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Mensajes del libro «Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los»
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CAPÍTULO SIETE

LOS SACERDOTES NEOTESTAMENTARIOS DEL EVANGELIO

  Lectura bíblica: Mt. 3:1-6; Hch. 9:32; 1 Ti. 1:16; Ro. 15:16; 12:1-2; Col. 1:28-29; Ap. 1:5b-6; 5:9-10; 5, 1 P. 2:9; Lc. 10:1-6; Jn. 15:16

BOSQUEJO

  1. El giro que se da de los sacerdotes del Antiguo Testamento a los sacerdotes del Nuevo Testamento:
    1. El giro que dio Juan el Bautista:
      1. Aunque podía ser considerado el último sacerdote del Antiguo Testamento, él rechazó dicho sacerdocio y rehusó ser tal sacerdote—Mt. 3:1-4.
      2. Dio un giro convirtiéndose en el primer sacerdote del evangelio del Nuevo Testamento:
        1. No ofreció ofrendas de toros ni machos cabríos.
        2. En lugar de ello, presentó como ofrendas a los pecadores arrepentidos que había ganado—Mt. 3:5-6.
    2. Esta práctica continuó por medio de los apóstoles y cada creyente:
      1. Con los apóstoles que tomaron la iniciativa de ser sacerdotes neotestamentarios del evangelio, al predicar ampliamente el evangelio—Hch. 9:32.
      2. Con el apóstol Pablo como modelo—1 Ti. 1:16:
        1. Él fue un sacerdote neotestamentario del evangelio, al predicar el evangelio para salvar a las personas y luego presentarlas a Dios como ofrendas—Ro. 15:16.
        2. Él ayudó a los creyentes que estaban bajo su cuidado para que ellos mismos se presentaran en sacrificio vivo—12:1-2.
        3. Él presentó ante Dios a los santos que había perfeccionado en toda sabiduría plenamente maduros en Cristo—Col. 1:28-29.
      3. Con todos los creyentes como los componentes del sacerdocio neotestamentario del evangelio de Dios—Ap. 1:5b-6; 5:9-10:
        1. Es un sacerdocio universal, no el sacerdocio de unas cuantas personas.
        2. Tiene como fin la predicación del evangelio, anunciar las virtudes de la salvación de Dios para salvar a las personas a fin de presentarlas a Dios como sacrificios espirituales—5, 1 P. 2:9.
  2. Es la manera en que los sacerdotes neotestamentarios del evangelio pueden cumplir sus deberes:
    1. Todos los creyentes, como sacerdotes neotestamentarios del evangelio, deben predicar personalmente el evangelio visitando a las personas saliendo a tocar sus puertas, a fin de salvar a los pecadores y luego presentarlos a Dios como ofrendas—Lc. 10:1-6.
    2. Como pámpanos de la vid, son enviados para llevar fruto; ésta es una obra que no puede ser reemplazada por la labor de otros—Jn. 15:16.
    3. Ésta es la manera ordenada por Dios y revelada en la Biblia:
      1. A fin de ser un sacerdote del evangelio, un sacerdote neotestamentario de Dios, debemos salvar personalmente a los pecadores y luego ofrecérselos a Dios.
      2. A fin de ser un pámpano del Señor, debemos también llevar fruto para Dios personalmente.

  En este mensaje hablaremos sobre “el sacerdocio neotestamentario del evangelio”. La expresión “sacerdote del evangelio” ha estado en la Biblia en chino por más de cien años; pero los que estudian la Biblia la pasaron por alto. Yo personalmente he leído la Biblia por más de sesenta años, y antes tampoco había prestado atención a esta expresión. He escuchado prédicas de muchas personas y he leído muchos libros espirituales, pero jamás llegué a oír esta expresión, y yo mismo no la noté. Fue en marzo de este año, mientras tenía comunión con los ancianos en Taipéi, que el Espíritu Santo me iluminó para que viera lo que Pablo dijo en Romanos 15:16 con respecto a que él era un ministro de Cristo Jesús a los gentiles, alguien que ministraba como un sacerdote el evangelio de Dios.

EL GIRO QUE SE DA DE LOS SACERDOTES DEL ANTIGUO TESTAMENTO A LOS SACERDOTES DEL NUEVO TESTAMENTO

  Un sacerdote neotestamentario es un sacerdote del evangelio. Los sacerdotes del Antiguo Testamento principalmente estaban restringidos a la casa de Aarón, es decir, a Aarón y sus hijos. Pero los sacerdotes neotestamentarios no están confinados a una sola familia; en vez de ello, este sacerdocio es la responsabilidad de millones de santos que han sido salvos. Apocalipsis 5 dice: “Porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre compraste para Dios hombres de toda tribu y lengua y pueblo y nación; y de ellos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes” (vs. 9-10). En 1 Pedro 2 también dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio” (v. 9). Puesto que los sacerdotes forman un sacerdocio, éste ya no es responsabilidad de sólo unas cuantas personas, sino la responsabilidad de todos. Por consiguiente, llega a ser un sacerdocio. El número de las personas salvas excede grandemente al número de israelitas que había en el Antiguo Testamento. El número en aquel entonces estaba limitado a los varones únicamente. Pero en el Nuevo Testamento, todos los que han sido salvos, sean varones o mujeres, jóvenes o viejos, son sacerdotes. Debido a que son una gran cantidad, ellos llegan a ser un sacerdocio.

  Lo que estos sacerdotes hacen en su sacerdocio es ofrecer sacrificios a Dios. En el Antiguo Testamento, había principalmente cinco clases de ofrendas: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión. En el Nuevo Testamento, según Hebreos 13, los sacrificios que los creyentes neotestamentarios ofrecen incluyen el sacrificio de alabanza, el sacrificio de buenas obras y el sacrificio de ofrendas materiales. Estos sacrificios son agradables a Dios. Durante los pasados veinte años, di muchos mensajes en los Estados Unidos acerca de los sacerdotes neotestamentarios que ofrecen sacrificios a Dios. Dije que esto equivalía a ofrecer al Cristo que disfrutamos en muchos aspectos como ofrendas para Dios, lo cual hacíamos al traerlo a las reuniones. En otras palabras, los sacrificios que los sacerdotes neotestamentarios presentan a Dios son el Cristo que ellos ofrecen, es decir, el Cristo que experimentamos y que traemos y ofrecemos a Dios.

  Durante el mes pasado, el Señor nos mostró que la luz en cuanto al sacerdote del evangelio no es nada insignificante. Esto es un asunto importantísimo en términos de la verdad. Los maestros de la Biblia a través de los siglos han visto algo al respecto. Incluso, a principios del primer siglo cuando Pablo escribió el libro de Hebreos, especialmente en los capítulos 9 y 10, él ya estaba haciendo una exposición del libro de Levítico. Después de la época de Pablo, en cada siglo ha habido personas que han explicado la Biblia. Por mil novecientos años, la Biblia ya ha sido explicada. Hoy en día estamos apoyados sobre los hombros de todos estos maestros. Alabado sea el Señor, pues hoy la revelación en cuanto al sacerdote del evangelio ha venido a nosotros. Podemos decir que hemos heredado del pasado, y que estamos abriendo un camino para el futuro.

El giro que dio Juan el Bautista

  En el caso de Juan el Bautista vemos claramente que lo que él ofrecía era hombres arrepentidos. También vemos esto claramente con respecto al apóstol Pablo. Las ofrendas que él ofrecía eran pecadores que habían sido salvos por medio de él. Todos sabemos que la Biblia se divide en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. La mayor parte de lo que está escrito abarca el servicio que el pueblo de Dios le rinde a Él. La Biblia dice que nosotros fuimos creados, escogidos y redimidos por Dios. También somos regenerados y transformados por Dios. La razón por la cual Dios hace pasar al hombre por todos estos procesos es que el hombre pueda servirlo. Por consiguiente, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo nos hablan de la obligación que el hombre tiene de servir a Dios. El hombre tiene que ser un sacerdote. En ambos Testamentos, el pueblo de Dios es los sacerdotes. La diferencia entre los dos Testamentos radica en las ofrendas que los sacerdotes ofrecen en ambas épocas.

  Es con Juan el Bautista que se da el giro del sacerdocio del Antiguo Testamento al Nuevo. Según el relato de Lucas 1, Juan provenía de una familia sacerdotal del Antiguo Testamento. Su padre era ya anciano y no tenía hijos. El esposo y la esposa oraron a Dios, y Dios les respondió su oración: les nació un hijo, quien fue Juan el Bautista. Oficialmente, Juan era sacerdote por nacimiento. Y no sólo era un sacerdote que había nacido de una familia sacerdotal, sino que era un verdadero sacerdote que había nacido por el poder de Dios. A los ojos de Dios, el último sacerdote del Antiguo Testamento había sido Zacarías. Considerando los factores externos, Juan había nacido de una familia sacerdotal. Puesto que había nacido como un sacerdote del Antiguo Testamento, él debió haber vivido en el hogar de los sacerdotes, entrando y saliendo del templo. Debió haber comido las ofrendas sacerdotales y haber vestido las vestiduras sacerdotales. Pero por raro que parezca, Juan fue a predicar al desierto. Él rechazó la familia sacerdotal, se alejó del templo, y ni siquiera inmoló toros y machos cabríos para presentarlos como ofrendas. Él rechazó todo lo que hacían los sacerdotes del Antiguo Testamento.

  Así pues, en lugar de vestir las vestiduras sacerdotales, llevaba un vestido de pelo de camello; en lugar de comer de las ofrendas, se alimentó de langostas y miel silvestre; y en lugar de vivir en el templo, vivió en el desierto. Sus costumbres estaban completamente libres de las tradiciones de los sacerdotes del Antiguo Testamento. Él vestía de una manera salvaje, comía comida silvestre, vivía de una manera salvaje, e incluso predicaba de una manera salvaje. Él les dijo a aquellos que salían a él para hacerse bautizar: “¡Cría de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?”. También clamó en el desierto, diciendo: “¡Arrepentíos!”. Una vez que los hombres se arrepentían, él los bautizaba en agua. Todo lo que Juan hizo estaba completamente libre del pasado religioso y cultural. Él rechazó rotundamente el sacerdocio del Antiguo Testamento; se apartó de lo viejo y dio un giro a lo nuevo. Mediante este giro, él empezó a ejercer su función como el primer sacerdote del evangelio en el Nuevo Testamento.

  Cuando Juan dio este giro para convertirse en el primer sacerdote del evangelio de Dios en el Nuevo Testamento, él no ofreció toros ni machos cabríos, sino que ofreció a los pecadores que se arrepentían como sacrificios. Él no ofreció toros uno por uno, sino que más bien, ofrecía las almas que salvaba una por una. De este modo, él reemplazó a los toros y machos cabríos con hombres.

  Todos los creyentes que vinieron después de Juan el Bautista incluyendo a Pedro, a Jacobo, a Juan y a los tres mil y cinco mil que fueron añadidos durante Pentecostés fueron sacerdotes del evangelio. Cada uno de ellos ofrecía a los pecadores como sacrificios. El primer grupo de apóstoles establecido por el Señor fue el primer grupo de sacerdotes del evangelio. Después de ellos, el más sobresaliente fue el apóstol Pablo. En Romanos 15 él dijo que era un “ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (v. 16). Pablo salvaba a los pecadores gentiles uno por uno, y los ofrecía a Dios. Éste fue el primer paso.

Continúa con los apóstoles y con cada creyente

  El segundo paso consistió en que Pablo se reuniera con los creyentes recién salvos en los hogares de ellos. Podemos ver esto en el libro de Romanos. Primero, en el capítulo 3 Pablo habló acerca del contenido del evangelio. Después de esto, en los capítulos del 2 al 3, encontramos el evangelio inicial que se lleva a cabo en las reuniones de hogar. Luego, en los capítulos del 4 al 11, él habló acerca del andar que llevan los que creen en Cristo. Esto probablemente fue un mensaje dado para una reunión de grupo pequeño de los santos en ese lugar. Después, en el capítulo 12, en los versículos 4 y 5, él dijo que así como en un cuerpo tenemos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo, y miembros cada uno en particular los unos de los otros. Posiblemente es aquí donde se avanza de las reuniones de grupos pequeños a las reuniones de distrito. Aquí, Pablo alentó a los santos a profetizar en las reuniones, cuando dijo: “Y teniendo dones que difieren según la gracia que nos es dada, si el de profecía, profeticemos conforme a la proporción de la fe” (v. 6).

  Pablo no habló sobre el profetizar en el capítulo 1. En el capítulo 1 él dijo que todos habían pecado y que necesitaban el evangelio. En el capítulo 2 dijo que los judíos habían pecado. En el capítulo 3 dijo que todos han pecado y carecen de la gloria de Dios (v. 23). En el capítulo 4 habló de la circuncisión. En el capítulo 5 habló de las diferentes cosas que hemos heredado en Adán y en Cristo. Capítulo por capítulo, expuso la Biblia y enseñó a los creyentes romanos. Para el capítulo 12, habló del profetizar. Por lo tanto, podemos afirmar que Pablo empezó Romanos con la predicación del evangelio, continuó con las reuniones de hogar y luego con las reuniones de grupos pequeños, y por último, concluyó con las reuniones de distrito. Él estaba ayudando a quienes recibían su enseñanza a profetizar en las reuniones.

  Es como si Pablo estuviese diciendo: “Anteriormente les traje el evangelio de la salvación y los ofrecí a ustedes como sacrificios a Dios. Ahora ustedes han sido alimentados y han crecido mediante las reuniones de hogar. Además, han asistido a las reuniones de los grupos pequeños y han sido perfeccionados allí. Por lo tanto, ahora tienen que profetizar en las reuniones, ofreciéndose como sacrificio vivo”. Pablo ayudó a los creyentes que estaban bajo su cuidado a que se presentaran a sí mismos como sacrificios vivos. Él también presentó a estos santos perfectos en Cristo delante de Dios en toda sabiduría. “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la operación de Él, la cual actúa en mí con poder” (Col. 1:28-29).

Todos los creyentes componen el sacerdocio neotestamentario del evangelio

  Efesios 4 nos dice que Pablo deseaba que todos los santos llegaran a un hombre de plena madurez (v. 13). Él deseaba que todos los santos fuesen perfeccionados y capacitados para hacer la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Hay tres pasos que Pablo dio en su obra como sacerdote del evangelio. En primer lugar, él predicó el evangelio para salvar y traer a los pecadores. En segundo lugar, él perfeccionó a los creyentes recién salvos para que pudieran ofrecerse a sí mismos. Tercero, él amonestó y enseñó en toda sabiduría hasta que estos creyentes llegaron a estar maduros en Cristo; y entonces los presentó plenamente maduros o perfectos. Para esto, él laboraba.

  Pablo no dijo que él trabajaba para esto, sino que laboraba para esto. Trabajar no es suficiente; tenemos que laborar, luchando y esforzándonos según la operación de Él, la cual actúa en nosotros. En nuestra lucha no debemos depender de nuestras propias fuerzas, sino luchar según la operación de Él, la cual actúa en nosotros. Todos hemos tenido la experiencia en la que no importa cuán cansados y desanimados estemos, después que nos arrodillamos y oramos por unos minutos, sentimos que un gran poder actúa en nosotros. Esto es muy semejante a lo que Pablo describe en Colosenses 1:27 cuando dice que Cristo en nosotros es la esperanza de gloria. Este Cristo que era la vida y la persona en el espíritu de Pablo, era el medio por el cual Pablo laboraba, luchaba y contendía, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre delante de Dios. Esto es lo que esperamos ver.

  Desde 1984, he estado viniendo a Taiwán dos veces por año. Lo que espero ver es que todos ustedes puedan ser presentados plenamente maduros. Por ahora, no nos está yendo mal con el primer paso de conducir a las personas a la salvación. Pero, con respecto al segundo paso, que consiste en perfeccionar a las personas por medio de las reuniones de hogar, las reuniones de los grupos pequeños y las reuniones de distrito aún no hemos llegado a lo ideal. Somos como estudiantes que estudian diligentemente, pero que aún no se han graduado. En los pasados cuatro años desde que fue introducida la nueva manera, miles de hermanos y hermanas de Taipéi se han entregado con todo empeño a practicar las reuniones de los grupos pequeños. Pero, debido a que estamos en un laboratorio, constantemente hacemos cambios a nuestra práctica; y también sé que algunos no han podido aceptar esto. Quisiera decirles que en el Antiguo Testamento se nos exhorta a no ser como una torta sin voltear. En todos estos cambios, todos ustedes han sido volteados. Hoy en día ya no son tortas sin voltear, pues su espíritu en las reuniones es muy diferente de como era hace cuatro años. Cuando los escucho cantar y hablar, me doy cuenta de que su espíritu definitivamente ha mejorado. Sin embargo, debemos avanzar a la etapa que Pablo nos describe, a una etapa en la cual nuestro hombre interior diariamente es renovado.

LA MANERA EN QUE LOS SACERDOTES NEOTESTAMENTARIOS DEL EVANGELIO CUMPLEN SU DEBER

  Pablo es un modelo para cada uno de nosotros. Él siempre predicaba el evangelio y salía a tocar las puertas de los pecadores para visitarlos, rogándoles que recibieran el evangelio. Una vez que un pecador recibe el evangelio, los ángeles que están la presencia de Dios hacen los cielos resonar. En el pasaje de Lucas 15, el Señor Jesús dijo que había cien ovejas y una de ellas se perdió. Cuando el pastor encontró a la oveja perdida, llamó a sus amigos y vecinos para que se regocijaran con él (v. 6). El Señor Jesús también habló de la parábola de una mujer que había perdido una moneda. La mujer encendió la lámpara, barrió la casa y la buscó cuidadosamente hasta encontrarla. Después de encontrar la moneda, ella reunió a sus amigos y vecinos y dijo: “Gozaos conmigo, porque he encontrado la moneda de plata que había perdido” (vs. 8-9). Por consiguiente, debemos comprender lo importante que es conducir a un pecador a la salvación. De hecho, es algo sumamente grandioso. Debemos considerar esto seriamente. Todos debemos llevar personas a la salvación. De este modo, estamos cumpliendo nuestro deber como sacerdotes del evangelio.

  Conducir a las personas a que sean salvas sólo nos lleva hasta el capítulo 4 de Romanos. Pero no podemos detenernos allí; tenemos que avanzar. Al llegar al capítulo 12 de Romanos, los nuevos creyentes no sólo tienen reuniones de hogar, sino que además están siendo perfeccionados en las reuniones de los grupos pequeños. Luego ellos tienen que avanzar para profetizar en las reuniones. Esto no es fácil de lograr. Por consiguiente, tenemos que laborar; debemos luchar según la operación del poder de Cristo que actúa en nosotros hasta que los santos puedan ser presentados plenamente maduros en Cristo delante de Dios. Mientras no hayamos llegado a este punto no podremos considerar cumplido nuestro deber como sacerdotes neotestamentarios del evangelio. Una vez que perfeccionemos a las personas de esta manera, ellos a su vez perfeccionarán a otros. Entonces los que ellos perfeccionen también saldrán a visitar a las personas llamando a sus puertas, establecerán reuniones de hogar en las casas de los recién salvos, y harán que las personas asistan a las reuniones de los grupos pequeños y profeticen en las reuniones de distrito.

  De este modo, el perfeccionamiento que hayamos brindado a otros se duplicará completamente al ellos repetir lo mismo con otros nuevos creyentes. Hombres serán traídos de nuevo al rebaño y serán presentados a Dios plenamente maduros en Cristo. Todos serán sacerdotes del evangelio. En la iglesia no hay ni un pastor ni un predicador, ni tampoco hay gigantes espirituales. Todos somos creyentes comunes y corrientes; sin embargo, todos somos sacerdotes del evangelio. Todos salimos a tocar puertas, y todos presentamos a los pecadores como ofrendas. Después de esto, tenemos que leerles los capítulos del 1 al 4 de Romanos. Gradualmente, cuando hayan sido establecidos, debemos traerlos a las reuniones de grupos pequeños y ayudarlos a experimentar el capítulo 8, a fin de que anden en el espíritu en todo (v. 5). De esta manera, ellos serán aptos para ofrecerse a sí mismos en sacrificio vivo para servir a Dios. La práctica de la nueva manera hace de cada uno de nosotros un sacerdote del evangelio. Según la vieja manera, sólo unas cuantas personas son sacerdotes, pues los creyentes comunes no son sacerdotes en su vida diaria. Ellos simplemente asisten a una reunión de evangelio cada vez que hay una, y llevan gente a rastras para que escuchen el evangelio.

Todo creyente neotestamentario debe personalmente predicar el evangelio visitando a las personas

  Hoy en día tengo una sola carga, y es ésta: decirles que tienen que ser sacerdotes del evangelio. No sólo los hermanos tienen que serlo, sino también las hermanas. Incluso las hermanas jóvenes deben hacer lo mismo. Entre nosotros no hay un pastor, ni tampoco predicadores. Lo único que tenemos es a todos los santos que sirven como sacerdotes del evangelio, al traer pecadores a Dios. Esto no se puede conseguir con ninguna cantidad de dinero, ni hay otra forma de lograrlo, excepto visitando a las personas personalmente al tocar sus puertas. Debemos ser valientes para proclamar el evangelio en voz alta. Haya sido entrenado o no, usted es un sacerdote del evangelio, y tiene que predicar el evangelio a otros. En esto consiste el sacerdocio universal. No es el sacerdocio de unas cuantas personas. No tenga miedo de no poder predicar el evangelio, ni diga que no es capaz de hacerlo. La razón por la cual no puede predicar el evangelio es que usted no predica, y la razón por la cual tiene miedo de predicar es también que no predica. Cuanto más predique el evangelio, más podrá hacerlo.

  La Biblia afirma que cada uno de nosotros, los creyentes que han sido salvos, debemos ser sacerdotes del evangelio. En el pasado, por la influencia del cristianismo dependíamos de los evangelistas dotados, y nos limitábamos únicamente a ayudar como ujieres, a anotar los nombres de las personas y a servir en otros oficios levíticos. No cumplíamos nuestro deber como sacerdotes del evangelio. Ese camino es una ofensa para Dios. De ahora en adelante, espero que todos los cinco mil que asisten regularmente a las reuniones de la iglesia en Taipéi, sean sacerdotes del evangelio. No es necesario que nos juntemos en el salón de reuniones para escuchar la predicación. Todos ustedes pueden tomar la Biblia y salir a predicar por su cuenta. También pueden salir con uno o dos compañeros más. Tienen que salir a tocar cada una de las puertas de los cientos de miles de puertas que hay en Taipéi para entregarle a la gente el precioso evangelio.

  Hace diecinueve siglos, en la época de Pablo, los medios de transporte no eran convenientes. A pesar de ello, él cruzó los mares por barco, viajando muy lejos de su hogar, y pagó un alto precio para difundir el evangelio. En Hechos 16 vemos que cuando Pablo fue a Filipos, no hubo ningún santo allí que saliera a saludarlo. No había ninguna iglesia que pudiera recibirlo. Él no conocía a nadie en ese lugar. Así que lo que hizo fue salir el día de sábado afuera de la ciudad, junto al río, donde había un lugar de oración. Entonces se sentó y empezó a hablarle a las mujeres que se habían reunido. Una de ellas era una mujer llamada Lidia, que era vendedora de telas de púrpura. Después de que ella y toda su casa fueron salvas y bautizadas, ella le pidió a Pablo que posara en su casa (vs. 13-15). Fue así como Pablo empezó su predicación el evangelio en Filipos. En la casa de Lidia se estableció una reunión de hogar, y así comenzó la iglesia en Filipos. Lo que Pablo hizo es un modelo para todos los creyentes. Todos debemos aprender de él. Lo que él hizo es lo que todos nosotros debemos hacer; debemos ser como él.

Como pámpanos de la vid, somos enviados para llevar fruto, lo cual es una labor en la que nadie nos puede reemplazar

  En Hechos 20 Pablo navegó a Mileto, y allí hizo llamar a los ancianos de Éfeso y les dijo: “Nada de cuanto os pudiera aprovechar rehuí anunciaros y enseñaros, públicamente y de casa en casa [...] por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno “ (vs. 20, 31). Así es como Pablo laboraba, luchaba y contendía para perfeccionar a los creyentes efesios. Hemos estado en Taiwán ya por cuarenta años. Si hubiésemos estado laborando como lo hizo Pablo, luchando y esforzándonos para perfeccionar a los santos, hace tiempo habríamos evangelizado todo Taiwán. Pero no lo hemos hecho porque hemos sido afectados por el viejo sistema. Ahora tenemos que regresar al camino bíblico, en el que todos somos sacerdotes neotestamentarios del evangelio. Ya no necesitamos depender de nadie más. Todos podemos predicar el evangelio, conducir a las personas a la salvación y ofrecer a los pecadores a Dios, sin la ayuda de nadie. Luego podemos establecer reuniones en los hogares de las personas recién salvas. Después de que ellas sean establecidas, debemos traerlas a las reuniones de grupos pequeños y enseñarles la verdad, alimentarlas, perfeccionarlas e instruirlas hasta que ellas mismas puedan ofrecerse a sí mismas en sacrificio vivo a Dios, y puedan profetizar una por una en las reuniones. Al final, lo que ustedes pueden hacer, ellas también podrán hacerlo. Tenemos que pedirle al Señor que nos conceda la gracia, a fin de que podamos dar al menos un fruto al año y luego ofrecérselo a Dios.

Ésta es la manera ordenada por Dios y revelada en la Biblia

  Estoy seguro de que a partir de esta noche en adelante, todos veremos claramente que cada creyente es un sacerdote neotestamentario del evangelio y que de manera personal debe predicar el evangelio visitando a las personas al tocar sus puertas, a fin de que los pecadores sean salvos y puedan ser ofrecidos a Dios como sacrificios. Nosotros somos como pámpanos de la vid que el Señor ha enviado para que vayan y lleven fruto. Esta obra no puede ser reemplazada por la labor de otros. Esto ha sido ordenado por Dios, y ésta es la manera revelada en la Biblia. Como sacerdotes del evangelio, debemos salir y predicar el evangelio. Seamos competentes o no, éste es nuestro destino. Nadie predicará el evangelio por nosotros, ni llevará fruto por nosotros. El fruto que produzcan otros permanecerá en la cuenta de cada uno.

  Puesto que somos pámpanos del Señor, debemos personalmente llevar fruto para Dios. Éste es nuestro deber y también nuestra gloria. Como dice 1 Pedro 2:9, nosotros somos un linaje escogido, un real sacerdocio, a fin de anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Si laboramos según se revela en la Biblia, luchando y contendiendo por el evangelio como lo hizo Pablo, quizás cientos de miles de pecadores habrán sido salvos cuando llegue la hora en que veamos al Señor. Esto no es algo insignificante, pues cumplirá el propósito eterno del Señor y llevará a cabo Su economía entre nosotros. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos rescate de la vieja manera que elimina las funciones orgánicas, y nos traiga a la nueva manera, la cual nos saca de la muerte y nos introduce en la vida.

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