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Mensajes del libro «Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los»
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CAPÍTULO CUATRO

LA NUEVA MANERA Y EL SERVICIO Y ADORACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO

  Lectura bíblica: Jn. 4:20-21, 23-24; Lc. 2:37; Fil. 3:3; Ef. 4:12; 1 Co. 14:26

BOSQUEJO

  1. La adoración en el Nuevo Testamento:
    1. La adoración en el Antiguo Testamento dependía de un lugar físico—Jn. 4:20.
    2. La adoración en el Nuevo Testamento depende del espíritu humano—vs. 21, 23-24.
    3. En el Antiguo Testamento las personas adoraban a Dios en el templo—Lc. 2:37.
    4. En el Nuevo Testamento las personas adoran a Dios en Cristo, el Dios-hombre—Fil. 3:3.
  2. La manera en que se adora en el Nuevo Testamento:
    1. No hay una forma de adoración particular.
    2. No se ciñe a un programa o procedimiento externo previamente establecido.
    3. Se sirve únicamente por el Espíritu de Dios—v. 3:
      1. El objetivo de las reuniones de los grupos pequeños es principalmente perfeccionar a los santos—Ef. 4:12.
      2. El objetivo del profetizar es principalmente la edificación de la iglesia—1 Co. 14:26.

EN EL NUEVO TESTAMENTO EL SACERDOCIO ES UNIVERSAL

  Hemos visto que la manera establecida por el Señor siempre concuerda con la economía que Él desea llevar a cabo. También hemos visto que la economía neotestamentaria de Dios consiste en que toda persona que haya sido salva sea un sacerdote. En el Nuevo Testamento el sacerdocio es universal. Por lo tanto, no debe haber solamente un grupo de personas que sean sacerdotes, y que el resto no lo sea. En lugar de ello, todos deben ser sacerdotes. No importa cuán joven usted sea; mientras haya sido salvo, mientras posea la vida del Señor, usted es un miembro del Cuerpo de Cristo y, por ende, un sacerdote. Para el Señor, usted es un miembro Suyo; y para Dios, usted es un sacerdote Suyo. Además, un sacerdote es alguien que está unido a Dios como una sola entidad. Dios ha entrado en nosotros y nos ha introducido en Él. Él y nosotros moramos mutuamente el uno en el otro. Nosotros y Dios, y Dios y nosotros, hemos llegado a ser uno. Debido a esto, hemos llegado a ser un pueblo que pertenece a Dios y le sirve.

LOS SACERDOTES NEOTESTAMENTARIOS OFRECEN A LOS PECADORES EN CRISTO

  Un sacerdote es alguien que sirve a Dios, y servir a Dios consiste en ofrecerle sacrificios. La palabra sacerdote conlleva el sentido de alguien que administra algo. Un sacerdote es alguien que administra las ofrendas. Él es uno con Dios y ha recibido una comisión de parte de Dios. No sólo es alguien enviado por Dios, sino alguien que sirve juntamente con Él. Su labor específica consiste en administrar las ofrendas de Dios.

  En el Antiguo Testamento las ofrendas eran toros y machos cabríos. Como ya sabemos, todos los sacerdotes y ofrendas del Antiguo Testamento eran tipos; no eran la realidad. La realidad aún no había venido. No fue sino hasta cuatro mil años después que Adán fue creado que Cristo vino en la carne. Sólo entonces se cumplió el tiempo, y vino la realidad. Por consiguiente, el ángel anunció a María que ella concebiría un hijo, que era Cristo. Cuando Cristo vino, todos los tipos hallados en el Antiguo Testamento se cumplieron y se hicieron realidad. Por lo tanto, los tipos ya no son necesarios y ahora Cristo lo es todo.

  Hebreos 10:7 dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad”. Por el contexto vemos que la voluntad de Dios es que Cristo cumpla y reemplace todos los sacrificios del Antiguo Testamento. De ahora en adelante, no hay más sacrificios, sino que únicamente queda un solo y verdadero sacrificio, que es Cristo mismo.

  Por esta razón, los sacerdotes del Nuevo Testamento ya no ofrecen toros ni machos cabríos, sino sacrificios de pecadores caídos, a quienes Dios valoró y escogió antes de fundar la tierra (Ro. 15:16). Sin embargo, estos pecadores no pueden en sí mismos llegar a ser estos sacrificios, puesto que todos ellos han pecado. Ya todos sabemos que el propósito de los sacrificios es eliminar, quitar, el pecado y redimir del pecado. Damos gracias a Dios por Su salvación, pues después de que Él nos salvó, nos puso en Cristo para que cambiáramos de posición. Ya no estamos en Adán, sino que ahora estamos en Cristo. Una vez que estamos en Cristo, Dios puede justificarnos y aceptarnos. Mientras aún éramos pecadores, no éramos los sacrificios; pero ahora, que estamos en Cristo, somos los sacrificios aceptables a Dios.

  Por esta razón, Pablo en sus epístolas menciona muchas veces el hecho de que estamos en Cristo. Por ejemplo, Colosenses 1:28 dice: “Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. Mientras estemos en nosotros mismos, no seremos aptos para ser ofrecidos. Pero si estamos en Cristo, podremos ser ofrecidos a Dios; incluso podremos ser presentados maduros.

EL MAYOR GOZO DE LOS CRISTIANOS ES PREDICAR EL EVANGELIO Y SALVAR A LOS PECADORES

  Cristo es la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente. Él es también la simiente de Abraham que cumplió la redención divina y otorgó a todos los que creen y son salvos la bendición de la redención divina, a saber, el Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno (Gá. 3:14). Más aún, este Espíritu, que es el Espíritu todo-inclusivo, es la bendición única que recibimos en la redención de Dios. El Espíritu es tipificado por la tierra de Canaán, y en este Espíritu disfrutamos a Cristo como el todo y recibimos esta bendición.

  Alabado sea el Señor porque Cristo vino y ha cumplido todo. Dios no desea simplemente que nosotros, los que somos salvos, lo disfrutemos, sino que también nos está enviando para salvar a los pecadores a fin de que ellos crean en Cristo y sean bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. De este modo, ellos también podrán disfrutar esta bendición. Nosotros, los que hemos sido salvos, no estamos más en Adán ni en nosotros mismos, sino en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ahora, éste es nuestro estatus.

  También debemos comprender que el Señor determinó que todos fuésemos sacerdotes. Debemos predicar el evangelio a los pecadores, salvándolos en Cristo y bautizándolos en el Dios Triuno. Cada vez que bautizamos a una persona, estamos ofreciendo un tesoro sobre el altar. Un pecador es un tesoro que ofrecemos, y diez pecadores son diez tesoros que ofrecemos. Todos los cristianos saben que no hay mayor gozo que predicar el evangelio y salvar a los pecadores. La única manera en que una iglesia puede ser viviente, vivificada y avivada, es que sea una iglesia que predica el evangelio.

  Si una iglesia tiene ocho años de haber sido establecida y no ha salvado a nadie, sino que, en lugar de ello, todos los miembros se ven las mismas caras una y otra vez, definitivamente no habrá gozo. Pero si una iglesia tiene caras nuevas y especialmente si las personas nuevas se levantan para hablar unas palabras, aunque lo que digan no sea muy bueno, todos se sentirán muy contentos. Por lo tanto, si no salvamos a los pecadores, nos será difícil estar gozosos. Asimismo, si una iglesia no predica el evangelio para salvar a los pecadores, le será difícil tener gozo.

  Cuando salvamos a los pecadores y los bautizamos, desde la perspectiva humana, estamos sumergiéndolos en el agua; pero según la perspectiva divina, somos sacerdotes que están “sacerdotando” estas ofrendas a Dios. Todos los que han hecho esto saben del gozo que se siente cuando una persona sube del agua. Nuestro gozo es eufórico. Sentimos como si hubiésemos sido arrebatados. En realidad, esto se debe a que Dios se regocija. En Lucas 15 el Señor nos habla en parábola, diciendo: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” (v. 4). Cuando la oveja es encontrada, los ángeles en el cielo se regocijan por ello (v. 7). Esto es lo que se describe en Himnos, #489: “Los ángeles con su cantar hacen los cielos resonar” (estrofa 1). Si un pecador no fuese un tesoro, ¿qué razón tendrían los ángeles para regocijarse cuando es salvo? El escritor de este himno conocía el corazón de Dios y lo escribió de una manera precisa.

  Es preciso que veamos que éste es un asunto que nos trae sumo gozo y euforia, y que es una orden supremamente gloriosa. Todos tenemos que salir y conducir a los pecadores a la salvación para que lleguen a ser en Cristo ofrendas que son ofrecidas a Dios.

TODOS NECESITAMOS SER RECOBRADOS A FIN DE PREDICAR EL EVANGELIO Y SERVIR COMO SACERDOTES DEL EVANGELIO

  Es importante que comprendamos que el cristianismo actual se ha degradado, que se ha apartado del camino ordenado por Dios. Por ejemplo, las reuniones de una campaña evangélica, en las que un sólo orador habla y los demás escuchan, han anulado en todos los santos la función de predicar el evangelio. Aunque los santos todavía están dispuestos a participar en la obra del evangelio, no pueden predicar ni tampoco tienen la oportunidad de hacerlo; en vez de ello, lo único que hacen es participar en algunos servicios levíticos, tales como acomodar las sillas, limpiar las ventanas, aspirar las alfombras e invitar a las personas a que vengan a nuestro banquete de amor. Finalmente, nadie es capaz de predicar el evangelio. Todo depende de un solo orador. El resto solamente escucha. Esto definitivamente está mal.

  Cuanto más habla el orador, menos son capaces de hablar los santos. Después de diez años, todos se habrán vuelto personas mudas. Si una persona se tapa los ojos por cinco años, quedará ciega. Después de que un niño nace, si no dice un palabra en diez años, sus padres lo considerarán mudo. Si hemos estado predicando el evangelio en un lugar por diez años y hemos salvado a cien o doscientas personas, pero no hemos logrado perfeccionar a nadie para que lleguen a ser sacerdotes del evangelio, habremos destruido la función orgánica de los santos.

  La manera que Dios ha ordenado hoy en día concuerda con el sacerdocio universal del Nuevo Testamento. Si lo primero no concuerda con lo segundo, el sacerdocio universal jamás podrá llevarse a cabo, pues no todos predicarán el evangelio y, por tanto, la economía neotestamentaria de Dios no se cumplirá. El cristianismo adora al Dios verdadero, pero ha destruido al adorador. Aunque hace algo que es correcto, lo hace con el método equivocado. Un ejemplo de esto es la predicación del evangelio de un solo hombre mientras los demás escuchan. Muchas de las actividades que se realizan en el cristianismo pueden resumirse en la siguiente frase: “tienen la meta correcta, pero los métodos equivocados”. Al final, se comete un grave error: se han matado todas las funciones orgánicas de los santos. Por consiguiente, debemos urgentemente seguir este nuevo camino y recobrar el que todos los santos prediquen el evangelio y sean sacerdotes del evangelio.

LA ADORACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO

La adoración en el Antiguo Testamento dependía de un lugar físico

  Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, un día Él quiso ir de Jerusalén a Galilea. Juan 4:4 dice que “le era necesario pasar por Samaria”. He estudiado el mapa y he visto que bajo ningún punto de vista era necesario que el Señor pasara por Samaria. Había muchos caminos para ir de Jerusalén a Galilea. Pero el Señor dijo que “le era necesario”. La razón era que Él sentía la carga de visitar a aquella mujer que, aunque era detestable e inmoral, había sido escogida por Dios y vivía en Samaria. Ella ya había tenido cinco maridos. En este pasaje vemos la sabiduría del Señor. Él vino a visitarla de una manera diferente a como había visitado a Zaqueo en Jericó. Él se quedó allí en la casa de Zaqueo y lo salvó. Pero en este caso el Señor Jesús no hizo lo mismo, sino que, más bien, vino después del mediodía y esperó a la mujer junto al pozo donde ella vendría a sacar agua. Éste era el lugar más apropiado, pues Él podía hablar con la mujer a plena luz del día. En esto vemos la sabiduría tan completa que poseía nuestro Señor Jesús.

  Cuando era como la hora sexta, la mujer samaritana vino a sacar agua. El Señor le dijo: “Dame de beber” (Jn. 4:7), y la mujer samaritana le respondió, diciendo: “¿Cómo Tú, siendo judío, me pides a mí de beber...?” (v. 9). Después de que el Señor le respondió su pregunta, ella le hizo más preguntas. Durante la conversación, la mujer se dio cuenta de que el Señor Jesús era diferente, que Él tenía el agua viva. Por esto, ella empezó a pedirle al Señor: “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed” (v. 15). Si nosotros le hubiésemos respondido a esta mujer, le habríamos dicho: “Confiesa tus pecados y entonces podrás beber del agua viva”. Pero el Señor Jesús no era insensato como nosotros; Él le respondió de una manera muy sabia, y le dijo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá” (v. 16).

  El Señor quería que ella fuera a llamar a su marido antes de darle el agua viva. La mujer se puso muy temerosa cuando le preguntaron sobre este asunto, entonces, enseguida dijo: “No tengo marido” (v. 17). Esto es mentir diciendo la verdad. El Señor Jesús no desmintió sus palabras, sino que únicamente le dijo: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (vs. 17-18). La mujer no confesó sus pecados, sino que el Señor Jesús le dijo detalladamente todos sus pecados. La mujer se sorprendió mucho con eso, y ya que ella también era muy lista, de inmediato cambió el tema de beber del agua viva a la adoración religiosa. Ella dijo: “Señor, me parece que Tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (vs. 19-20). Ella fue muy inteligente, pues dejó a un lado el tema de los cinco maridos y empezó a hablar sobre la adoración a Dios, es decir, pasó de ser una pecadora a una religiosa. Esto muestra que muchos fervientes adoradores de Dios son también pecadores, que secretamente hacen maldad. El Señor Jesús entonces abrió el corazón de ella y le dijo: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (v. 21). El Señor quería mostrarle que la era había cambiado. El Antiguo Testamento había terminado, y había llegado el Nuevo Testamento.

La adoración en el Nuevo Testamento depende del espíritu humano

  El Señor Jesús continuó hablando y le dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (v. 23). La adoración en el Antiguo Testamento dependía de un lugar físico, pero la adoración en el Nuevo Testamento no depende de nada físico. Tampoco depende de un lugar, sino que depende del espíritu humano.

  Si adoramos a Dios únicamente dependiendo de un lugar, todavía existe la posibilidad de cometer pecados. Pero si adoramos a Dios conforme a nuestro espíritu, no podemos pecar. Esto se debe a que la parte principal del espíritu es la conciencia, y la conciencia no nos permitirá pecar. Por ejemplo, un ladrón puede haber robado del banco la noche anterior, y sin embargo, puede asistir el domingo a los servicios de la iglesia en la mañana. Esto se debe a que en su concepto es un lugar físico; él está adorando a Dios en una capilla. Sin embargo, si se vuelve a su espíritu para adorar a Dios, no podrá volver a robar el banco, pues su conciencia no se lo permitirá. Ésta es otra razón por la cual tenemos que dejar atrás la vieja manera y cambiar a la nueva. Esto no es simplemente una cuestión de método, sino de la naturaleza interna.

  En el Antiguo Testamento las personas adoraban a Dios en un lugar determinado. Mientras estuvieran en el lugar correcto, podían adorar. Pero en el Nuevo Testamento lo que importa no es el lugar sino el espíritu humano. El espíritu es la parte verdadera de una persona, su parte central. Este órgano no debe tener problemas. Además, nuestro espíritu está dentro de nuestro corazón. Si nuestro espíritu está bien, nuestro corazón también estará bien. Hoy en día, en la nueva manera, nuestra predicación del evangelio, nuestras reuniones en los hogares y en los grupos pequeños, e incluso nuestro profetizar en las reuniones de distrito no son cambios relacionados con métodos externos. En lugar de ello, la necesidad de cambios externos surge a raíz del cambio que ha ocurrido en la naturaleza interna. Si nuestras reuniones y nuestra predicación del evangelio se caracterizan por el hablar de un hombre mientras que los demás escuchan, no seremos personas según la economía neotestamentaria de Dios, y no todos los santos podrán ser sacerdotes del evangelio. Si no dejamos atrás la vieja manera y empezamos a practicar la nueva, nuestras reuniones y nuestro servicio serán enteramente externos. No estarán en el espíritu, y todo dependerá de métodos; nada estará en la realidad. Por lo tanto, todo lo relacionado con la nueva manera no tiene que ver con un lugar, una forma, un método o un procedimiento determinado, sino que depende de la realidad que está en el espíritu.

En el Antiguo Testamento las personas adoraban a Dios en el templo, pero en el Nuevo Testamento adoran a Dios en Cristo, el Dios-hombre

  En el Antiguo Testamento el hombre adoraba a Dios en el templo. En la era del Antiguo Testamento, cuando un hombre deseaba adorar a Dios, tenía que ir al templo. Pero la adoración en el Nuevo Testamento no se lleva a cabo en el templo, sino que más bien, se efectúa en Cristo, ya que Dios está en Cristo.

  Hoy en día, aunque nuestro Dios es el mismo que el que adoraban los judíos, hay una diferencia con respecto a la era y también con respecto a la forma. El Dios que los judíos adoraban en ese entonces era únicamente Dios; no era un hombre. Él sólo poseía divinidad, no tenía humanidad. Pero en el Nuevo Testamento, el Dios que los cristianos adoran es tanto Dios como hombre; Él es un Dios-hombre. Cuando adoramos a Dios hoy, estamos adorando a tal Dios. Todos aquellos que no adoran a este Dios-hombre no están adorando a Dios. Hoy en día Dios es el Dios encarnado, un Dios que está mezclado con el hombre. Cuando lo adoramos, disfrutamos no solamente a Dios, sino también al Hombre. Esto es maravilloso.

  Durante los tres años y medio que el Señor estuvo cumpliendo Su ministerio en la tierra, algunas veces estuvo en Galilea, lejos de Jerusalén. Pero en otras ocasiones subía a Jerusalén y hasta le llegaron a encontrar cerca del templo. En el templo había muchísimos sacerdotes que servían debidamente a Dios, según los preceptos del Antiguo Testamento. Pero Jesús no estaba allí. Quizás podría estar en una casita cerca del templo, donde podríamos ver un grupo de galileos, algunos sentados y otros de pie. Allí se encontraban hasta algunos recaudadores de impuestos y rameras. Todos ellos eran galileos humildes. En ese momento, ¿Dios estaba siendo adorado en el templo, o Jesús estaba siendo adorado? ¿Iríamos a adorar a Dios al templo o a aquella pequeña casa?

  Podemos ver claramente que en aquella época, Dios estaba en aquella casita. Esto se debe a que Jesús estaba allí y a que Dios estaba dentro de Jesucristo. La mayor dificultad que encontramos cuando les predicamos el evangelio a los judíos es que ellos todavía piensan que Dios está en el templo. Ellos no creen que Dios está en Jesucristo. Tenemos que decirles a los judíos que Dios abandonó el templo hace dos mil años. Hoy en día no podemos hallar a Dios fuera de Cristo. Tenemos que ir a Cristo. Una vez que usted esté en Cristo, encontrará a Dios.

  Aplicando el mismo principio, hoy en día cuando adoramos a Dios, no debemos dejarnos atraer por las hermosas capillas. Estamos buscando a Cristo, y estamos adorando a Cristo. Así que debemos ir adonde Él se encuentra. En esto consiste la adoración del Nuevo Testamento. Al principio, nos reuníamos en grandes salones de reunión donde había pianos y se daban sermones muy solemnes, pero después fuimos guiados a tener reuniones de hogar y reuniones de grupos pequeños. Ahora cuatro o cinco familias se reúnen juntas en los hogares. Algunos hogares se ven muy bien, pero otros son feos, pues las sillas están quebradas, las bancas torcidas, y no hay separación entre la cocina y el comedor. Como resultado, a algunos hermanos y hermanas se les hace imposible aceptar tales reuniones y, no están dispuestos a asistir a ellas.

  Sin embargo, es necesario que veamos que para adorar a Dios en el Nuevo Testamento, tenemos que descubrir dónde está Cristo. No debemos menospreciar un lugar que se vea rústico, pues es posible que Jesús esté morando allí. Hoy en día Su nombre aún no es el Cristo glorificado. Su nombre hoy todavía es Jesús de Nazaret. Por consiguiente, es importante que todos veamos por qué tenemos que cambiar la vieja manera, la cual concuerda muy bien con nuestros conceptos naturales humanos. Pero en la Biblia, la manera ordenada por Dios concuerda con Su economía. Por esta razón, tenemos que regresar al Nuevo Testamento, y adorar y servir conforme al Nuevo Testamento. Sólo entonces podremos satisfacer el deseo de Dios.

LA MANERA EN QUE SE ADORA EN EL NUEVO TESTAMENTO

No hay una forma de adoración particular ni tampoco se ciñe a un programa o procedimiento previamente establecido

  La adoración en el Nuevo Testamento no tiene ninguna forma. Si tuviera alguna forma, fácilmente llegaría a ser un servicio de adoración. Sin embargo, incluso hoy en día, después que conducimos a las personas a la salvación, ellas aún tienen el concepto natural de asistir a servicios de adoración. Los domingos, ellos buscan capillas que estén cerca, a fin de asistir a tales servicios. De acuerdo con el programa por lo general se canta un himno al principio. Luego el predicador ofrece una oración. Después de esto, el pastor da su sermón y expone algo de la Biblia. Cuando el servicio está por terminarse, se canta otro himno, después de lo cual se ora y se da la bendición. Es preciso que veamos que no hay nada malo con adorar a Dios; pero sí estamos completamente errados si seguimos el camino que acabamos de mencionar. Un programa y un procedimiento fijos acabarán por completo con el espíritu que está en los santos. No debemos introducir jamás este tipo de servicio de adoración en las reuniones de hogar, en las reuniones de los grupos pequeños ni en las reuniones del día del Señor por la mañana. El resultado de ello es desastroso. Tenemos que cambiar completamente nuestros conceptos para que podamos tener la adoración del Nuevo Testamento.

Se sirve únicamente por el Espíritu de Dios

  La manera de adorar según el Nuevo Testamento requiere que todos nosotros usemos nuestro espíritu. Antes de asistir a la reunión, ya somos adoradores de Dios. Cada mañana tenemos un avivamiento, y cada día, en nuestra vida cotidiana, somos continuamente renovados y vencemos, y constantemente tenemos contacto con el Señor y comunión con Él. Además de esto, nuestras vidas están llenas de himnos. Himnos tales como el #215 y el #489, u otros más sencillos como el #476, son himnos que me gustan cantar. Todos ellos son buenos cánticos. Podemos aprender a cantarlos con frecuencia en nuestra vida diaria.

  Si hemos concertado una cita con los hermanos y hermanas para tener una reunión de hogar a las 7:30 esta noche, ya para las 6:30 debemos estar listos. Debemos empezar cantando. No debemos empezar la reunión en el lugar de reunión; en vez de ello, debemos empezarla antes de salir de nuestra casa. Quizás mientras vamos de camino cantemos: “¡Desde que Jesús vino a mí!” (Himnos, #152). No tenemos que esperar hasta que toquemos la puerta para empezar a cantar. Podemos cantar una estrofa por cada piso que tengamos que subir. Cuando lleguemos a la casa del hermano y mientras tocamos el timbre, podemos continuar cantando: “¡Desde que Jesús vino a mí!”. Los que estén adentro al oírnos cantar podrán también responder: “¡Desde que Jesús vino a mí! ¡Bulle el gozo en mi alma como olas del mar, desde que Jesús vino a mi!”. Los niños que estén en la casa podrán hacer eco a este cantar. ¡Cuán viviente sería esto!

  Es preciso que sepamos que cuando nos reunimos juntos tenemos que ejercitar nuestros espíritus. Dios es Espíritu, y ninguno podrá contactarle a Él a menos que ejercite su espíritu. Pablo dijo en Filipenses 3:3 que los verdaderos adoradores son aquellos que están en Cristo, quienes sirven “por el Espíritu de Dios”. El contenido de nuestras reuniones debe estar lleno de cánticos, de oraciones y de hablar. También debemos tener nuestras reuniones por el Espíritu. Para ser una persona “por el Espíritu”, tengo que ser una persona que comienza la mañana de una manera avivada. Eso significa que soy viviente, y que diariamente soy renovado y experimento victoria. Mantengo mi espíritu en una posición elevada, y estoy en comunión con el Señor. Por consiguiente, aun antes de que la reunión empiece, para mí la reunión ya empezó en mi casa. Puesto que soy tan viviente, no tendré que decir mucho cuando venga a la reunión; simplemente cantaré unos cuantos himnos y los espíritus de los demás serán avivados. Esto es lo que significa servir a Dios por el Espíritu de Dios conforme al Nuevo Testamento.

El objetivo de las reuniones de los grupos pequeños es principalmente perfeccionar a los santos

  Supongamos que no llego a la reunión de los grupos pequeños sino hasta la hora acordada. Una vez que llego, me comporto como un simple observador esperando que los demás digan algo, mientras ellos también esperan que yo diga algo. Luego, diez minutos más tarde, yo pido un himno y otro hermano dice: “La iglesia ha decidido que leamos las Lecciones de la verdad. Leamos todos, por turno”. Después de leer y de tener comunión y ofrecer algunas oraciones, la reunión es despedida. Esto es lo que el cristianismo considera un servicio de adoración. En dicho servicio hay programas, procedimientos y un orden apropiado, pero el Espíritu no está presente ni hay suministro. La reunión es una reunión muerta, y la iglesia sufre. No podemos seguir este camino.

  Cuando asistimos a una reunión que es según la nueva manera, primero debemos ser personas llenas del Espíritu y de cánticos. Cuando vamos camino a la reunión de grupos pequeños, podemos cantar: “¡Desde que Jesús vino a mí!”. Los hermanos y hermanas que nos oigan cantar, responderán cantando: “¡Qué admirable es el cambio forjado en mi ser...”. Quizás otro hermano cante: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz! Pues Cristo vive hoy en mí” (Himnos, #213). Esta manera de cantarnos unos a otros, cada uno con su propio cántico, avivará nuestros espíritus. No tendremos necesidad de decir mucho, simplemente tocaremos el espíritu el uno con el otro.

  En la reunión debe haber cánticos y oraciones. Después de cantar, alguien debe orar. No es necesario que una determinada persona ore. Todos podemos decir: “Señor, te alabamos y te damos gracias. Es para nosotros un gozo muy grande saber que Tú estás con nosotros”. Tampoco es necesario que cerremos nuestros ojos, ni que les pidamos a todos que inclinen sus cabezas. Cuando el Señor Jesús oró, Él alzó Sus ojos al cielo (Jn. 17:1). Ninguna de las formas anteriores se encuentra en la Biblia. Éstas no son más que viejos preceptos del servicio de adoración. Lo que tenemos que hacer es seguir al Espíritu.

  Después de esto, otro hermano podría abrir su boca y decir: “Hermanos y hermanas, ¡qué maravilloso! Esta mañana leí Romanos 12:1. Allí Pablo nos ruega por las compasiones de Dios que presentemos nuestros cuerpos. Anteriormente, cuando leía estos versículos, no eran tan agradables para mí como lo fueron esta mañana. Es por eso que yo nunca podía presentarme a mí mismo. Pero esta mañana me consagré completamente al Señor”. Al escuchar estas palabras, los hermanos y hermanas enseguida alabarán al Señor por esto. El compartir no se detiene con este testimonio, pues dos o tres continúan compartiendo, y así el lugar es ¡lleno de alabanzas y agradecimientos!

  Luego, es posible que un hermano que recientemente ha sido salvo haga esta pregunta: “¿Cómo podemos nosotros, las personas salvas, presentar nuestros cuerpos?”. Después de esta pregunta, podemos dejar que cada uno de los hermanos y hermanas responda por turnos. No debemos dejar que un solo hermano dé respuesta a las preguntas. Quizás una hermana joven empiece diciendo: “Hermano, permítame decirle que anteriormente, todos nosotros estábamos ocupados con nuestros propios asuntos. Nuestro tiempo y nuestros cuerpos estaban completamente ocupados. Pero ahora que hemos sido salvos y hemos llegado a amar al Señor, Pablo nos exhorta a presentar nuestros cuerpos. Según mi experiencia, presentar nuestros cuerpos es presentar nuestro tiempo, porque nuestros cuerpos están confinados en el tiempo”. Ella sólo dice unas cuantas frases. Todo esto tarda menos de un minuto. Así que todos escuchan esto y son conmovidos con estas palabras.

  Quizás de entre todos los que están en la reunión, yo tenga más años en el Señor y más experiencia. Sin embargo, no debo suponer que soy el más avanzado y compartir por largo tiempo. Lo que yo hable puede ser exactamente lo mismo que dijo la primera hermana. Tal vez diga: “Ella tiene toda la razón. Presentar nuestros cuerpos es presentar nuestro tiempo. Si no presentamos nuestro tiempo, nuestros cuerpos no podrán venir a la reunión”. Eso es todo lo que digo. No les cuento ninguna historia ni les doy un largo sermón. Todos hablan unas cuantas frases sencillas, y el compartir de todos sólo tome unos cuantos minutos.

  Quizás otra hermana haga otra pregunta: “¿Cómo entonces presento mi cuerpo? ¿Quiere eso decir que ya no debo trabajar ni enseñar, sino que, en vez de ello, debo quedarme en casa y ofrecer mi cuerpo al Señor?”. Ésta es una pregunta muy práctica. Sin embargo, yo no debo ser el primero en responder, sino que más bien, debo dejar que los recién salvos hablen un poco más. Después de un rato, quizás alguien que tiene sólo medio año de ser salvo diga: “Cuando leo Romanos 12, no sólo veo que tengo que presentar mi cuerpo, sino también veo la transformación y la renovación de la mente. Por lo tanto, primero presentamos nuestros cuerpos y luego experimentamos la renovación y la transformación de nuestra mente”. Es posible que otro hermano no entienda muy bien esto, y pregunte: “¿Cómo entonces puede ser renovada la mente?”. Un tercer hermano podría decir: “Según mi experiencia, para ser transformados en nuestra mente tenemos que leer la Palabra del Señor. Cuando recibimos la palabra del Señor en nuestro ser, la palabra misma cambiará nuestros conceptos. En esto consiste la transformación de nuestra mente”. Ésta es una muy buena respuesta.

  Luego, algunos hermanos y hermanas podrían preguntar: “Después que hemos presentado nuestro cuerpo y que nuestra mente ha sido transformada, ¿qué sigue?”. Como recuerdo haber leído este pasaje antes, digo: “Romanos 12 primero nos habla de presentar nuestro cuerpo y luego de la transformación de nuestra mente. Por último, el versículo 11 nos habla de ser fervientes en espíritu para servir al Señor”. Si hablamos de esta manera, todos entenderán y serán alumbrados.

  Una reunión de grupo pequeño como ésta, en la que todos hablan, todos preguntan, todos responden, todos aprenden y todos enseñan, es ciertamente una reunión viviente, fresca, rica y sencilla. Como resultado, el número definitivamente aumentará. La razón de esto es que no hay ningún tipo de formalidad en la adoración, ni tampoco tiene un programa o un procedimiento. Todos actúan conforme al Espíritu, se mueven conforme al Espíritu y sirven conforme al Espíritu de Dios. Todos los hermanos y hermanas que asistan a esta clase de reunión serán perfeccionados. Cada semana, las cincuenta y dos semanas del año, debemos apartar una noche para tener esta clase de reunión. Después que un hermano nuevo se reúna de esta manera por un año, será perfeccionado. Crecerá en vida, y podrá servir por el Espíritu de Dios.

El objetivo del profetizar es principalmente la edificación de la iglesia

  No sólo traemos los nuevos creyentes a la reunión de los grupos pequeños, sino que también, el día del Señor, los traemos a la reunión de la iglesia. Después del partimiento del pan, ellos podrán ver a muchos hermanos y hermanas que profetizan, es decir, que hablan por el Señor y lo proclaman. Algunos quizás profeticen por tres minutos y otros por dos. Después de ver esto por unas cuantas semanas, los nuevos creyentes se sentirán atraídos por esto y también desearán profetizar. Nosotros entonces los ayudaremos paso a paso, primero a que aprendan a profetizar en la reunión de los grupos pequeños y luego en la reunión de la mañana del día del Señor. Al final, todos en la iglesia podrán profetizar. Tanto los jóvenes como los viejos podrán hablar por el Señor, y las riquezas del Señor se harán manifiestas. Todos recibirán algún suministro, serán edificados y alimentados, y la iglesia como el Cuerpo de Cristo será edificada mediante el profetizar de los santos. Esto es lo que el Señor desea hoy.

  Por esta razón, la manera en que nos reunimos debe cambiar. La manera en que anteriormente nos reuníamos no reportaba ningún beneficio para la economía del Señor ni concordaba con la naturaleza de dicha economía. Ahora hemos descubierto la manera ordenada por Dios según la Biblia. Cada punto de la manera que Él ha establecido concuerda con la naturaleza de la economía neotestamentaria de Dios, y llena la necesidad de la economía de Dios. Finalmente, la economía de Dios será una realidad entre nosotros. Espero que practiquemos esto juntos. Que el Señor los bendiga a todos ustedes.

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