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Mensajes del libro «Servir en coordinación»
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SERVIR EN COORDINACIÓN

  Lectura bíblica: Ro. 7:6

  Ya hemos visto que debemos servir al Señor en el espíritu y que nuestra responsabilidad al servir es ministrar a Cristo como vida a los demás. Todo lo que hagamos en nuestro servicio al Señor debe ser hecho en el espíritu. En Romanos 7:6 dice que debemos servir al Señor, no sólo en el espíritu, sino también en la novedad del espíritu. Este versículo dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”.

  Es diferente servir en el espíritu que servir en la novedad del espíritu. Sin embargo, alguien que sirve al Señor en el espíritu indudablemente tendrá la novedad del espíritu. Todo lo que se relaciona con la carne es viejo, pero todo lo que tiene que ver con el espíritu, es nuevo. Siempre que un hermano sirve en la carne, se percibe la vejez, una vejez como de seis mil años, tan antigua como Adán. Pero cuando alguien sirve en el espíritu, se percibe algo nuevo, fresco y refrescante.

  En muchas ocasiones he visto hermanos y hermanas jóvenes sirviendo de una manera vieja. Aunque algunos sólo tienen diecinueve años, sirven como si tuvieran noventa y nueve. Su servicio es viejo debido a que sirven en la carne. Pero otras veces he visto hermanos y hermanas de mayor edad sirviendo de una manera fresca y nueva, pues lo hacen en su espíritu. Todo lo que es del espíritu es nuevo, fresco y refrescante; pero todo lo que proviene de la carne es viejo, y en lugar de traer refrigerio, le cansa a uno.

  Cuando escuchamos un mensaje dado en el espíritu, simplemente no nos preocupamos por el tiempo. Aun después de media hora deseamos seguir escuchando; el tiempo se nos va rápidamente. Sin embargo, cuando escuchamos un mensaje dado en la carne, en la vejez de la letra, diez minutos nos parecen una hora y sentimos un gran alivio cuando el mensaje concluye. Por lo tanto, necesitamos aprender a servir en el espíritu y en la novedad del espíritu.

  Es necesario que maduremos, pero nunca debemos envejecer. Una cosa es ser viejo, y otra muy distinta es ser maduro. Debemos alcanzar la madurez pero no hacernos viejos. Dios jamás envejece. Por el contrario, Él es siempre nuevo. En la Biblia, la madurez del Señor se presenta de una forma, y Su novedad, de otra; sin embargo, el Señor jamás es viejo. Así que, debemos aprender cómo servir en el espíritu y en la novedad del espíritu.

  Debemos hacer todo en la novedad del espíritu y de una manera que ministre a Cristo como vida a otros. No debemos ministrar doctrinas, religión, normas, reglamentos ni formas. Tampoco debemos ministrar “enseñanzas sanas”, pero carentes de la vida de Cristo. Nuestra única meta debe ser ministrar a Cristo como vida a otros. La razón por la que nos interesan las sanas enseñanzas es porque tienen mucho que ver con Cristo como vida; de no ser por esto, no les prestaríamos ninguna atención ni hablaríamos de ellas.

  De modo que, nuestra gran necesidad es aprender a servir en el espíritu e impartir a Cristo como vida a los demás.

SERVIR EN COORDINACIÓN

  Aunque hay mucho que decir acerca de servir en la novedad del espíritu y de impartir a Cristo a otros mediante nuestra ministración, mi carga en este mensaje se centra en otro aspecto del servicio: la coordinación. Al servir tenemos que aprender a coordinar con otros. No me refiero a que necesitemos una organización, pues ser organizados es una cosa y es otra muy distinta ser coordinados. La palabra coordinación implica la edificación; debemos servir de tal modo que seamos edificados juntos.

  Cuanto más sirvamos, más seremos edificados juntamente con otros. En estos días hemos hablado acerca de la edificación de la iglesia. Dicha edificación se lleva a cabo al servir en coordinación. Si servimos al Señor en una buena coordinación con otros, seremos edificados.

  Veamos lo que esto significa en la práctica. Supongamos que soy una persona que sirve al Señor entre los santos de la iglesia. Debo servir de tal modo que cuanto más sirvo, más soy edificado con otros santos, y cuanto más sigo sirviendo, más lugar hay para que otros sean incluidos en el servicio y edificados conmigo. En otras palabras, cuanto más sirvamos, más será edificada la iglesia.

  Sin embargo, en muchos grupos cristianos, cuanto más algunos sirven, más independientes se vuelven. Cuanto más habilidades tienen, más se enaltecen y más autónomos llegan a ser. Algunos que poseen dones suelen considerarse tan elevados que nadie puede alcanzar su nivel, y ven a los demás inferiores a ellos. Ellos se consideran superiores a todos. Como resultado de ello, se vuelven demasiado independientes. Ésta no es la manera apropiada de servir.

  La forma apropiada de servir consiste en que a la vez que sirvamos, seamos edificados con otros, y cuanto más sirvamos y más ejercitemos nuestros dones, más unidos y coordinados estemos con los demás. Al servir al Señor nunca debemos actuar de forma independiente. Ésta es una lección que necesitamos aprender.

  Permítanme explicar esto con un ejemplo. Supongamos que soy un hermano que tiene algún don y que cuanto más sirvo, más experiencia adquiero y más aprendo a servir. Al continuar sirviendo, adquiero fuerza y grandeza, lo cual me hace ser cada vez más orgulloso, pensando que sé más que otros y que lo sé todo. Por consiguiente, considero que yo debo hacerlo todo, pues nadie sabe mejor que yo cómo deben hacerse las cosas. En cierto sentido me vuelvo todopoderoso, pues puedo hacerlo todo y literalmente lo hago todo yo solo. Cuanto más sirvo, más responsabilidades me hecho al bolsillo y más controlo toda la situación. Por ende, más independiente me vuelvo y todo lo hago a mi manera. Finalmente, no tendré más lecciones que aprender y nadie será apto para enseñarme. En las reuniones, yo seré quien pide los himnos, los dirige, toca el piano y toma la iniciativa para orar y dar el mensaje. Yo lo haré todo. No hará falta nadie más, pues estaré por encima de todos y seré totalmente independiente. Los demás deberán admirarme y considerarme un hermano maravilloso. Sin embargo, debemos entender que un hermano que actúa de esta manera, sólo causará daño a la vida de iglesia. Cuanto más ejerza su función, más retrasará la edificación de la iglesia e incluso la estropeará y la frustrará. Debido a que es tan capaz en sí mismo, no le quedará ninguna lección por aprender y no tendrá necesidad de coordinar con nadie. Esta manera de servir es absolutamente incorrecta.

PERMITIR QUE EL TRABAJO PASE A MANOS DE OTROS

  La manera correcta de servir es la siguiente: Cuando comienzo a servir me encargo del noventa por ciento de las actividades y dejo el diez por ciento en manos de los demás. Después de un mes, sólo me encargo de un sesenta por ciento y el cuarenta por ciento restante lo delego en manos de algunos que empiezan a servir conmigo. Después de otro mes, tal vez sólo realice un treinta por ciento del servicio; un mes más tarde, quizás únicamente me encargue del cinco por ciento; y más adelante, tal vez solamente me quede con el uno por ciento. Finalmente, todo el trabajo quedará en manos de los hermanos y hermanas que sirven conmigo. Una de las hermanas se encargará del piano, otro hermano se ocupará de los himnos y otros más serán responsables de esta y aquella tarea. Para servir al Señor de esta forma se requiere aprender muchas lecciones. Todos por naturaleza pensamos que somos los mejores y no nos gusta dejar que otros hagan lo que nosotros sabemos hacer. Sin embargo, si usted desea aprender la lección de la coordinación, no debe considerarse superior a los demás, sino tener un concepto moderado de sí mismo, permitiendo que los demás lo limiten. De otro modo, usted será un impedimento para que otros formen parte de la edificación.

  Había una hermana en China que era muy capaz y educada, tenía mucha experiencia en ciertas áreas y, además, amaba mucho al Señor. Sin embargo, cuando comenzó a servir en la iglesia, cuanto más servía, más quedaba todo bajo su control. Después de dos o tres meses, parecía como si todos los demás hubieran sido despedidos. Un día los ancianos le preguntaron por qué quedaban sólo dos o tres en el servicio, cuando había muchos más sirviendo unos meses atrás. Le preguntaron qué había ocurrido con los demás. Ella argumentó que ellos no sabían hacer bien las cosas. Debido a su gran talento y capacidad, cuanto más ella servía, más los otros se retiraban. Nadie podía trabajar tan rápido como ella. Ella tenía tanta capacidad que parecía tener siempre la razón en todo. No obstante, en cuanto a la realidad espiritual, ella causó mucho daño a la vida de iglesia debido a que se conducía independientemente. Al poco tiempo, por causa de esta hermana la iglesia sufrió un gran cáncer espiritual.

  El cáncer es una parte del cuerpo que se desarrolla anormalmente, es un grupo de células sin control que crecen desmedidamente. Por esta razón, necesitamos ser limitados por otros para no convertirnos en un cáncer que afecte el Cuerpo de Cristo. Al ser limitados por otros, funcionamos normalmente como miembros del Cuerpo que coordinan con los demás y no como células descontroladas.

  La mejor manera de servir al Señor en la iglesia es la siguiente: La primera semana que comienza a servir al Señor, puede realizar el setenta por ciento del trabajo y dejar que otros se encarguen del treinta por ciento restante. A la siguiente semana, sólo se ocupará del sesenta y cinco por ciento; y en la tercer semana efectuará solamente el sesenta. Así, su porcentaje irá disminuyendo poco a poco, pero el porcentaje de participación de los demás siempre irá en aumento.

  Visto desde otro ángulo, la primera semana que usted empieza a servir, sólo el cinco por ciento de los santos sirven con usted. Sin embargo, después de otra semana el porcentaje de ellos aumentará a un ocho por ciento, más adelante a un doce, después a un veinte y así sucesivamente hasta que después de un año el cien por ciento de los santos esté funcionando. El porcentaje de trabajo que esté en las manos de usted siempre debe ir disminuyendo y el porcentaje de personas que sirvan con usted siempre debe ir aumentando. Después de uno o dos años no quedará nada en sus manos, ya que el cien por ciento del servicio habrá pasado a manos de los hermanos que han coordinado con usted. Como resultado de esto, el número de los hermanos servidores aumentará de unos pocos a más de cien. Ésta es la manera apropiada de servir.

  Si usted toma este camino, aprenderá a ser limitado y quebrantado, y a someterse a otros. Si no aprende a servir al Señor con otros, nunca sabrá en realidad quién es ni qué tan “bueno” es. Al servir de esta manera tendrá muchas lecciones que aprender.

PUESTOS A PRUEBA POR LA COORDINACIÓN

  En mi experiencia siempre he sido puesto a prueba por los hermanos de servicio. Esta clase de prueba es muy difícil de tomar, pero no tenemos otra opción mas que aceptarla. Tal vez le digamos al Señor: “Señor, Tú has preparado esta copa para mí, y no tengo otra opción mas que tomarla”. Ésta es la manera en que aprendemos la lección de la coordinación en el servicio del Señor.

  Cuando servimos solos todo parece ser más conveniente, pero al servir con otros todo se torna en desventaja nuestra. Por ejemplo, al servir en la obra del Señor, yo prefería siempre viajar solo. Sin embargo, en China, bajo el arreglo soberano del Señor y la coordinación de los colaboradores, siempre tenía que viajar junto con dos o más hermanos, e incluso ser el responsable durante el viaje. Como a mí me gusta siempre tener todo listo con mucha anticipación, sin dejar nada para el último momento, les exhortaba a los hermanos que prepararan todo a tiempo antes de iniciar el viaje. Sin embargo, siempre resultaba que alguien no estaba listo. Debido a esto, tenía que ayudarlo a prepararse y hacer las cosas por él; por consiguiente, todos nos retrasábamos. Siempre los exhortaba a que se hicieran responsables de sus propias cosas y no fueran una carga para los demás, pero no importa cuánto traté de enseñarles a prepararse bien, nada parecía funcionar. Así que, finalmente tuve que someterme al Señor, aprender a ser paciente y hacerme cargo de todas las maletas y de todos los problemas de los demás. Cuanto más personas viajan con usted, más problemas resultan: problemas con el equipaje, con cosas que otros olvidan y con otras necesidades especiales. Por lo tanto, no queda otra alternativa mas que ayudar. Supuestamente los demás lo acompañaran para ayudarlo, pero en realidad es usted quien tiene que ayudarlos a ellos. Así que, en lugar de que ellos sean una ayuda, se convierten en una carga, aunque en cierta manera ellos nos ayudan a aprender la lección de la coordinación.

  Uno de los mayores problemas es ir con varios colaboradores a visitar una iglesia y ser hospedados por ella. Muchos colaboradores simplemente no saben ser huéspedes y causan muchos problemas; así que son muchas las lecciones que hay que aprender en la coordinación.

  ¿Qué debemos hacer en situaciones tales como éstas? No podemos deshacernos de los colaboradores y enviarlos a casa. Simplemente tenemos que aprender la lección de la coordinación, pues es la única manera de servir al Señor juntamente con otros y así edificar la iglesia. No debemos sobresalir entre ellos ni convertirnos en un gigante ni ser el líder principal entre ellos; más bien, siempre debemos coordinar con todos. Si tomamos este camino, estaremos bajo la luz y veremos nuestra verdadera condición. No es tan sencillo aprender esta lección.

  Por naturaleza somos rápidos para descalificar a los demás. Al asignar algunas áreas del servicio a ciertos hermanos y hermanas, descubriremos que la mayoría prefieren servir solos. Si su función es cocinar, ellos insistirán en que nadie más debe entrar a la cocina. Por una parte tienen razón. Pero por otra, ellos necesitan que otros vengan, no sólo para que los ayuden, sino también para que los incomoden. De otro modo no tendrían ninguna lección que aprender. Si tienen esta clase de “ayudantes”, entonces serán limitados, quebrantados y equilibrados. Todos necesitamos de alguien que nos sea una carga. Es posible que seamos muy rápidos, así que necesitamos que alguien nos limite y sea una carga para nosotros a fin de hacernos más lentos. De este modo, aprenderemos la lección de servir con otros.

RODEARNOS DE SERVIDORES Y DELEGARLES LAS DIFERENTES ÁREAS DEL SERVICIO

  La mejor prueba de que sabemos servir al Señor en coordinación es verificar después de algún tiempo cuánto del servicio aún permanece en nuestras manos y cuántas personas se han añadido al área de nuestro servicio. Si después de seis meses todo el servicio continúa en nuestras manos y casi todos se han alejado de nosotros dejándonos prácticamente solos, esto significa que tenemos un serio problema. Es posible que seamos mucho más hábiles que otros para realizar cierto servicio; sin embargo, aunque el trabajo se esté llevando a cabo de la mejor manera, la verdadera situación de la vida de iglesia empeorará. Si preferimos hacer el trabajo solos, causaremos daño a la vida de iglesia.

  Por lo tanto, necesitamos que más personas se involucren con nosotros en el servicio, de manera que no quede ni el uno por ciento del trabajo en nuestras manos. Debemos delegarlo todo a los demás a fin de que se incremente el número de personas que sirven con nosotros, incluso al punto de que cientos sirvan juntamente con nosotros. Éste es el camino de la coordinación, el cual permite que siempre se añadan más personas al servicio y que la iglesia sea edificada. Cuanto más sirvamos, menos deberá quedar en nuestras manos y mayor deberá ser el número de los que sirven con nosotros.

  No centre su atención en el trabajo que se ha realizado. Más bien, debe considerar el porcentaje de servicio que aún queda en sus manos y el número de servidores que participan en la obra. Hay muchas lecciones que aprender con respecto a este asunto, y la más importante de todas es el quebrantamiento. Tal vez hablemos mucho del quebrantamiento, pero la mejor manera de ser quebrantados es servir al Señor en coordinación con todos los hermanos y hermanas.

ESTAR ABIERTOS A LA COORDINACIÓN

  Necesitamos el adiestramiento y la práctica de la coordinación. Lo que hemos compartido hasta ahora se relaciona principalmente con el aspecto práctico. Si tratamos de practicar la coordinación, nos daremos cuenta de todo lo que ésta implica. Esta palabra tan breve es suficiente para que la pongamos en práctica el resto de nuestra vida. Al hacerlo, descubriremos que en nuestro interior tenemos una naturaleza independiente y reservada que no le gusta aceptar a los demás. En nuestra sangre se encuentra el deseo de ser independiente y de guardarlo todo en secreto. Algunos hermanos y hermanas pueden hablar de muchos asuntos sin abrirse realmente a los demás. Aun cuando hablan extensamente, permanecen cerrados. Usted puede servir con ellos por un buen tiempo sin conocerlos realmente.

  Si usted recibe esta palabra y la pone en práctica al servir al Señor en coordinación, descubrirá su verdadera actitud. Se dará cuenta de que por naturaleza prefiere ser una persona independiente y misteriosa que acostumbra tener secretos, y que le gusta encerrarse en sí misma, convirtiéndose en un misterio. Así como en el Antiguo Testamento Dios mantuvo la iglesia escondida en Sí mismo, como un misterio, de igual manera usted se mantiene escondido en sí mismo haciéndose un misterio para los demás; por eso le resulta difícil abrirse a la comunión.

  Si no tenemos una actitud abierta, esto es una indicación de que nos falta quebrantamiento. Cuanto más quebrantamiento experimentemos, más abiertos seremos, y cuanto más abiertos seamos, más compenetración tendremos con otros. Si no aprendemos la lección espiritual del quebrantamiento, de ser abiertos para con los demás y de compenetrarnos con todos, nos será imposible practicar la vida de iglesia. Tal vez podamos reunirnos semana tras semana, mes tras mes y año tras año, pero nunca tendremos la vida genuina de iglesia. Si ésta es nuestra condición, nunca podremos ser edificados con todos los santos y expresar a Cristo de una manera corporativa. Tampoco podremos compenetrarnos como una sola entidad en el espíritu, debido a que nuestra vida natural, nuestra vida anímica, nuestra naturaleza humana jamás ha sido quebrantada. La única manera de experimentar el verdadero quebrantamiento de la vida natural es la coordinación. No podemos encerrarnos solos en nuestra recámara a leer la Biblia, orar, alabar al Señor y declarar que hemos sido quebrantados. Cuánto más declaremos en nuestro cuarto que hemos sido quebrantados, menos tendremos la realidad del quebrantamiento. La única manera en que podemos comprobar que hemos sido verdaderamente quebrantados, es coordinar con otros.

  Supongamos que a una hermana le gusta encerrarse en su habitación para buscar al Señor. Puede ser muy fiel para leer la Palabra y meditar en ella, y para arrodillarse y orar diariamente. Tal vez su práctica sea muy sana, pero lo que verdaderamente importa es si esta hermana ha sido realmente quebrantada en la coordinación. Es posible que una persona sea muy espiritual estando a solas con el Señor, y aún así nunca haya experimentado el quebrantamiento del yo.

  Supongamos que el Señor decide soberanamente poner a esta hermana en coordinación junto con otras siete hermanas, y que cada una de ellas sea una “Marta”, o sea, que no saben estar quietas y en lo único que piensan es en trabajar y realizar actividades. Por el arreglo soberano de Dios, estas ocho hermanas son puestas en una situación en la que hay tanto que hacer, que nuestra querida hermana no tiene tiempo para buscar al Señor a solas en su habitación. Esto constituye una verdadera prueba para ella. Incluso, es posible que pierda la paciencia y se irrite, debido a que no tiene ese tiempo en privado. Esto pondría en evidencia que ella nunca ha sido quebrantada. Después de pasar por tal prueba, ¿cómo podría esta hermana encerrarse en su cuarto y alabar al Señor en su manera usual por haber sido quebrantada? En realidad, el Señor mismo planeó ponerla en esa situación a fin de mostrarle su necesidad de ser quebrantada por medio de la coordinación.

  Las enseñanzas del cristianismo actual prestan demasiada atención a la espiritualidad individual, convirtiendo a los cristianos en “antigüedades o piezas de exhibición”, en lugar de prepararlos como material para la edificación. Dios nunca planeó que usted fuera individualmente espiritual. La espiritualidad individual daña la edificación de la iglesia. Si tan solo usted se diera cuenta de que el propósito eterno y final de Dios consiste en tener un Cuerpo, un vaso corporativo idóneo para contener a Cristo y expresarlo, ciertamente diría: “Señor, sálvame; líbrame de mi espiritualidad individual. Con respecto a la coordinación, necesito ser quebrantando. Debo ser liberado de mi individualidad y aprender la lección del quebrantamiento, a fin de coordinar y compenetrarme con los demás y serles de verdadera ayuda”.

  Esta hermana espiritual tiene que aprender la lección del quebrantamiento para poder servir al Señor de manera apropiada, es decir, necesita que el Señor la libere de su espiritualidad individual, a fin de que aprenda a coordinar con las demás. Entonces, gradualmente las otras hermanas aprenderán esta misma lección, y esta hermana podrá serles de ayuda y ministrarles la vida de Cristo de una manera adecuada. Finalmente, las ocho hermanas serán edificadas juntas y atraerán a otras a su coordinación. Por consiguiente, todas serán espirituales de una manera coordinada y no en una forma individual. Ciertamente, ésta es una lección crucial que todos tenemos que aprender.

  La razón por la que damos tanto énfasis a este asunto es porque la experiencia nos ha mostrado que si no aprendemos la lección de la coordinación, jamás tendremos la verdadera vida de iglesia. Sin la coordinación, nuestra práctica de la vida de iglesia sería falsa. Para edificar la iglesia no es suficiente reunirnos el día del Señor para cantar himnos, orar y escuchar un mensaje. De esta forma jamás podremos obtener un grupo de creyentes edificados como un cuerpo viviente y corporativo. Por tanto, tenemos que aprender a servir de tal manera que podamos coordinar con otros, y otros puedan coordinar con nosotros. Necesitamos aprender muchas lecciones acerca de este asunto.

  Además de aprender la lección del quebrantamiento, debemos estar siempre dispuestos a que otros coordinen con nosotros. Si todos recibieran esta palabra y sirvieran al Señor en coordinación, no habría necesidad de que se hablara más sobre este asunto. Aunque son muchas las lecciones que necesitamos aprender, ello no debe hacernos desistir. Cuanto más lecciones recibamos, más nos faltarán por aprender, y cuanto más aprendamos, más lecciones vendrán. Ésta es la manera en que el Señor edifica Su iglesia.

  Si tres personas son suficientes para hacer un trabajo en el servicio del Señor, no debemos reducir el número a dos. Por el contrario, sería mejor contar con cuatro o cinco. Nunca reduzcamos el número; más bien, aumentémoslo, pues cuanto más lo aumentemos, más lecciones tendremos por aprender y más de la edificación se realizará.

  Algunos hermanos han dicho: “Simplemente no puedo hacer nada cuando las hermanas están aquí. Si ustedes quieren que yo haga algo, deben pedirle a estas hermanas que no vengan”. Temo que aún algunos hermanos se hallen en tal condición. Si usted es uno de estos hermanos, el Señor le enviará más hermanas y tal vez, bajo Su soberanía, le enviará a las hermanas más problemáticas. El Señor lo pondrá a prueba para mostrarle en qué etapa se encuentra usted. Lo que debería hacer es aprender la lección de laborar y servir corporativamente. La iglesia es una prueba para nosotros, y el verdadero servicio de la iglesia también lo es.

  Todos debemos esforzarnos por conocer cabalmente la iglesia y por practicar la manera apropiada de servir en ella, esto es, nunca individualmente sino en coordinación.

  Por lo general, me gusta tener comunión con los hermanos acerca de mi mensaje antes de darlo; ésta es la mejor manera. Es bueno reunirse con los hermanos para tener comunión acerca del mensaje que vayamos a dar y hacerlo con una actitud abierta, estando dispuestos a ser ajustados por todos. Si usted percibe que los hermanos no tienen el sentir de que usted deba ministrar, debe estar dispuesto a aceptarlo. Nunca actúe de una forma independiente. En todo trabajo y en cada aspecto del servicio del Señor, debemos tratar de abrir nuestro ser a los demás, coordinar con ellos y hacer todas las cosas del servicio en coordinación con los demás. Entonces aprenderemos la lección, y la iglesia será grandemente beneficiada en cuanto a la edificación. De otro modo, es posible que tengamos muchas reuniones sin tener la verdadera vida de iglesia.

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