
Lectura bíblica: Mt. 9:10, 14-17; Lc. 5:29, 33-39
Después del cuarto caso acerca de seguir a Cristo tal como se presenta en Mateo, llegamos a lo que se conoce como el Sermón del Monte, el cual incluye los capítulos 5, 6 y 7. En el capítulo 8, el Señor Jesús bajó del monte, y más personas le siguieron. En el capítulo 9 de Mateo, un recaudador de impuestos, quien también se llamaba Leví, fue llamado a seguir al Señor.
Después de ser llamado, Mateo preparó un gran banquete e invitó al Señor y a muchos recaudadores de impuestos y pecadores. Sin embargo, Mateo mismo no dijo que fue un gran banquete. Fue Lucas el que usó estas palabras. Mateo simplemente dijo que el Señor Jesús estaba reclinado a la mesa con los recaudadores de impuestos y pecadores. Este principio es correcto. No debemos decir mucho acerca de lo que hacemos nosotros mismos. Sin embargo, Lucas pudo haber pensado que Mateo era demasiado modesto; así que se refirió a esta ocasión como a un gran banquete.
En este banquete las personas religiosas se ofendieron de nuevo. “Aconteció que estando Él reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos [...] Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y Tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los compañeros del novio tener luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie pone un remiendo de paño no abatanado en un vestido viejo; porque lo añadido tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se revientan, y el vino se derrama, y los odres se estropean; sino que echan el vino nuevo en odres nuevos, y así ambos se conservan” (Mt. 9:10, 14-17).
No sólo los fariseos se habían vuelto religiosos, sino incluso los discípulos del precursor del servicio neotestamentario también se convirtieron en personas religiosas. Juan el Bautista no era una persona del Antiguo Testamento. Él era el pionero del ministerio neotestamentario; sin embargo, en poco tiempo sus discípulos se volvieron religiosos. El Señor Jesús no sólo ofendió a los fariseos, sino también a los discípulos de Juan.
Los discípulos de Juan incluso fueron los primeros en dirigirse al Señor, diciendo: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y Tus discípulos no ayunan?”. Marcos dice: “Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban” (Mr. 2:18). Era su costumbre ayunar; por tanto, en efecto estaban diciendo: “Tus discípulos son mediocres. Nosotros ayunamos, pero ellos comen. Nosotros oramos, pero ellos beben. Creemos que Dios quiere que ayunemos y oremos, pero estamos seguros de que no le interesaría lo que están haciendo Tus discípulos”.
Puede ser que todos pensemos que ayunar y orar es algo maravilloso y espiritual. Comer y beber con recaudadores de impuestos y pecadores, sin embargo, es algo que puede considerarse como una “nueva línea”. No obstante, todos necesitamos seguir esta nueva línea. Esto es algo nuevo que todos tenemos que seguir. Les aseguro que el Señor va a hacer algo nuevo. Si simplemente seguimos haciendo lo que estamos haciendo ahora por mucho tiempo, llegaremos a ser los discípulos de Juan, y no los seguidores de Jesús. Los seguidores de Jesús tienen algo nuevo. Debido a esto, otros pueden considerarlos como alborotadores.
Si seguimos el camino de los discípulos de Juan, el camino de ayuno y oraciones, no habrá vestido nuevo ni vino nuevo, y no habrá el disfrute de la presencia del Novio. ¡Alabado sea el Señor, tenemos al Novio! Él no está de ayuno, sino de banquete. Él está participando de un banquete junto con nosotros, y nosotros con Él. A fin de ser capaces de estar de banquete con Él, necesitamos el vestido nuevo para cubrirnos. Exteriormente necesitamos el vestido nuevo e interiormente necesitamos el vino nuevo.
Aunque algunos ayunan y oran mucho, quizás no tengan al Novio ni tengan el banquete con el vino nuevo y el vestido nuevo. Lo que tienen puede ser algo viejo: un odre viejo con vino viejo y un vestido viejo. Si no tienen al Novio, no tienen el banquete y, por ende, tienen que ayunar. Cuando el Novio participa del banquete junto con nosotros, y estamos cubiertos con el vestido nuevo y llenos con el vino nuevo, ¿cómo podríamos ayunar? Estamos disfrutando el banquete.
Si estamos llenos de Cristo, ¿cómo podríamos mantenernos callados en las reuniones? Cuando estamos llenos de Cristo, espontáneamente gritamos: “¡Aleluya! ¡Todo es nuevo: hay un vestido nuevo, vino nuevo y un odre nuevo!”.
Ahora es necesario profundizar en estas cuatro cosas nuevas que el Señor mencionó en estos versículos, y es necesario darnos cuenta de que usó estas cosas para mostrarnos algo de Sí mismo. Ante todo, está el paño no abatanado destinado para ser el vestido nuevo. El paño nuevo sirve para hacer el vestido nuevo, y el vestido nuevo es algo externo que nos ponemos para cubrirnos. Por tanto, el vestido nuevo es nuestra expresión externa. Esto significa que Cristo es el vestido nuevo y, como tal, es nuestra expresión externa.
¿Qué es el ayuno? Es un vestido viejo. ¿Qué es la oración? También puede ser un vestido viejo. En tal caso me pueden preguntar si yo oro o no. Por supuesto que oro, pero no oro de una manera vieja, de una manera religiosa. Las oraciones religiosas que hacían los discípulos de Juan eran un vestido viejo, así como sus ayunos.
Ahora, sin embargo, Jesús está aquí. Primero, Él está aquí para ser un pedazo de paño no abatanado. La palabra que se traduce “no abatanado” aquí significa “tosco”, “no procesado”, o como dice en una versión, “no encogido”. Este pedazo no abatanado es un paño que nunca ha sido tratado ni usado; es de materia prima. Esto se refiere al Señor Jesús antes que fuese crucificado. Mientras que el Señor Jesús estaba sobre esta tierra, lo que Él era y lo que Él hizo fue algo parecido a un paño no procesado, no abatanado. Sin embargo, por medio de Su muerte y resurrección, el paño no abatanado llegó a ser el vestido nuevo. Antes de Su muerte y resurrección, Él era un pedazo de paño no abatanado, no procesado, no acabado, un pedazo no terminado y, por ende, no era útil para usarse como vestido. Sin embargo, cuando el Señor logró la redención mediante Su muerte y resurrección, Él llegó a ser el vestido nuevo, acabado y terminado a fin de que nos vistamos con él y nos cubra.
No debemos intentar tomar un pedazo del Señor Jesús, del paño no abatanado, para remendar nuestro vestido viejo. Esto seguramente causaría que el vestido viejo se rompiera y que el daño se hiciera más grande. No podemos dañarle a Él, pero dañaríamos nuestro vestido viejo si, con miras a remendar el vestido, intentáramos usarle a Él en Su condición de paño no abatanado.
Mateo y Marcos usan la expresión paño no abatanado, pero Lucas usa vestido nuevo. El paño no abatanado es el Cristo encarnado antes de ser tratado con la muerte y la resurrección. El vestido nuevo es el Cristo crucificado y resucitado. Él era un pedazo de paño no abatanado, pero Él ya no es un pedazo de paño no abatanado, no terminado; Él es un vestido nuevo completo con el cual nos podemos vestir. Él es el vestido nuevo y, como tal, Él es nuestra justicia. Él nos cubre y estamos en Él; por tanto, finalmente llega a ser lo que nosotros expresamos.
No debemos intentar corregirnos o mejorarnos al tomar algo de Cristo para remendar los agujeros que están en nosotros. Ésta es la manera equivocada de proceder. Debemos olvidarnos de lo que somos y vestirnos con el Cristo completo que es nuestro vestido nuevo. Entonces podremos decir: “¡Aleluya! Estamos en Cristo. Él es nuestro vestido; Él nos cubre. Por tanto, Él es lo que nosotros expresamos. No hemos de expresar nuestra propia humildad, amor, amabilidad o bondad. Sólo hemos de expresar a Cristo. Esto no es el paño no abatanado, no terminado, sino el vestido nuevo entero y completo”.
Existen muchas personas hoy que dicen que Jesús es un buen ejemplo para seguir e imitar. Sin embargo, hacer esto es simplemente cortar un pedazo del Señor Jesús, el paño no abatanado, a fin de ponerlo sobre el vestido viejo y remendar los agujeros, lo cual nunca dará los debidos resultados. El paño no abatanado sirve para hacer el vestido nuevo. ¡Alabado sea el Señor, ya no es un pedazo de paño no procesado! Ahora es el vestido terminado y completo. Tampoco debemos cortar un pedazo de este vestido completo a fin de remendar los agujeros de nuestro vestido viejo, puesto que eso simplemente dañaría el vestido viejo. Nuestro vestido viejo es muy viejo. No sirve para nada más que para tirarlo. Debemos vestirnos con el Señor Jesús como nuestro vestido nuevo. Si le tomamos, debemos tomarle de manera completa. No debemos intentar sólo tomar pedazos o partes de Él. Si deseamos tomarle, debemos tomarle por completo.
En efecto, el Señor les estaba diciendo a los discípulos de Juan y a los fariseos: “No me corten y apliquen a su vieja religión. Sus ayunos y oraciones son un vestido viejo. ¿Acaso no se dan cuenta de que su vestido viejo ya está desgastado y lleno de agujeros? No traten de usarme para remendar su vestido viejo y en jirones. Es mejor simplemente abandonarlo y tomarme a Mí como su vestido nuevo. Si desean tomarme a Mí, deben tomarme por completo. Si no desean tomarme, entonces olvídense de Mí, pero no me corten en pedazos para remendar su vestido viejo”.
Hoy muchas personas están haciendo lo que hicieron los discípulos de Juan y los fariseos. Ellos intentan tomar las cosas nuevas del Señor para remendar sus viejas maneras de actuar. Sin embargo, los agujeros en sus viejas maneras se hacen cada vez más grandes. No debemos cortar ningún pedazo del Señor Jesús para remendar nuestras viejas maneras. Debemos mantener las viejas maneras o abandonarlas por completo; debemos olvidarnos del Señor Jesús o tomarle por completo. No debemos poner lo nuevo junto con lo viejo, pues simplemente no funciona hacerlo. El Señor dijo: “El remiendo sacado del nuevo no armoniza con el viejo” (Lc. 5:36). Si tomamos algo nuevo, lo debemos tomar por completo. De lo contrario, debemos olvidarnos de ello. Debe ser lo viejo o lo nuevo, no hay punto intermedio. Tenemos que estar en la esfera donde todo es blanco o negro, donde no hay nada gris. Debemos tomar a Cristo como nuestro vestido nuevo, entero y completo.
El Señor no sólo usó el paño no abatanado y el vestido nuevo para mostrar algo de Sí mismo, sino que también usó el vino nuevo. El servicio neotestamentario no depende solamente de una expresión externa, sino también del contenido interno. No sólo debemos estar cubiertos externamente, sino también llenos con la vida interior dentro de nosotros. Puede ser que nuestra apariencia externa sea muy buena, pero que estemos vacíos por dentro. Necesitamos algo que nos llene. Necesitamos externamente al Señor Jesús como nuestro vestido nuevo, y lo necesitamos aún más interiormente como nuestro vino nuevo. A fin de expresarle exteriormente, necesitamos el vestido nuevo, y para ser llenos interiormente, necesitamos el vino nuevo. Cristo es nuestra expresión externa, y también nos llena interiormente. Como vestido nuevo, Él nos cubre, y como vino nuevo, nos llena.
Si sólo tenemos el vestido externo, seremos como el hijo pródigo en Lucas 15 antes que su padre matara al becerro gordo. Primero, cuando el hijo regresó, el padre les dijo a los esclavos que trajeran un vestido para cubrirle. Le quitaron el vestido viejo y le pusieron el vestido nuevo. Entonces él fue justificado por el padre y para la casa del padre. Sin embargo, ¡aún tenía hambre por dentro! Él había llegado a casa como un mendigo y tenía mucha hambre. A él no le importaba mucho el vestido externo; él quería comer y beber algo para estar satisfecho interiormente. Por tanto, el padre mató al becerro gordo a fin de llenarle por dentro. Alabado sea el Señor, después de hablar del vestido nuevo, el Señor habló del vino nuevo, quien es Él mismo como nuestra vida interior.
Aquellos que se visten con el Señor Jesús como el vestido nuevo externo y le beben como el vino nuevo interno, finalmente llegan a ser el odre nuevo, el cual es la iglesia, a fin de contenerle. Los discípulos de Juan y los fariseos habían acudido al Señor Jesús para preguntarle acerca del ayuno y la oración, pero el Señor les habló acerca de los odres nuevos. Los odres nuevos representan la vida de iglesia, puesto que la vida de iglesia es la que reemplaza a la religión vieja. No debemos tomar el vino nuevo y ponerlo en odres viejos. Los odres viejos son la religión vieja y el camino viejo de la religión.
A muchas personas les gusta la vieja religión y el viejo sistema puesto que corresponde con la vieja naturaleza. Decir: “¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!” no corresponde con la vieja naturaleza, y ofendería a las personas religiosas. Quizás incluso digan: “Nosotros ayunamos y oramos, pero ustedes siempre están cantando y alabando. ¿Por qué no ayunan y oran como lo hacemos nosotros? Parece que lo único que saben hacer es disfrutar; no saben cómo orar ni cómo llevar una carga con el ayuno. Esto debe ser una nueva línea”.
Fue el Señor Jesús mismo, sin embargo, quien tomó la nueva línea en contra de la vieja religión. Él fue el primero en tomar la nueva línea, y debemos seguirle. En efecto, les dijo a los discípulos de Juan: “No me pongáis en vuestros odres viejos. Yo soy el vino nuevo. Si me ponéis a Mí, el vino nuevo, en vuestros odres viejos, Yo romperé vuestros odres, y seréis dañados”. Debemos poner el vino nuevo en los odres nuevos.
Cuando el Señor levantó a John Wesley en el siglo XVIII, la Iglesia de Inglaterra no permitía que nadie predicara el evangelio ni enseñara la Biblia en un lugar que no estuviera dedicado a ello. John Wesley, sin embargo, predicaba en las esquinas de las calles y al aire libre, y su ministerio produjo un gran avivamiento. En algunas reuniones la gente gritaba, sollozaba y lloraba. No había ningún orden religioso ni un trasfondo o sistema religioso. Eso fue algo nuevo para las personas religiosas.
Tenemos que darnos cuenta de que hoy Dios va a causar un cambio radical en el cristianismo organizado. Si intentamos poner el vino nuevo en la vieja organización, sólo causaremos daño. El vino nuevo tiene que ser puesto en los odres nuevos, los cuales son la vida de iglesia apropiada.
Sin embargo, sigue siendo verdad que los que han estado bebiendo el vino viejo dirán que el vino viejo es el mejor. “Ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor” (Lc. 5:39). Éste es el principio. No es mejor, e incluso puede ser amargo, pero aquellos que han bebido del viejo no pueden ser convencidos. Es verdaderamente difícil que las personas abandonen el viejo sistema, la vieja religión y la vieja tradición.
El Señor Jesús usó cuatro cosas nuevas, pero estas cuatro cosas nuevas son una sola. Él es el paño no abatanado, Él es el vestido nuevo, Él es el vino nuevo y Él, agrandado de una manera corporativa, es los odres nuevos.
El paño no abatanado sirve para hacer el vestido nuevo, el cual es Cristo que nos cubre exteriormente, Aquel que es la expresión externa. El vino nuevo sirve para beberse y satisfacer a las personas interiormente; éste es Cristo como vida interna. Cristo no es solamente algo externo; Cristo también es algo interno. No sólo es nuestra expresión externa, sino que también es nuestra vida interna. Por tanto, tenemos a Cristo, el vino nuevo, quien nos satisface en nuestro interior, y tenemos a Cristo, el vestido nuevo, quien se expresa a través de nosotros.
Los odres son el recipiente del vino nuevo, que también es Cristo; no el Cristo individual, sino el Cristo agrandado como un cuerpo corporativo, la iglesia. Cristo es nuestra expresión externa y nuestra vida interna, y esta vida interna debe contenerse en la vida de iglesia. No podemos ponerle a Él, quien es la vida interna, dentro de la vieja religión. El vino nuevo como vida interna debe estar en los odres nuevos, los cuales son la vida de iglesia. Esto reviste un gran significado.
El Señor usó cuatro cosas nuevas para mostrar una sola cosa: Cristo y la iglesia. Los discípulos de Juan y los fariseos hicieron una pregunta sencilla acerca del ayuno y la oración. Sin embargo, al responderles, el Señor reveló algo profundo, maravilloso y eterno. Él les reveló el misterio de Dios. El Señor habló con parábolas muy sencillas, pero incluían todos los puntos principales acerca del misterio de Dios y del propósito eterno de Dios. Eran ejemplos pequeños de cuatro cosas nuevas, pero incluían a Cristo y la iglesia.
Por tanto, podemos ver que después de los cuatro casos presentados en los capítulos del 1 al 4 de Mateo, el capítulo 9 nos muestra cuál es la manera apropiada de estar con el Señor Jesús en el servicio neotestamentario, a saber: siempre debe haber algo nuevo. Algo nuevo del Señor debe llenarnos continuamente y ser expresado a través de nosotros. Debemos vestirnos con el vestido nuevo, beber el vino nuevo y guardar el vino nuevo en los odres nuevos.
Cuando se mencionan las cuatro cosas nuevas en Mateo 9 y Lucas 5, se usan tres palabras griegas diferentes que a veces se traducen en una sola palabra: nuevo. En el idioma original, paño no abatanado da a entender un paño no procesado, no terminado, no encogido; vino nuevo da a entender vino que es nuevo en el tiempo, vino fresco y recién hecho; y vestido nuevo y odres nuevos implican lo que es nuevo en naturaleza. El vino es nuevo en el tiempo, y los odres son nuevos en naturaleza. La vida de iglesia es los odres nuevos; es completamente nueva en naturaleza.
Tenemos que actualizarnos con algo nuevo en el tiempo y que también sea completamente nuevo en naturaleza. Creo que es el momento en que el Señor hará algo nuevo y actualizado entre nosotros. Lo que haga el Señor será algo diferente en naturaleza a todas las cosas viejas, y será la expresión de Cristo como vino nuevo en los odres nuevos. ¡Realmente debemos entender que las viejas enseñanzas son un impedimento para nosotros! Quizás esas enseñanzas nos hayan ayudado en el pasado, pero muchas veces lo que nos ha ayudado en el pasado es lo que nos impide seguir adelante en el presente. Por una parte, valoramos las cosas viejas que nos han ayudado; pero, por otra, debemos estar dispuestos a abandonarlas por algo nuevo. Tenemos que acordarnos del principio según el cual todos aquellos que han estado bebiendo del vino viejo dirán que el viejo es mejor. Por tanto, debemos orar: “Señor, ten misericordia de mí, para que olvide lo viejo y esté tan dispuesto a seguir adelante contigo en novedad”.
Temo que muchos de nosotros aún estemos estancados con las cosas viejas. Nos han ayudado tanto que es difícil olvidarnos de ellas. Sin embargo, éstas son precisamente las cosas que debemos olvidar. El Señor Jesús no es viejo; Él siempre es nuevo en el tiempo y en naturaleza. Él es un Cristo actualizado que siempre está presente, un Cristo siempre nuevo en naturaleza y completamente diferente de las cosas viejas.
Tenemos que entender con claridad que el servicio neotestamentario siempre está fuera de la religión, y que no tiene nada que ver con el viejo sistema. Si intentamos tomar algo del Señor Jesús y adaptarlo a nuestra vieja religión, estaremos usando el paño no abatanado, o el vestido nuevo, para remendar nuestro vestido viejo. Por la misericordia del Señor, debemos abandonar el vestido viejo y vestirnos con el vestido nuevo, y poner el vino nuevo en los odres nuevos. Es entonces que tendremos a Cristo en la iglesia. Cristo es el vino nuevo, y la vida de iglesia es los odres nuevos. No es un asunto de religión ni de algo viejo, sino de la vida de iglesia apropiada, algo muy nuevo en naturaleza donde Cristo pueda morar.