
Este libro es una traducción del chino de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Taiwán en la primavera de 1989. Estos mensajes no han sido editados por el orador. Los capítulos 1, 5 y 9 fueron mensajes dados a los ancianos en Taipéi el 15 de marzo, 5 de abril y el 19 de abril. Los capítulos 2, 3 y 4 son mensajes dados a la iglesia en Kaohsiung en una conferencia el 1 y 2 de abril. El capítulo 6 es un mensaje dado a los entrenantes de tiempo completo en Taipéi el 5 de abril. Los capítulos 7 y 8 son mensajes dados a la iglesia en Taipéi durante dos reuniones de conferencia el 16 y 23 de abril. Finalmente, los capítulos 10 y 11 se componen de mensajes dados a los ancianos, colaboradores y entrenantes de toda la isla de Taiwán el 22 de abril.
Uno de estos pasajes tiene que ver con Juan el Bautista. Juan nació en una familia de sacerdotes. Su padre, Zacarías, era uno de los sacerdotes principales, quien ejercía el liderazgo en el orden sacerdotal. Juan, era sacerdote por nacimiento; sin embargo, él no ejerció su función en el templo, sino que, en lugar de ello, salió al desierto. Tampoco usó las vestiduras sacerdotales ni comió el alimento sacerdotal, sino que llevaba un vestido de pelo de camello y comía langostas y miel silvestre. Él salió al desierto y les dijo a las personas: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Es así como comienza un sacerdote del Nuevo Testamento. El deber o responsabilidad de un sacerdote del Nuevo Testamento consiste en ofrecer a los pecadores. Juan era sacerdote, pues había nacido en el seno de una familia de sacerdotes; sin embargo, la era había cambiado. Así que, él ya no podía ser un sacerdote del Antiguo Testamento; en vez de ello, llegó a ser un sacerdote del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento, el primero en cumplir su ministerio fue Juan; el segundo fue el Señor Jesús. En Juan 3 leemos: “Después de esto, Jesús y Sus discípulos fueron a la tierra de Judea, y allí estuvo con ellos, y bautizaba. Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados [...] Los discípulos de Juan [...] vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira Aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a Él. Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de Él. El que tiene la novia, es el novio; mas el amigo del novio, que está allí y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, éste mi gozo se ha colmado. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (vs. 22-30). Lo que quiero hacerles notar aquí es que Juan salió para ser un sacerdote de la era neotestamentaria. Lo que él ofrecía era pecadores. Él no era el Sumo Sacerdote. El Sumo Sacerdote era Aquel que había venido después que él. Él simplemente era un sacerdote que ayudaba al Sumo Sacerdote a ofrecer a los pecadores.
El otro pasaje se encuentra en Romanos 1 donde Pablo dijo: “Sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo” (v. 9). La palabra sirvo en el idioma original también implica hacer un servicio en adoración. Pablo consideraba que su predicación del evangelio no sólo era una obra, sino un servicio y una adoración que le rendía a Dios. Después que predicaba el evangelio y salvaba a los pecadores, él ofrecía tales pecadores a Dios. Por este motivo, en Romanos 15:16, él dijo: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable”.
¿Qué hacen entonces los sacerdotes del Nuevo Testamento? ¿Cómo pueden todos los hermanos y hermanas ser sacerdotes? Sabemos que la labor más importante que realizan los sacerdotes del Nuevo Testamento consiste en ofrecer a los pecadores a Dios en el altar de la cruz. Nuestra predicación del evangelio tiene como objetivo traer a los pecadores y luego ofrecerlos a Dios. Esta acción de ofrecer se menciona de una manera sencilla en el libro de Romanos. Allí Pablo dijo: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (15:16). Sin embargo, esta acción de ofrecer no se presenta de una manera tan sencilla en Colosenses. “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre” (1:27-28). La ofrenda que se presenta aquí es dar a conocer a los gentiles que con el misterio de Dios hay una gloria. Esta gloria es Cristo en ellos como esperanza de gloria. Ellos deben ser esta clase de personas. Sólo entonces podrán ser presentados como ofrendas a Dios.
La tipología del Antiguo Testamento es muy clara. En el atrio, se ofrecían los sacrificios; y en el Lugar Santo, se disponía el pan de la Presencia, se encendían las lámparas y se quemaba el incienso. El pan de la Presencia nos provee el suministro de vida, las lámparas liberan la luz, y quemar el incienso es para interceder por los hombres. La acción de presentar perfecto en Cristo a todo hombre está relacionada con el perfeccionamiento mencionado en Efesios 4. El perfeccionamiento es lo que lo hace a uno apto para ser presentado plenamente maduro. Por consiguiente, la acción de ofrecer en el altar del atrio en Romanos 15 es la acción inicial de ofrecer. La acción de ofrecer que ocurre en el Lugar Santo, y que está relacionada con el pan de la Presencia, el candelero de oro y el altar de oro, a la cual se refiere Colosenses 1, es la acción progresiva de ofrecer.
Al edificar los grupos pequeños, estamos amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre. Esta acción de presentar es la labor de los sacerdotes. A fin de que todos los hermanos y hermanas puedan ejercer su función en el sacerdocio, es necesario introducir a cada uno de ellos en el servicio del evangelio para que todos ellos participen en el evangelio. Sólo entonces el servicio entre nosotros será un sacerdocio universal en el que todos sirven.
El primer paso que debemos dar en la nueva manera es que todos los santos prediquen el evangelio. La obra de los evangelistas mencionada en Efesios 4 no consiste principalmente en predicar el evangelio, sino en perfeccionar a los santos. Esto es semejante a un maestro que enseña a sus estudiantes. Una vez que los santos sean perfeccionados, todos ellos llegarán a ser sacerdotes del Nuevo Testamento. Puesto que la labor del sacerdote del Nuevo Testamento consiste en edificar el Cuerpo de Cristo, un elemento necesario en esta labor es el de ganar a los pecadores y ministrarles a Cristo, a fin de que Cristo en ellos llegue a ser su esperanza eterna. Tales personas entonces llegarán a ser ofrendas para Dios en manos de los evangelistas. Pablo era esta clase de sacerdote del evangelio. Él traía a los gentiles, los ofrecía como sacrificios, y en todo era un ejemplo para éstos creyentes que habían sido salvos. Él no era alguien que se pasaba todos los días arrodillado orando, sino que, en lugar de ello, traía a los pecadores uno a uno para que cada uno de ellos pudiera tener a Cristo en su interior como gloria y llegara a ser un sacrificio agradable a los ojos de Dios.
Después que traigamos a las personas, debemos alimentarlas. Pablo dijo en 1 Tesalonicenses 2 que él fue “[tierno entre ellos], como nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos” (v. 7). Cuando uno observa a una madre que está amamantando, entiende cómo uno debe cuidar a su propio hijo. Una madre que amamanta no es una nodriza que ha sido contratada para hacerlo, pues es la madre de su propio hijo. Cuando una madre amamanta a su bebé, ella pone al bebé en su regazo. Por lo tanto, ella es tanto la cama como la cuna para su bebé. De hecho, ella lo es todo para su bebé. Cuando el bebé no está contento, ella lo mece en sus brazos. Esto es lo que significa cuidar con ternura. Mientras ella lo cuida tiernamente, al mismo tiempo lo alimenta. Después de que bauticemos a las personas, tenemos que establecer reuniones de hogar donde ellas puedan ser alimentadas y cuidadas. Esta clase de labor para alimentar la deben realizar todos. Sólo entonces el sacerdocio será universal.
Después que una persona sea nutrida por un mes, en cierto modo será establecida. Para ese entonces, inmediatamente debemos llevarla a las reuniones de los grupos pequeños para ponerla en contacto con otros hermanos y hermanas. Esto la introducirá en una vida comunal y también en la vida de iglesia. En los grupos pequeños, no sólo debe haber enseñanza, sino también alimentación. Más aún, los grupos pequeños deben ser orgánicos. En los grupos, todos tienen que enseñar y todos tienen que aprender. De este modo, el Cuerpo de Cristo será edificado. El capítulo 14 de 1 Corintios es un capítulo que trata específicamente de la edificación de la iglesia. ¿Cómo puede ser edificada la iglesia? Es edificada mediante el profetizar. Pablo dijo: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados” (v. 31). “Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es examinado” (v. 24). Vemos aquí que todos deben profetizar. Por lo tanto, el profetizar también debe ser universal.
Hemos invertido más de cuatro años en Taipéi para estudiar la nueva manera. Hoy en día podemos afirmar que ya tenemos la estructura básica en la iglesia en Taipéi; la iglesia ahora está en el camino correcto. Ahora contamos a la estructura básica del evangelio, con los hogares, con los grupos pequeños y con los distritos. Pero el contenido debe corresponder a la estructura básica que ya tenemos. La clave del éxito que tengamos dependerá mucho de los ancianos.
Antes de poner en práctica la nueva manera y de tener los tres niveles de reuniones —en los hogares, los grupos pequeños y los distritos—, tenemos que ser personas que han sido avivadas. Además de tener un avivamiento cada mañana y de vencer cada día, debemos orar, seguir al Espíritu, vivir a Cristo y laborar diligentemente. Espero que ustedes se levanten para tomar esta carga. El Señor Jesús dio dos ejemplos en Lucas 14: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (v. 28). “¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera...?” (v. 31). Estos dos ejemplos muestran que hay que hacer planes en la vida cristiana. ¿Cómo debo conducir mi vida? Aparte de mi horario de oficina, ¿cuánto tiempo debo darle al Señor? Debemos hacer algún plan y debemos sacar cuentas. Por mucho tiempo hemos vivido de una manera insensata. De ahora en adelante, ya no debemos portarnos insensatamente.
Debido a que ustedes son ancianos, una pesada responsabilidad recae sobre sus hombros. Es necesario planear y hacer cálculos. Trabajar, cuidar de la familia y superarse son ocupaciones humanamente necesarias. Ahora bien, yo también creo en la mano soberana de nuestro Creador, Dios, quien dispone todas nuestras circunstancias. Mientras hagamos las cosas conforme al principio correcto, no encontraremos ninguna dificultad. Hoy en día ustedes están en el recobro del Señor. Ya no pueden ser igual de insensatos a como eran antes. Tienen que ser como Pablo, quien corría, no como a la ventura, y luchaba en el pugilato, no como quien golpea el aire (1 Co. 9:26). Ustedes tienen que tener una meta definida. Puesto que el Señor los puso a ustedes como ancianos aquí en Taipéi, tienen que considerar este asunto seriamente. Tienen que orar mucho delante del Señor. Si ustedes no ven las cosas con claridad, deben buscar la comunión junto con dos o tres hermanos. Averigüen con ellos qué es lo que debe hacer un anciano. Si ustedes llevan a diario una vida vencedora y tocan al Señor cada mañana, teniendo un nuevo comienzo cada día, y andan conforme al Espíritu, su tiempo no será desperdiciado.
Queridos hermanos, mientras ustedes estén dispuestos, no habrá nada que les resulte imposible realizar. Cada semana, sin contar el día del Señor, ustedes deberán dedicar al menos dos noches enteras para servir al Señor. Ustedes deberán salir a visitar a las personas para predicarles el evangelio, o asistir a reuniones de casa o a las reuniones de los grupos pequeños. Luego, el día del Señor, deberán reunirse siempre con los hermanos y hermanas. En Taipéi, la mayoría de las personas trabaja durante el día y descansa en las noches. Además de esto, la mayoría de las personas descansa un día y medio los fines de semana. Este horario nos es muy conveniente para servir al Señor. Si planeamos un poco y dedicamos dos noches por semana al Señor, ciertamente lograremos algo. Ésta es una manera muy eficaz. Ya la hemos estudiado, y la estructura básica ya ha sido establecida. El resto depende de ustedes, los ancianos.
Ahora tenemos muy claro que la primera labor que realiza un sacerdote del Nuevo Testamento consiste en traer a los pecadores y ofrecerlos como ofrendas. Después de esto, ustedes tienen que realizar una tarea muy fina, a saber, disponer constantemente el pan de la Presencia, mediante el impartir del suministro de vida, y encender las lámparas por medio de liberar la verdad. Disponer el pan de la Presencia y encender las lámparas es algo que se hace en los grupos pequeños. Además de esto, deben orar por otros. A esto se refería Pablo cuando dijo en Colosenses 1, que anunciaba a este Cristo, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre. Si todos hacen esto, el resultado será un sacerdocio universal. Así pues, todos deben predicar el evangelio; todos deben alimentar las ovejas del Señor; todos deben aprender a ejercer su función y a enseñar en las reuniones de los grupos pequeños; y todos deben profetizar en las reuniones de distrito. De esta manera, todos en la iglesia serán sacerdotes, y el clero desaparecerá.
Tenemos que abordar otro punto en cuanto a la manera de dividir los grupos pequeños. No es fácil agrupar los grupos pequeños. Si el grupo crece en número, es imperativo subdividirlo. Sin embargo, también es importante no subdividirlo muy pronto. Aquellos que tienen más experiencia deben observar de cerca la verdadera condición de los grupos pequeños. Por ejemplo, después de que usted predica el evangelio y la gente se salva, debe dedicarse a cuidar a tres o cuatro personas. Debe hacer lo posible por traerlas a las reuniones de los grupos pequeños. Si cada uno trae a otro, ocho traerían a ocho más, y dieciséis personas forman una buena reunión. Esta modalidad de reunión hará posible que los nuevos creyentes aprendan. Ellos no conocerán nada acerca de la adoración religiosa, sino que únicamente sabrán reunirse de esta manera orgánica. Después de reunirse de esta manera por tres meses, más personas serán añadidas. Tal vez el número aumente a veinticinco. Para entonces, tendrán que subdividirse. Al subdividirse, cada grupo deberá tener algunos santos mayores como también algunos santos nuevos. Gradualmente, los grupos repetirán el ciclo, multiplicándose y propagándose una y otra vez.
Lo más difícil que hay que hacer en las reuniones de distrito es profetizar. Todos ustedes tienen que esforzarse en esto. Deben esforzarse para enseñar y también esforzarse para hablar. Tienen que aprovechar cada oportunidad que tengan para practicar. El sábado, deben juntar todas las inspiraciones que hayan recibido durante su tiempo de avivamiento matutino entre semana y luego redactar algo para profetizar sobre esto en la mañana del día del Señor. Éste es el principio correcto. Sin embargo, deben recordar que no pueden extenderse tanto como si estuviesen dando un sermón. Lo mejor es limitarse a profetizar sobre un solo punto. Si en la reunión de distrito en la mañana del día del Señor quince personas se pusieran en pie para compartir quince puntos, la reunión sería muy rica. Los hermanos que toman la delantera deben enseñarles a todos y deben corregirlos. De este modo, nadie será perezoso entre nosotros.
Si todos están ocupados en la predicación del evangelio, y si después de que los bebés nacen todos se ocupan de nutrirlos, y si después de nutrirlos, todos conjuntamente se distribuyen en reuniones de grupos pequeños, y si los que han recibido luz, experiencia y revelación en la palabra del Señor profetizan en las reuniones de distrito para edificar la iglesia, yo creo que en uno o dos años, será puesto un buen fundamento. Siempre y cuando todos nos esforcemos, la nueva manera no sólo tendrá una estructura básica, sino que además tendrá un contenido muy rico. De esta forma, la realidad de 1 Corintios 14 y Efesios 4 se cumplirá entre nosotros de una manera viviente, y la meta de Dios se logrará.