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Mensajes del libro «Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La»
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CAPITULO NUEVE

LA NUEVA JERUSALEN: LA MAXIMA CONSUMACION

(2)

  Lectura bíblica: Ap. 1:1; 21:1-3, 10-21

LA CLAVE PARA ENTENDER LOS ESCRITOS DE JUAN

  El libro de Apocalipsis es difícil de entender. Esta es la razón por la cual Dios en Su sabiduría usa señales para dárnoslo a conocer. Apocalipsis 1:1 dice que Dios le dio la revelación de Jesucristo a El para que la mostrara a Sus esclavos, “y la declaró en señales”. Las señales son cuadros. Cuando enseñamos a los niños lo hacemos con cuadros. A veces cuando hablo de algo, lo doy a conocer con diagramas. Juan recibió una revelación con respecto a cosas tan divinas, tan misteriosas, tan profundas, que ninguna palabra humana podía explicarlas adecuadamente. Así que la revelación fue declarada en señales.

  El libro de Apocalipsis no es el único libro de señales, también lo es el Evangelio de Juan. En el estudio-vida que desarrollamos sobre ese evangelio hice notar que no se usa la palabra “milagro”. (Algunas versiones usan la palabra “milagro”, pero la traducción correcta es “señal”). El Señor convirtió el agua en vino, lo cual fue un milagro, pero Juan dice que fue una señal (2:11), indicando que ello tiene significado. El hecho de que el Señor convirtió el agua en vino significa que El convierte la muerte en vida. La resurrección de Lázaro fue un milagro, pero Juan dice que fue una señal (11:47).

  Juan 1:14 dice que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros. [En el griego] “fijó tabernáculo” es un verbo [derivado del sustantivo “tabernáculo”]. Esta señal nos da la clave para entender cómo el Señor Jesús vivía en esta tierra. El vivía aquí como tabernáculo de Dios. Para entender a fondo el tabernáculo, tenemos que volver a Exodo, donde varios capítulos describen el tabernáculo. El tabernáculo que Dios colocó entre Su pueblo no solamente era el lugar donde El moraba, sino también el lugar donde los que le servían entraban para morar con El. ¡Este es Jesús! Mientras Jesús estaba en la tierra, El era el tabernáculo. Dios moraba en El y todos los que servían a Dios, los que amaban a Jesús, podían entrar en El para permanecer con Dios. Esta palabra, “tabernáculo”, como señal, describe lo que las palabras ordinarias no pueden explicar.

  Además en el libro de Juan el Señor Jesús dice: “Yo soy la puerta” (10:7). ¿Cree usted que el Señor es una puerta con una jamba? La puerta es una señal, la cual indica que El es la abertura por la cual Su pueblo puede entrar y salir.

  Debemos hacer hincapié en el primer versículo de Apocalipsis, el cual dice que a Jesucristo se le da la revelación divina y El la declara con señales. Esta es la clave para abrir el libro entero. Sin esta clave, el libro de Apocalipsis nos está cerrado. Para entender el verdadero significado de este libro, debemos entender estas señales.

LAS SEÑALES PRINCIPALES EN APOCALIPSIS

Los candeleros

  Los candeleros son la primera señal que el apóstol Juan vio en el libro de Apocalipsis. En el capítulo uno descubrimos que Juan, en el día del Señor, en la isla de Patmos, vio siete candeleros de oro. El vio los candeleros. Los siete candeleros son las siete iglesias (1:20). Se requieren mil libros para describir lo que es la iglesia en cuanto a su significado espiritual. Pero una sola señal, un cuadro, es mejor que mil palabras.

  ¿Qué es la iglesia? ¿Qué debe ser la iglesia? Miremos el candelero. La iglesia tiene que ser de oro. El oro representa la esencia de Dios, Su naturaleza. Esto significa que la esencia de Dios debe ser la substancia de la iglesia. Este oro debe tener la forma de un candelero que brilla con intensidad séptuplo. Algunas lámparas tienen un interruptor con tres niveles de intensidad; pero, ¿ha visto usted alguna vez una lámpara que tenga siete niveles de intensidad? El candelero brilla con una intensidad séptuplo. La naturaleza de oro representa la esencia de Dios, la forma simboliza a Cristo como corporificación del Dios Triuno y las siete lámparas son los siete Espíritus (4:5).

  Aquí tenemos la Trinidad: el Espíritu resplandece, Cristo es la corporificación, y Dios es la esencia misma. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es una composición, una constitución, del Dios Triuno, y como tal, irradia las virtudes y los atributos de Dios en la noche oscura para que todos vean la luz. Necesitamos varios mensajes para describir lo que es la iglesia, pero la sabiduría de Dios nos muestra un candelero. Santos, ésta es la iglesia. Miremos la iglesia. ¡El candelero es la iglesia! La iglesia no es de tierra, sino de oro. Proviene de la naturaleza de Dios. No carece de forma, sino que está moldeada. No está oscura, sino que brilla. ¡Esta es la iglesia!

Las siete estrellas

  La segunda señal consta de las siete estrellas, que acompañan a los candeleros. Las siete estrellas son los mensajeros o ángeles de las iglesias (1:20). En cada iglesia hay algunos hermanos que son estrellas en cuanto a la espiritualidad. Son estrellas resplandecientes. En Daniel 12:3 vemos que los que guían a muchos a la justicia resplandecerán como las estrellas. En Mateo 13:43 el Señor dice que los justos resplandecerán como el sol en el reino venidero. Pero los mensajeros de la iglesia no necesitan esperar la edad venidera; ellos resplandecen ahora. Espero que todos los ancianos de las iglesias sean estrellas resplandecientes. Cuando las personas acudan a ellos, deben entrar en la luz. Una estrella resplandece, ilumina, en tiempos de oscuridad. Al mirar a las estrellas, podemos aprender qué tipo de personas deben ser los líderes de la iglesia.

El jaspe: la apariencia de Dios

  Después de ver Juan los candeleros y las estrellas resplandecientes, vio un trono en el cielo, y en el trono, uno sentado. El aspecto del que estaba sentado en el trono era semejante a piedra de jaspe (4:2-3). Juan vio que Dios, en aspecto, era semejante a jaspe. El jaspe es de color verde y hermoso, el cual simboliza la plenitud de vida. La plenitud de vida es la apariencia de Dios. El jaspe también es la apariencia de la Nueva Jerusalén (21:11), y todo su muro está edificado con jaspe (21:18). Esto indica que toda la ciudad tiene la apariencia de Dios, porque está constituida de los que han sido transformados a Su imagen.

  Debemos leer Apocalipsis 21:11 junto con 2 Corintios 3:18: “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen”. Apocalipsis 21:11 describe la Nueva Jerusalén diciendo que tiene “la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Toda la ciudad expresa la gloria de Dios y resplandece como jaspe, porque toda la composición de la Nueva Jerusalén ha sido transformada a la imagen de Dios. Aquel que está sentado en el trono, quien es Dios, es semejante a jaspe, y toda la ciudad es semejante a jaspe. Esto significa que Génesis 1:26 ha sido cumplido: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. El hombre había de ser la expresión de Dios, lo cual se cumple en la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén, en su totalidad, es una imagen, una expresión, de Dios. La apariencia de Dios puede describirse con una señal, la de jaspe.

El León de la tribu de Judá

  En Apocalipsis 5:5 Jesucristo se llama el León de la tribu de Judá. Este título significa que Cristo es el Rey triunfante. Todos los seres vivientes están bajo Su mando. Nadie puede subyugarle; más bien, El domina todo. Cuando vi un león por primera vez en el zoológico, tenía miedo de que la cerca no fuera lo suficientemente fuerte para restringir esa criatura tan valiente y triunfal. Nada ni nadie puede dominar a nuestro Cristo.

El Cordero

  Cristo no es solamente un león, sino también un cordero (5:6). Para Satanás y todos los enemigos, Cristo es el León, pero para nosotros los redimidos, El es el Cordero. ¿Tiene usted miedo de un cordero? Podría tener miedo de un león, pero sólo sentiría cariño para con un cordero. Para nosotros, el Señor Jesús es un cordero, el Cordero redentor. Creer que en la eternidad habrá en el trono un verdadero cordero, el cual tendrá cuatro patas y una cola, no es la debida manera de entender la Biblia. Le recuerdo de nuevo, Apocalipsis es un libro de señales.

La mujer universal y el hijo varón

  La mujer universal de Apocalipsis 12 está vestida del sol. Una corona de doce estrellas está sobre su cabeza, y bajo sus pies está la luna (v. 1). ¿Quién es esta mujer? La mayoría de los maestros ortodoxos siguen la enseñanza de la Asamblea de los hermanos, la cual afirma que la mujer representa a Israel y su hijo varón representa a Cristo. Pero nosotros, después de estudiar mucho la Palabra, nos dimos cuenta de que a partir del capítulo doce esta mujer está compuesta de dos pueblos: los que guardan los mandamientos de Dios y los que tienen el testimonio de Jesús (v. 17). Los que observan la ley son los judíos, Israel. Los que tienen el testimonio de Jesús son los creyentes neotestamentarios. Por lo tanto, decir que esta mujer representa a Israel es afirmar una verdad parcial; pues, hace a un lado a los creyentes neotestamentarios.

  Es erróneo decir que el hijo varón nacido de esta mujer es Jesucristo. Hay un período de tres años y medio después de que el hijo varón es arrebatado al trono de Dios. Los mil doscientos y sesenta días mencionados en 12:6 equivalen a tres años y medio, y todos están de acuerdo de que éste es el período de la gran tribulación. ¿Acaso la gran tribulación ocurrió justamente después de que el Señor ascendió? ¡No ha llegado todavía! Este es un indicio contundente de que el hijo varón mencionado aquí no es el Señor Jesús.

  La mujer lleva sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Está vestida del sol, y la luna está bajo sus pies. En este cuadro vemos tres categorías de personas que forman los redimidos de Dios: los patriarcas, Israel y los creyentes neotestamentarios. Los patriarcas son representados por las estrellas, Israel por la luna y los creyentes neotestamentarios por el sol. Por consiguiente, esta mujer es la composición de todos los redimidos de Dios, incluyendo a los patriarcas, los demás creyentes del Antiguo Testamento y todos los santos neotestamentarios.

  El hijo varón se compone de los vencedores de todas las generaciones. Durante todos los siglos entre el pueblo de Dios ha habido pocos que fueron mártires. Estos eran los fieles. Justamente antes de la gran tribulación estos santos mártires resucitarán y serán arrebatados al trono de Dios.

El gran dragón escarlata y la bestia

  El gran dragón escarlata representa al diablo, Satanás (12:3-4). Al principio del siguiente capítulo hay una bestia que surge del gran mar, el Mediterráneo (13:1-2). Este es el anticristo. En realidad, es el césar venidero, el último césar del Imperio Romano restablecido.

La cosecha y las primicias

  Dios tiene una cosecha en la tierra. Esta cosecha representa a todos los santos del Nuevo Testamento que vivirán en la tierra cuando el Señor regrese (14:15). De entre estos creyentes vivientes vendrán las primicias. Estas serán los vencedores que vivirán entre los creyentes, los que madurarán más temprano y llegarán a ser así las primicias.

Babilonia la Grande

  Babilonia la Grande representa la Iglesia Romana. Se llama la gran ramera (17:1, 5) por causa de las relaciones pecaminosas que tiene con los soberanos de la tierra para obtener provecho.

La esposa del Cordero

  La esposa del Cordero, la novia mencionada en Apocalipsis 19:7, consistirá de todos los vencedores por todas las generaciones, incluyendo aquéllos de los tiempos antiguotestamentarios, es decir, los vencedores resucitados más los vencedores vivientes (las primicias). Ellos serán Su novia durante los mil años (20:4-6). Ese día será el día de bodas. Para el Señor un día es como mil años (2 P. 3:8). Todo el milenio es un día de bodas. En el día de bodas la esposa es la novia, pero después de ese día llega a ser la esposa. Después del milenio, en la eternidad, la novia es la esposa. Todos los vencedores de entre los redimidos de Dios serán Su novia.

La Nueva Jerusalén

  Ahora llegamos a la última señal, la de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es el conjunto de todos los candeleros. Al principio de este libro hay siete candeleros; éstos son los candeleros locales en la edad actual. Al final de este libro hay un conjunto, un candelero compuesto; éste no consiste de los candeleros locales, sino del eterno, el universal. Apocalipsis comienza con los candeleros y concluye con el candelero. Los candeleros son señal de las iglesias; la Nueva Jerusalén también es un candelero, la señal de la morada de Dios.

UN REPASO DE LAS SEÑALES

  Todas estas señales conforman las escenas principales que estrenan en esta pantalla divina de Apocalipsis. La teledifusión empieza por siete candeleros, que simbolizan a las iglesias; luego vienen siete estrellas resplandecientes, que simbolizan a los mensajeros de todas las iglesias; después una piedra de jaspe, que representa la apariencia de Dios; luego un león y un cordero, los cuales representan a Cristo; después una mujer universal que tiene sobre su cabeza doce estrellas, el sol como vestido y la luna debajo de sus pies; luego el gran dragón escarlata está a punto de devorar al hijo de ella; luego un hijo varón producido por ella y arrebatado al trono de Dios; después una bestia que surge del mar Mediterráneo; luego una cosecha en esta tierra, y procedente de la cosecha las primicias; después una gran ramera, Babilonia la Grande, terrible, fea y aborrecida; pero después, ¡aleluya!, una esposa hermosa, la novia; y finalmente, algo más resplandeciente, algo más grande, la Nueva Jerusalén, que es el tabernáculo de Dios, así como Jesús era el tabernáculo de Dios cuando estaba en la tierra.

  La Nueva Jerusalén no es solamente un tabernáculo para Dios, sino también una esposa para el Hijo de Dios, Jesucristo. Dios tendrá un tabernáculo y Cristo tendrá una esposa. El tabernáculo y la esposa son la misma entidad: la Nueva Jerusalén.

ENTENDER APOCALIPSIS

  Este es el libro de Apocalipsis, el que contiene todas estas señales clave. Si las entendemos, podemos entender el libro de Apocalipsis en su totalidad. Ahora que tenemos un panorama claro y exacto, ¿cree usted que la Nueva Jerusalén será una ciudad física que Dios edifica por todos los siglos? Apocalipsis es un libro de señales. Cada punto principal es una señal. No se deben interpretar literalmente las señales. ¿Piensa usted que la iglesia es un verdadero candelero que tiene siete lámparas resplandecientes? Entenderlo así es erróneo. ¿Acaso cree usted que Jesucristo es un verdadero cordero? Esto es absurdo. ¿Cree usted que el césar venidero del Imperio Romano será una verdadera bestia que surgirá del Mar Mediterráneo y subirá a la playa? ¿Acaso cree usted que la esposa del Cordero mencionada en Apocalipsis 19 será una mujer ataviada de un vestido largo de bodas? De nuevo, entenderlo así no tiene sentido.

INTERPRETAR LA NUEVA JERUSALEN

  Entonces, ¿qué diremos de la Nueva Jerusalén? Según el mismo principio, no tiene sentido pensar que la Nueva Jerusalén venidera es una ciudad física. No debemos pensar que Cristo es semejante a un león del zoológico, sólo por causa de que este libro usa la señal del león para describir a Cristo como el rey triunfal. El león no es un verdadero león, es una señal de Cristo como rey triunfal. El cordero no es verdadero, es una señal de Cristo como Redentor. Asimismo, la Nueva Jerusalén es una señal; simboliza algo espiritual.

  Uno de los principios que se debe usar al interpretar la Biblia es la coherencia. Puesto que no interpretamos las otras señales literalmente, podemos estar seguros de que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física en la cual vivir. Tal interpretación es completamente natural. Si no interpretamos a Cristo como si fuera un león que tiene cuatro patas y una cola, ¿por cuál razón entenderíamos que la Nueva Jerusalén es una ciudad física? El león es una señal, así como la ciudad.

La clave para entender Apocalipsis

  Apocalipsis 1:1 es el versículo clave para todo el libro. Esta única clave sirve como llave que lo abre todo. Tenemos la llave maestra. Podemos abrirlo todo. Debemos tomar 1:1 por llave maestra. El punto clave se encuentra en la expresión “en señales”. Todos los cuadros de este libro son señales.

  Los maestros ortodoxos estarían de acuerdo de que Cristo el Cordero no tiene cuatro patas y una pequeña cola. No harían una interpretación tan absurda. Pero, qué dirían de la Nueva Jerusalén? Cuando yo era joven, también creía que la Nueva Jerusalén era una mansión celestial. Estaba contento creyendo que un día estaríamos en una mansión celestial. Como parte de la predicación del evangelio, cantábamos acerca de entrar en las puertas de perla y caminar en la calle de oro. Sin embargo, poco a poco, descubrí al estudiar la Biblia que la Nueva Jerusalén es una esposa. ¿Quién se casaría con una ciudad física? Aunque esa ciudad tuviera doce puertas de perla y una calle de oro, ¿acaso hay alguien que se case con ella?

  Al estudiar y entender la Palabra santa, los cristianos frecuentemente hacen uso de su pensar natural. En el cielo nuevo y la tierra nueva moraremos en la Nueva Jerusalén. Pero no debemos considerar la Nueva Jerusalén como una ciudad física. Dios es quien será nuestra morada. Cuando yo era joven, oí a algunos maestros de la Biblia conversando acerca de dónde íbamos a comer en la “mansión celestial” y dónde estaría el cuarto de baño. ¡Cuán pobre es introducir el pensar natural!

  Hoy pregunté a algunos santos si ellos estaban en la iglesia. Cuando me contestaron que sí, les pedí mostrarme la iglesia. El Nuevo Testamento nos dice que la iglesia es la casa de Dios, y que Dios mora en Su casa; pero, ¿dónde está la iglesia? La iglesia como casa de Dios y como nuestra casa no es un edificio físico, sino una composición de creyentes vivientes (1 P. 2:5). No es una entidad física sin vida, sino una composición orgánica de personas vivientes. Existe donde los creyentes se reúnan. La iglesia como casa de Dios hoy en día es una composición de personas vivientes; es una persona corporativa. Esto es cierto en esta edad y también en la eternidad.

Coherente con toda la Biblia

  El pensamiento de la casa de Dios también se encuentra en el Antiguo Testamento. Moisés dice en Salmos 90:1: “Jehová, Tú nos ha sido morada de generación en generación”.

  El Señor Jesús dijo que si alguien le amaba, Su Padre y El irían a él y harían morada con él (Jn. 14:23). Nosotros seremos Su morada, y El será la nuestra. En Juan 15 el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (v. 4). En 1 Juan 3:24 y 4:16 vemos que nosotros permanecemos en Dios, y Dios en nosotros.

  En la era de la iglesia permanecemos en Dios, y Dios en nosotros. ¿Cree usted que cuando entremos en el cielo nuevo y la tierra nueva saldremos de Dios y Dios de nosotros? Si en esta era podemos permanecer en Dios, tomándolo a El como nuestra morada, y podemos dar a Dios lugar en nosotros, no es lógico pensar que en la eternidad El dejará de ser nuestra morada, y que, en Su lugar, una ciudad de oro será nuestra morada.

  Debemos creer que el hecho de que moremos en el Señor y El en nosotros llegará a ser una experiencia intensificada, agrandada y elevada por completo. Esta es la razón por la cual Juan dice que no vio templo en la ciudad “porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella” (Ap. 21:22). Este es un indicio claro de que la ciudad no es un lugar físico. En esta ciudad el templo es una Persona. Esta Persona es Dios y el Cordero. El propio Dios Triuno será el templo. Si el templo dentro de la ciudad es una Persona, ¿cree usted que la ciudad podría ser algo inanimado?

  Puesto que el templo es una Persona divina, el propio Dios Triuno, también la ciudad debe de consistir de personas. En realidad, toda la ciudad es el Lugar Santísimo, el cual tiene tres dimensiones equivalentes (1 R. 6:20; Ap. 21:16). Dado que el Dios Triuno será el templo y toda la ciudad será el Lugar Santísimo, no es posible que la ciudad sea algo físico. Debe de ser una composición orgánica.

  En los tiempos del Nuevo Testamento, la morada de Dios en la tierra era primeramente una sola Persona, Jesucristo. El era el tabernáculo de Dios. Después de El, la iglesia es el templo de Dios (Ef. 2:21-22; 1 Co. 3:16). Jesús, una sola Persona, era el tabernáculo de Dios, Su morada. Luego la iglesia como persona corporativa llegó a ser el templo de Dios, la morada de Dios. Este es el Nuevo Testamento. Después de la era neotestamentaria, cuando entremos en la eternidad, la morada de Dios no dejará de ser personas vivientes convirtiéndose en una ciudad física e inanimada. Debemos creer que estas personas, edificadas como morada de Dios, serán agrandadas e intensificadas. En la era venidera habrá un agrandamiento de estas personas vivientes como morada de Dios.

No es una ciudad literal

  Si la Nueva Jerusalén fuese una verdadera ciudad hecha de oro, perlas y piedras preciosas, esto significaría que la conclusión de toda la revelación sería una ciudad física. Esto no es lógico. Dios ha estado obrando por todas las edades. Primero creó el universo. Luego creó al hombre. Después se encarnó para redimir al hombre. Vivió en la tierra, fue crucificado, resucitó, ascendió y se derramó como Espíritu sobre Sus discípulos. Luego los discípulos salieron a predicar el evangelio. Muchos fueron salvos y añadidos a la iglesia; ahora son edificados para ser el Cuerpo a fin de expresar a Cristo. ¿Cree usted que el resultado final será que Dios obtenga una simple ciudad física? ¿Cree usted que ésta es la intención de Dios?

  Si éste fuera el caso, Dios sería un pobre arquitecto. Dios está preparando algo mucho más grande que una gran ciudad física, y lo está haciendo mediante la creación, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, y por medio de Su obra de edificar a las iglesias y perfeccionar a los santos de generación en generación. Dios ya ha creado algo más espléndido que una ciudad: el universo. El sistema solar es hermoso, pero Dios no está satisfecho con él. ¿Cómo podría estar satisfecho con una ciudad, aunque fuera la mitad del tamaño de los Estados Unidos? Es erróneo interpretar de manera natural una visión, o sea una señal, tal como ésta.

  La iglesia hoy es nuestro hogar. Cuando llegamos a la iglesia, estamos en casa. La iglesia está en Dios. La vida de iglesia con Dios está en todas partes. Hay iglesias en Dallas, Houston, Hong Kong y en toda la tierra. ¡Aleluya! Adondequiera que vayamos, allí está nuestro hogar. La iglesia es nuestro hogar. No es necesario preocuparnos por tener una casa en la Nueva Jerusalén. No tenemos que preocuparnos por esto. Dios no tiene interés en las cosas físicas. Tenemos que renunciar al concepto de lo físico.

La morada de Dios por la eternidad

  Dios se ocupa por una composición viviente de Su pueblo escogido, redimido, regenerado, transformado y glorificado. Ellos serán edificados juntos para expresar a Dios por la eternidad. Esto satisfará a Dios para siempre. Satanás estará en el lago de fuego. Dios estará en Su morada viviente. Todos los que El creó, escogió, redimió, regeneró y transformó serán glorificados a Su imagen. El vivirá en ellos, y ellos en El. Nadie puede explicar adecuadamente un concepto tan profundo como éste. ¡Maravilloso! Esto será la morada de Dios y la esposa de Su querido Hijo, Cristo. Ningún edificio físico puede ser una esposa. Una esposa es un ser orgánico, una persona viviente.

  La Nueva Jerusalén simboliza la morada de Dios en el cielo nuevo y la tierra nueva. En el Nuevo Testamento la morada de Dios en la tierra era primeramente un solo hombre, Jesucristo, simbolizado por el tabernáculo (Jn. 1:14), y luego un hombre corporativo, la iglesia, simbolizado por el templo (1 Co. 3:16). En el cielo nuevo y la tierra nueva, la morada de Dios, como esposa del Cordero (Ap. 21:9-10), también es una composición viviente de Su pueblo redimido, compuesto de los santos del Antiguo Testamento, representados por las doce tribus, así como los del Nuevo Testamento, representados por los doce apóstoles (Ap. 21:12, 14).

  Estos santos, edificados para ser la morada de Dios, primero experimentaron la regeneración mediante la muerte y la resurrección de Cristo. Este hecho es simbolizado por las puertas de perla, la entrada de ellos a la ciudad. Una perla es producida por una ostra, un ser viviente que habita las aguas de la muerte. Cuando un grano de arena hiere a la ostra, ésta segrega una substancia que cubre la arena, haciéndola una perla. La herida de la ostra representa la muerte, y la segregación del líquido vital que cubre el grano de arena representa la vida de resurrección. La muerte y la resurrección de Jesús nos hace perlas mediante la regeneración. Nadie puede entrar en el reino de Dios si no ha sido regenerado (Jn. 3:5).

  En la ciudad santa la naturaleza de Dios, o Su esencia, llega a ser nuestro elemento básico, representado por el oro (Ap. 21:18b, 21b); la ciudad misma es oro y la calle también. La esencia de todos los creyentes es Dios mismo.

  Por la obra del Espíritu seremos transformados a la imagen de Dios, simbolizado por jaspe. La naturaleza del Padre (el oro), la obra redentora del Hijo y nuestra regeneración (las perlas), y la obra transformadora del Espíritu (piedras preciosas) producen todos los componentes que comprenden la morada eterna de Dios. La morada de Dios es también nuestra morada. Nosotros también seremos edificados juntos para ser el Lugar Santísimo de Dios, y así le expresaremos en la gloria.

La última señal y la más grande

  Espero que todos quedemos impresionados con la debida interpretación y entendimiento de esta señal, la cual es la última y la más grande de toda la Biblia. De los sesenta y seis libros de la Biblia, la Nueva Jerusalén es la última señal y la más grande. La última palabra siempre es la decisiva. Dios obtendrá una composición viviente de Su pueblo redimido mediante la creación, la encarnación, la redención, la resurrección, la ascensión, y por medio de Su obra de transformación y edificación durante todos los siglos cristianos. Esta composición será Su morada y Su complemento y le satisfará así por completo. Nosotros nos uniremos a El porque seremos Su complemento.

  En Mateo 22:30 el Señor Jesús dijo a los saduceos que en la resurrección no habrá matrimonios porque todos seremos como los ángeles. La Biblia no nos dice nada acerca de los asuntos físicos ni de las relaciones físicas en la eternidad. Lo que sí revela es muy elevado y profundo. Tenemos que ser librados de nuestro concepto humano y natural de considerar la Nueva Jerusalén una morada física. Debemos comprender lo que Dios tiene en Su corazón. El necesita una morada eterna, compuesta de billones de personas vivientes que hayan sido transformadas y glorificadas para ser Su morada viviente y Su querida esposa, Su complemento. Por esta máxima consumación valió la pena lo que Dios hizo al crear, encarnarse, morir en la cruz, resucitar, y pasar los siglos edificando las iglesias.

  Si la Nueva Jerusalén fuese una ciudad física, sería solamente la mitad del tamaño de los Estados Unidos (cfr. Ap. 21:16). Los Estados Unidos hoy tiene una población de cerca de un cuarto billón de personas. Pero por todas las generaciones, Dios habrá salvado a billones de personas. ¿Cómo podrían vivir billones de personas en una ciudad la mitad del tamaño de los Estados Unidos? No debemos seguir las enseñanzas naturales, sino ejercitar nuestra mentalidad sobria para ver lo que desea Dios.

  La Palabra es la verdad. Damos gracias a Dios porque nos dio este libro. Tenemos algo sólido en palabras humanas que podemos estudiar una y otra vez. El Señor Jesús dijo a Pedro que edificaría Su iglesia sobre esta roca (Mt. 16:18). Pedro nos dice que todos nosotros como piedras vivas somos edificados como casa espiritual (1 P. 2:5). Pablo dice que él puso el fundamento, pero debemos mirar cómo sobreedificamos: debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 3:10-12). El pensamiento de la edificación de Dios se encuentra en todo el Nuevo Testamento hasta el final. Esta es la razón por la cual decimos que la Nueva Jerusalén es la máxima consumación de la obra edificadora de Dios por todas las generaciones.

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