
Lectura bíblica: Ex. 15:22-27; 17:1-7; Nm. 20:1-13; 21:16-18; 1 Co. 10:3-4
Vimos en el último capítulo que la historia de los hijos de Israel estaba totalmente relacionada con el comer. En este capítulo queremos ver que la historia de los hijos de Israel no tiene que ver solamente con el comer, sino también con el beber. En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida como alimento y el río de agua como bebida. Los dos juntos producen los materiales preciosos que se necesitan para el edificio de Dios. De Génesis 2 en adelante la historia del pueblo escogido de Dios siempre ha estado ligada al comer y al beber. Estos dos asuntos se ven en toda la Biblia. El pueblo escogido de Dios de hoy también debe relacionarse íntimamente con el comer y el beber porque éstos son los aspectos principales del sustento de la vida. Necesitamos comer y beber para vivir. El comer y el beber nos permiten disfrutar y mantener la vida.
La historia de los hijos de Israel empezó cuando comieron el cordero pascual en Exodo 12. Poco después de que habían comido la pascua y atravesado el Mar Rojo para salir de Egipto, les faltó el agua. Exodo 15:22 nos dice que “anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua”. Llegaron a Mara, el cual significa amargo, pues las aguas de Mara eran amargas y no se podían beber. Es muy significativo que el viaje del Mar Rojo a Mara duró exactamente tres días. El hecho de que estuvieran tres días en el desierto sin agua significa que estuvieron sepultados por tres días, que estuvieron en muerte. Se puede considerar el tercer día como el día de resurrección, puesto que el Señor Jesús resucitó al tercer día (1 Co. 15:4). Cuando los hijos de Israel llegaron a las aguas amargas de Mara el tercer día, el Señor le mostró a Moisés un árbol, y cuando Moisés echó ese árbol en las aguas, éstas se endulzaron (Ex. 15:25). Podemos decir que el árbol es el Cristo resucitado porque este árbol fue echado en las aguas amargas de Mara después de que los hijos de Israel habían viajado tres días en el desierto.
Por la carencia de agua y por haber llegado a un lugar de aguas amargas, los hijos de Israel se pusieron a murmurar y a quejarse. Esto nos da un cuadro claro de cómo es el pueblo de Dios cuando no tiene agua. Si una iglesia local carece del agua espiritual, seguramente habrá peleas, reprensiones, murmuraciones y quejas. Si todo esto está presente en una iglesia local, queda muy claro que hay sequedad allí, que la sed se encuentra allí. Si no tuviéramos agua para beber durante tres días, sin lugar a dudas, muchos de nosotros expresaríamos reprensiones, pelearíamos y murmuraríamos por causa de la carencia de agua. Debemos comprender que tenemos un árbol viviente, el Cristo resucitado. Si sólo ponemos este Cristo resucitado en nuestra amargura, permitiendo que el Cristo resucitado entre en nuestra situación, las aguas amargas llegarán a ser aguas dulces.
En Mara, aun antes de que se diese la ley, el Señor les hizo un estatuto y una ordenanza a los hijos de Israel (15:25). Esto significa que si entre nosotros tenemos el agua dulce y viviente, la que se puede beber, de esta agua viviente vendrá espontáneamente un estatuto y una ordenanza vivientes. Cuanto más bebemos del agua viviente, el agua dulce del Cristo resucitado, más regulados estamos. El estatuto y la ordenanza no vienen de la ley de letra, sino que son el estatuto y la ordenanza vivientes producidos cuando bebemos del agua viviente.
Creo que el estatuto hecho en Mara podría haber prohibido las reprensiones y las murmuraciones. Después de que las aguas amargas se endulzaron, es posible que los hijos de Israel dijeran que ya no era necesario reprender o murmurar, así que promulgaron un estatuto de acuerdo con esto. No es necesario reprender o murmurar cuando haya abundancia de agua y cuando las aguas sean dulces. Si se encuentran muchas reprensiones y murmuraciones en una iglesia local, habrá mucha enfermedad en aquella iglesia. Si nosotros murmuramos todo el tiempo, nos enfermaremos. Las murmuraciones le abren la puerta al enemigo y así éste puede introducir todo tipo de enfermedad. Si murmuramos, nos quejamos y expresamos reprensiones, somos semejantes a los egipcios, a la gente mundana. En la mayoría de las asociaciones y sociedades, los miembros murmuran, se reprenden y aun se pelean. ¿Debiera haber este tipo de situación o condición entre el pueblo de Dios en una iglesia local?
Nuestras quejas o murmuraciones constituyen cierto tipo de enfermedad. Estamos enfermos espiritualmente, y esta enfermedad espiritual puede dar por resultado una enfermedad física. En 1 Corintios 11 Pablo les dijo a los corintios que entre ellos había muchos debilitados y enfermos y varios aun estaban muertos (v. 30), porque murmuraban, se quejaban y eran facciosos. Los corintios se oponían porque carecían del agua dulce del Cristo resucitado. Si tenemos al Cristo resucitado en nuestra situación, ésta será muy dulce y tendremos el agua viviente. Luego promulgaremos un estatuto que prohíba las reprensiones, las murmuraciones, las quejas y las peleas entre nosotros. Nuestra ordenanza mandará que alabemos al Señor y que gritemos con júbilo sin quejas ni murmuraciones. Una ordenanza tal como ésta sólo proviene de las aguas dulces. Si disfrutamos al Cristo resucitado en nuestra situación y gozamos de la dulzura del agua viviente, no tendremos ninguna enfermedad.
Si pueden encontrarse murmuraciones y quejas en una iglesia local, esto comprueba que hay enfermedades egipcias allí. Si no hay murmuraciones ni quejas, entonces hay un estatuto viviente hecho del agua viviente y dulce, el cual nos enseña a no criticar, reprender, murmurar, quejarnos ni pelear el uno con el otro. Este estatuto no se dio en Sinaí, sino que se promulgó en Mara donde los hijos de Israel disfrutaron de las aguas dulces. Exodo 15:26 dice: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. No debemos tener entre nosotros las enfermedades ni las dolencias porque el Señor es nuestro sanador, y en las aguas dulces se encuentra la sanidad que El nos trae. Tenemos al Señor como nuestro sanador.
Los hijos de Israel, después de sus experiencias en Mara, llegaron a Elim donde había doce fuentes de aguas y setenta palmeras (Ex. 15:27). En la Biblia las palmeras simbolizan la victoria de la vida de hoja perenne. Debemos alabar al Señor por la palmera, por la victoria de la vida. Setenta es diez por siete. Siete es el número de completamiento y diez es el número de plenitud, así que Elim es un lugar lleno de las victorias de la vida. También había doce fuentes de aguas en Elim. Doce se compone de cuatro por tres. El número cuatro simboliza las criaturas, especialmente la humanidad, y el número tres representa al Dios Triuno. Por lo tanto, cuatro por tres, el número doce, nos habla de la mezcla de lo divino con lo humano. Las fuentes de Elim tienen como fin la mezcla de la divinidad con la humanidad. Dios como agua viviente entra fluyendo en Sus escogidos para mezclarse con ellos. La vida de resurrección en Elim fluye y crece. Procede de Dios y entra en nosotros, y mediante este fluir crece hacia arriba a fin de manifestar las riquezas y la victoria de la vida divina.
Necesitamos que Cristo como el árbol, el Cristo resucitado, sea puesto en nuestra situación. Entonces tendremos las aguas dulces. De estas aguas dulces vendrán un estatuto y una ordenanza que prohíban las murmuraciones, las quejas, y que exijan la alabanza. No debemos encontrarnos murmurando sino alabando. Necesitamos una ordenanza que nos mande a decir: “¡Oh Señor, amén, aleluya!” Nuestra ordenanza y nuestro estatuto no nos mandan a dar reprensiones, a criticar, a murmurar ni a quejarnos, sino a alabar siempre. Este estatuto y esta ordenanza no vinieron de la ley de letra, sino del beber de las aguas dulces. Con el tiempo, nosotros somos introducidos en Elim, donde hay doce fuentes de aguas y setenta palmeras. Esta situación está llena de la vida que fluye para mezclar lo divino con lo humano, y también está llena de las victorias de la vida para que alabemos al Señor. Elim es un lugar lleno de alabanzas que brotan de la vida.
En Exodo 15 los hijos de Israel disfrutaron las aguas dulces y en el capítulo dieciséis comieron el maná celestial. En el capítulo diecisiete llegaron a un lugar donde otra vez les faltó el agua. Cuando carecían de agua, entre ellos expresaban reprensiones, murmuraciones, quejas y se peleaban (17:1-4). Se enfermaron una y otra vez por no tener agua. Con el tiempo, es posible que en cierta iglesia local la ordenanza de ofrecer alabanzas haya desaparecido. En vez de alabanzas podría haber murmuraciones y críticas. En aquel entonces la iglesia estará enferma. Hoy tal vez tengamos la ordenanza de alabanza, pero más tarde es posible que tengamos la ordenanza de crítica.
Debido a que a los hijos de Israel les faltaba el agua, volvieron a reprender a Moisés y a murmurar contra él: “Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y vé. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (17:3-6).
Parece que el Señor le dijera a Moisés: “Toma en tu mano la vara y haz algo. Y te he dado el poder, la autoridad. La vara está en tu mano. ¿Acaso no usaste la vara para hacer muchas cosas con Mi autoridad, con Mi poder? Ahora, toma en tu mano la vara y golpea la roca”. Esto indica que Cristo como la roca viviente fue golpeado por el poder de la ley. Moisés representa la ley. Cristo en la cruz fue golpeado por la autoridad, el poder, de la ley. Luego el agua viviente salió de Cristo, la roca herida. Juan 19:34 nos dice que la sangre y el agua salieron del costado del Cristo crucificado. La sangre cumple la redención, y el agua tiene como fin impartir la vida. Cristo como la roca viviente tenía que ser golpeado por el poder de la ley para que el agua viviente pudiera fluir de El.
En cierto sentido, como miembros de Cristo, todos nosotros hemos sido golpeados por el poder de la ley. La autoridad de Dios tiene que subyugarnos. Cristo fue tocado por el poder de la ley, y ahora todos nosotros como miembros de Cristo tenemos que ser tocados por la autoridad de Dios. Entonces tendremos el agua viviente.
En Exodo 15 vemos a Cristo como el árbol y en el capítulo diecisiete vemos a Cristo como la roca. El árbol simboliza al Cristo resucitado, y la roca simboliza al Cristo golpeado y crucificado. Si nosotros que estamos en la iglesia queremos recibir el agua viviente, el agua dulce, el agua que fluye, tenemos que asirnos del Cristo crucificado y resucitado y experimentarle. El Cristo resucitado es el árbol para nosotros, y el Cristo crucificado es la roca para nosotros. En 1 Corintios 10:4 se nos dice que todos los hijos de Israel bebieron de la misma bebida espiritual de la roca espiritual que los seguía, la cual era Cristo.
Números 20:1-13 nos dice que después de cierto tiempo, los hijos de Israel regresaron a Masah o Meriba. Esta vez, la tercera ocasión en la cual vemos a los hijos de Israel beber, es una repetición de la segunda. Masah significa tentación y Meriba significa reprensión o contienda. En Masah o Meriba los hijos de Israel tentaron al Señor y contendieron con El. Para aquel entonces los hijos de Israel estaban viajando en círculos. Estaban vagando en el desierto y regresaron al mismo sitio. Si se hubieran adelantado en vez de vagar, nunca habrían experimentado una repetición de lo que les sucedió en Masah. Debido a que vagaban y no estaban dispuestos a adelantarse, regresaron al lugar donde habían tentado al Señor y luchado con El. Si una iglesia local no quiere seguir adelante, sino que anda vagando, esa iglesia tarde o temprano pasará por una repetición de esta pobre experiencia.
Los hijos de Israel reprendieron a Moisés de nuevo, y esta vez realmente le ofendieron. Moisés acudió al Señor, y el Señor le dijo que hablara a la roca para que el agua fluyera. No era necesario que Moisés golpeara la roca porque ya había sido golpeada y estaba hendida. Pero Moisés estaba enojado con el pueblo de Israel y les llamó rebeldes (Nm. 20:10). Este episodio nos muestra que necesitamos tener cuidado con respecto a la manera en que tratamos a los hijos del Señor y cómo les hablamos. Aun si ellos están en una condición pobre, no debemos enojarnos mucho. Aun así, se puede decir con cierta seguridad que ellos son muy buenos. Si usted es sabio, no irá a los padres de cierto niño o niña para decirles algo malo de ellos. Por muy malos que sean, no vaya a los padres de ellos para decirles algo malo de ellos. Es mejor decirles a los padres algo bueno con respecto a sus hijos.
El libro de Números nos relata la historia de Balak, quien empleó a Balaam para que éste maldijera a los hijos de Israel. En aquel tiempo los hijos de Israel eran muy malos. Balak pensaba que tenía razón emplear a Balaam para que éste les maldijera por causa de la pobre situación de ellos. Sin embargo, lo único que Balaam podía hacer era bendecir a los hijos de Israel. Dijo que el Señor no vio iniquidad ni perversidad entre los hijos de Israel (23:21). La profecía de Balaam sorprendió a Balak, así que llevó a Balaam a otro lugar para que allí maldijera a los hijos de Israel. Tal vez si Balaam viera a los hijos de Israel desde otro ángulo, en otro sentido, podría ver su verdadera condición y maldecirlos. Finalmente Balaam dijo: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!” (24:5). Lo único que Balaam podía decir de los hijos de Israel era algo positivo. No diga usted que la iglesia en su localidad está en malas condiciones. Si lo dice, perderá algo.
Moisés perdió entrada a la buena tierra debido al error que cometió en su ira en Meriba. Debido a su enojo, hizo algo malo. El Señor no le dijo que golpeara de nuevo la roca. El Señor le dijo que fuese y hablase a la roca, la cual ya había sido golpeada. Cuando nos enojamos, siempre nos es fácil cometer un error. Cuando usted se enoje, tiene que aprender cómo escaparse de la situación que le enfada. No diga nada ni haga nada. Simplemente escápese corriendo de la situación y quédese aparte hasta que se vaya su ira. Luego puede regresar para decir algo. Aun Moisés, quien era un hombre viejo, experimentado, humilde, manso y paciente, cometió un error en su ira.
Es muy difícil pasar la prueba de las iglesias locales. En las iglesias locales los santos siempre ponen a prueba a los hermanos que están al frente. Es posible que éstos les hayan hecho muchas cosas buenas a los santos y por los santos, pero es posible que los santos se olviden de éstas. Puede ser que reprendan a los hermanos responsables, que peleen con ellos, y que digan algo malo de ellos. Es posible que esto enfade a los hermanos que están al frente. Pero necesitamos tener cuidado y no enojarnos. No llamemos a los santos rebeldes, sino siempre hablemos bien de ellos. Si decimos que los hermanos son buenos y las hermanas simpáticas, ganaremos algo. Aunque Moisés hizo mal al golpear la roca, el Señor tuvo misericordia de él y el agua salió de la roca. El hecho de que el agua saliera de la roca, aun en vista del error cometido por Moisés, comprueba cuán misericordioso es el Señor.
La verdad es que Cristo fue golpeado y hendido en la cruz una vez por todas. No es necesario que sea golpeado otra vez. Debemos darnos cuenta del hecho cumplido: Cristo fue golpeado en la cruz hace dos mil años. En vez de golpearlo de nuevo, sólo necesitamos hablarle. Cuando le hablemos, El nos dará el agua viviente. El himno #115 habla de este punto muy claramente:
1 Desmayando_estaba El pueblo_Israel Cuando Jehová daba Un mandato fiel Sólo con fe A la Peña_hablad, Agua de vida Ella te dará; Sólo con fe A la Peña_hablad.
Coro: Sólo con fe A la Peña_hablad, El agua viva De_ella fluirá; No dudes más, pues El Espíritu Quiere que bebas De Su plenitud.
2 Esa Roca_eterna Hoy abierta_está; Su_Espíritu Santo Aun puede llenar; Oye Su voz: “No vaciles más. Al Espíritu_habla Con un susurrar”. Sólo con fe, A la Peña_hablad.
3 Oh, con fe sencilla Se puede creer; Y como_un infante Se pueda beber. Como_el bebé Que_en el pecho_está, Mi_espíritu_halle En Tu seno paz, Lleno de Ti, Vida Eternal.
Cuánto más usted cante este himno, más se enamorará de él. Cristo ya fue crucificado y herido por nosotros. No necesitamos golpearle, pero sí necesitamos invocarle, hablarle y pedirle agua viva.
La cuarta ocasión en la cual vemos a los hijos de Israel beber se narra en Números 21:16-18. Llegaron a un lugar llamado Beer, que significa un pozo. Cuando los hijos de Israel llegaron a Beer, encontraron un pozo. Esto tipifica a Cristo, quien nos es un pozo. Cristo no sólo es la roca hendida, sino también un pozo de agua. El Señor Jesús nos dice en Juan 4:14 que si bebemos de El, tendremos un manantial o un pozo de agua que brota de nuestro interior. Cristo es la roca que está fuera de nosotros, y El es el pozo dentro de nosotros. Como la roca fuera de nosotros, El necesita que le golpeemos. Con respecto a que Cristo sea el pozo en nuestro interior, nosotros necesitamos la excavación. No es necesario golpear a Cristo, pero sí es necesario que nosotros experimentemos la excavación a fin de que Cristo como el pozo pueda brotar desde nuestro interior. Hay mucha tierra en nuestro ser que sirve como barrera y no permite que Cristo fluya en nosotros. Toda esta tierra necesita excavarse.
Números 21:18 dice: “Pozo, el cual cavaron los señores, lo cavaron los príncipes del pueblo, y el legislador, con sus báculos. Del desierto vinieron a Matana”. La versión American Standard nos dice que los nobles del pueblo cavaron el pozo “con el cetro, con sus cayados” (v. 18, heb.). Un cetro es una vara real en mano del príncipe y está relacionado con la autoridad. El salmo 23 indica que el cayado sirve para guiar (v. 4). Por consiguiente, los cetros se relacionan con la autoridad, y los cayados, con la guía. Necesitamos que nuestro ser interior sea cavado bajo la autoridad del Señor y conforme a Su guía.
Los príncipes y los nobles del pueblo normalmente no eran los que cavaban el pozo. Los de la clase baja lo hacían. Pero Números 21 nos dice que los príncipes y los nobles del pueblo de Dios cavaron el pozo en Beer. Si queremos disfrutar a Cristo como el pozo que brota todo el tiempo en las iglesias locales, todos los que estamos al frente tenemos que ser los primeros en cavar la tierra bajo la autoridad del Señor y conforme a Su guía. Entonces, debido a que los príncipes y los nobles del pueblo estarán cavando con el cetro y los cayados, tendremos un pozo que brotará con agua viva todo el tiempo en las iglesias.
En Jueces 15 en la historia de Sansón encontramos la quinta vez que el asunto de beber se presenta en el Antiguo Testamento. El Espíritu del Señor había descendido en Sansón, capacitándole para matar a mil filisteos con una quijada de asno. Después, Sansón, muriendo de sed, invocó al Señor (15:18) y “Abrió Dios la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy” (v. 19). En-hacore significa la fuente o el pozo del que invoca. Cuando invocamos el nombre del Señor, bebemos del agua viva y nos reanimamos. Las porciones de las Escrituras que hemos abarcado en este capítulo tratan de cinco ocasiones que nos dan un cuadro completo del lo que es beber en el Antiguo Testamento.