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Mensajes del libro «Reunirnos para hablar la Palabra de Dios»
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Reunirnos para hablar la Palabra de Dios

PREFACIO

  Los mensajes que componen este libro, al igual que otros dos libros relacionados, los cuales se titulan The Full Knowledge of the Word of God [El pleno conocimiento de la Palabra de Dios] y Todos pueden hablar la palabra de Dios, se dieron en octubre de 1985 en Taipéi, Taiwán, durante un entrenamiento en el cual el autor habló tres veces al día. Estos mensajes fueron traducidos del chino.

DEBEMOS PROFETIZAR UNO POR UNO

  Los traductores de la Biblia al chino tradujeron 1 Corintios 14:31 de esta manera: “Porque todos podéis ser profetas para enseñar”. La palabra enseñar todavía tiene el sabor de religión. Nuestra Versión Recobro en chino ha dado un paso adelante al traducir esto “profetizar para hablar”. Hace más de diez años en Estados Unidos, con base en este pasaje de la Biblia, yo dije: “Todos podemos ser profetas, evangelistas y maestros, todos somos oradores”.

  En 1 Corintios 14:23-25 dice: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar [...] Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido [...] y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. Quizás ustedes quisieran discutir conmigo diciendo que Pablo dijo “si” todos profetizan. Es cierto que dijo eso; pero si no fuese posible que todos profetizaran, ¿qué objeto tendría que Pablo dijera eso? Por lo tanto, si leemos el contexto, notaremos que el deseo de Pablo era que cuando toda la iglesia se reuniera en un solo lugar, todos profetizaran. Si algunos amigos del evangelio vinieran a nuestra reunión esta noche y vieran el salón de reuniones lleno de santos que están de pie tanto en la planta de arriba como en la planta de abajo, listos para profetizar uno por uno, ellos quedarían completamente subyugados por lo que ven y oyen.

TODO LO QUE ESTÉ POR DEBAJO DE LA NORMA ESTABLECIDA EN LA BIBLIA HA CAÍDO EN DEGRADACIÓN

  Hace veintiocho años en Taipéi, vinieron a verme cinco líderes del cristianismo. Ellos dijeron: “Nos parece muy serio que usted se refiera al cristianismo como ‘el cristianismo degradado’ ”. Inmediatamente les pregunté: “Si el cristianismo no está degradado, entonces ¿qué significa para ustedes la palabra degradado?”. Cuando hablo del cristianismo degradado no me refiero solamente a los de afuera. Incluyéndonos a nosotros mismos, todo lo que esté por debajo de la norma de la Biblia ha caído en degradación. Hoy en día, el cristianismo está completamente degradado, y nosotros también nos hemos acostumbrado a una condición degradada. Tenemos la vida del Señor y el Espíritu del Señor, y a diario leemos Su Palabra. ¿Cómo podemos venir a la reunión sin decir ni una palabra? ¿No es eso asombroso? No me gusta hablarles de manera desagradable, pero les digo esto porque los amo; y no sólo porque los amo, sino porque en mi interior siento una carga pesada. Esta carga me obliga a laborar hasta agotar todo mi ser y aun lo agotaré hasta la muerte. Incluso me aflige, me quita el sueño y el apetito.

  Al comienzo del mes de septiembre hubo una reunión especial en el área de la bahía de San Francisco. Ese fin de semana los jóvenes de siete ciudades de esa área me invitaron a asistir por la noche a un ágape, una cena. Así que fui muy contento. En mi interior me sentía lleno de regocijo de poder ver todo ese salón lleno de jóvenes. Pensé que al menos podría descansar y disfrutar durante esas dos horas. Sin embargo, para mi sorpresa, un hermano que ejerce el liderazgo en una de las localidades y quien también es un colaborador en esa área, repentinamente se puso de pie y pidió que se cantara un himno. Puesto que lo conocía muy bien y no me sentía en la obligación de ser muy cortés, rápidamente le pedí su atención y le dije: “¿Qué estás haciendo? ¿Estás tomando la iniciativa?”. Entonces me volví a los jóvenes y les pregunté: “¿De quién es esta reunión?”. Ellos respondieron: “¡Es nuestra reunión!”.

  Ese día intencionalmente quise mostrarles a todos que los ancianos y los colaboradores no debían volver a hacer esto. Puesto que los jóvenes habían iniciado ese ágape, ¿qué necesidad había de que los colaboradores pidieran los himnos? Es como una familia numerosa en la cual el padre ha estado a cargo por tanto tiempo que sigue resolviendo todos los problemas familiares aun después que su hijo ha cumplido cincuenta y ocho años y tiene sus propios nietos. Una vez que el anciano padre aparece, ¿quién se atreve a decir algo? Después de oír esto, los jóvenes del área de la bahía respondieron: “Hoy hemos fallado. Déjenos volver a intentar mañana”. Así que les dije: “¡Excelente!”. Es por eso que me gustan los jóvenes; cuando fracasan, deciden hacerlo de nuevo. Luego les pregunté: “¿Hace cuánto tiempo fue salvo ese hermano que anunció el ágape de mañana?”. Ellos dijeron: “Tiene tres meses de haber sido salvo”. ¡Eso es maravilloso! Alguien que sólo tenía tres meses de ser salvo ya estaba tomando la iniciativa.

LA PALABRA DEL SEÑOR CRECÍA Y PREVALECÍA PODEROSAMENTE

  Una reunión cristiana no es un “culto dominical”, sino que más bien se asemeja a un partido de basquetbol. Puesto que hemos venido a la reunión a “jugar con la pelota”, lo primero que debemos hacer es ponernos el uniforme. En segundo lugar, debemos posicionarnos en la cancha, listos para jugar. ¿Cuál es la “pelota” con la que jugamos en la reunión? Es el hablar. Nos reunimos para hablar la palabra de Dios. No simplemente nos reunimos para hablar, sino que nos reunimos para hablar la palabra de Dios. Si nos reuniéramos simplemente para hablar, no sería necesario que laborara tanto para enseñarles. De hecho, cuando venían de camino a la reunión, ¿no hablaban constantemente? Venían hablando hasta que llegaron a la puerta del salón de reuniones, y en el momento en que estaba por empezar la reunión, todos cerraron sus bocas. Venimos a la reunión para hablar la palabra de Dios. Hermanos y hermanas, ¿saben hablar la palabra de Dios? ¿Pueden hablar la palabra de Dios? ¿Desean hacerlo? ¿Les gusta hablar la palabra de Dios? Espero que de ahora en adelante nuestras reuniones experimenten un cambio.

  Si todos ustedes vinieran a la reunión para hablar la palabra de Dios, entonces se aliviaría mi carga. No piensen que exagero. La palabra de Dios escasea en el cristianismo de hoy. Una gran parte de lo que uno oye en el edificio de una “iglesia” son anécdotas y parábolas. Todos se ríen a carcajadas y después se van a casa. Tal vez ustedes digan: “¡Alabado sea el Señor, pues la palabra abunda en el recobro del Señor!”. Es cierto que la palabra del Señor abunda en la iglesia. Sin embargo, quisiera preguntarles lo siguiente: ¿hablan ustedes la palabra de Dios? ¿Hablarían la palabra de Dios? ¿Pueden hablar la palabra de Dios? ¿Les encanta hablar la palabra de Dios?

La clave para una reunión de hogar: que todos hablen la palabra de Dios

  La clave para tener una buena reunión de hogar es que todos hablen la palabra de Dios. Si cada uno en esa reunión de hogar habla la palabra de Dios, esa reunión ciertamente crecerá en número. Hace poco, un hermano que toma la delantera en Anaheim me dijo que había contado las veces que aparece la frase “la palabra de Dios” en el libro de Hechos y descubrió que aparece con más frecuencia que el término “el Espíritu” o “el Espíritu Santo”.

  Hechos dice al menos en tres ocasiones que “la palabra de Dios crecía”. Hechos 19:20 dice: “Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor”. Aunque la palabra de Dios es rica en Su recobro, no podemos decir que la palabra de Dios haya sido propagada por medio de nosotros ni que la palabra del Señor crezca y prevalezca poderosamente. La razón por la cual no prevalece es que ustedes no hablan la palabra de Dios y los demás tampoco hablan la palabra de Dios. Casi nadie habla la palabra de Dios. Los únicos que hablan un poco son los ancianos y los colaboradores. Al tener sólo unos cuantos que hablan, es muy difícil que la palabra de Dios pueda crecer y prevalecer poderosamente.

  Supongamos que los cuatro mil hermanos y hermanas que se reúnen con nosotros regularmente en la iglesia en Taipéi empezaran a hablar todos los días, en todo lugar y en todo momento. Supongamos que cada vez que ustedes vieran a las personas, les hablaran; y sino no vieran a nadie, les hablaran a los gatos, a los perros, a las flores y al césped. Supongamos que ustedes sencillamente no dejaran de hablar, y les hablaran a los ángeles, y le hablaran al diablo. Si todos hablaran sin cesar, ¿no creen que la palabra de Dios crecería en Taipéi? En los pasados años ciertamente hemos predicado el evangelio. Hemos predicado el evangelio cada año, y cada año han habido personas que han sido salvas y bautizadas. Pero ¿por qué muchas de ellas no han permanecido? Aunque continuamente hemos dado a luz, la tasa de supervivencia no ha sido muy alta. Esto debe alertarnos que debemos cambiar completamente nuestra práctica. Debemos suministrar la palabra del Señor en diferentes niveles y utilizar diferentes materiales de enseñanza para cada nivel. De esta manera, miles de jóvenes podrán ser sustentados y alimentados. De ahora en adelante, nuestro servicio será laborar en la palabra de Dios. Todos debemos aprender a participar en este juego de pelota.

El Espíritu se mueve cuando todos hablan

  De ahora en adelante, espero que todas las iglesias del recobro del Señor que están en la isla de Taiwán pongan esto en práctica, esto es, que todos hablen la palabra de Dios desde que llegan a la reunión. Nadie debe esperar a que lleguen los hermanos que toman la delantera. Tanto los jóvenes como los viejos, deben aprender a hablar la palabra de Dios. Los ancianos y los colaboradores nunca deben reemplazar a otros. Reemplazar a otros es tener una estructura de clases. Entre nosotros nadie debe reemplazar a nadie. Tenemos muchos “jugadores”; unos son mayores y otros son jóvenes. Si mil doscientos hermanos vienen a la reunión, todos ellos deben ser jugadores. Una vez que lleguen, jueguen con la pelota uno por uno, proclamando la palabra de Dios.

  Nuestras reuniones no deben seguir determinada forma. Cualquiera puede empezar la reunión. Quien llegue primero debe empezar el juego. Usted puede empezar a orar-leer, a cantar un himno o ponerse de pie para decir algo. Tal vez usted diga: “No ha llegado nadie todavía. ¿A quién le voy a hablar?”. Usted puede hablarle al salón de reuniones, diciendo: “¡Oh, Señor! Santifica completamente este salón de reuniones. Unge cada asiento para que quien se siente en ellos te toque a Ti y perciba Tu presencia”. Hermanos y hermanas, no alcanzamos a darnos cuenta lo mucho que hemos sido envenenados por la religión. El Nuevo Testamento no nos dice que nos sentemos quietos en la reunión y esperemos a que llegue el pastor. Al contrario, 1 Corintios 14:26 dice: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación, tiene lengua, tiene interpretación”. Dice que no debemos esperar a que otros traigan algo, sino que cada uno “tiene” algo.

  En la época de Pablo, si quinientos creyentes de Corinto asistían a la reunión, ¿creen que todos ellos llegaban al mismo tiempo como soldados de un ejército? Por supuesto que no. Algunos deben haber llegado temprano y, puesto que tenían un salmo, empezaban a cantarlo. Los salmos de la antigüedad probablemente no eran numerados, así que ellos simplemente empezaban a cantar el primero que les viniera a la mente. De esta manera ellos empezaban la reunión. Quizás unas cuantas hermanas llegaban después y empezaban a cantar también, aun antes de sentarse. Luego otros santos, en cuanto llegaban y escuchaban los himnos que se cantaban en el segundo piso, también empezaban a cantar. ¡Cuán maravillosa, viviente y fresca habría sido esa reunión, y cuánto fluiría el Espíritu en ese lugar!

La palabra viene primero y después el Espíritu

  Quisiera preguntarles: ¿qué reciben ustedes primero, el Espíritu o la palabra? Yo les diría que primero reciben la palabra y después el Espíritu. La corriente eléctrica fluye desde la central eléctrica hasta el salón de reuniones. Les hago esta pregunta: ¿Qué tienen primero, la electricidad o los cables de la electricidad? No pueden decir que, puesto que no hay electricidad en cierto lugar, no hay necesidad de instalar cables, ni que puesto que no hay corriente eléctrica, sería un desperdicio instalar cables. Decir eso no es razonable, pero ustedes deben saber que si no hablan, el Espíritu no se moverá.

  Especialmente a nosotros los chinos se nos enseñó desde nuestra juventud no hablar mucho en público. Acuérdense de estos dichos chinos que tenemos: “Las enfermedades son resultado de lo que comemos y las calamidades son resultado de lo que hablamos”, “No se ponga en una situación vergonzosa si no tiene mercancía que mostrar” y “Para una persona como usted, hablar es sencillamente hacer el ridículo”. En consecuencia, hemos desarrollado el hábito de escuchar a otros y enmudecemos cuando estamos en público. Si esta noche yo solamente lo mirara usted y usted a mí, y nadie dijera nada, ¿cómo podría moverse el Espíritu? Pero si, por el contrario, uno por uno todos los que estamos aquí hablamos, en cuanto una persona empiece a hablar, el Espíritu se moverá, y cuando otra persona continúe el hablar el Espíritu vendrá. Si hiciéramos esto, el Espíritu prevalecería aquí y todos ascenderíamos a los cielos. ¡Cuán maravilloso sería!

LA PRUEBA DE LAS ESCRITURAS

  Hechos 5:42 demuestra que el propósito de las reuniones es hablar la palabra de Dios: “Todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”. Enseñar es sencillamente hablar la palabra de Dios. En tanto que usted empiece a hablar la palabra de Dios, estará enseñando, aun cuando no tenga la intención de hacerlo. No sólo estará enseñando, sino también predicando el evangelio de Jesús, el Cristo. Enseñar es hablar, y predicar también es hablar. Ellos enseñaban y predicaban. Cada día ellos se reunían de casa en casa simplemente con este propósito: hablar la palabra de Dios, que es simplemente enseñar y predicar el evangelio.

  El segundo pasaje que demuestra que el propósito de las reuniones es hablar la palabra de Dios es 1 Corintios 14:23-24, que dice: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y [...] todos profetizan”. Pablo dijo: “Todos profetizan”. Eso significa que todos en la iglesia pueden hablar la palabra de Dios.

  El tercer versículo que demuestra que el propósito de las reuniones es hablar la palabra de Dios es 1 Corintios 14:26, que dice: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación, tiene lengua, tiene interpretación”. La frase “cada uno” no significa unos pocos sino todos. Todos tienen un salmo. Efesios 5:19 dice: “Hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones”. Los salmos no sólo son para que los cantemos, sino también para que los hablemos, e incluso para que los hablemos los unos a los otros. Podemos hablarnos unos a otros, no de una manera común y ordinaria ni simplemente con versículos de las Escrituras, sino con salmos.

  El cuarto versículo que demuestra que el propósito de las reuniones es hablar la palabra de Dios es Hebreos 10:25, que dice: “No dejando de congregarnos [...] sino exhortándonos”. A todos los que se reúnen con regularidad les llama la atención la frase “no dejando de congregarnos”, pero son muy pocos los que tienen el concepto de exhortarse unos a otros en las reuniones. Las palabras del Señor aquí nos muestran que exhortarnos es algo mutuo.

LA MANIFESTACIÓN DEL ESPÍRITU

  No sólo hallamos estas pruebas en la Biblia, sino que además el Espíritu mismo pone de manifiesto que el propósito de la reunión es hablar la palabra de Dios. En 1 Corintios 12:8-10 leemos: “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento [...] a otro, profecía [...] a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”. En estos versículos se mencionan nueve asuntos, de los cuales cinco están relacionados con el hablar. Los primeros dos son la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento, y los últimos dos son las lenguas y la interpretación de lenguas. Los más cruciales de estos nueve asuntos son los primeros dos: la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento. Todos tenemos que excavar de forma más profunda en la Palabra de Dios. Si usted excava más profundamente, no sólo obtendrá la palabra de conocimiento, sino también la palabra de sabiduría.

  Espero que la comunión que hemos tenido en este mensaje haya dejado en ustedes la profunda impresión de que el propósito de venir a la reunión es que hablen la palabra de Dios. Lo único que derribará entre nosotros el rango clerical y la organización religiosa es que todos hablemos la palabra de Dios en las reuniones. Sólo cuando todos hablemos la palabra de Dios, la muerte, las tradiciones y nuestra manera habitual de hacer las cosas serán completamente erradicadas. Todo ello depende de que nos levantemos uno por uno para hablar la palabra de Dios.

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