en Cristo, basados en lo cual podemos cumplir lo que se nos ordena desde el versículos 25 en adelante.
En este pasaje vemos tres asuntos importantes: (1) nuestra vida espiritual, (2) nuestro corazón y (3) nuestra mente. El versículo 17 habla de la mente [nous], y el versículo 18, del entendimiento [dianoia], que es la función de la mente. El versículo 18 dice: “Ajenos a la vida de Dios”, lo cual da a entender que el espíritu se ha cerrado y no puede comunicarse con Dios. No sólo los gentiles están en esta condición, sino también los creyentes que han cerrado su corazón. “La dureza de su corazón” mencionada en el versículo 18 se refiere a la insensibilidad del mismo y a que está yerto, como figura en el versículo 19: “Perdieron toda sensibilidad”. En resumen, este pasaje menciona la condición de tres cosas: la mente, el espíritu y el corazón.
Notemos que en los versículos 17 y 18 dice que la mente de los gentiles ha sido corrompida por la vanidad y que su corazón se ha endurecido por estar alejados de la vida de Dios. Los gentiles se han corrompido a tal grado que perdieron toda sensibilidad. Pero ¿dónde comienza esta corrupción? Si sabemos dónde comienza, podremos hacerle frente. ¿Es la mente lo primero que se corrompe? ¿O se corrompe la vida o el corazón antes? Si sabemos cuál es la parte que primero se corrompe, podremos hacerle frente. Si la enfermedad comienza en el corazón, debemos ocuparnos primero de éste; si comienza en la mente, debemos fijarnos en ella primero; y si comienza en la vida, debemos tratar primero la vida. Los versículos 17 y 18 nos muestran la secuencia en que se corrompen estas tres partes. El apóstol nos exhorta a no andar en la vanidad de la mente. (La vanidad de la mente es lo que los chinos llaman “el palacio en el cielo” y los occidentales llaman “castillos en el aire”). No debemos andar como los gentiles porque la función y los pensamientos de la mente de ellos se han entenebrecido. La función de la mente se ha entenebrecido porque ellos están separados de la vida de Dios; ahora bien, ellos están ajenos a la vida de Dios por la ignorancia y la dureza de sus corazones. Por lo tanto, el problema comienza en el corazón. Debido a que el corazón se ha endurecido, la persona vive separada de la vida de Dios, y por estar lejos de la vida de Dios, su entendimiento está entenebrecido. Hermanos y hermanas, la causa de todas las enfermedades radica en el corazón. He dicho con frecuencia a los colaboradores que no es la cabeza de una persona la que está mal, sino el corazón. Las personas por lo general piensan que la cabeza del hombre es la causa de sus males, pero en realidad es el corazón el que tiene el problema.
Ya dijimos que en el corazón del hombre, y no en su cabeza, se originan los problemas. Sin embargo, éste es otro asunto, el cual se relaciona con la moralidad. Si un hombre quiere ser recto en su conducta, primero debe tener un corazón recto. ¿Por qué un gentil no cree en el Señor Jesús y presenta argumentos en contra? ¿Será acaso porque nuestros argumentos no son lo suficientemente convincentes? No, pues nosotros sí tenemos argumentos válidos. En Salmos 14:1 leemos: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. El necio no cree porque ya decidió en su corazón que no hay Dios, y no porque sea incapaz de creer. El Señor les preguntó a los judíos por qué no creían en El ni venían a El para obtener la vida. Este es un problema del corazón y no del intelecto. Es el corazón el que no está dispuesto a creer.
Uno puede presentar pruebas indubitables de la existencia de Dios a algunas personas que no creen en El, las cuales responderán que les parece lógico. También puedo demostrarles que el Señor es el Salvador, con lo cual también consentirán. Pero esto no es suficiente para conducirlas a creer. El problema no radica en la mente del hombre sino en su corazón. Pablo dijo: “Si ... crees en tu corazón ... serás salvo” (Ro. 10:9). El Señor Jesús dijo: “Cualquiera que ... no dude en su corazón, sino que crea que lo que está hablando sucede, lo obtendrá” (Mr. 11:23). El problema no se origina en la cabeza, pues lo único que se necesita para creer es el corazón. El corazón es nuestro verdadero yo, nuestra persona. Por eso la Biblia habla de un “corazón malo de incredulidad” (He. 3:12), en vez de “una mente mala e incrédula”. El corazón es el que está corrompido, no la mente. A esto se debe que los hombres no creen y, por ende, no son salvos. El corazón se corrompió; por lo cual la mente también se llenó de corrupción.
No sólo los gentiles tienen este problema; también los creyentes afrontan el mismo conflicto. Muchos creyentes no conocen la voluntad de Dios, ni están dispuestos a obedecerle, y tampoco entienden la Biblia. Esto se debe a que su corazón está enfermo. Una mente enferma es sólo el síntoma, pues la causa de esta enfermedad radica en tener un corazón malo. No estoy afirmando que la mente no esté enferma, sino que el corazón se enfermó primero y contagió a la mente. Por lo tanto, el corazón debe ser curado primero para poder corregir la acción de la mente. Es inútil tratar de curar el síntoma, pues la única manera de atacar el problema es ir al origen.
Tomemos el bautismo como ejemplo. Esta verdad bíblica se revela de manera muy obvia y exacta. Muchos creyentes desobedecen lo que enseña la Biblia y crean muchas diferencias, no por causa de la mente, sino del corazón. Supongamos que un creyente escucha que el bautismo es bíblico y que es un mandato de Dios. Si estudia la Biblia, hallará que el bautismo es la voluntad de Dios, y obedecerá diciendo: “Dios, esto proviene de Ti, y yo estoy dispuesto a obedecer”. Pero si otro creyente después de escuchar acerca del bautismo, prefiere no obedecer y lo hace a un lado como si no tuviera importancia, él no entenderá ni siquiera leyendo la Biblia. Cuando escuche a otros hablar sobre esta verdad, él actuará como un abogado en un tribunal; no le interesará si los otros tienen la razón, pues está centrado en su propio argumento, pues el objetivo principal de un abogado es rebatir a su oponente. Por lo tanto, cuando surjan problemas, debemos preguntarnos cuál es nuestro motivo, no si nuestra mente está bien.
Lo mismo se aplica a escuchar mensajes. Cuando alguien predica algo que difiere de lo que creemos y practicamos, debemos preguntarle a Dios si aquella predicación es incorrecta. Si no lo es, entonces ¿en qué estamos errados nosotros? Si podemos aprender humildemente delante de Dios, nuestro corazón tendrá la actitud correcta. Consecuentemente, a pesar de que nuestros pensamientos puedan estar incorrectos algunas veces, nuestra mente no lo estará. Sin embargo, si nuestros motivos no son puros y sólo queremos discutir, siempre encontraremos algún versículo para refutar la verdad presentada. Muchos creyentes estudian la Biblia de la misma manera que un abogado estudia un libro de derecho, el cual tiene como único fin defender su posición. O sea que sus motivos se corrompen antes que su mente. Ellos tienen primero una tendencia a codiciar en su corazón, y luego su mente y todo su ser es llevado a la codicia.
Entre nuestros hermanos y hermanas ¿existe alguno que no pueda entender la Biblia con su intelecto? Yo diría que la razón por la cual uno no entiende la Biblia es que su corazón no es recto. El Espíritu nos guiará a toda verdad. Con frecuencia me pregunto por qué a algunas personas se les hace tan difícil entender la Biblia. La razón es que las inclinaciones de su corazón no son rectas. Es posible que todo lo tomen en forma demasiado personal. Como resultado, su mente no puede recibir la luz de la Palabra de Dios. El corazón se corrompe, y la mente lo sigue. Si el corazón no está en paz y equilibrado, la mente se corrompe. Alguien dijo que Eva no cayó por comer del fruto prohibido sino porque sus motivos no eran rectos. Cuando ella habló con Satanás, su corazón no hallaba satisfacción en Dios y ya estaba corrupto. Poco después, en Génesis 6, hallamos que todos los pensamientos del corazón de los hombres era de continuo solamente el mal. Su mente se corrompió debido a que su corazón se había corrompido.
Un hermano en el Occidente dijo que antes que Eva comiera del fruto prohibido, ya había caído. Cuando ella añadió las palabras “ni le tocaréis” en su conversación con Satanás, ya se ve la impureza de su corazón. En Génesis 6, Dios afirma que todos los pensamientos del corazón de los hombres era de continuo solamente el mal. Primero, el corazón deja de ser recto; en segundo lugar, el hombre se aparta de la vida de Dios, y por último, los pensamientos vienen a ser totalmente malos. Cualquier creyente que tenga un corazón recto puede leer la Biblia y recibir la luz de Dios al hacerlo, conocer la voluntad de Dios fácilmente y recibir plena gracia de Dios.
Si usted quiere saber si el corazón de una persona es puro y si su mente es recta, sólo necesita hablarle. Quien tiene una mente recta sabe escuchar. La mente de algunos creyentes es como una rueda; da vueltas todo el día y no escucha lo que otros dicen. Así como la rueda salpica lodo mientras gira, estos creyentes sólo formulan preguntas y no están abiertos a la verdad. Esta condición indica que la mente de la persona tiene un problema. Una mente así no es recta porque el corazón no lo es. Una persona que interrumpe constantemente la conversación de otros, deja ver que hay una enfermedad en su corazón. Cuando escuchamos a otros podemos añadir algunas palabras para indicar que estamos de acuerdo o que no lo estamos, pero las interrupciones constantes son una señal de que el corazón está enfermo.
Si los pensamientos de su mente dan vueltas continuamente, su mente debe de estar enferma. En tal condición la persona no puede escuchar a otros y tampoco puede escuchar cuando Dios le habla. La raíz de la enfermedad está en el corazón. Un corazón que se justifica, que está confiado en sí mismo, que cree en su inteligencia o se basa en algún prejuicio, no podrá escuchar a otros. No poder escuchar a los demás es un síntoma de que nuestra mente está enferma. Pero la raíz de esta enfermedad es un corazón que no es recto. No importa cuánto escuchemos, debemos transferir lo que escuchamos a nuestro ser interior para poder entenderlo. Este trabajo es similar a traducir un idioma. Para uno poder entender una idea, ésta debe ser percibida en el idioma que uno comprende. El trabajo de “traducción” que se efectúa dentro de uno es rápido. Si uno no entiende lo que otros dicen, significa que su mente carece de la facultad de “traducir”. Si una persona entiende mal lo que otros le dicen, significa que su mente no traduce bien. Una vez estaba predicando en cierto lugar, y dije que el hombre no es salvo por sus obras sino por lo que Dios realizó. Había dos ateos entre la audiencia. Después de escuchar mis palabras, ellos dijeron: “El sólo está exhortando a la gente a hacer el bien”. Muchas personas están llenas en su interior y no pueden recibir la Palabra de Dios. Si no nos vaciamos de lo que tenemos por dentro, nunca podremos entender la Palabra de Dios. Nuestro corazón debe ser humilde como el de un niño y debe estar dispuesto a aprender. Debemos decirle a Dios: “Señor, no sé si lo que está diciendo esta persona es bueno o malo, correcto o incorrecto. Te pido que me des el juicio apropiado para saber qué es correcto y qué es incorrecto”. Al hacer esto, veremos lo que Dios quiere que veamos. Muchas personas piensan que la incapacidad de entender la verdad se debe a que la mente tiene defectos, pero en realidad, la causa básica es la enfermedad del corazón.
Algunas personas piensan mucho; otras están vacías en su intelecto y no piensan. Algunas veces las personas tienen pereza intelectual y no quieren pensar mucho. Algunas veces sienten que son torpes y no pueden pensar con lógica. La condición mental de un creyente se halla en una de estas dos categorías: no pueden dejar de pensar o son perezosos y no piensan en nada. Algunos creyentes tienen muy mala memoria y sólo pueden confiar en su agenda. Yo personalmente no me opongo a tener agendas. Pero si un creyente depende de su agenda para recordar sus compromisos, debe de tener una debilidad en su mente. La señora Penn-Lewis dijo que los creyentes no deben ser esclavos de sus agendas. Obviamente habrá ocasiones en que olvidaremos compromisos o citas. Algunas cosas no dejan una impresión profunda en nuestra mente y las olvidamos. Esto es natural. Pero si la impresión es profunda y aún así no podemos recordarla, debe de haber algún problema. No es normal tener amnesia u olvidar las cosas fácilmente. Si no podemos controlar nuestros pensamientos, esto es síntoma de un intelecto enfermo. Cuando estamos imposibilitados no podemos usar nuestros miembros. De la misma manera, la única razón por la que nuestro intelecto no podría ejercitarse sería que tuviera alguna debilidad. Si un hombre no puede pensar por sí mismo, y solo puede actuar por las sugerencias que otros le hacen, se convierte en una persona pasiva intelectualmente. Una mente que no puede pensar está enferma, pero una mente que piensa continuamente, también expresa enfermedad. Pensar constantemente muestra la incapacidad de detenerse, mientras que no pensar expresa la incapacidad de actuar. Ambas son enfermedades. La mente de algunas personas es torpe y parece estar atada, lo cual les impide pensar. Esta condición es tan errada como la de quienes no pueden dejar de pensar.
He mencionado sólo unos cuantos síntomas de una mente enferma. La raíz de toda enfermedad puede hallarse en el corazón. Muchas personas están deprimidas y su mente es torpe debido a que ellas son perezosas en su corazón. Es similar al caso de los pacientes que se acostumbran a la enfermedad, y llegan a preferir estar enfermos. Les agrada más estar enfermos que tener que levantarse para ir a trabajar. Muchas veces cuando la mente está muy cansada para pensar o trabajar, debe tomar un descanso. Pero si la persona siempre evita trabajar, su corazón es perezoso. Cuando la mente de un hombre piensa demasiado o cuando no piensa en absoluto, es un síntoma de una mente enferma.
El apóstol dijo en Efesios 4:18 que los gentiles están ajenos a la vida de Dios debido a la dureza de su corazón; por lo cual la luz de Dios no puede brillar en su entendimiento. Debido a esto, tanto su mente como la función de la misma se hallan entenebrecidas. La condición de su mente obedece a la dureza de su corazón. Esta es la verdadera condición de los gentiles. A los ojos de Dios existe el peligro de que los creyentes se encuentren en esa misma condición.
Deseamos saber cómo podemos renovar nuestra mente. Tenemos una vida nueva y un corazón nuevo. Nuestra mente fue renovada e iluminada por la luz de Dios por lo menos en una ocasión. Lo que necesitamos hacer ahora es abrir nuestra mente a Dios diariamente, de tal modo que podamos recibirlo todo de Dios, conocer Su voluntad, entender Su deseo y comprender lo que enseña la Biblia. Hoy queremos dar énfasis a esto. Hermanos, ¿desean ustedes entender la voluntad de Dios y lo que El desea? ¿Quieren entender lo que la Biblia enseña? Si tal es el caso, necesitan que su mente sea renovada.
En el pasaje de Efesios 4:17-24, el apóstol dice que debido a que hemos oído y hemos sido enseñados conforme a la realidad que está en Jesús, debemos manifestarlo de una manera práctica. Lo que consta en los versículos 20-24 es la base de la exhortación que viene después. En otras palabras, los versículos 20-24 son los hechos cumplidos que los creyentes poseen en el Señor, y los versículos siguientes muestran la conducta que un creyente debe tener basándose en estos hechos. No voy a hablar en esta ocasión de todo este pasaje; sólo voy a examinar la renovación de la mente y su relación con el viejo hombre y el nuevo, basándome en la posición que tenemos en el Señor. En cuanto al hecho realizado por Cristo, ya nos despojamos del viejo hombre. Sin embargo, esto no significa que en la experiencia no veamos la sombra del viejo hombre. En posición, nuestra mente fue renovada, pero esto no quiere decir que no necesitemos que nuestra mente sea renovada frecuentemente, lo cual es esencial.
Leemos en los versículos 22-23: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Note que en la expresión “el espíritu de vuestra mente” se ve una relación entre el espíritu y la mente. Si queremos que el espíritu de nuestra mente sea renovado, debemos despojarnos del viejo hombre, pues si no lo hacemos, no podremos experimentar la renovación de nuestra mente.
Despojarse del viejo hombre es un asunto específico; es como pasar por una puerta; no es como andar por una calle que se extiende indefinidamente. Una puerta es diferente a una calle. Pasar el examen de admisión de un colegio es como pasar por una puerta, mientras que estudiar en el colegio es como caminar por una calle. Si un creyente desea saber si su mente ha sido renovada, sólo debe preguntarse si se ha despojado de su viejo hombre, es decir de su pasada manera de vivir y si se ha vestido del nuevo hombre. Noten además que en Romanos 6 se habla del viejo hombre en un tono diferente. Romanos 6:6 habla de los hechos que el Señor ya cumplió; dice que nuestro viejo hombre fue crucificado. Por lo tanto, nosotros sólo necesitamos darlo por realizado y creer en el hecho. Efesios 4 no habla de ser crucificados sino de despojarnos. La crucifixión es algo que debemos creer, es un asunto de fe. Pero despojarnos es un asunto de la voluntad. Despojarnos es un acto voluntario. No sólo debemos creer que nuestro viejo hombre fue crucificado, sino que también debemos ejercer nuestra voluntad para hacer a un lado nuestro viejo hombre. Si sólo ejercemos nuestra fe, sin ejercer la voluntad para despojarnos del viejo hombre, no habrá resultados. Necesitamos tanto nuestra voluntad como nuestra fe.
Este pasaje nos muestra que si queremos que nuestro entendimiento y nuestra mente sean renovados, debemos específicamente despojarnos del viejo hombre. Si queremos ser renovados continuamente, debemos despojarnos del viejo hombre continuamente. Así como usamos nuestra voluntad para quitarnos la ropa y ponerla a un lado, debemos ejercer nuestra voluntad para despojarnos del viejo hombre y hacerlo a un lado. Todo lo que pertenece al viejo hombre, ya sean nuestras palabras, nuestros pensamientos o nuestra conducta, debe ser deliberadamente puesto a un lado; debemos rechazar todo lo pecaminoso, lo impuro y lo que pertenezca al yo. Al mismo tiempo, debemos buscar al Señor con un corazón sincero y confiar en que el Espíritu Santo renovará nuestra mente. Esta renovación corresponde al Espíritu Santo. Si quitamos todos los obstáculos y confiamos en que El realice dicha renovación, veremos que nuestra mente será renovada gradualmente.
Debemos prestar atención a algo más: el problema de la mente del hombre se origina en su corazón; por lo tanto, si la mente ha de ser renovada, el corazón afectado debe corregirse primero. Este cambio no tiene nada que ver con mejorar el corazón. Un motivo impuro obstaculizará la luz de Dios. Algo tan diminuto como una pequeña hoja, puede tapar la luz del sol. Un pecado pequeño puede obstruir la luz de Dios. Muchas personas tienen pecados en su corazón; pero una vez que les hacen frente, todo lo demás se resuelve. Si el creyente tiene un corazón puro, entenderá la voluntad de Dios; de lo contrario, no podrá.
Si uno está dispuesto a decirle a Dios: “Dios, si Tú me instruyes ahora mismo, te lo agradeceré y si no, no te insistiré”. Dios lo puede instruir. Y cuando uno escuche la predicación de otra, le preguntará a Dios: “¿Dios, estoy equivocado yo? ¿Lo que él acaba de decir es correcto o no?” En la manera como un creyente escucha un mensaje se ve si su corazón es puro.
Lo más valioso de que nuestra mente sea renovada es que nos permite abrirnos o cerrarnos a nuestros pensamientos. Una mente renovada podrá conocer la voluntad de Dios, podrá controlar y aclarar sus pensamientos, y podrá discernir, recibir y entender las palabras de los demás.
En Efesios 4:24 dice: “Y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. Esta es nuestra conducta, vista desde el lado positivo. Si queremos renovar nuestra mente continuamente, debemos vestirnos del nuevo hombre en la práctica, lo cual es un acto voluntario. ¿Qué significa vestirse del nuevo hombre? Nuestro nuevo hombre, el cual concuerda con la imagen de Dios, fue creado en la justicia y santidad de la realidad. En otras palabras, las características del nuevo hombre son la justicia y la santidad de la realidad. La justicia es la manera en que Dios actúa, y la santidad es Su naturaleza.
Podemos hablar de tres aspectos de Dios: (1) la gloria, que se refiere a Dios mismo; (2) la santidad, que se relaciona con la naturaleza de Dios, y (3) la justicia, que tiene que ver con la manera como Dios actúa. Fuimos creados a la imagen de Dios, lo cual se relaciona con la justicia y la santidad de Dios; no podemos ser como Dios en Su gloria ya que ésta tiene que ver con la deidad, de la cual no participamos. Pero tenemos la justicia y la santidad de Dios; por lo tanto, si el creyente quiere ser como Dios, debe permitir que la naturaleza de Dios actúe como a Dios le plazca. ¿Cuántos creyentes son conscientes del pecado? Me avergüenza tener que decir que el sentir que tengo de mi pecado no es lo suficientemente profundo. La señorita M. E. Barber tenía un entendimiento profundo del pecado y de la santidad de Dios. Normalmente uno siente orgullo o celos, pero no sabe lo que es el orgullo ni los celos. Pero si usted conversara con la señorita Barber, tendría una actitud diferente al respecto. Ella aborrecía el pecado y lo confrontaba en el más mínimo detalle. Ella era muy estricta consigo misma y, en consecuencia, era muy recta con los demás. Cuando alguien se acercaba a ella, podía darse cuenta de cuán orgulloso y celoso era. Ella verdaderamente conocía a Dios. Dije ya en varias ocasiones que no podemos conocer las verdades de la predicación de un hombre, sino que sólo podemos percibir las verdades que él practica.
Si usted se rinde al pecado la primera vez, será insensible éste la segunda y la tercera. Si usted llama al pecado por su nombre y lo reconoce como tal, y si tiene el punto de vista acertado y la actitud correcta con respecto al pecado la primera vez, podrá hacerle frente en la próxima ocasión. Pero si no considera el pecado como tal la primera vez ni le hace frente, sino que piensa que perder la calma es algo normal, cometerá el mismo pecado la próxima vez. Quien no conozca el pecado no conocerá la santidad. ¿Qué es santidad? La santidad consiste en saber lo que es el pecado. Adán y Eva antes de pecar eran inocentes, pero no eran santos. Sólo aquellos que saben lo que es el pecado, conocen el significado de la santidad.
¿Qué es la injusticia? Todo lo que es impropio es injusto. Inicialmente, yo no sabía lo que era la injusticia. Una vez leí una historia en una revista que decía que un hombre había escuchado a alguien predicar en una capilla. Después de predicar, el orador descendió para sentarse junto con el auditorio. Al tomar asiento, involuntariamente pisó el abrigo de una dama que estaba sentada frente a él, y se lo ensució. El alejó el abrigo de su zapato con el pie sin sacudir la tierra ni ofrecerle disculpas a la dama. El hombre que había escuchado el mensaje criticó al predicador diciendo que lo que él había hecho era injusto. ¿Qué es ser injusto? Ser injusto es estar en deuda con alguien. Si el hombre no se disculpa con la dama, por lo menos le debe sacudir el abrigo; de lo contrario, quedará en deuda delante de Dios.
Por lo tanto, la mente está relacionada con la vida que llevamos. Cada vez que cedemos al pecado, nos convertimos en personas injustas; no podemos tener comunión con Dios y nuestra mente queda entenebrecida. Por lo tanto, debemos despojarnos de toda impureza, de toda motivación impura y de toda injusticia; y, por otro lado, debemos vestirnos el nuevo hombre. Hermanos, debemos pasar por esta puerta. La renovación de la mente es una acción específica. No piensen que lo único que necesitamos es crecer gradualmente.
Hace muchos años leí en una revista que la señora Penn-Lewis solía decir: “Si su espíritu está obstruido se debe a que su mente está obstruida”. En otras palabras, el espíritu está cerrado porque la mente está cerrada. Estas palabras me parecieron muy valiosas, pero mi vida espiritual en aquel entonces era muy superficial, por lo cual no pude entenderlas completamente. Más adelante, me di cuenta de cuán verdaderas eran estas palabras. Si la mente de una persona está cerrada, su espíritu también estará cerrado. Debido a que el espíritu se expresa por medio de la mente, no podrá tener una salida, si la mente está cerrada. Aunque una corriente eléctrica tiene poder, si el filamento de la bombilla está roto, la luz no podrá brillar. Esto no quiere decir que a la central eléctrica se le ha agotado la energía, sino que la electricidad no puede circular por la bombilla. De la misma manera, si nuestra mente está cerrada, nuestro espíritu no podrá expresarse. Quisiera ser aún más claro para comunicarles esta verdad profunda y ayudarles a renovar su mente. Si su mente está cerrada, su poder espiritual no tendrá ninguna expresión.
No digo que nuestra mente puede ayudar en la obra que Dios hace en nosotros; pues la mente sólo tiene poder anímico o psíquico. Pero si la mente de un creyente no es renovada, su espíritu no hallará forma de expresarse y Dios no podrá usarlo. Pedro dijo: “Estos no están ebrios” (Hch. 2:15). Si ellos hubieran estado ebrios, su mente no habría estado despejada. Si su mente no hubiera estado despejada, no habrían tenido un espíritu abierto para que Dios los usara. Aquellos a quienes Dios usa en gran medida son equilibrados en su espíritu, su entendimiento, su mente, su modo de pensar y en su lógica. La medida de conocimiento que ellos puedan tener es otro asunto; no todos los que han sido usados por Dios han tenido mucho conocimiento.
Si nuestra mente es renovada y nuestro entendimiento es rápido, podremos comprender la voluntad de Dios, conocer Su deseo y entender la Biblia.
Romanos 12:1-2 dice: “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional. No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Una vez más se menciona la renovación de la mente. Pablo nos exhorta a que presentemos nuestros cuerpos a Dios para servirle. La renovación de la mente se basa en esta consagración.
¿Hay cosas que los atraen a ustedes, los retienen y los atan? Si pueden consagrar estas cosas a El y ponerlas en el altar, su mente renovada será doblemente fortalecida por Dios, y ustedes podrán entender la voluntad y el deseo de El; también podrán pensar en todo lo relacionado con Dios y entenderlo. Al mismo tiempo, podrán impartirlo a otros. Debemos practicar esto de una manera definitiva delante de Dios. El resultado será que la mente de uno entenderá la voluntad de Dios, y uno podrá ver claramente y comprobar cuál es la voluntad de Dios, lo que a El le agrada.
Muchas personas dicen gratuitamente: “Yo obedeceré, no importa lo que me cueste”. De hecho, ellos están muy lejos de lo que dicen y no saben de qué están hablando. Cuando el Señor iba a morir, Pedro le dijo: “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:35). Muchos son como Pedro. No saben lo que Dios les pide; no tienen ni idea de lo que Dios requiere. Por eso, no avanzan. Si usted desea ver cuán avanzada y profunda es la vida de un creyente, sólo pregúntele acerca de lo que Dios pide de él. En el caso de un creyente recién convertido que deja de fumar y apostar en juegos de azar, no se cuentan tales acciones como una evidencia de mucho crecimiento espiritual. Todos nosotros sabemos que aquello es un paso básico en el camino espiritual de una persona salva. Al poco tiempo el creyente nuevo se dará cuenta de que la envidia y el orgullo deben ser rechazados. Esta comprensión es una señal de progreso. Más adelante, Dios le mostrará que con respecto a la obra él tiene muchas opiniones. Este es un paso adicional y es más profundo. En resumen, lo que Dios exige se profundiza y se incrementa poco a poco. Algunos creyentes saben que no deben fumar ni participar en juegos de azar. Otros están conscientes de que no deben ser orgullosos ni celosos, pero no pasan de ahí. De todos modos, debemos consagrarnos a Dios en la medida de lo que hayamos visto. Sólo así nuestra mente podrá ser renovada. Al mismo tiempo, nuestra mente renovada nos mostrará cómo debemos consagrarnos a Dios.
Inicialmente, la mente de muchas personas es como la ventana de una cocina sobre la cual se ha acumulado la grasa. Después de que la mente es renovada queda como una ventana con vidrios limpios, a través de la cual pasa la luz. Una persona que tiene una mente renovada, podrá entender claramente lo que Dios exige. Su mente será hábil y rápida, y entenderá claramente los requisitos de Dios. Muchos creyentes no entienden la voluntad de Dios porque no tienen el órgano receptor apropiado. Sólo pueden adivinar, suponer o especular, pero no entienden la voluntad de Dios. Pero si la mente ha sido renovada, la persona podrá conocer la voluntad de Dios más claramente por medio de este órgano.
Romanos 14:5 dice: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”. Pablo afirma que para algunos un día es más importante que otro, y para otros, todos los días son iguales. ¿Qué medio usamos para juzgar qué es correcto y qué es incorrecto? Nuestra mente. Podemos juzgar claramente con nuestra mente. Si tenemos alguna pregunta con respecto a la voluntad de Dios, obtendremos la respuesta por medio de nuestra mente.
Lucas 24:45 dice: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”. La palabra “entendimiento” es la traducción de la voz griega nous, que por lo general se traduce mente. ¿Para qué el Señor Jesús les abrió la mente a los discípulos? Lo hizo con el fin de que ellos pudieran entender las Escrituras. Recuerde que el Señor Jesús tiene que abrir nuestra mente para que podamos entender las Escrituras. Cada vez que usted lea la Biblia, debe decirle a Dios: “Me humillo delante de Ti, me hago como un niño. No entiendo el significado de este pasaje. Por favor, concédeme la luz”. Dios le concederá el entendimiento y le mostrará Su verdad, aunque no sea necesariamente en el momento en que esté leyendo. Algunas veces la mente es abierta y uno entiende la verdad mientras camina, o mientras trabaja, o cuando se acuesta o se levanta. Una vez que Dios le abra el entendimiento, usted será cada vez más exacto y organizado. He notado en mi propia experiencia y en la de otros que Dios nunca da una verdad incompleta al hombre. Desde el comienzo, cuando leemos la Biblia, es posible que sólo entendamos pedazos sueltos, pero después Dios nos mostrará la verdad completa. Por ejemplo, conozco a un hombre en el Señor que durante cuatro o cinco meses fue atraído por la verdad en cuanto a la autoridad. Dios continuamente le mostraba en la Biblia todo lo relacionado con la autoridad. Pero, al mismo tiempo él recibía luz diariamente en otros aspectos, en su comunión matutina con Dios.
En cierta ocasión alguien me preguntó: “¿Es necesario que una persona se prepare antes de predica?” Le contesté: “Por un lado, no necesita preparar nada, pero por otro, necesita prepararse todos los días”. Debemos recibir la provisión de Dios diariamente. Debemos recibir continuamente la verdad que Dios revela a nuestra mente. Después de un tiempo, podremos comprender la verdad completamente. Un mensaje no es producto de dos horas de preparación, ya que esta clase de preparación es inútil. Muchas personas espirituales reciben verdades claras, concisas y grandes año tras año. Dios les muestra estas verdades en su mente, y ellos son sustentados por medio de dichas verdades. Al mismo tiempo, El los hace aptos para que comuniquen estas verdades a otros con el fin que éstos también sean ayudados y sustentados por estas verdades.
En este proceso de renovación, nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo, y Dios hará el Suyo. Es posible que la mente de uno sea renovada inmediatamente como también puede demorarse el tiempo que toma un niño en crecer. Lo más importante es que la renovación de la mente es determinada por la persona, pues ella deja de pensar cuando quiere y piensa cuando desea pensar. La persona debe controlarse espontáneamente. Después de que la mente es renovada, la persona no debe permitir que la controlen pensamientos procedentes de afuera. Si lo permite, su mente se enfermará nuevamente. Esto no significa que uno deba analizar sus pensamientos, pues si los analiza, su mente sufrirá. Este control debe ser tan espontáneo como abrir y cerrar los ojos. Para mover los párpados no es necesario pensar ni recibir una orden, pues se abren y se cierran espontáneamente. Es posible que al principio se requiera un esfuerzo para controlar los pensamientos, pero después de cierto tiempo, el esfuerzo se hace innecesario, pues podremos controlar los pensamientos espontáneamente. Aunque debemos controlar nuestros pensamientos, debemos hacerlo espontáneamente y con naturalidad. No necesitamos analizar ni encerrarnos en nosotros mismos, pues si lo hacemos, sufriremos y estaremos en peligro. Tengamos esto muy presente.