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Mensajes del libro «Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritu»
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CAPÍTULO SIETE

CRISTO ES LA REALIDAD

  En el Evangelio de Mateo, el primer Evangelio, el Señor Jesús estaba completamente fuera de la religión; en otras palabras, Él no tenía nada que ver con la religión. Ahora echaremos un vistazo al último Evangelio, el Evangelio de Juan.

LA PALABRA ENCARNADA VINO CON REALIDAD

  Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. ¿Cuándo fue el principio? ¿Cuál es el significado de la expresión el principio ? El principio en este versículo es el principio antes que existiese el tiempo. Se refiere a la eternidad pasada, antes del principio visto en Génesis 1:1. En la eternidad pasada, antes del comienzo del tiempo, el Señor Jesús era la Palabra. Palabra en el griego original no se refiere a una palabra hablada para un momento específico o una palabra breve; se refiere a una palabra constante.

  Como Palabra de Dios, Cristo habla acerca de Dios de una manera constante. Cristo, como Palabra, habla con respecto a Dios. Cristo es la definición, expresión y declaración constante de Dios. El versículo 18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Como Palabra de Dios, Cristo explica a Dios. Esto significa que la Palabra es Dios mismo.

  Dios es misterioso. Nosotros creemos que Dios existe, pero ninguno de nosotros ha visto a Dios. Algunas personas son expertas en la electricidad, pero nadie ha visto la electricidad. Podemos ver la luz, que es la expresión de la electricidad, pero no podemos ver la electricidad misma. Una persona podría decir que la electricidad se encuentra dentro de una bombilla, pero si ella rompe la bombilla, no verá la electricidad. De igual forma, Dios es misterioso. Dios es omnipresente, y Su existencia es real, pero nadie le ha visto jamás. Alabamos al Señor porque cuando el Señor Jesús vino, el Dios invisible fue dado a conocer mediante el Señor Jesús.

  Un día Felipe dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (14:8). El Señor Jesús dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (v. 9). La respuesta del Señor nos muestra que Él es la expresión, manifestación y explicación del Padre. Nuestro Señor Jesús es Dios.

  El versículo 1 del capítulo 1 dice que en el principio, antes que existiese el tiempo, el Señor era la Palabra. El versículo 14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de realidad”. ¡Qué misterioso es esto! Un día la Palabra se hizo carne. Esto significa que la Palabra se hizo un hombre llamado Jesús, y Él fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad. ¿Qué es la realidad? El Evangelio de Juan dice que el Señor Jesús es nuestra luz verdadera (8:12; 9:5) y nuestro aire verdadero (20:22). Él también es el pan de vida (6:35, 41, 48), el agua de vida (4:14; 7:38) y la morada eterna (14:2, 23). Él es nuestra luz, nuestro aire, nuestro pan, nuestra agua y nuestra morada. La luz del sol no es la luz verdadera; sólo es una sombra. El Señor Jesús es la luz verdadera. Si no lo tenemos a Él, sea que estemos bajo el resplandor poderoso de una luz eléctrica o bajo el resplandor del sol a mediodía, todavía estamos en tinieblas. El Señor Jesús es la luz verdadera. Tenemos luz verdadera únicamente cuando tenemos al Señor Jesús.

  De igual forma, no importa cuánto aire fresco respiremos, ese aire es meramente una sombra; no es la realidad del aire. El Señor Jesús es el aire verdadero. No importa cuánta agua bebamos, sin el Señor Jesús, seguiremos teniendo sed. No importa cuánto alimento comamos, sin el Señor Jesús, seguiremos estando hambrientos. Podríamos vivir en un ático lujoso o en un palacio, pero sin el Señor Jesús, quedamos sin hogar y vagamos. Tenemos un hogar, un lugar de reposo, únicamente cuando tenemos al Señor Jesús. Todas las cosas solamente son sombras; sólo el Señor Jesús es la realidad. Podríamos pensar que la ropa que vestimos es real, pero si no tenemos al Señor Jesús, comprenderemos que estamos desnudos cuando nos encontremos con Él.

CRISTO ES LA REALIDAD DE LA LEY

  Hay tres categorías principales de la ley antiguotestamentaria. La primera categoría tiene que ver con el tabernáculo con sus enseres, tales como el Arca, el candelero de oro, la mesa del pan de la Presencia, el altar de oro del incienso y las diversas ofrendas. Todos estos asuntos son tipos del Señor Jesús. La segunda categoría tiene que ver con las ceremonias, e incluye la circuncisión, el Sábado y las fiestas. Un israelita necesitaba ser circuncidado, guardar el Sábado y guardar las tres fiestas anuales que son la de la Pascua, la de Pentecostés y la de los Tabernáculos. Estas ceremonias también son tipos de Cristo. La tercera categoría consiste en los mandamientos y las ordenanzas, tales como honrar a los padres de uno, no hurtar, amar a los vecinos de uno como a sí mismo y las regulaciones alimenticias.

  El tabernáculo con su mobiliario, las ofrendas, las ceremonias, los mandamientos y las ordenanzas son sombras. El Señor Jesús es el cuerpo, es decir, la sustancia sólida, la realidad, de las sombras (Col. 2:16-17). El Señor Jesús es el tabernáculo verdadero, la verdadera mesa del pan de la Presencia, el verdadero candelero y el verdadero altar de oro del incienso. El Señor Jesús también es el verdadero holocausto, la verdadera ofrenda de harina, la verdadera ofrenda de paz, la verdadera ofrenda por el pecado, la verdadera ofrenda por las transgresiones, la verdadera ofrenda mecida y la verdadera ofrenda elevada. Él es todas las ofrendas. No sólo eso, sino que Él también es el verdadero Sábado, nuestro verdadero reposo, y Él es nuestra verdadera circuncisión. Él también es nuestra fiesta verdadera. Cuando lo tenemos a Él, tenemos una fiesta diaria y estamos verdaderamente gozosos. A fin de honrar a nuestros padres verdaderamente, nuestro honrar debe ser Cristo. Aparte de Cristo, la honra que ofrecemos es meramente una cáscara sin realidad alguna. Cristo es la realidad de la honra que rendimos a nuestros padres. A fin de que nuestros hijos nos honren, ellos deben tener a Cristo. Sin Cristo, el que ellos nos honren es poco fiable y temporero. Es posible que ellos nos honren en la mañana, pero que discutan con nosotros en la noche.

  La Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Ef. 5:25). ¿Acaso los hermanos que son maridos verdaderamente aman a sus mujeres? Tenemos que reconocer que el amor que tenemos por nuestras esposas es problemático, pues es poco fiable. Al principio amábamos a nuestras mujeres muchísimo, pero ahora no las amamos tanto. La Biblia también dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (v. 22). Conozco a cierta hermana que se quejó con el Señor, diciendo: “Tú eres injusto. Si me hubieses dado un marido tan bueno como el marido de la señora Chang, yo estaría sujeta a él. Tú me diste un mal esposo y quieres que yo esté sujeta a él. Esto no es razonable”. No es fácil que una esposa esté sujeta a su marido. La sujeción de una esposa a su marido es Cristo, y el amor de un marido por su mujer también es Cristo. Cristo es nuestra realidad. Sin Cristo, no hay realidad alguna.

  Según Colosenses 2:16-17, la comida, la bebida, los días de fiesta, las lunas nuevas y los Sábados son sombras, mas el cuerpo es de Cristo. Cristo es el cuerpo de toda cosa positiva. Incluso nuestra humildad es una sombra. Cristo es la realidad de nuestra humildad. Algunas hermanas son muy apacibles, pero ¿es verdadera esta apacibilidad? Algunos hermanos son muy corteses, pero ¿es esto real? Sin Cristo nuestra apacibilidad no es verdadera, nuestra humildad no es verdadera, nuestra paciencia no es verdadera y nuestros modales no son verdaderos. Cristo es nuestra verdadera apacibilidad, nuestra verdadera paciencia, nuestra verdadera humildad y nuestros verdaderos modales. Sin Cristo todo es vanidad. Cristo es la realidad de toda cosa positiva.

  La Biblia dice que los maridos deberían amar a sus mujeres. Si un hermano decide amar a su mujer por causa de esta palabra, llegará a ser una persona religiosa y apretará los dientes a fin de amar a su esposa. Esto también aplica a las hermanas. Una hermana que se obliga a estar sujeta a su marido por causa de lo que dice la Biblia es una persona religiosa. Cuando ella no está en sujeción, ella es rebelde, pero cuando ella está en su sujeción autoimpuesta, ella es religiosa.

  Algunas hermanas podrían decir que esto es muy difícil y quizás se pregunten si ellas deberían estar en sujeción. No se nieguen a estar en sujeción, y no intenten estar en sujeción. No deberíamos ser personas rebeldes, ni tampoco personas religiosas. ¿Qué deberíamos ser? Deberíamos ser cristianos. No nos interesa estar en sujeción, ni nos interesa no estarlo. Sólo nos interesa una cosa: vivir por Cristo. No deberíamos leer Efesios 5 como una ley o un mandamiento; más bien, deberíamos recibirlo como nuestro disfrute. Deberíamos orar-leer las palabras halladas en Efesios 5 y recibirlas en nuestro espíritu para que sean nuestro suministro. Luego, en vez de que una hermana apriete sus dientes para estar en sujeción o tomar la resolución de someterse, ella estará sujeta a su marido inexplicablemente. Estar en sujeción a su marido será tan espontáneo que ella no se percatará de ello ni sentirá que está en sujeción. Esto es lo que significa ser un cristiano.

  La Biblia dice: “Estad siempre gozosos” (1 Ts. 5:16). En el pasado yo intenté poner en práctica el estar gozoso. Sin embargo, descubrí que cuando no practicaba el estar gozoso, no tenía muchos problemas. No obstante, en cuanto intentaba estar gozoso, surgirían problemas y ocurrirían muchas cosas desdichadas. En vez de recibir buenas noticias, recibía sólo malas noticias. Finalmente, cuando decidí que me daría por vencido en el asunto de estar gozoso, experimenté el verdadero gozo que está en el Señor. El Señor es mi gozo cuando estoy en Él. Cuando estamos en el Señor, no importa cuántos problemas tengamos, estamos gozosos, y nuestras dificultades hacen que gustemos al Señor más profundamente. Gustamos al Señor de manera más profunda en nuestras dificultades, y gustamos al Señor de manera más dulce en nuestros sufrimientos. El verdadero gozo viene de Cristo.

  ¿Qué es la realidad? La realidad es Cristo. Cristo debería ser todo para nosotros en nuestro vivir. Él es la honra que tenemos para con nuestros padres. Él es el amor que los hermanos tienen para con sus esposas. Él es la sujeción que las hermanas tienen para con sus maridos. Él es gozo, paz, paciencia, humildad y apacibilidad. Él es nuestro todo.

TOMAR A CRISTO COMO LA REALIDAD Y ADORAR A DIOS

  Nuestras reuniones han cambiado por completo. Las hermanas mayores y de mediana edad están vivientes, y ellas ejercitan su espíritu con una voz liberada. Las reuniones han cambiado porque los santos están liberados. Las reuniones ya no están apagadas y muertas. Esto es muy bueno. Es bueno estar vivientes y ejercitar nuestro espíritu, pero debemos tener la realidad. Tenemos que reunirnos en la realidad. No deberíamos sólo declarar cosas; de otra forma, lo que declaremos llega a ser un lema vacío. Aunque hay veces cuando es necesario ser ruidosos, si siempre somos ruidosos, tendremos muchos problemas. Debería haber realidad en nuestras reuniones. La realidad es el Cristo que hemos experimentado. Debemos traer al Cristo que hemos experimentado a la reunión.

  Juan 4:23 dice: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad”. Aquí la palabra griega traducida “veracidad” también puede traducirse como “realidad”. El Señor le dijo esto a una mujer samaritana. Un samaritano es mitad judío y mitad gentil. Al igual que los judíos, ellos adoraban a Dios en conformidad con la ley de Moisés. La ley de Moisés contenía dos asuntos importantes con respecto a la adoración de Dios. Primero, ellos tenían que adorar a Dios en el lugar que Él designó. Ellos no podían adorar a Dios en el lugar de su predilección. Segundo, ellos no podían presentarse delante de Dios con las manos vacías; tenían que traer ofrendas consigo (Dt. 12:13-14; 16:16-17). Las ofrendas eran producidas de la buena tierra de Canaán. Antes que los israelitas adoraran a Dios, ellos tenían que laborar en la tierra de Canaán. Esta labor incluía roturar la tierra, cavar hileras, sembrar las semillas, regar las semillas, y podar y cuidar de las plantas. Después de esta labor había una cosecha. Aquellos que criaban ganado, ovejas, palominos o tórtolas también necesitaban laborar a fin de tener una cosecha. Luego, para el tiempo de una fiesta, los israelitas traían la mejor porción, la porción superior de la cosecha, es decir, las primicias de la cosecha o los primogénitos del rebaño, a Jerusalén y la presentaban a Dios en el templo como ofrenda. Ésta es la manera en que los israelitas adoraban a Dios.

  Nos es fácil tener un concepto natural o religioso en cuanto a adorar a Dios. Para algunas personas adorar a Dios significa postrarse delante de Dios o arrodillarse ante Dios. Moisés habló muchas veces acerca de la adoración a Dios en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, pero él nunca les dijo a los hijos de Israel que se arrodillaran, inclinaran o postraran. Moisés les enseñó a adorar al traer ofrendas y presentarlas a Dios. Las ofrendas incluían las ofrendas de la mañana y de la tarde. Los sacerdotes necesitaban saber cómo matar las ofrendas animales, desollar los sacrificios, drenar la sangre, cortar el sacrificio en pedazos y lavarlo con agua. Ellos también necesitaban saber qué parte debía ser quemada por completa y qué parte se debía conservar, es decir, qué parte era para el disfrute de Dios, qué parte era para ellos mismos, y qué parte debía ser compartida con sus prójimos (Éx. 23:14-19; 34:18-26; Lv. 1—7; 23; Nm. 7—9; 15; 28—29; Dt. 14:22-27; 15:19—16:17). Cuando los hijos de Israel ofrendaban de este modo, ellos adoraban a Dios.

  Las ofrendas son Cristo. Nuestra verdadera adoración a Dios consiste en laborar en Cristo. En nuestra vida diaria deberíamos laborar en Cristo. Las hermanas de mediana edad necesitan manejar sus hogares y cuidar de sus maridos e hijos. Seguramente, esto no es fácil. Aunque es posible que las hermanas tengan dificultades con las tareas del hogar, con maridos peculiares e hijos traviesos, Dios les ha dado tal ambiente para hacer que ellas laboren en Cristo. Los cultivos crecen cuando el sol resplandece, la lluvia cae y el viento sopla. A veces las palabras de un esposo son como el sol abrasador, las lágrimas de los niños son como la lluvia intensa y las peleas de los niños son como el viento que sopla. Sin embargo, en estas situaciones las hermanas pueden cultivar una buena cosecha de Cristo. Éstas son las mejores oportunidades para laborar en Cristo y experimentar a Cristo. Las hermanas que experimentan a Cristo por medio de sus esposos y sus hijos siegan una rica cosecha. Cuando los santos experimentan a Cristo de este modo, ellos traen a Cristo a la reunión el día del Señor en diversas medidas. Cuando todos traen a Cristo a la reunión, la reunión está llena de Cristo y Dios recibe verdadera adoración.

  Aunque los hijos sí tienen problemas, muchas veces los padres culpan a sus hijos erróneamente. A menudo los padres no entienden los sentimientos de sus hijos. A los hijos se les provoca en la escuela y tienen presión por causa de sus estudios. Éstos son sufrimientos. Sin embargo, los hijos deberían darse cuenta de que estos sufrimientos son buenas oportunidades para que laboren en Cristo. Un hermano joven que no tenga un padre que le moleste, una madre que no lo entienda bien, compañeros de clase que se aprovechen de él o presión por causa de sus estudios no experimentará ni disfrutará a Cristo de manera profunda. Los hermanos que tienen negocios también tienen problemas. Ellos tienen fechas límites con las cuales cumplir y pagos que efectuar. Los santos que son empleadores no pueden hallar empleados para contratar, y quienes son contratados tienen dificultades trabajando para sus empleadores. Los santos que son directores tienen dificultades manejando a los maestros, y quienes son maestros encuentran difícil el estar bajo el director. Todo el mundo tiene una situación difícil. El Señor utiliza estas dificultades para ayudarnos a experimentar y disfrutar a Cristo diariamente.

  Lo que necesitamos es aprender a disfrutar y experimentar a Cristo. Dios nos ha puesto en Cristo. Los hijos de Israel entraron en la tierra de Canaán y se le asignó una porción de la tierra a cada uno. El que ellos estuviesen o no dispuestos a laborar en la tierra era un asunto serio. Si un israelita era perezoso y no se levantaba temprano para laborar diligentemente, su terreno estaría desolado, y no tendría una cosecha al final del año. Cuando fuese el tiempo de la Fiesta de Pentecostés o la Fiesta de los Tabernáculos, otros irían a adorar a Dios con manojos del fruto de la tierra, pero él quedaría con las manos vacías. Él no sólo estaría sin ofrendas que ofrecer a Dios, sino que también pasaría hambre. ¡Qué panorama lamentable sería eso! De forma similar, cada uno de nosotros, como creyentes, tenemos una porción de Cristo. Usted tiene una porción de Cristo y yo tengo una porción de Cristo. Si no nos acercamos al Señor en la mañana y no le hablamos, disfrutamos ni experimentamos durante el día, seremos muy pobres. Sin embargo, si somos diligentes en tener comunión con el Señor al disfrutarle en la mañana y experimentarle durante el día, especialmente durante tiempos difíciles, tendremos el elemento de Cristo en nuestro interior.

  Si tenemos muchas experiencias de Cristo, podremos traer al Cristo que hemos experimentado a la reunión. Supongamos que hay cuatro mil santos en una reunión, y todos traen su porción de Cristo. No sería necesario dar un mensaje, pues todos los santos estarían ansiosos por presentar su porción de Cristo. Dos horas no serían suficientes para que todos los santos presenten su porción de Cristo. Un hermano podría compartir acerca de cómo él experimentó al Señor en el trabajo. Una hermana podría compartir acerca de cómo ella experimentó al Señor en el hogar. Un joven podría compartir acerca de cómo el experimentó al Señor en la escuela. Uno a uno los santos testificarían para exhibir a Cristo. Tal reunión sería muy rica. Ésta es la verdadera adoración que rendimos a Dios. Ésta también es la clase de adoración que Dios desea.

  En las reuniones es bueno declarar frases cortas liberando el espíritu. Sin embargo, las frases cortas que declaremos liberando nuestro espíritu deben tener contenido. El contenido no debería ser meramente palabras de la Biblia o frases de himnos. Nuestro contenido debería ser el Cristo que experimentamos a diario. Que el Señor tenga misericordia de Su iglesia para que no sólo liberemos nuestro espíritu e invoquemos al Señor, sino que también disfrutemos y experimentemos al Señor como nuestra realidad diariamente y momento a momento. Cuando nos reunimos, no traemos doctrinas con nosotros; más bien, traemos a Cristo, la realidad.

ADORAR A DIOS EN ESPÍRITU CON CRISTO COMO LA REALIDAD

  Necesitamos adorar a Dios en espíritu y con Cristo como la realidad. Adorar a Dios en espíritu no significa adorar a Dios con el Espíritu Santo, sino con nuestro espíritu humano. La condición actual de nuestras reuniones es buena porque muchos santos han aprendido a liberar su espíritu. No obstante, necesitamos ejercitarnos más. No deberíamos usar tanto nuestra mente; más bien, deberíamos ejercitarnos para tener un espíritu fuerte. Cuando vengamos a una reunión, deberíamos traer a Cristo, es decir, las experiencias que hemos tenido de Cristo, y nuestro espíritu tiene que estar viviente. No necesitamos esperar a llegar al salón de reunión para comenzar a cantar e invocar el nombre del Señor. Deberíamos comenzar a cantar e invocar el nombre del Señor de camino a la reunión. Entonces, cuando nos sentemos, nuestro espíritu saldrá de manera liberada. De este modo, tendremos las experiencias de Cristo y también la liberación del espíritu. En tal reunión Dios será glorificado.

  No obstante, cuando venimos a las reuniones sin tener experiencias de Cristo y no liberamos nuestro espíritu, los hermanos responsables necesitan animarnos repetidas veces a que abramos nuestra boca y ejerzamos nuestra función. En tales reuniones muy pocos santos se levantan a hablar y no hay contenido en lo que dicen. Además, su espíritu no está viviente, y ellos no saben cómo ejercitar su espíritu. Como resultado de ello, una persona habla por quince minutos. Esto desinfla el espíritu de todos y mata la reunión.

  Por tanto, tenemos que laborar en Cristo diariamente. Cada santo debe tener frescas experiencias de Cristo. Nuestra experiencia de Cristo tiene que ser fresca, no vieja. Entonces, cuando vengamos a la reunión, todos estarán fuertes. No habrá necesidad alguna de que los hermanos responsables nos insten a hablar, pues saltaremos para liberar nuestro espíritu. Cuando nuestro espíritu sea fuerte y nuestros testimonios sean ricos, simples y concisos, la reunión será rica y Dios será glorificado. En esto consiste adorar a Dios. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que adoremos a Dios en nuestro espíritu con Cristo como la realidad.

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