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Mensajes del libro «Sacerdocio, El»
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CAPITULO ONCE

LA RELACION DEL SACERDOCIO CON EL ARCA

  “Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Ex. 25:16-22).

  Y en Hebreos 9:3-5 leemos lo siguiente: “Tras el segundo velo estaba otro tabernáculo, llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía un altar de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba la urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían con su sombra el propiciatorio; de las cuales cosas no es ahora el momento de hablar en detalle”. En Romanos 3:23-25 dice: “Porque todos han pecado, y carecen de la gloria de Dios... Cristo Jesús, a quien Dios ha presentado como propiciatorio... ” Cristo se presentó como propiciatorio, el lugar donde Dios hace propiciación por nosotros.

EL ARCA Y EL TABERNACULO

  Ya vimos que el sacerdocio es el tabernáculo. El cuerpo de sacerdotes es la morada de Dios. Primera de Pedro capítulo 2 nos dice claramente que el sacerdocio santo es la casa espiritual. Nosotros como sacerdotes somos la morada de Dios. Pero para ser un cuerpo debemos ser edificados y coordinados. El cuerpo no se compone de personas esparcidas, sino de los miembros que han sido conectados y concertados para ser la morada de Dios.

  En este capítulo debemos ver algo del arca, que es uno de los tres aspectos principales del sacerdocio, los cuales son: las ofrendas, el tabernáculo y el arca. Hemos visto que las ofrendas son los diferentes aspectos de Cristo como nuestro disfrute, y que el tabernáculo mismo es la manifestación externa de dicho disfrute. Ahora examinemos el arca.

  El arca es el contenido del tabernáculo. Si no existiera el arca, el tabernáculo estaría vacío. En la historia del Antiguo Testamento, hubo un tiempo cuando el arca no estuvo en el tabernáculo porque había sido capturada y llevada a otro lugar, por causa de la degradación del pueblo de Dios. Luego, cuando Salomón llegó a ser rey, fue al tabernáculo de Gabaón y allí recibió un sueño de Dios y vio que un tabernáculo sin el arca no es adecuado (2 Cr. 1:3-13; 1 R. 3:15). Así que regresó a Jerusalén y fue al lugar donde se encontraba el arca. En ese tiempo el arca estaba separada del tabernáculo. Esto significa que el tabernáculo había perdido su contenido, que es el arca.

  Cristo es el contenido de la vida de iglesia. Si solamente tenemos la vida de iglesia sin Cristo, ésta es vacía. La vida de la iglesia es la expresión de Cristo y El tiene que ser su contenido. La vida de la iglesia sólo puede existir cuando procede de nuestro disfrute de Cristo. Primero los sacerdotes tienen que disfrutar todas las ofrendas, las que tipifican los diferentes aspectos de Cristo. Esto quiere decir que los sacerdotes tienen que disfrutar y tomar a Cristo, ingerirlo, alimentarse y llenarse de El. Entonces estarán saturados con Cristo y serán uno con El; y de esta saturación, algo se expresará. La expresión de la vida de iglesia es el producto del Cristo que mora en nosotros.

  La vida de la iglesia no es una organización religiosa, ni un grupo social de cristianos, sino que es la expresión de Cristo, la expresión externa del Cristo que mora en los creyentes. Así que no es una sociedad humana ni una organización religiosa, sino Cristo expresado por medio de muchos creyentes. Entonces la vida de la iglesia procede del disfrute y la experiencia de Cristo; cuanto más experimentemos y disfrutemos a Cristo y mientras más seamos llenados y saturados de El, más tendremos la vida de iglesia como la expresión de Cristo. Debido a que la realidad de Cristo mismo resulta en la vida de iglesia, su contenido debe ser Cristo.

  Sabemos que el arca estaba en el Lugar Santísimo dentro del tabernáculo, que el arca era el contenido del tabernáculo y que el tabernáculo era la expresión del arca. Hemos visto que en el atrio disfrutamos a Cristo en el altar, como la ofrenda por las transgresiones, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda de harina, el holocausto, la ofrenda elevada y la ofrenda mecida. Pero Cristo es mucho más. En el Lugar Santo disfrutamos a Cristo en la mesa del pan, como la vida y el suministro de vida; disfrutamos al candelero como la luz de vida; y luego en el altar de oro, le disfrutamos como el incienso aromático que Dios acepta.

EL TESTIMONIO DE LA LEY

  En el Lugar Santísimo también estaba el arca, la cual originalmente sólo contenía la ley, que era el testimonio de Dios. La mayoría de los cristianos tienen un concepto muy pobre de la ley, pues piensan que son diez mandatos que deben obedecer, porque si no, serán condenados. Pero eso es incorrecto, porque la ley es el testimonio de Dios, o sea, la definición y explicación de Dios; la ley nos da un cuadro de lo que Dios es. Sin ella no podríamos saber la clase de Dios que tenemos, y por medio de ella tenemos un cuadro completo de lo que Dios es.

  La ley nos muestra que Dios es un Dios de santidad, de justicia, de amor y de luz. Los diez mandamientos nos revelan que Dios es tal Dios. La ley es un cuadro que describe a este Dios santo y justo, de amor y luz. Nadie ha visto a Dios, pero la ley, siendo el testimonio de Dios, lo describe y lo define, y por eso es puesto en el arca. Esto significa que todo lo que Dios es fue puesto en Cristo.

  Supongamos que le tomo a usted una foto. Esta sería como un testimonio. Si alguien me pregunta a quién se parece usted, se la mostraría y ésa sería su testimonio. Tenemos que darnos cuenta de que la ley es el testimonio de Dios, o sea, Su definición y explicación. El hecho de que la ley esté dentro del arca, significa que todo lo que Dios es, ahora está en Cristo.

  Sabemos que el arca es Cristo porque estaba hecha de dos cosas: era de madera cubierta de oro. La madera significa la naturaleza humana de Cristo, y el oro Su naturaleza divina. El es tanto hombre como Dios. El es el Dios-hombre. El testimonio de Dios está en Aquel que vive y es de oro. Toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en El (Col. 2:9). Esto tipificaba la ley, que fue puesta dentro del arca como testimonio. Así, la plenitud de Dios está en el arca, la cual está en el tabernáculo y es el contenido del tabernáculo. Esto significa que Dios es el contenido de Cristo y que Cristo es el contenido de la iglesia.

  ¿Cuál es el contenido de la iglesia local en donde usted está? ¿Es Cristo u otra cosa? Eso es lo que verdaderamente cuenta. El contenido de la vida de iglesia tiene que ser Cristo y nada más; y el contenido de Cristo es la plenitud de Dios.

LOS QUERUBINES DE GLORIA

  En el arca está la ley que es la descripción de Dios y sobre el arca están los dos querubines, que son llamados los querubines de gloria. Si leemos la Biblia cuidadosamente, veremos que cuando Dios es expresado, manifestado, es gloria, como la luz de la electricidad que se expresa cuando brilla. Sin la iluminación, la electricidad es sólo electricidad. Pero al resplandecer, la electricidad se convierte en luz y la luz es la gloria, y ésta es la expresión y manifestación de la electricidad. Así que la gloria es Dios manifestado y expresado. Dentro del arca está todo lo que Dios es y sobre el arca Dios es expresado. Dios es su contenido por dentro y Dios se expresa como gloria por fuera.

  ¿Alguna vez ha visto a Jesús tal como lo presentan los cuatro evangelios? El es el verdadero arca. Su contenido, dentro de El, está el Dios completo y, sobre El, Dios se expresa y se manifiesta como gloria. En Jesús está todo lo que Dios es y sobre El está el Dios manifestado. Así que, dentro de El está la ley y sobre El están los dos querubines. Estos no representan dos clases de gloria sino que son un testimonio de la gloria. El número dos significa testimonio, por tanto los dos querubines testifican la expresión de lo que Dios es.

  Romanos 3:23 dice que todos los que han pecado carecen de la gloria de Dios. Nosotros somos pecadores, así que carecemos de la gloria de Dios, la cual es muy alta. Tal vez tengamos algo de bondad, pero comparada con la gloria de Dios, queda corta. Tal vez nuestra bondad no tenga nada pecaminoso y hasta podamos sentirnos rectos. Pero, pese a que esto sea cierto, aún carecemos de la gloria de Dios. Tal vez digamos que nunca hemos odiado a otros, pero de todos modos estamos escasos. Incluso, podemos decir que amamos a los demás, pero no los amamos tanto como Dios los ama. Nuestro amor es muy pequeño comparado con el amor de Dios.

  En la China había muchos discípulos de Confucio que afirmaban que eran las mejores personas de la tierra. Sin embargo, cuando algunos de ellos leyeron los cuatro evangelios, sus ojos se les abrieron y vieron quién era Jesús; y al verlo, se postraron al suelo y confesaron, “Señor, tengo mucha escasez; soy bueno, pero mi bondad carece de la Tuya”.

  Jesús manifestó a Dios en Su vivir. Su andar cotidiano era la misma expresión de Dios. Esto es la gloria: el Dios manifestado y expresado. Todos los seres humanos carecemos de esta gloria. Somos buenos, pero ¿podríamos compararnos con Jesús? Amamos a otros, pero ¿podríamos comparar nuestro amor con el de Jesús? Al compararnos con El, vemos cuán pobre somos. Esta escasez es pecado, debido a que el hombre fue hecho a la imagen de Dios con el propósito de expresarlo. El hombre fue hecho para la gloria de Dios; esto quiere decir que el hombre fue hecho para expresar a Dios. Carecer de la gloria y manifestación de Dios quiere decir que somos pecaminosos.

  Temo que, antes de haber leído este capítulo, si alguien nos hubiese preguntado si somos pecaminosos, responderíamos que no lo somos. No odiamos a otros ni estamos equivocados en muchas cosas; sin embargo, si fuésemos alumbrados en cuanto a nuestra carencia de la gloria de Dios, veríamos lo pecaminoso que somos. Al ver el vivir cotidiano de Jesús tal como los cuatro evangelios lo dicen, vemos lo que es la gloria y cuánto carecemos de ella. Jesús es el arca y sobre El están los querubines, cuya gloria nos condena. Esta gloria testifica de todo lo que Dios es; pero ésta nos condena a nosotros. Aunque fuésemos buenos y amorosos, aún seríamos condenados porque nuestro amor carece de la gloria de Dios.

  La gloria debe ser expresada todo el tiempo en la iglesia, la cual debe ser el Dios manifestado y expresado. La vida de iglesia no se mide según el nivel de moralidad sino conforme a la manifestación de Dios. Quizá sí amamos a otros, pero los amamos en nosotros mismos, con nosotros mismos y para nosotros mismos, de manera que todo gira en torno a nosotros. Esta clase de amor carece de la gloria de Dios y El nunca podrá manifestarse en ese amor. Tal vez seamos muy humildes, pero lo somos por nosotros, en nosotros y para nosotros mismos. Esta clase de humildad nunca podrá expresar a Dios. La vida de iglesia necesita el amor divino que expresa a Dios, no el humano; debe ser una clase de amor que contenga a Dios. La iglesia debe tener los dos querubines como la manifestación de la gloria de Dios, la cual continuamente vigila y descubre la escasez.

  La mayoría de nosotros no estamos muy convencidos de que somos pecaminosos. Pero supongamos que el Señor viniera y nos manifestara Su gloria. Todos caeríamos al piso y pediríamos que algo nos cubriera. Sentiríamos que estamos tan carentes de Su gloria. Comparados a otros, tal vez seamos mejores que ellos. Ellos son humildes y nosotros más; ellos aman, nosotros podemos amar más, pero no podemos compararnos con la gloria de Dios. Cuando la gloria de Dios está presente, no hay comparación. Nuestra escasez se manifestará y sentiremos lo pecaminosos que somos; y lo somos, no por ser malignos o sucios, sino porque carecemos de la gloria de Dios.

LA SANGRE ROCIADA SOBRE EL PROPICIATORIO

  El contenido de la iglesia es Cristo, y El está lleno de todo lo que es Dios. Sobre El, está la manifestación de Dios como la gloria, la cual continuamente testifica, observa y encuentra nuestras fallas según el testimonio interno. Los dos querubines están encima del arca velando conforme al testimonio, o la ley, que está dentro del arca. Cuando venimos al Señor para contactarlo, estos dos querubines nos miran y examinan según los diez mandamientos e inmediatamente nos encontramos cortos. No podemos estar delante de los diez mandamientos bajo los ojos de los dos querubines que nos escudriñan. Pero damos gracias al Señor porque la sangre que fue rociada está a la vista de los querubines que velan sobre el propiciatorio, y esta sangre rociada cubre los diez mandamientos. Cuando clamamos a la sangre, ella habla por nosotros.

  Debemos comprender que en la vida de iglesia la norma no es, ni jamás será, la moralidad del hombre, ni la bondad, ni el comportamiento ni la conducta. La única norma es la gloria de Dios. No importa cuán buenos seamos, nunca podremos comparar nuestra bondad con la gloria de Dios. Esto significa que tenemos que renunciar a todo lo que somos. Nunca podremos jactarnos de lo que somos. Aun nuestro amor es vil, comparado a la gloria de Dios, y tiene que ser perdonado. Creo que le hemos pedido al Señor que nos perdone por nuestro odio, pero ¿le hemos pedido alguna vez al Señor que nos perdone por nuestro amor? Debemos pedirle perdón aun por lo bueno que tengamos.

  El contenido de la vida de iglesia no es conforme a la norma de la conducta humana sino en todo conforme a la gloria de Dios, la cual es Cristo como el arca. Ningún ser humano podría estar ante el propiciatorio si no fuese por la sangre. Los ojos escudriñadores de los querubines están sobre la sangre, y debajo de ella está el testimonio (la ley) de Dios. La única manera de poder estar ante el testimonio de Dios y ante los ojos escudriñadores de los querubines de la gloria de Dios es la sangre preciosa.

EL MANA ESCONDIDO Y LA VARA QUE REVERDECIO

  Esto no es suficiente. De acuerdo al Antiguo Testamento, en el arca sólo está la ley, pero según el libro de Hebreos, en el Nuevo Testamento, hay dos cosas más: el maná escondido y la vara que reverdeció. Uno, que es el maná, representa la suministración, y la otra, la vara, la fuerza y el poder de resurrección. Ahora en Cristo no sólo está el testimonio de Cristo que exige y testifica sino que también está el maná que abastece y el poder de resurrección que fortalece.

  Cuando nosotros, como miembros de la iglesia, venimos al Señor para tocarlo, inmediatamente nuestra conciencia siente los ojos de los querubines que nos miran y examinan, conforme a la gloria de Dios, y nos condenan por el testimonio (la ley) de Dios. Así que, le agradecemos al Señor por la sangre rociada sobre el propiciatorio. Pero hay otras cosas dentro del arca que también debemos ver, a saber, el maná escondido y la vara que reverdeció, o sea, la suministración abundante y el poder de la resurrección. Así que tenemos que decir: “¡Aleluya. Tengo la sangre que cubre mi escasez y además, el maná escondido que me nutre, me abastece y me imparte todas las riquezas de Cristo; y el poder de resurrección interiormente que florece, brota y fortalece”.

  Esto no es algo externo, sino que muchas veces está escondido. El tabernáculo está escondido en el atrio; el Lugar Santísimo, detrás del Lugar Santo; el arca, en el Lugar Santísimo; la vasija de oro, en el arca; y el maná escondido en la vasija. Este escondite está ahora en nuestro espíritu humano, en lo más recóndito de nosotros. Cristo, nuestro rico y abundante suministro, no es el maná público como el que recibían en el desierto. El maná escondido no está al aire libre ni es público, sino que está profundamente escondido en la vasija de oro. Y ya que el oro representa la naturaleza divina, el maná es entonces algo que está escondido en la naturaleza de Dios. Todos debemos experimentar a Cristo hasta que estemos sumergidos en el espíritu y en la naturaleza de Dios. Al disfrutar de este maná también participamos de la vara que florece como nuestro poder de resurrección.

  El contenido de la vida de iglesia es Cristo, pero no es un Cristo muy superficial o externo. Es un Cristo profundo e interno, un Cristo lleno de todo lo que Dios es, quien es el suministro escondido y el poder de resurrección en nosotros. Este Cristo es el contenido de la vida de iglesia. No es simplemente Cristo como la ofrenda por las transgresiones, la expiación, la oblación, la ofrenda de paz ni el holocausto. Ni siquiera es Cristo como vida, el suministro de vida, la luz de vida o el dulce incienso para Dios. Es mucho más: es la corporificación de Dios mismo, y en El está todo lo que Dios es. El es la corporificación de Dios y el contenido de la vida de iglesia. El es la corporificación de Dios tanto como nuestro disfrute más profundo, interno, escondido y nuestro poder de resurrección. Este es el contenido de la vida de iglesia y el testimonio de Dios.

  La vida de iglesia que Dios busca hoy es semejante al tabernáculo que era la morada del sacerdocio. No es algo externo, sino profundamente interno. Si vivimos en lo profundo de nuestro espíritu, al final tendremos una clase de vida que corresponde a la gloria de Dios. Nuestro andar será entonces el testimonio de Dios. Esta es la vida de iglesia que Dios busca hoy. No busca una organización ni una sociedad religiosa o humana, sino un cuerpo de sacerdotes que estén llenos y empapados de El para ser Su testimonio y el contenido de la vida de iglesia.

  La posición sacerdotal Es santa, porque ofrece a Dios Los sacrificios y el incienso,     Quema en oración.

      CORO:     El incienso: quemad     En oración a Dios.     Y el candelero: alumbrad.         Constante alabad.

  Allí no hay luz natural; El candelero, su luz da. El sacerdote lo encenderá, al     Quemar incienso.

  Exaltemos de corazón, A Dios con dulce adoración. Los sacerdotes siempre dan     Alabanzas a Dios.

  Quemando el incienso Ofrezco a Dios mi oración, Para que en Su resurrección,     Se regocije El.

  En Su Palabra está la luz, Tal como el candelero da, Me alumbra y llena de santidad     Que es para los demás.

  Le cantaré y alabaré Lleno de gracia y de Su amor, Tal como un sacerdote fiel     Alabo a Mi Señor.

  A Dios le ofrezcas a Su Cristo en mí. Por Su Palabra luz tendré. Y por Su gracia le cantaré;     Qué fluya El de mí.

  (Himno #791 en Hymns)

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