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Mensajes del libro «Salvación en vida presentada en Romanos, La»
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CAPÍTULO TRES

LA SANTIFICACIÓN SUBJETIVA Y EN CUANTO A LA MANERA DE SER NOS SALVA DE UNA NATURALEZA EMPAPADA DEL ELEMENTO DEL MUNDO

  Lectura bíblica: Ro. 1:7a; 15:16b; 6:18, 22b, 19b

  1. Los dos aspectos de la santificación:
    1. La santificación posicional—Ro. 1:7a.
    2. La santificación en cuanto a la manera de ser:
      1. Nos salva de una naturaleza empapada del elemento del mundo.
      2. En el Espíritu Santo—15:16b.
      3. Nuestra cooperación:
        1. Presentarnos a nosotros mismos como esclavos a la justicia—6:18, 22b.
        2. Presentar nuestros miembros como esclavos a la justicia—v. 19b.
  2. El fruto de la santificación subjetiva y en cuanto a la manera de ser:
    1. Causa que seamos personas santificadas en cuanto a la manera de ser y que seamos ocupados por Dios—v. 19b.
    2. El resultado de ser personas santificadas en cuanto a la manera de ser para Dios es la vida eterna—v. 22b.

  Después de la caída del hombre, toda su persona llegó a ser el mundo. Él estaba empapado por completo del elemento del mundo. Por lo tanto, la santificación que Dios efectúa toma medidas en cuanto al mundo. La santificación significa ser separados del mundo. Puesto que Dios quiere que seamos santificados en cuanto a nuestra manera de ser, Él debe tomar medidas en cuanto al elemento mundano en nuestra naturaleza. No hay nadie que no ame al mundo; ni siquiera los niños están exentos de esto. Después de la caída del hombre, su naturaleza interior estaba empapada del elemento del mundo. Ahora, tan pronto como éste ve algo del mundo, lo desea. Por consiguiente, una vez que somos salvos, necesitamos experimentar una santificación subjetiva y en cuanto a la manera de ser, la cual nos separa de nuestra naturaleza que está empapada del elemento del mundo. El hecho que el hombre renuncie a su amor por el mundo no consiste en un acto externo. Ello consiste en una santificación efectuada en la naturaleza interior del hombre. Cuando su naturaleza haya sido intrínsecamente santificada, espontáneamente dejará de amar al mundo. Cuando enseñen todos estos puntos a los nuevos a quienes sirven, deben hacerlo detenidamente, cara a cara, punto por punto, de modo que ellos puedan entenderlos.

LOS DOS ASPECTOS DE LA SANTIFICACIÓN

La santificación posicional

  Al inicio de nuestra salvación, experimentamos la santificación posicional (Ro. 1:7a). Mateo 23:17 presenta como ejemplo el oro del templo. El oro originalmente era común en cuanto a su posición; se vendía en las tiendas y también se acumulaba en las casas. La gente hacía anillos con el oro y los llevaban en los dedos. Pero cuando el oro era depositado en la caja de ofrendas, la posición del oro cambiaba de un lugar común a un lugar santificado. En ese momento, el oro era santificado en cuanto a su posición.

La santificación en cuanto a la manera de ser

  Debido a que nosotros, los pecadores, hemos sido empapados del elemento del mundo en nuestra naturaleza interior, no sólo necesitamos un cambio externo en posición, sino también una santificación interna en cuanto a la manera de ser. En primer lugar, dicha santificación nos libera de nuestra naturaleza que está empapada del elemento del mundo. En segundo lugar, nos introduce en el Espíritu Santo (Ro. 15:16b). Cuando estamos en el Espíritu Santo, no discutiremos con otros fácilmente. Por el contrario, estaremos en completa paz con los demás.

  Nosotros cooperamos al presentarnos a nosotros mismos como esclavos a la justicia (6:18, 22b) y al presentar nuestros miembros, uno por uno, como esclavos a la justicia (v. 19b). Por ejemplo, puede ser que en el pasado usáramos nuestra boca para argumentar con otros. Pero cuando presentamos nuestra boca a la justicia, la presentamos para que ésta hable palabras de agradecimiento y alabanza. Así, no la usamos más para argumentar con otros. Otro ejemplo es el uso que le damos a nuestros oídos. Puede ser que a nuestros oídos les encante escuchar chismes acerca de los defectos de otros. Pero ahora, cuando estamos a punto de escuchar estas cosas, podemos declararle a Satanás: “Apártate de mí. Mis oídos han sido presentados como esclavos a la justicia. Ya no escucharé más estas palabras. Mis oídos son para escuchar la palabra de Dios”. En esto consiste la santificación en cuanto a la manera de ser.

EL FRUTO DE LA SANTIFICACIÓN SUBJETIVA Y EN CUANTO A LA MANERA DE SER

  Cuando cooperamos con el Señor al presentar nuestros miembros como esclavos a la justicia, el resultado de esta santificación hace que seamos separados en cuanto a nuestra manera de ser y que seamos ocupados por Dios. Nuestros labios son ocupados por Dios, y nuestros oídos son ocupados por Dios. Mientras más seamos ocupados por Dios, más aumentará la vida de Dios en nosotros y más disfrutaremos a Dios mismo. Por tanto, el resultado de que seamos santificados en cuanto a nuestra manera de ser para Dios es la vida eterna (v. 22b).

UNA PALABRA ADICIONAL

  Los bosquejos que les he dado son claros y concisos. Ellos les proporcionan un buen ejemplo. Cuando vayan a las aldeas a enseñarles a los nuevos, deben enseñarles punto por punto. No debemos enseñarles de manera incorrecta. Si les enseñamos mal, será difícil que los nuevos cambien. Espero que todos guardemos este asunto rigurosamente. Cuando enseñamos la verdad, debemos hablar con exactitud.

  Además, cuando hablamos, debemos aprender a hablar despacio, con variaciones apropiadas en el tono y con el ritmo apropiado. Debemos aprender esto. Para aquellos que laboramos para el Señor, la mayor parte de nuestra labor implica hablar con otros. La clave para hablar no consiste en que pensemos que hablamos de manera clara o no, sino en que si los demás entienden lo que hemos hablado. Si otros no nos entienden, entonces nuestro hablar no tendrá ningún resultado. Por tanto, nosotros, los que laboramos para el Señor, debemos aprender a hablar. Lo que hablemos debe ser algo que los demás puedan entender y comprender.

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