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Mensajes del libro «Servir en el espíritu humano»
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CAPÍTULO TRES

LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE NUESTRO ESPÍRITU Y EL CUERPO

  Lectura bíblica: Ef. 1:17, 1:22-23; 2:6, 2:22; 3:16; 4:23; 5:18; 6:18; Hch. 232-33, 36

  En este mensaje, abordaremos seis puntos cruciales que aparecen en el libro de Efesios, el cual es un libro sobre la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Hemos visto que la edificación del Cuerpo de Cristo es el fundamento de todo servicio cristiano genuino, y hemos recalcado nuestra urgente necesidad de ver el Cuerpo. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos ver el Cuerpo a fin de servirle de una manera apropiada.

  El Cuerpo de Cristo no es algo insignificante, y el servicio cristiano es algo que ocurre en el Cuerpo. Finalmente, veremos que Cristo y la iglesia, la Cabeza y el Cuerpo, administran todo el universo. Nuestro servicio al Señor se basa sobre este hecho.

EL CUERPO DE CRISTO Y NUESTRO ESPÍRITU REGENERADO EN EFESIOS

  Primero, tenemos que ver que el Cuerpo es un asunto absolutamente en el espíritu, en nuestro espíritu humano. En nuestro espíritu regenerado mora el Espíritu Santo, pero el énfasis con el Cuerpo de Cristo hoy es nuestro espíritu humano más que con el Espíritu Santo. Por tanto, en cada capítulo del libro de Efesios se menciona algo acerca de nuestro espíritu humano regenerado. Efesios es un libro acerca del Cuerpo, y cada capítulo tiene un versículo relacionado con el espíritu humano. Necesitamos orar-leer estos versículos una y otra vez.

UN ESPÍRITU DE REVELACIÓN PARA VER EL CUERPO

  En Efesios 1:17 Pablo habla de Dios como “el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria”. Este título es diferente a todos los títulos que usó el pueblo judío para con Dios. Pablo no se refirió a Dios como al Dios de los Hebreos, sino como el Dios de nuestro Señor Jesucristo y el Padre de gloria. Tales palabras son profundas y llenas de significado. En la encarnación el Señor Jesucristo, Dios mismo (Fil. 2:6), se hizo un hombre. Como hombre, Él está relacionado con la creación de Dios; por tanto, Dios el creador es Su Dios. Su encarnación introdujo a Dios el creador dentro del hombre, la criatura de Dios. Él es un hombre que tiene al Dios encarnado dentro de Él. Además, puesto que la gloria es Dios expresado, el Padre de gloria significa que Dios es expresado a través de Sus muchos hijos.

  Pablo oró para que el Padre de gloria “os dé espíritu de sabiduría y de revelación” (Ef. 1:17). El espíritu aquí es nuestro espíritu regenerado en el cual mora el Espíritu de Dios. Es necesario que vean el Cuerpo, pero nunca podrán ver el Cuerpo si no están en el espíritu. Si no tienen la visión en el espíritu, si no tienen un espíritu de revelación, un espíritu que pueda ver, no podrán ver el Cuerpo. Si sus ojos carecieran del sentido de la vista, no podrían distinguir un color de otro, y no podrían ver el paisaje. El Cuerpo de Cristo es diferente de todos los paisajes que podamos ver, es diferente de todos los colores que podamos ver de forma natural. Es una visión celestial. Por tanto, necesitamos un espíritu de revelación, un espíritu que pueda ver, un espíritu que vea, para poder ver el Cuerpo. No estoy diciendo que necesitamos una mente inteligente para entender. Lo que necesitamos es un espíritu transparente para ver, un espíritu de revelación, un espíritu que vea a fin de ver el Cuerpo. El espíritu de revelación para ver el Cuerpo es el primer punto relacionado con nuestro espíritu en este libro que trata de la iglesia.

  Muchos maestros cristianos han escrito muchas exposiciones del libro de Efesios. Sin embargo, no he podido encontrar ninguna que recalque este punto, a saber, que el Cuerpo es algo que está en nuestro espíritu. Aunque ustedes puedan hablar de ciertos paisajes o vistas, si no tienen ojos para ver, ¿cómo podrían verlos? ¡La iglesia es algo muy profundo, muy elevado, muy misterioso, que va más allá, mucho más allá de nuestro entendimiento!

  En los siguientes versículos Pablo habla de la supereminente grandeza de Su poder que hizo operar en Cristo resucitándole y sentándole a la diestra de Dios, sometiendo todas las cosas bajo Sus pies y dándole por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:19-22). Necesitan prestar mucha atención a la palabra a en la frase a la iglesia en el versículo 22. Ésta no es una preposición insignificante, sino una de las más importantes de este capítulo. Pablo no dijo “para la iglesia”, sino “a la iglesia”. La iglesia es el Cuerpo de esta Persona (vs. 22-23). ¡Éste es el Cuerpo! El Cuerpo es el Cuerpo de tal Persona quien ha sido entronizado y hecho Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Este asunto es profundo y misterioso, y no se puede ver con nuestros ojos físicos ni se puede entender con nuestro entendimiento natural. Para ver este asunto misterioso, necesitamos otro órgano; necesitamos un espíritu de revelación. Nuestro espíritu debe ser un espíritu de revelación.

Usar el órgano adecuado

  Para poder ver la iglesia o conocer la iglesia, no pueden permanecer en su mente. Usar la mente es usar el órgano inadecuado para ver la iglesia y no la podrán ver. Mientras permanezca en su mente, no recibirán la revelación de la iglesia. Su espíritu debe ser un espíritu de revelación. Nunca podrán entender la iglesia con simplemente el uso de su mente. Cuanto más traten de entenderla, más confusos estarán. Aunque escuchen a diferentes personas y lean libros, más confusos estarán. Pero si simplemente cerraran sus ojos a todos los libros, cerraran su mente a todas las enseñanzas, cerraran sus oídos a todas las voces de los diferentes maestros y se volvieran a su espíritu y permanecieran allí, entenderían claramente lo que es la iglesia.

  Sin embargo, muchas veces nosotros los cristianos somos insensatos porque no usamos el maravilloso espíritu que tenemos dentro de nosotros. Tenemos un espíritu y este espíritu es un espíritu de revelación, pero cuando abordamos el tema de la iglesia y de la iglesia local, ni siquiera nos damos cuenta que debemos usar nuestro espíritu. En lugar de volvernos a nuestro espíritu para tener claridad en cuanto a la iglesia, acudimos a los eruditos o a los escritos de los grandes maestros del pasado. Pero algunos esos escritos velan nuestros ojos y nos impiden ver la visión de la iglesia en nuestro espíritu. Para tener claridad en cuanto al asunto de la iglesia, necesitamos usar el órgano adecuado. Solamente en nuestro espíritu podemos ver la iglesia.

  Usar nuestra mente para intentar entender el asunto de la iglesia en lugar de volvernos a nuestro espíritu para ver la revelación de la iglesia puede compararse con tratar de ver un color en particular con nuestros ojos cerrados en lugar de abrir nuestros ojos para ver ese color. Con los ojos cerrados, sin la facultad de la vista, no se puede ver ningún color. La facultad del entendimiento no sirve para ver los colores. Pero si ustedes abren los ojos, desaparecerán todas las dudas y todas las preguntas, y podrán conocer cuál es ese color en particular. Quizás no puedan explicar lo que ven, pero sus ojos podrán reconocer los colores y distinguir un color de otro. Para ver los colores, necesitamos abrir nuestros ojos. Para ver la iglesia, necesitamos volvernos a nuestro espíritu.

  Necesitamos volvernos a nuestro espíritu y respetar el hecho de que nuestro espíritu es un espíritu de revelación. Ver la iglesia es fácil cuando se usa el órgano adecuado. En el espíritu el asunto de la iglesia queda muy claro. La iglesia local es diferente de todas las denominaciones. Quizás no puedan explicar cuál es la diferencia, pero cuando se vuelven al espíritu y vean la iglesia, sabrán cuál es la diferencia y que han visto la iglesia.

Quitar los velos

  Podemos hablar de Efesios 1:18-23 y hacer caso omiso del espíritu de revelación en el versículo 17. El espíritu de revelación no es algo que desciende de los cielos sobre ustedes después de que hayan orado por tres noches. El espíritu de revelación ya está dentro de ustedes, pero necesitan quitar todos los velos para poder ver. Para reconocer un color en particular, sería absurdo que ayunaran y oraran, que clamaran y lloraran, y que esperaran que el Señor les diera una visión. Tienen ojos para ver; simplemente quiten todos los velos y abran los ojos. De la misma manera, si quitan todos los velos de sus ojos espirituales y se vuelven a su espíritu verán la iglesia. Dentro de ustedes está el espíritu de revelación que Dios creó y que el Espíritu Santo regeneró. Basado en mi propia experiencia y en la experiencia de muchos otros, les puedo decir que nuestra necesidad es volvernos a este espíritu y quitar todos los velos que impiden nuestra visión.

  Muchos de los conceptos y de las enseñanzas que hemos recibido en el pasado han llegado a formar capas de velos que obstaculizan nuestra visión y nos confunden. En cuanto al asunto de ver el Cuerpo, pareciera como si todos lo viéramos a través de lentes de colores. Nuestra visión está afectada por el color de algunas de nuestras experiencias particulares o por las enseñanzas de aquellos que nos trajeron al Señor. A veces pareciera que esta influencia está en nuestra propia sangre y es difícil eliminar esos conceptos y esa influencia, a fin de venir a la Palabra con un espíritu puro, sin que nada coloree nuestra visión y sin que ningún velo impida nuestra vista. Si venimos a la Palabra pura con un espíritu transparente, sin ningún concepto de nuestro trasfondo, sería muy fácil que tuviéramos claridad acerca del Cuerpo. Yo puedo testificar que me tomó casi veinte años eliminar la influencia de todos los conceptos y enseñanzas que recibí en el pasado. Que el Señor nos otorgue a todos tal espíritu para ver el Cuerpo.

  El tema del Cuerpo es un asunto en el espíritu, no un asunto en la mente o en la parte emotiva. Es natural que los hermanos estén en su mente y que las hermanas estén en sus emociones. Las emociones de muchas hermanas creyentes les impiden tener claridad acerca de la iglesia. Ellas toman decisiones acerca de sus reuniones con cristianos basándose en sus emociones, en sus sentimientos. A menos que estas hermanas se vuelvan al espíritu y se olviden de sus emociones, no podrán tener claridad acerca de la iglesia local. Las decisiones que toman en cuanto a la iglesia no se basan en el espíritu, sino en la parte emotiva. Nunca podremos tener claridad en cuanto a la iglesia si no estamos en el espíritu.

  Los hermanos necesitan volverse al espíritu y olvidarse de su mente, y las hermanas necesitan volverse al espíritu y olvidarse de su parte emotiva. Además, algunos son tan fuertes, tan obstinados, en su voluntad, que tampoco pueden tener claridad acerca del Cuerpo. Cuando toman una decisión, cuando se proponen hacer algo, no están dispuestos a cambiar jamás. Pareciera que ni el Señor podría cambiarlos. Tal persona es tan determinada en su voluntad que nunca podría ser convencida, ni siquiera por la palabra clara de Dios. Aquellos que son obstinados en su voluntad de esta manera, nunca podrán ver claramente el Cuerpo. Todos necesitamos olvidarnos de lo que sentimos, lo que pensamos y lo que decidimos, y volvernos al espíritu sin dejar ningún velo. Si nos volvemos al espíritu, si nos volvemos al Señor de esta manera y venimos a la Palabra, inmediatamente tendremos claridad acerca del Cuerpo.

JUNTAMENTE EDIFICADOS EN EL ESPÍRITU

  Ver la iglesia es un asunto en el espíritu, y la edificación de la iglesia también es en el espíritu En Efesios 2:22 Pablo dice: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. Mientras permanezcamos fuera del espíritu, estamos divididos y también somos divisivos. Mientras que no estamos en el espíritu, somos individualistas. No es nada difícil ser divisivo o individualista. Somos divisivos, individualistas y no estamos dispuestos a ser concertados simplemente al alejarnos de nuestro espíritu, simplemente al demorarnos en nuestra mente para considerar las cosas, o al permanecer en nuestra parte emotiva. Hay cosas que nos gustan y otras que no nos gustan, tenemos nuestros gustos y nuestras preferencias, nuestras opiniones acerca de los hermanos y hermanas, y preferimos quedarnos en casa que estar en las reuniones con los santos. Mientras permanezcamos alejados de nuestro espíritu, no veremos la necesidad de ser juntamente concertados, y sentiremos que es necesario que cada uno de nosotros sea distinto a los demás, cuide de su personalidad individual creada por Dios y se aferre a su propio prestigio. Es imposible que seamos concertados juntos mientras permanecemos fuera del espíritu con tales conceptos. Sin embargo, si nos volvemos al espíritu, inmediatamente veremos que necesitamos ser concertados, estaremos dispuestos a ser concertados e incluso clamaríamos al Señor pidiendo Su misericordia para que Él nos concierte.

  Sin embargo, después de sólo unas horas de haber orado de tal manera, quizás regresemos a nuestro entendimiento, a nuestra mente, y a nuestra parte emotiva y pareciera que somos otra persona. En la vigilia matutina éramos una persona en el espíritu completamente a favor de la edificación mutua, pero después de cinco horas estamos fuera del espíritu y no hay edificación. Si vamos a ser juntamente edificados, necesitamos estar en nuestro espíritu.

FORTALECIDOS EN EL HOMBRE INTERIOR

  Además, necesitamos ser fortalecidos en el hombre interior, es decir, en nuestro espíritu humano regenerado. En Efesios 3 Pablo oró: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu” (v. 16). No sólo el Cuerpo se ve y se edifica en el espíritu, sino que el fortalecimiento en el hombre interior también se lleva a cabo en el espíritu. A fin de ser fortalecidos en el hombre interior, necesitamos estar en nuestro espíritu. Somos muy fuertes en la parte emotiva, en la voluntad y en la mente, pero no somos lo suficientemente fuertes en el hombre interior, en el espíritu. Necesitamos ser fortalecidos en el hombre interior. El fortalecimiento que Dios efectúa se lleva a cabo en nuestro espíritu.

RENOVADOS EN EL ESPÍRITU DE NUESTRA MENTE

  Entonces, en Efesios 4, después de ser fortalecidos en el hombre interior, se encuentra la renovación del espíritu de nuestra mente (v. 23). Cada parte de la mente necesita ser renovada completamente, renovada en el espíritu que se apodera, ocupa y posee nuestra mente y llega a ser el espíritu de nuestra mente. Quizás no nos demos cuenta de cuánto nuestra mente controla a nuestro espíritu e incluso controla al Espíritu Santo. Sin la cooperación de nuestra mente, el Espíritu Santo no puede obrar en nosotros. En este sentido, el Espíritu Santo está bajo el control de nuestra mente. Sin embargo, éste no es el orden correcto. Tanto el Espíritu Santo como nuestro espíritu humano deberían estar por encima de nuestra mente y deben controlarla por completo. La mente debe estar puesta en el espíritu (Ro. 8:6), y el espíritu debe gobernar, poseer, ocupar, apoderar, controlar y sujetar a la mente. Entonces, este espíritu, será el espíritu que renueva la mente.

  Todos necesitamos ser renovados una y otra vez, diariamente, cada hora, momento a momento, todo el tiempo, en el espíritu, con el espíritu y por medio de tal espíritu renovador. Si así es el caso, entonces la vida de iglesia local sería algo real y precioso para nosotros, y nos daríamos cuenta de que no hay otra manera de seguir adelante y que no hay otro camino en el que podamos seguir.

LLENOS EN EL ESPÍRITU

  En los primeros cuatro capítulos de Efesios tenemos: ver en el espíritu (1:17); la edificación en el espíritu (2:22); el ser fortalecidos en el espíritu (3:16); y el ser renovados en el espíritu (4:23). En el capítulo 5 Pablo nos indica que tenemos que ser llenos en el espíritu. Según 3:19, ser llenos en el espíritu significa ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Cuando Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, y seamos capaces de comprender con todos los santos cuáles son las dimensiones de Cristo y conozcamos por experiencia propia el amor que excede todo conocimiento, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Toda esta plenitud mora en Cristo (Col. 1:19; 2:9). Él mora en nuestro interior y por medio de esto Cristo imparte lo que Dios es en nuestro ser. Podemos ser llenos de Dios hasta tal medida y estándar, incluso hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

  Pablo dice en Efesios 5:18 que no debemos embriagarnos con vino como los incrédulos, que están llenos de vino en el cuerpo, sino que nosotros los cristianos necesitamos ser llenos de Dios en nuestro espíritu. No sólo es un asunto de ver la iglesia en nuestro espíritu, de ser edificados en el espíritu, de ser fortalecidos en el espíritu, de ser renovados en el espíritu, sino también de ser llenos con todo lo que Dios es en Cristo en nuestro espíritu.

  Pareciera que frecuentemente estamos llenos en nuestra mente, pero vacíos en el espíritu. Nuestro espíritu se parece a una llanta desinflada, pero tanto nuestra mente como nuestra parte emotiva están llenos. Necesitamos orar para que se vacíen nuestra mente y nuestra parte emotiva, y que seamos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios en nuestro espíritu. Entonces la vida de iglesia será algo valioso para nosotros; valoraremos la vida de iglesia.

ORAR EN ESPÍRITU

  Por último, en Efesios 6, Pablo dice que necesitamos orar en todo tiempo en el espíritu (v. 18). Esta oración es la oración de un miembro del Cuerpo que se identifica con el Cristo que está en el trono, que en todo tiempo clama, proclama, da órdenes al Señor y ata al enemigo. Ésta no es la oración de un mendigo ni una oración en la que se rezan plegarias, no es la oración de un pobre pecador, no es la oración que hacen los santos pobres y débiles rogándole al Señor, sino la oración del Cuerpo, la oración de los miembros del Cuerpo que están identificados con la Cabeza.

  Estos seis puntos en los seis capítulos de Efesios son cruciales, y podríamos dedicar mucho más tiempo a cada uno de ellos. Necesitamos ver el Cuerpo en el espíritu, ser edificados en el espíritu, ser fortalecidos en el espíritu, ser renovados en el espíritu, ser llenos hasta la medida de la plenitud de Dios en el espíritu y orar en el espíritu como miembros del Cuerpo, identificados con la Cabeza. Si tal es el caso, espontáneamente tendríamos la vida de iglesia. Si no es así, sería difícil tener la vida de iglesia. Quizás hablemos mucho acerca de la vida del Cuerpo y tengamos muchas enseñanzas acerca de la iglesia, pero no tendríamos manera de entender lo que realmente es la iglesia. Les insto una y otra vez a que se vuelvan al espíritu debido a que la vida de iglesia está en su espíritu.

EL SERVICIO DEL CUERPO SE IDENTIFICA CON LA CABEZA

  Quizás se pregunten qué tiene que ver este asunto con el servicio. El servicio es un asunto en el Cuerpo, y el Cuerpo no es un asunto insignificante. El Cuerpo es el Cuerpo de Cristo, Aquel que ha sido entronizado y a quien se le ha entregado el señorío y la autoridad en el cielo y en la tierra e incluso debajo de la tierra. Él ha recibido toda autoridad, y como el Cuerpo estamos identificados con Él. Por tanto, estamos en los lugares celestiales, tenemos la autoridad y podemos ejercer la autoridad. Si es así, nosotros los que servimos al Señor, serviremos no sólo con poder, sino también con autoridad.

  Consideren la situación en el Día de Pentecostés. Pedro y los demás servían a Dios, no solamente con poder, según el concepto de muchos cristianos en la actualidad, sino con autoridad. Pedro y los demás declararon: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36). Él es la Cabeza, y nosotros somos el Cuerpo, somos uno con Él. Por tanto, no sólo tenemos el poder, sino también la autoridad sobre todas las cosas.

  La autoridad es más grande que el poder. Podemos usar el siguiente ejemplo. Los automóviles son muy poderosos, y muchos circulan en la calle. Pero con la indicación de un policía, todos los automóviles poderosos se detienen. Los autos tienen poder, pero el policía tiene autoridad.

  ¿Van a servir al Señor solamente con poder o van a servirle con autoridad, la cual pertenece a otra categoría? Y, ¿cómo pueden obtener la autoridad? Toda autoridad en los cielos y en la tierra ha sido dada a la Cabeza, y la Cabeza se identifica con el Cuerpo. Si no están en el Cuerpo, ¿cómo podrían tener autoridad? Pero si están en el Cuerpo, ¿cómo carecerían de autoridad?

  Si hemos visto el Cuerpo y nos damos cuenta de que somos miembros en el Cuerpo, diríamos: “Aleluya, no tengo que servir solamente con poder. La autoridad está en el Cuerpo. Tengo la autoridad que es más grande que el poder”. En Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: “He aquí os doy potestad [...] sobre todo poder del enemigo”. Lo que tiene el enemigo solamente es poder, pero el Señor nos ha dado la autoridad. La manera de predicar el evangelio es con autoridad. En Mateo 28:18-19 el Señor Jesús dijo: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones”. Necesitamos predicar el evangelio, no sólo con poder, sino con autoridad.

  Cuánto necesitamos darnos cuenta de que somos los miembros del Cuerpo, el Cuerpo que se ha identificado con la Cabeza. Todo lo que la Cabeza ha logrado, todo lo que la Cabeza ha obtenido, todo lo que la Cabeza ha alcanzado, todo es a la iglesia, la cual es el Cuerpo. Todo esto no es solamente para la iglesia, sino que a la iglesia. Todo esto es trasmitido mediante el Espíritu Santo y en el Espíritu Santo a la iglesia, la cual es el Cuerpo. Si se dan cuenta de que son miembros de tal Cuerpo, el cual está identificado con la Cabeza, dirían: “Ya no hay necesidad de que roguemos más. Daremos órdenes al Señor y al enemigo. Somos miembros del Cuerpo que está identificado con el Cristo que está entronizado como Cabeza y es el Señor de todos. No hay motivo para rogar; más bien, damos las órdenes. Nosotros atamos, desatamos, dirigimos, proclamamos y reclamamos”. En esto consiste la autoridad para el servicio, la autoridad que es más grande que el poder. Ésta es la manera en la que debemos servir al Señor. El verdadero servicio se lleva a cabo en el Cuerpo.

  El hecho de estar en el Cuerpo no es algo pequeño. Tenemos que darnos cuenta de qué clase de administración existe en el universo. Cristo y el Cuerpo, Cristo y la iglesia, la Cabeza y el Cuerpo, son la administración de todo el universo. Ahora debemos preguntarnos si nos encontramos en esta administración o no. ¿Cómo podemos afirmar que estamos en ella? Podemos decir que estamos en la administración de hoy puesto que estamos en el Cuerpo. ¿Se han dado cuenta de que Cristo y Su Cuerpo hoy son la administración de todo el universo? Sobre este hecho, nos basamos para servir; sobre este hecho, nos basamos para predicar el evangelio; y sobre este hecho, nos basamos para edificar la iglesia.

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