
PARTE UNO: LOS TRES MINISTERIOS PRINCIPALES EN LA ECONOMIA DE DIOS
Este tomo se compone de los mensajes que el hermano Witness Lee dio en Anaheim, California, durante las conferencias de verano celebradas en el año de 1966.
Adán, el primer ser humano, fue el primer sacerdote. Algunos tal vez estén en desacuerdo y digan que según el Antiguo Testamento, un sacerdote era el que traía las ofrendas por los pecados, y puesto que Adán no tenía pecado cuando estaba en el Edén, no necesitaba presentar sacrificios por los pecados. ¿Por qué decimos, entonces, que Adán fue el primer sacerdote? Debido a que la función del sacerdote no se limita a ofrecer sacrificios, como los que se ofrecían en el atrio. Eso era sólo parte del servicio sacerdotal; el sacerdote también tenía que entrar al Lugar Santo para poner pan sobre la mesa de la proposición, encender las lámparas del candelero y quemar el incienso sobre el altar de oro, lo cual era una tarea mucho más especializada que la de sacrificar las ofrendas, y estaba relacionada con las experiencias más profundas y detalladas que tenemos de Cristo. Pero, hay algo aún más profundo, y es que después de haber hecho esto, el sacerdote tenía que entrar al Lugar Santísimo, donde no hacía nada. Allí no trabajaba, ya que en ese lugar toda actividad humana cesaba. El Señor no necesita que trabajemos para El, sino que nos detengamos y seamos llenos de El.
Pese a que antes de la caída Adán no tenía necesidad de ofrecer ningún sacrificio, él estaba en la presencia de Dios continuamente. Dios no le pidió que hiciera nada cuando lo creó, salvo que lo puso frente al árbol de la vida. Su deber era pasar todo el tiempo en la presencia de Dios y disfrutarle como el árbol de la vida sin hacer nada para El; solamente debía tomarlo continuamente como el suministro de vida para ser lleno y empapado de Dios. Pero ya sabemos que al final, Adán fracasó.
Abel fue el segundo sacerdote y tampoco hizo nada para Dios; simplemente se acercaba a Dios y lo adoraba, lo alababa y buscaba Su faz ofreciéndole el sacrificio según el plan de redención.
Después de Abel vivió Enoc, del cual la Biblia dice que caminó con Dios. Hay un gran contraste entre Caín y Enoc. Caín fue echado de la presencia de Dios, mientras que Enoc anduvo en Su presencia, por lo cual afirmamos que era un sacerdote. No hizo nada para Dios; la Biblia solamente dice que caminó con Dios. Andar con Dios equivale a ser uno con El, ser lleno de El y expresarle como sacerdote. Un verdadero sacerdote siempre está en la presencia de Dios.
A continuación tenemos a Noé, el cual sí trabajó para Dios. Aunque construyó el arca, debemos analizar cómo lo hizo. Primero, él caminó con Dios y conoció Su voluntad. Debido a ese andar recibió la revelación de edificar el arca. Así que, su obra fue el producto de la revelación que recibió como sacerdote; en eso consiste precisamente el servicio sacerdotal.
Abraham también vivió en la presencia del Señor. Fue llamado por Dios, pero no sabía adónde ir porque fue llamado a vivir en la presencia de Dios, o sea que Su destino era la presencia de Dios. Aunque no sabía adónde ir, sí sabía en donde estar. El también presentó ofrendas a Dios, al igual que lo hicieron Abel y Noé. Ninguno de éstos fueron llamados “sacerdotes” al comienzo de la Biblia, pero de hecho lo eran. Abraham ofreció a Dios sacrificios y vivió en Su presencia. Si leemos detenidamente su historia, veremos que sí fue un sacerdote porque pasó toda su vida en el Lugar Santísimo ante la gloria shekinah de Dios.
Isaac entró en el Lugar Santísimo en la persona de su padre. Podríamos decir que nació en el Lugar Santísimo, y que simplemente permaneció allí todo el tiempo disfrutando la gloria shekinah de Dios. Por lo tanto, él no sólo fue sacerdote, sino que fue sumo sacerdote que vivió continuamente en el Lugar Santísimo.
Jacob, a diferencia de Isaac, no vivió en el Lugar Santísimo ni en el Lugar Santo y muchas veces se encontraba fuera del atrio, lejos de la entrada del tabernáculo. Pero Dios, en Su misericordia y providencia, lo trajo de regreso reiteradas veces al atrio, al Lugar Santo y, finalmente, al Lugar Santísimo. Fue entonces cuando Jacob el suplantador fue transformado en Israel, el príncipe de Dios, un sacerdote de Dios que vivía en Su presencia en el Lugar Santísimo y, por ser sacerdote, ofrecía sacrificios a Dios.
Veamos el caso de Moisés. Cuando él estaba en el desierto, se hallaba en el atrio. Después de que Dios lo llamó para sacar a Su pueblo Israel de Egipto, él se encontraba, por lo menos, en el Lugar Santo. El lo ayudó a cruzar el Mar Rojo y, más adelante, lo condujo al monte Sinaí, donde permaneció cuarenta días. No hay duda que para Moisés, éste fue el verdadero Lugar Santísimo. El estuvo con Dios y, cuando descendió del monte, el pueblo veía en su rostro la gloria de Dios.
Durante la Pascua los hijos de Israel sacrificaron el cordero sin la ayuda del sacerdote, debido a que todos eran sacerdotes. Cada familia era parte del sacerdocio. Todo el pueblo ofreció el mismo sacrificio a Dios simultáneamente. Ninguna familia tenía un sacerdote especial que ofreciese el cordero pascual por ellos, porque todos eran sacerdotes. Cuando salieron de Egipto y llegaron al monte Sinaí, el Señor les dijo que haría de ellos un reino de sacerdotes. Todos debían ser Sus sacerdotes y debían estar en Su presencia para ser llenos de El y llegar a ser Su expresión corporativa, la cual es el verdadero sacerdocio. Debo repetir que el sacerdocio no consiste en hacer algo para Dios, sino que es un grupo de personas que están llenas y empapadas de Dios a fin de que El fluya en ellos, y ellos sean Su expresión corporativa. No obstante, el pueblo de Israel también fracasó ante Dios.
Entonces, Dios tomó la tribu de Leví, la cual llegó a ser una tribu de sacerdotes. En realidad, ellos no realizaban un sinnúmero de actividades para el Señor, sino que pasaban el tiempo en Su presencia, y allí Dios los disciplinaba para que llegaran a ser uno con El. (En los capítulos siguientes estudiaremos más al respecto.) Por ser el sacerdocio, ellos disfrutaban continuamente al Señor llevándolo como Su testimonio.
No podemos dejar el Antiguo Testamento sin examinar el caso de los salmistas. Al leer sus escritos tenemos que reconocer que fueron verdaderos sacerdotes. Sus escritos muestran que pasaron la mayor parte de su tiempo en la presencia de Dios para ser llenos de El.
Al llegar al Nuevo Testamento, notamos que los apóstoles fueron sacerdotes, ya que continuamente abrían su ser al Señor para ser llenos de El; por lo cual, fueron una verdadera expresión corporativa del Señor. Así debe ser el creyente. Pedro, el primero de los apóstoles, y Juan, el último que ministró, dieron especial énfasis a esto: ambos afirman que somos sacerdotes y que, en conjunto, somos un sacerdocio.
La idea que tenemos acerca de servir a Dios tiene que ser transformada y calibrada. Ser sacerdote no significa primordialmente hacer algo para el Señor, sino que El nos cautiva. Debemos pasar mucho tiempo en Su presencia y permitir que entre en nosotros y nos llene en plenitud.
Cuando recién me había convertido, me gustaba hablar de la obra del Señor, pero ahora eso no me interesa tanto, porque lo que importa no es trabajar para el Señor sino ser poseídos por El y mantenernos en Su gloria. Entonces El fluirá y ese fluir será Su verdadera obra y el verdadero servicio. Únicamente este fluir cumplirá el propósito del Señor. Lo importante no es dar mensajes, ni mantener formalidades o enseñanzas, sino ser completamente llenos de El, para que así brote de nosotros y seamos uno con El y con todos los que abran su ser a El. Nuestro trabajo, nuestro servicio, el fluir de vida, la vida del Cuerpo y también Su edificio se hallan en este fluir. Debemos comprender que la edificación del Cuerpo no es un trabajo, ni una especie de organización, sino la vida corporativa que corre en el fluir de Dios.
Necesitamos ser llenos e impregnados de la gloria de Dios; entonces, seremos uno con El y uno con otros en El. Toda la labor y el servicio del creyente debe proceder de este sacerdocio. Espero que deje una profunda impresión en nosotros el hecho de que la intención de Dios no es que trabajemos para El. Si comprendemos en verdad el deseo de Su corazón, abriremos nuestro ser completamente a El para que nos inunde consigo mismo. Este es el sacerdocio, y ésta es la clase de persona que Dios anhela obtener hoy.
¡Oh, qué bendición gloriosa! Ser un sacerdote real; Aunque sea el más pequeño Tengo oficio divinal.
CORO: La edificación del Cuerpo Por el sacerdocio es; En mi espíritu orando Este oficio cumpliré.
Si atiendo este llamado Bajo Tu autoridad Se edificará la iglesia Por el sacerdocio real.
Es la iglesia el sacerdocio Concertado en unión; Hoy los sacerdotes juntos Forman su edificación.
Por la iglesia degradada Este oficio se anuló; Sus espíritus endebles Sólo quieren un sermón.
Muchos buscan un mensaje Y no quieren funcionar; Descuidando el sacerdocio, Y en espíritu el orar.
Quiero estar bien balanceado Y cumplir mi comisión, Tu mensaje liberando Y guiando a oración.
Con espíritus unidos Y vital predicación, Se edificará la iglesia Al servir en oración.
(Himno #363 de Himnos)