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Mensajes del libro «Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" El»
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El secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu"

PREFACIO

  Este libro lo componen los mensajes presentados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 24 al 27 de mayo de 1996.

I. LA TRINIDAD DIVINA BUSCA A LOS PECADORES PERDIDOS

  Lucas 15 revela que el Dios Triuno busca a los pecadores perdidos. El hombre fue creado por Dios pero cayó, y ahora los hombres caídos son pecadores perdidos. No obstante, Dios seguía amando al género humano perdido y cumpliría Su deseo con miras a Su beneplácito; hace dos mil años el Dios Triuno vino a rescatar a los pecadores perdidos.

A. El segundo de la Trinidad Divina vino a buscar a los pecadores perdidos

  El segundo de la Trinidad Divina, el Hijo, vino a buscar a los pecadores perdidos, lo cual realiza fuera de ellos de una forma objetiva, igual que un pastor busca sus ovejas perdidas (Lc. 15:4). El buscó a los pecadores perdidos exteriormente en la cruz. Juan 10 comprueba que la búsqueda de Cristo es objetiva, fuera de nosotros, en la cruz. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (v. 11). Por medio de la muerte en la cruz el Señor Jesús puso Su vida por nosotros. De este modo nos buscó objetivamente en la cruz.

B. El tercero de la Trinidad Divina viene a buscar a los pecadores perdidos

  Luego el tercero de la Trinidad Divina, el Espíritu, viene a buscar a los pecadores perdidos usando la Palabra iluminadora dentro de ellos en su corazón de una forma subjetiva, como la mujer que enciende una lámpara para buscar la moneda que se le perdió (Lc. 15:8). Mientras que el Hijo busca objetivamente en la cruz, el Espíritu busca de modo subjetivo en el corazón del pecador. Primero, a los ojos de Dios somos ovejas perdidas, y en segundo lugar, somos monedas perdidas. Eramos seres perdidos y comunes, pero el Dios Triuno vino a santificarnos para que no fuéramos comunes. Esta es la santificación inicial que lleva a cabo el Espíritu por la cual separa al pecador perdido de los demás conduciéndolo al arrepentimiento ante Dios para que reciba la redención de Cristo (1 P. 1:2 véase el capítulo dos, punto II.1.a.). Aquí la palabra para significa “que da por resultado”. La santificación inicial del Espíritu da por resultado el arrepentimiento.

II. EL SECRETO DE LA REGENERACIÓN

  Comencemos ahora examinando el secreto de la regeneración.

A. El Espíritu de realidad viene a convencer a los pecadores

  El Espíritu de realidad, quien santifica a los pecadores perdidos conduciéndolos al arrepentimiento, los convence de tres cosas: de pecado, el cual procede de Adán; de justicia, la cual procede de Cristo; y de juicio, el cual pertenece a Satanás (Jn. 16:8-11). El pecado procede de Adán. Todos nacimos pecadores en Adán, y por consiguiente todos somos pecaminosos. Pero Dios puede rescatarnos, y esto es un asunto de justicia, la cual no sólo procede de Cristo sino que es El mismo. En Cristo y por El, Dios nos rescató del pecado y nos hizo justos. Eramos pecadores, pero al creer en Cristo, llegamos a ser justos delante de Dios. El juicio pertenece a Satanás. Todo aquel que no cree en Cristo y que, por ende, no es justo, sufrirá el juicio de Satanás.

  El Espíritu viene a convencer de pecado, de justicia y de juicio, lo cual está relacionado con tres personas: Adán, Cristo y Satanás. El pecado entró por medio de Adán (Ro. 5:12), la justicia es el Cristo resucitado (Jn. 16:10; 1 Co. 1:30), y el juicio pertenece a Satanás (Jn. 16:11), quien es el autor y la fuente del pecado (8:44). En Adán nacimos del pecado. La única manera de ser liberados del pecado es creer en Cristo, el Hijo de Dios (16:9). Si creemos en El, El llega a ser justicia para nosotros, y nosotros somos justificados en El (Ro. 3:24; 4:25). Si no nos arrepentimos del pecado que está en Adán y si no creemos en Cristo, el Hijo de Dios, permaneceremos en el pecado y recibiremos el juicio de Satanás por la eternidad (Mt. 25:41). Estos son los componentes principales del evangelio. El Espíritu usa estos puntos para convencer a los pecadores perdidos.

B. Los pecadores nacen de nuevo

  Juan 3:3 y 5 nos dicen que la palabra regeneración significa un nuevo nacimiento. El Espíritu convence a los pecadores para que nazcan de nuevo del agua (el agua del bautismo, que representa la muerte) y del Espíritu (quien santificó a los pecadores apartándolos de los demás, y quien es la realidad de la resurrección) en el espíritu de ellos vivificado por Cristo en resurrección. El agua del bautismo indica que si queremos ser regenerados, debemos admitir que sólo servimos para ser puestos en la cruz con Cristo y sepultados. Esto significa que hemos terminado y que nuestro pasado, nuestra historia, ya no existe. Puesto que el Espíritu que nos santifica es la realidad de la resurrección, cuando lo tenemos a El, tenemos la resurrección, y ésta nos regenera.

C. Por medio de la resurrección de Cristo

  La regeneración es efectuada por medio de la resurrección de Cristo, a fin de impartir a los pecadores perdidos la vida divina como potestad para que sean hijos de Dios, engendrados por El como Su especie (1 P. 1:3; Jn. 1:12-13). Cuando Cristo resucitó, todos Sus creyentes, a quienes Dios escogió y los dio a El, fueron incluidos en El. Por tanto, resucitaron junto con El (Ef. 2:6) y fueron regenerados mediante El para que tuvieran la vida eterna como potestad a fin de ser hijos de Dios como Su especie. Por medio de la regeneración nosotros, los seres humanos, llegamos a ser Dios-hombres; llegamos a pertenecer a la especie de Dios.

D. Lo que es nacido del Espíritu

  Juan 3:6b dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. El Espíritu es el Espíritu de Dios, y espíritu es el espíritu del pecador que nace de nuevo.

E. Un gran lavamiento

  Dicha regeneración, un nuevo nacimiento, es un gran lavamiento que purifica al creyente regenerado de la vejez que trae consigo de la vieja creación y restaura, hace nuevo, reconstituye nuestro viejo ser con la vida (Tit. 3:5; cfr. Mt. 19:28). La palabra griega traducida regeneración en Tito 3:5 es diferente de la palabra traducida regenerados en 1 Pedro 1:23. Mateo 19:28 es el único versículo además de éste que usa este término, y allí se refiere a la restauración que tendrá lugar en el milenio. En Tito 3:5 se refiere a un cambio de condición. Nacer de nuevo es el comienzo de este cambio. El lavamiento de la regeneración comienza con nuestro nuevo nacimiento y continúa con la renovación del Espíritu Santo, la cual es el proceso de la nueva creación, un proceso que nos hace un hombre nuevo. Es como restaurar, hacer algo nuevo o reconstruir algo con la vida.

  No importa cuán buenos seamos en nosotros mismos, de todos modos somos la vieja creación. Sólo la regeneración puede quitar la vejez de la vieja creación por medio del lavamiento. Cuando fuimos regenerados, nacimos de nuevo y nacimos de Dios a partir del agua de muerte, llegamos a ser nuevos, y ahora la regeneración quita toda la vejez de nuestro ser como vieja creación.

F. Beber del Espíritu vivificante

  Ser regenerado es beber del Espíritu vivificante (1 Co. 12:13) como agua viva. En 1 Corintios 12:13 dice: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo ... y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Los pentecostales hablan mucho del bautismo del Espíritu, pero dicen muy poco o nada de beber al Espíritu. Ser bautizado en agua es una cosa, pero beber el agua es otra. Si no bebemos el agua, el agua no puede entrar en nosotros. No sólo debemos ser bautizados en el Espíritu, sino que también debemos beber al Espíritu. Dios nos bautiza y luego nos da a beber. Necesitamos beber al Espíritu vivificante como el agua viva.

1. El agua viva dada al creyente

  El Señor Jesús da agua viva al creyente que El regenera (Jn. 4:10; 7:37). Cuando fuimos regenerados, El nos dio agua.

2. El río de agua de vida

  El Espíritu vivificante como agua viva es el Espíritu que fluye como río de agua de vida que procede del trono del Dios Triuno (Ap. 22:1, 17; 21:6). En realidad, el fluir del Dios Triuno es el agua viva que constituye el río.

3. Una fuente de agua que salta para vida eterna

  El agua viva que el Señor Jesús da al creyente que El regenera viene a ser una fuente de agua que salta para vida eterna (Jn. 4:14). Necesitamos saber la diferencia entre el manantial y la fuente. El manantial es el origen. Cuando el agua sale del manantial, el agua llega a ser la fuente. Dios es el manantial, el Espíritu de Jesús es la fuente, y nosotros los creyentes somos aquellos en quienes la fuente salta. Todo esto está incluido en la regeneración, porque ser regenerado es beber al Espíritu vivificante.

G. Al ejercitar el espíritu

  Los puntos anteriores (de la A a la F) los experimenta un pecador arrepentido y salvo al ejercitar el espíritu por medio de la oración para invocar el nombre del Señor (Ef. 6:18; Ro. 10:13). Del mismo modo que ejercitamos nuestros pies al andar, así ejercitamos nuestro espíritu al orar. Según Efesios 6:18, cada vez que oramos debemos ejercitar nuestro espíritu. Además, orar es principalmente invocar el nombre del Señor.

H. Al recibir la palabra de Dios

  Los numerales anteriores también se experimentan al recibir la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre (la palabra del Espíritu de vida, Jn. 6:63; 1 P. 1:23). Primero debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Espíritu viviente, y luego debemos recibir la palabra de Dios, que vive y permanece para siempre, la palabra del Espíritu de vida.

I. Recibir el Espíritu de filiación

  La persona salva recibe el Espíritu de filiación en su espíritu (Gá. 4:5-6; Ro. 8:15). El Espíritu que recibimos es el Espíritu de filiación, y este Espíritu nos hace hijos de Dios.

J. El Espíritu de Dios da testimonio junto con nuestro espíritu

  El Espíritu de Dios da testimonio junto con nuestro espíritu de que nosotros, los creyentes regenerados, somos hijos de Dios (Ro. 8:16). Primero el Espíritu nos regenera en nuestro espíritu, y luego da testimonio junto con nuestro espíritu de que nosotros, los regenerados, somos hijos de Dios.

K. Los hijos de Dios

  Romanos 8:14 dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Cuando seguimos al Espíritu en nuestra vida cotidiana, esto es evidencia de que somos hijos de Dios.

L. Parte de la novia, quien es el agrandamiento de Cristo

  Una persona regenerada que cree en Cristo es parte de la novia, quien es el agrandamiento de Cristo el Novio (Jn. 3:3, 5-6, 29-30). Las personas regeneradas que creen en Cristo no son parte de una compañía que va a los cielos, sino de la novia de Cristo. Muchos predican el evangelio citando lo que dice Juan 3 en cuanto a nacer de nuevo, pero pocos ligan lo que se dice en cuanto a la regeneración en la primera parte de Juan 3 con lo referente a la novia en la última parte de dicho capítulo. Juan 3:29a dice: “El que tiene la novia, es el novio”, y el versículo 30a dice: “Es necesario que El crezca”. El crecimiento del versículo 30 es la novia del versículo 29, y la novia es el conjunto de todos los creyentes regenerados. Por consiguiente, según el contexto, todas las personas regeneradas son parte de la novia, y la novia es el agrandamiento del Novio, tal como Eva fue el agrandamiento de Adán.

M. Aprender a adorar a Dios

  Un hijo de Dios debe aprender a adorar a Dios, quien es Espíritu, con su espíritu regenerado mezclado con el Espíritu de Dios en un solo espíritu (Jn. 4:24; 1 Co. 6:17).

N. Debe servir a Dios

  Un hijo de Dios también debe servir a Dios en el evangelio con su espíritu (Ro. 1:9; 12:11). Debemos adorar a Dios y servirle en nuestro espíritu regenerado.

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