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Mensajes del libro «Sacerdocio, El»
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CAPITULO DIECISIETE

COMER EL PAN DE LA PROPOSICION Y MANTENER EL CANDELERO

  “Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor. Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor. Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas ... Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás. Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente. Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores, serán de lo mismo. Y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un lado y tres brazos al otro lado ... Sus manzanas y sus brazos serán de una pieza, todo ello una pieza labrada a martillo, de oro puro. Y le harás siete lamparillas, las cuales encenderás para que alumbren hacia adelante. También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro. De un talento de oro fino lo harás con todos estos utensilios” (Ex. 25:23-26, 29-32, 36-39).

  Después de estos versículos debemos leer Exodo 37: “Hizo también la mesa de madera de acacia ... Hizo asimismo el candelero de oro puro ... Hizo también el altar del incienso, de madera de acacia” (vs. 10, 17, 25).

  Ahora leamos Levítico 24:1-9: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Manda a los hijos de Israel que te traigan para el alumbrado aceite puro de olivas machacadas, para hacer arder las lámparas continuamente. Fuera del velo del testimonio, en el tabernáculo de reunión, las dispondrá Aarón desde la tarde hasta la mañana delante de Jehová; es estatuto perpetuo por vuestras generaciones. Sobre el candelero limpio pondrá siempre en orden las lámparas delante de Jehová. Y tomarás flor de harina, y cocerás de ellas doce tortas; cada torta será de dos décimas de efa. Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Jehová. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová. Cada día de sábado lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. Y será de Aarón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo; porque es cosa muy santa para él, de las ofrendas encendidas a Jehová, por derecho perpetuo”.

LA SANGRE Y EL INCIENSO

  Debemos ver aún más del sacerdocio. Ya sabemos que el tabernáculo se compone del Lugar Santo y el Lugar Santísimo, y a su alrededor está el atrio. En el Lugar Santísimo está el arca, la cual tipifica a Cristo; y en el arca se encuentra el propiciatorio rociado con la sangre para expiación, donde Dios se encuentra con el hombre.

  Cuando el hombre se reúne con Dios en el propiciatorio, debe llevar consigo dos cosas: la sangre y el incienso. Debe obtener la sangre del atrio y quemar el incienso en el Lugar Santo. Por medio de la sangre y el incienso, el hombre está calificado y le es permitido tener contacto con Dios. Sabemos que la sangre tipifica la sangre de Jesús, por la cual somos redimidos, y el incienso representa el dulce y agradable aroma del Cristo resucitado.

  Así que la sangre es necesaria para la redención, y el incienso para la aceptación. Por medio de la sangre somos redimidos y en este incienso aromático de Cristo somos reconciliados. Por medio de ambos, nosotros podemos acercarnos a Dios confiadamente. Obtenemos la sangre del altar externo y quemamos el incienso en el altar interno. Por medio de la sangre y del incienso somos aceptados por Dios y también podemos tener contacto, reunirnos y tener comunión con El. Por lo tanto, vemos que el altar del incienso es el centro del tabernáculo.

LA MESA DEL PAN DE LA PROPOSICION ES NECESARIA PARA EL CANDELERO

  No obstante, conforme al Antiguo Testamento, hay por lo menos dos otras cosas en el Lugar Santo: la mesa del pan de la proposición y el candelero. ¿Qué clase de relación tienen estas dos con nuestra relación con Dios? En el capítulo anterior vimos claramente que el incienso no puede ser quemado en la oscuridad. En el atrio el sol da la luz en el día, y la luna, en la noche. Esta es luz natural, pero en el Lugar Santo no hay luz natural. No hay ventanas, ni puertas; solamente una entrada cubierta. Por eso, se necesita el candelero.

  Quemar el incienso requiere que se encienda el candelero para que alumbre. Entonces es posible quemar el incienso, y esto depende mucho del candelero. Ya vimos esto claramente en el capítulo anterior, y también hemos visto su significado espiritual. Tenemos que tener la luz de la Palabra, por medio del Espíritu, para que sepamos como orar. De otra manera, simplemente vamos a orar en oscuridad. Cualquier cosa que digamos sin la luz va a ser en la oscuridad. Seria una tontería hablar con el Señor de esta manera. Necesitamos orar en luz y con luz. Entonces nuestra oración será el resultado de la luz, la cual viene de la Palabra por medio del Espíritu. La Palabra y el Espíritu no son dos entidades separadas, sino dos lados de una misma. Son dos aspectos de lo mismo, así como los israelitas tenían la columna de nube y la columna de fuego. Era una sola columna con dos aspectos. En el día era la columna de nube, y en la noche era la columna de fuego. La nube tipifica al Espíritu Santo, y el fuego tipifica la santa Biblia. Cuando nuestro cielo está despejado, tenemos el Espíritu Santo, pero si está nublado, necesitamos la santa Biblia para que nos alumbre y nos dé luz.

  Así que, el Espíritu y la Palabra son dos aspectos de lo mismo para ser iluminados y es en esta iluminación que sabemos como orar y como decir algo de Cristo a Dios como un incienso dulce. Esta es la expresión en la luz de algo de Cristo desde nuestro interior. Sin la luz solamente oraríamos tonterías.

  ¿Pero qué tiene que ver la mesa del pan de la proposición con el candelero y el altar del incienso? En Exodo 37 podemos ver una secuencia cuando se fabricaron esos utensilios. Primeramente, fue hecha la mesa del pan de la proposición; después el candelero, y por último el altar de incienso. Esto nos muestra claramente que la mesa es primero, luego el candelero y después el altar del incienso. También significa que la mesa del pan de la proposición es necesaria para el candelero, y éste, a su vez, para el altar del incienso.

LA LUZ RESULTA DE LA VIDA

  La mesa del pan de la proposición es para el candelero porque la mesa es para la vida y el candelero es para la luz. Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. La vida es la luz. En la mesa del pan de la proposición hay suministro de vida, y es de esta vida que se produce la luz. La luz viene de la vida. Cuanto más suministro de vida disfrutemos, más estaremos en la luz. La vida produce luz. Si no participamos y disfrutamos a Cristo como nuestro suministro de vida estaremos en tinieblas. Cuando somos llenos del suministro de vida de Cristo, tenemos la luz. El disfrute del suministro de vida nos dará la luz.

  Algunas personas reciben luz cuando leen la Biblia, pero esto depende, en cierto grado, del disfrute de vida. Cuanto más vida tengamos, más luz recibiremos de la Biblia. Cuanto más crezcamos y maduremos en vida, más luz recibiremos. La luz depende del crecimiento en vida. Y cuanto más disfrutamos a Cristo como nuestro suministro de vida más luz tendremos.

  Quemar el incienso requiere la luz y para tener luz necesitamos el suministro de vida. Para poder quemar el incienso de una forma apropiada, necesitamos la luz, pero para tener luz necesitamos la vida. Necesitamos aprender a alimentarnos de Cristo como el pan de la proposición, que es el suministro de vida. Esto no es simplemente recibirlo una sola vez, sino debemos nutrirnos de El continuamente, día tras día. Nunca nos podemos graduar de alimentarnos de Cristo. Debemos comer continuamente de El para recibir el suministro de vida, y esto se convertirá en luz. La vida es la luz, la cual es necesaria para quemar el incienso a Dios. Quemar el incienso depende de la luz y la luz depende del suministro de vida.

EL ORIGEN DEL PAN DE LA PROPOSICION

  ¿De dónde proviene el pan de la proposición? Hemos visto que el altar tiene la sangre que redime y la carne que satisface. Después de que la sangre era derramada, el sacerdote se alimentaba de la carne. El pan de la proposición, en el sentido espiritual, proviene de la carne de la ofrenda.

  Alguien puede preguntar ¿cómo llega la carne a ser el pan? En Juan 6 el Señor Jesús dijo: “ Yo soy el pan de vida”. En el mismo capítulo dice que Su sangre se podía beber y su carne se podía comer; allí mismo están el pan y la carne. En un sentido espiritual, la carne del Cordero redentor es nuestro pan, lo cual significa que el Redentor no sólo nos redime, sino que también nos satisface y nos nutre. Por un lado, El nos redime, y por otro, nos alimenta. El es nuestro alimento, y viene no solamente para redimirnos, sino también para darnos vida, a fin de nutrirnos consigo mismo.

  Cuando vamos al altar de las ofrendas no lo hacemos directamente sino que tomamos una curva. Del altar de las ofrendas vamos a la mesa del pan de la proposición y de allí giramos hacia el candelero. Después del candelero, proseguimos al altar del incienso para entrar al Lugar Santísimo y encontrarnos con Dios en el propiciatorio. No es un camino recto sino curvo.

  Decir que podemos orar con base únicamente en el hecho de que somos salvos y rociados con la sangre no es exacto. Es posible que oremos neciamente. Para orar de tal forma que seamos aceptos a Dios, debemos dar algunas curvas. Después de aplicar la sangre, debemos de ir a la mesa del pan de la proposición y quedarnos allí un momento. Esto significa que debemos permanecer con Cristo como nuestro suministro. Debemos nutrirnos de El día tras día como el pan de la proposición y disfrutarle delante de Dios. Entonces recibiremos el suministro de vida que nos llevará al candelero para producir la luz y después, por medio de esta luz, en esta luz y con esta luz seremos capaces de ofrecer el incienso; esto es, que podremos orar con Cristo como incienso de una forma adecuada en la luz. Y nuestra oración será como algo que emana de Cristo; algo muy dulce, como incienso fragante para Dios.

LA ORACION ACEPTABLE

  En la mañana cuando nos levantamos, lo primero que debemos hacer es orar. Pero si vamos a hacer una oración que sea aceptable a Dios, que tenga el incienso aromático de Cristo, no podemos empezar a orar inmediatamente. El camino no es muy recto. Primeramente debemos aplicar la sangre, en otras palabras, debemos venir al altar de las ofrendas a confesar todas nuestras faltas, pecados y suciedad. Después de confesar todas estas cosas, debemos aplicar la sangre para ser limpiados.

  Cuando confesamos y aplicamos la sangre, disfrutamos a Cristo quien nos nutre. El Cristo redentor se convertirá en el pan de la proposición que nos abastece, nos nutre y nos alimenta. Cuando nos alimentamos de Cristo y le disfrutamos así, somos satisfechos. Espontáneamente, de esta satisfacción interior, algo resplandecerá e iluminará, lo cual es la iluminación de la lámpara. Entonces sabremos qué decir y expresar a Dios. Cualquier cosa que le digamos en ese caso, será un dulce incienso que emanará del Espíritu con Cristo como el elemento fragante. Nuestra oración será como el incienso para Dios.

  No tengo la intención de darles enseñanzas de tipologías. Mi carga es mostrarles la forma correcta de tener contacto con Dios. Esto no es una enseñanza sino una instrucción para mostrarles la forma apropiada de tener contacto con Dios a fin de disfrutar y experimentar todas las riquezas de Cristo en la presencia de Dios.

  Ya vimos el camino. Debemos empezar en el altar de las ofrendas por medio de la confesión. Cuando un sacerdote entra en el Lugar Santo, no puede evitar pasar por el altar de las ofrendas. No podemos decir que como ayer pasamos, hoy no necesitamos hacerlo. Ayer pasamos y hoy necesitamos volver a pasar. Cuando vayamos a entrar en el Lugar Santo, no necesitamos solamente pasar por el altar de las ofrendas, sino también permanecer allí y aplicar la sangre para que nuestro Redentor llegue a ser nuestro disfrute. Si nosotros confesamos todos nuestros pecados, fracasos, errores, maldades, faltas y debilidades, y aplicamos la sangre redentora de Cristo para limpiarnos, inmediatamente tenemos el sentir interior de que el Cristo redentor ha llegado a ser nuestro disfrute y alimento.

  Cuando nos alimentamos de El de esta forma, llega a ser nuestro pan de la proposición. Esta mesa indica un festín. Debemos quedarnos ahí para disfrutar a Cristo por algún tiempo. No debemos empezar a orar muy rápidamente, sino que primero debemos comer de El, entonces este alimento, que es el Cristo que hemos ingerido, tiene que ser asimilado por nosotros. Hacer esto toma cierto tiempo.

  Después de disfrutar la comida en la mesa, Cristo como nuestro suministro nos llevará al candelero. La nutrición de Cristo como nuestra vida producirá la luz que necesitamos. Algo por dentro nos ilumina y nos trae a la presencia de Dios. Entonces, cualquier cosa que expresemos o digamos será algo de Cristo. Es el olor fragante de los diferentes aspectos del dulce Cristo. Cuando lo asimilamos en nuestro ser, tenemos algo precioso y dulce de Cristo que decir a Dios. Entonces nuestra oración estará en el altar de incienso ascendiendo a los cielos para ser aceptada por Dios.

NECESITAMOS DEDICAR TIEMPO PARA PRACTICAR

  ¡No tomemos esto como una enseñanza! Necesitamos poner estas instrucciones en práctica. Cuando madrugamos, debemos permanecer en el altar de las ofrendas por cierto tiempo, dándonos cuenta de que somos pecaminosos. No piense que usted es un santo, en cierto sentido sí lo es, pero por otro lado, es muy pecaminoso. Todos nosotros somos pecaminosos, y siempre lo seremos hasta que nuestros cuerpos sean transfigurados. Siempre y cuando estemos en esta vieja naturaleza somos aún pecaminosos.

  En el altar confesamos muchas cosas en las cuales estamos mal, como por ejemplo, nuestra actitud, nuestros motivos e intenciones, nuestra manera de pensar y de tomar decisiones, la manera de amar o de odiar, etc. Todos estamos llenos de basura, así que debemos confesarnos ante el Señor. Pero nuestra confesión no debe ser en una forma general sino que debemos hacerlo en forma detallada. No digamos simplemente, “Señor, Tú sabes que soy pecaminoso”. A veces tenemos que enumerar nuestra pecaminosidad. Quizás esté errado en mi actitud para con mi esposa, en mis palabras o en mis motivos. Debemos confesar todas nuestras faltas una por una quedándonos en el altar por cierto tiempo. Después aplicamos la sangre redentora para que nos limpie. Si hacemos esto, tendremos un sentir profundo que este Cristo redentor es nuestro disfrute, lo disfrutaremos inmediatamente después de confesarnos y aplicar la sangre.

  Después de hacer esto nos tornamos para comer de Cristo como el pan de la proposición. Allí nos alimentamos de Cristo, lo disfrutamos y lo saboreamos. No solamente lo comemos sino que lo asimilamos, y esto también toma tiempo. Cinco o diez minutos de avivamiento matutino no es suficiente. Según nuestra experiencia necesitamos por lo menos treinta minutos, pero si es posible, sería mejor tomar una hora. Lo mismo sucede cuando desayunamos. No podemos comer un buen desayuno en dos o tres minutos; aun si nos comemos una salchicha de almuerzo, necesitamos más de cinco minutos. No podemos disfrutar una buena comida en tan corto tiempo. Necesitamos más tiempo, cuanto más mejor. Debemos permanecer en la mesa del pan de la proposición para ser nutridos y satisfechos a fin de ser llenos del suministro de vida.

  Entonces tendremos la luz que emana del suministro de vida. Las cosas de Dios serán para nosotros tan transparentes y claras como el cristal. Espontáneamente sabremos que decir en nuestras oraciones y cualquier cosa que digamos será algo de Cristo como el dulce y fragante incienso aceptable a Dios. En ese momento tendremos un profundo sentir, no solamente de satisfacción, sino de ser aceptados por Dios con la dulzura del Cristo resucitado.

  Cuando la fragancia de este incienso aromático asciende, nosotros llegamos a ser uno con Dios. Yo no tengo palabras humanas para describirles este sentir, pero cuando usted lo experimente, descubrirá lo maravilloso que es. Usted sencillamente tendrá el sentir de no saber dónde está, no sabrá si está en los cielos o en la tierra. No hay palabras humanas que puedan explicar el maravilloso disfrute que existe cuando experimentamos el incienso dulce.

DESPABILAR EL CANDELERO

  El candelero nos da la luz al quemar el aceite, pero existe un gran problema al hacerlo. El candelero necesita una mecha para quemar el aceite y producir la luz. Me temo que algunos jóvenes no sepan lo que es la mecha. La mecha es una tira de algodón torcido, por el cual sube el aceite a la lámpara o la cera derretida a una vela para ser quemada.

  El candelero es una pieza de oro puro. La mesa del pan de la proposición es hecha de oro y madera, igual que el altar del incienso. El arca era de oro y de madera. Antes pensaba que el candelero era solamente de oro, pero recientemente el Señor me mostró que aun el candelero no era exclusivamente de oro. Si fuese así, no podría quemarse ni emitir luz. El candelero tiene que tener algo de la vida vegetal, algo suave, delgado y fino para que sea la mecha. Sin la mecha, ¿cómo podría el candelero dar luz? El oro necesita algo de la vida vegetal para dar luz. El oro, la mecha más el aceite producen la luz.

  Cuando era joven, usábamos lámparas de aceite o velas, pero siempre teníamos problemas con las mechas. Cuando la mecha se quema, se convierte en carbón. Esta punta carbonizada de la mecha es ceniza que debe ser cortada. Entonces en Exodo 25 están los platillos con el despabilador. Los sacerdotes cortaban la ceniza con el despabilador y la colocaban en los platillos.

  Algunas veces tenemos un disfrute de Cristo como nuestro suministro de vida, y este disfrute realmente nos lleva a la luz. Pero aun así no produce luz porque la mecha esta muy quemada, muy vieja y carbonizada. Arreglar el candelero significa despabilar o cortar la punta quemada de la mecha.

  El candelero es hecho completamente de oro. El oro significa la naturaleza divina, y la mecha significa la vida humana refinada. No es solamente la naturaleza humana sino también la vida humana refinada. Cuando esta naturaleza humana refinada coopera con la naturaleza divina y el aceite, entonces hay luz. Pero a veces la naturaleza humana se envejece y se quema y no funciona muy bien por que necesita ser despabilada y cortada.

  Para tener contacto con el Señor, primeramente debemos quedarnos en el altar, confesar nuestros fracasos y aplicar la sangre. Esto es bueno porque hará que disfrutemos a Cristo y nos conducirá a la mesa para alimentarnos de El y recibir nutrición. Entonces el suministro de vida nos conducirá a la luz. Pero muchas veces cuando estamos bajo la iluminación, nos damos cuenta que algo esta muy viejo, lo cual no necesita ser limpiado o lavado, sino lo que necesita es ser cortado y despabilado. Ayer tal vez era una buena mecha pero esta mañana ya esta muy quemada.

  Hace tres años, algunos hermanos y hermanas eran mechas frescas, pero ahora se han convertido en mechas quemadas como el carbón. Hace cinco semanas algunas de las hermanas estaban muy frescas, eran como mechas nuevas pero ahora están calcinadas. Ya no son mechas apropiadas, necesitan ser cortadas y despabiladas. Ellas no necesitan la sangre; lo que necesitan es deshacerse de las cenizas para ser mechas frescas que darán una luz fresca. Aun quizás ayer yo estaba muy fresco, era una mecha apropiada para quemar el aceite y dar luz, pero esta mañana estoy quemado, me he convertido en una mecha calcinada muy vieja para poder dar una luz adecuada.

PREPARAR EL CANDELERO

  Despabilar la mecha significa arreglar el candelero y ponerle aceite significa disponerla. En la mañana, después que el candelero ha estado ardiendo toda la noche, los sacerdotes tenían que arreglarlo. Esto quiere decir que ellos tenían que cortar la ceniza y deshacerse de ella, o sea de la parte quemada de la mecha. Después, en la tarde, tenían que disponer el candelero al llenarlo con aceite por que sino tenia lo suficiente se apagaba.

  A veces la mecha es fresca pero el aceite es poco. Así que no solamente necesitamos arreglarlo, sino también disponer el candelero. No solamente necesitamos el despabilar, sino también el suministro de aceite. El aceite representa el Espíritu, lo cual quiere decir que necesitamos más y más del Espíritu para poder arder.

  Si traemos todas estas cosas al Señor, creo que el Espíritu que nos instruye nos mostrará todos nuestros problemas. No podemos hacer un trabajo a la ligera, ya que no hay atajos. Sin ninguna duda, el Señor está disponible, pero nosotros no podemos ser muy rápidos. Debemos permanecer en el altar de las ofrendas y después hacer una curva hacia la mesa del pan de la proposición y disfrutar al Señor como nuestro alimento por cierto tiempo. Después debemos hacer otra curva hacia el candelero. A veces tenemos que arreglar la lámpara y cortar lo quemado de la mecha. Otras veces tenemos que ponerle aceite para que dé buena luz. Entonces sabremos qué decirle al Señor, y qué es aceptable a Dios.

  Debemos confesar nuestras faltas, pecados y fracasos y aplicar la sangre. La parte vieja y quemada de la mecha debe ser cortada. Nosotros debemos ser una mecha limpia y cuidar que no haya carencia de aceite. Entonces tendremos el candelero con la mecha apropiada y el aceite adecuado; esto dará la luz y bajo esta luz nosotros sabremos orar. De esta manera entraremos en la presencia de Dios.

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