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Mensajes del libro «Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los»
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CAPÍTULO DIEZ

EL AVANCE ACTUAL DEL SEÑOR EN SU RECOBRO: PUNTOS CRUCIALES EN CUANTO A LA LUZ Y LA REVELACIÓN QUE HEMOS RECIBIDO DE PARTE DEL SEÑOR EN LOS PASADOS CUATRO AÑOS Y MEDIO CON RESPECTO A LA MANERA DE REUNIRNOS Y DE SERVIR

  Lectura bíblica: Lc. 10:1-6; He. 10:24-25; Ef. 4:11-12; 1 Co. 14:1, 3-5, 12, 24, 31, 39; Ef. 1:3-14, 19-23; 4, 4:16a, 30, 12; Ap. 1:5b-6; 5:9-10; 1 P. 2:5, 9; Ro. 15:16

BOSQUEJO

  1. Visitar a las personas para predicarles el evangelio a fin de que sean salvas—Lc. 10:1-6.
  2. Reunirnos en los hogares de los nuevos creyentes, alimentarlos y cuidarlos con ternura, a fin de que nuestro fruto permanezca—Hch. 5:42; Jn. 15:16.
  3. Enseñar y perfeccionar a los santos en las reuniones de los grupos pequeños para la obra neotestamentaria del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo—He. 10:24-25; Ef. 4:11-12:
    1. En las reuniones de los grupos pequeños, los creyentes tienen mutua comunión e intercesión, se cuidan y pastorean unos a otros, se enseñan la verdad y la estudian mutuamente, y se instruyen mutuamente procurando crecer en la vida espiritual; para promover la predicación del evangelio, el cuidado de los nuevos creyentes, la dirección de las reuniones de los grupos pequeños, y todo tipo de servicios en la vida de iglesia.
    2. La reunión de los grupos pequeños es el aspecto principal de la vida y el servicio de la iglesia.
  4. Ayudar a los santos a buscar y anhelar el profetizar en las reuniones de la iglesia, de modo que puedan hablar por el Señor, proclamar al Señor e impartir al Señor en otros, y también puedan hablarse y escucharse mutuamente, con miras a la edificación de los santos y de la iglesia—1 Co. 14:1, 3-5:
    1. Esta clase de profetizar es algo que todo creyente puede y debe hacer—vs. 31, 24.
    2. El propósito de esta clase de profetizar es para la edificación de la iglesia, por lo cual figura como el don más sobresaliente entre los demás dones, un don que el apóstol Pablo valoró y recomendó altamente en 1 Corintos 14—vs. 12, 39.
  5. La iglesia es un organismo que resulta de la mezcla de Dios con el hombre y que es producido por el Dios Triuno procesado en Su Trinidad Divina—Ef. 1:3-14, 19-23:
    1. Este organismo es constituido de forma orgánica, no de manera organizacional—Ef. 1:23.
    2. Este organismo se edifica mediante el crecimiento de la vida de Dios, y no mediante las obras de las manos del hombre—Ef. 4:16.
    3. Este organismo es una sola entidad en virtud de la vida de Dios, y no da cabida a ningún tipo de distinción ni separación—Ef. 4:4a.
    4. Todos los movimientos que realiza este organismo son dirigidos y motivados por la vida que opera dentro de él—Ef. 4:30.
  6. La revelación de Efesios 4:11-16 debe ser recobrada:
    1. Los dones perfeccionan a todos los santos, para que éstos hagan la obra del ministerio neotestamentario, a fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado—Ef. 4:12.
    2. Los dones son las coyunturas de suministro en el Cuerpo de Cristo, y los santos perfeccionados son cada uno de los miembros que operan en su medida en el Cuerpo de Cristo—Ef. 4:16a.
    3. Los dones, quienes brindan el suministro, forman la estructura que une y conecta el Cuerpo de Cristo, y cada miembro que ejerce su función llega a ser el constituyente que solidifica este Cuerpo; estos dos juntos hacen que el Cuerpo de Cristo sea unido, entrelazado y edificado—Ef. 4:16b.
  7. Después de que sea recobrado Efesios 4:11-16 es necesario que también sea recobrada la revelación de 1 Corintios 14:
    1. Los santos que son perfeccionados por los dones deben anhelar y desear el profetizar, esto es, hablar por el Señor, proclamarlo y suministrarlo a otros, a fin de que la iglesia sea edificada—1 Co. 14:1, 3-5.
    2. Esta clase de profetizar que es para la edificación de la iglesia y que sobresale entre todos los demás dones tiene que ver con hablar y escuchar en mutualidad—vs. 12, 24, 31.
    3. Este tipo de profetizar que está lleno de un hablar y escuchar mutuo despierta la función orgánica y espiritual de los miembros del Cuerpo de Cristo. Edifica a los santos y edifica a la iglesia. Pero hasta el presente ha sido reemplazado por las reuniones donde se dan sermones, en las cuales una sola persona habla y las demás escuchan, lo cual anula la función orgánica y espiritual de los miembros del Cuerpo de Cristo. Aunque este tipo de reunión puede edificar a los santos, raras veces edifica la iglesia.
    4. A fin de que sea recobrado el profetizar que despierta la función orgánica y espiritual de los miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos que luchar y esforzarnos para poner fin a las reuniones en que se dan sermones, las cuales anulan la función orgánica y espiritual de los miembros del Cuerpo de Cristo.
  8. El recobro del sacerdocio neotestamentario del evangelio:
    1. Todos los creyentes de Dios en el Nuevo Testamento que han sido salvos, son sacerdotes. Todos juntos ellos llegan a ser el sacerdocio universal—Ap. 1:5b-6; 5:9-10; 1 P. 2:5, 9.
    2. La tarea principal de los sacerdotes neotestamentarios consiste en predicar el evangelio para conducir a los pecadores a la salvación, y luego ofrecerlos como sacrificios espirituales. Es por ello que son llamados sacerdotes del evangelio—vs. 9, 5; Ro. 15:16.
    3. La predicación del evangelio que depende del hablar de una o dos personas, pese a que puede salvar a los pecadores, anula el sacerdocio universal del evangelio, el cual hace que todos los creyentes sean sacerdotes del evangelio, al predicar el evangelio individualmente; cambiando así la naturaleza del sacerdocio universal del evangelio que tienen todos los creyentes, por un sacerdocio del evangelio exclusivo de unos cuantos creyentes, lo cual está en oposición a la economía neotestamentaria de Dios y la cual destruye la función espiritual de todos los creyentes como sacerdotes del evangelio.
  9. Bien sea en la reunión de los grupos pequeños, al profetizar en las reuniones de la iglesia, al visitar a las personas para predicarles el evangelio, o en el cuidado de los nuevos creyentes, el principio que se aplica es el mismo: debemos hacer que todos los santos sean miembros del Cuerpo de Cristo, de modo que todos laboren, todos ejerzan su función según su medida, para la edificación orgánica del Cuerpo de Cristo.

  Oración: Señor, te adoramos. Te ofrecemos nuestro más profundo agradecimiento. Señor, no podemos hacer otra cosa que alabar Tu santo nombre. Te damos gracias especialmente por darnos este día, en el que todos los ancianos, colaboradores y entrenantes de toda la isla pueden estar reunidos juntos. Señor, rasga los cielos y desciende sobre nosotros. Ábrenos los cielos, y concédenos un cielo despejado y una visión resplandeciente. Quita todo velo y toda nube que nos cubre. Señor, deseamos estar abiertos, para tener una comunión de corazón a corazón y de espíritu a espíritu, contigo y unos con otros. Señor, abre los cielos y ábrenos Tu ser. Te pedimos que quites por nosotros todas las potestades de las tinieblas y todos los velos, para que no haya nada que nos cubra la visión. Señor, deseamos que este lugar se una con el cielo, y que el cielo se una con la tierra.

  Señor, háblanos y preséntanos claramente el camino que Tú deseas seguir y la obra de recobro que Tú deseas realizar en nosotros. Que éste sea un día de los que Pablo habló, en los que nada nos sea retenido en lo que se refiere al consejo de Dios. Santifica estas dos reuniones, tanto la de la mañana como la de la tarde. Señor, llena cada reunión contigo mismo. Muévete en medio nuestro, de modo que todos sintamos en lo más profundo de nuestro ser que estamos en Bet-el, el lugar donde el cielo está unido con la tierra y donde Dios es revelado al hombre. Señor, éste es el camino recto y apropiado, y nos hemos consagrado para tomarlo, para encaminarnos a él, para seguirlo y para andar en él por siempre. Este camino es la senda del justo, que resplandece como la luz de la aurora hasta que el día es perfecto.

  Señor, gánanos a nosotros. Gana hoy lo que no has podido ganar en los pasados diecinueve siglos. Nos consagramos nuevamente, completamente, plenamente, corporativamente, sin reservas y totalmente a Ti. En los postreros días de este siglo, te pedimos que logres lo que no has podido lograr. Estamos dispuestos, listos y unánimes para que esto ocurra. Señor, todos estamos aquí. Confesamos nuestra pequeñez, debilidad, deficiencias y los numerosos errores que cometemos. Nosotros nacimos sumidos en errores; de hecho, somos el error mismo, pero Tú, Señor, eres nuestra salvación. Te tenemos y poseemos. Hoy quisiéramos entregarnos completamente a Ti. Coopera Tú con nosotros, y nosotros seremos un solo espíritu contigo.

  Señor, nuevamente te pedimos que acabes lo que no has podido acabar en los pasados diecinueve siglos. Todo aquello que no hayas recobrado, todo lo que falte por ser recobrado, sea grande o pequeño, profundo o elevado, recóbralo punto por punto entre nosotros. No sólo deseamos que sea recobrado hoy, sino que permanezca en esa condición hasta que Tú vengas, incluso hasta la eternidad, para que Tú obtengas lo que deseas.

  Te alabamos y te damos gracias porque Tu deseo fue revelado al hombre hace más de diecinueve siglos. Fue puesto por escrito muy claramente por Tu siervo, el apóstol Pablo, y ahora cada uno de nosotros puede ver, leer y entender al respecto. Toca hasta lo más profundo de nuestro ser, para que ninguno de entre nosotros tenga reserva alguna, y para que todos podamos ser ganados por Ti. Señor, glorifica Tu nombre. Avergüenza a Tu enemigo. Glorifica a Tu pueblo. Bendice Tu iglesia y bendice a cada santo, para que todos podamos ser edificados hasta ser un sacerdocio del evangelio. ¡Amén!

EL RECOBRO DE LA IGLESIA ES GRADUAL Y PROGRESIVO

  Hoy siento la carga de tener comunión con ustedes con respecto a nuestra experiencia y los logros que el Señor nos ha permitido alcanzar durante los pasados cuatro años y medio.

  Como ya todos sabemos, empezamos a hablar de la nueva manera de proceder aquí en Taipéi en octubre de 1984. Desde entonces hasta ahora, han transcurrido exactamente cuatro años y medio. Cuando recién empezamos a seguir este camino, dijimos que éste era un camino nuevo. No teníamos ninguna experiencia en cuanto a este nuevo camino, y también nos hacía falta recibir una visión clara en cuanto a él.

  Al mismo tiempo, enumeramos una serie de asuntos con respecto a cómo los cristianos deben reunirse, predicar el evangelio, servir a Dios y laborar para Dios. Desde la época en que los apóstoles fallecieron hasta el día de hoy, en los pasados diecinueve siglos, los cristianos han debatido entre sí respecto a estos cuatro asuntos. Debido a que estos cuatro asuntos estaban muy relacionados con el mover práctico y el mover de los cristianos, los debates se acaloraron cada vez más. Incluso llegaron a provocar contiendas y enemistades entre los hermanos. Hasta el día de hoy, los problemas no han sido resueltos.

  Sabemos que en lo que se refiere al Señor, todo en el universo estaba completo en cuanto fue creado. Nada de lo que esté en las manos del Señor necesita ser más desarrollado; pero todo lo que está en las manos del hombre requiere aprendizaje. Esto se debe a que nosotros no podemos crear. Dios, en cambio, no necesita aprender; por ende, no necesita avanzar más en nada. Pero nosotros, los seres humanos, somos diferentes. Incluso para adquirir fluidez en un idioma se requiere un largo periodo de tiempo. En esto vemos que el hombre no es un creador; no obstante, sí puede avanzar por medio del aprendizaje.

  Cuando estudiamos la historia de la iglesia, nos encontramos con el mismo principio. La palabra vencer fue hallada en las epístolas del anciano apóstol Juan, antes de que los apóstoles fallecieran. Vencer es ser recobrado; significa que algo que estaba allí originalmente, se perdió debido al fracaso. De ahí que haya necesidad de recuperarlo. Cuado el anciano apóstol Juan escribió Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento, escribió las siete epístolas a las siete iglesias locales. Al final de cada epístola, él concluyó con la exhortación para los vencedores (2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). Esto es un recobro.

  Podemos ver que antes de que terminara el primer siglo, la obra de recobro del Señor había empezado. Desde entonces la historia nos muestra que siglo tras siglo, la obra de recobro continuó llevándose a cabo. Hubo momentos en que se hizo muy imperceptible, pero gradualmente se fue intensificando cada vez más. Dicha obra continuó hasta el siglo XVI, cuando el hermano Martín Lutero surge en Alemania. Él heredó los asuntos que habían sido recobrados en el pasado y llevó a culminación todas estas cosas que el Señor había venido recobrando en los pasados dieciséis siglos. Pero esto no significa que la obra de recobro hubiese acabado, sino que más bien, siguió adelante. No mucho después, la iglesia estatal a la que Lutero pertenecía, se volvió una religión muerta. Ésta también vino a ser la condición general del protestantismo de aquel entonces. Es por ello que el Señor le dijo a la iglesia en Sardis: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto [...] no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Mi Dios” (3:1-2). En ese entonces, todo el protestantismo había quedado en una condición de medio acabar y estaba a punto de morir.

  En el siglo XVII los místicos, quienes hacían énfasis en la vida interior, se levantaron entre los católicos. En el siglo XVIII el hermano Zinzendorf, quien era del sur de Alemania, inició el recobro de la vida de iglesia y de la práctica de la iglesia. Estos fueron avances y progresos muy significativos en el recobro del Señor. Sin embargo, esto no fue suficiente y, por ende, el Señor tuvo que seguir avanzando en Su recobro. Así que, en el siglo XIX, el Señor levantó un grupo de hermanos en Inglaterra. Ellos avanzaron más en cuanto al recobro de la vida de iglesia; pero en ciertos aspectos continuaron siendo un fracaso. Debido a esto, el Señor no pudo seguir adelante en ningún lugar del mundo Occidental.

  A principios del siglo XX, el Señor vino al Lejano Oriente y levantó a un joven chino llamado Watchman Nee. Inicialmente, la ayuda que él recibió la heredó de la Asamblea de los Hermanos; pero después de diez años, descubrió que lo que había recibido no era algo completo. Como resultado, él dio un giro; de hecho, dio muchos giros. Por ejemplo, en 1938 publicó el libro La vida cristiana normal de la iglesia. En 1948, mientras conducía un entrenamiento en el monte Kuling en Fuzhou, él compartió que en la época en que se publicó La vida cristiana normal de la iglesia, únicamente había visto la línea de Antioquía; pero que para 1948 había avanzado más y había visto la línea de Jerusalén. Por consiguiente, él se apartó de la línea de Antioquía, lo cual había sido una “reconsideración” del pasado, y se volvió a la línea de Jerusalén, lo cual fue una “reconsideración de la reconsideración”. Con este ejemplo, podemos ver que la obra de recobro del Señor es progresiva; han habido muchos progresos.

  Nuestro Dios es un Dios que llama las cosas, y éstas llegan a ser. Él no necesita cambiar ni tampoco necesita mejorar nada. Sin embargo, con respecto a nosotros no sucede lo mismo. Cuando fuimos levantados para seguir al Señor y recibir cosas de parte del Señor, las recibimos paso a paso. No sólo Watchman Nee reconsideró las cosas, sino también el hermano Pablo. En 1 Corintios 7:8 él dijo a los corintios: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo”. Sin embargo, cuando escribió 1 Timoteo a una edad más avanzada, dijo: “Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen” (5:14). La razón de esto es que lo que Pablo expresó en 1 Corintios representaba su deseo en una etapa más temprana de su ministerio. Pero en 1 Timoteo él estaba aconsejando a las viudas jóvenes basado en su experiencia. Esto nos muestra que todos tenemos que aprender; todos tenemos que reconsiderar las cosas y que debemos mejorar.

LAS CUATRO VISIONES QUE HEMOS VISTO

La iglesia es un organismo producido por el Dios Triuno procesado

  En 1984 regresé a Taiwán para introducir la nueva manera. Los primeros tres años los invertimos probando y experimentando. Podríamos decir que estábamos llevando a cabo un estudio en el laboratorio. Dedicamos mucho tiempo y energía a la investigación. Aproximadamente durante el último año, el Señor nos abrió una visión tras otra.

  La primera visión que el Señor nos mostró es que la iglesia es un organismo producido por el Dios Triuno procesado. Aunque hace cincuenta años empleamos el término organismo, la luz en ese entonces no fue tan clara. Ahora vemos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Este organismo es el resultado del fluir del Padre, el Hijo y el Espíritu en Sus procesos. Ésta es la mayor luz que recibimos en el primer capítulo de Efesios. Esto nos muestra que el Cuerpo de Cristo es un organismo de Dios.

  Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El versículo 14 dice: “Y el Verbo se hizo carne”. El Padre era el Dios que era en el principio. Un día Él pasó por un proceso para llagar a ser carne. Originalmente, Él estaba en la eternidad y no tenía nada que ver con la creación. Pero un día, fue concebido en el vientre de una de Sus criaturas y después de nueve meses nació como hombre. No obstante, este Hijo es tanto Dios como hombre. Él es un Dios-hombre. Pero eso no es todo. Él llevó una vida humana por treinta y tres años y medio. Durante Su niñez, Él experimentó la vida de un exiliado, pues tuvo que escapar a Egipto con Sus padres. A la edad de doce años, Él fue con Sus padres a Jerusalén para asistir a la fiesta. La sabiduría de las palabras que habló en el templo maravilló a todos los oyentes (Lc. 2:41-47). Poco a poco fue creciendo. De la edad de doce años hasta los treinta, Él fue un carpintero (Mr. 6:3). Esto no fue un proceso cómodo. No fue sino hasta los treinta años de edad que Él salió a cumplir Su ministerio, que consistía en predicar el evangelio y salvar a los pecadores, lo cual hizo por tres años y medio.

  Finalmente, fue puesto en la cruz. Desde la perspectiva humana, Él fue muerto por los hombres, pero desde la perspectiva divina, Él mismo se entregó a la muerte voluntariamente, abandonando así Su propio cuerpo y la vida de Su alma. Él dijo: “Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la pongo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para volverla a tomar” (Jn. 10:18). Él entró en la muerte rápidamente y descendió al Hades, y al hacerlo destruyó la muerte. Después de esto, salió de la muerte, entró en la resurrección, y ascendió de la tierra al cielo. Más de diez discípulos presenciaron su ascensión (Hch. 1:9). Luego, el Día de Pentecostés, Él fue derramado como Espíritu desde el cielo (Hch. 2:1-4).

  El Dios Triuno pasó por todos estos procesos. El resultado final de estos procesos es el Cuerpo de Cristo. Esto es semejante a un grano de trigo que cae en la tierra y muere para producir muchos granos. Finalmente, estos muchos granos llegan a ser un solo pan. Todos estaríamos de acuerdo en que nuestro cuerpo es lo más maravilloso de entre todas las cosas que Dios creó en el universo. Es maravilloso por el hecho de ser orgánico. Por ejemplo, el hombre ve con sus ojos, oye con sus oídos y habla con su boca. Todo esto nos muestra que el cuerpo es orgánico. Éstos son símbolos del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo es un organismo del Dios Triuno. No llega a existir mediante la obra creadora del Dios Triuno, ni tampoco surge inesperadamente cuando el Dios Triuno llama a las cosas que no son a que sean; el Cuerpo de Cristo es producido por el Dios Triuno mediante muchos procesos.

  El primer capítulo de Efesios consta de veintitrés versículos. Los versículos del 3 al 5 hablan de la elección y predestinación del Padre; los versículos del 7 al 12 nos hablan de la obra redentora del Hijo y de que en Él nosotros fuimos designados como herencia (v. 11); los versículos del 13 al 14 hablan del Espíritu que nos sella y se da como las arras, a fin de que nosotros disfrutemos de un anticipo de Dios como nuestra rica herencia. Luego, el capítulo 1 concluye diciendo que el Hijo se levantó de entre los muertos, ascendió a los lugares celestiales, trascendió por sobre todo, hizo que todas las cosas fuesen sujetas bajo Sus pies, y llegó a ser Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (1:20-22). La frase “a la iglesia” denota cierta clase de transmisión. Todo lo que Cristo como Cabeza logró y obtuvo ahora se transmite a Su Cuerpo, la iglesia. Pero Pablo no se detuvo allí, sino que en el versículo 23 continuó diciendo: “[La iglesia] la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Este versículo es como una nota de pie de página de capítulo 1, que explica de qué manera el Dios Triuno procesado produjo un resultado, el cual es la iglesia. Esta iglesia es la corporificación del Dios Triuno, y también es el Cuerpo de Cristo.

  Vemos que la iglesia como organismo es la expresión del Dios Triuno procesado. Todo lo que tenga que ver con la iglesia debe hallarse en una esfera orgánica. Cualquier cosa que desvíe de este organismo o que pretenda añadirse al mismo, no es la iglesia. La iglesia es un organismo que resulta de la mezcla de Dios con el hombre y que es producido por el Dios Triuno procesado en Su Trinidad Divina.

Los dones perfeccionan a los santos para que éstos hagan la obra del ministerio neotestamentario, el cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo

  Efesios 4:11-16 revela que la Cabeza ascendida dio a la iglesia muchos dones en Su ascensión. Algunos de estos dones son los apóstoles, otros son profetas, otros evangelistas y otros pastores y maestros. Todos ellos son dados para el perfeccionamiento de los santos.

  Como sabemos, en los Estados Unidos hay un evangelista muy famoso. Durante cuarenta años, él ha estado predicando el evangelio a las multitudes; sin embargo, nunca ha perfeccionado a nadie. Aunque Su obra es excelente, no hay nadie que siga después de él. Si durante esos cuarenta años, él hubiese perfeccionado a otros a hacer la obra de evangelismo, muchos habrían sido perfeccionados. El hombre no está dispuesto a hacer esto porque únicamente ve lo que está delante de sus ojos, es decir, no tiene una visión a largo plazo. Es por ello que considera que tener las grandes campañas evangélicas resulta más conveniente que entrenar y perfeccionar a las personas. Además, los entrenamientos no necesariamente perfeccionan a muchas personas. Así pues, todos escogen lo más cómodo y evitan lo más difícil, prefiriendo los beneficios de lo que está más al alcance y descuidando la visión a largo plazo. Como resultado, año tras año el perfeccionamiento que tanto se necesita continúa ausente. Esto es contrario a la economía de Dios.

  En el Nuevo Testamento, podemos ver el ejemplo de cómo el Señor Jesús perfeccionó a otros. Él únicamente ejerció Su ministerio durante tres años. Al principio, Él continuamente adiestró a Pedro, a Jacobo y a Juan; por ejemplo, en una ocasión los condujo a un monte alto para transfigurarse ante sus ojos y revelarse a ellos. Más tarde, estos tres continuaron perfeccionando a otros, y finalmente hubo doce discípulos que seguían al Señor. Después de que el Señor fue a la cruz, Él continuó adiestrando a los discípulos por medio de Su muerte y resurrección, y también mediante Su presencia invisible. Con el tiempo, Él ganó a ciento veinte. Fue así como el Señor perfeccionó a las personas.

  En lo que se refiere al apóstol Pablo, él nos dijo en Hechos 20 que después de haber predicado el evangelio en Éfeso, permaneció allí por tres años, enseñando a cada uno día y noche con lágrimas, y de casa en casa (vs. 20, 31). Colosenses 1:28 también nos muestra que Pablo amonestó y enseñó a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto a todo hombre en Cristo. Aunque Pablo era un gran apóstol, él tuvo que ir de casa en casa para perfeccionar a los santos uno por uno, a fin de que todos ellos pudieran hacer la obra del ministerio neotestamentario, que consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Ésta es la segunda visión que nosotros recibimos.

La necesidad de que los santos anhelen y deseen el profetizar para que la iglesia sea edificada

  El Señor luego nos mostró que 1 Corintios 14 es un capítulo sobre el profetizar. El profetizar mencionado en este capítulo es universal, es decir, no es sólo para unas cuantas personas. En el versículo 31 dice: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”. Cuando toda la iglesia se reúne en un solo lugar y todos profetizan, los incrédulos que entren allí por todos son convencidos, por todos son juzgados, y dirán que en verdad Dios está en medio de ellos (vs. 24-25). Ésta es la culminación que hallamos en 1 Corintios 14 de todo lo relacionado con las reuniones, la predicación del evangelio, la labor que realizamos por el Señor y el servicio a Dios.

  No debemos apresurarnos a enseñar a los hermanos y hermanas a profetizar. Uno no puede enseñarle a un estudiante de kínder que escriba ensayos. Un niño primero debe asistir a una escuela primaria y practicar la escritura, y luego debe aprender a escribir oraciones. Sólo después que haya aprendido a escribir una oración tras otra, podrá escribir ensayos. Después de que ganemos a los nuevos creyentes, debemos primeramente establecer reuniones de hogar para alimentarlos y cuidarlos con ternura. Una vez que hayan crecido, debemos traerlos a la reunión de los grupos pequeños. En las reuniones de los grupos pequeños, se da la mutua enseñanza y aprendizaje de la verdad y también se busca el crecimiento en vida. Cada vez que alguien habla la palabra de Dios, basado en su experiencia en vida y en el conocimiento en la verdad, el resultado será el profetizar.

Recobrar el sacerdocio neotestamentario del evangelio

  Un sacerdocio neotestamentario es un sacerdocio del evangelio. En el Antiguo Testamento los sacerdotes eran sacerdotes de toros y machos cabríos. Ellos se especializaban en ofrecer sacrificios de toros y machos cabríos. El cambio del sacerdocio del Antiguo Testamento al sacerdocio del Nuevo Testamento ocurrió con Juan el Bautista, quien era sacerdote por nacimiento. Él era el hijo único de su padre, quien era sacerdote. Según la costumbre, él debió haberse vestido de las vestiduras sacerdotales, debió haber comido el alimento sacerdotal y debió haber crecido en el templo. Pero vemos que se fue a vivir al desierto, tenía un vestido de pelo de camello y comía langostas y miel silvestre (Mt. 3:4). Él exhortaba a los hombres a que se arrepintieran. Si alguno se arrepentía, él lo sepultaba en el río Jordán (vs. 1, 6). Todo lo relacionado con él era salvaje, incluyendo su comida, su ropa, su vivienda, su predicación y su obra. Sin embargo, él fue el primero en volverse del sacerdocio del Antiguo Testamento al sacerdocio del Nuevo Testamento. A partir de entonces, el sacerdocio no tenía nada que ver con ofrendas de sacrificios de toros y machos cabríos, sino con el hecho de ofrecer sacrificios de pecadores salvos en Cristo. Juan el Bautista fue el primer sacerdote del evangelio en el Nuevo Testamento. Todos los creyentes neotestamentarios deben ser como él, saliendo a predicar el evangelio que invita al arrepentimiento, bautizando a los que creen, y ofreciéndolos en Cristo a Dios.

  En 1 Pedro dice: “Vosotros también [...] sois edificados [...] hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios” (2:5). Romanos también dice que debemos ser un “ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (15:16). Este hecho mencionado en Romanos 15:16 confirma la visión que Pedro recibió en 1 Pedro 2. Pablo llegó a ser un sacerdote espiritual, un sacerdote del evangelio, que ofrecía sacrificios espirituales a Dios, los cuales eran los pecadores que se salvaban por medio de su predicación. Por consiguiente, todo creyente del Nuevo Testamento debe ser un sacerdote, que ofrece como sacrificios a los pecadores que son salvos. Si un creyente neotestamentario no ha predicado el evangelio ni conducido a los pecadores a la salvación, es un sacerdote que no ha desempeñado su función.

  Conforme a nuestros conceptos naturales, pensamos que invitar a nuestros amigos, servir de ujieres, aconsejar, llevar la cuenta de los asistentes y otras actividades como éstas durante las campañas, lo cual hicimos en el pasado, eran nuestros servicios y nuestras funciones como sacerdotes. Pero en realidad, éstas simplemente son tareas levíticas; pues no corresponden con la labor de los sacerdotes. Aunque muchos predicadores famosos pueden conducir campañas evangélicas y salvar a los pecadores, el camino que siguen es contrario a la economía neotestamentaria de Dios y mata la función espiritual de los creyentes como sacerdotes del evangelio. En el Nuevo Testamento podemos ver que el Señor continuamente perfeccionaba a otros y luego los enviaba. Primero, los doce discípulos fueron enviados, y luego los setenta. Más aún, ellos fueron enviados “a toda ciudad y lugar adonde Él estaba por ir” (Lc. 10:1). Tengo la certeza de que ellos salieron, no para llevar a cabo tareas levíticas, sino para predicar el evangelio, salvar a los pecadores y cumplir la labor propia de los sacerdotes neotestamentarios del evangelio.

  Por lo tanto, es preciso que veamos que la reunión del evangelio que se practica en el cristianismo hoy en día, en la que una o dos personas predican, aunque tiene la meta correcta, emplea los medios incorrectos. Esto se debe a que ha cambiado la naturaleza del sacerdocio universal del evangelio en el que participan todos los creyentes por la de un sacerdocio del evangelio exclusivo de unos pocos. Así pues, todos los creyentes esperan hasta que llegue el gigante del evangelio y luego participan en los servicios levíticos. Luego, una vez que termina la campaña evangélica, nadie vuelve a predicar el evangelio. Ésta no es la manera en que se predica el evangelio en el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento revela que toda persona que es salva es un sacerdote que predica el evangelio. Por lo tanto, concluimos que, aunque indudablemente hay muchas maneras de predicar el evangelio y todas ellas salvan a las personas, eso no significa que todas ellas hagan de cada creyente un sacerdote neotestamentario del evangelio. Ésta es la luz y la revelación que hemos recibido recientemente de parte del Señor.

  Si hubiésemos conducido a la iglesia hace cuarenta años por este camino, y si hubiésemos establecido esta tradición entre nosotros, hace tiempo que las personas salvas a través de nosotros habrían llegado a ser sacerdotes del evangelio. Luego, al poco tiempo después de salvas, ellas habrían empezado a predicar el evangelio para conducir a los pecadores a la salvación. La revelación ha sido abierta a nosotros hoy, para mostrarnos que la predicación del evangelio debe alcanzar la meta de Dios y llevar a cabo Su economía. La economía de Dios hoy en día consiste en que cada santo sea un sacerdote del evangelio.

PERFECCIONAR A OTROS POR CAUSA DE ESTA VISIÓN

  Desde el verano pasado, el Señor nos ha mostrado sucesivamente cuatro grandes visiones. Primeramente, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, el cual es un organismo que procede del Dios Triuno procesado. No llega a existir por casualidad ni por la obra creadora de Dios. En segundo lugar, el énfasis que se da en el servicio que realizan todas las personas dotadas no es en las obras que realizan, sino en el perfeccionamiento los santos para que realicen dichas obras; es decir, debemos perfeccionar a los santos para que puedan hacer lo que nosotros podemos hacer. Tercero, debemos ayudar a todos a crecer a fin de que puedan profetizar por el Señor. Hoy en día el Señor no habla por medio de una o dos personas en la iglesia, sino más bien, por medio de todos. La iglesia será edificada únicamente cuando todos los miembros profeticen. Cuarto, la predicación del evangelio debe ser una labor en la que todos participan personalmente, visitando a otros en sus hogares. No debe llevarse a cabo convocando grandes campañas evangélicas. Si sólo tenemos campañas del evangelio, los creyentes caerán en la degradación de servir únicamente como levitas, y sólo unos pocos podrán servir de forma exclusiva como sacerdotes del evangelio. Así, la función espiritual de todos los creyentes como sacerdotes del evangelio será eliminada. Estas cuatro visiones es lo que deseo presentarles en comunión y comunicarles a todos ustedes, los ancianos y colaboradores en este tiempo.

  Yo regresé aquí esta vez para llevar a cabo una obra de perfeccionamiento. Estoy aquí para perfeccionarlos a hacer lo mismo que yo estoy haciendo. Esto es lo que en una familia los padres les enseñan a sus hijos, a fin de que crezcan apropiadamente. Esto es lo que quiso decir Pablo a los Tesalonicenses cuando les dijo que los cuidaba con la ternura de una nodriza (1 Ts. 2:7), y que los exhortaba como un padre (v. 11). El resultado de su perfeccionamiento era presentar a los creyentes plenamente maduros. Esta mañana les presento este bosquejo con la esperanza de que ustedes se lo lleven a casa y tengan mucha comunión al respecto. Incluso pueden reunirse con todos los ancianos y con los hermanos y hermanas que desean buscar, a fin de profundizar en estos puntos. Todos éstos son puntos cruciales en cuanto a cómo debemos reunirnos y servir en los días venideros.

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