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Mensajes del libro «Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, La»
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CAPITULO TRES

EL CORDERO, EL MANA, Y EL PRODUCTO DE LA TIERRA SIRVEN COMO COMIDA

  Lectura bíblica: Ex. 12:2-11; 13:4; 16:13b-15, 31, 35; Nm. 11:7-8; Jos. 5:10-12

  El libro de Génesis trata de la creación, y el libro de Exodo abarca la redención. Vimos en los primeros dos capítulos de Génesis que desde el principio Dios tenía la intención de que el hombre participara del árbol de la vida. El árbol de la vida representa a Dios mismo como vida para nosotros en forma de comida. Cuánto más comamos de El, cuánto más le disfrutemos y participemos de El como vida, tanto más de El será asimilado en nuestro ser interior para ser uno con nosotros al mezclarse con nosotros. Génesis 3 deja constancia de que el hombre cayó. El maligno entró en el hombre que Dios había creado para Su propósito, así que el hombre se corrompió, se arruinó. Ahora existe un verdadero problema con el hombre, y por esto se necesita la liberación. Es por esto que se necesita el libro de Exodo.

  De Génesis 3 a Exodo 12 hay un largo período y una larga historia. Aquí tenemos el registro de la caída del hombre. Esta caída empezó con Adán y pasó a los hijos de Israel. Al final de Génesis se nos muestra dónde estaba el hombre. Génesis 50:26 nos dice que el hombre acabó en “un ataúd en Egipto”. Hasta este punto cayó el hombre. Al principio Dios creó los cielos y la tierra, y luego Dios creó al hombre a Su propia imagen. Dios puso al hombre frente al árbol de la vida con la intención de que el hombre participara de este árbol. Pero el hombre cayó más y más hasta que acabó en “un ataúd en Egipto”. El primer versículo de Génesis dice: “En el principio creó Dios...”, y el último versículo dice que el hombre ya estaba “en un ataúd en Egipto”. Por estar el hombre en un ataúd en Egipto, necesitaba la redención, la liberación. Esta es la razón por la cual se necesita el libro de Exodo.

EL CORDERO

  La primera parte de Exodo nos dice que el hombre estaba en esclavitud trabajando para Satanás. Faraón, quien tipificaba a Satanás, el enemigo de Dios, forzó a los hijos de Israel a construir dos ciudades de tesoro para él (Ex. 1:11). Esta obra estaba relacionada con la muerte, era una obra muerta. A los ojos de Dios los hijos de Israel trabajaban en un ataúd en Egipto y, por eso, necesitaban liberación. Exodo 12 nos dice cómo Dios intervino y liberó a Su pueblo de la esclavitud de Su enemigo. En Exodo 12 Dios no les presentó a los hijos de Israel el árbol de la vida, sino un cordero. El árbol de la vida fue cambiado por un cordero porque el hombre se había caído.

Se necesitaban la vida y la redención

  En el libro de Exodo Dios vino para recobrar al hombre, quien había caído hasta tal punto que estaba en un ataúd, en Egipto. Antes de ser salvos, nosotros también estábamos en un ataúd en Egipto. El Señor vino a nosotros cuando estábamos en esa condición y se nos presentó como Cordero de Dios. Desde que el hombre cayó, el árbol de la vida no ha sido en sí suficiente para liberar al hombre. Se requieren tanto la vida como la redención para resolver el problema de la caída del hombre. La redención recobra la gente caída, y la vida mantiene el propósito original de Dios. Todos necesitamos decir: “Aleluya por el Cordero”, porque el Cordero cumple el propósito de la redención y el de la vida. El Cordero nos proporciona tanto la sangre como la carne. La sangre del cordero es para la redención (12:7, 13), y la carne del cordero es para la vida (12:4, 8-11). Dios no abandonó Su propósito original, empero, algo adicional fue suplido debido a la caída del hombre. La vida ya no es adecuada y se necesita la redención. Por eso, el árbol de la vida fue cambiado por el cordero.

  Tanto el cordero como el árbol se hallan en el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan nos dice que en el principio era el Verbo (1:1a), el Verbo era Dios (1:1b), el Verbo se hizo carne (1:14), y este Verbo hecho carne, este Dios-hombre, es el Cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo (v. 29). Juan 15 revela la vid, la cual es el árbol de la vida, que provee la vida. El cordero es Cristo por lo que a la redención se refiere, y el árbol es Cristo por lo que a la vida se refiere.

Abib: un nuevo comienzo

  El Señor les dijo a Moisés y a Aarón que debían hacer del mes de su redención principio de los meses, el primer mes del año para ellos (Ex. 12:2). El mes en el cual salieron de Egipto es el mes de Abib (13:4). Originalmente, este mes era el séptimo mes, pero el Señor lo declaró el primer mes del año, el comienzo de todos los meses. Al principio Dios creó, pero lo que creó acabó en un ataúd en Egipto. Por consiguiente, se necesitaba otro comienzo. El comienzo de Génesis 1 fue sepultado en un ataúd. Pero en Exodo 12, Dios comenzó de nuevo. El primer comienzo se ve en Génesis 1, donde vemos el principio de la creación. El segundo se ve en Exodo 12, y este comienzo se dio para la redención. El primer comienzo tuvo que ver con la creación con el propósito de producir la vida. El segundo comienzo tuvo que ver con la redención y tenía el mismo propósito: la vida. Dios tiene el mismo propósito con los dos comienzos. Todos necesitamos ver que tenemos dos comienzos. Cuando recibimos al Señor, empezamos de nuevo.

  El primer mes del año fue llamado Abib. La concordancia de Strong nos dice que esta palabra significa una espiga verde de maíz. Las espigas de maíz que son frescas, verdes y tiernas simbolizan un nuevo comienzo. La concordancia de Young nos dice que Abib se refiere a algo que retoña o brota. Este es el comienzo de la vida. Cuando me preguntan cuál es la fecha de mi cumpleaños, les quisiera decir que mi cumpleaños es Abib. Abib fue nuestro comienzo. Este principio no es el comienzo de la creación, sino el de una nueva vida. Algo está retoñando, brotando, con espigas verdes, frescas y tiernas. Esto representa la vida nueva y también indica algo adicional al árbol de la vida. La vida nueva es algo que brota, que retoña, que produce espigas verdes y tiernas; es algo que crece. Tenemos que aprender cómo entender la Biblia observando los cuadros encontrados en el Antiguo Testamento. Un cuadro vale más que mil palabras. El segundo comienzo es el principio de la vida, y esta vida brota y retoña.

El Cordero trae vida

  Los hijos de Israel estaban en un ataúd en Egipto. Aun si hubieran sido sacados de Egipto y colocados en Canaán, habrían sido muertos, sin vida. Era necesario sacarlos del ataúd, de Egipto, y poner vida en ellos. La vida es simbolizada por la carne del Cordero.

  Exodo 12 nos dice que el Señor les dijo a los hijos de Israel que prepararan el cordero conforme al comer de cada hombre (v. 4). Si una persona podía comer más, tenía que preparar más cordero. Esto significa que se prepara el cordero no conforme a la redención sino, y con más importancia, conforme a la vida. ¿Necesita usted una porción del cordero más grande o más pequeña? Tal vez crea que usted es muy pecador y que sus pecados son más grandes que los demás, y por eso, necesita un Cristo más grande. Este es un concepto humano y no divino. El concepto divino es el siguiente: tenemos que preparar el cordero conforme a nuestro comer. Cristo nos es asignado conforme a la capacidad para comer, la capacidad vital.

  Nuestra intención no es rebajar el valor de la redención del Señor, pero muchos cristianos recalcan la redención y se olvidan de la vida. Oí muchos mensajes sobre la Pascua cuando era joven. Siempre dieron énfasis a la sangre del Cordero que nos redime y que hace que Dios pase sobre nosotros. Esto es bueno y verdadero, pero necesitamos comprender que la sangre no es la meta. La sangre es el procedimiento usado para alcanzar la meta. La meta es la vida. La meta consiste en que el Cordero entre en nosotros, que esté en nosotros como nuestra vida.

  Necesitamos la sangre porque somos pecadores ante los ojos de Dios. Los hijos de Israel eran personas caídas y pecaminosas como eran los egipcios. En la noche de la Pascua, Dios vino a la tierra para juzgar a las personas pecaminosas. Sin que la sangre los hubiera cubierto, los hijos de Israel habrían sido heridos por Dios así como los egipcios. Pero Dios les dio algo que permitió que El pasara sobre ellos. Ellos necesitaban que la sangre los cubriese, así que mataron el cordero según lo que Dios les había dicho. Tomaron la sangre del cordero y la pusieron en los dos postes y en el dintel de sus casas (Ex. 12:7). Luego rociaron la casa con la sangre redentora, y dentro de las casas comieron la carne del cordero. Esto significa que estaban bajo la sangre, que la sangre les cubría. Luego Dios vino para juzgar a Egipto e hirió a todos los que no estaban cubiertos por la sangre del cordero. Dios pasó sobre los hijos de Israel, quienes estaban bajo esta protección. Cuando los egipcios fueron heridos por Dios, los hijos de Israel estaban disfrutando la carne del cordero bajo la sangre que los cubría. Por tanto, la sangre está ligada con la carne, es decir, la redención es para vida.

No se debe comer la carne cruda ni cocida

  Con respecto a comer la carne del cordero hay algunas cosas que exigen atención. El Señor dijo a los hijos de Israel que no debían comer la carne cruda ni cocida. Tenían que asar el cordero al fuego (Ex. 12:9). El hecho de que algo sea crudo indica que no ha pasado por los sufrimientos, así como el ser cocido significa sufrir bajo la mano humana. Los modernistas dicen que la muerte de Cristo constituyó un mero martirio. Ellos creen que Cristo simplemente sufrió la persecución del hombre. Esto se muestra con el cordero cocido. Pero ser asado al fuego significa sufrir bajo el juicio quemador de Dios. El fuego representa el furor santo de Dios. El hecho de que el cordero debiera ser asado significa que Cristo debía ser juzgado por Dios. Cristo sufrió no solamente bajo la mano del hombre, una forma de persecución, sino también bajo la mano de Dios, lo cual fue un castigo divino, el juicio divino. Esto es ser asado al fuego divino. Cristo no es un cordero crudo ni un cordero cocido en agua. Nuestro Cordero, nuestro Cristo, es un cordero asado al fuego divino. Este es el Cristo que tomamos.

Uno con el cordero al comer de él

  Cuando yo era joven, siempre me enseñaban que debíamos tomar a Cristo como nuestro ejemplo. Puesto que Cristo ama a la gente, nosotros debemos imitarle y amar a la gente. Puesto que Cristo era simpático y humilde cuando estaba en esta tierra, nos enseñaron que debemos ser lo mismo. Imitar a Cristo de este modo es imposible. La mejor manera de seguir al Señor es recibirle en nosotros y comerle. Necesitamos ser uno con el Cordero al comer de El. Luego seremos constituidos con el Cordero. Dios no dijo a los hijos de Israel que mataran un cordero para obtener la sangre y que consiguieran a otro para que lo pudieran seguir. Dios les dijo que mataran un solo cordero, que pusieran la sangre sobre la casa, y que bajo la protección de la sangre comieran del cordero inmolado y asado. De esta manera el cordero podía ser uno con los hijos de Israel, estar en ellos y constituirlos. El pensamiento aquí es muy profundo. La vida cristiana no tiene que ver con imitar a Cristo, es decir, con seguir a Cristo sólo en lo tocante a la conducta. Más bien, la vida cristiana tiene que ver con comer a Cristo, recibir a Cristo y asimilar en nuestro ser todo lo que El es.

Se debe comerlo con pan sin levadura e hierbas amargas

  Los hijos de Israel también tenían que comer el cordero con pan sin levadura y con hierbas amargas (Ex. 12:8). El pan y las hierbas significan que la Pascua se compone no sólo de la vida animal sino también de la vida vegetal, la vida botánica. El árbol de la vida era de la vida botánica, pero el cordero era de la vida animal. El cordero primero tiene como fin la redención, pero después de que se cumpla la redención y nosotros la experimentemos, el cordero llega a ser el árbol de la vida para darnos vida.

  En Juan 6 el Señor Jesús nos dijo que El es el pan de la vida (v. 35). También nos dijo que es posible beber Su sangre y comer Su carne (v. 55). En Juan 6:51 el Señor dijo que el pan que El nos dará es Su carne. En Juan 6 el pan de trigo también es el pan de sangre y carne. Cristo era el Cordero inmolado por nosotros, y el Cordero tiene sangre y carne. Cristo también es vida para nosotros, así El es el pan de vida, el árbol de la vida, la vida vegetal. En Juan 1 tenemos el Cordero, y en Juan 15 tenemos el árbol de la vida. Entre estos dos capítulos tenemos, en el capítulo seis, el pan de vida con la sangre y la carne. Por un lado, Cristo es la vida redentora, la vida animal, pero por otro, Cristo es la vida generadora, la vida vegetal. El es el cordero, la vida animal, y así cumple la redención. También es el árbol, la vida botánica, y así hace generar la vida. Con esto vemos los dos aspectos: la redención y la vida.

  El pan viene de la vida vegetal y su fin es alimentar; la carne viene de la vida animal y su fin es alimentar y también redimir. Antes de la caída del hombre, el Señor era el árbol de la vida (Gn. 2:9), cuyo único fin era alimentar al hombre. Después de que el hombre cayó en el pecado, el Señor llegó a ser el Cordero (Jn. 1.29), no solamente para alimentar al hombre sino también para redimirle (Ex. 12:4, 7-8, 12-13).

Comer para moverse

  Exodo 12 también nos dice que cuando comieron el cordero tenían los lomos ceñidos, los pies calzados y bordón en mano (v. 11). Los hijos no comieron el cordero de manera descuidada ni lenta. Comieron el cordero apresuradamente. Creo que todos ellos comieron parados. Sus lomos estaban ceñidos, los zapatos estaban en sus pies, y tenían su bordón en la mano. Supongamos que la sangre les cubriese sin que hubiera carne para comer. Quizá Dios les hubiese mandado que ciñesen sus lomos, que se pusieran los zapatos, que tomasen sus bordones y que se apresuraran para salir de Egipto. Si esto hubiera sido el caso, habrían tenido hambre todavía. Aunque hubieran sido cubiertos con la sangre, todavía habrían tenido hambre por dentro. Sin haber comido, no habrían tenido la energía para salir de Egipto apresuradamente. Este cuadro nos muestra que se come el Cordero para poder moverse. La vida nos permite moverse. Ellos comieron el cordero de modo activo. Mientras comían, se preparaban para salir de Egipto. Cuando cenamos, normalmente nos sentamos y nos relajamos. Pero durante la Pascua, los hijos de Israel comieron apresuradamente para poder moverse. Este es un nuevo comienzo, no de la creación sino de la redención para vida.

EL MANA

  Las crónicas de la historia del pueblo de Dios se refieren una y otra vez al comer. Después de que los hijos de Israel salieron de Egipto, su alimentación tenía una importancia central en el desierto. Ellos empezaron a comer el maná.

Un misterio

  La palabra maná en hebreo significa “¿qué es?” o “¿qué es esto?” La mañana en que los hijos de Israel vieron por primera vez esta cosa pequeña, redonda y blanca sobre el suelo, ellos no sabían lo que era. Por tanto, se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto?”, lo cual es el significado de la palabra “maná”. Tal vez sepamos lo que es el maíz y el trigo pero, ¿qué es esto? Para la gente del mundo Cristo es el maná, es decir, El es “¿qué es esto?” Puede ser que los profesores sepan acerca de física, matemáticas, historia y geografía, pero a lo que Cristo se refiere ellos se preguntan: “¿Qué es esto?” Cristo es el verdadero maná, el verdadero “¿qué es esto?” Cristo es la comida celestial en esta tierra. No hay nada como el maná en esta tierra. El maná, el Cristo celestial como nuestra comida celestial, es un misterio.

Sabe a miel y a aceite nuevo

  El maná sabía a miel y a aceite nuevo (Ex. 16:31; Nm. 11:8-9). Cuando comemos el maná, disfrutamos de la miel y del aceite. En la Biblia el aceite representa al Espíritu. En este maná se encuentra el sabor del Espíritu y el de la miel. La miel es producto de la mezcla de dos vidas, la vida animal y la vegetal. Las abejas que producen miel sacan el néctar de las flores, de la vida vegetal. Cristo, nuestro maná, tiene el elemento de la mezcla de la vida animal, que es la vida que redime, y la vida vegetal, la cual genera la vida. Esta mezcla constituye nuestra alimentación dulce.

Menudo y redondo

  También vemos en Exodo que el maná era menudo y redondo (16:14). La traducción hecha por J. N. Darby usa la palabra “fino” en vez de menudo, y “granulado” en vez de redondo. Lo fino o lo pequeño que es el maná indica que estaba listo y disponible para que el pueblo de Dios lo consume. Lo que comemos tiene que ser lo suficientemente pequeño para poder ser ingerido. Cualquier cosa que es fina, tal como la flor de harina, el azúcar fina o la sal, está lista y disponible para que la usemos. Lo redondo que es el maná indica que Cristo es eterno, perfecto y completo, sin principio y sin fin. Cristo es la comida eterna, la cual tiene una naturaleza eterna para dar alimentación eterna sin límite. Esta comida eterna, la cual no tiene principio ni fin, es la vida eterna.

Blanco y como la escarcha

  Además, Exodo 16:31 indica que el maná era blanco. Era limpio y puro; no estaba adulterado de ningún modo. Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida es extremadamente puro y blanco. El maná también era como la escarcha (16:14), la cual es una cosa semejante al rocío y al mismo tiempo a la nieve. Tanto el rocío como la escarcha son refrescantes. Sin embargo, el rocío sólo refresca a uno, no mata los microbios. La escarcha, sí los mata. La vida de Cristo da refrigerio, es refrescante y mata las cosas negativas que están en nosotros.

Viene con el rocío

  El maná también venía con el rocío por las mañanas según Exodo 16:13-14. El rocío no sólo da refrigerio, sino que también trae el agua. La vida, que es Cristo, es una vida que trae el agua. El rocío es más suave que la lluvia y no tan frío como la escarcha.

La apariencia de bedelio

  En Números 11:7 se nos dice que la apariencia del maná era semejante a la del bedelio. Esto significa que Cristo, quien es nuestro suministro de vida diario es trasparente. Además, está implícito el significado de la transformación. Cuanto más disfrutamos a Cristo como nuestra alimentación celestial, más llegaremos a ser trasparentes y transformados en materiales para el edificio de Dios.

Se comía como pan, tortas y hojuelas

  El maná se comía como pan (Ex. 16:15), tortas (Nm. 11:8) y hojuelas (Ex. 16:31). Como nuestro maná, Cristo tiene diferentes aspectos y nos nutre de diferentes formas. Cuando lo comemos como maná, a veces sabe a pan y otras veces sabe a tortas o a hojuelas, las cuales son delgaditas y fáciles de comer y digerir.

No legal

  Finalmente, Cristo es el maná y como tal no acarrea muchas legalidades. Números 11:8 dice: “El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas”. A Cristo se puede moler, majar en morteros, o cocer en caldera. Si usted experimenta a Cristo de una manera específica, quizás haga de ella algo legal. Pero Cristo no es legal. A El lo podemos tomar y experimentar de varias formas.

La continuación del cordero pascual

  Tenemos que ver que el maná es la continuación del cordero pascual. Los hijos de Israel comenzaron su nueva alimentación con el cordero pascual, y el maná llegó a ser la continuación de ésta durante cuarenta años. Cada mañana por cuarenta años, dondequiera que iban y dondequiera que estaban, el maná estaba allí para que los hijos de Israel lo comieran. Esto fue un verdadero milagro. Es un milagro que nosotros podamos comer a Cristo día tras día. Diaria, semanal, mensual y anualmente comemos una sola cosa: Cristo como nuestro maná celestial.

Sin vejez

  No existe la vejez en lo concerniente al comer. Cuando los hijos de Israel comían el cordero, no debían dejar nada (Ex. 12:10). El maná que comían en el desierto era fresco cada día. Una persona nunca podía comer maná viejo. Sin embargo, los hijos de Israel no tenían fe. Intentaron guardar el maná y así se opusieron a lo que Moisés les había dicho. El maná que intentaron guardar “crió gusanos, y hedió” (Ex. 16:20). No podemos guardar “el maná”, sino que debemos comer a Cristo en forma fresca día tras día cada mañana. Algunas personas compran los comestibles una vez a la semana y los guardan en su refrigerador, pero no es posible guardar así el maná. Día tras día el mismo alimento celestial viene de los cielos nuevo y fresco. Tenemos que mantenernos al día con el Señor. Siempre tenemos que comer el maná del día.

EL PRODUCTO DE LA TIERRA

  Finalmente, los hijos de Israel entraron en la buena tierra para disfrutar los productos de ella. El cordero, el maná y los productos de la tierra tipifican a Cristo. Cristo es nuestro cordero, nuestro maná y nuestra tierra. Como la tierra, Cristo es plenamente rico. Esta tierra es “una tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella” (Dt. 8:8-9). Todos los productos de la buena tierra son Cristo mismo, quien se nos da para nuestro disfrute. Josué 5:10-12 dice: “Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó. Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó al día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año”. En este breve pasaje de la palabra, Josué menciona tres cosas. Menciona el cordero pascual, el maná y los productos de la tierra. Estas son Cristo como nuestro alimento que nos da vida. Damos gracias al Señor por el cordero, el maná y la tierra con todos sus productos.

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