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Mensajes del libro «Renovados de día en día»
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Renovados de día en día

PREFACIO

  Estos mensajes fueron dados por el hermano Witness Lee a la iglesia en Anaheim, en mayo y junio de 1989.

RENOVADOS POR MEDIO DE LOS SUFRIMIENTOS

  Cuando yo era un joven cristiano, creía que Dios nos bendeciría dándonos muchas cosas buenas ya que habíamos llegado a ser Sus Hijos. Algunos predicadores le prometen a la gente que si creen en Jesucristo, no sólo serán salvos sino que además recibirán muchas bendiciones. Ellos pueden decir que estas bendiciones son felicidad, paz y gozo exteriores. Muchas personas creyeron en Jesucristo debido a eso. ¿Qué ser humano no desea bendiciones terrenales de modo que pueda tener felicidad, paz y gozo? Muchos cristianos, sin embargo, pueden testificar que cuando creyeron en el Señor Jesús, ellos no tuvieron ninguna paz exterior en su medio ambiente. A algunos incluso, se les ha prometido que recibirán paz y gozo después de que crean en el Señor Jesús. Al contrario, han perdido sus trabajos, o han tenido un accidente automovilístico. La vida cristiana no parece ser una vida de bendiciones exteriores sino de sufrimientos.

  Yo he sido cristiano por sesenta y cuatro años, desde 1925. En el largo período de mi vida cristiana, es más lo que he sufrido que la paz y el gozo exteriores que he disfrutado. La mayor parte de nosotros puede testificar que en nuestra vida cristiana ha habido más sufrimiento que paz y gozo exteriores. Cuando una pareja se casa, es un tiempo de gozo, pero muchos pueden testificar que en su vida de matrimonio es más lo que han sufrido que la paz y el gozo exteriores que han disfrutado. Muchos, después de que se casan, tienen la idea de que se casaron con la persona equivocada. La razón por la cual esto ocurre es que sufrimos en nuestro matrimonio. Tener hijos también es un asunto gozoso. Nuestros hijos pequeños son preciosos para nosotros, pero aquellos que hemos tenido hijos y los hemos visto crecer hasta que llegan a ser adultos, podemos testificar que nuestros hijos nos han traído más sufrimiento que gozo. Podríamos pensar que el apóstol Pablo fue bendecido porque no tuvo esposa ni hijos. Pablo no tuvo hijos según la carne, pero tuvo muchos hijos espirituales. El tuvo más hijos que todos nosotros. Segunda Corintios revela que los sufrimientos de Pablo vinieron principalmente de sus hijos espirituales.

  Cuando el hermano Nee nos dijo que 2 Corintios se podría considerar como la autobiografía de Pablo, yo creí que había entendido, pero en realidad no había entendido. Gradualmente, empecé a entender lo que el hermano Nee nos había dicho. En el designio de Dios todos nosotros, Su pueblo escogido, tenemos que pasar por padecimientos. No hay ninguna excepción a esto, puesto que El desea que todos seamos una nueva creación. El quiere que nosotros seamos trasladados de la esfera de la vieja creación a la esfera de la nueva creación. Este traslado es un proceso de sufrimiento. Usted puede pensar que se equivocó en su elección de un compañero matrimonial, pero por encima de toda la sabiduría que usted usó al escoger un cónyuge, con el tiempo su elección resultó ser una “equivocación”. Después de oír esta comunión, algunos que todavía no se han casado podrían pensar que es mejor no casarse, pero no casarse traerá más sufrimientos. Entonces, ¿qué haremos? En nuestros sufrimientos tenemos que estar felices interiormente. El apóstol Pablo dijo que él se regocijaba en sus padecimientos (Col. 1:24) porque entendía que todos los sufrimientos son el proceso que nos hace nuevos.

  El contexto de 2 Corintios 4:16, que dice que nuestro hombre interior se renueva de día en día, nos muestra que esta renovación tiene lugar por medio de los sufrimientos. Pablo llamó los sufrimientos que él atravesaba “la muerte de Jesús”. En 4:10-11 Pablo dijo: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Según el griego, “la muerte de Jesús” es el “matar”. El matar de Jesús significa que Jesús nos mata, nos pone en muerte, todo el tiempo. La muerte aquí equivale a la cruz. La muerte de Jesús es la operación de la muerte, la operación de la cruz.

  El Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que si ellos iban a seguirlo a El, tenían que tomar cada uno su cruz (Mt. 16:24). Si vamos a seguir al Señor, tenemos que tomar nuestra cruz y seguirle. Si no tomamos la cruz, no podemos seguir al Señor. Nuestros jóvenes tal vez estén anhelando un futuro promisorio y floreciente, pero Jesús nunca ha prometido semejante cosa. El le dijo a Pedro que tomara su cruz y le siguiera a El. Más tarde le dijo: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto añadió: Sígueme” (Jn. 21:18-19). Lo que el Señor quería aquí era preparar a Pedro para que le siguiera a la muerte. Los sufrimientos por los que pasamos son un proceso que nos traslada de la esfera de la vieja creación a la nueva creación.

  Pablo, quien era modelo de un cristiano victorioso y vencedor, sufrió mucho más que nosotros (Hch. 9:16). El nos dijo en 2 Corintios 4:11 que era siempre entregado a muerte. El estaba bajo el inmolar de la cruz todos los días. El moría cada día para poder ser renovado cada día. Es por esto que Pablo nos dijo en 2 Corintios 4:16 que no desmayamos, no nos desanimamos y no nos decepcionamos. Esto se debe a que “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (v. 17). El sufrimiento por el que pasamos para ser renovados no se puede comparar con la gloria de que seamos nuevos. De hecho, la vida cristiana no es una vida de sufrimiento. La vida cristiana es una vida de ser renovados de día en día. Aun así, esta renovación viene por el sufrimiento. A Dios no le gusta ver que Sus hijos sufran, pero nosotros tenemos que pasar por el proceso de sufrimiento.

  Nosotros siempre soñamos con tener una gloriosa vida de la iglesia. El coro de uno de nuestros himnos empieza con la expresión “Gloriosa vida de la iglesia” (Hymns #1221). Por un lado, la iglesia es gloriosa, pero por otro, ninguna iglesia es gloriosa exteriormente. Ninguna de las iglesias que Pablo estableció era gloriosa exteriormente. Todas ellas tenían problemas. Cuando yo era un cristiano joven, escuché a alguien dar un mensaje en el que decía que la mejor iglesia era la iglesia en Filipos. Sin embargo, cuando estudié el libro de Filipenses, vi que había allí dos hermanas que tenían un desacuerdo (4:2). También había murmuraciones y contiendas entre los filipenses. Es por esto que Pablo les encargó que hicieran todo sin murmuraciones y contiendas (2:14). Si leemos la Epístolas de Pablo detenidamente, podemos ver que las iglesias establecidas por él no eran gloriosas como habríamos esperado nosotros.

  Cuando vine al recobro del Señor, vine con la esperanza de que todo sería glorioso. El Señor me llamó a dejar mi trabajo, y a servirle a El tiempo completo. Fui llevado por el Señor al centro de la obra en Shanghái, y empecé a ver que sufrimiento tras sufrimiento le venía a aquel que estaba encargado de la obra, el hermano Watchman Nee. El era una gran “sombrilla” que recibía toda la persecución y los ataques. Algunos de los hermanos que conocían al hermano Nee decían que él no tenía ni un solo día de paz. El sufrió toda su vida.

  La situación de la vida de la iglesia puede parecer pobre a veces, pero no debemos desmayar porque estamos pasando por un proceso de renovación. Cuando pasamos por ciertas enfermedades, nuestro cuerpo físico desarrolla resistencia a aquellas enfermedades haciéndonos más fuertes. Aun aprendemos a cuidamos mejor cuando pasamos por enfermedad física. Hace muchos años se me desarrolló una úlcera en el estómago. Además de eso contraje tuberculosis. Esa enfermedad casi me lleva a la muerte. Al atravesar por esa enfermedad, no obstante, me fortalecí. Después de que una persona pasa por una enfermedad y luego se sana, llega a ser fuerte. Por tanto, no debemos desmayar. Después de que la iglesia haya pasado por mucho sufrimiento, debemos tener la certeza de que la iglesia será más fuerte.

  En la obra en la China continental cuando yo estaba allí, el hermano Nee era la “sombrilla”, así que él llegó a ser el blanco de los ataques del enemigo. Desde que comenzó la obra en la isla de Taiwán y se extendió a todos los continentes en estos últimos treinta años, espontáneamente yo he llegado a ser la “sombrilla”. Desde que soy la “sombrilla”, todos los dardos del enemigo se han dirigido a mí. Sin embargo, tengo que testificar que pese a todos los ataques estoy más fuerte que nunca. Hoy en día trabajo mucho más que lo que trabajaba hace veinte años. Leo en su totalidad casi cada libro que publicamos. Después de revisadas las publicaciones, las recibo para leerlas. Sólo leerlas requiere mucho tiempo, pero con frecuencia tengo que laborar más para que los escritos sean satisfactorios. Además de esto, también doy muchas conferencias y tengo muchas reuniones, y esto requiere que viaje mucho. Algunos de los que me rodean se preocupan porque yo trabajo mucho, siendo ya mayor de ochenta años, pero todos debemos darnos cuenta de que estamos destinados a sufrir a fin de que seamos renovados.

  Pablo les dijo a los tesalonicenses en 1 Tesalonicenses 3:3: “A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos”. La nota 32 en la Versión Recobro dice: “Dios nos ha destinado, nos ha puesto, para que pasemos por aflicciones. De ahí que, las aflicciones son la porción que Dios nos ha asignado, y El nos ha puesto, nos ha colocado en una situación de aflicciones”. Hemos sido puestos para los sufrimientos. La señora Guyón decía que ella besaba las cruces que se le presentaban, pero yo no diría eso. Agradezco a Dios por los sufrimientos, pero no diría que los recibo gustoso. Sin embargo, no peleo en contra de los padecimientos. La razón por la cual estoy calmado en medio de los sufrimientos es que entiendo que la bendición verdadera no es la paz y el gozo exteriores, sino la verdadera renovación en nuestra vida cristiana.

SER RENOVADO CADA MAÑANA PARA SER RENOVADO DE DIA EN DIA

  En Mateo 13:43 los vencedores son comparados con el sol que brilla en el reino de su Padre. El sol se levanta fresco cada mañana. Si hemos de ser los vencedores, el sol, tenemos que levantamos cada mañana para ser avivados por el Señor. Proverbios 4:18 dice: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Debemos seguir el sol para ser avivados y para tener un nuevo comienzo cada mañana. Nuestra senda es como la luz de la aurora que va en aumento hasta la plenitud del día. Me gusta la expresión de Pablo en 2 Corintios 4:16: “de día en día”. La vida cristiana no tiene un solo día. Estamos siendo renovados de día en día. Esto significa que tenemos que ser avivados por el Señor día tras día. Tal vez ayer por la mañana hayamos tenido un avivamiento, pero esta mañana necesitamos otro, y mañana otro. Cada año necesitamos trescientos sesenta y cinco avivamientos para ser renovados de día en día.

RENOVADOS DE DIA EN DIA POR LA CRUZ, POR EL ESPIRITU SANTO, POR NUESTRO ESPIRITU MEZCLADO Y POR LA SANTA PALABRA

  Dios tiene las mejores provisiones para ayudamos a recibir la renovación. La primera provisión es la cruz, la muerte de Jesús. Según 2 Corintios 4, Pablo estaba siempre bajo el poder aniquilador de la cruz, la muerte del Señor. La cruz es la más grande ayuda que tenemos para lograr la renovación.

  La segunda provisión es el Espíritu Santo. Tito 3:5 habla de “la renovación en el Espíritu Santo”. Tenemos el Espíritu Santo en nosotros. Su obra primordial es, en primer lugar, regenerarnos y luego renovarnos diariamente. Estamos recibiendo la nueva suministración del Espíritu diariamente que nos renueva metabólicamente. Gracias al Señor que tenemos semejante Espíritu que nos renueva. La tercera provisión que Dios nos da es nuestro espíritu mezclado, nuestro espíritu humano mezclado con el Espíritu divino. En nuestro espíritu mezclado mora, obra y nos renueva el Espíritu Santo. Efesios 4:23 dice que necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestra mente. Nuestro espíritu es el lugar donde recibimos la renovación. Nuestro espíritu mezclado se difunde a nuestra mente, llegando a ser así el espíritu de nuestra mente. Es en este espíritu que somos renovados para nuestra transformación.

  Muchas veces cuando sufrimos, nos preguntamos: “¿Por qué estoy sufriendo? ¿Cuál es la razón?” Muchos maestros cristianos les dicen a las personas que si son cuidadosas en obedecer al Señor, sufrirán menos, pero la experiencia de muchas personas espirituales a lo largo de la historia de la iglesia ha sido completamente lo opuesto. Mientras estamos en medio de los sufrimientos, necesitamos recibir renovación. De otro modo, los sufrimientos por los que pasamos no tendrán significado alguno para nosotros. En nosotros hay un refugio. Este refugio es nuestro espíritu. Necesitamos volvernos de nuestra mente a nuestro espíritu. Entonces estamos a salvo, escondidos y resguardados de cualquier ataque. Es en nuestro espíritu que seremos renovados.

  Además de la cruz, el Espíritu Santo y nuestro espíritu, tenemos la santa Palabra. La Cabeza del Cuerpo limpia la iglesia, Su Cuerpo, en el lavamiento del agua por la palabra (Ef. 5:26). Debido a que he estudiado la Biblia por tanto tiempo, puedo recordar capítulos tales como Mateo 1 y Romanos 8. Cuando simplemente pienso en el contenido de estos capítulos, soy lavado. Cuando pienso en Romanos 8:4 —andar conforme al espíritu— soy lavado. Todos necesitamos recibir el lavamiento del agua por la palabra diariamente.

  Quizá nos parezca que algunas de las cosas por las que pasamos no son justas, pero debemos darnos cuenta de que la cruz no es justa. Cuando Pilato sentenció a muerte al Señor Jesús, ¿fue aquello justo? ¿Fue acaso el Señor Jesús clavado en la cruz justamente? ¿Cuál de las cosas que le sucedieron al Señor Jesús fue justa? Todo lo que le pasó al Señor Jesús fue injusto. No debemos decir: “Esto no es justo”. Ningún sufrimiento es justo. El Señor pudo haber respondido así: “Bien, el padecimiento mismo no es justo, pero el llamado que te hago a sufrir sí es justo. Yo tengo todo el derecho de ponerte en este tratamiento injusto, para que puedas recibir la renovación”. Algunos de nosotros estamos todavía sometidos a algún grado de sufrimiento. Tenemos que aprender a volvernos a nuestro espíritu. Este es nuestro refugio, nuestro escondite, para recibir la renovación. Puesto que somos humanos, según nuestro pensamiento y nuestra consideración, lo que estamos atravesando no es justo. Tal vez ni siquiera seamos capaces de aceptar la situación en que estamos, pero si nos llegamos a la Palabra, no importa el capítulo o el versículo, la palabra nos lavará. Hay agua en la palabra para que seamos lavados. El lavamiento es sinónimo de la renovación. Por medio de estos cuatro elementos —la cruz, el Espíritu Santo, nuestro espíritu mezclado y la santa Palabra— podemos recibir la renovación.

LLEGAR A LA MESA DEL SEÑOR EN NOVEDAD

  Me gustaría también decir algo en cuanto a la reunión de la mesa del Señor. Cuando venimos a la mesa del Señor, necesitamos renovación. Cuando el Señor Jesús estableció la mesa, El dijo: “Desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mt. 26:29). El Señor estableció aquí un principio. El nunca estará dispuesto a recibir una reunión de la mesa que sea vieja. La mesa que El preparó era nueva, y la mesa de la que El participará en el reino de Su Padre será nueva. Tenemos que llegar a la mesa del Señor en una manera nueva, en el principio de novedad. ¿Cómo podemos nosotros venir a la mesa en novedad? Tenemos que darnos cuenta de que todo lo negativo es una causa y un factor de vejez. Las cosas negativas nos hacen envejecer.

  Cuando venimos a la mesa del Señor, debemos hacer primero una confesión completa de todas las cosas negativas, y tenemos que resolverlas todas. Tenemos que confesar todas las cosas negativas que se interponen entre nosotros y Dios, y entre nosotros y el hombre, y tenemos que acabar con dichas cosas. Nuestra relación debe ser correcta y positiva con Dios y con el hombre (Hch. 24:16). Si no lo es, necesitamos una confesión completa, y una aclaración completa. Otra cosa que nos hace viejos es el no perdonar a otros. Perdonemos siempre a otros (Mt. 18:21-22, 35; Ef. 4:32; 5:2), y procuremos siempre ser perdonados (Mt. 5:23-24). Debido a que somos seres humanos, somos ofendidos y ofendemos. En tanto que nos reunamos como rebaño, nos ofenderemos unos a otros. ¿Qué esposo y esposa no se han ofendido jamás el uno al otro? Ya que Dios ha puesto a dos personas juntas en un matrimonio, y puesto que éstas están tan cerca la una de la otra, dichas personas se ofenderán mutuamente con frecuencia. Estas ofensas son la causa de la vejez. ¿Cuál es la manera de deshacernos de esta vejez? La manera es perdonarnos los unos a los otros. Debemos perdonar a otros y procurar ser perdonados. Uno de los “proverbios” del hermano Nee para una saludable vida de matrimonio era que tanto el esposo como la esposa necesitaban aprender a decir: “Lo siento, perdóname”. Si no aprendemos a decirnos esto el uno al otro en nuestra vida matrimonial, nos meteremos en problemas. Debemos aprender a decir a nuestro cónyuge: “Lo siento, perdóname”. Necesitamos orar que la comunión de este mensaje llegue a ser nuestra experiencia diaria, a fin de que podamos entrar más en la realidad de ser renovado de día en día.

  Este mensaje fue dado por el hermano Witness Lee a la iglesia en Anaheim, el 14 de mayo de 1989.

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