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Mensajes del libro «Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los»
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CAPÍTULO CINCO

EL SACERDOCIO UNIVERSAL EN EL NUEVO TESTAMENTO

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:8-10, 58

LA NUEVA MANERA EXIGE QUE EXPERIMENTEMOS LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

  Los versículos que leímos esta noche son todos del libro de 1 Corintios. En particular, todos ellos son del capítulo 15. Hemos visto que los capítulos 14 y 15 son dos capítulos muy significativos. El capítulo 14 habla principalmente sobre el profetizar. Únicamente el profetizar edifica a la iglesia. Inmediatamente después, Pablo trata el asunto de la resurrección en 1 Corintios 15. Esto nos muestra que el profetizar mencionado en el capítulo 14 debe hacerse en resurrección. En nuestro ser natural, sólo podemos hablar palabras ordinarias; no nos es posible hablar por el Señor. Por esta razón, tenemos que aprender a permanecer en resurrección, a fin de poder hablar por Dios y proclamarlo.

  La razón por la cual condenamos la vieja manera es que ella nos mantiene en la esfera natural. No sabemos cómo aplicar el poder de la resurrección ni tampoco necesitamos hacerlo en nuestro entorno. Como resultado, continuamos yendo por el viejo camino y permanecemos en nuestro ser natural. Sin embargo, cualquier cosa que tengamos que hacer en la nueva manera, no podremos hacerlo en nuestro ser natural. A fin de predicar el evangelio según la manera ordenada en el Nuevo Testamento, tenemos que contactar y visitar a las personas directamente para que ellas puedan ser salvas de su entorno y nosotros podamos ofrecerlas a Dios como sacrificios. Sin embargo, esto es algo que el hombre natural no puede hacer. Es únicamente mediante el poder de la resurrección que esto se puede lograr.

  Sabemos que el Espíritu Santo es la realidad de la resurrección. Cuando usted está en el Espíritu Santo, está en la resurrección. Aunque la resurrección y el Espíritu Santo están estrechamente relacionados, según nuestra experiencia subjetiva, hay una relación todavía más estrecha entre la resurrección y la muerte. Nuestro ser natural, junto con su fuerza natural y sus opiniones naturales, debe pasar por la experiencia de la muerte para que pueda entrar en su resurrección. En Himnos, #135 dice: “Sin la sangre y su limpieza no se puede unción tener; sin pasar por el Calvario, no habrá Pentecostés”. Si no pasamos por la experiencia de la muerte en la cruz, jamás podremos recibir al Espíritu de Pentecostés, ya que el Espíritu de Pentecostés es la realidad de la resurrección. Por lo tanto, si queremos obtener la realidad de la resurrección, necesitamos pasar por Gólgota.

  Hoy en día, tal como se nos revela en la Biblia, hemos visto esta nueva manera. También hemos visto que para tomar este camino necesitamos experimentar la muerte y la resurrección en cada paso que damos. Especialmente quisiera mostrarles a los hermanos que sirven como ancianos en la iglesia, que para guiar a los hermanos y hermanas en esta nueva manera es necesario que nosotros seamos personas que viven en resurrección. Debemos pasar por la muerte; sólo entonces podremos entrar en la resurrección y en la realidad del Espíritu Santo.

EL APÓSTOL PABLO EXPERIMENTÓ LA GRACIA DE DIOS POR LO CUAL LABORÓ MÁS ABUNDANTEMENTE

  Cuando Pablo habló de la resurrección de Cristo en 1 Corintios 15, no trató este asunto simplemente como una defensa en contra de la herejía que había en la iglesia; más bien, él aplicó la resurrección a sí mismo. En el versículo 5 él empezó hablando de cómo el Señor se apareció después de Su resurrección, y luego, en el versículo 8 dijo: “Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”. Después de esto, añadió: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol” (v. 9). “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy [...] he trabajado mucho más que todos ellos” (v. 10). Esto nos muestra que el apóstol tenía una característica muy notable: su labor. Cuanto más labora, más será un apóstol. Puesto que Pablo había laborado más que todos los demás apóstoles, él era un apóstol entre los apóstoles. Sin embargo, después de esto dijo: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (v. 10). Era la gracia de Dios la que lo constituía la clase de persona que era.

  Juan 1:1 dice: “El verbo era Dios”. Luego el versículo 14 dice: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] lleno de gracia y de realidad”. El versículo 17 continúa diciendo: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. La gracia vino por medio de Jesucristo. Esto nos muestra que la gracia no es nada menos que Jesucristo, quien es la corporificación y expresión del Dios Triuno. Él pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante. Hoy en día Él puede entrar en nuestro espíritu para ser nuestro disfrute. Por consiguiente, la consumación de este Dios Triuno, el Espíritu vivificante, es la gracia hoy.

  También 2 Corintios 13:14 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La gracia, el amor y la comunión no son tres cosas separadas, sino más bien, tres aspectos de una misma cosa. El amor es la fuente; cuando el amor se expresa, se convierte en gracia. Cuando la gracia viene a nosotros, se convierte en comunión, y esta comunión es el Espíritu Santo. Por consiguiente, el Espíritu Santo es el Dios Triuno mismo que viene a nosotros.

  Esto nos permite ver que la gracia es el Espíritu consumado del Dios Triuno procesado, quien entra en nosotros para ser nuestro todo. Cuando esta gracia vino a Pablo en resurrección, lo hizo un apóstol entre los apóstoles. Él llegó a ser tal persona que de otro modo no hubiera podido serlo. Fue por eso que dijo: “Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Co. 15:10).

  Al comienzo de 1 Corintios 15, Pablo aplicó la gracia de la resurrección a sí mismo. Luego, en el último versículo, exhortó a los hermanos, diciendo: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor” (v. 58). Abundar en la obra del Señor significa que estamos llenos con la obra del Señor.

  Si hoy no tenemos la obra del Señor con nosotros, eso muestra que no estamos en gracia ni en resurrección, sino que estamos en la esfera natural. La vida natural proviene de Adán, pero la vida de resurrección la recibimos en el momento de nuestra regeneración. En la nueva manera que el Señor ha recobrado hoy, nadie podrá suplir la necesidad valiéndose de su vida natural. Sobre todo los hermanos que toman la delantera en las iglesias deben darse cuenta de que esta obra no puede realizarse mediante el hombre natural. Únicamente al permanecer en la gracia de resurrección es que podremos abundar en la obra del Señor para llevar adelante la nueva manera.

NUEVA

  La nueva manera, el nuevo camino, no es un término que hemos inventado, pues se menciona específicamente en el Nuevo Testamento. Hebreos 10:20 dice: “Entrada que Él inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne”. Por medio de Su crucifixión, el Señor abrió este nuevo camino para nosotros. Su carne fue crucificada en la cruz para que el velo de la vieja creación fuese quitado. Mediante Su sangre, Él nos trajo ante Dios, para que viniésemos a ser una nueva creación que anda por el nuevo camino.

  Más aún, este nuevo camino, o manera, del cual la Biblia habla, no es nuevo en el sentido de que sea un nuevo método, sino que es nuevo en naturaleza. La vieja manera, que se opone a la nueva, corresponde al viejo camino de la ley en el Antiguo Testamento. Es un camino basado en la vieja creación. En cambio, la nueva manera, el nuevo camino, se halla en el Nuevo Testamento y se basa en la nueva creación. No se trata de un cambio de método, sino un cambio de naturaleza interna. Por ejemplo, cuando ahora predicamos el evangelio, alentamos a los santos a que visiten a las personas tocando sus puertas. Sin embargo, esto no representa el cambio de un viejo método por uno nuevo. Más bien, debido a que la luz del Señor recientemente se ha intensificado más y a que hemos visto que la predicación del evangelio en la cual una sola persona habla mientras las demás escuchan es contraria a la naturaleza de la nueva creación en el Nuevo Testamento, nos resistimos a volver a practicar la vieja manera. Lo que deseamos es tener un cambio en naturaleza para predicar el evangelio y servir a Dios según el deseo de Dios y el modelo que se nos presenta en la Biblia.

EL SACERDOCIO UNIVERSAL EN EL NUEVO TESTAMENTO

El sacerdote del Antiguo Testamento se torna para llegar a ser el sacerdote del Nuevo Testamento

  En la Biblia vemos que en Juan el Bautista se torna del Antiguo Testamento al Nuevo. Su padre era un sacerdote principal. Por lo tanto, Juan nació sacerdote. Pero desde la perspectiva de Dios, él fue el último sacerdote del Antiguo Testamento.

  Mientras Juan crecía, se fortalecía en espíritu y vivía en el desierto (Lc. 1:80). Él no vivió en el templo ni en la casa de un sacerdote, sino que vivió en el desierto. Esto nos muestra que la era había cambiado. De manera que cuando vino para cumplir su ministerio, no comió el alimento sacerdotal ni se vistió de las vestiduras sacerdotales. Mateo 3:4 dice: “Este mismo Juan tenía un vestido de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre”. Esto nos muestra que Juan había desechado la cultura y la religión humanas. Él predicaba en el desierto, diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (v. 2). Si un hombre se arrepentía y estaba dispuesto a confesar sus pecados, Juan lo bautizaba en el río Jordán (v. 6). Todo esto nos muestra que Juan cumplía su ministerio de una manera “salvaje”. Él no se ceñía a los viejos preceptos. Esto significa que la vieja manera de adorar a Dios según el Antiguo Testamento había sido anulada, y que una nueva manera estaba a punto de ser introducida.

Los sacerdotes del Nuevo Testamento ofrecen a los pecadores en Cristo

  Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían a Dios sacrificios de toros y machos cabríos. En el Nuevo Testamento el primer sacrificio que los sacerdotes deben ofrecer es a los pecadores que han sido salvos. Pablo dijo en Romanos 15:16 que él era “un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable”. Así que, ésta es la primera ofrenda y la más básica en el Nuevo Testamento. Otras ofrendas son nuestras alabanzas, nuestras buenas obras y los bienes materiales (He. 13:15-16). Éstas son semejantes a la ofrenda elevada y a libación mencionadas en el Antiguo Testamento, las cuales se añadían a las cinco ofrendas básicas.

  Las ofrendas del Antiguo Testamento son un tipo de Cristo. En el Nuevo Testamento salvamos a los pecadores que están en Adán, los ponemos en Cristo y luego los ofrecemos a Dios. Después de esto, tenemos que ayudarlos a llegar a Romanos 12, rogándoles que se presenten a sí mismos en sacrificio vivo a Dios (v. 1). Pero eso no es todo; pues Pablo dijo que debemos amonestar “a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre” (Col. 1:28).

Todos los creyentes predican el evangelio

  El sacerdocio del Nuevo Testamento es universal, es decir, no es solamente para una minoría de personas. Esto significa que toda persona que ha sido salva es un sacerdote. Todos deben ofrecer a los pecadores como sacrificios. Aunque en el pasado unánimemente instamos a toda iglesia a que predicara el evangelio, los hermanos y hermanas en su mayoría no eran sacerdotes del evangelio, pues sólo servían como levitas. Ellos servían únicamente de ujieres, y ayudaban en las invitaciones, en la limpieza y acomodando las sillas. Los únicos sacerdotes eran los pocos hermanos que daban los mensajes. Por consiguiente, la vieja manera de predicar el evangelio mata el sacerdocio universal del Nuevo Testamento.

  Hoy en día, cuando ayudemos todos los hermanos y hermanas a que sean sacerdotes, tenemos que ayudarles a todos a predicar el evangelio. Todos tienen que salir a salvar a las personas directamente. Nadie puede reemplazar a nadie. Esto es lo que se nos muestra a modo de ejemplo en Juan 15. El Señor es la vid verdadera, y nosotros somos los pámpanos de la vid. Los pámpanos que no llevan fruto son cortados (vs. 1-2). Aquí cortar no significa que uno se pierda eternamente; más bien, se refiere al hecho de perdernos del rico disfrute de Cristo.

  Por consiguiente, tenemos que ver que hoy en día la necesidad no es cambiar el método con el cual predicamos el evangelio. Debido a que la predicación del evangelio según la vieja manera mata el sacerdocio de los santos y reemplaza el sacerdocio universal con unos cuantos sacerdotes, tenemos que apartarnos de tal error. Éste es un error en cuanto a sistema y en cuanto a naturaleza. A fin de recobrar el sacerdocio universal de los creyentes en el Nuevo Testamento, todos tenemos que salir a predicar el evangelio y ser sacerdotes. La primera ofrenda que tenemos que ofrecer en Cristo es el pecador que ha sido salvo. Únicamente haciendo esto podremos ser los sacerdotes del evangelio conforme al Nuevo Testamento.

LA ADORACIÓN NEOTESTAMENTARIA DEPENDE DEL ESPÍRITU HUMANO

  La semana pasada en la conferencia en Kaohsiung mencioné la razón por la cual debemos poner fin a las reuniones en las que una sola persona habla mientras los demás escuchan, y en vez de ellas, por qué deberíamos tener las reuniones de los grupos pequeños. Quisiera repetir este asunto basándome en el Nuevo Testamento.

  Juan 4 relata la conversación que el Señor tuvo con una mujer samaritana inmoral (vs. 5-26). La mujer fue muy lista. Cuando el Señor mencionó el asunto de sus pecados, ella de inmediato cambió el tema de los cinco maridos y empezó a hablar acerca de la adoración religiosa. Ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). El Señor le respondió, diciendo: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre [...] los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad” (vs. 21-23). El Señor le estaba revelando que la adoración en el Antiguo Testamento estaba relacionada con un lugar físico, pero que ahora había llegado la era del Nuevo Testamento. La adoración en el Nuevo Testamento está relacionada con el espíritu humano. Únicamente cuando estamos en el espíritu y en la realidad, Dios puede recibir la verdadera adoración. Desafortunadamente, el cristianismo ha caído en degradación, pues ellos no adoran ni sirven en el espíritu. Por consiguiente, tenemos que recobrar la adoración que es según el Nuevo Testamento.

ADORAR Y SERVIR ÚNICAMENTE POR EL ESPÍRITU DE DIOS

  Hemos recibido luz de parte del Señor para ver que la adoración en el Nuevo Testamento no tiene nada que ver con el servicio religioso. No debe tener una hora o un lugar fijos ni tampoco un programa o procedimiento previamente establecido. Pablo dijo en Filipenses 3:3 que nosotros servimos en Cristo por el Espíritu de Dios.

  No nos hemos reunido esta noche simplemente para tener un servicio de adoración ni una simple reunión. Nos hemos reunido por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, tenemos que ejercitar nuestro espíritu para cantar, alabar, orar y hablar por el Señor. Estrictamente hablando, nuestra reunión no debe empezar en la hora acordada, sino que más bien, debe empezar desde el momento en que salimos de nuestra casa para ir a la reunión. Incluso debe empezar desde el momento en que tenemos nuestro avivamiento matutino. Durante todo el día, debemos vivir en esta condición de alabanza, avivamiento y renovación. Luego, en la noche, al venir a la reunión, e incluso antes de la reunión, debemos empezar a cantar y alabar. A medida que los hermanos y hermanas vayan llegando, unos más temprano y otros más tarde, todos ellos empezarán a ejercitar sus espíritus. Esta clase de servicio por el Espíritu de Dios no es un servicio de adoración, sino que es más bien, la manera apropiada de adorar según el Nuevo Testamento.

  La razón por la cual tenemos que cambiar el sistema hoy no es simplemente por cambiar de método ni por reemplazar las reuniones grandes con las reuniones pequeñas. Más bien, tenemos que cambiar dicho sistema debido a que las reuniones grandes en las que un solo orador comparte no concuerdan con la naturaleza de la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la razón por la que tenemos que cambiar de sistema. Según la economía de Dios en el Nuevo Testamento todos deben ser salvos, regenerados y avivados en su espíritu. A partir del día en que una persona es salva, debe ser una persona avivada, una persona que alaba y canta continuamente. Cuando tal persona venga a la reunión, debe poder ejercitar su espíritu y servir por el Espíritu de Dios.

  En la reuniones de los grupos pequeños, cada uno de nosotros debe cantar u orar. Algunos también deben dar testimonios de manera espontánea. Otros pueden hacer preguntas en las que todos participan para que unos puedan suplir las necesidades de otros. Debe haber comunión y oración mutua, que incluye un pastoreo y cuidado mutuos. De esta manera, no será simplemente una reunión, sino una vida comunal de cristianos. No será la vida de una comunidad grande, sino la vida de una pequeña comunidad. Sólo entonces seremos verdaderamente librados del sistema religioso y cumpliremos el deseo de Dios.

LA VIEJA MANERA DE PROCEDER ANULA LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

  Las grandes reuniones del evangelio que celebramos en el pasado, en las que muchas personas respondían y eran bautizadas, eran bastante impresionantes. Pero en lo que se refiere a la naturaleza del Nuevo Testamento, dichas reuniones mataron la función de la mayoría de los santos. En otras palabras, ellas han anulado el sacerdocio universal del Nuevo Testamento y han hecho que sólo unos pocos lleguen a ser un súper-clero. En principio, esto ofende al Señor por cuanto ha anulado por completo la economía neotestamentaria de Dios. Debemos comprender hoy que el objetivo no es de ningún modo cambiar de método. Lo que necesitamos es experimentar un completo arrepentimiento, y abandonar todo otro camino que no esté en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios.

  La vieja manera ofende a Dios. Cuando Dios opera soberanamente en ciertas situaciones, Él puede congregar a muchas personas así como lo hizo el Día de Pentecostés (Hch. 2:1-41). Sin embargo, aún en aquel entonces, después de que las tres mil personas fueron salvas, ellas empezaron a partir el pan, a tener comunión, a enseñar la verdad y a predicar el evangelio de casa en casa. Esto nos muestra que salvo en ocasiones especiales, todos los hermanos y hermanas deben llevar fruto directamente en su vida diaria. Ellos deben ser sacerdotes del evangelio de Dios directamente, ofreciendo los sacrificios propios del evangelio, que son los pecadores salvos. Si no hacen esto, ellos estarán actuando de una manera contraria a la economía de Dios.

TODOS DEBEN EXPERIMENTAR UN VERDADERO AVIVAMIENTO

  Hay gracia para nosotros en el Nuevo Testamento. Si queremos disfrutar de la gracia del Nuevo Testamento, tenemos que cumplir los requisitos del Nuevo Testamento. También tenemos que ver que los requisitos y exigencias del Nuevo Testamento jamás los podremos cumplir por nuestro hombre natural. Por lo tanto, el Nuevo Testamento nos muestra un solo camino; tenemos que estar en Cristo. Tenemos que morir con Él y resucitar con Él. Una vez que experimentemos la muerte y la resurrección, ya no seré más yo, sino que Cristo vivirá en nosotros.

  En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. También dijo en 1 Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy [...] pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Por consiguiente, la gracia de Dios es simplemente Cristo. Cristo es la gracia de Dios.

  Únicamente al estar en Cristo y al participar en Su muerte y Su resurrección podremos llevar una vida de verdadera consagración. Únicamente esto es el verdadero avivamiento. Hoy la iglesia en Taipéi, incluyendo a todos los colaboradores y ancianos, necesita tal avivamiento. Hemos estudiado a fondo la estructura de la nueva manera. Lo que ahora necesitamos es ser enriquecidos en cuanto al contenido. En otras palabras, la esencia intrínseca tiene que cambiar. Para cambiar a un hombre no sólo basta cambiar su vestimenta externa, sino que su ser necesita un cambio. Hoy en día el hombre de la vieja creación tiene que cambiar y convertirse en un hombre que está en la nueva creación, un hombre que está en resurrección.

  Espero que a partir de esta noche todos acudan al Señor y oren de una manera detallada. Debemos orar diciendo: “Señor, aún estoy bajo Tu gracia y misericordia. Todavía participo aquí en el ancianato. Deseo seguirte de la manera que Tú has establecido y has revelado, de la manera que concuerda con Tu economía en resurrección. Tú nos has mostrado ahora este camino, pero sé que no puedo hacer nada. Me entrego a Ti. Mantenme en Tu resurrección”. Si oramos de esta manera, el Espíritu del Señor ciertamente estará con nosotros abundantemente. Éste es un verdadero avivamiento. Más aún, diariamente debemos renovar este avivamiento; esto es como el amanecer. De esta manera, viviremos realmente en la resurrección del Señor, y el poder de lo alto nos sustentará. Entonces podremos cumplir las exigencias del Nuevo Testamento y testificaremos que somos aquellos que han recibido abundante gracia de parte del Señor.

EL SEÑOR ES FIEL PARA CUMPLIR LAS PALABRAS DE LAS ESCRITURAS

  Lo que hemos mencionado esta noche son asuntos que el Señor aún no ha recobrado a través de los años. Éstos son asuntos cruciales del recobro. Los dos pasajes de 1 Corintios 14 y Efesios 4 nunca se han cumplido. Además de esto, están los otros dos asuntos: el sacerdocio universal —según el cual cada santo predica el evangelio y trae los pecadores a Dios— y la manera de adorar en el Nuevo Testamento, la cual no tiene nada que ver con ningún lugar físico sino con nuestro espíritu. Más aún, no debemos guardar formas en nuestra adoración; antes bien, debemos servir por el Espíritu de Dios. Sólo esta clase de vivir en el espíritu con todos los santos estará en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios. De esta manera, el Cuerpo de Cristo será edificado, y la economía se llevará a cabo entre nosotros. Como dijimos anteriormente, ninguno de estos asuntos se ha cumplido en los siglos pasados.

  Creo que Dios en Su soberanía nos está hablando de estas cosas hoy. Si no avanzamos fielmente, ciertamente haremos que Él se retrase. Sin embargo, tarde o temprano Dios tendrá que hacer que esto se cumpla. Hoy, Dios nos está repitiendo las mismas palabras que dijo en la Biblia. Sus palabras nunca fallan; ellas ciertamente se cumplirán en la tierra. Espero que seamos de aquellos que reciben gracia con respecto a estos asuntos.

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